Mi fin de semana con su familia. Segunda parte

La exmujer de mi marido estaba por tener una relación lésbica conmigo. Pero algo cambió sus planes y, sin que me diera cuenta, se hicieron de pronto más lujuriosos.

Por un momento me dejé llevar, especialmente por la sensación de sumisión a qué me había orillado Erendira. Pero casi de inmediato entendí que ser una mujer trans significaba para mí tener un gusto exclusivo por los hombres e intenté zafarme. El problema es ser delgada y con no mucha fuerza en los brazos, de tal manera que ella acabó por sujetarme en lo que me impedía moverme del rincón en qué me hallaba. Empezó a tocarme impudicamente mis piernas, mis glúteos y cintura, y terminó por hacerlo entre mis piernas, donde encontró el detalle que la sorprendió de súbito.

-¿Pero que tenemos aquí princesa? -preguntó en lo que de un tirón bajó la tanga de mi traje de baño- jajaja mira nada más. Si es un pene diminuto. ¡La nueva conquista de mi exmarido es un mariconcito!

En ese momento aproveché su confusión y me le escabulli. Caminé un par de metros más allá en lo que volvía a colocarme el calzoncito y ella prosiguió:

-Esto cambia un poco mis planes preciosa. Y los hace más interesantes.

-¿De qué hablas? - la enfrenté de pronto- no habrá ningún plan conmigo, vieja loca. Ahora que le cuente a Rafael lo que quisiste hacerme, te va a pedir que te vayas con todas tus cosas.

Ella soltó una sonora carcajada en lo que me tomaba del cuello y me decía:

-Mira hermosa. Tengo bastante información de ti y de Rafael como para acabar de hundirlo. Y una vez que se sepa en la Universidad y en el colegio de contadores, que tu novio se metió con una alumna- que además era transexual- su carrera valdrá dos pesos.

Reculé por un momento. Quería a Rafa lo suficiente como para no querer nada malo para él y tímidamente rebatí:

-Tu no harías eso.

-Por supuesto que no. A no ser que me orilles princesa. Y como yo lo veo tu tienes dos opciones: ser mi perrita durante este fin de semana o investigar si haría lo que te he mencionado. Es tu decisión.

Callé por unos largos segundos, en lo que evaluaba mis opciones. Pero ella tenía razón: si amaba a Rafael, debía sacrificarme un poco por él.

-Ok. ¿Quieres que lo hagamos? Adelante- volví a afrontarla de nuevo en lo que procedía a bajarme la parte inferior de mi traje de baño.- Solo que no esperes mucha pasión de mi parte.

-Espera nena. Que aquí es donde se pone interesante. Por favor, subete de nuevo tus braguitas y escúchame: lo que quiero es que seduzcas a Rodrigo.

-¿Que?- le grité escandalizada- Estás loca. Loca de remate. ¡No me voy a meter con tu hijo!

-Escucha- pidió ella y, por un momento, pareció estar un poco más abierta- Rodri es un buen muchacho. Pero ya está creciendo y le hace falta tener intimidad con alguien. Lo he descubierto más de una vez masturbándose, pero es algo tímido y no tiene mucho trato con las chicas. Si tú haces ésto por mí, te aseguro que destruiré toda evidencia de lo que tenga en contra de Rafael y los dejaré en paz.

-No lo sé...si Rafa se entera me va a dejar. Además, no me gustan mucho los hombres menores.

-De lo de Rafael yo me encargo. Tengo mis trucos como toda mujer. Y por lo del gusto por los chicos, la verdad es que no tienes ni idea. Y menos con mi hijo, que así como lo ves, está tan dotado como el padre.

-¿Nos dejarás en paz, totalmente?- aún le pregunté desconfiada.

-Absolutamente Danny. Es más: si no te apetece verme en el tiempo que dure tu relación con Rafael, yo simplemente me coordinó con él para que ni nos saludemos. Y hasta destruyo en tu presencia lo que tengo en su contra.

-Creo que no tengo opción. Pero tú te encargas de que no se entere.

-Yo me las arreglo. Ahora vamonos preciosa. Qué ellos ya deben estar esperándonos y en cualquier momento los tendremos por aquí.

-Esta bien- le contesté- en lo que tomaba una toalla y mis lentes de sol.

Al llegar a la alberca, no pude evitar notar que los hombres se me quedaban mirando con la lujuria encendida en su mirada. Con Rafa eso solía divertirme, pero ante su hijo y mi trato con Erendira, ese sentimiento se mezcló con una invitación a provocarlos que francamente me ponía muy caliente. Mi hombre intentó cubrirme con una toalla grande que se encontraba en un camastro, pero yo me negué, pretextando que quería broncearme un poco y así, me tendí boca abajo con lo mejor de mi anatomía expuesta a los ojos de todos. Entendí que Rafael estaba molesto cuando se acercó hacia mí y, en voz baja y con sarcasmo, me preguntó:

-¿No tenías otro traje de baño más diminuto?

-No amor- le respondí divertida. Este es el que tú me compraste para venir aquí.

-Carajo. De haber sabido, te compro un hábito- soltó de pronto, mientras se acostaba en el camastro contiguo al mío. En eso, Erendira, que venía hacia la alberca con intención de zambullirse, hizo lo que sería la actuación de su vida. Caminó junto al lugar en donde estaba mi macho, y fingió tropezar con una cerveza que se hallaba en el piso. Dio un par de traspiés y cayó de frente en la piscina donde su hijo se encontraba practicando apneas. Y el y Rafael se precipitaron a dónde ella se había zambillido. Yo solo me incorporé, intuyendo la treta, en lo que sus hombres la sacaban despacio del agua. Ella se quejaba ampliamente, en lo que llevaba sus manos a su pierna izquierda y gritaba por el supuesto dolor que llevaba encajado en esa parte de su cuerpo.

-Esto ocurre porque nunca pones las botellas donde van- le gritó a su ex en lo que se seguía quejando.

-No veo lesión alguna- argumentó el, mientras su hijo corría hacia la casa por vendoletes y material de curación.

-Ahora soy mentirosa- reclamó con furia la mujer

-No, no dije eso. Solo me restrinjo a lo que veo.

-Pues no ves lo suficientemente claro. Auuuu me duele mucho.

En eso regresó Rodrigo con sus implementos de primeros auxilios. Pero viendo a su madre en un grito, se volvió hacia Rafael y le dijo:

-Hay que llevarla a la clínica local. A que le saquen una radiografía.

-Si, es buena idea. Llevemosla.- apremió entonces el susodicho mientras se preparaba a cargarla.

-Espera Rafael- dijo Erendira mientras apretaba sus ojos por el dolor que decía sentir- esto es culpa tuya. Ni Daniela ni Rodrigo tienen que hacer en la clínica. Llévame, y que ellos nos esperen.

-Pero yo quiero ir mamá- pidió el muchacho, mientras yo me maravillaba de lo manipuladoras que podemos ser las mujeres.

-No hijito. Mamá va a estar bien. Tal vez no sea grave.

-Si Eréndira, yo coincido con Rodrigo. Creo que deberíamos ir todos -aventuré la frase, para ver qué decía ella.

-Ni hablar. Que se haga responsable quién realmente lo es. Ustedes se quedan aquí, y no hay nada más que hablar.

Rafa volteó a verme con el aspecto vencido que tienen los hombres cuando no pueden argumentar nada más.

-Esta bien Erendira- alcanzó a proferir él.- iré a sacar el auto.

-Ok Rafa. Apúrate.- le contesto ella y volteó hacia su hijo- Rodri, tráeme mi bolsa y un abrigo que está colgado en mi armario por favor.

El chico obedeció la orden, dejándonos solas a ella y a mí. Entonces Erendira me miró directamente a los ojos y dijo:

-A partir de que salgamos, te daré al menos unas cuatro horas. Veré si me es posible algo más.

-De acuerdo. Espero que sea tiempo suficiente.

-Tambien yo. Por el bien de ustedes-insistió ella y agregó- Por cierto, tengo lencería en el cajón inferior derecho de mi armario. Por favor póntela: quiero que mi hijo se estrene contigo usando esas prendas.

-Esta bien.

En ese momento llegaron el padre e hijo con sus encargos resueltos. Erendira se cubrió con su abrigo, en lo que Rafael la cargaba y llevaba hasta su vehículo. La depositó con cuidado en el asiento del copiloto y, cuando estuvieron listos, se volvió a dónde estábamos Rodrigo y yo y nos dijo:

-No tardaremos mucho. Ustedes sigan disfrutando.

-Vayan con cuidado por favor. Y sí, así lo haremos- contesté, sin sospechar aún, que esa última frase sería nuestra misión durante las próximas horas.

Este relato continúa.