Mi hermana Ana (5)

La hija de mi hermana quiere que la inicie en el sexo y su madre esta de acuerdo.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

Mi hermana Ana ( 5)

La iniciación de mi sobrina

Puse a Mirtha al tanto de lo que me había contado Ana respecto de su marido y tuvo una reacción similar a la que había tenido en la noche cuando mi hermana me reveló que su marido era gay. Por un momento quedó sin habla, pero después empezó a inquirir por detalles. La puse al tanto de los planes de Ana y se mostró de acuerdo.

Le dije que tendría que visitarla seguido para ayudarla en la etapa que estaba empezando a vivir, pues estaba muy sola. Mirtha me manifestó que no había ningún problema, que era mi deber como hermano y que no podíamos dejarla sola en estos momentos de crisis.

Por lo visto las cartas se estaban dando todas a mi favor.

Con mi hermana nos veíamos un par de veces a la semana, en su casa. El deseo entre los dos siempre estaba latente, por lo que cada vez que nos veíamos no perdíamos tiempo y hacíamos el amor en cualquier parte, ya fuera, el living, la cocina, el baño o el comedor. Y Ana siempre procuraba estar vestida seductoramente para mí, sabedora de que no era difícil calentarme.

Fue precisamente en la cocina donde estrené su culo.

Habíamos cenado y conversado de todo un poco, tomándonos el resto del vino de nuestras copas. Le ayudé a limpiar antes de irnos a su dormitorio. Mis planes eran quedarme toda la noche con ella, ya que mi mujer andaba fuera de la ciudad.

Cuando Ana estaba guardando unos platos en el cajón más bajo del mueble de la cocina, su culo paradito parecía una invitación y no pude resistirme. Saqué mi verga y tomándola de la cadera le subí el vestido, dejando su hermoso trasero al aire. Ella se imaginó una broma y me dejó hacer. Pero yo bajé sus pantaletas y ella terminó de desprenderse de ellas, sabiendo que la cosa iba en serio. Le pedí que siguiera en la misma posición, apoyada del mueble, el cuerpo agachado y su culo parado. Llevé mi instrumento a la entrada posterior y empecé a presionar. Ella se dio cuenta que lo que intentaba era encularla.

"Nunca lo he hecho por ahí"

"Siempre hay una primera vez"

Y seguí presionando, lenta pero inexorablemente, hasta que sentí que la cabeza de mi polla lograba penetrar, lo que le sacó un grito a mi hermana. Me tomé de sus caderas fuertemente y seguí presionando, hasta lograr que media barra se alojara en su culo. Mi hermana alegaba pero no intentaba deshacerse de mi presión. Le dolía pero quería vivir la experiencia.

"Tranquila, mijita, tranquila"

"Pero duele mucho"

"Calma, calma"

Y seguí presionando, hasta que toda mi verga quedó hundida en el culo de Ana. Esperé unos momentos a que se acostumbrara al invasor y empecé a bombearle el trasero. Mi hermanita entonces empezó a sentir que del dolor pasaba al placer.

"Toma, mijita, toma"

"Si, mijito, asiiiiiiiii"

Y movía su culo lentamente, mientras yo metía y sacaba mi herramienta, hasta que finalmente sentí que me venía el orgasmo y la llené con mi semen. Al sacar mi instrumento un suave sonido como el descorchar de una botella nos indicó que la túnel que había transitado era estrecho para contenerlo.

"Eres un degenerado"

"Si, pero te gustó, ¿o no?"

"Es cierto, al final me gustó"

De todas maneras, no me dejó probar su culo nuevamente hasta después de varias semanas. Pero finalmente mi hermanita terminó por disfrutar del sexo tanto por delante como por atrás, al punto que en algunas oportunidades era ella que me pedía que la enculara.

Nuestros encuentros, como dije, eran dos veces por semana. Los fines de semana los dejaba para mi casa y Ana recibía a su hija que venía del colegio donde estaba internada. A mi sobrina la veía de tarde en tarde pues su vida la hacía en el colegio. Era una niña que había cumplido los quince años y se estaba haciendo mujer. Lo que no sabía era cuan mujer se estaba haciendo. Solo vine a percatarme de ello cuando la encontré sola en casa un día que yo creía que estaba en el colegio.

Me abrió la puerta y me explicó que su madre había salido urgentemente. Pasamos al living y nos sentamos a conversar ya que siempre hemos tenido bastante comunicación los dos. Sentada frente a mi me contó de su colegio, de que ese día no se había sentido bien y por eso no había ido. Yo la observaba mientras conversábamos y noté que mi sobrina tenía una hermosa figura, en que se insinuaban formas que presagiaban que tendría un cuerpo escultural en un par de años.

También noté que la conversación de ella tomaba un rumbo insospechado para mí, pues empezó a contarme de sus flirteos con algunos compañeros pero que los consideraba demasiado niños para ella. Que a ella le gustaban los hombres de más edad.

"¿Cómo de que edad?"

Pregunté por preguntar, sin ninguna intención.

"Asi como de la tuya"

Quedé sorprendido pues no imaginaba que mi sobrina tuviera ese tipo de inclinaciones. Pero al mismo tiempo nacía en mi un deseo inmediato por ver hasta donde podría llegar esa conversación.

¿Qué puede interesarte en un viejo como yo?"

"Ni tan viejo, tío. En todo caso, una persona como usted es amable, tiene experiencia, tiene cultura, la hace sentirse a una protegida. Y los muchachos son todo lo contrario"

Quedé de una pieza con las palabras de la muchacha y empecé a verla con otros ojos.

"Pero un hombre de mi edad busca en la mujer algo que una niña como tu no puede darle aún"

Esto se lo dije con toda intención, para ver hasta donde podría llegar y cuan madura era mi sobrina.

"Que yo sepa, no hay nada que un hombre desee que yo no pueda darle. Además deje de tratarme de niña, que ya no lo soy"

Mi sobrina no paraba de asombrarme. En todo caso era necesario tomar algunas precauciones para no cometer errores.

"¿Cuánto demorará tu madre?"

Se lo dije con toda intención. Si ella captaba el mensaje las cosas entre los dos serían diferentes a partir de ahora.

"Lo suficiente"

"¿Suficiente para que, Claudia?"

"Para lo que se nos ocurra hacer, tío"

"¿Se te ocurre algo a ti?"

"Creo que lo mismo que a ti, tío"

Y abrió sus piernas para mostrarme sus muslos blancos y al final de estos la tela blanca de una pantaleta. Bajé lentamente la vista desde sus ojos a sus muslos, para que no le pasara desapercibido que me estaba deleitando con sus intimidades. La muchachita estaba jugando con fuego y no sabía el tipo de jugador que tenía al frente.

"Abrelas más"

Y me acomodé para ver mejor. Ella abrió más aún sus piernas y las dejó completamente separadas, regalándome el exquisito espectáculo de sus muslos y al fondo la pantaleta cubriendo su juvenil sexo.

"Tócate"

Su mano se metió entre sus piernas y se posó sobre su pantaleta.

"¿Ahora qué?"

Preguntó con una sonrisa maliciosa mientras su mano recorría el paquete que formaba su pequeña vulva bajo la tela de la pantaleta.

¿Hasta donde llega tu experiencia en el sexo?

"No más allá de hacerle la paja a un par de compañeros y mamar un par de pijas"

"¿Y qué pretendes ahora?"

"Saberlo todo"

"Pero tu madre puede llegar en cualquier momento"

"Olvidate de ella por ahora"

Después sabría el real alcance de sus palabras.

"¿Te has pajeado?"

"Si he pajeado compañeros puedes apostar que ya me he pajeado a mi misma"

"¿Has visto una pija de hombre?"

"Espero que la tuya sea la primera, tío"

Me levanté y saqué mi verga, la que expuse ante mi sobrinita, que quedó con la boca abierta por sus dimensiones.

"¿Asi de grande es siempre?"

"No. Está así porque tu me tienes caliente"

"¿Yo? Guauuuu"

"¿Quieres tocarla?"

Sin responder, mi sobrina se apoderó de mi trozo de carne y empezó a tocarlo por todas partes. Después empezó a hacerme una paja rudimentaria, por lo que tuve que enseñarle como debía poner la mano y moverla para que me diera satisfacción. La niña era una excelente alumna y sus deseos de cooperar eran inmensos.

"Ponla en tu boca"

Ella abrió su boca pero solamente pudo entrarle la cabeza y un par de centímetros más.

"Es demasiado grande, tío".

"Por lo visto no estás lista aún para una pija de hombre"

La recosté en el sofá y abrí sus piernas. Me puse entre sus muslos y con una mano hice a un lado su pantaleta, metiendo mi lengua en su vulva pequeñita. Le hice una mamada que solo un hombre mayor podía darle. La muchacha enloqueció con mi lengua y me regaló dos acabadas simultáneas. Quedó completamente desmadejada en el sillón, con sus piernas abiertas y sus jugos cayendo por sus muslos. Satisfecho de mi labor, guardé mi herramienta y la mire a los ojos.

"Como ves, con un hombre es otra cosa"

"Eres increíble, tío"

"Es una lástima que mi pija sea demasiado para ti"

"Tiito, déjame intentarlo"

"¿Estas segura, Claudita?"

"Lo quiero recibir, tiito. Quiero que seas el primero"

Mi sobrinita quería que la desvirgara, a sabiendas de que mi verga enorme le haría daño. Estaba en un estado de excitación tan grande que su cuerpo tiritaba por el deseo que la invadía. Sus ojos desorbitados decían claramente el estado en que se encontraba la muchacha, dispuesta a cualquier sacrificio con tal de tener sexo. Estaba impresionado con la muchacha y su decidida actitud de perder la virginidad en mis manos.

"Pero te va a doler"

"Pero eso será solamente al principio"

"Si, es cierto. Pero el dolor será grande"

"Por favor, tiito lindo"

Parecía que nada la detendría en su afán de que yo la poseyera. Ninguna excusa valía, nada la podría convencer de lo contrario. Su estado era de desesperación.

"Pero si llega tu mami se va a dar cuenta"

"Te dije que te olvides de ella hoy"

"¿Cómo estás tan segura?"

"Ella no volverá hasta que yo la llame"

"¿Cómo?"

Tarde comprendió que había cometido un desliz, en su afán por convencerme para que tuviéramos sexo. Era tal su calentura que no midió las consecuencias de sus palabras, cometiendo una indiscreción que ahora tenía que aclarar forzosamente. Algo había entre madre e hija que yo no sabía y que era preciso aclarar.

Y tuvo que confesarlo todo.

"Mi madre sabe que te deseo, que quiero ser tuya. Que me poseas como lo haces con ella. Sí, porque me di cuenta hace tiempo que ustedes son amantes, cuando vi las sábanas de su cama en el lavadero. Estaban con rastros de semen y sabía que no había ningún hombre en casa, excepto tú que venías a verla. Y cuando la encaré no le quedó mas remedio de admitirlo. Y cuando me confesó lo que ustedes hacían yo quise probar de la misma medicina, pero ella se opuso tenazmente, hasta que le dije que si no eras tu sería cualquier otro ya que estaba en edad de hacerlo. Ella aceptó que fueras tu porque tu tendrías cuidado conmigo y no me harías daño ni me dejarías embarazada. Por eso nos pusimos de acuerdo para que hoy yo pudiera perder la virginidad contigo".

"¿Tu madre se puso de acuerdo contigo para que yo te desvirgue?"

"Si, tiito"

"¿Tanto deseas perder la virginidad?"

"Si, tanto. Pero contigo. No con otro"

"¿Por qué conmigo?"

"Por lo que mi madre me ha contado de ti"

"Si es así, prepárate sobrina que serás mía hoy"

Le quité la ropa y la dejé completamente desnuda. Yo hice otro tanto y los dos quedamos frente a frente, desnudos. La abracé y besé apasionadamente, a lo que ella respondió en la medida que podía pues era evidente que todo esto era nuevo para la muchacha, que se sentía ahogada con mi lengua explorando su boca.

La llevé al dormitorio de Ana y ella se dejó llevar dócilmente. La acosté en la cama que tantas veces habíamos ocupado con su madre y la abrí de piernas. Mi herramienta lucía más fiera aún que cuando la muchacha la tuvo en su boca.

"Prepárate, mi niña, que te voy a hacer mujer"

"Hazme mujer, tío. Hazme tuya"

Puse mi verga a la entrada de la vulva de mi sobrina y empecé a presionar. Ella aguantaba a pie firme.

"Cariño, llegó la hora de la verdad"

Y presioné más fuerte aún, hasta que la cabeza del monstruo penetró en la juvenil cueva de mi sobrinita, que reprimió un grito. Presioné nuevamente y ahora el trozo de carne invadiendo la intimidad de Claudia arrastró con restos del himen virginal y la sangre cubrió mi verga, mudo tributo a la virginidad perdida. Terminé de hundir mi polla en el interior de la muchachita, la que no pudo reprimir un grito de dolor y las lagrimas que acudieron a sus ojos, pero se abrazó a mí sin decir palabra y me apretó como una forma de atenuar el dolor que la laceraba.

Empecé a empujar y sacar mi verga de la juvenil concha repetidamente, hasta que el dolor se atenuara y diera paso al goce.

Y así fue.

Mi sobrina empezó a secundarme en los movimientos, clara señal de que había superado el dolor.

"Dale tio, dale. Asi, asiiiiiii"

"¿Te gusta?"

"Es rico. Siiiiii"

"Eres exquisita, mi niña"

"Y tu, tiito, eres lo màximo"

"Toma mi polla, que es tuya, amorcito"

"Y yo soy toda tuya, tiito"

Cuando acabó mi sobrinita lo hizo estirando sus piernas y soltando todo el jugo que guardaba en su interior, lanzando grititos de placer. Me sentí satisfecho del deber cumplido.

"Gracias, tio, estuviste genial"

"Y tu, sobrinita, eres toda una mujer"

Ahora podía llamar a su madre.