Mi gata

Mi gata es preciosa, muy cariñosa y muy inteligente. Se llama Clara y es de raza Himalaya, ¿cómo es? : tiene el pelo blanco como la leche, muy largo y suave; cuando la acaricio retuerce su espalda y alza su rabo tieso hacia el techo, mientras ronronea.

Mi gata es preciosa, muy cariñosa y muy inteligente. Se llama Clara y es de raza Himalaya, ¿cómo es? : tiene el pelo blanco como la leche, muy largo y suave; cuando la acaricio retuerce su espalda y alza su rabo tieso hacia el techo, mientras ronronea. Cuando me siento a escribir se sube en el brazo de mi butaca y restriega su cabeza por mi costado ronroneando y maullando suave.

Me gusta escribir con solo mi bata puesta, sin nada debajo; la calor de la estufa (en invierno) bajo el escritorio hace que mi sexo se abra y se humedezca, al calor de la estufa pequeña y de los recuerdos, los cuales rememoro al escribir y, ¡porque no decirlo!, a veces cuando releo lo que estoy escribiendo paseo una mano por mi raja húmeda, como si fueran los personajes de mis vivencias quienes tocaran mi sensibilidad.

Mi gata Blanca (blanca de color y de nombre) está sanísima, nunca sale a la calle, siempre está conmigo en el piso, o con mi vecina. En el veterinario le dan todo lo que necesita, y arreglan su pelo una vez al mes.

El otro día estaba escribiendo todo lo sucedido con mi madura vecina, para crear un relato, y al recordar lo vivido me excité intensamente; y justo cuando más excitada estaba, pasó mi gata bajo la butaca, y ronroneó oliendo mi sexo empapado. Puso el rabo tieso al pasar rozándose contra mis piernas, y su cola paluda rozó mi raja afeitada y húmeda, "mis labios menores sintieron (abiertos como estaban), sus pelos de gata pegándose a mi coño al pasar", tan caliente estaba yo en ese momento escribiendo, que solo deseaba, ¡que volviera a pasar!

Mi coño nunca había estado en contacto con mi gata Clara, pero esa noche soñé que se situaba debajo de mi escritorio y movía su grande y peluda cola en el aire, paseándola mucho rato por mi raja. En ese sueño me corrí sobre mi butaca, mientras Clara maullaba.

Hoy después de trabajar me he duchado y he contestado Gmail de lectoras y lectores, y me he excitado con lo que me escribían. Pero mi gata no ha vuelto a pasar el rabo por mi coño, ¡que cabreo!, le he llenado el cuenco de leche (todas las tardes lo hago); pero hoy, cuando he llenado su cuenco me he quedado en cuclillas viéndola lamer la leche con su áspera lengua; con ese continuo sonido húmedo de su lengua sobre el recipiente. En ese momento he recordado a mis amantes bajo mis piernas, y mi chocho se ha puesto chorreando solo de verla dar lengüetazos al tazón. Mientras la observaba aún tenía yo el cartón de leche en mi mano, y descuidada por la excitación se me ha derramado la leche sobre la bata y sobre mis muslos, desde los que ha resbalado hasta mi raja, ¡enfriando mi calor!

Cuando mi gata Clara se ha bebido todo el tazón de leche, ha dado vueltas en torno a mí, moviendo su cola y restregando su lomo peludo contra mis muslos desnudos, como pidiendo más. En cuclillas como estaba, no sabía si darle más; mis pensamientos lascivos y posesivos respecto a mi gata me tenían atontada. Mi gata, viendo que no le daba más, ha comenzado a lamer la blanca leche derramada sobre mis muslos, acercándose a mis carnes rajadas, ¡me temblaba las piernas!, al sentir su lengua acercarse a mi coño; y le he dicho:

—Lámeme Clara, ¡lámemelo!, mi minina, como me haces de bien, sigue buscando tu leche gatita linda.

Como si entendiera mis palabras, ha comenzado a lamer mi sexo, absorbiendo toda la leche derramada, ¡desde mi ano!, ¡hasta el cepillito de pelos claros que tengo en el pubis!, paseando su áspera lengua por mi raja, arrastrando mis rosados labios menores pegados a sus asperezas, "con lametones muy seguidos" (como la lengua de los gatos suele hacer). Cuando ha "apurado mi chocho", ha buscado los restos de leche junto a mi ano, lamiendo la piel tirante que rodea el agujero de mi culo, ¡me muero de gusto!, después de apurar mi trasero, y al no encontrar más leche que lamer; me ha dejado allí en el suelo, y se ha marchado a su cama, como si, ¡yo!, fuera su puta y ella una dama.

Dispuesta a darle solución a su desdén, me he levantado, he ido a la nevera; he cogido la lata abierta de leche condensada; yéndome al baño con el envase. Frente al espejo del baño me he quitado la bata, me he atado una coleta en mi melena rubia y me he mirado al espejo sabiendo lo que iba a hacer.

Llamando a mi gata, la he cogido en brazos, he derramado unas gotas de leche condensada en el fondo de la bañera y he metido dentro a Clara, dejándola lamiendo el fondo; luego me he metido yo y he cerrado la corredera de la mampara, quedando las dos encerradas en la bañera.

Me he sentado frente a mi gata, he abierto mis piernas, apoyando un muslo contra el filo de la bañera y el otro contra el puntiagudo grifo de diseño dorado. Después, y alzando una mano en el aire, he derramado un hilo de leche condensada sobre mi vientre; sobre mi coño, y sobre mis firmes y claros muslos de vinisteis años en flor, ¡mi flor!, mi gata ha comenzado a lamer la flor de mi raja con hambre, introduciendo su áspera lengua "ladeada ", para recoger los restos de leche espesa, ¡del interior de mi vagina!, me he corrido un poquito; ella sin inmutarse a seguido "su labor". Mis labios menores, distendidos, y lijados por su lengua, colgaban hinchados y rojos como la cresta de un pollo vuelto del revés, ¡coño!, me he corrido otra vez. Después, "audaz", ha relamido mi ojete estirado, el cual se ha dilatado, permitiendo que esa lengua de gata entrara varios centímetros en mi ano, buscando restos de leche. Su lengua, hurgando en mi ojete, ha hecho que me corra sintiendo contracciones, las cuales apretaban los músculos de mi vagina y de mis piernas.

Ya no puedo más, y he pensado: me he corrido tres veces; me tiemblan las piernas y no si ha estado bien, ¡pero como me ha gustado!, tanto que no se si repetiré.

He sacado a Clara de la bañera, he puesto comida blanda de gatos en su comedero (estará una semana sin leche), y he vuelto a la bañera, donde me he dado una larga ducha caliente. Mientras me duchaba, al agacharme a coger la esponja, los cachetes de mi culo han tropezado con el puntiagudo grifo dorado, mono mando, y he sentido unas ganas tremendas de metérmelo; y sin pensármelo dos veces, he cogido el bote de crema para el cuerpo del borde de la bañera, y me he frotado el coño de crema, y agachando mi cabeza hacia adelante, "y con el culo en pompa", ¡he apretado mi coño contra el grifo!, ¡penetrándome con él!, con mucho cuidado me he movido adelante y atrás, sintiendo el metal templado atravesando mi tierna raja, ¡coño que placer!, luego he abierto un poco el grifo, en la posición templada y el chorro intermedio; sintiendo como el agua burbujeaba en mi interior, que placer más grande. Mientras lo hacía no he dejado de pensar en ningún momento, que mi gata Blanca me lo ha comido mejor que algunas mujeres y algunos hombres lo han hecho en algunas ocasiones.

—Fin—

© Isabel Nielibra 2017