Mi hermana ciega 3. Lena scort.

Lena recupera la luz de sus ojos entregándose sin condiciones a Fran, pero la vida es dura y ambos tienen que tomar una decisión: o scort o la miseria.

Sobre las ocho y media del miércoles, mi hermano y yo llegamos a la sala de espera del hospital y tras anunciar nuestra llegada a Mari, la enfermera, nos sentamos en sendas sillas. Ambos estábamos agotados por los dos días desenfrenados en los que no paramos de follar, incluso esta misma madrugada desperté sudada entre sus brazos y tras aspirar su aliento entre mis labios me monté sobre él, como una amazona en su caballo; él no tardó en reaccionar y se hundió entre las piernas de la amazona e hicimos el amor con inmensa dulzura, como si fuese una despedida…..

A las once, más o menos, el doctor García sacudió mi hombro; yo dormía apoyada la cabeza en el pecho de Fran quién también dormía profundamente. Los dos abrazados.

-Despierta Lena, ya veo que estas relajada – aseveró el médico – la enfermera te va a preparar, mientras yo te espero en el quirófano.

-Pero…Fran me va a acompañar. ¿No? – pregunté inquieta y totalmente despierta.

-¡Por supuesto que no!. Tu hermano se quedará aquí dormitando hasta que te llevemos a la habitación.

Mari, la enfermera, agarró uno de mis brazos arrastrándome hacia un cubículo, al tiempo que yo estiraba el otro brazo girada hacia Fran suplicante pero él seguía amodorrado ajeno a mi súplica. Mari me desnudó y me ayudó a vestir una bata  con mangas cortas y entramos al quirófano donde me tumbaron boca arriba, supongo que en la camilla en la que iban a operarme pues vislumbré una intensa luz que atravesaba las sombras de mis ojos. Noté el pinchazo en el dorso de mi mano izquierda y la familiar voz del doctor García.

-Lena, te estamos inyectando un fuerte ansiolítico que te hará relajarte en pocos segundos, cuenta hacia atrás: diez, nueve, ocho, siete ……..

Quedé profundamente dormida en escasos segundos, aunque escuchaba voces lejanas y cómo hurgaban en mis ojos pero yo solo sentía el abrazo de mi hermano que me acariciaba diciéndome cuánto me amaba…… Tras un tiempo indeterminado desperté, estaba sola en una cama, intenté abrir los párpados pero las vendas que aprisionaban mis ojos me lo impidieron, aún así pude escuchar la voz de Fran que hablaba con alguien

-¡¡¡Fran!!!  - grité ilusionada al escuchar la adorada voz de mi hermano, quien al momento besaba mi frente  juntando su rostro al mío. Mis labios buscaron los suyos y nos unimos en un beso apasionado compartiendo los suspiros mientras mis brazos apretaban su cuello, buscando el ardor de su cuerpo contra el mío …..

-¡Al fin despertaste, mi vida! – gimió él en mi oreja – estaba hablando con el doctor justo en la puerta esperando tu despertar……

-Pues ya me tienes despierta, cariño. ¡No voy a permitir que dejes sola a tu mujer ni un solo segundo!. ¿Vale? – exclamé quejosa. Lo cierto es que me sentí arrullada entre los brazos de mi hermano, tanto durante mi letargo en el quirófano escuchando sus palabras de amor, como ahora mismo en que sentía los pálpitos de su corazón junto a los míos.

El doctor, quien debía estar junto a mi cama, nos pedía tranquilidad exhortando a mi hermano a que dejase de abrazarme y explicando el feliz resultado de la operación, anunciando que mañana me levantarían las vendas y si, como él preveía, todo iba bien me darían el alta y podríamos seguir en casa con nuestra bonita historia de amor. Estuve tentada de responder que la única forma de estar tranquila era abrazada a mi marido, Fran el hombre de mi vida el que me iba a llenar de hijos, aunque guardé silencio “¿a quién le importan nuestros planes de futuro?”, este era nuestro gran secreto el destino que habíamos trazado entre los dos, siempre juntos entregados en cuerpo y alma; ahora me tocaba a mí cuidar de mi hermano, hacerlo feliz cada noche pues incluso Julia, mamá, había desaparecido de nuestras vidas: vivía en Lyon con uno de sus últimos novios, un tal monsieur Sánchez, según nos comunicó por whatsapp .


Cinco días después andábamos Fran y yo por un parque de camino a un pequeño mercado que montaban los martes y donde los productos eran baratos. Cuando el doctor García levantó las vendas de mis ojos días atrás, la bruma gris que cubría los iris habían dado paso a unas vistas en tecnicolor miraba asombrada la luz que se colaba por la ventana iluminando las paredes y el rostro de mi hermano que estaba a mi lado acariciando mi cara ¡que guapo era!. Apenas me dieron el alta, corrimos hacia casa ansiosos de besos y caricias de mirarnos a los ojos mientras follábamos, sin siquiera estirar las sábanas que permanecían arrugadas y revueltas nos lanzamos sobre ellas, amándonos como posesos, mordiéndonos, follando como lobos hambrientos.

Llegamos al mercadillo y compramos ensalada, tomates, cinco peras, patatas, un trozo de mortadela,  una docena de huevos y  un pan de molde. Fran contaba cuidadosamente las monedas que sacaba del bolsillo para pagar, mientras que yo alzaba el mentón con orgullo consciente del vistazo que echaba el tendero a mis tetas y los tíos que acompañaban a sus mujeres en la compra que parecían querer devorar mi culo y mis desnudas piernas. Me hubiese gustado tomar café en cualquier terraza, pero sabía lo mal que andábamos económicamente.

-Lena, necesitas al menos un vestido – sentenció Fran sentado frente a mí tomando café en la mesa de la cocina – van a saltar los botones de tu blusa en cualquier momento y la falda… apenas te cubre el culo.

-¿Crees que no me doy cuenta, cielo? – reía para animarlo – este vestido me lo compraste tú a mis quince años, justo cuando me bajó la regla. Es evidente que he engordado pero a partir de ya me voy a poner a régimen.

-No has engordado Lena, simplemente te has hecho mujer, una mujer con un cuerpo voluptuoso – respondió él bajando el mentón – no hay más que ver la forma en que te miran los tíos, te desnudan y te comen con los ojos, ¡los muy cabrones!.

-¿Sabes qué te digo, Fran?, pues que deberías estar orgulloso de que los hombres deseen a tu mujer, ¡la tuya! – grité mirándolo a la cara – claro que noto sus miradas cargadas de lascivia, pero cuando lo hacen yo me amarro más a tu brazo, indicándoles que ya tengo hombre que mima mi cuerpo cada día hasta dejarme saciada. – tragué saliva en seco – Cariño, has dedicado tu vida a cuidar de tu hermana ciega, pero ha llegado el momento de que cuide yo de ti, voy a buscar un empleo que nos permita vivir dignamente, al menos hasta que consigas uno, que estoy segura de que lo vas a encontrar muy pronto….

-¡No digas sandeces, Lena! – exclamó irritado – Apenas nos quedan 25 euros, como no  espabilemos nos van a cortar la luz. No paro de echar currículos pero nada, y tú ¿qué sabes hacer? ¿qué experiencia puedes ofrecer?

Quedé pensativa ante la cruda realidad que mostraban sus palabras al tiempo que estrujaba su mano mostrando mi aliento, mi solidaridad ante el oscuro futuro que se cernía sobre nosotros.

-Sé que soy una perfecta inútil, ni siquiera completé la secundaria incluso en las tareas domésticas soy un desastre – suspiré – pero hay algo que he aprendido contigo y creo que muy bien: follar  - dije resuelta clavando mis ojos en los suyos.

-¿Me estás diciendo que vas a vender tu cuerpo, Lena? – gritó poniendo los ojos en blanco

-Mi cuerpo no puedo venderlo, porque tú eres su único dueño. – susurré pausada – Lo alquilaremos por horas al mejor postor. Recuerda Fran lo que nos prometimos el día anterior a la operación, que  siempre seré tu única mujer y yo te juré amarte hasta el fin de los tiempos, como nadie te ha querido y llenarte de hijos …

  • Y qué hacemos, ponemos un cartel en la puerta en el que diga “Se alquila cuerpo voluptuoso. Entren sin llamar”

-¡No seas sarcástico, Fran!, dime qué otra solución tenemos. Te veo hundido y no quiero ver así a mi marido  –  exclamé con los ojos llorosos – Ahí sí necesitaré tu ayuda, debemos pensar algo aparte de tu genial idea del cartelito. ¿Qué debo hacer? ¿Cómo empezar mi vida licenciosa?

-Pues simplemente abriendo tus piernas, que eso lo haces muy bien y además lo disfrutas…. – se levanto de la silla con ira y salió de casa dando un portazo.

Era la primera vez que mi hermano me abandonaba entre sollozos, me hizo sentir como una piltrafa, avergonzada de mí misma, mas ¿qué otra solución teníamos?, lo único que yo podía ofrecer es mi cuerpo que bien sabía el deseo que despertaba en los hombres pues cada vez que salía de casa sola tenía que volver corriendo escandalizada por las obscenidades que me decían.  Llorando como una tonta, me asomé al pequeño jardín en busca de Fran aunque no lo encontré. Cogí la manguera y regué el breve parterre en el que lucían unas preciosas rosas blancas, creo que regué más con mis lágrimas que con el agua.

-¡Eh chiquilla!, ¿qué tal andas de la vista? – gritó la señora Amparo, mi anciana vecina que se acercó hacia mí - ¿ esas lágrimas? ….

Sin poder evitarlo le resumí brevemente nuestra situación financiera y mi decisión de ser puta. Necesitaba desahogarme con alguien y ¿quién mejor que la bondadosa vecina?

-¡Vaya Lena! es una decisión peliaguda! …. aunque con ese tipazo y tus maravillosos ojos te auguro éxito en tu trabajo.

-Gracias Amparo. Estoy decidida, pero ¿qué hago, ponerme en una esquina y guiñar un ojo a los paseantes?.

-A ver, niña. Si has decidido ser puta, no te equivoques debes empezar por todo lo alto, la vida y los años ya se encargarán de ponerte en tu sitio, como lo hicieron conmigo.         -  pude ver la nostalgia dibujada en su labios – Mira, voy a llamar a una conocida que tiene una agencia de escorts, o como puñetas se llame ahora, en realidad son acompañantes de señores para sus cenas de negocios y presumir de bellas mujeres colgadas de su brazo, aunque puedes imaginarte como acaban las cenas o las comidas. Te llamo en un  rato, o mejor dame tu teléfono y que te llame la misma Virginia.

Al cabo de una hora sonó mi móvil, corrí a cogerlo esperando la llamada de Fran al que había llamado repetidas veces y lo tenía desconectado.

  • ¿Lena?, soy Virginia – escuché una voz grave y desconocida – he hablado con Amparo y ha echado muchas flores sobre ti. Me dice que eres guapa e inexperta, así que te espero esta tarde a las cuatro en mi oficina. Apunta la dirección. – me la dio y la apunté.

Miré mi reloj y vi que eran cerca de las dos y ni siquiera tenía dinero para coger el autobús, aunque la dirección que me dio Virginia estaba relativamente cerca de casa, sobre media hora andando. Me di una buena ducha y me puse el vestido de la mañana.  A las cuatro en punto llamé al timbre de la oficina, me recibió una pelirroja de bote con más arrugas en el rostro que la sábana de mi cama.

-Entra Lena, al menos veo que eres puntual – me miraba atentamente sentada tras la mesa del despacho  - A ver, date la vuelta que te vea el culo y sácate las tetas.

-¿Así, sin más? – pregunté nerviosa, roja como un tomate maduro – antes tendremos que hablar ¿no?. He de saber en qué consiste mi trabajo, doña Virginia.

-¡Llámame Virgi, coño, que no soy tan vieja!. Tu trabajo, si llegamos a un acuerdo, consiste en acompañar a los clientes que yo elija y entregarles lo que ellos quieran, así que muéstrame las tetas.

Desabotoné un solo botón de la blusa y mis pechos rebotaron libres de la sujeción de la estrecha blusa que los comprimía.

-Dos buenas tetas, sí señor. – exclamó – los muslos no te pido que los enseñes, porque ya los veo, duros y jugosos. ¿Has follado mucho, Lena?.

  • Sí, pero siempre con mi …. pareja. Solo él ha entrado en mí.

-¿Y tu culito …?

-¡Bien, gracias! Joder, pero esto qué es ¿el tercer grado? – grité enfadada – ¡mi culo está virgen y así va a seguir, si alguien lo invade alguna vez será mi hombre!.

-Tranquila, jovencita. De eso ya hablaremos. Mira Lena te voy a poner a prueba. Mañana mismo ha contratado un cliente un servicio para el almuerzo y quiere una chica de tus características. Si queda satisfecho ganarás tus primeros 800 euros, así que pórtate bien. Te llamo luego y te daré la hora y la dirección del hotel del almuerzo.

Regresé caminando a casa henchida de ilusión, al fin podría empezar a devolver a mi hermano una pequeña parte de lo mucho que él me dio. Entré en casa y ni rastro de Fran, la casa estaba vacía igual que mi corazón que lloraba su ausencia y el calor de su cuerpo que me llenaba de amor cada momento del día. Me quité el vestido para que no se arrugase, era el único que tenía y lo necesitaría para mi nuevo trabajo, me puse una camiseta de Fran y me tumbé en el pequeño sofá de la salita enrollada sobre mi misma llorando como una magdalena. Escuché el pip del móvil y leí el mensaje de Virgi, en él explicaba que mañana a las dos de la tarde debía presentarme en el restaurant de un hotel de cinco estrellas del que daba la dirección, que al almuerzo acudirían seis caballeros y cinco chicas y que mi cliente se llamaba Marlon y que a fin de distinguirse llevaría un pañuelo rojo en el bolsillo superior de la chaqueta y que el tiempo que debía dedicarle serían entre tres o cuatro horas.

Quedé dormida en el sofá pensando que ya era oficialmente una puta y preguntándome alarmada si solo me follaría Marlon o lo harían los seis caballeros, juntos o por turnos ….

-Lena, cariño …. – escuché el susurro de Fran en mi oído – lamento el numerito que hice esta mañana, pero….

Di un salto y abracé su cuello mordiendo sus labios con desespero, silenciando su relato, buscando su lengua que se enlazó a la mía. Me quitó la camiseta al tiempo que yo deslizaba las bragas hasta los tobillos y con manos torpes bajé el pantalón a la vez que el slip de mi hermano, floreciendo la querida y dura polla que metió en mi boca hasta los mismísimos huevos, ahogándome de placer mientras caíamos en la raída alfombra. No era momento de explicaciones o lamentos, los dos estábamos sedientos de beber nuestros suspiros, de rompernos con saña hundidos en un solo cuerpo; cuando noté el glande abriendo paso entre mis labios vaginales lancé un grito desgarrador y explotó mi primer orgasmo, sin siquiera empezar a meterla en el mojado coño, tal era la pasión por mi hermano, bastaba con mirarme fijamente a los ojos para que yo me corriese como una lobita en celo, “ esto no es normal ”, pensé mientras la polla ocupaba pon completo la cueva golpeando con furia el cuello uterino. Estaba enloquecida al sentir a mi hermano machacándome, mis convulsiones parecían ataques epilépticos, los violentos orgasmos no me dejaban respirar y cuando noté sus chorros golpeando el fondo de la gruta inundándola de leche caliente, mi alarido debió escucharse en Badajoz o más allá.

-Vamos a la cama, cariño – dije entre jadeos, mirando sus ojos color miel de Pamplona, (porque supongo que en Pamplona, también hay miel, ¿no?) – me estoy clavando en la espalda la pata de la mesa.

Corrimos hacia la cama riendo felices y nos lanzamos sobre ella abrazando nuestros cuerpos desnudos.

-Fran, cariño – apoyé mi nariz en la suya – he encontrado trabajo, mañana mismo empiezo. ¿No es maravilloso?.

-A ver, Lena. ¿Qué clase de trabajo?

-Pues….justo de lo que hablamos esta mañana: de puta. – incliné la cabeza sobre el hombro – aunque no es exactamente eso, lo llaman scort o algo así, vamos, acompañante de señores que pagan por la compañía de chicas guapas.

-Joder Lena. Al menos podías pedir mi opinión al respecto.

-¡Te he llamado cien veces al móvil, Fran!, pero tú no te has molestado en responder.

-Sé lo que es una scort, cielo: una puta de lujo. Y no me gusta que mi mujer se pase el día abierta de piernas….

-¿Crees que a mí me gusta que entren en mí otros hombres, Fran?, estamos desesperados y si para cuidar de mi marido tienen que follarme otros te aseguro que lo haré con gusto, porque sé que tú me estarás esperando cada día para lamer mis heridas y llenarme de amor.

Le expliqué con detalle lo que había acontecido durante el día y mis expectativas para el almuerzo de mañana y mi marido asintió a regañadientes, ¡qué remedio!. Seguimos follando durante un par de horas, pero esta vez con dulzura y enorme amor.