Mi fingida narcolepsia.
La señora Alejandra aprovecha la ocasión que "mi enfermedad" le proporciona
Hace tiempo que esperaba esta oportunidad. Delante de mi tengo preparado el pedido de la señora Alejandra que espera ser llevado con prontitud y diligencia al domicilio de esta. En mis ratos libres ayudo en el supermercado del barrio y así me gano un dinerito extra.
Por fin se ha cumplido mi deseo de poder ir hasta la casa de la señora Alejandra. Es una mujer de mediana edad, elegante donde las hayan, que conserva todavía una belleza envidiable y espero estar a solas unos instantes con ella.
Dicen algunas malas lenguas del barrio que su marido, mucho mayor que ella, hace bastante tiempo que no le dedica la atención que merece, y que la señora busca consuelo alquilando de vez en cuando alguna película porno que ve por las tardes cuando esta sola en casa.
Hoy voy a subir yo a que me regale una de esas bonitas sonrisas que alguna vez me ha dedicado cuando ha venido a comprar al super en persona. Subo corriendo por las escaleras con la caja llena con la compra de la señora.
Al llegar al tercero, tomo un poco de aliento y aprieto el timbre. Me abre la señora y me indica el camino a la cocina. Dejo el paquete en el suelo, y empiezo a resoplar exageradamente. La mujer se preocupa por mi estado. Acalorado por la carrera y con la respiración alterada, le muestro una especie de tríptico, indicándole por señas que lo lea.
Por favor no se asuste, mantenga la calma.
Padezco una enfermedad extraña que me hace dormir de forma incontrolada cuando mi corazón se acelera en exceso.
***No necesito ningún tratamiento ni ayuda médica.
Solo reposo***
En condiciones normales mi sueño dura unos treinta minutos y durante ese tiempo permanezco ajeno a la realidad.
Simplemente vigile mi sueño y no se preocupe.
Cuando me despierte no recordare los últimos minutos y estaré completamente normal"
Cuando termina de leer, me desabrocho el cinturón y sin esperar su reacción me acomodo tumbándome sobre la alfombra del salón. Ella está tan sorprendida que todavía no ha reaccionado. Está estupefacta y me mira sin saber qué hacer. Cierro los ojos y mi respiración empieza a ser más reposada y tranquila…aparentemente sigo lo que la nota anunciaba.
Alejandra muy atenta a lo que sucede busca un cojín y lo pone bajo mi cabeza. Se sienta en el sillón cercano y me observa con curiosidad, no había oído hablar de esta enfermedad tan rara que no sabe cómo debe actuar. Tras unos instantes, que se me hacen interminables, tímidamente se atreve a tocarme el brazo y espera mi reacción, quiere asegurase que realmente estoy a salvo y dormido.
Pasan unos instantes y lo vuelve a probar con idéntico resultado. Yo no me inmuto y mantengo una expresión de sosiego y placidez, como la de un niño dormido. Intrigada vuelve a probar pasando la mano por mi brazo acariciando disimuladamente mis músculos. Creo que esto le gusta y repite. Más tarde se aventura a poner la mano sobre mis pectorales, sobre mis hombros y sobre el vientre.
La dulce señora Alejandra ha dudado durante unos minutos, hasta que ha llegado al convencimiento que estoy totalmente traspuesto, a partir de ahí no duda en disfrutar del jovencito que tiene a su alcance.
Estaba cohibida por la emoción no se atrevía a ir más lejos. Con la yema de los dedos roza la piel de mi rostro y hace que se separen mis labios durante un instante. Poco a poco se va haciendo más atrevida y convencida de mi letargo se dedica durante unos minutos a hablarme en tono cariñoso y sensual. Como una mamá que cuida de su niñito enfermo.
Se anima a contarme alguna picardía y de forma confidencial me confiesa sus íntimos deseos y las enormes ganas que siente de tumbarse junto a mí para acariciar mi cuerpo hasta despertarme. Desea que, finalizado mi sueño, la tome entre mis brazos y la lleve hasta el cielo.
Estoy convencido que nunca se atrevería a repetir lo que me cuenta sabiendo que la escucho. Algunos comentarios son triviales, pero otros me llenan de emoción y siento la contradicción de desear despertar de inmediato, y al tiempo permanecer dormido para ser su confidente.
Mientras tanto, sus manos no están quietas. Las muy traviesas ya han jugado varias veces con el bulto que hay en el pantalón, que inevitablemente se ha formado mientras me dejaba acariciar y oía sus confidencias.
Me sorprende cuando de forma inesperada desliza su mano debajo del calzoncillo hasta coger mi pene ahora completamente hinchado. Le gusta sentir el calor que desprende y así me lo confiesa pensando que será un secreto nunca revelado pues yo nunca lo oiré.
No me atrevo a realizar ningún gesto que me pueda delatar, permaneciendo inmóvil y con los ojos cerrados. La curiosidad por saber cómo está colocada junto a mí, que cara pone al tocarme me incita peligrosamente, y mucho más cuando la oigo suspirar. La imagino sentada sobre sus talones, con una mano sobre mí y la otra hundida entre sus piernas acariciándose de forma descarada.
Me toca la polla y los huevos, aunque no se atreve a bajar los pantalones para sacarlos al aire.
Supongo que debe pensar que en caso de emergencia podría reconducir la situación más a o menos con alguna excusa.
Su respiración se hace entrecortada, y empieza a gemir de forma ostensible. El orgasmo le llega a de forma inesperada, no puede reprimir sus jadeos y sus cortos chillidos. Me coge la polla con tanta fuerza y la aprieta tanto que me hace daño.
No puedo decir nada, ni quejarme…he de ser consecuente con el teatro que me he montado, solo me muevo un poco, como si fuese un acto reflejo para hacerle ver que tenga más cuidado.
Alejandra me libera y suspira complacida. Se inclina sobre mí y me roza los labios con los suyos. Luego se sienta relajada en el sillón y espera paciente mi despertar. Cinco minutos más tarde, con gran teatro, me despierto. Le digo que me siento bien, pero algo indispuesto y que necesito ir al baño, me sonríe y amablemente me acompaña.
Cierro la puerta tras de mí y de un tirón me saco la verga y me masturbo con violencia. No podía resistirlo más. Creí que mi pene iba a explotar.
Ante tal arrebato, no soy consciente que mis jadeos y suspiros atraviesan la puerta, y pueden oírse con claridad al otro lado. No tengo tiempo para pensar en esas menudencias por lo que no dudo en hacerme una paja excepcional y enseguida me corro como un animal.
Tras unos instantes sentado en el borde de la bañera, me repongo, me echo agua a la cara y recobro la apariencia de normalidad. Al salir, la señora Alejandra se interesa por mi enfermedad y los síntomas, se muestra sorprendida por la rareza de la misma y siente curiosidad por cómo se trata y que síntomas presenta.
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¿te encuentras bien? … si quieres puedes echarte un ratito más en el sofá…hasta que estés completamente recuperado…menudo susto me has dado –
- Si, si…ya me he recuperado … no se preocupe Ud. –
- Me gustaría que no lo dijera por ahí… si corre la voz podría tener problemas en el trabajo y en mi vida personal –
- No te preocupes…te guardaré le secreto -
Quedamos en que otro día, cuando vuelva a subirle la compra, podremos hablar más sobre mi enfermedad y lo que supone para mi padecerla. Luego me voy muy contento.
Días más tarde me entere que la señora Alejandra antes de casarse fue enfermera de un prestigioso hospital y que debe saber todos los detalles de una enfermedad tan bien caracterizada por la ciencia.
La conclusión es clara: Me ha seguido el juego haciéndose ver que no sabía nada y que todo ha sido espontaneo, así que la próxima vez que le lleve un pedido deberé estar atento para saber lo que quiere de mí.
Deverano.