Mi folla-hijastra

Este es el comienzo de la historia que narra como mi hijastra salva mi relación con su madre al convertirse en mi "folla-hijastra".

Mi hijastra tiene 21 años y la conozco desde hace casi 9. Es bajita, cara redonda y linda, ojos grandes y complexion delgada. Labios finos y mejillas gorditas. Su pelo liso y oscuro, aunque últimamente se le da por teñirse de colores llamativos. Mi relación con ella siempre ha sido excelente, desde el primer día. Ella es una persona agradable, de apariencia inocente, siempre con una sonrisa y siempre con algo positivo para decir. Cuando se fue haciendo adulta, siempre me decía que estaba enamorado de mí, y cierto es que todos sus novios tenían cierto parecido físico conmigo, pero nunca le dí importancia hasta que sucedió lo que sucedió. Cierto es que alguna vez había notado ciertos roces y situaciones que eran un poco sospechosas. Esto que os cuento sucedió hace dos años.

La imagen de mi hijastra arrodillada en la arena y comiéndome la polla es difícil de asimilar, pero fácil de disfrutar. Nunca me la habían mamado con tanta ansia y ganas. A su edad y dada su amplia experiencia con chicos me imaginaba que se le daría bien, pero no me esperaba algo así, era una experta y al mismo tiempo dulce mamadora. Sacaba mi polla de la boca y relamía mi glande antes de volvérsela a tragar, como si fuese un helado, utilizando sus manos para guiar sus movimientos y hacerme una suave paja. De vez en cuando, la sacaba y tras observarla, recorria con su lengua desde mis huevos hasta la punta para luego volverla a engullir con suaves gemidos. Su ruido al succionar resonaba en la pequeña playa gracias al silencio de la noche.

Su mirada se volvía mas sugerente a cada momento y al poco de estar mamando, ya se había convertido en una pequeña zorrita. Y como tal, tenía que darle su merecido. Cuando me agarré la polla y golpeé sus mejillas con ella, mi sentimiento de culpa ya estaba más que superado y me disponía a aprovecharme de la situación. Agarré su cabeza con una mano y mi verga con la otra, llevándola a su boca y empujando para hacerla bajar por su garganta. No le entraba, pero me daba igual, comecé a follarle la boca, moviendo mis caderas y tomando el control de la situación. Ella se dejaba hacer y respiraba fuerte por la nariz. Sacaba la polla de golpe cubierta por sus babas, y luego la volvía a meter con más ansia. Recuerdo que apartaba a cada rato su pelo azul de su cara para que la luz de la farola me dejase disfrutar de la vista.

La imagen de correrme en su cara arrasó con todo lo que me pasaba por la cabeza en ese momento. Su madre hacía tiempo que no me dejaba hacérselo, qué mejor manera que desquitarme que llenándole la cara de leche a su hija? No hizo falta decirle nada, saqué  mi polla de su boca y me puse a pajearme rápido ante su atenta mirada. Ya sabía lo que venía,  me dedicó una sonrisa nerviosa y me susurró "vamos, dámela". No tuvo que esperar mucho tiempo, ya que mi primer chorro de leche salió fuerte y dirigido a una de sus mejillas. Yo orientaba mi verga de manera que mi corrida fuese cubriendo la mayor parte de su cara. Sobre la otra mejilla, sobre la nariz, en la frente. Cuando los chorros se fueron haciendo más pequeños, los dirigí a sus labios dejándole los morros blancos y goteando. Cuando terminé, el show no acababa más que de comenzar. Sin dejar de mirarme, sacó su lengua y se relamío los labios, incluso el mentón y se ayudó de sus dedos para intentar abarcar toda la corrida a la que no llegaba llegaba con la lengua. El morbo de la escena era extremo y no podría dejar de observar a mi hijastra comportándose como una actriz porno. Sabía que detrás de esa actitud inocente había una verdadera puta y lo estaba corroborando.

El post-orgasmo me ayudó no sólo a mantener la erección si no a ponerme más caliente. La ayudé a incorporarse y puse mis manos en su cintura, Me acerqué y la empujé hacía una pared que teníamos detrás. Nos besamos. Sus labios todavía tenían el sabor de mi corrida y nuestras lenguas comenzaron un juego muy cerdo, fuera de nuestras bocas, alocadas, como ya hacía tiempo que no recordaba. Le comencé a meter mano como un quinceañero toqueteando a su primera chica. Desabroché su abrigo y colé una de mis manos para tocarle las tetas, solo separadas de mis manos por el sujetador, camiseta y jersey fino. Recordaba aquellas noches en las que andaba por casa con un pequeño top de asas, con sus pezones marcados y que siempre dejaba algo a la vista cuando se inclinaba. O aquellas veces que me la encontraba dormida de mañana con las tetas asomando con sus grandes e hinchados pezones. Ese día las tenía ahí para mi total disfrute. Sin dejar de comerle los morros, colé mi mano por debajo de su jersey y camiseta y de mala manera bajé su sujetador sin desabrocharlo, metiendo mi mano y tocando por primera vez esas tetas con las que tantas veces me había pajeado. Ella me dejaba hacer y me puse muy cerdo. Sin dejar de sobárselas ,bajé mi otra mano y la dirigí a su coño por encima del pantalón. Llevaba un pantalón vaquero que no facilitaba la tarea, pero sobar su raja por encima me permitió sentir el calor que desprendía. Entonces me arrodillé, levanté su jersey, camiseta y sujetador dejando sus peras a la vista. Otra de las imágenes que se me han quedado grabadas para toda la vida. Sus tetas eran pequeñas, respingonas, tipo pera, separadas y con gran pezón. Ella se hizo cargo de sujetar su ropa mientras yo manoseaba ambas tetas a la vez, llevando mi boca a una de ellas y chupando el pezón. Recuerdo que casi me cabía una teta entera en la boca, algo impensable con las de su madre. Sabían a gloria y estuve un buen rato saboreándoselas, alternandome de una a otra hasta dejarlas bien mojadas de mi saliva y con los pezones duros como piedras.

Sin dejar de chuparle las tetas fui desabrochando su cinto y su pantalón. Era bastante ceñido pero me las arreglé para dejárselo por las rodillas de forma que su braga quedó a la altura de mi cara. Dejé sus peras y me centré en su entrepierna. Bajé sus bragas negras para dejarlas a la altura del pantalón, en sus rodillas. El calor y olor de su chocho me golpeó la cara y me encendió todavía más. El juego de sombras no me dejaba ver todo lo bien que me gustaría pero estaba ante el coño mojado de mi hijastra y me disponía a comérmelo. Sus piernas estaban bloqueadas por el pantalón por lo que no podía abrirlas, pero yo estaba demasiado ansioso y quería probárselo de una vez, por lo que acercé mi boca para lamerlo. Mi hijastra tembabla de la excitación. Pasé dos dedos por su raja y separé sus labios para colar mi lengua entre ellos. Su sabor me volvió loco y comencé a presionar  más en su interior con mi lengua dura, con movimientos largos intentando abarcar lo máximo posible. En ese momento sucedió otra de las cosas que se me quedarán grabadas para siempre, que es el escuchar los gemidos de mi hijastra. Ella siempre ha sido muy discreta con sus pajas (no como su hermana pequeña) por lo que nunca la escuché masturbarse. Ahora la tenía ahí, gimiendo como una perra gracias a la lengua de su padrastro. Sus gemidos me animaban a más, yo jugueteaba con mi lengua y mis dedos, descubriendo por tacto y sabor todo su coño. Chupé su clitoris gordito, tomandolo con cuidado entre mis labios mientras la niña se derretía en mi boca. Bajé mas sus pantalones, hasta los tobillos, para poder abrirle los muslos y poder utilizar mejor mis dedos. Utilicé uno para jugar con su aguero, tan empapado que una pequeña presión ya permitía introducirlo. Y así hice, masturbándola con un dedo mientras usaba mi lengua con su clitoris.

Ella gemía cada vez más, sabía que se me iba a correr pronto. Y es lo yo que deseaba urgentemente: recibir la corrida de mi hijastra en mi boca. Aceleré mi ritmo en dedo y lengua y en una breve pausa me acordé de sus palabras cuando me iba a venir yo y susurré "vamos, dámelo". Y tanto que me lo dío, sus piernas se flexionaron y temblando sentí las contracciones de su coño mientras gemía fuerte y muy agudo. Ella se apoyaba en mi cabeza. Metí lengua lo más adentro que pude para notar el cambio de sabor de su coño, y noté como su fluido se deslizó sobre mi lengua. Otro momento digno de recordar siempre. Jadeé manteniendo la respiración, quería dejarla disfrutar de su orgasmo completo. Cuando terminó, la agarré por las caderas, ella temblaba extasiada. Bajé su jersey, al fin y al cabo era invierno y de noche. Sin embargo, yo seguía totalmente excitado y no quería que esa noche terminase todavía... y no lo hizo.