Mi fin de semana con su familia. Tercera parte.

Tenía que seducir al hijo de mi novio, lo que en un principio no me agradaba. Aunque la cosa cambió, cuando el tomó su sitio en la relación.

Recapitulando lo acontecido, ésto es lo que había que hacer: contaba con unas horas apenas para hacer que el mozalbete se decidiera a tomarme, y a la vez debía ser cuidadosa, porque la intención era darle a él la oportunidad de ser el alfa, para que en teoría me llevara a dónde él quisiera y yo no tuviera mayor opción que entregarme dado su empeño y dominio.

Me volví a recostar en el camastro, en lo que fraguaba bien mi plan, hasta que comprendí que no sería tan complicado: el chico había vuelto a la piscina, pero se había detenido estratégicamente en un sitio donde alcanzaba a verme sin problema, e intuí que llevaba un largo rato con una erección, porque solo tenía una mano fuera del agua.

-Rodri, un favor. ¿Me pones bloqueador en mi espalda?- le pedí de pronto, mientras disimuladamente volteaba al otro lado para no ver su polla erecta.

-Si Danny. Ahora voy.- me contestó, a la vez que escuchaba cuando él salía de la alberca y caminaba hacia mí. Percibí su nerviosismo cuando destapó el tubo de bronceador, al momento en que se puso una generosa cantidad de líquido en sus manos, y sobre todo, al instante en qué empezó a colocarmelo en los hombros y en la espalda superior. Para ser franca me estaba divirtiendo, pero aún más que eso, me estaba calentando la sensación que se sentía de ser masajeada por unos dedos inexpertos y fuertes. Rodrigo no se animaba a ir más abajo, así que hube de tomar la iniciativa y pedirle que, por favor, también me pusiera de ese ungüento en mis piernas y mis glúteos. Qué por mi no habría conflicto alguno. Y él obedeció, cada vez más nervioso y con la calentura a todo lo que da, al tiempo que yo disfrutaba de ese masaje y me empezaba a interesar cada vez más en él. Entendí que estaba muy excitado, cuando por momentos me arrimaba su falo y lo repegaba a lo largo de mi cuerpo, procurando disimular, pero siendo firme en su intención   Me volví de súbito hacia donde Rodrigo se hallaba, y al disimulo no pude sino maravillarme de la clase de tranca que se le adivinaba por debajo de su traje de baño: tendría que ser enorme, dado el tamaño de la pirámide que se formaba en su calzoncillo.

-¡Ay Rodri! ¿Qué tienes ahí?- le pregunté fingiendo inocencia, como si aún tuviera cerrados los ojos.

-Jaja nada Danny.- Respondió mientras se volteaba y buscaba una toalla con que cubrir su portento.

-Jaja está bien. Me dió la impresión de que era como un palo, pero bueno.- Le dije al momento en qué me incorporé de pronto- iré a tomar una ducha, y después a acostarme un rato. ¿Te veo más tarde?

-Si, claro Danny. Yo aquí sigo otro rato.

Caminé lentamente hacia la casa, moviendo mis caderas un poco más de lo normal, sabiendo que él no pararía de observarme hasta que me perdiera de vista. Entonces subí las escaleras y me precipité al cuarto de Eréndira. Busque la lencería que me había pedido que usará en el cajón que describió, y ante mí aparecieron un montón de prendas sexys de varios colores y texturas. Eréndira picarona -dije para mí, en lo que esbozaba una sonrisa, y me dedicaba a encontrar el conjunto que más fuera conmigo. Encontré un hermoso coordinado que consistía en un baby doll color vino y un lindo panty abierto por la parte de atrás del mismo color. Ahí mismo me puse esa ropa, y al verme al espejo, comprendí que no habría manera de que este chico se me escapara.

Al llegar a la habitación principal -que era en donde nos habíamos instalado Rafa y yo- discurri la manera de hacer venir a Rodrigo. Entonces desde la ventana que daba hacia el jardín y la alberca, empecé a gritarle como loca que viniera pronto, que un animal se había metido a la habitación. Salió de inmediato de la piscina y llegó en tiempo récord hasta donde yo me hallaba de pie encima de la cama, supuestamente espantada por la imaginaria sabandija. Ahora que lo cuento, no puedo evitar reír, porque la situación si estuvo chusca, pero sobre todo, porque la cara que puso Rodri cuando me vió, ataviada con ese conjunto tan erótico, fue de absoluto asombro y embeleso. Tardó en reaccionar, hasta que le pedí que revisara por debajo de la cama, por entre las esquinas de los clósets y bajo el tocador. El pobre tomó mi petición como una cruzada, y se dió a la dura tarea de buscar lo que nunca había estado ahí. Lo hizo con esmero, debo decir, pero después de hurgar por todos los lados posibles, solo volteó y me dijo:

-No hay nada Danny. Debe haberse espantado cuando gritaste.

-Si. Tal vez.- dije, en lo que me sentaba cruzando mis piernas encima de la cama.

-Bueno yo creo que no va a volver por acá.- dijo sin que pudiera ocultar su excitación, pero resignado y moviendo su cuerpo hacia la salida.

-Espera. No te vayas. ¿Y si vuelve?

-Entonces me gritas.

-No no. -insisti- A mi me da mucho miedo y no quiero quedarme solita. Acompáñame. Quiero dormir un rato, pero no lo podré hacer con esa angustia.

Rodrigo pareció pensarlo por unos momentos. Yo era la novia de su padre, y seguramente eso le daba para no entender que era lo correcto. Así que, a fin de vencer sus últimas dudas, lo mire despacio, a los ojos, y solo le dije:

-Por favor.

Eso lo hizo desistir de pensar más. Se sentó en el lecho, en lo que yo me acostaba y tapaba con apenas una sábana. Le pedí que se acostara también, para que estuviera cómodo y el acabó por hacerme caso. Entonces me volteé, dándole la espalda, y permitiéndole ver mis bragas con el orificio descrito. Pasaron como quince minutos en los que fingí que estaba dormida, hasta que pude percibir que, desde su lado, la sábana se movía rítmicamente. Me volví de inmediato y le pregunté:

-¿Que estás haciendo Rodri?

El se detuvo de pronto, y entendí su infinito nerviosismo cuando solo respondió entre balbuceos:

-Na, nada Danny.

-¿Te estás tocando, cierto? -aprete la situación.

-Este...no. ¿Cómo crees? -formuló una débil salida.

-A ver- volví a presionar, levantando de pronto la sábana y viendo todavía en su mano derecha el enorme trozo de carne que era su pene. Rodrigo se sonrojó e intentó levantarse. Pero con cuidado lo detuve por los hombros, tomé su pija con suavidad y le dije:

-Dejame a mí.

En ese momento cambió todo. El se quedó firme, un poco asustado, mientras mi mano subía y bajaba a todo lo largo de su pene. Entonces no me contuve, y puse mi boca en el nacimiento de su cabeza, empecé a besarla para después llevarmela a la boca, donde todo era placer y sabor a hombre. La estuve mamando por unos pocos minutos, hasta que entendí que él estaba a punto de venirse. Pero eso no estaba del todo bien, yo me había transformado en su maestra y quería que su primera vez fuera épica. Detuve lo que estaba haciendo, subí para verlo a los ojos y le dije:

-Cariño, dame un minuto y regreso. No te vayas a tocar de nuevo.

El solo asintió con la mirada, en lo que yo me iba hacia el baño de la habitación. Ahí tenía una crema, de la que me puse mucho en mi anito, y regresé de nuevo donde se hallaba mi nuevo amante. Me senté sobre su abdomen, le coloque un preservativo y le dí instrucciones como a mi reciente aprendiz:

-Ahora me vas a hacer tuya. Dejaré que entres despacio, pero necesito que te controles. Ésto va a ser bueno si haces lo que te pido.

El volvió a asentir con un movimiento de su cabeza. Y yo procedí a ir hacia su pene, lo coloque a la entrada de mi agujerito y comencé a descender lentamente, en un movimiento en el que subía y bajaba. Estaba entrandome a mi ritmo, pero con esfuerzo debido a su inusitado grosor, y yo procuraba ir llegando poco a poco hasta la profundidad de mi ser. El tomó al fin su sitio en la relación, me abrazo y fue empujando cada vez más su enorme tranca, hasta que el ritmo era suyo, hasta que mi culito empezó a aflojarse y a sentir de lleno como aquella verga inundaba todo mi orificio.

-Asi Rodri, así.-proferi en lo que comencé a sentir la sangre ardiendo de placer y lujuria.

Entonces noté que estaba adentro toda, y puedo asegurar que no se cómo cupo, pero entró. Aún al día de hoy me asombro, porque de mi boca solo salían gemidos , quejidos y llamadas a mi joven amante.

-Asi Rodri. Así. Rodri. Rodri. Rodrigooo- grité cuando su polla llegó hasta el último rincón. El era un hombre consumado, que había tomado control de la situación. Se salió, me dió una nalgada y dijo:

-Volteate.

Yo le obedecí, y me puse de espaldas, dejando mi culo expuesto ante su firme arma. Volvió a entrar sin cuidado, y con dominio del asunto, sacó y metió su polla tantas veces que acabé por venirme sin piedad a todo lo largo de mis bragas. Y él apuró entonces sus embestidas, haciéndolas más fuertes y veloces y acabando por horadar mi conquistado hoyito.

-Me vengooo- gritó. Y yo con la cabeza le afirmé que estaba bien. Salió, se quitó el condón y me manchó con su esperma todo mi ropa de encaje. Y después solo me volvió a abrazar con cariño y pregunto:

-¿Cómo lo hice?

-Estuviste increíble amor- le contesté, en lo que lo miraba a los ojos y le daba un beso en los labios.

-Genial. ¿Lo volveremos a hacer?

-No lo creo Rodrigo. Yo amo a tu papá y no quiero que ésto sea un problema entre nosotros. Pero guardaré esta tarde en mi memoria, como una de las cogidas más ricas que alguien me dió.

El pareció entristecerse por un momento. Pero yo le miré de nuevo, regalé una amplia sonrisa y le dije:

-Pero ánimo. Que ya eres un hombre, y eso te debe enorgullecer.

-Si- contestó, a la vez que sus ojos se iluminaban.

En eso, escuchamos la puerta del zaguán por dónde entraría la camioneta. Nos levantamos sobresaltados y alcance a decirle mientras el se iba de prisa a su cuarto.

-De esto, ni una palabra a tus papás.

-Claro que no.- respondió con una gran sonrisa en su rostro.

Me cambié de ropa por unos jeans y una playera, bajé a la sala y tomé el primer libro que hallé en un estante. Al llegar Rafael y Erendira, todo había vuelto a la normalidad.

-¿Y como les fue? -Pregunté, mientras veía bajar a Rodrigo de la escalinata.

-Es lo que decía: Erendira estaba bien. Pero bueno, había que estar seguros.

-Si, jaja. Y puedo caminar y todo. ¿Y ustedes?

-Todo bien por acá.

-Excelente- sostuvo Erendira mientras todos notabamos como caía la tarde.- les prepararé algo de comer.

-Yo te ayudo- me ofrecí, en lo que ella agradecía mi gesto.

Una vez solas en la cocina, ella me abordó:

-¿Y que tal estuvo?

-Nena- le respondí con aire triunfal- tu hijo es ya un hombre. Y por cierto, uno increíble.

-Jaja- rio ella- te lo dije. ¿Tienes pruebas?

Yo me levanté la playera y le mostré los sitios en los que aún quedaba la muestra de semen.

-Esa es mi chica. Y ya que compartiste a mi esposo y a mi hijo, creo que ya puedo llamarte parte de mi familia. Aunque solo falta algo para que de verdad estemos completas.

-¿Que es, que? -pregunte desconfiada.

-Que ahora, yo te haga a ti, mi mujer- concluyó ella, en lo que se alejaba con las viandas hacia la mesa del comedor.