Mi hermana Angela

Este es mi cuarto relato sobre mi intensa vida sexual, que trata sobre mi primera experiencia sexual donde mi querida hermana Angela tuvo mucho que ver en ese aspecto.

Este es mi cuarto relato de una serie que estoy escribiendo sobre mi corta pero intensa vida sexual, de los cuales ya se han publicado "La alegría de Luis", "Dalia" y "Esta vez, solo ella y yo". Disfrútenlo si aún no lo han leído.

#4 Belkys Aurora

Mi hermana Angela

Cuando mis amigas o aquellas personas que me han conocido íntimamente me preguntan si mi vida sexual ha sido siempre así de activa desde muy corta edad, o que si tuve desde muy pequeña esa inclinación por el sexo femenino, se sorprende cuando les respondo que me llegué a enterar de muchas cosas sobre el sexo, desde el día que mi hermana Angela, sin querer, me introdujo en ese tema, cuando yo apenas contaba con 13 años de edad. Hoy, con mis 25 años a cuesta, lo recuerdo disfrutándolo mucho.

Nací y me crié dentro de una familia de clase media. Mi padre, un próspero comerciante, distribuidor de productos nacionales, nos abandonó al morir cuando apenas yo contaba con 11 años. Mamá, una programadora de computación y ejemplar ama de casa, que dejo de trabajar para una gran empresa editorial cuando yo nací, a petición de papá, quien siempre le insistía que él ganaba lo suficiente para que ella no trabajara y para levantar a su familia. De ese matrimonio nacimos dos hermanas, los únicos hijos de esa unión. Mi hermana Angela y yo. Aunque mi padre era muy organizado, al morir dejó algunas deudas pendientes, como la hipoteca de la gran casa donde vivíamos y el de una propiedad en la playa; de igual manera, habían muchas facturas por pagar de la empresa de distribución. El negocio lo conocía papá, cosa que mamá ignoraba completamente. El poco dinero que había en el banco apenas alcanzaba para cubrir las facturas en mora, lo que obligó a mamá a regresar a su antiguo trabajo, que gracias al cariño y a la confianza que le tenían en la compañía, no tuvo inconvenientes en ingresar de inmediato. De esa manera pudo nivelar la deuda de la hipoteca de la casa, ayudada por la venta de la propiedad de la playa. Desde entonces, mamá asumió la responsabilidad total de la casa.

Angela me llevaba 4 años, que para la fecha en que sucedieron los acontecimientos que narraré a continuación ya ella tenía 17 y yo apenas 13. A esa edad yo era muy ignorante en cuestiones de sexo. Totalmente nula e inocente. En mi casa no se hablaba sobre el tema, ni siquiera se insinuaba. Mi hermana, a pesar de lo buenas amigas que siempre fuimos y del gran cariño que nos unía, fue siempre hermética en ese aspecto. Mis estudios hasta esa edad siempre los hice en un colegio católico, de monjas, y mis amigas fueron chicas de mi misma edad o un par de años menores. Para la fecha me encontraba estudiando el primer año de bachillerato.

Esa tarde llegué temprano del colegio, dos horas antes de lo normal, por la ausencia del profesor de matemáticas. A esa hora supuse que no habría gente en la casa, con mi mama en el periódico y Angela en el liceo. Con la mayor tranquilidad subí hasta mi habitación para bañarme y cambiarme de ropa, y como siempre acostumbro a mirar por la venta que da al patio de la casa, observé con extrañeza algo que me llamó la atención en ese instante.

El patio trasero de la casa es suficientemente grande, cerrado por una pared de bloques que evita las miradas curiosas de los vecinos, con algunos árboles, entre los cuales había dos de mangos, muy frondosos y altos. Alrededor de uno de ellos, papá construyó un kiosco de piso encementado con un asador de carne y un par de bancos. Pues bien, desde mi ventana pude ver, a través del poco espacio libre que me permitía el follaje del árbol, una persona acostada en unos de los bancos. Apenas podía notar parte de sus muslos desnudos con sus pies apoyándose en el piso. Tenía las piernas abiertas y entre ellas a una persona de rodillas. Instantáneamente mi curiosidad se acentúo y con ésto mi nerviosismo. Por más que intentaba buscar otro ángulo visual a favor, las hojas me impedían descubrir la totalidad de lo que estaba pasando en la "parriller". Entonces, tome la decisión de bajar hasta la cocina que queda en la parte de atrás de la casa, justo frente al patio.

Una vez ahí, me acerqué sigilosamente hasta la ventana que está frente al patio, desde donde se podía apreciar claramente la totalidad del área trasera y lo que estaba sucediendo en aquel banco. Quedé sorprendida, boquiabierta. La persona acostada con las piernas abiertas no era otra que Angela, mi hermana, y el que estaba entre sus piernas era Ricardo, su novio. El tenia la cabeza enterrada entre sus muslos, que para el momento, ya mi hermana los había abiertos en el aire colocando los pies sobre la espalda del chico. Ella se quejaba y se agitaba. Mi curiosidad se centró en aquel espectáculo, lo que estaba provocando en mí una emoción y una inquietud que no terminaba de entender, que mantenía mi corazón acelerado. En mi inocencia, pensaba que algo malo le estaba haciendo a mi querida hermana que le producía dolor, por los quejidos que ella emitía, sin embargo, me extrañaba el por qué no hiciera ningún esfuerzo por quitarse a Ricardo de encima. De repente, ella comenzó a revolcarse frenéticamente sobre el asiento de cemento mientras empujaba con sus manos la cabeza del chico contra su vulva. Notaba como él la agarrada por las nalgas y la subía, y la manera como aferraba su cara a la vulva de ella. Un grito profundo, que yo entendí como de mucho dolor, salió de la garganta de Angela, a la par que sacudía su cuerpo hasta quedar desfallecida sobre el banco. Mi angustia y confusión era demasiada, sobre todo cuando vi como Ricardo se levantó del piso, tomó entre su mano el pene y se lo introdujo en la vagina. Ella volvió a los gemidos y a los movimientos de caderas, a la vez que él movía su culo para adelante y para atrás. La posición de mi hermana con sus piernas abiertas al aire podía me permitía ver perfectamente como ese palo de Ricardo perforaba la cosita de mi hermana sin contemplación, en envestidas descontrolas, hasta que, emitiendo un profundo sonido gutural, lo sacó violentamente de aquella mojada rajita. Angela buscó instantáneamente el tieso pene venoso de Ricardo que acababa de soltar un tremendo chorro de un líquido blanco, que le salpicó en la cara. Sin pérdida de tiempo se lo introdujo en la boca.

Mi confusión y mi ignorancia sobre lo que estaba viendo me tenían ofuscada. No terminaba de entender qué era lo que sucedía debajo de aquel árbol de mango, situación, que por lo visto, estaba en su mayor apogeo. Con el pene dentro de su boca, Angela lo succionaba, a la vez que mivía su cabeza para adelante y para atrás de una manera desesperada. Esa "cosa blanca" corría fuera de su boca por la comisura de sus labios, la que ella recogía con sus dedos para extenderla sobre sus labios y sus mejillas. No se cuanto tiempo pasó desde el momento en que ella se lo metió en la boca, pero si me di cuenta que no quería soltarlo, a pesar de los quejidos y sacudidas de Ricardo. Lo tenía muy aferrado con su mano, con la cabeza dentro de ella, chupándola, sin detenerse ni un segundo. Por momentos lo liberaba de su cautiverio bucal para darle tiernos besitos en aquella hinchada cabeza, pasándole la punta de la lengua a su alrededor y por debajo de ésta, continuando a lo largo del tronco hasta la base, donde hacía lo mismo con las bolas. Haciendo el mismo recorrido, pero a la inversa, sobre aquel tronco, regresó a la cabeza, donde, sin dejar de acariciarla con su lengua, se la fue metiendo de nuevo poco a poco para iniciar una vez más sus movimientos de mete y saca. Mantenía apretado el tronco de aquel palo con su mano. Ricardo había dejado de gemir y su pene no daba señales de bajar de tamaño ni dureza. Yo por mi parte, trataba de encontrar una explicación del por qué Angela se metía esa "cosa sucia" en su boca. Sin buscar más respuestas a mis interrogantes de niña ingenua, me concentré más aen el vouyerismo que estaba llevando a cabo en ese momento.

Sentía mi corazón en la mano, un cosquilleo entre mis piernas y pequeños corrientazos que subían por mi espalda, cosa que tampoco entendía. Lo único que hacía, casi instintivamente, era apretar mi mano contra mi pequeña vulva, sobre la falda, presionándola con mis muslos. De igual manera estaba sintiendo como mis tiernos pezones se habían endurecido, se habían puesto muy tensos. Todo era nuevo y extraño para mí, pero a pesar de eso, no despegaba mis ojos de aquella ventana.

Mientras Angela chupaba el pene de Ricardo, éste le acariciaba la vagina con sus dedos, metiéndoselos y sacándoselos, y frotándolos entre los labios. De nuevo comenzaron a gemir y a sacudirse hasta quedar desfallecidos, él de pie frente a ella y ella con su cabeza contra su vientre, los ojos cerrados y con el pene aún entre su mano apretado a su mejilla. Al cabo de unos minutos se dedicaron a arreglar sus ropas que habían quedado totalmente desordenadas en sus cuerpos, por lo que me supuse que el espectáculo había concluído y que en breve tiempo estarían caminado para la casa. Rápida y silenciosamente regresé a mi cuarto, tome un libro en mi mano y me acomodé en la cama, aparentando leerlo sin dejar de pensar en lo que terminava de ver. Sabía que Angela llegaría a la habitación en cualquier momento, ya que la escuche despidiendo a Ricardo.

Entró al cuarto y al verme se sorprendió, aunque intentó disimularlo.

-Hola hermanita, ¿tienes tiempo en casa? -me dijo

-Si, acabo de llegar de la escuela. No dieron las dos últimas horas -le respondí

-Que bien. Veo que estás estudiando. Voy a bañarme porque este calor me tiene agotada

-¿Calor? – pensé sarcásticamente

-¿Sabes qué? –adelanté mis palabras antes de que se metiera al baño

-¿Qué?

-¿Qué era lo que te estaba haciendo Ricardo… y tu a él?

-¿Cómo? –su cara se enrojeció y titubeó

-¿No… no entiendo tu pregunta?

-No te hagas la loca que lo vi todo desde la cocina. Vi como Ricardo hacia algo con tu cosita y tú le besabas su aparato y hasta te tragabas esa cosa blanca que le salía.

-Bueno… yo…este… Mira Belkys, yo ya soy una muje hecha y derecha, y como mujer hacemos cosas que hacen los grandes

-¿Qué cosas?

-Es muy complicado para que lo entiendas

-Si me lo explicas lo entendería. ¿Mamá sabe que haces esas cosas?

-Noooooo… ni que se entere por que me mata

-Bueno, si me explicas esas cosas, no se enteraría

-¡Explicarte! –casi pega un grito cuando me respondió

-Si tú eres todavía una niña. No vas a entender bien de que se trata

-Claro que lo entenderé. Anda, dime cómo es. Te prometo que será nuestro secreto bien guardado.

-Que broma, Belkys, me metes en aprietos… este… mmmmh… ¡OK! te lo explicaré

-Pero que sea todo, ¿Ok?

-Bueno... prometido. Todo.

Emocionada por la decisión de mi hermana, me senté en la cama con las piernas entrelazadas. Por lo corto de la falda se podían ver todos mis muslos y mi pantaletica rosada, panorama que quedaba frente a Angela, quien también se había sentado en la cama.

-Ok. hermanita, pregúntame

-¿Qué era lo que él te hacía con su boca? ¿Te dolía eso? –le pregunté

-No, no me dolía y lo que el hacía era chuparme la vagina.

-¿Chuparte la vagina? ¿Y eso para qué?, no entiendo

-Mira Belkys, lo mejor es que empecemos por el principio porque si no, nos volvemos un rollo.

Al terminar de decir esto se levanto la falda a la vez que separaba los muslos. No tenía puesta ropa interior, por lo que su sexo quedó expuesto ante mi mirada.

-Esto se llama vagina –me indicó, señalando con sus dedos su vulva –y esto es el sexo femenino u órgano genital femenino.

-Bueno, eso yo lo se. Igual que el mío –le dije, levantando mi falda para mostrárselo.

-Si, pero si quieres aprender tienes que saber para que se usa. Lo que le viste a Ricardo se llama pene, que no es más que el sexo masculino.

-Ok ¿Y que más?

-Con nuestros sexos juntos se hacen niñitos y para hacer niñitos, Ricardo tiene que meter su pene dentro de mi vagina.

-¿y como es eso que te hace niños?

-Con el semen, que es esa "cosa blanca" que le viste salir

-¿Y por que él no te hace niñitos?

-mmmmh… bueno… porque yo me cuido y no dejo que acabe dentro

-¿Acabe? ¿Acabe que?

-Acabe su leche, su semen dentro de mi vagina.

-¿Semen?... aah, ¿esa cosa blanca que salía de tu boca y de su pene?

-Si, esa cosa blanca se llama semen, y el semen es el que hace niñitos cuando entra en la vagina. ¿Entendistes?

-Bueno, esa parte si, pero… ¿por qué estaba con la cabeza en tu vagina y tu con su pene en tu boca?

-Belkys… Belkysss

-Quiero saberlo todo. Tú lo prometiste.

-Está bien. Sigo. Lo que hacíamos Ricardo y yo era darnos placer con nuestros sexos. El me acariciaba la vagina con su boca y con su lengua, y yo de la misma manera su pene.

-¿Y eso da placer, como tu dices?

-Si. Hay muchas maneras de darse placer. Esa es una de las más importantes. Nuestros sexos están preparados para dar placer, sobre todos en unos puntos muy sensibles como el clítori y la cabeza del pene. Tu tienes clítori, yo también y mamá igual. Todas las mujeres tenemos clítori.

-¿El clítori es muy sensible?

-Si. Lo más sensible que tenemos las mujeres.

-¿Yo tengo esa cosa, verdad?

-Claro, mi amor, tu lo tienes también.

-¡Enséñamelo!

-Bueno, está bien

y recogiendo las piernas y separando los muslos totalmente para dejar expuesto todo su sexo ante mi, Angela se abrió los labios vaginales con sus dedos. Una abundante mata de lacios y negros pelos adornaba a los lados aquella cuca abierta. Su interior brillaba con la humedad que aún tenía.

-Acércate para que veas mejor – me dijo

Acerqué mi cara hasta la abierta vagina. Apenas unos pocos centímetros separaba mí vista de aquel objeto sexual. Se veía muy mojada y olía mucho. Mi hermana comenzó a darme detalles de su cuca y a medida que iba mostrando con el dedo, me explicaba cada una de sus partes. Me mostró los labios externos e internos, la entrada de la vagina, la que abrió con los dedos explicándome que dentro se encontraba el himen, o virgo, como se conoce popularmente y que se rompe cuando penetra el pene por vez primera; que por ahí es por donde nacen los niñitos. Luego, haciendo presión con un dedo en la parte de atrás de su clitori para que brotara, me dijo:

-…y esto, mi querida hermanita, esta cosita brotadita que tu ves aquí, es el clítori, la parte mas sensible del sexo y lo que nos da el mayor placer

Solo atiné a emitir un "hmmmm", sin apartar la vista de ahí, acercando mi cara un poco más, lo que me permitió sentir el fuerte olor que salía de su sexo.

-Tócalo, anda, pásale tu dedito para que lo sientas

Y pasándole el dedo le pregunté si ella se lo pasaría al mío y me ayudaría a conocer esos placeres de que hablaba.

-Creo que es muy temprano para ti, amor – me respondió

-Por favor. Angela. ¿Si…?

-De acuerdo, sácate la pantaletica y abre las piernas

En un santiamén ya estaba con las piernas abiertas enseñándole a mi querida hermana todo mi sexo.. Angela separó los labios externos con dos dedos y sorprendida, me dijo:

-Pero si estas toda mojadita y ese clítori bien brotado. Parece un penecito. Que lindo.

-hmmmmjuuu… ¿verdad? ¿Te gusta?

-Es precioso.

Sin continuar palabra empezó a tocarlo muy suavemente con su dedo. Yo concentré mi vista en ese punto viendo como lo giraba sobre mi sensible pepita, generando pequeños corrientazos que iban en aumento a medida que incrementaba sus caricias. Angela fue combinando sus toques entre el clítori, los labios internos y la entrada de mi vagina, lo que provocaba que todo mi cuerpo experimentara, por primera vez, una avalancha de sensaciones ricas y deliciosas. Me deje caer sobre la cama con las piernas a los lados, apoyando mi cabeza sobre la almohada, mientras ella seguía tocándome. Dejándome llevar a ese mundo nuevo, entré en un delicioso túnel de placer que me hacia sentir maravillosamente bien y que hasta el momento había estado ignorando. Por vez primera también, mi cuerpo se agitaba involuntariamente, mis caderas giraban suavemente en sensuales movimientos. Sentía mis pezones muy tensos y sensibles, brotabando como un par de chupones de mis pequeños senos, que a esa edad ya comenzaban a tener formas de lo que serían mis adoradas y bien redondeadas tetas. Casi instintivamente mis manos empezaron a acariciarlos y mis dedos a pellizcar los brotados botones. Esa doble sensación que se producía en mi cuca y en mis pezones me fue envolviendo, embriagándome de placer, todo tan delicioso y nuevo para mi.

Angela acoplaba sus dedos a la danza de mi vientre jugueteando divinamente sobre mis labios vaginales, la entrada de la vagina y el clítori, sin dejar de dedicar el mayor tiempo de sus caricias en mi sensible frutita. Mientras con una mano me hacía sentir los más exqusitos corrientazos en la punta de ésta, con la otra, movia sus dedos dentro de la rajita, cuidando no tocar el hímen para no hacerme un daño irreparable. La locura se fue apoderando de mi y mis sentidos se centraron en todas esas ricas sensaciones que hacían sacudir mi cuerpo. Con mis sacudidas incontrolables, Angela, comprendiendo que me estaba empezando a venir, que de mi interior, por primera vez se desprendía un orgasmo que yo no estaba dispuesta a evitarlo, por lo que acentuó sus caricias en mi cuquita a la vez que me decia dulces palabras como "vente, hermanita"... "goza, mi cielo"... "goza...". Ya era inevitable. Mi agitado cuerpo se estremeció, mis muslos se cerraron presionando la mano de mi hermana que no se apartaban ni un milímetro de mi cuca. Mi espalda se arqueó y los movimientos de mis caderas se repetían aceleradamente. Un gemido profundo, muy profundo, que sin llegar a convertirse en grito, brotó de mi interior. No se cuanto tiempo duró lo que me estaba sucediendo en ese preciso instante, pero si estaba segura que era muy bueno y que el gozo era infinito.

Quedé como muerta. Solo las pequeñas sacudidas de mi vientre me daban seña de que estaba viva o que estaba agonizando. Angela separo su mano de mi vulva y acercó su cara a la mía para darme tiernos besos en la frente y acariciarme el cabello, yo, por mi parte, apoyándome sobre su pecho con los ojos cerrados, disfrutaba plenamente ese momento tan acogedor, tibio y placentero que se sucede posterior al orgasmo y que al correr de los años lo gozaba cada vez más.

Pasaron unos cuantos minutos en aquel estado hasta que abrí los ojos, como regresando a la vida, cuando vi que Angela se acariciaba su cuca y pellizcaba sus pezones. Sus piernas las tenía semi abiertas totalmente tendidas sobre la cama y sus dedos se movían en el medio de su vagina de arriba hacia abajo, muy suavemente. Mantenía los ojos cerrados. Los movientos de sus dedos los acompañaba con el girar lento de sus caderas. Yo no sabía que hacer, si ayudarla en su masturbación, besarla o acariciarla, por lo que solo me limité a pasar con ternura mi mano sobre su cara y sus senos y observar atentamente lo que hacían sus dedos. Angela emitía pequeños gemidos que se iban intensificando a medida que incrementaba las caricias de sus dedos en su vagina. Recogió sus piernas, abriéndolas para iniciar un intenso mete y saque de sus dedos. Aquel cuadro de su cuca peluda abierta siendo penetrada por sus dedos me tenía cautivada. El agitar de sus caderas y de su vientre se multiplicó aceleradamente y sus gemidos se confundían con palabras y gritos de placer hasta que, aferrándose a mi cabeza, la que presionaba contra su pecho, se vino en un descomunal orgasmo, el que parecía interminable, como interminable era la cogida que se estaba dando ella misma con sus dedos. Entregada a tan tremenda acabada, quedó tendida sobre mi pecho.

Esa tarde, tanto para Angela como para mi, fue inolvidable. Yo me estrenaba divinamente en el delicioso mundo sexual. Descubrí mi cuerpo y todas las bondades que es capaz de dar, las que, a partir de ese momento disfruto cada vez que puedo, sin negarme nada..

Esa fue la única vez que Angela y yo tuvimos una relación sexual, que aunque fue un momento de masturbación entre dos mujeres, no podria interpretarse como una actividad lésbica del todo. ¿Cuántas mujeres no se han masturbado juntas alguna vez en su vida? Yo le guardé el secreto ante mamá de la tarde en el patio de la casa y ella, lo que nos había sucedido a las dos en nuestra habitación.

Hoy en día, Angela es felizmente casada con su eterno novio de toda la vida, con quien tiene dos preciosos nenés. Yo todabía me sigo masturbando a solas o con Luis, o con mis amigas. Es un placer que me acompañará hasta el fin de mis días.

Les invito a que me escriban comentando este relato a cualquiera de las siguientes direcciones online:

belkysaurora@hotmail.com

belkysaurora@yahoo.ca