Mi hermana Ana (1)

Su hermana le hace un revelación asombrosa y el aprovecha la ocasión para hacerla suya.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

Mi hermana Ana ( 1 )

La revelación

Cuando Ana llegó a nuestra casa esa noche, a punto de iniciar una crisis de llanto, no imaginé el rumbo que tomaría nuestra relación de hermanos.

Mirtha estaba levantando la mesa donde recién habíamos terminado de cenar y nuestro plan para esa noche era escuchar un cd de Jazz que había comprado cuando venía a casa de vuelta de la oficina. El sonido del timbre de nuestro departamento interrumpió mis preparativos con el equipo de música y a regañadientes fui a ver quien osaba interrumpir una velada que prometía ser interesante. Mi hermana estaba apoyada en la puerta, con el cabello algo desordenado y con muestras visibles de estar pasando por un mal momento. La hice pasar al living pensando para mis adentros que mi prometedora velada con Mirtha se había ido al tacho de la basura y tendría que pasar las horas siguientes escuchando las penas de mi hermana mayor.

Mi esposa salió de la cocina a recibir a su cuñada con cara de pocas amigas pero su semblante cambió inmediatamente cuando se percató de que el asunto que llevaba a mi hermana a nuestro hogar parecía ser serio. Y en verdad era serio su problema, como lo manifestó casi de entrada.

"Voy a dejar a Pedro" dijo mientras intentaba retener el llanto, pero con los ojos cubiertos de lagrimas a punto de rodar por sus mejillas. Cuando le preguntamos la causa del rompimiento, no quiso entrar en detalles pero insistió en que su decisión era definitiva. Mi esposa comprendió que su presencia inhibía a mi hermana y decidió dejarnos a solas para que su cuñada pudiera sincerarse. Si bien las relaciones entre ambas nunca habían sido cordiales, existía un respeto formal entre las dos, por lo que Ana le agradeció el gesto con una semi sonrisa.

"Puedes quedarte con nosotros esta noche, si lo deseas" le ofreció Mirtha antes de retirarse, a lo que mi hermana respondió negativamente, que sólo estaría unos minutos hasta calmarse. Fue entonces que le ofrecí ir a dejarla a su casa más tarde, lo que aceptó.

Mirtha nos dejó solos y se fue a dormir, ya que suponía que nuestra conversación duraría por lo menos un par de horas y con el posterior viaje para ir a dejar a mi hermana a su casa, no habría tiempo para contarle del problema de Ana sino hasta el dia siguiente.

Cuando quedamos solos puse el cd que pensaba escuchar con Mirtha y le ofrecí a mi hermana un trago, el que ella despachó casi de un solo trago. Recién cuando inició su segundo vaso iniciamos nuestra conversación.

En este punto debo aclarar que en el momento de los hechos que narro mi hermana estaba en los 32 años y yo recién había cumplido los 30. Nuestra relación nunca había sido muy fluida pero cuando ella se casó se produjo un acercamiento entre los dos y nos convertimos en buenos amigos, incluso confidentes. A esto había ayudado el echo de que en nuestra infancia habíamos tenido un acercamiento íntimo, que después ambos dejamos en el baúl de los recuerdos pero nunca olvidado. Recuerdo que caía la noche de un verano que ese año había sido particularmente caluroso y los dos jugábamos con unos vecinos a las escondidas. Yo corrí a refugiarme tras una cabañita que había al fondo del patio y ahí estaba mi hermana. Ella tenía dieciséis años y yo catorce. Le pedí silencio para que no nos sorprendieran y ella me tomó de la cintura y me acercó a su cuerpo, en tanto una de sus manos palpaba mi entrepierna. Comprendí inmediatamente sus intenciones y saqué mi verga en tanto le pedía que se sacara la pantaleta, lo que ella hizo con movimientos precisos. Abrió sus piernas y levantó su falda, mientras yo ponía mi barra de carne a la entrada de su pubis. Ella se apretó a mi y yo de un empujón le alojé mi verga en su túnel. Con un par de movimientos desesperados, dada las circunstancias, ambos logramos nuestros orgasmos. Ella se volvió a poner sus pantaletas mientras yo guardaba nuevamente mi instrumento y salimos como si nada hubiera pasado. Nunca volvimos a tener oportunidad de repetir esa experiencia y jamás nos dijimos nada al respecto, como si lo de esa noche nunca hubiera sucedido. Incluso cuando nuestras relaciones se hicieron más estrechas, cuando ya éramos los dos maduros, en ningún momento se dijo nada respecto de nuestra experiencia incestuosa de juventud.

"¿Qué sucedió, Ana?" le pregunté mientras me sentaba a su lado. Ella apuraba su segundo vaso a una velocidad que me asombró.

"Pedro me desilusionó" me respondió evitando mirarme, en un claro gesto de eludir la verdadera respuesta. Al parecer el asunto era mucho más serio de lo que imaginé en un principio. Probablemente habían pillado a mi cuñado en un desliz, pero ignoraba la verdadera dimensión de las palabras de mi hermana.

"Cuéntame" le dije mientras tomaba su vaso vacío, en clara señal de mi hermana de que se lo llenara nuevamente. Ella esperó a que le pasara el vaso lleno, tomó un trago, quedó en silencio un momento, como tomando una resolución, y finalmente se decidió a abrir su corazón con un "bueno, ahí va".

"Pedro tiene un amante"

Menuda sorpresa me había revelado mi hermana. Evidentemente estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua, ya que tener una amante es casi institución nacional y todas las mujeres lo aceptan como algo inevitable, por lo que optan por hacerse las ignorantes para salvar sus matrimonios. Pero parece que mi hermanita vivía en otro planeta y estaba terminando su matrimonio por algo sin importancia en mi opinión.

"Ana, casi todos los hombres casados tienen una amante, pero eso no significa mas que el deseo de satisfacer su gusto de macho conquistador y nada más. No creo que un matrimonio deba terminarse por el simple hecho de que un marido satisfaga sus deseos sexuales con otra mujer, si en esa aventura no ha involucrado sus sentimientos. Por favor, no hagas drama de nada, hermanita"

"Parece que no me entendiste, Salvador"

Me quedé con cara de interrogación, mientras ella me miraba directo a los ojos, en tanto las lagrimas empezaban a fluir y caer por sus mejillas. Iba a preguntarle que me aclarara sus palabras, pero no alcancé a decir nada cuando ella me espetó la gran revelación de esa noche.

"No dije una amante. Dije un amante. Un hombre. Otro hombre"

Mi boca abierta, mi cara de asombro y el vaso en mi mano derramando el licor en el suelo eran el retrato de la estupidez. Me sentí increíblemente ridículo ante mi hermana por haberle largado un discurso tan lejano a la realidad, solamente por no haber prestado atención a sus palabras. Ella pareció darse cuenta de mi estado de ánimo y sin esperar que le dijera nada prefirió continuar con su confidencia.

"Hoy dejó su note book en casa y lo usé para entrar a Internet, pero al pinchar la columna "favoritos", me encontré una serie de páginas de sexo gay. Solamente páginas de sexo gay. Revisé sus archivos y encontré cartas dirigidas a otros hombres. Y fotos en que aparecía él con otros hombres, desnudos. Incluso en algunas aparecían abrazados, besándose".

Terminó su tercer vaso y me lo pasó sin decir palabra. Me levanté en silencio y lo llené nuevamente. Se lo pasé y me senté a su lado, en silencio. Bebió un trago y continuó.

"Cuando volvió a casa lo encaré y tuvo que terminar por admitir que era gay, que tenía un amante. Y que su amante era un compañero de oficina"

"¿Qué piensas hacer?"

"Por de pronto le exigí que se fuera de casa, que no quería verlo cuando volviera. Después hablaríamos de las condiciones del divorcio."

"Creo que hiciste muy bien, hermanita"

"Le voy a sacar el alma a este desgraciado. Le va a costar caro el gustito"

Y de un sorbo acabó el trago. Sin decirle nada, tomé su copa y la llené nuevamente.

Me senté a su lado, puse mi brazo sobre sus hombros, la apreté suavemente hacia mi y pasé uno de mis dedos sobre su mejilla, recorriéndola hasta llegar a su cuello.

"¿No te habías dado cuenta antes de que era gay?"

"La verdad que no"

"Pero, ¿cómo se portaba contigo en la intimidad?"

"Hacía meses que no hacíamos el amor"

No sé por qué, pero sus palabras me hicieron mirarla con otros ojos, fijándome en sus senos, cuyas formas bajo la seda del vestido reflejaban unos pezones enhiestos, tal vez como reacción a las caricias de mis dedos en su mejilla y cuello. Y un impulso irresistible me hizo continuar mis caricias, pero ahora con mi mano completa y bajando lentamente por su cuello en procura de sus senos.

"¿Y esa falta de sexo no te llamó la atención?"

Tuve cuidado de que la palabra sexo se introdujera en nuestra conversación.

"Primero lo atribuí a exceso de trabajo, de preocupaciones. En fin. Pero jamás imaginé que fuera por falta de interés en mí"

"Es difícil pensar que un hombre no sintiera interés por ti, con lo hermosa que eres y con ese cuerpo que te gastas, hermanita"

Mis cumplidos fueron acompañados de caricias que ahora eran en su pecho, peligrosamente cerca del nacimiento de sus senos. Un ligero temblor de mi hermana mi indicó que no estaba mal encaminado.

"Gracias, Salvador"

"¿Cuánto tiempo hace que no haces el amor con el?"

Y mis caricias siguen ya casi sobre sus senos.

"Por lo menos siete meses"

"¿Y no lo has hecho con otro hombre?"

"¿Cómo se te ocurre?"

"Entonces hace siete meses no tienes sexos, hermanita"

No dijo nada, pero un suspiro escapó de sus labios cuando una de mis manos se introdujo por su vestido, adueñándose de uno de sus senos.

"¿Cómo lo has hecho en todo este tiempo?"

"No te entiendo"

"¿Cómo lo has hecho para satisfacer tus deseos sexuales?"

"Salvador, por favor"

No sabía si sus palabras eran por lo que le había dicho o porque mi mano se había apoderado de uno de sus senos, el que empecé a masajear suavemente. Sus suspiros fueron evidentes ahora. Mi hermanita estaba gustando de mis caricias, evidentemente.

"¿Cómo lo has hecho, hermanita?"

"Tengo un consolador"

"Pero eso no reemplaza un miembro masculino"

Saqué a la luz su senos y me acerqué a besarlo.

"Si"

Dijo ella con un suspiro, no sé si respondiendo a mi afirmación o dándome permiso para que continuara lo que estaba haciendo. Mientras chupaba su pezón con mis labios, mi mano libre intentaba meterse por entre la tela de su vestido para alcanzar su pantaleta, la que traté de sacar, pero ella, sin decir palabra, la sacó con su propias manos y se acomodó bajo de mi cuerpo, disponiéndose para la copula, en una muda entrega.

Subí su vestido y sacando mi verga la enterré en su vulva, salvajemente, sin contemplación, de un solo golpe. La humedad de la vagina de Ana ayudó para que mi instrumento se introdujera en su interior, aunque era evidente la estrechez del mismo por la falta de uso. Sin decir palabras, ella apretada a mi, moviendo su cuerpo en forma alocada, y yo hundiendo y sacando mi falo de la vulva de mi hermana, ambos disfrutábamos del sexo a plenitud, hasta que el orgasmo nos llegó al unísono, soltando nuestros fluidos que se juntaron en una sola corriente de semen. Cuando me hube calmado, hice ademán de levantarme, pero Ana me apretó a su cuerpo, impidiéndome sacar mi verga de su interior. Comprendí que ella quería más y reiniciamos la follada lentamente, pero muy pronto nuestros cuerpos volvieron a tomar el ritmo acelerado que la pasión nos dictaba y tomándola de las nalgas, empecé a galoparla frenéticamente, en tanto mi hermana levantaba las piernas y las ponía sobre mis espaldas. Sus quejidos en mi oreja aumentaban mi excitación y mis movimientos cada vez eran mas bruscos, en tanto bufaba como un buey con cada metida y sacada de mi verga.

El final fue increíblemente exquisito, con un orgasmo delicioso de ambos, que nos dejó completamente extenuados a los dos, abrazados largamente.

Cuando recuperamos la calma, le ofrecí ir a dejarla a su casa, lo que ella aceptó encantada, pues ambos sabíamos que ahí podríamos continuar lo que habíamos iniciado en mi departamento, pero con mucha más tranquilidad.

Fui a despedirme de Mirtha, a la que le dije que probablemente me quedaría en casa de Ana para evitar el tráfico de noche, a lo que ella accedió.

Ya en mi auto, mientras conducía llevé una mano a la pierna de mi hermana y apreté su muslo. Ella abrió sus piernas, permitiéndome llegar al final de las mismas.

"Sácate las pantaletas, que quiero hacerte una paja mientras conduzco"

Se sacó las pantaletas y volvió a abrir sus piernas, en tanto echaba su cabeza atrás, entregándose a lo que yo quisiera hacerle. Llevé mi mano libre por sus muslos hasta llegar a su vulva, donde uno de mis dedos empezó a explorar. Empecé a meter y sacar el dedo de su interior mientras conducía con la otra mano. Mi hermana se dejaba hacer, con los ojos cerrados y su cabeza echada hacia atrás.

"¿Te gusta?"

"Mmmmm, siiiiiii"

Removió su cuerpo como queriendo demostrarme lo mucho que estaba gozando con mi dedo en su vulva.

"En tu casa vamos a seguir con lo que empezamos, ¿te parece?"

"Si"

Una de sus manos apretó la mia y empezó a moverse agitadamente, señal de que le venía otro orgasmo.

"¿Te gusta lo que te hace tu hermanito?"

"Es rico, siiiiiiiii. Yaaaaaaaaaaaaa"

Y mi dedo quedó completamente mojado con los líquidos que fluían del interior de mi hermana, que movía desesperadamente su cuerpo, apretando mi mano como si quisiera metérsela en la vagina.

Seguí manejando, ahora con las dos manos.

"¿No te gustaría devolverle el favor a tu hermanito?"

Sin decir nada, mi hermanita abrió la cremallera de mi pantalón y sacó a la luz mi verga, la que empezó a masajear con delicadeza. Disminuí la marcha para evitar algún accidente producto de la excitación del momento.

Pero mi hermanita no se conformaba con una simple masturbación, pues arrodillándose en el asiento puso su cabeza entre mis piernas y empezó a tragar toda mi polla, la que empezó a mamar exquisitamente.

"Mmmmm, siiiiiiii"

En un momento determinado tuve que detener el vehículo pues me era imposible continuar manejando debido a las sensaciones que la boca de mi hermana me estaba brindando sobre mi verga. Tomé su cabeza y la apreté contra mi polla, pero ella siguió firme en lo suyo y cuando acabé, se tragó todo mi semen, sin perder una gota. Después lamió mi tronco y la cabeza en busca de cualquier rastro de líquido seminal, hasta dejar mi herramienta completamente limpia.

Me guardó la herramienta, se quedó quieta en su asiento y seguimos camino sin decir palabra, hasta llegar a su casa.