Mi hermana ciega 2. la luz de Lena
He de admitir que durante las siguientes horas de esa tarde y gran parte de la noche, abusé de mi hermana ciega en todas las posturas imaginables....
A la mañana siguiente sobre las diez y media entramos al consultorio del doctor García, especialista en oftalmología; ayudé a Lena a sentarse en la silla frente a la mesa que nos separaba del médico quien leía el historial clínico de mi hermana.
Lena, estamos experimentando un nuevo tratamiento sobre tu dolencia visual. – la miró fijamente – la hemos aplicado a otros pacientes que padecían tu misma enfermedad con resultados altamente positivos. Casi el ciento por ciento han recobrado la vista tras la intervención, así que, ¡enhorabuena Lena, vas a recuperar la visión! – rio el doctor entusiasmado.
¿Nos está diciendo, doctor, que mi hermana va a dejar de ser ciega? – di un salto alzándome de la silla al tiempo que estrujaba la mano de Lena.
Doctor, no nos cree falsas ilusiones, por favor – musitó ella – usted ha dicho que casi el cien por cien han respondido al tratamiento, pero ese casi me inquieta, además, ¿tendrán que operarme?
Vamos a ver, jovencita, la intervención quirúrgica la hacemos con láser y es sencilla, en un par de días volverás a casa una vez que quitemos las vendas, eso sí deberás observar fielmente nuestras instrucciones que es lo que no hicieron los escasos pacientes que no mejoraron.
¡Por supuesto que vamos a observarlas, doctor! – exclamé – aunque tenga que atar a una silla a mi hermana, ¿puede adelantarme sus instrucciones, doctor?
Pues, aparte de poner en los ojos las gotas oftálmicas y tomar el medicamento que recetemos, mucha tranquilidad - advirtió mirando a Lena – esto es lo más importante. Deberás evitar cualquier movimiento brusco, las emociones intensas y los sobresaltos y, claro está, asistir a las revisiones que programaremos una vez operada.
Eso de la tranquilidad, doctor…. – ella apretó mi mano con intensidad – ¿cuántas horas tendré que mantenerme tranquila una vez operada?
¡No seas impaciente, chiquilla! – él soltó una risotada – a tu edad os queréis comer el mundo de un solo mordisco. En dos o tres semanas habrás recuperado totalmente la vista y podrás volver a tu vida ordinaria.
¿Dos o tres semanas sin emociones intensas ni movimientos bruscos? – preguntó de forma retórica – ¡Entonces no me opero!, prefiero seguir ciega a renunciar a las mágicas noches entre los brazos de mi hermano, quién se hunde en mí destrozándome hasta el amanecer … noche tras noche. Vámonos Fran, que tenemos muchas cosas que hacer – Lena empezó a levantarse de la silla, tirando de mi mano con aire resuelto al tiempo que el doctor García nos miraba sorprendido con la boca abierta.
-Lena, no te pongas nerviosa – chillé enfadado obligándola a sentarse de nuevo – el doctor ha dicho que debes estar tranquila un par de semanas, pero no que no pueda cuidar de ti por las noches vigilando tu sueño, ¿verdad doctor?
-Mirad, chicos, lo que hagáis o dejéis de hacer en vuestras noches escapa de mis competencias – dijo con sosiego – pero si no he oído mal lo que hacéis tiene un nombre: incesto, con violencia y reiteración. Joder, ¿esperáis que me crea que os pasáis follando dos o tres horas, cada noche?
Lena guardó silencio durante breves segundos con gesto pensativo a la vez que contaba con los dedos.
Doctor, Fran y yo solemos irnos a dormir sobre las once y él se marcha a su cama cuando despunta el alba - respondió mi hermana tras hacer cuentas – por lo tanto….cinco o seis horas, en invierno cuando hace frío, a veces más.
¡No exageres, Lena! – dije mientras le daba un golpecito en la rodilla con la mía – a ratos descansamos.
Bueno … sí; mientras hacemos el sesenta y nueve …… - soltó Lena una risita.
-En fin chicos, ya veo que vuestras noches son sagradas para vosotros y que diga lo que diga yo vais a seguir cuidando uno del otro; reconozco que eso es saludable – tomó aire el médico – tan solo os pido que lo hagáis con ternura, suavemente… y que no se os ocurra contar nada de vuestras noches a Mari, la enfermera que está ahí fuera – señaló con el dedo pulgar a la puerta.
- ¿ La enfermera? ¿Qué tiene que ver ella con lo nuestro? – inquirió Lena.
- La enfermera resulta que es mi mujer y una de dos: o se mea de la risa incrédula o me saca del hospital a patadas en el culo mientras me recuerda lo del trato igualitario – nos miró serio. - pasado mañana, miércoles, has de presentarte en el hospital en ayunas y lo más descansada posible, Lena. Te operaremos a media mañana.
Cuando salimos del despacho una vez puestas las cosas en claro, miré de reojo a Mari, la enfermera: una rubia espectacular con firmes pechos y gesto aburrido.
Almorzamos espaguetis carbonara, mientras reíamos felices haciendo planes de futuro, comimos una manzana entre los dos jugueteando con los trozos que pasaban de su boca a la mía. Ni siquiera tomamos café, como solíamos hacer a diario, subimos a saltos hasta su dormitorio con la saludable intención de hincharnos a follar, ya que mamá disfrutaba de uno de sus viajes y no regresaría a casa hasta la noche siguiente.
-Fran, cariño – susurró en mi oído abrazada a mi cuello, desnuda, con su pecho agitándose bajo el mío – quiero que me prometas que pase lo que pase con mis ojos, nunca te alejarás de mi lado, que siempre seré tu única mujer – dio un fuerte suspiro – yo te juro que te voy a amar hasta el fin de los tiempos, como nadie te ha querido y te voy a llenar de hijos …
- ¡Venga Lena!, ¡que manía tienes con los hijos! – exclamé mientras me colocaba adecuadamente entre sus muslos abiertos – hace tres años que riego con mis chorros cada día tu coñito y nada ha ocurrido. Tendremos tiempo de sobra para decidir lo que hacemos….
Deslicé los labios al cuello de Lena que temblaba como una pluma mecida por el viento, lamiendo después la axila adornada por una suave pelusilla dorada arrastrando mi lengua hasta sus pechos que habían crecido como dos racimos de uva con areolas rosadas culminadas con pezones del mismo color que se erguían orgullosos sobre las preciosas tetas. La tibia piel de mi hermana es puro terciopelo que yo lamía con ansia alcanzando su vientre plano que, justo en el centro, mordisqueé el ombligo redondo que antecedía al pubis cubierto por una pequeña alfombra rubia y enmarañada.
¡Caray, hermanita! – murmuré a la vez que estiraba con los labios las hebras de la madeja – cambias día a día, no solo te crecen las tetas y se ensanchan tus caderas, también crece tu felpudo de forma espectacular. – Ella jadeaba cada vez más fuerte enredando los dedos en mi cabello, empujando la cabeza hacia el destino soñado.
Será porque me siento una mujer muy bien follada, ¿no?, luego me recortas el vello si quieres … - mi hermana dio un grito agudo al notar mi lengua separando los inflamados labios, hurgando con la punta hasta lamer las paredes vaginales que acaricié con hambre y seguí comiendo el enhiesto clítoris al tiempo que ella abría los muslos a tope, se retorcía sobre la cama apretando la cabeza contra las ingles gritando como una posesa sin parar, sus convulsiones me ahogaban pues yo hundía en su coñito no solo mi boca, también la nariz, que regó con tibios y abundantes jugos mientras se corría una vez tras otra...
Yacimos juntos, apoyando la cabeza en su vientre que se hinchaba tomando aire para después expulsarlo, jadeando rota de placer.
-Fran, ha llegado la hora de la verdad. – dijo en tono solemne mientras alzaba mi cabeza agarrándome del pelo - ¡Hoy me vas a preñar!
Quedé sorprendido ante su inesperada y rotunda exclamación mirando el rostro de mi hermana que cada día era más bella. Contra más follábamos más guapa se tornaba, veía sus guedejas rubias adornando la frente, los pómulos firmes que enmarcaban los labios rojos y gorditos que reclamaban besos ardientes, las largas pestañas que abanicaban sus ojos brumosos y que, pese a las sombras, titilaban lucecitas verdes con reflejos dorados.
Sin poder ni querer evitarlo ni mediar palabra alguna, atravesé la puerta que cerraba su caliente coñito con un violento empellón de mi polla que se alojó en lo más profundo de su chorreante vagina, al tiempo que ella chillaba enloquecida clavando las uñas en mi espalda, apoyando los tobillos en mis glúteos para que entrase aún más el duro mástil que la atravesaba.
He de admitir qué durante las siguientes horas de esa tarde y gran parte de la noche, abusé de mi hermana ciega en todas las posturas imaginables…bueno, también ella abusó de mí porque si yo me corrí media docena de veces regando su intimidad con abundantes chorros de leche, ella no paró de convulsionarse con múltiples orgasmos encadenados hasta pedirme piedad, escocida hasta las pestañas.
A las tres de la madrugada seguíamos abrazados besando nuestros labios entre jadeos con la polla flácida pero aún alojada en su gruta que temblaba.
-Estoy rota, amor mío – ronroneó en mi oído – pero no la saques, quédate ahí……
- ¿No tienes hambre Lena?
-Tengo hambre de ti. De tus besos, tus caricias – me miró sin ver – de que sigas follando hasta reventar a tu mujer ….
-Cielo, debemos recordar las recomendaciones del doctor …..
- ¡Qué le den al doctor! – exclamó ella a la vez que se colocaba a cuatro patas sobre la sábana – además él dijo lo de la tranquilidad, pero tras la operación. Nos quedan horas por delante para que me insemines el coño con tu espesa leche y me preñes con trillizos
Harto de escuchar sus exigencias seguí follando a mi hermana durante horas, sin siquiera parar para comer, calmando nuestro apetito a base de leche untada en mi rosquilleta que ella devoraba con hambre. A media tarde del martes seguíamos apareados pero el sueño nos venció y dormimos abrazados aunque mientras se cerraban mis párpados pensaba en las escasas horas que faltaban para que la luz iluminase los preciosos ojos de.. mi …hermana ciega……