Mi hermana ciega
-¿Estás sugiriendo que además de follarme a mi hermana folle con mi madre a la vez? -preguntó él tras el silencio que nos embargó tras la sutil propuesta de la hermana.
Llegué a mi casa dando saltos de alegría, habían publicado las notas de los exámenes del último curso de la carrera y mi nombre estaba en ellas. Tres sobresalientes y el resto notables. Quería que mi madre y mi hermana Lena fueran las primeras en conocer la gran noticia, pero mamá no estaba en casa ni en la cocina ni en cualquier otro lugar, subí las escaleras donde estaban los dormitorios y entré directamente al de Lena que tenía entreabierta la puerta.
Mi hermana estaba sentada frente a la ventana bañada por los rayos de sol del mediodía, mirando sin ver el pequeño jardín de entrada a nuestro dúplex adosado. Observándola me invadieron los recuerdos: a los trece años Lena era una niña revoltosa siempre riendo y correteando por toda la casa iluminándola con su alegría, aunque sus risas se tornaron en tristeza cuando le diagnosticaron la retinopatía que desembocó meses después en glaucoma con lo que la visión de Lena era prácticamente nula, solo veía sombras. A partir de entonces no solo fui su hermano mayor también era su guía, ella veía a través de mis ojos apoyada en mi brazo, siempre andábamos juntos incluso cuando llegaba la hora de dormir me tumbaba en la cama junto a ella acariciando su pelo hasta que el sueño la invadía.
Lena, con el paso de los años se transformó en una chica preciosa con cuerpo de mujer y cara de niña, pero a sus diecisiete años aún dependía exclusivamente de mí hasta el punto de que cuando tuvo su primera menstruación a los quince años fui yo quien tuve que explicarle que eso era natural, que su cuerpo le avisaba que ya era mujer, al tiempo que le introducía su primer tampón. He de decir que soy siete años mayor que Lena, o sea, tengo veinticuatro años y ella cumplirá los dieciocho el mes que viene, aún tiene diecisiete.
- ¿Fran? - Giró la cabeza hacia la puerta de la habitación.
- Sí, cielo. ¿Cómo sabes que soy yo?, deberías cerrar la puerta algún día te darán un susto.
- Soy ciega pero el olfato lo tengo muy bien. Llevas un buen rato plantado ahí, puedo olerte incluso puedo leer tus pensamientos.
- ¿Sí?, a ver ¿qué crees que pensaba?
- Pensabas en mí, como cada minuto del día yo pienso en ti.
Me acerqué a ella y cogiendo su cara entre mis manos le di un beso en la nariz. Ella se incorporó de la silla, se colgó de mi cuello y susurró en mi oído:
- Llevo horas esperando, Fran. Esta mañana te fuiste sin despedirte de mí, sin darme el beso de buenos días con el que sueles despertarme, sin el dulce sabor de tu lengua enlazada a la mía. ¡Esto no puede seguir así! - exclamó separando su pecho del mío – Te quiero en mi cama cada noche, sin escondernos ni disimulos, despertar entre tus brazos y si se entera mamá… ¿qué más da?, creo que Julia conoce lo nuestro pero se hace la tonta, sabes que no le gustan las complicaciones….
- Lena, ¡para ya! – interrumpí su relato – acordamos que nos acariciaríamos algunas noches porque dijiste que te daba miedo dormir sola, que veías sombras y necesitabas que te abrazase mientras dormías.
- Sí, eso dije y desde entonces has alimentado los sueños de aquella niña que tú hiciste mujer. Me acostumbré a dormir entre tus brazos absorbiendo el calor de tu piel, beber de tus suspiros al tiempo que acariciabas mi cuerpo desnudo – musitaba con sus labios en la comisura de los míos - ¡nadie me ha mimado de forma tan dulce cómo lo has hecho tú, Fran!
- Nena, no exageres. Eres mi hermana, ¿quién si no yo iba a cuidar de ti a los catorce años? Apenas eras una cría, además miedosa – reía mientras acariciaba su mejilla – todavía recuerdo tus lloros y gritos cuando te bajó la regla ¡vaya escándalo que armaste!
- ¿Conoces algún chico que le coloque, en sus días, el tampón a su hermana mientras frota su botoncito con el dedo pulgar?
- Lo hago por qué tú no atinas a introducirlo….
- ¡Claro que atino, bobo!, pero prefiero que lo hagas tú y que sigas acariciando el clítoris.
- Solo son caricias, Lena. Sé que te gustan y……
Escuchamos el portazo de la entrada de casa traté de separar a Lena, pero ella se agarró más fuerte a mi cuello apretando aún más su cuerpo al mío. Julia, mi madre, se plantó bajo el quicio de la puerta mirándonos con el cejo fruncido
- ¿Qué hacéis tan acaramelados? – gruñó Julia mirando a sus hijos con los ojos como platos
- Pues mira Julia, en este momento preguntaba a Fran si quedaban tampones en el cajón de la mesita para cuando me baje la regla. Ya sabes que él se ocupa de comprarlos y de colocármelos – respondió riendo Lena mientras sus ojos los dirigía a un cuadro colgado en la pared junto a la puerta.
- Bajemos a comer que he comprado algunas cosas del chino. Tenemos que hablar. – apuntó Julia dándose la vuelta de camino a la cocina.
Ayudé a Lena a bajar la escalera con sumo cuidado y la senté en la silla de la mesa redonda de la cocina
- Chicos, debéis ser más discretos. Sé el cariño que os sentís los dos como buenos hermanos que sois. – Julia hablaba nerviosa mientras sorbía la sopa de aleta de tiburón
- ¿ Discretos? Julia, sabes que hace casi tres años que Fran y yo no solo compartimos cariño de hermanos, ¡también compartimos cama! - dijo Lena con tono tranquilo – no me creo que no escuches mis gritos ni mis jadeos. Tu hijo me desvirgó y desde entonces follamos cada noche como animales, hasta el amanecer cuando me deja temblando para volver a su cama. ¿A eso llamas cariño de hermanos?, pues quiero sus caricias el resto de mi vida y me da lo mismo que sea mi hermano; él siempre ha cuidado de mí….
- Al menos, espero que toméis las debidas precauciones – indagó Julia dirigiéndose a Fran – Por supuesto que sé lo de vuestras noches incestuosas. No solo por el escándalo que armáis; ni siquiera os molestáis en cerrar la puerta del dormitorio y he visto muchas veces las barbaridades que os hacéis sin recato alguno.
-Claro que tomamos precauciones, mamá, siempre uso condón – puntualizó Fran con gesto serio – y dejamos adrede la puerta abierta porque sabes que nunca te hemos ocultado nada.
- ¡Ja! Claro que te pones condón – rio Lena – pero cuéntale a Julia las innumerables veces que tienes que hurgar con los dedos en mi vagina hasta sacar el condón rebosante de leche que se queda roto en lo más profundo del coño. Además no es necesario que nos espíes desde el pasillo, Julia, como ya te ha dicho tu hijo a ti no te ocultamos nada, así que puedes entrar y observar, e incluso compartir nuestras noches incestuosas, como tú las llamas. – Inspiró aire – A fin de cuentas todo queda en familia.
-¿Estás sugiriendo que además de follarme a mi hermana folle con mi madre a la vez? -preguntó él tras el silencio que nos embargó tras la sutil propuesta de la hermana. Julia apoyaba el mentón en su escote.
- Los tres sabemos que eso va a ocurrir más pronto que tarde – afirmó Lena – la pobre Julia también tiene derecho a desahogarse. A ver Julia, ¿cuánto tiempo hace que no te follan como dios manda?.
-Mucho… - susurró en tono bajo – por lo menos hace diez días.
-¿Eso es mucho? – rugió Fran – Creí que eras una mujer recatada, mamá.
-¿De donde crees que nace vuestra afición al sexo salvaje, hijo? – lo miró desafiante - ¿ No será que vuestro instinto sexual es hereditario?. Necesito follar a todas horas y si no fuese una madre recatada, ya te aseguro que lo haría porque a mis cuarenta años aún despierto los más sucios instintos de los hombres,…bueno y de mujeres también.
-¿Haces el amor con hombres y mujeres, Julia? – preguntó sorprendida Lena.
-Hace tiempo que dejé de hacer el amor, hija. Simplemente follo. No todas somos tan afortunadas como tú que siempre tienes dispuesto a tu hermano para entrar en ti con muchísimo amor.
-¡Venga, Julia, mueve el culito y subimos al dormitorio! – exclamó Lena levantándose de la silla – Vamos a darnos una siesta larga e intensa; que también tú seas una madre afortunada, porque tu hijo tiene mecha para las dos y a mí me apetece intimar con una mujer tan caliente como tú.
P.D. Espero vuestras valoraciones y comentarios, que no sean tas escasos como en mis anteriores relatos que aunque tienen más de medio millón de lectores con buenas valoraciones, pocos se molestan en valorar y comentar. Si lo hacéis seguiré relatando, y si no, chao. Carmen.