Mi fin de semana con su familia. Primera parte
Había decidido ir a pasar un fin de semana con mi novio... pero no podía saber lo lujuriosa que resultaría ser su familia.
Mi relación con Rafael duró apenas un año y meses, pero en definitiva estuvo llena de intensas aventuras. Hubo una en particular que marcó una profunda huella en lo nuestro, y es la que voy a contarles ahora.
Resulta que Ricardo tenía una casa de campo en Cuernavaca -una linda y pequeña ciudad cerca de la capital de México- a la que solía ir algunos fines de semana cuando era casado. Pero tras su divorcio, había dado en permitirle a su exmujer ocuparla las más de las veces y, aunque seguía siendo de él, en la práctica hacía ya mucho tiempo que no la frecuentaba. Así que un día después de hacerme el amor, me platicó sobre esa propiedad y quedamos en ir un viernes después de clases. Claro que hube de pedir permiso en mi casa, pero cuando se enteraron que la invitación la había hecho mi profesor de contabilidad, cualquier problema que se hubiera podido presentar quedó resuelto en el acto.
Llegamos hacia entrada la tarde en el auto de el, y en lo que hicimos el aseo, ordenamos la despensa comprada en el refrigerador y las alacenas y terminamos de ordenar todo nos cogió la noche. Estábamos tan cansados que solo nos fuimos a dormir sin que la urgencia de nuestros cuerpos nos hiciera acercarnos, más que para descansar abrazados, y así transcurrimos esa noche.
Aún me sentía cansada al día siguiente en qué desperté. Me encontraba sola en la inmensidad de la cama king size que había en la habitación principal, y pude escuchar que en la parte de abajo de la casa había un par de personas que discutían acaloradamente. Me sobresalte. Solo se apreciaba la voz de una mujer y la de mi hombre en plena disputa, cuando comprendí que dicho timbre podía pertenecer a su ex. Entonces me levanté rápido y noté que mi ropa de cama era muy sexy para ir a ver qué estaba pasando (solo traía puesto un delicado camisón de encaje rojo que hacía juego con mis bragas del mismo material y color), así que desesperada busqué entre las cosas de mi maleta, una bata con que cubrirme un poco. Saqué apresuradamente un montón de prendas, intentando hallar la que se encontraba hasta el fondo, cuando de pronto supe que ya era inútil: las voces habían llegado hasta donde yo estaba.
-Asi es que ella es tu nueva perra- dijo la mujer sin respeto alguno.- vaya, al menos ésta si está guapa- agregó acercándose mucho hacia mí.
-Se llama Daniela. Y es mi novia, de quién ya te había hablado. -repuso él, visiblemente molesto.
-¿Que les parece? Su novia dice.- Profirió ella con infinito sarcasmo en su expresión- Muy bien Daniela. Tanto gusto, yo soy Eréndira, y probablemente sabrás que soy su expareja.
Yo no supe bien como reaccionar. Extendí mi mano hacia la que ella me estaba ofreciendo, mientras contestaba algo así como "el gusto es mío" o alguna otra frase de cortesía. Entonces Eréndira me jaló hacia ella y me dió un beso en la mejilla, y uno más en mis labios, a la vez que decía:
-No te mortifiques por el desastre que escuchaste. Estoy molesta porque Rafael vino sin avisarme y yo ya tenía planes para quedarme aquí el fin de semana. Pero bueno, la casa es grande y tú puedes considerarte mi invitada, ya que haber compartido el lecho con Rafael nos convierte en hermanas, preciosa.
En ese momento atiné a volver mi rostro para buscar el de Rafa, quien aún se hallaba indignado por la nueva situación. Se le notaba la furia contenida en su cara, pero aún pudo controlarse cuando le preguntó:
-¿Y tú esperas a alguien?
-Solo a Rodrigo.- contestó ella con desparpajo en lo que acababa de barrerme con la mirada.
-¿A Rodri dices? ¡Que insolencia de tu parte! Así no podremos quedarnos aquí. Por favor -volteo a verme y me ordenó- empaca de nuevo tus cosas.
-Pero ¿Quién es Rodrigo?- acerté a preguntar, mientras me colocaba la bata que finalmente apareció.
-Jajaja mi amor. - se rio por lo alto la mujer- ¿No le has platicado a tu nueva conquista nada de tu hijo?
-¿De tu hijo? - pregunté a la vez que clavaba mi mirada en Rafael.-No me habías mencionado cosa alguna sobre él ¿Que edad tiene, Rafa?
- Rodri tiene quince años Danny. Y no te había dicho nada porque no me pareció relevante.
-Dieciseis- corrigió su expareja- y si eso no es relevante en una relación, no se qué pueda serlo.
Hubo un silencio en el cuarto, en el que ninguno cambió la posición en qué se hallaba. Entonces agregué:
-Es que ella tiene razón.
-Pero claaaro que la tengo. Siempre la tengo. Ahora ven preciosa, deja un momento a este hombre que a veces solo piensa con el pene y vamos a almorzar tu y yo. -solicito ella mientras tomaba mi mano y literalmente me jalaba hacia las escaleras. Realmente todo era muy rápido para que yo lo pudiera analizar, así que me dejé llevar por ella hasta la cocina. Ahí nos preparó un omelette con champiñones y un delicioso café del que solo ella conocía la procedencia. Entonces, en lo que desayunábamos, Erendira siguió con su perorata:
-Estos hombres son todos iguales. Les ofrecen carne fresca y se van a por ella inmediatamente. No creas que Rafael es diferente, ni te pienses que es la primera vez que se mete con jovencitas como tú. Al menos yo le he contabilizado unas tres o cuatro más. Pero no sé, siento que eres diferente, y por eso me caes bien.
-Gracias Erendira. Tu también me agradas- le respondí con la esperada amabilidad, pues aún no sabía que esperarme de ella.
-A ti querida. ¿Sabes? Lo que te dije hace rato es cierto: ambas ya somos hermanas, pues hemos tenido relaciones con el mismo hombre. Y, por cierto, que no está nada mal. ¿Que te pareció?
-¿Qué cosa?- pregunté con sincera ingenuidad.
Ella dejó escapar otra estruendosa carcajada cuando respondió:
-¿Pues que va a ser? Su miembrote niña, el tamaño de pito que tiene Rafael entre sus piernas.
Yo sentí que me sonrojé de pronto. Y con voz apenas audible contesté:
-Me gustó mucho.
-Desde luego que te gustó, si había noches que a mí me dejaba lastimada pero aún pidiendo un poco más. Jaja hermanita, no sólo eres hermosa sino además cándida. De esas que el mundo adora. Espera, déjame ver, porque escuché que un auto se detuvo afuera de la casa.- pidió en lo que se levantaba a abrir la puerta de entrada. Se oyeron unas voces que cada vez eran más cercanas, hasta que ella y un muchacho alto, flaco y desgarbado hubieron llegado hasta el desayunador en qué me encontraba tomando el resto de café.
-Mira Danny, te presento a Rodrigo.- dijo en lo que el mozalbete me ofrecía su mano- Rodri, ella es Danny, es novia de tu papá.
-Gusto en conocerla señorita Danny- respondió él con una muy cuidada educación.
-Igualmente Rodri- dije a mi vez, contenta por el gentil trato de parte suya.
-¡Rodrigooo, hijo!- exclamó Rafael al llegar con los demás- dale un abrazo a tu padre.
Ambos se abrazaron en lo que Erendira me guiñaba un ojo. Entonces ellos se sentaron y nos tocó a nosotras hacerles de comer en lo que repasaban las anécdotas que había entre ellos. Por un buen rato en ese lugar hubo risas, bromas y buenos recuerdos, y yo por momentos me sentí parte de esa familia, como si todo se hubiera realizado para que los cuatro confluyeramos en el tiempo y ese sitio que de pronto se volvió entrañable. Y cuando más tarde acabamos de charlar, fue Erendira quien propuso que nos metiéramos a nadar en la piscina de la casa. Todos estuvimos de acuerdo y cada uno fue a su habitación a cambiarse de ropa. En el momento en qué me estaba poniendo mi traje de baño, comprendí que mi bikini era muy provocativo para usarlo en una reunión familiar: la parte de abajo cubría bien mi entrepierna, pero no era más que una delgada línea por detrás que dejaba ver con plenitud mis turgentes nalgas. Mi pequeño pene no me preocupaba porque el tratamiento hormonal de años lo había convertido en un instrumento inútil, pero en definitiva no podía darles ese espectáculo a Erendira y a su hijo. Empecé a buscar un pareo o algo parecido, cuando ella se paró justo detrás de mí y, apretando mis glúteos con firmeza, alcanzó a soltar:
-Pero que buena hembra se carga este infeliz.
Yo salté y me dí media vuelta, en lo que le increpe con molestia
-Pero ¿Que haces?
Ella me arrinconó en una esquina del cuarto y empezó a manosearme, a la vez que me decía que mi piel era tan suave, mis piernas tan estilizadas, mi culo tan redondo...y yo intenté gritar para pedir auxilio de Rafael, pero él y su hijo ya estaban instalados en la alberca y difícilmente conseguirían escucharme. A la vez que mi nerviosismo cedió el paso a mí curiosidad...
Está historia continuará.