Mi fantasía
Relato sobre una fantasía por cumplir, escrito a petición de alguien especial
Entras al coche y te sientas en el asiento del copiloto, estás hecho un flan, bueno, en realidad ya llevabas así toda la semana, no sabías que podías esperarte ese día, pero es que para acabar te habías retrasado diez minutos de la hora establecida.
-Siento llegar tarde, he calculado mal el tiempo…- No te dejo acabar, te lanzo esa mirada mía gélida y sabes que es mejor cerrar la boca y no seguir hablando.
La verdad, había llegado de muy buen humor a recogerte, por fin iba a poner en práctica una fantasía que llevaba mucho tiempo queriendo experimentar, tú habías accedido sin saber qué era, pero tienes esa capacidad para sacarme de mis casillas en un momento, siempre lo has conseguido… Estamos muy bien, y en un momento abres la boca y consigues que me enfade. En más de una ocasión me he planteado tenerte amordazado todo el tiempo.
Hacemos todo el trayecto en coche en silencio, puedo notar en tu cara la tensión, no tengo muy claro si por la incertidumbre, si por tu retraso, la cuestión es que parece que estás al borde de un ataque de nervios. Llevamos media hora en el coche y por fin llegamos a nuestro destino, atravesamos una verja grande que nos lleva a un largo camino de arena, donde al final podemos ver una gran casa bien iluminada.
Al llegar a la casa, paro el coche y tú te bajas para abrir mi puerta y ayudarme a bajar del coche, cuando bajo, tus ojos casi se salen de las órbitas, no sé qué te había sorprendido más si la casa donde íbamos a pasar el fin de semana (al menos donde yo la pasaría) o mi look. Para la ocasión había elegido un vestido en color negro, largo hasta la rodilla, pero que marcaba cada centímetro de mi cuerpo, con un escote en V tanto por la espalda, como por delante que dejaba casi al descubierto todo mi pecho y en la parte trasera del vestido un corte perfecto que permitía ver mis ligas y casi mi ropa interior al caminar, para completar mi look, unos zapatos de tacón fino, de esos que sabía te volvían loco.
Mientras recuperabas el aliento y volvías a la realidad yo ya había comenzado a caminar hacia la entrada de la casa. Al darme cuenta que no me seguías, me giré sobre mis tacones y me quedé mirándote, mirada que tú entendiste sin necesidad de nada más y comenzaste a caminar hasta llegar a mi altura.
-Espero que me dejes en buen lugar el fin de semana señorito.- Mi tono era serio y autoritario, pero a la vez podías notar en él ese toque de dulzura que habías aprendido a diferenciar con el tiempo.
Agachando la cabeza me dijiste, -yo también lo espero Ama.-
-Haz caso de todo lo que te digan y ordenen como si de mi boca estuvieran saliendo esas órdenes, y sobre todo no olvides que eres mi sumiso y no voy a dejar que hagas nada que no quieras o con lo que no estés cómodo- Cuando dije estas palabras me miraste con esos ojitos de perro abandonado y sin entender muy bien a qué venían, pero tampoco te dio tiempo a preguntar, ya que justo en ese momento, una mujer, de unos 40 años, bastante atractiva, apareció en la puerta llamándote casi a gritos de alegría.
Volví a encaminarme a la puerta, y podía sentir como me seguías, a unos pasos de distancia, casi podía oír tus pensamientos, tu respiración era agitada, no sabías nada de lo que te esperaba el fin de semana, pero si a eso le sumabas mis últimas palabras…
Al llegar a la altura de la mujer que había salido a saludarme, nos dimos un beso apasionado, como dos amantes que hacía siglos que no se veían. Luego nos apartamos un poco y con la mano te indiqué que te acercaras.
-Esta es Susan, una vieja amiga.- No sabías muy bien cómo actuar, no sabías si era Ama como yo, ni siquiera te había hablado de ella antes de verla en la puerta…- Vamos, saluda..- Pero tú seguías impávido sin saber qué hacer ni qué decir, así que optaste por lo que solía funcionar conmigo.
-Encantado Señora, muchas gracias por recibirnos.- Decías mientras tenías la cabeza lo más agachada posible y sin alzar los ojos del suelo.
-Lo que me habías contado de él no le hacía justicia, y parece menos respondón de lo que me dijiste.
Me eché a reír.- Eso es que no se ha adaptado todavía al sitio, dale tiempo y verás.
-Bueno, pasemos dentro en lo que vienen a buscarle.
Y como si no estuvieras allí entramos dentro mientras continuábamos con nuestra conversación. Noté que no sabías muy bien que hacer, así que con un pequeño gesto de mi cabeza la giré lo justo para poder verte por el rabillo del ojo y que supieras que debías entrar con nosotras.
Al llegar otra vez a nuestra altura, pudiste oír lo que decía Susan y te quedaste más atónito aún si eso era posible.
-Al ver tú coche al final del camino ordené que fueran a buscar sus cosas para llevárselo, no deben tardar mucho.- Hablábamos de ti como si no estuvieras, como si fueras un simple objeto que decoraba ese magnífico hall en el que esperábamos que alguien o algo viniera a buscarte, y sabía a ciencia cierta que eso te molestaba horrores. Precisamente por eso lo hacía.
Justo en ese momento apareció otra chica, era mucho más joven, tendría unos 18-20 años, era más bien bajita, morena y un poco rellenita, no te llamó nada la atención, conozco demasiado bien tus gustos. Se acercó a mí, me dio una bolsa de terciopelo y se apartó un poco.
-Desnúdate, ahora.- Mi voz ahora si era completamente autoritaria, no había lugar a dudas, así que con la cabeza agachada fuiste quitándote poco a poco cada prenda, empezaste sacándote los zapatos y los calcetines, desabrochaste el pantalón, y lo sacaste, luego desabotonaste la camisa y cuando la quitaste te diste cuenta que había tres mujeres mirando cómo te desnudabas, paraste muerto de la verguenza, y viendo que no tenías intención de quitarte los bóxer te agarré del pelo tirando de la cabeza hacia arriba y te dije que te desnudaras por completo, en un susurro que solo fue perceptible para mi me suplicaste que te los dejara, pero mi mirada te hizo saber que no era momento de bromas, así que cuando solté tu cabeza llevaste tus manos al bóxer y lo fuiste bajando poco a poco hasta quitarlo por completo.
Una vez que estuviste desnudo las tres nos quedamos contemplando tu cuerpo, por más que te miraba no terminaba de acostumbrarme a verte, eras demasiado atractivo. Las tres pudimos ver como tu cara era de completa vergüenza, imagino que por estar desnudo
delante de dos desconocidas, en cambio tu pene… Tu pene indicaba otra cosa completamente distinta.
Abrí la bolsa que aún tenía en la mano y saqué un collar de hierro que coloqué en tu cuello y lo cerré en la nuca. Luego saqué unas muñequeras de hierro también y te las coloqué y con esa media sonrisa que tanto temías, primero te miré a ti, y luego me giré hacia nuestras acompañantes.
-Creo que hay un pequeño problema para completar su atuendo…
-No te preocupes, ellas se encargarán de ponérselo más tarde- dijo señalando a la otra chica joven, la cual no había dicho nada desde que llegó- tienen métodos bastante eficaces
Pude ver tu cara de terror, pero yo estaba tranquila, allí sabían tus límites y aunque tú no pudieras verme a mí, yo sabría en todo momento de ti.
-En ese caso, la próxima vez que le vea, espero que tenga su look completo.- Dije mirando a la chica.
-Descuide Señora, así será.- Dijo ella con una gran sonrisa.
De nuevo me giré hacia ti y te di un beso en la mejilla, y sin que te dieses cuenta coloqué en la argolla del collar una cadena. Me acerqué a tú oído y te susurré- No olvides lo que te he dicho antes de entrar.-
Y ahora separándome y para que me pudieran oír nuestras acompañantes, te ordené que te pusieras de rodillas. Cogí el extremo de la cadena y se lo di a la chica. Quien comenzó a tirar de él indicándote sin palabras que empezaras a caminar como un perro detrás de ella.
Continuará...
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