Mi fantasía sumisa

¿Quién domina a quién?

Nos conocimos por internet, la calentura me llevó hasta aquí.

Ya lo hemos acordado, en cuanto yo entre a tu apartamento no me saludarás ni nada. Solo regresarás a tu escritorio porque tienes mucho trabajo. Eres un arquitecto muy exitoso y ocupado.

Yo sé que debo ir al cuarto, me quito la falda y el sostén, quedándome en una camisa blanca y una tanga gris. En la cama hay un pañuelo de seda negro y dos pinzas de ropa. También hay una soga, pero no le pongo caso. Yo no sé de eso, el que sabe someter eres tú. Yo camino hacia la cocina y tú paras para mirarme, pero no te mueves ni me dices nada. Me desnudas con la mirada. De la cocina agarro miel y aceite de coco. Antes de entrar al cuarto me giro, tú me sigues mirando. Me levanto la camisa rápidamente, como un flash. Es para joder contigo. Me miras un poco enfadado, no te gusta que me aparte de nuestro libreto, pero me sonríes sabiendo que estoy jugando contigo.

Entro al cuarto y coloco el aceite a un lado de la cama y la miel al otro. Me arrodillada en la cama y agarro las pinzas de ropa. Me las coloco en los pezones sin quitarme la camisa. Emito una respiración profunda para lidiar con el dolor. Mis senos siempre han sido hipersensibles desde que me operé. Agarro el pañuelo de seda negro y me tapo los ojos. Te espero. Te escucho teclear en la computadora y por la ansiedad mis pezones se vuelven duros. Estoy de espaldas hacia la puerta, cosa que cuando tú entres lo primero que verás será mi culito asomándose debajo de mi camisa.

Escucho el teléfono sonar, lo contestas y hablas con tu asistente. Le pides que no te interrumpa más por el día de hoy, que ya sales de la ofiicna. Mi piel se eriza. Ya vienes.

Entras lentamente al cuarto, tus zapatos en la madera suenan cada vez más cerca. Te me acercas y me das un beso en el cuello por detrás, me quiero derretir. Alfin.

"Cómo me quieres hoy, mi amo?" te pregunto.

"Amarrada, y luego te daré una recompensa," me dice tu voz severa.

"La recibiré gratamente," te digo. Me quitas las pinzas de ropa.

"Gracias por esperarme. Primero unos azotes, mi bella puta, por ese flash que me hiciste. Quién sabe si los vecinos te vieron. Eso no me gusta." Me dices, mientras me amarras las manos enfrente mío. Oigo que te empiezas a desabrochar el cinturón.

Estoy pulsando allá abajo, nunca me has dado azotes de verdad. Solo con la mano.

"Azotes?" te pregunto. Y antes de terminar la palabra colocas una mano en mi espalda para bajar mi torso. Arrodollada, con el culo en el aire, tengo miedo del dolor. De una, me das un correazo a la mitad de las nalgas y yo me trinco, dejando salir un gemido.

"Espera" me dices "es la primera vez que te pego así no?" Yo asiento. "Tranquila, ya sé qué te hará disfrutarlo más. Dolor y placer bebé." Alcanzas mi cartera y sacas mi pequeño vibrador. Sabes que siempre lo tengo en la cartera para cuando me pongo cachonda. Me lo insertsa suavemente en el coño, dándome un besito en la nalga cuando está adentro. Sin esperar, me das otro correazo, esta vez me trinco porque mi cuerpo todavía está aprendiendo a digerir el dolor y el placer a la vez. Me das otra vez, y luego te acerca para mover el vibradorcito hacia arriba, haciendo que vibre mi punto G. Una ola me empieza a invadir.

"Eso eso, mi putita, córrete, córrete para tu amo. La primera de muchas" me dices.

Después de empapar mi tanga, me quitas y apagas el vibrador y me quitas la tanga. Me giras boca arriba. Me abres las piernas, siento una sustancia extraña, pegajosa y pesada cayéndome en el coño. Es la miel. Sonrío. Ya? Qué poco he sufrido y qué rica recompensa me está tocando. Estás de buen humor.

Siento tu lengua recoger la miel, lamerme sin pudor. Doy un gemido profundo. Me giras, estás juguetón. Chorreas miel por mi culo y me la limpiar con un par de lamidos. Lames bien para que no quede pegajoso.

"Todo por el antojo de mi amo" digo entre risas y gemidos.

Luego me sueltas las manos, y aún no puedo ver nada. Me quitas la camisa y tiras los dos últimos sorbos de miel en mis pechos. Me vuelve loca el sonido de tu succión. Paracería que soy yo la ama.

Con una toallita caliente mojada me la pasas por todo el cuerpo para prepararme para mi segunda recompensa. Me acuestas boca abajo y siento cómo tus manos pesadas se deslizan por mi espalda con el aceite de coco. Recorres mis brazos, mi cuello, mis piernas. Llegas a mi culo y te concentrars ahí. Con mucho aceite y con dos dedos recorres mi raja desde mi ano hasta mi coño y desde mi coño hasta mi ano. Deslizas primero un dedo y luego otro, haciendo un gesto como si fuera llamándome hacia donde ti. Yo estoy disfrutandolo, desde que empezamos entrenas mi culo y ya me siento cómoda con dos dedos.

"Mi putita," me dices.

"Sí mi amo?" te contesto.

"Creo que estás lista para un tercer dedo en tu culo" dices maliciosamente.

"Yo creo que sí," digo ingenuamente.

De repente, en vez de entrar un tercer dedo, sacas tus dos dedos y empiezo a sentir algo gordo. Me tieso.

"Tranquila, tranquila" dices "si estás lista para tres dedos estás lista para mi pene" dices seriamente. Me exito.

"Tu pene?!" Me emociono y me esfuerzo por relajarme y abrir mi ano. "Hace días que quiero tu pene mi amo, destrúyeme."