Mi fantasía hecha realidad
Se ha vuento normal que tenga sueños húmedos por las noches. Mi calentura ha hecho que vaya en busca de mis deliciosas fantasías eróticas...
Ese día amanecí más prendida que nunca; había tenido sueños húmedos y durante la noche no pude evitar que mis manos acariciaran mis bien torneados muslos y llegar hasta mi rica conchita a quien penetré con todas mis ansías con mi dedo. Mi vulva lanzaba jugos de placer y mis senos estaban más erectos que nunca. Me sentía muy atractiva y sensual esa mañana.
Al ducharme, no pude evitar que mi dedo corazón se insertara nuevamente en mi rajita; definitivamente ese día necesitaba de un buen garañón para descargar toda mi lujuria.
Cuando comencé a vestirme, elegí unas deliciosas braguitas negras que se insertaron en mis nalgas y sólo cubrían mi delicada vulvita. Creí que iría muy bien con una minifalda roja que dejaba admirar mis largas y ricas piernas a quienes decidí no cubrirlas con estorbosas medias. Me miré al espejo y contemplé mis senos que continuaban erectos y esto me excitó aún más, me coloqué una blusa negra muy pegadita a mi cuerpo que dejaba notar mi bien marcada cintura. Me inserté unas zapatillas negras con correa y así decidí salir a buscar al macho que me hiciera sentir muy mujer. Pinté mis labios de rojo carmín y me perfumé delicadamente, mi negro cabello rizado volaba libre con el viento.
Mis vecinas mojigatas no dejaron de señalarme cuando me vieron salir de mi apartamento; pero no me importó, yo soy más mujer que ellas y lo único que cuidaban era que a sus maridos no se les ocurriera meterse a mi cama sin imaginar que a mis 23 añitos era el sueño de padres e hijos y me divertía de vez en cuando. Recuerdo el día que alguna de mis vecinas se fue de viaje y su marido buscó consuelo en mí, lo delicioso fue que hicimos el amor en su propia casa y en su misma cama. Estábamos practicando un riquísimo 69 cuando nos sorprendió su hijo de tan sólo 15 años, lejos de correrlo lo invitamos a que se desnudara y se metiera a la cama con nosotros. Sus manos inexpertas comenzaron a acariciar mis grandes tetas y fue el mismo padre quien propuso que su hijo estrenara su paja en mi rajita a la vez que besaba y mordisqueaba mis pezones mientras él me daba como bestia por detrás ¡qué trío hicimos ese día! Al ruco le devolví las ganas de vivir y al chico lo inicié en la vida sexual; porque por supuesto, no fue la única vez que practicamos algo así los tres. Es nuestro secreto. Otro día, una vecinita me pidió ayuda respecto a su computadora (han de saber que soy licenciada en computación) y una charla llevó a otra y cuando menos nos percatamos; estábamos contemplando páginas porno en Internet, esto elevó la temperatura de ambas y ella comenzó a buscar mis labios para besar, yo no opuse ninguna resistencia y sentí un delicioso cosquilleo cuando comenzó a tocar mis pezones ya erectos y deseosos de que alguien los mamara muy rico. Fue mi primera experiencia lésbica y por supuesto que tampoco fue la última vez que mi vecinita y yo pasamos una noche juntas, pues hace el sexo oral más rico que haya sentido con una chica, además de que tiene los melones más suaves y deliciosos que he visto y probado. Y cómo olvidar al chico que me espía por la noches cuando duermo, pues esa manía mía de dormir desnuda y con la ventana abierta ha invitado a más de dos a cumplir algunas fantasías sexuales y la de él es grabarme con su videocámara o la mayor parte de las veces tomarme fotos para venderlas a sus amigos. Cree que no lo sé, pero ya he recibido muchas invitaciones de volverme famosa a través de películas caseras porno. Se escucha delicioso, pues obtendría placer, fama y un poco de dinero extra que a nadie le cae mal. Mmmm, Lo estoy considerando.
Mis recuerdos se vieron interrumpidos cuando me dirigí a una esquina para esperar un taxi y comencé a sentir las miradas ardientes de los varones que se topaban en mi camino, el andar con los tacones hacia que mi pronunciado culito se meneara en un vaivén que le paraba el pito hasta al más recatado de los hombres. Cuando abordé el taxi le regalé la más hermosa postal que haya visto el chofer a través de su espejo, pues no quitaba su mirada de mis piernas y yo a propósito abría mis muslos para que se quedara grabada en su mente mi rica conchita a la vez que inocentemente venía chupando mi dedo índice cual paleta. Trató de ser discreto, pero pude percatarme de que se venía pajeando. Cuando llegamos a nuestro destino, estiró su mano para tomar el dinero por el servicio y discretamente manoseó mi seno izquierdo, yo sólo le sonreí e intercambiamos teléfonos, era muy probable que otro día le pidiera un "servicio" más privado.
Llegamos a la estación del metro y como era costumbre a la hora pico, estaba a reventar. Yo suelo abordar siempre los primeros vagones que son de uso exclusivo para damas pues se supone que se va más cómoda; pero ni allí te libras de los toqueteos también y en esta ocasión, como iba yo muy caliente, lo que necesitaba eran los manoseos de un hombre y me aventuré a irme a los últimos vagones. Iba yo bajando las escaleras cuando ya tenía sobre de mi múltiples miradas libidinosas de hombres ardientes y lujuriosos.
"Estimados usuarios, se les suplica un poco de paciencia, el tren reanudará el servicio en unos momentos más" fue lo que se escuchó a través de los altavoces del transporte; lo que ocasionó que más gente se fuera acumulando en el anden. Yo estaba parada casi en el medio cuando empezó a llenarse de gente y fue entonces cuando comencé a sentir deliciosos e indiscretos roces a mis nalgas, uno de esos fue un manoseo a mis piernas y otro más a mis tetas y eso comenzó a calentarme aún más. Por fin llegó el tren a la estación y yo ya estaba más ardiente que nunca, mi conchita no fue nada discreta y comenzó a arrojar chorritos de deliciosa leche de tan sólo imaginar qué era lo que me podría esperar dentro de aquél vagón.
Las personas inmediatamente se arremolinaron buscando quedar enfrente de las puertas del transporte, lo que ocasionó muchos empujones y jaloneos, cuando abrió sus puertas todos buscamos introducirnos; pero no faltó el inteligente que pensó en introducir sus manos entre mis muslos y uno más que alcanzó a pellizcar mi pezón que para entonces, ya parecían grandes canicas. Así fue, en medio de toda la confusión, quedé muy apretujadita entre toda la gente; para mi buena suerte, la mayoría hombres.
Ya dentro, el tren quedó inmovilizado un rato más, lo que ocasionó que más gente intentara abordarlo y que nos fuéramos recorriendo y apretando más. Los chicos no pudieron esperar y de pronto comencé a sentir manos lujuriosas en todo mi sexy cuerpo. Lo espectacular es que un hombre de muy corta estatura quedó justo en el frente de mí, bajé mi mirada para apreciarlo y no era mal parecido, se sonrió y sabiendo que absolutamente nadie lo notaría, comenzó a acariciar mis piernas con sus pequeñas manos. Nunca había tenido una experiencia con alguien de sus características y no opuse resistencia, pues sus caricias me iban subiendo la temperatura y cuando sentí, él ya estaba recorriendo mi culito. Yo sólo iba mordisqueando mis labios por el placer de las caricias ardientes, lo que ocasionó que el pasajero que venía enfrente de mi se excitara e intentara acercar sus labios a los míos. Yo no lo permití, pues el juego iba comenzando y para todos llegaría su oportunidad, sólo le sonreí y continué mordiendo mis labios y de vez en cuando, mojándolos con mi lengua con un movimiento sensual y ardiente lo que seguramente le habrá parado el pito a más de uno. El tren cerró sus puertas e inició su marcha.
El pequeño hombre continuó sus caricias y de pronto, comenzó a bajarme poco a poco mis braguitas, yo lo miré con un gesto de aprobación y él sin ningún problema continuó bajándolas. Deliciosamente sentí como las arrancó de entre mis nalgas, bajaron a mis muslos, llegaron a mis rodillas y en segundos él las destrozó para que no llegaran hasta el suelo. El hombre; sin ningún pudor, comenzó a coquetear con mi vulvita ya desnuda, lo que me comenzó a provocar pequeños gemidos de placer. No sé si se habrá dado cuenta el hombre que venía detrás de mí, pero no tardó en querer participar. Se repegó mucho a mis nalgas y con el movimiento del tren, su paja se fue poniendo dura. Acercó su boca a mi oído y bajito me preguntó "¿quieres jugar un ratito?" volteé mi mirada y le sonreí, con un movimiento de cabeza acepté y me dejé llevar otra vez. Su mano rápidamente bajó su cremallera y sacó su delicioso pene ya erecto, poco a poco fue subiendo mi faldita y comenzó a rozar con su cabecita mi redondeado y sabroso culito.
Intempestivamente, el tren detuvo su marcha y se quedó parado por unos minutos. El calor se comenzó a sentir y yo desabotoné mi blusa para refrescarme un poco, el chico que venía delante de mi no pudo evitar dirigir su mirada a mis tetas desnudas que se asomaban y comenzó a pajearse, fue entonces cuando decidí acercar mis labios y darle un beso. Nuestras lenguas de fuego se buscaron y sus manos buscaron mis pezones para pellizcarlos. Fue un beso muy ardiente que lo invitaba a que formara parte de la fiesta que estaba comenzando en mi cuerpo, pues el hombre de poca estatura no tardó en acercar su lengua a mi velludita vulva y comenzar a chupármela.
Era verdaderamente delicioso lo que estaba ocurriendo dentro de ese tren, que comenzaba a reanudar su marcha. La sangre me hervía al sentir esas manos deseosas por todo mi cuerpo y de diferentes hombres, una de mis fantasías sexuales se estaba volviendo realidad.
El hombre de allá abajo era un experto con la lengua y mi conchita le devolvía bocanadas de deliciosa leche, quizá el movimiento erótico que esto me provocaba hizo que mi culito también reaccionara y le pedí al chico de atrás que me insertara todo su instrumento, él sonrió y con sus manos frotó y separó mis nalgas. Escuché su respiración agitada cerca mi oído y el vaivén del tren hacía el resto, pues su pito ya me tenía muy bien insertada y mis nalgas estaban muy pegaditas a sus bien proporcionados y velludos huevos, el otro chico no dejaba de pellizcar y acariciar mis ricas tetas y se aventuró a meter su manos debajo de mi blusa para que el contacto fuera más delicioso. Era riquísimo el placer que estaba viviendo.
Así pasamos algunas estaciones y la gente bajaba y subía, pero nunca se percató de lo que venía sucediendo dentro de aquel tren. Era tanta ya la excitación de los chicos y yo que decidí invitarlos a mi apartamento, pues creí que solamente me hacía falta mi vecinita para completar aquel exquisito cuadro sexual. Por supuesto que aceptaron y nos bajamos en la siguiente estación para abordar el tren de regreso.
Después de todo, hallé lo que había salido a buscar y no había conseguido a uno, sino a tres machos que me demostrarían por qué me agradaba tanto el sexo. La orgía que ahora nos esperaba me excitaba y no podíamos esperar, la ropa ya nos estorbaba y aún cuando yo iba sin braguitas y sin sostén, ya deseaba posar totalmente desnuda para mis invitados quienes ya tampoco podían ocultar sus ansías por insertar mi conchita o meter su pene en mi boca, eso sí que me enloquecía.
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Continuará.