Mi guía espiritual
Esto es lo que me sucedió hace 14 años con el nuevo sacerdote de mi parroquia...
Durante toda mi adolescencia y los primeros años de juventud pertenecí a la comunidad de jóvenes de mi parroquia: ayudábamos a montar campamentos para niños, cantábamos en el coro los domingos por las mañanas en misa de 12. participábamos en actos del barrio recogiendo comida para los más necesitados… En mi casa mis padres nunca han sido muy creyentes (bueno, ni muy, ni nada, son agnósticos aunque ellos no lo sepan), pero el hijo “rarito” al menos no les daba problemas. Mientras estuviera en misa no estaría drogándome o haciendo cualquier otra maldad solían decir.
Mis amigos también pertenecían a este grupo, y entre nosotros fuimos liandonos… al final éramos 5 o 6 parejas, e íbamos juntos a todas partes. Lo cierto es que éramos el “futuro” de la parroquia y todos nos querían y apreciaban.
Nuestro párroco de toda la vida fue destinado a Roma para ampliar estudios. No, no era un viejo… rondaría los 40 años, pero llevaba desde los 25 entre nosotros, y claro, para nosotros que en aquel entonces teníamos 23 años, era toda la vida… incluso nos había dado la primera comunión.
Teníamos sentimientos encontrados. Por una parte, nos alegrábamos que por fin le ascendieran. Su trabajo no pasó desapercibido en el obispado, y ya era hora que reconocieran su labor. Pero por otra parte, se iba el pilar fundamental de la parroquia. Muchos continuabamos en ella por él, por su tesón. Supo formar un grupo de jóvenes que le siguieran, y sinceramente con el paso de los años reconozco que estaba allí más por la labor social que él ejercía, que por mi propia fe y convicción.
Las semanas previas a su marcha, empezamos a planear su despedida: una cena en el local de la parroquia, donde cada uno trajera algo, una exposición de fotos de los campamentos y de las campañas en las que habíamos participado, etc.
En estos días también llegó su sustituto, Manuel. Estaba recién salido del seminario y apenas hacía un par de meses que había “cantado” su primera misa. Manuel era un chico de 25 años (dos más que nosotros), rubio ceniza, con los ojos verdes, una bonita sonrisa y un cuerpo proporcionado. No era muy alto (1,72 o 1,74), pero enseguida “enamoró” a todas nuestras amigas, incluyendo a mi novia de aquella época, Laura.
- Es una pena que sea cura… ¡está tan bueno!
- ¡¡Qué va a estar bueno!! Lo que pasa es que estáis salidas.
- Jajajaja… ¿estás celoso?
- ¿Celoso yo? ¿De quién? Sé perfectamente lo bien que te lo pasas en la cama conmigo.
- Bueno, pero has de reconocer que él es más guapo…
- Sí, seguro… pero también estoy seguro que no la tiene más grande que yo, y ya sabes… el tamaño SÍ os importa.
- ¡Eres un cerdo!
- La próxima vez que te corras mientras te follo, te lo recordaré. – Y le dí un beso.
Lo cierto es que sí, Manuel estaba muy bueno.
Llegó la noche de la despedida de Raúl, nuestro párroco y amigo. Las señoras de la parroquia lloraban por la marcha de su cura, y lo estuvieron atosigando toda la noche. Manuel, sin embargo, no levantaba tantas pasiones, así que le hicimos un sitio en nuestra mesa. Se sentó a mi lado y durante la cena empezamos a conocernos. Estuvimos bebiendo y brindando por Raúl (y por Manuel, claro) toda la noche, y al final acabamos todos un poco borrachos. Manuel se integró completamente en nuestro grupo.
Las semanas siguientes fueron de adaptación. Nos pidió que le acompañáramos a conocer los grupos de la parroquia (mayores, catequesis, etc). Nos íbamos turnando, pero muchas veces era yo quien le acompañaba. Se extrañó que no hubiera un grupo de formación para “jóvenes” tras la confirmación, y tenía en mente montar uno. Yo me mostré entusiasmado con la idea y me ofrecí a ayudarle.
- Precisamente había pensado en ti. Eres el nexo de unión perfecto entre la parroquia y los jóvenes.
- Jajaja, ¿y eso?
- Eres el líder. Tus amigos te quieren. Y he comprobado que en general caes bien a todos.
- ¿El líder? Jajaja… estás capullo.
- Además, mírate, eres un jóven con éxito. Guapo, buen estudiante, con novia…
- ¿Guapo? Jajaja… me parece a mi que el incienso te lo fumas.
- Hombre, feo no eres, y estás bien de cuerpo. Muchas chicas te siguen, y a las niñas de confirmación las llevas de calle. ¿Haces ejercicio?
- No mucho la verdad. Soy más bien un tirillas, mira mi barriga.
Y me levanté la camiseta para enseñarle mi barriguilla. Era algo velludo. Tampoco era una cosa excepcional, pero no tenía el cuerpo marcado. Manuel me sorprendió y me la acarició. Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, incluso llegué a empalmarme.
- Es cierto. Tienes pancheta. Mira la mía
Yo estaba todavía en estado de shock. En ese momento, Manuel levantó su polo y me mostró un estómago completamente fibrado y depilado, con las típicas marcas de la tableta de chocolate.
- Joder tío, estás cachas.
- Todas las mañanas corro 8 km antes de misa. Además, en casa, hago unas 200 abdominales.
- ¿Sí? Yo soy incapaz.
- ¿Por qué? Deberías probar… verías que bien te pones.
- Ya, pero ir solo me agobia y me aburre.
- ¡Vente conmigo! Tampoco creas que salgo a las 5 de la mañana. Suelo salir de casa sobre las 7 o las 7,15, dependiendo de cómo se me peguen las sábanas.
- ¿Sábanas? ¿Tenéis sábanas? Pensaba que dormíais sobre un trozo de madera – bromeé.
- Jajajaja. Pues claro que tenemos sábanas. Lo sabes bien de sobra.
Ese comentario me extrañó. ¿A qué se refería? Vio mi cara y me dijo
- ¿Nunca has estado en la casa parroquial?
- No… ¿por qué habría de estar?
- Pensé que como erais tan amigos de Raúl, alguna vez habriais ido.
- No… bueno, yo no.
- Ok, entonces no he dicho nada.
- Bueno, pensaré lo de ir a correr contigo… ahora en verano apetece más ponerse en forma.
- Cuando quieras, yo salgo sobre las 7 y a las 8 ya estoy en casa de nuevo. Una ducha y a comenzar el día con energía.
Me atrajo la idea de ponerme en forma al lado de Manuel. Me caía de puta madre y muchas veces olvidaba que era el cura de mi parroquia. Se lo comenté a Laura esa tarde mientras estábamos en su casa y me dijo:
- Si te pones tan bueno como él, por mi perfecto.
- Me vas a cabrear si sigues hablando así de él
- Sabes que es broma…además, lo que más me gusta de ti, seguro que él no lo tiene…
Y se agachó y empezó a comerme la polla. Estábamos solos puesto que sus padres y su hermana estaban en el apartamento de la playa y nosotros aprovechábamos su piso vacío para follar. Mientras me comía la polla, me acordé de Manuel, de cómo me acarició el estómago, de sus abdominales, de su bonita sonrisa… pensé que era él quien me hacía la mamada y me corrí.
Laura se sacó la polla de la boca y empezó a toser y a escupir:
- Pero tío, ¿estás capullo o qué? ¿No sabes avisar?
- Joder, lo siento, pero tu boca… ufff, me has dado mucho placer
- No tío, no… así no se hace joder. ¡Qué asco!
Y se fue al wc a lavarse y enjuagarse la boca. Yo me quedé en el comedor preocupado. ¿Por qué pensé en Manuel mientras me chupaban el rabo?
Decidí que durante unos días no volvería a verle, y pasaría de ir a correr con él. Estaba confundido y quería aclararme. Cuando llamaba a mi casa, mis padres le decían que me había ido o que estaba fuera, llamaba también a Laura preguntando por mi… Tuve que inventarme que me estaba convenciendo entrar en el seminario y que no me apetecía verle.
Una semana después me lo encontré por la calle, y me preguntó qué era lo que me pasaba. Realmente él no había hecho nada, y estaba confundido. Lo vi sufrir, así que le dije que no pasaba absolutamente nada, que había estado ocupado y que sentía no haberle devuelto las llamadas.
- ¿Entonces cuándo nos vamos a correr? – Le dije sin pensar en el doble sentido de la frase.
- Jajajaja… yo tengo la promesa de la castidad.
- ¿Perdón?
- Nada nada… una broma que tenemos entre sacerdotes. Te parece bien mañana a las 7,15 en la puerta de mi casa.
- Ufff Manuel, es que yo llevo muy mal lo de madrugar, preferiría más ir a media tarde.
- Bueno… a ver, podemos hacer una cosa, la última misa es a las 8. A las 8,45 ya estoy fuera. ¿Quieres que quedemos ya esta misma tarde a esa hora?
- Bueno, vale, pero yo no iré a misa, jejeje.
- No hombre, pasa por la sacristía y nos vamos
- Ok, allí estaré. Lo que pasa es que yo no estoy en forma… te vas a aburrir conmigo
- No te creas, de vez en cuando me viene bien algo de compañía cuando me corro… uy, corro, jejejeje.
- Jajajaja, que capullo. Ok, hasta luego.
Apenas merendé un plátano para coger fuerzas y no arrepentirme. A las 8 y media salía de mi casa en dirección a la iglesia que estaba a dos manzanas de donde vivo. Mis padres y mi hermano pequeño se iban a cenar a casa de mis abuelos, que viven en Terrasa, así que cuando llegara ya tendría la cena preparada. Cuando llegué a la iglesia, Manuel estaba a punto de dar la bendición. Apenas había 10 o 12 personas en misa. Cuando vi que acababa me hizo una señal para que fuera con él a la sacristía. Iba a cerrar la puerta principal.
- Saldremos por detrás. Aún me tengo que cambiar. Vente.
Y allí estaba yo, con mis pantalones cortos, mis zapatillas y mi camiseta de tirantes.
- ¿Por donde vamos a ir?
- Había pensado en bajar hasta el puerto olímpico y subir otra vez. Son aproximadamente 15 minutos y para ti está bien para ser el primer día.
- Hombre, ¿quieres decir que no aguantaré más?
- No se trata de aguantar, se trata de empezar poco a poco, además, yo esta mañana ya he hecho mis 10km. Tampoco quiero abusar. Me vendrá bien salir por las tardes unos minutos… cuando ya tengas más fondo, dejaré de correr por la mañana e iremos por la tarde. ¿No me dejes tirado eh? Jejeje.
Y mientras decía todo esto se quitaba la casulla, la estola y el alba. Bajo llevaba la ropa de diario, unos pantalones vaqueros y un polo negro (en verano no llevaba alzacuellos). Se bajó los pantalones vaqueros y se puso de espaldas a mi. En ese momento vi que no llevaba calzoncillos, y que su culo era simplemente perfecto. Duro, con un par de nalgas como dos relucientes manzanas. Instantáneamente me empalmé, y me giré para no seguir viéndole.
- Hombre, si llego a saber que tenías que cambiarte todavía, te espero en la calle…
- Tranquilo, jajajaja, ni que nunca hubieras visto a un hombre desnudo. Además, somos deportistas y amigos, ¿no? En los vestuarios esto es lo que hay. Si te contara yo historias del seminario…
- Jejejje. Bueno, sí, somos amigos, la verdad es que hasta hoy no me había dado cuenta. Apenas nos llevamos dos años de edad.
- Claro Victor. Bueno, yo ya estoy, ¿vamos?
Esos 15 minutos de bajar al puerto y subir se me hicieron eternos. Mi mente solo podía pensar el el culo del sacerdote, que además, era mi amigo. Bueno, eso y que acabé axfisiado. Era fumador y decidí dejar o al menos disminuir el número de cigarros al día.
A la vuelta pasamos por mi casa. En el parque que da a mi finca estuvimos haciendo estiramientos, porque sino al día siguiente no me podría ni mover.
- Casi tan importante o más que correr es hacer unos buenos estiramientos luego. Mañana te dolerán las piernas, pero si estiras, no lo notarás tanto.
Me di cuenta que me había olvidado las llaves en casa.
- Joder, las llaves. Espero que no se hayan ido mis padres – sabiendo que eso era prácticamente imposible puesto que ya eran más de las 9,30.
- No pasa nada… ¿no está Laura?
- No, que va, ella está en el apartamento con sus padres, vuelve mañana… ¿Y ahora qué hago?
- Vente a mi casa, te duchas, cenamos y esperamos a que vengan tus padres. Les puedes llamar desde allí.
- ¿Seguro que no es una molestia?
- ¡Qué dices hombre! Ale, vamos...
Cinco minutos después estaba en la casa parroquial. Era un piso cercano a la Iglesia. En la finca vivía el antiguo sacerdote, y un par de monjas que hacían las labores de la casa.
- Tranquilo, cada uno tenemos nuestro piso. Puedes ducharte sin temor a que las monjas se espanten.
- Jajajaja. Que pavo.
- Ven, el baño está aquí. Ten en cuenta que al ser hombres de Dios y estar luchando contra el pecado no tengo agua caliente.
- ¿En serio?
- Jajajajajaja, te lo crees todo. Ahora te traigo una toalla…
Me desnudé y entré en la bañera. No tenía cortina, así que intenté no salpicar mucho. En eso entró Manuel.
- Vaya vaya… Laura debe estar MUY satisfecha. – Y es que yo tenía la polla medio empalmada
- Jajaja, ya te vale tio, vas a hacer que me avergüence.
- ¿Avergonzarte de eso? Para vergüenza la mía, que es más pequeña
Y acto seguido se quitó los pantalones cortos enseñandome un rabo de unos 14cm que estaban también en erección.
- Bueno, pero tu eres como los árboles de navidad, los curas tenéis las bolas de adorno, jajajjaa.
- Mira chaval, no te hagas el listo, los curas somos hombres y de vez en cuando tenemos nuestras necesidades.
- ¿Quieres decir que…?
- Quiero decir lo que estoy diciendo
Y en ese momento hizo algo que me dejó completamente perplejo. Se acercó hasta la bañera, se arrodilló y se metió mi polla en su boca.
- Pero tío, ¿qué haces?
- Lo siento, tenía muchas ganas de hacerlo. De hecho, tenía muchas ganas desde que te conocí. – Y se volvió a meter la polla en la boca.
Yo estaba completamente empalmado.Mi mente decía no pero mi cuerpo se dejó llevar. Si pensaba que Laura era una comepollas de primera, realmente estaba muy equivocado. Manuel era sublime tragandose mi rabo entero sin encontrar oposición en sus dientes. Notaba cómo mi capullo atravesaba su garganta. Él me cogía del culo con las dos manos y se follaba la boca.
En ese momento me dejé llevar por la pasión y escupiendo en mis dedos, me agaché hacia él, y busqué su perfecto culo. Me sorprendí con la facilidad con la que entraba el primero y un segundo. Noté cómo gemía mientras seguía lamiendo la polla y los huevos.
- Vamos a mi cama.
- Estoy mojado
- ¿Y qué? Yo estoy sudado. Venga vamos.
Me cogió del rabo y me paseó como si fuera un perro. Llegamos a su dormitorio que estaba presidido por un gran retrato de la Virgen María.
- Me da rollo esto. No sé si estamos haciendo bien.
- Ellos solo quieren que nos amemos los unos a los otros, y en este momento necesito que me ames – Y me besó. Su lengua recorría rápidamente el interior de mi boca. Se notaba que no tenía tanta experiencia besando como mamando pollas. Le dije:
- Cálmate. Se besa así.
Y empecé a acariciarle la espalda y a pasar mi lengua por su interior, suavemente, notando la calidez de su boca, recogiendo mi lengua y esperando la suya en mi boca. Bajé mis manos hasta sus nalgas. Dios, estaban muy duras y muy prietas, pero a la vez eran muy suaves… no tenían pelo. Me gustaba más que el culo de mi novia.
Nos tumbamos en la cama. Noté su polla en mi estómago. Era una sensación extraña. Seguíamos acariciándonos. Jugué de nuevo con su ojete y un gemido se le escapó y vino a mi boca.
- No sabes las ganas que tenía de esto. Me estás haciendo muy feliz.
- Yo estoy flipándolo.
- Pues todavía no hemos llegado a lo mejor.
Se volvió a amorrar a mi polla, fue girándose poco a poco hasta que tuve su rabo en mi cara. Era mediano. Estaba sin circuncidar, y de su capullo salía un hilillo transparente. Quise probar su sabor y acerqué mi lengua a su polla. Recogí una gota con la punta de la lengua. Lo saboreé. Era dulce, un sabor extraño, pero muy gustoso. Decidí ir a la fuente de esa miel. Descapullé su rabo y me lo metí en la boca. Manuel recibió con gusto mi gesto. Su polla me cabía perfectamente, y empecé a succionarla y a lamerla. Me di cuenta que tenía los huevos depilados también, así que pasé la lengua por ellos. Manuel gemía y disfrutaba. Olía a sudado, pero me daba igual, casi mejor. El olor me excitaba y me ponía más duro el rabo. Fui avanzando con mi lengua hasta su ojete. Empecé a lamerlo. Manuel se sacó el rabo de mi boca y dijo.
- Joder Victor, sí… ufff, abremelo y será todo tuyo.
Sus palabras me animaron, le escupí y empecé a pasar la lengua por él. Acerqué los labios y lo besé, como si fuera una boca. Él se revolvió y me quitó el culo de la cara.
- Vamos a pasarlo bien ahora.
Me recostó sobre la cama, se puso de pie encima mío y se sentó en mi rabo.
- Joderrrr, que capullo tienes, y que pedazo rabo…. Cuánto tiempo sin catar uno tan grande.
- Buahhh, que buen culo tienes, es como un coño, pero mejor.
- ¿Te gusta? Si me das placer, será tuyo para siempre.
- ¿Cuándo dices placer te refieres a esto?
Y empecé a follarlo. Todavía no se habia clavado mi rabo entero, faltaba poco menos de la mitad, pero empecé a sacar y meter y en la segunda embestida mis huevos notaron su culo.
- Ahhhh, que placer mamón, me estás dando bien por culo. Noto tu capullo como me llena.
- Lo que yo noto es lo grande que tienes el ojete. Uffff, Laura nunca quiere que le folle por detrás, pero ahora he encontrado a una buena putita para que me dé placer.
- Sí tío, soy tu putita. ¿Qué más me vas a hacer?
Le saqué la polla de una vez, él se quejó del dolor, pero no le dio tiempo.Me lo quité de encima, me puse de pie, me di la vuelta y le volví a meter la polla.
- Joderrrrr, eso dueleeeee. Me gustaaaaaa
Y empezó a morder la almohada. En ese momento pensé en que las monjas o el otro sacerdote podrían estar escuchándonos.
- Tío calla que nos van a oir.
- No, se ponen la tele en la otra parte de la casa… Además están medio sordas. Meteme la polla hasta el fondo. Rómpeme el culo, que hace 2 meses que no me follan y estoy que me muero.
- Pues ten polla, puta.
Seguí follándolo durante 10 o 15 minutos. De vez en cuando sacaba la polla para tirar saliva y que siguiera lubricada. Noté que habían trocitos marrones, pero nos daba igual… no quería parar, aquel tío, mi cura, mi amigo, me estaba dando un placer desconocido hasta el momento. Lo tumbé boca arriba, para que apoyara sus piernas fibrdas en mis hombros. Me dio vergüenza ver mi barriga por primera vez, me estaba tirando a todo un Dios, y yo era solo un humano. Le besé, y mientras nos estábamos besando, me corrí. Dentro de él. Y él también se corrió al notar mis lefazos en su interior.
Después de unos minutos me salí de él. Vi el reguero que dejó mi leche en su culo. Él me miró, me dijo gracias y acto seguido se arrodilló a limpiarme bien la polla. Noté cómo me volvía a empalmar por el efecto de su boca. Él me miró con ojos de sorpresa a la vez que alegría. Se levantó, me dio la espalda y me dijo.
- Cuando te vayas a correr esta vez, avisa y me tragaré tu lefa.
La segunda vez duré menos. Estábamos de pie, sudados, yo le abrazaba por detrás, tocaba sus duros pezones, su fuerte pectoral… le dije que me corría, se sacó mi rabo, se lo metió de nuevo en la boca y me corrí. Me acordé que unos días antes había hecho lo mismo con Laura, pensando en él, pero esta vez aquella fantasía era real.
Después de descargar, se levantó y me besó. Noté el sabor de mi lefa en su boca, en su lengua. Y él se corrió también.
Miramos la hora, era cerca de las 11,30 y todavía no había llamado a mis padres. Llamé a casa de mis abuelos y les dije que no tenía llaves y que me quedaría a dormir en casa de un “amigo”.
Manuel y yo estuvimos follando toda la noche. Y al día siguiente. Y los meses sucesivos. Con él probé por primera vez el sabor de la lefa, él fue quien me desvirgó, el primero que me preñó y el primer tío del que me enamoré. Laura y yo apenas duramos un mes más. El día en que trasladaron a Manuel a otro pueblo, lloré amargamente, me cagué en la Iglesia y en Dios, pero él me dijo que gracias a esa Iglesia y a Dios, había tenido la oportunidad de conocerme y haberle hecho la persona más feliz de este mundo.
Seguimos viendonos un tiempo, pero su destino estaba a más de 100 km de Barcelona. Al final, tras un polvo que ambos sabíamos era el último, me besó y me dijo:
- Puedes ir en paz.
Nunca te olvidaré Manuel.