Mi fantasía hecha realidad
Victoria por fin hace honor a su nombre, y convence a su marido de disfrutar de un intercambio de parejas. En un efímero viaje a Inglaterra, ambos se ponen manos a la obra. Victoria se sorprende al ver en aquel oscuro club, a uno de sus actores favoritos. Feliz noche.
Por fin, después de varios años de matrimonio, Victoria se había decidido a contarle a su marido, su mayor fantasía sexual. Ser compartida con otro hombre. Sentirse llena de otra polla, que no fuera de la su amado esposo. Se sentía muy contenta con el sexo compartido con Andrés, el que se había convertido en su marido hacía cinco años. Pero necesitaba probar cosas nuevas. Y esa había sido la explicación que le había dado a él. Ambos habían fantaseado durante noches, el ser compartidos con otra pareja, y dejarse venerar por otras personas. Aquel sexo había sido el mejor que habían tenido en meses.
En uno de los muchos viajes que compartían hacia Londres, por trabajo, decidieron que aquel sería el mejor lugar para llaver a cabo aquella fantasía. Allí nadie los conocería, y podrían dar carta blanca a sus deseos más oscuros. A demás, a ambos le atraían la belleza norteña de aquellos ingleses.
Victoría era una joven de cabello largo y oscuro como la noche. Su cabellera rizaba era la envidia de muchas mujeres, y el deseo de muchos hombres. Su marido le repetía cada noche, cuando lo excitaba jarlarle del pelo, mientras arremetía contra ella con toda su pasión. Sus ojos, marrones, como los de la mayoría de la población, pero con una señal de picardía, formaba erecciones por donde iba. Su cuerpo era delgado, pero con bastantes curvas. Sus pechos, siempre escondidos por el sujetador, y una camisa que dejaba demasiado a la imaginación, parecían ser de una medida estandar, pero en cuanto se deshacia de la ropa, doblaban su tamaño. Andrés le había repetido muchas veces, que no entendía donde escondía aquellas grandes y suaves tetas. Su culo en cambio, era de una medida más pequeña, pero muy elevado, sus piernas eran definidas. Se notaba desde lejos que la joven se cuidaba.
Andrés por su parte, también era un hombre que levantaba pasiones, incluso más que su mujer, puesto que a él no le daba vergüenza demostrar sus atributos. Su metro ochente y ocho, era lo que había enamorado a su esposa. Su cuerpo fuerte, y definido por el deporte, podría hacer babear a cualquier mujer, y a muchos hombres. Sus ojos verdes, con una pisca de gracia siempre y su cabello rubio y despeinado lo hacía parecer un joven despreocupado. Pero lo que más le gustaba a Victoria de él, era su barba. Solían bromear, con que aquello había sido lo que la había enamorado.
Los dos eran una pareja extraurdinaria. Se comprendían mutuamente, y se adoraban. Por eso se habían decidido a llevar a cabo aquella fantasía que los había atormentado durante semanas.
Cuando llegaron al club de intercambios del centro de Londres, los dos estaban nerviosos. Hebían fantaseado con aquello muchas veces, pero ahora, estaban a escasos pasos de convertir sus deseos en realidad.
—¿Te sientes bien, cariño?
—Si, tan solo estoy un poco nerviosa.— Admitió Victoria.
—Tranquila, en cualquiera comento, pero puedes decir que quieres parar, y en un segundo lo pararé todo.
—Te amo.— Le susurró extasiada por el amor que le profería su marido.
—Y yo.— Sonrió.— Vamos, no hagamos esperar más a todos esos hombres que quieren perderse en tu interior.
Victoria se sintió acalorada por el comentario de su marido. Si, ella tampoco deseaba hacer esperar a aquellos hombres con los que compartiría una noche de pasión, y a las mujeres que quisieran probar a su esposo.
Cuando entraron en el lujoso club, ambos sintieron una punzada en sus zonas genitales. El lugar estaba iluminado tenuemente. En su interior, varias docenas de parejas, se divertían bailando un suave Vals, o tomando una copa en la enorme barra. Victoria frunció el ceño. Aquello parecía un bar normal y corriente.
—¿Seguro que no nos hemos equivocado?
Andrés rió.
—¿Qué te esperaban mi amor?, ¿una orgía montada en mitad de la entrada?
—Algo así.— Admitió.
Aún riendo, Andrés empujó a su mujer hacia la barra y pidió dos copas de Wisky. Aquella bebida haría que los dos se sintieran más liberados. Tomanron un sorbo a la vez y miraron a su alrededor. Varias parejas le devolvían la mirada con picardía. Algunas más adultas, y otras más jovenes, quizás tuvieran su misma edad. Ninguno hablaría sobre la edad de la pareja con la que compartirían la noche, pero se suponian, que en el momento lo pensarían.
—Hola, buenas noches.
Victoría sintió como el vello de su cuello se podía de punta. La voz que le había hablado a sus espaldas era grutal, muy masculina, pero sobretodo, sensual. Madre mia, aún no la habían tocado, y ya sentía la humedad en sus bragas. Dandose la vuelta en al silla en la que la había sentado Andrés segundo antes, se estampó cara a cara con un pecho ancho y fuerte, con un suave olor a perfume varonil. Quizás fuera de menta. Pensó para si misma. Elevó la vista, y sus ojos casi se echaron fuera de su rostro.
—Santo Dios.— Susurró para si misma.
—No digas nada, en estos lugares debe haber maxima discreción.— Le susurró su marido en su idioma materno.
Victoria asintió, y le sonrió al recien llegado, que conocía puesto que era un famoso actor de cine. El hombre, aceptó su gesto de buen grado y le tendió la mano a su marido.
—Henry Cavill.— Susurró Victoria de nuevo, sin percatarse que aquel hombre pudiera escucharla.
—Aquí prefiero que me llamen, James.
Victoria asintió saliendo de su trance.
—¿Ha venido solo señor James?
—No, por supuesto que no.— Se dio media vuelta y señaló a una joven de cabellera rubia y ojos muy azules, con un cuerpo espectacular. Con un gestó la invitó a que se acercara.— Les presento a mi compañera, María.
—Encatada.— Se presentó con simpatía.
A Victoria le calló bien desde el minuto uno. Parecía ser una chica muy respetuosa y simpatica. Al parecer, habían encontrado a la pareja perfecta.
Las dos parejas hablaron largo y tendido durante una hora. Las mujeres hablaron sobre sus trabajos. Victoria le había admitido que era abogada, pero en su tiempo libre, le gustaba enseñar a otros el mundo del yoga. María se sorprendió por aquello, y decidieron intercambiar números, siempre había querido aprender aquel arte. La joven rubia, le contó como era su vida como diseñadora grafica. Los hombres en cambio, mantuvieron una conversación más banal. Ambos estaban demasiado extasiados por la belleza de las dos jovenes que charlaban a centimetros de ellas. Demasiado excitados ya, le propudieron a las dos mujeres a ir a una de las habitaciones privadas del club, y ambas aceptaron rapidamente. Andrés tomó de la mano a su joven esposa, y le dedicó una sonrisa picara.
—Estoy seguro, de que si meto una de mis manos en tus bragas, las encontraré demasiado humedas.
—Supones bien querido esposo.
Cuando llegaron a la habitación privada, las dos parejas sabían que la charla había acabado. Era momento de disfrutar.
Henry, el que se hacía llamar James, tomó a su pareja y desabotonó su vestido. Tomó los hombros de la prenda y la dejó caer, hasta que fromó un remolino a los pies de la joven. Andrés, lo imitó, pero dejando de paso, varios besos por todo el cuerpo de su esposa. Victoria sonrió extaciada de placer. Andrés era capaz de encerderla en un segundo. Ambos hombres llevaron a las mujeres a la enorme cama que presidía la habitación, y las hicieron acostarse, dejando el culo por fuera de la cama.
—Primero te haré gritar yo, y luego dejaré que James te folle como te mereces.
Victoria asintió, y dirigió la cabeza de su marido, al punto exacto donde su cuerpo le exigía atención.
Durante varios minutos, Andrés saboreó a su mujer, y James hizo lo mismo con la suya. En la habitación, solo se escuchaban los gemidos y gritos de las mujeres.
—Cariño, quiero tu polla.— Pidió Victoria.
—Tendrás que esperar. Quiero que se la chupes a James. Le darás placer, como me lo das a mi todas las noches, o sino, no dejaré que te folle.
Victoria asintió. Aceptó la ayuda de su marido para levantarse de la cama, y tomó la mano de James. Primero aceptó su beso. Lo beso con pasión y necesidad. Había deseado tanto aquello. El hombre, recorrió su cuerpo, masajeó sus pechos, y tomó sus pezones, que se ergían duros contra él. Tomó uno de ellos en su boca, y lo chupó y lo mordisqueó, hasta que volvió a escuchar los gritos de placer de la mujer.
—Quiero comertela.— Pidió al hombre.
—¿Quieres chuparme la polla?
—Si.
—Si no lo haces bien, no te follaré.—Advirtió.
Victoria sonrió. Estaba segura que el hombre se sentiría muy muy a gusto con el placer que ella le daría. Sabía que era muy buena dando sexo oral, y se lo demostraría. Se agachó hasta estar frente a la bragueta del hombre. Desabotonó su pantalon y bajó la cremallera, sin apartar la vista de los ojos de James. Bajó sus pantalones, y lo ayudó a quitarselos. Acarició su polla, que ya estaba totalmente dura y con la punta mojada. Primero lo haría sufrir, y luego lo elevaría al cielo.
—Chupamela.— Ordenó con voz grutal.
—Shh... ahora mando yo.
James elevó las cejas con sorpresa, pero se dejó hacer.
Victoria siguió acariciando la erección por encima del boxer. Lamió la polla, aún con la prenda puesta y mordisqueó suave mente la punta. El hombre la miraba extasiado.
—Joder, chupamela.— Ordenó.
Victoria sonrió con picardía, mientras le bajaba el boxer. Una enorme y gruesa polla, saltó ante ella. Lambió su mano, y luego acarició aquella erección. Era más gruesa que la de su marido, aquello podría estar muy bien. Se dijo a si misma.
—Te gusta su polla cariño.— Le habló Andrés, con la voz entre cortada. María ya había comenzado a chuparle la polla con suavidad.
—Me encanta.— Dijo antes de metersela en la boca.
James soltó un gemido grutal, y acercó la pelvis hacia la boca de la mujer. El placer que había sentido cuando ella cerraba la boca sobre su polla, había sido demasiado delicioso, quería volver a sentirlo.
—Vuelve a meterte mi polla en la boca nena.
Victoria le hizo caso. Volvió a sacar aquella enomer polla de su boca, la sopló suave mente, y volvió a metersela en la boca. Esta vez no se detuvo, siguió chupandosela a un ritmo controlado.
—Joder, así, sigue nena.— Gimió.— Santo Dios, como la chupas. No parez nena. Luego te follaré como recompensa.
Victoria sintió humerdeserse aún más, ante las promesas del hombre. Le encantaba que le dijeran guarradas durante el sexo, y aquel parecía que le gustaba lo mismo.
—Mmm... joder María, como la chupas.— Escuchó a su marido a su espalda.— Las dos estáis hechas unas buenas putitas.
—Dios si, tu mujer la chupa muy bien. Después me la follaré como a una putita.
Victoria y Maria comenzaron a chupar aquellas dos grandes pollar con más ganas. Comenzaron a hacerlo con rapidez. Los hombres parecían estar a punto de correrse.
—Para.— Le ordenó James.
La ayudó a levantarse con dulzura, y la volvió a besar con pasión, sintiendo su propio sabor en la boca.
—Ahora te follaré.
Victoria asintió. Se dejó volver a llevar hacia la cama, y se colocó a cuatro patar como le pedía su amante. Volvió la cabeza, y vio a su marido sentado sobre un sofá, y a María cabalgando ya sobre él. Aquella vista la hizo humedecerse aún más.
—Mirame a mi, soy yo quien te follará.— Ordenó James.
Victoría volvió la mirada hacia él, y sonrió. El hombre, la tomó de las caderas y la obligó a colocarse boca arriba, y a apollarse en la almohada.
—Quiero ver tu cara mientras te la meto por primera vez. Quiero ver la cara de placer que poner cuando te meta mi polla, y luego cuando te corras para mi.
Victoria asintió, y tomó la cabeza del hombre para acercarlo más a ella. Lo besó loca de pasión, mientras acariciaba su polla, apollada en su barriga.
—¿Quieres que te la meta?
—Si, por favor. Metemela.
—¿Suave, o duro?
A Victoria no le dio tiempo a responder. James tomó su propia polla, y se la metió de un golpe. El grito de placer de Victoria llenó toda la habitación. Arqueó su espalda y cerró los ojos con placer.
—¿Te gusta nena?
—¡Por favor, follame!
—Tú me hiciste sufrir a mi, ahora te haré sufrir a ti.
Victoria intentó defenderse, pero el hombre volvió a besarla, a la vez que volvia a salir de ella casi completamente, aguantó unos segundos, y volvió a metersela con dureza. Victoria volvió a gritar esta vez en su boca.
—Follame por favor, necesito que me folles.
—Te follaré cuando me dé la gana.
Victoria se excitó por la dureza del hombre. Rodeó sus caderas con su piernas y lo intentó acercar a ella.
— ¿Quieres mi polla?
—Por favor.
James sonrió y comenzó a follarla suavemente, sabía que aquello la volvería loca.
Victoría jadeo con protesta, a la vez que escuchó el orgasmo de María. Su marido sabía donde tocar a una mujer, para hacerla llegar al climax más puro. Unos segundos después notó que la cama se hundía al lado de su cabeza, y miró a su marido que le sonreía.
—¿Y María?
—Se ha marchado.— Respondió James, sacando la polla de ella.
Victoria se sentía confundida, pero no le dio tiempo a preguntar, cuando James comenzó a follarla con más rapidez. Andrés se sentó detras de ella, y apoyó su cabeza en sus piernas. Quería ver como su mujer disfrutaba de la polla de aquel hombre.
—Me encanta vez como disfrutas mientras otro te folla.
—Haré que se corra, y luego tu te la follarás de nuevo Andrés.
Los dos hombres asintieron con una sonrisa. Victoria no pudo opinar, estaba demasiado plena de placer, para hablar. Gemia y buscaba los besos de su marido y de James. Compartía los besos con los dos hombres.
—¿Quieres que yo te folle luego mi amor?
—¡Dios, si!. Necesito tambien tu polla cariño.
—Primero me correré yo nena.— Le advirtió James.
Victoria asintió y gimió con más fuerza, cuando el hombre comenzó a follarsela con dureza.
—¡Dios si! Sigueme follando James.
El hombre la penetró durante unos segundos más, y luego sacó su polla, corriendose en el abdomen de Victoria.
—Joder.— Susurró extaciado, mientras acariciaba el coñito de la joven a la que se había follado.— Me encanta el coñito de tu mujer.
Andrés sonrió. Los hombres cambiaron puestos. Y ahora quien la penetró fue Andrés, mientras James la besaba y absorbía sus gemidos.
—¿Te gusta que los dos te follemos nena?
—¡Siii!
—¿Te gusta tener dos pollas para ti?
—Dios, si, me encanta. Me encanta ser vuestra putita.
Andrés, comenzó a acariciar el clitoris de su esposa a la vez que la penetraba con fuerza. No tuvo que esperar demasiado. En unos minutos, ambos llegaron al orgamos a la vez. Andrés se corrió en su interior, y Victoria tomó a James para dejar que disfrutara de su orgasmo mientras lo besaba.
Sin duda, repetirían la experiencia.
—Te amo.— Se susurraron la pareja.