Mi gimnasio
Nada más verla ya sintió una atracción fatal por ella... en la ducha lo intentará.
Después de mi primera experiencia lésbica en el centro estético, me quedaron ganas de probar otra vez con una mujer distinta, temiendo al mismo tiempo ser rechazada por una mujer heterosexual, pero pensé que valía la pena intentarlo. Como ya he comentado anteriormente, voy a cada día al gimnasio, me encanta mantenerme en forma, y solo puedo ir de siete a ocho de la mañana, como podéis imaginar no hay nadie. Pero uno de esos días había una chica que no había visto anteriormente, estaba en la sala de máquinas. Me subí a la bicicleta para calentar un poco y tenía un ángulo perfecto de visión, la observaba, llevaba puesto una mallas muy ceñidas por debajo de las rodillas que se le metían por el culo y por su raja y un top cortito y ajustado de color rojo, que marcaba generosamente los pezones. Yo iba pedaleando encima de la bicicleta estática y con el movimiento de las piernas, el sillín me hacía presión en el coño y me estaba volviendo loca, pedaleaba más deprisa mientras observaba a aquella hembra. Se sentó en una máquina, en frente de mi, para trabajar aductores y abductores, sus piernas se abrían y se cerraban lentamente, mientras yo me deleitaba mirando como se metía la malla en su raja y se marcaba una pequeña mancha de sudor en su sexo, sus pechos eran redondos como manzanas y estaban sudorientos, sus pezones me apuntaban directamente; y mi clítoris iba a estallar. Después de una sesión de gimnasia y calores, se fue al vestuario, cuán rápida fui yo detrás de ella, dejando la rutina a medias, pero pensé que no podía perder la oportunidad de follarme a semejante hembra.
Un vez dentro, ella empezó a desnudarse, se quitó el top y asomaron dos preciosos cántaros tiesos y duros como piedras, a continuación se quitó las mallas, no llevaba bragas y tenía el culo más redondo que había visto en mi vida, y el coño rasurado con un poquito de vello en el monte de venus, como yo. Cogió su toalla y su jabón y se metió en las duchas, que no tienen mamparas, están todas juntas y allí que fui yo también a ducharme, empezó a enjabonarse el cabello y la espuma le caía por sus pechos recorriendo su abdomen hasta llegar a su chochito, yo estaba a mil, y le dije:
-Por favor, me puedes enjabonar la espalda, no llego.
Ella accedió y llenó su mano de gel. Noté como me la lavaba con suavidad, empezando por los hombros y bajando por la columna hasta llegar a la raja de mi culo, sin pensarlo me dí la vuelta y ella se quedó un poco sorprendida, allí estábamos las dos cara a cara, casi rozándonos los pezones. Yo tenía la botella de gel en la mano, y la levanté y de ella salió un chorro de jabón dirigido a sus tetas, empecé a enjabonarle los senos y ella no retrocedió ni pareció negarse, así que seguí sobándoselos, le pellizcaba y retorcía sus pezones, suaves y grandes, mis manos seguían bajando por su cintura hasta llegar a su culo, le acaricié la raja rozándole el ano con mis dedos llenos de jabón, ella cerró los ojos y suspiraba, no decía nada, simplemente le gustaba. Me agaché y mi cara quedó delante de su coñito rasurado, mis dedos se metieron en su raja y empezaron a acariciar su clítoris suavemente, ella abrió las piernas y pude acceder mejor, se lo aclaré un poco con agua y metí mi lengua, que daba suaves golpecitos en su clítoris hinchado y rojo, lo absorbía con los labios y le daba pequeños mordisquitos mientras mis dedos se metían en su culo, para dentro y fuera, hasta que dio un gemido, pude notar como un líquido dulce y caliente mojaba mis labios y mi lengua, que sabroso estaba. Con una sonrisa pícara me miró y me dio la vuelta, de manera que yo estaba de espalda a ella, me agachó y mi ano quedó al descubierto, todo para ella, lo chupó, lo lamió, lo saboreó todo lo que pudo, con su mano acariciaba el agujerito de mi coño, me moría de gusto, me tumbó en el suelo y me abrió de piernas, al ver que yo también llevaba el chochito rasurado esbozó una sonrisilla y se subió sobre mi, frotando su coño con el mío, con las manos apretaba mis enormes teta, duras por la excitación. El agua de las duchas seguía cayendo sobre nosotras, se fue deslizando por mi cuerpo hasta que su boca quedó pegada a mi clítoris, que lamía igual que se lame un dulce chupa-chups, su lengua se introducía dentro de mi vagina, mmm que gusto, en poco tiempo exploté en un deleite de placer orgásmico, que gozada de mamada. Nos acabamos de duchar, sin decir palabra; nos vestimos y cuando salimos del gimnasio, me guiñó un ojo y me dijo simplemente:
-Hasta otra.
Ni siquiera sé su nombre, pero tampoco me importa.