Mi fantasía se hizo realidad. ¡Me follé a Carla!
El deseo se convirtió en realidad y pude follar con Carla. A la fiesta se sumó su amante. Los tres disfrutamos de una noche muy húmeda.
Cuando cogí el teléfono no podía creerme lo que estaba escuchando. ¡Por fin mi fantasía se iba a hacer realidad!
Pero empecemos por el principio.
Carla era hermana de mi amiga Ana. Ana y yo nos conocíamos desde hacía más de 20 años. Con el tiempo habíamos establecido una más que íntima amistad. A pesar de que su marido y yo éramos muy buenos amigos, no podía evitar desear a su mujer. ¡Estaba tremenda! Con el tiempo (tenía casi 50 años) había ganado mucho. Sus tetas se habían puesto enormes y tenía una sonrisa más que sensual. Su cuerpo ya lo quisieran tener algunas veinteañeras.
Como decía, nuestra amistad había ido a más y alguna vez nos hicimos unas pajas por teléfono o por whatsapp. A la cabrona le gustaba ponerme cachondo, pero nunca dejó que la tocase ni que la besase, salvo aquella vez que llevaba unas mallas “marcando raja” y me dejó pasar mis dedos por ella. Se adivinaba que tenía un coño enorme y mis dedos prácticamente se hundieron en él a pesar de las mallas.
Pero la historia con Ana no llegó más allá de contarnos muuuchas intimidades. Sin embargo con su hermana Carla la cosa sí que llegó un poco más lejos…
Carla estaba casada, pero tenía un amante. Un día me lo confesó. No quería dejar a su marido por no disgustar a la familia, pero su matrimonio era un desastre porque el marido un pusilánime que no sabía lo que tenía en su cama por las noches. Carla era una mujer increíble. Era mayor que su hermana pero estaba mucho más buena y tenía unos ojos increíblemente eróticos, que iban diciendo “me gustaría follarte”. O al menos eso pensaba yo cada vez que la veía porque mi deseo hacia ella era absolutamente pornográfico. ¡Cómo me gustaría follarla!
Ella sabía que yo era muy amigo de su hermana y un día me invitó a tomar café. Me extrañó, pero el deseo de estar con ella, aunque fuera tomando un café, impidió que me hiciera ninguna pregunta. Cogí mi moto y me planté en dos minutos en la cafetería que me dijo. Me confesó que quería divorciarse y que desde hacía unos meses mantenía una relación extramatrimonial, pero temía la reacción de su hermana y me preguntó que qué me parecía a mí. No supe qué contestarle, pero conociendo a Ana, al menos lo de la relación extramatrimonial yo sabía que no le iba a gustar.
Me empezó a contar que amaba a Javier (su amante) y estaba dispuesta a dejarlo todo por él. Javier le había vivir el sexo como nadie se lo hacía sentir. ¡Y no digamos su marido! No la tocaba desde hacía meses. Me había dejado patidifuso. ¿Qué José no la follaba? ¡Ese tío tenía que ser imbécil! Con el pivón que tenía a su alcance…
Sin saber cómo la conversación fue derivando hacia las formas que teníamos ambos de disfrutar el sexo. Le conté que a mí me gustaban los juguetes eróticos y, sobre todo, lamer el coño y el clítoris. Me encantaba que la mujer se corriese así y chupar sus fluidos después. Ella me confesó que le encantaba el sexo anal y que su enorme agujero trasero iba a juego con su enorme vagina por donde le gustaba que la follasen con el puño. ¡No daba crédito a lo que escuchaba! Suponía que tendría el enorme coño de Ana (por algo son hermanas) pero es raro conocer a una tía que le guste que le metan el puño. ¡Me estaba poniendo a mil imaginando meterle el puño a Carla hasta el codo y oírla gemir con la dulce voz que tenía!
En un momento dado me preguntó que qué opinaba yo de los tríos. Le dije que era una fantasía que cualquier tío tiene. Follarse a dos tías a la vez tenía que ser la rehostia, pero no lo había hecho nunca. Me dijo que Javier tenía la fantasía de tener un trío, que le gustaría que otro tío la follase a ella junto a él. Me quedé mirándola y no pude evitar soltarle “¡que cuente conmigo!”. Ella se empezó a reír y me confesó que a ella no le gustaba la idea, pero que amaba a Javier y estaba dispuesta a hacer realidad casi todas las fantasías que le pidiese. Aun así pensaba que ésa era una de las que no llegarían a cumplirse. ¡Mi gozo en un pozo…!
Sin embargo aquel viernes por la tarde recibí una llamada suya.
- ¿Aún estás interesado en ese trío? –me espetó sin saludarme siquiera-
- ¿Qué…? -No acerté a contestarle otra cosa-
- Que si estás interesado en follarme con Javier.
Estaba alucinando.
- Yo te follaría con Javier, con Pepe o sin ninguno de ellos –le contesté con un deseo que seguro que ella pudo “ver” a través del teléfono-
Mi polla se había puesto tiesa y amenazaba con romper el pantalón. La sola idea de follar con Carla ya era para correrse de gusto, pero además en un trío…
- ¿Te parece que quedemos esta noche en casa de Javier? –me preguntó sin anestesia ni nada-
- ¿A qué hora?, ¿dónde está su casa?
Me dijo que a partir de las 22,00h y me dio la dirección.
- ¡No faltes! –me dijo- ¡Ah, y no se te olvide traerte el vibrador del que me hablaste aquella tarde!
Se refería a un masajeador que le dije que había comprado una vez para mi mujer y que la volvía loca de placer.
Terminamos la llamada y yo no pude evitar pensar que me estaba vacilando. No podía creer que Carla quisiera hacer un trío conmigo y con Javier. Sin embargo mi deseo de poder follarla me hizo borrar cualquier duda.
A las 22,15 estaba tocando al timbre de una casa en un barrio residencial muy bonito que hay en mi ciudad. Con un jardín delantero precioso, fuente central incluida. Temía haberme confundido al tomar nota de la dirección porque nadie contestaba. Sin embargo, había luz en la casa. La cancela de la entrada se abrió y también la puerta de la casa que había unos metros después, pero no vi a nadie. Entré.
Detrás de la puerta estaba Carla con un picardía transparente que dejaba ver claramente sus enormes pechos y su coño.
- ¡Hola! –me saludó sonriente al tiempo que me besaba en los labios de forma fugaz-. Sígueme. Javier está arriba, en la habitación.
Ella subió las escaleras delante de mí y eso me permitió contemplar su apetitoso culo. Era un culo espectacular. Bien redondeado y muy hermoso a pesar de su edad. Ese culo que tantas veces había deseado cuando la había visto vestida (los vaqueros le sentaban fenomenal) ahora lo tenía a mi alcance. Pero lo que de verdad me impresionó fue su concha, tenía una vulva gigante que asomaba en la entrepierna y que casi le dificultaba el caminar. Sus labios eran colosales y su raja se apreciaba hasta por detrás. Ella volvió la cabeza y me pilló mirando su coño.
- No te preocupes, ahora podrás gozar con él –me dijo lanzándome un guiño-
En la cama estaba un tío tumbado con la polla enhiesta, esperándonos. Al vernos se incorporó y me saludo dándome la mano.
- Siento que hayamos empezado sin ti, ¡pero cualquiera aguanta teniendo este bombón delante…!
- Lo entiendo. ¡Yo estoy a punto de correrme con sólo verla…!
Todos reímos.
Visto que yo iba un poco rezagado me puse manos a la obra inmediatamente, con la ayuda de Carla que me desabotonaba mis pantalones con cierto frenesí. Mientras tanto Javier volvía a tenderse en la cama con su polla como un percutor que ansiaba taladrar a Carla por alguno de sus agujeros.
Cuando Carla liberó mi polla, una gotita de líquido preseminal apareció en su punta. Carla me miró con esos ojos de tigresa y una sonrisa pícara en la boca.
- ¡Uy, era verdad que estás a punto de correrte!, pero aún tendrás que esperar un poco.
Y metió mi polla en su boca succionando con fuerza para sacarme la leche que estaba a punto de brotar de mis huevos. Supo parar a tiempo, porque sin duda me hubiese corrido en ese mismo momento.
Me cogió de la mano y me llevó donde estaba Javier. Se puso a 4 patas y empezó a mamársela mientras me ofrecía su impresionante culo. No lo dudé. Puse mi verga a la altura de su agujero y empecé a darle por el culo sin compasión. Mi polla estaba eufórica. ¡Cuántas veces me había pajeado pensando en una situación parecida con Carla y ahora mis fantasías se hacían realidad!
Yo entraba y salía de su culo sin mucha dificultad. Se notaba que Carla estaba acostumbrara a recibir por detrás y que eso le procuraba mucho placer. De vez en cuando abandonaba la mamada a Javier para gemir y pedir que la follara más, que quería toda mi polla dentro. Yo empujaba con fuerza. Me dolían los huevos de tanto chocarlos contra su coño, pero tuve que parar porque estaba a punto de correrme y no estaba dispuesto a terminar tan pronto.
En ese momento Carla se dio la vuelta y se sentó encima de Javier mirando hacia mí y clavándose la polla en el culo mordiéndose el labio inferior y cerrando los ojos. Yo aproveché para coger de la mochila que había traído el masajeador de clítoris que Carla me había pedido. De que Carla oyó el zumbido del aparato abrió los ojos.
- ¡Síiii, frótame el cítoris…. Estoy a punto de correrme…! -Dijo entre gemidos-.
Yo coloqué la bola vibradora en su clítoris y los espasmos de placer empezaron a recorrer su cuerpo. Abría y cerraba la piernas y se retorcía de placer sin abandonar la polla de Javier que la tenía metida hasta la base. Ella se magreaba sus pechos y disfrutaba como una perra con el placer que le estábamos procurando los dos. Verdaderamente su coño era enorme, y sus labios parecían hinchados de lo grande que los tenía. Al mismo tiempo que sostenía el masajeador con una mano, empecé a introducir mis dedos con la otra. Estaba completamente mojada. Creo que se había corrido ya, pero seguía disfrutando.
Su clítoris parecía un pequeño pene que se movía a un lado y al otro del vibrador y mis dedos se iban sumando en la entrada de aquella gruta del deseo. A los cuatro que ya tenía dentro se unió el pulgar y mi puño empezaba a hacerse un hueco en su vagina hasta que entró definitivamente. Carla empujó en ese momento para que le metiera más y mi muñeca ya estaba dentro pero ella me pedía que le metiese más. Noté como sus fluídos llenaban mi mano. Se estaba corriendo de nuevo y yo seguí empujando hasta que mi antebrazo estaba casi todo dentro. Era impresionante notar la polla de Javier que estaba percutiendo su otro agujero y los dos acompasamos los movimientos para darle todo a esa hembra absolutamente poseída por el placer.
Yo no aguaté más y saqué mi brazo de su coño para sustituirlo por mi polla. Estaba a reventar y necesitaba descargar inmediatamente pero Carla no me dejó.
- ¡Quiero que te vacíes en mi boca! -Me suplicó con esa mirada felina a la que era imposible resirtirse-.
Sólo fueron necesarios dos mamadas de su boca para que mi polla empezase a echar leche como un surtidor llenando su cara, sus ojos y su pelo de mi semen que ella intentaba atrapar con su lengua como una auténtica viciosa para tragarse lo que pudiera.
Javier disfrutaba con la escena y apartó a Carla para incorporarse y correrse también en su cara. Algunos de sus lechadas fueron a parar a mi polla y a la mano que la aguantaba para que Carla pudiese aprovechar hasta la última gota de mi semen. No me importó. Yo estaba extasiado con la escena.
Todos nos dejamos caer en la cama y tanto Javier como yo besamos a Carla en su boca, en sus senos, en su coño, en su cuello… Era una auténtica diosa del sexo y todo apuntaba a que no sería la última vez que los tres íbamos a disfrutar como lo hicimos aquella noche.