Mi hermana ciega 5. el agujero negro
Mi hermano desfloró mi culo que parecía un agujero negro espacial, de esos que se tragan todo lo que pasa por allí, ¡Jo-der!, parece el túnel de Guadarrama. Aunque, seguro que lo tendrás preparado mañana para el tránsito de los clientes, eso sí, pagando peaje correspondiente peaje
Después de ducharnos y vestirnos, tomamos el ascensor en dirección a la cafetería con la intención de picar algo que calmase nuestros apetitos, - los gástricos, claro -, aunque de camino él me empotró contra la pared del ascensor alzando mi falda y deslizando los dedos en la cinturilla de las braguitas sobando mi pubis y los inflamados labios que ya estaban húmedos por el derrame de los jugos que el contacto de su mano en el escocido coñito me producía.
Mientras merendábamos chocolate con churros, empezó a contarme su vida que yo escuché con mucha atención pues era indudable que nuestra íntima relación superaba en mucho a la de cliente – scort. Me explicó que su verdadero nombre era Ricardo, Ric para los amigos, me aconsejó que debía controlar mis emociones porque en la profesión del puterío rondaban muchas hienas dispuestas a despedazarme al menor descuido, sobre todo a una ingenua jovencita como yo. Asimismo, declaró que el tiempo que me había cobijado esta tarde entre sus brazos, habían sido unas de las horas más dichosas de su vida. Sus palabras estremecieron mi espalda, no tanto por la sorpresa sino porque, aún contra mi voluntad, su sentimiento coincidía con el mío.
-Ric, cariño – acaricié su mano sobre la mesa – he de confesar que esta tarde ha sido deliciosa, me he sentido amada y dulcemente protegida por ti … pero conoces lo de mi hermano. Él es el dueño de mi cuerpo y de mi alma, ¡el único! … bueno, hasta hoy en que tú has aparecido derribando todos los muros en los que me refugiaba. Dime Ric, ¿ qué podemos hacer?, la vida es cómo es. A veces cruel …
-Lena, nuestra vida podría ser maravillosa si tú quisieras – clavó sus ojos en los míos – de ti depende. Yo estoy más que dispuesto a compartir tu amor con tu hermano y doy por seguro que también lo haría Silvia …
¿Silvia?
Sí, mi adorada mujer.
Ric, no me habías hablado de ella – balbucí sorprendida a la vez que dolida – Ya veo que te dedicas a follar putitas jóvenes mientras tu “ adorada mujer ” espera tu regreso a casa haciendo calceta o … ¡rascándose la oreja! – exclamé alterada – ¿pretendes unirla al trío que vamos a formar con mi hermano?, pues ya te digo qué no. Si tres son multitud, cuatro ni te cuento, así que, punto y final – empecé a levantarme de la silla pero él tiró de mi brazo obligándome a sentarme de golpe estrellando mi culo en el asiento. Sentí un pinchazo en mi maltrecho coñito que estaba en carne viva.
-Cielo, has irrumpido en mi vida cómo un tsunami, destrozándolo todo. No voy a dejarte escapar así de fácil. Quiero que conozcas a Silvia, ¡sois tan parecidas! –hizo una pausa tragando en seco – Te propongo una cosa, Lena: el viernes cenamos juntos, los cuatro, nos conocemos y hablamos claro sin esconder nuestros sentimientos y pretensiones. Si alguno se siente incómodo o escandalizado con nuestra propuesta de vida en común e ilusionante, no tiene más que levantarse de la mesa y se acabó la cena. Entonces, ya pensaríamos lo que hacemos tú y yo.
Quedé perpleja ante su temeraria propuesta. Lo nuestro iba en serio, no era el producto del calentón de una tarde de ensueño, pero … ¿serían capaces Silvia y Fran de entender la pasión que nacía entre su marido y su hermana? ¿serían tan generosos para compartir nuestro amor?
-Ric, seamos realistas. Tengo serias dudas de que mi hermano acepte un menage a trois contigo y menos aún el menage a quatre que propones, pero se lo voy a explicar esta misma noche. ¡Sería maravilloso qué aceptase! ¿Crees que Silvia lo hará? - en ese momento sonó mi móvil, era Fran.
- Lena, son casi las ocho ¿aún sigues con el cliente? – rugió enfadado.
-Cariño, terminamos hace más de una hora, pero se nos ocurrió merendar chocolate con churros y, aquí me tienes charlando con Ric de nuestras cosas, vamos, de cotilleos. Te espero en la puerta del hotel en cinco minutos, vida mía. No tardes. Chao.
-Siento celos de tu hermano, Lena. Seguro que esta noche te va a follar y eso duele, ¿eh?
- ¡Claro qué sí! vamos a follar cómo lo hacemos cada noche, pero hoy con más intensidad, si cabe. No quiero que sospeche nada de lo nuestro. Cuando lo tenga rendido le explicaré lo que vamos a hacer con nuestras vidas. – busqué sus labios y le di un beso de tornillo. Me dirigí a la puerta para esperar a mi hermano quien apareció con la moto en dos minutos.
He de reconocer qué, tras llegar a casa y sentarnos juntos en el pequeño sofá, estaba muy nerviosa, mi pecho se agitaba temeroso por lo que podía suceder cuándo le contase a mi hermano el inminente cambio de nuestras vidas, compartiendo emociones y sexo, ¡mucho sexo!, con Silvia y Ric. A pesar de la decidida resolución que minutos antes había mostrado ante mi amante, la verdad es qué frente a mi hermano las dudas me invadieron. ¿Qué haría si Fran se negaba en redondo al intercambio de cuerpos y corazones? ¿tirar a mi hermano al cubo de la basura cómo un pañuelo usado? …
-Lena, tranquilízate. Te noto nerviosa, pero por hoy ya has terminado con tu nuevo trabajo. ¿Qué tal tu estreno? – me abrazaba hablando en mi oído.
-Pues, el almuerzo fenomenal y después mi trabajo … normal … bien, abierta de piernas cómo puedes suponer. Pero he tenido suerte, el cliente, Ric, es un auténtico caballero que me ha mimado cómo ni puedes imaginar.
-¡Claro que lo imagino, Lena!, ¿quién no va a mimar el cuerpazo de mi mujer?. Tendrás que acostumbrarte, cariño, aunque tu culito supongo que sigue intacto, ¿no?
- …Bueno, … Ric insistió en meterla por ahí, pero yo me negué con contundencia. Le dije que mi culo es propiedad exclusiva de mi hermano. Aún así, me obligó a prometer qué, si tú estás de acuerdo, el culito se lo entregaré la próxima vez que follemos.
-¡A ver, Lena! ¿te has atrevido a confesarle a Ric que follas con tu hermano? y que le vas a entregar tu culo, ¡joder.!
-Se me escapó, Fran, créeme. – Le miré fijamente a los ojos – en pleno fragor de la batalla no recordaba ni mi propio nombre. Además, nada tengo que ocultar, estoy orgullosa de disponer de dos hombres, solo para mí. – había recobrado la seguridad en mí misma. Ya está bien de mentiras y secretos. Fran no merecía ni una mentira más, o lo aceptaba o no. A partir de ahora él decidía si quería el sincero amor de su hermana o andar su propio camino.
-Supongo qué “el otro” es Ric – musitó bajando el mentón.
-Sí Fran, pero aquí no hay “el otro”. Estoy enamorada de los dos. De hecho, os vais a conocer y aceptar: el viernes cenaremos juntos, los tres y Silvia, la mujer de Ric, que también tendrá que asumir nuestra vida en común. - tomé su rostro entre mis manos, alzando su barbilla – Entérate Fran, tú eres y serás siempre mi hombre, mi marido y yo tu mujer, aunque disfrutemos de otros hombres y mujeres. Lo nuestro está por encima de todo y tú serás, como siempre lo has sido, el dueño de mi cuerpo y de … mi corazón.
Nos abrazamos con desmedida pasión, sabía que esta noche se iniciaba una nueva etapa de mi vida, que aquellos días en los que mi hermano despertaba cada mañana con un dulce beso a su hermana ciega, quedaban atrás. En el olvido. Feliz y entusiasmada por el firme avance del plan que Ric y yo habíamos elaborado, literalmente arrastré a Fran hasta la cama desnudándonos por el camino.
-…¡Ay! – di un pequeño grito cuando él apoyó el glande entre los abiertos labios – Ve con cuidado, Fran, que lo tengo deshecho.
-¡Jo-der!, Lena. Y tanto que está deshecho–Fran husmeaba la gruta con la cabeza metida entre mis mulos – mira, los labios están rojos a tope y la vagina mmm está amoratada, del color de berenjena.
-No será que no se lo advertí a Ric que me estaba haciendo daño, pero él: dale que te pego. Claro, la tiene tan gorda … Fran, cariño, te dije esta mañana que, a mi regreso lamerías mis heridas, así que, hoy toca sesenta y nueve.
Fran introdujo la mano bajo la almohada, sacó una pequeña cajita que puso en mi mano
-¿Esto?
-Son las doce menos diez, cielo. En apenas diez minutos, serás una chica mayor de edad, ¡mi chica!
-Ni siquiera yo me acordaba, vida mía – abrí la cajita con los ojos húmedos. Contenía un anillo plateado. La humedad de los ojos dieron paso a ríos de lágrimas que se deslizaban por las mejillas. Él tomó el anillo y me lo colocó en el dedo anular de la mano izquierda.
-Lo compré en el chino, Lena. Pero te prometo que, cuando pueda, lo cambiaré por una alianza de oro que es lo que tú mereces
Abracé su cuello dándole mil besos comiendo y lamiendo cada poro de su rostro, de su pecho. No recordaba momento alguno de mi vida en el que estuviese tan emocionada por el cariño que me demostraba mi hermano. Él siempre estuvo ahí, en los buenos y los malos momentos, ayudándome, cuidando de mí, guiando mis pasos … amándome
-Yo te prometo, querido hermano, que este anillo que tú has colocado en el dedo me acompañará el resto de mi vida, ¡siempre! – balbucí con mis ojos clavados en los suyos. Me monté sobre su cara muy excitada, no solo por mis emociones, también porque necesitaba las caricias de su lengua lamiendo hasta el último rincón de mi ser
Esa noche sus labios y su saliva cauterizaron todas y cada una de las heridas que atormentaban mi vagina, lamía con una mezcla de dulzura y desespero cualquier rincón del coñito, insistiendo en las paredes y en el inflamado botón de la alegría, al tiempo que sorbía mis tibios jugos que inundaban su boca. Eran llamas de fuego lo que sentía en mis entrañas, mientras mi cuerpo se convulsionaba preso de mis furiosos orgasmos que era más violentos que nunca. Yo, concentrada en el ardoroso placer que él me provocaba, apenas lamía su polla; la mordía intentando comérmela entera ahogándome cuando el cipote chocaba contra las amígdalas, hasta qué llenó mi garganta con la catarata de leche que bebí sedienta, sin dejar una sola gota. Nos tumbamos uno junto al otro, abrazados jadeantes
-Fran, cariño. No sé lo que quiero hacer, estoy tan confusa … - susurré mirándolo – Sé que lo que tú me das nadie me lo va a entregar. ¿Por qué no nos vamos solos por ahí, a algún sitio lejano y desconocido? Algún lugar donde nos perdamos, que nadie nos conozca, que podamos amarnos libremente. Que me despiertes cada mañana con tu beso de buenos días. Llenarte de hijos …
-Lena, aterriza, pon los pies en el suelo. Sabes que estamos tiesos, tanto que tienes que ejercer de puta para que podamos llevarnos algo a la boca ¿de verdad crees que esa es la solución? Por cierto, esta tarde justo antes de recogerte con la moto, recibiste este sobre. Se me había olvidado por completo.
-¡Desconozco si esta es la solución, Fran! – exclamé dando un manotazo al sobre – pero noto cómo nos alejamos uno del otro. ¡No quiero perderte!
-Yo estoy aquí, a tu lado como siempre, Lena. Eres tú la que se ha buscado un nuevo novio, solo porque la tiene más gorda que yo. Anda, abre el sobre que intuyo que es el precio por tu “especial servicio” de esta tarde.
Muy dolida por las injustas palabras de mi hermano, abrí el sobre marrón. Quedé asombrada por el contenido: cinco billetes de 200 y uno de 500.
-¡Mira Fran! – exclamé con una sonrisa de oreja a oreja sacudiendo los billetes con la mano – aquí tenemos 1.500 pavos. Se acabó la miseria. –No mencioné el billete de 500 que Ric había deslizado en mi escote, pese a mis protestas, mientras tomábamos el chocolate. La tarde había sido fructífera, tan solo por abrir mis piernas había ganado 2.000 pavos; empecé a echar cuentas y multiplicar 2.000 por treinta días y el resultado me mareó, casi me dio un síncope.
-Guau – chilló Fran – esto tenemos que celebrarlo, nena. Ya eres una putita de lujo.
- Lo vamos a celebrar por partida doble, Fran. Por mi cumpleaños y por que seas tú el primero que rompa mi culito y lo ensanche para los clientes, que estoy más que segura que todos querrán entrar por ahí.
Él se abalanzó sobre mí, volteó mi cuerpo y me puso manos arriba, como en un atraco, con lo que mi trasero quedó a su entera disposición mientras mis dedos estrujaban la almohada asustada por la energía y la ¿rabia? que mostraba mi hermano. Sin consideración alguna, apoyó el redondo capullo en mi esfínter y pegó un arreón pero instintivamente contraje el ojete aterrada al notar aquella cosa tan dura que pretendía destrozarme el culo. Le insinué llorosa qué, tal vez, sería buena idea que me pusiese algo ahí que lubricase el culito, pero aprovechando mi descuido mientras le explicaba la sugerencia, dio otro empujón y entró media polla en el culo. Tal fue mi sorpresa que puse los ojos en blanco ante el inmenso dolor que sentí, ni siquiera cuando mi hermano me desvirgó a los quince años, había sentido tanto dolor ni tal desgarro; yo pataleaba al tiempo que intentaba apartar las nalgas de la presión que él ejercía, pero todo fue inútil porque de modo implacable metió toda la polla hasta el fondo, retorciéndola, bombeando. Jamás había sentido un dolor parecido, mi culo se asemejaba a una brasa, aunque debo reconocer que tampoco había sentido ese hormigueo que nacía en mi vientre y que, poco a poco, se infiltraba en el culo llenándolo de un placer nunca antes conocido. Entonces entendí que el atraco había empezado, con connivencia de la víctima.
Él alzó mis caderas a la vez que yo abría de par en par mis glúteos con las manos. Nos acomodamos al objeto de que de que la polla entrara hasta el fondo y empezó el bombardeo. Movía mi culo en círculos a la vez que daba fuertes sentones mientras notaba sus huevos golpeando la vulva, al tiempo que mi hermano arreaba a su jaca, cual jinete que montaba su yegua. Un intenso calor me abrasó y tuve el primer convulso orgasmo anal de la noche mientras apretaba su lanza con mis paredes rectales. Los dos queríamos más, así que, siguió follándome el culo cada vez con la polla más dura, nos atropellaron montones de orgasmos, la mayor parte míos, que conste, aunque él derramó sus chorros al menos tres veces en mi intestino. Rotos de placer y agotados por la intensidad de nuestra primera experiencia anal, yacimos jadeantes sobre el colchón. Juntos mirando al techo.
-¿Estás bien, hermanita?
-Ha sido alucinante, mi vida. Aunque el día ha sido completito, primero Ric me destroza el coño y ahora tú me rompes el culo, que me escuece que no veas
Fran inclinó la cabeza observando mi entrepierna. Yo, instintivamente, doblé las rodillas y separé las piernas. Esa era mi postura natural la mayor parte del día y de mis noches.
- Lena, el coñito lo tienes muy bien. Ha recobrado su tono natural, rosado como una fresa, pero tu agujero negro, ¡Jo-der!, parece el túnel de Guadarrama. Aunque, seguro que el túnel lo tendrás preparado mañana para el tránsito de los clientes, eso sí, pagando el correspondiente peaje. – aprovechando que estaba ahí dio una dulce lamida a mi fresa que se puso muy contenta…