Mi familia me visita de vez en cuando 6

Mis sobrinas, Antonia y su madre siguen en casa. Mis sobrinas se las arreglan para vencer mis reticencias. Susana y yo conocemos a la vecina y pasamos un buen rato.

(A los nuevos lectores les recuerdo que es muy conveniente leer las entregas previas del relato para comprenderlo del todo, aunque no es imprescindible para disfrutarlo.)

Cuando me desperté ya había amanecido. Me pregunté ¿cómo era posible que después de la mano de follar del día anterior todavía me levantara empalmado? Antes de abrir los ojos recordé los polvos que habíamos echado Susana y yo. Me incorporé para mirar a Susana, pero, en lugar de ella, me encontré con su hija. ¿Qué coño hacía Antonia en mi cama? Miré por el dormitorio y Susana no estaba por ningún lado. Me levanté sin hacer ruido y salí del dormitorio.

-              Buenos días, Carlos. -Me dijo Susana con su pareo en la cintura-.

-              Buenos días, Susana.

-              ¡Joder, da gusto ver cómo te levantas de animado! -Dijo mirando mi erección-. ¿Quieres café? Está recién hecho.

-              Sí, gracias. ¿Qué pasó anoche para que esté Antonia en mi cama?

-              Nada, llegaron las tres cuando estaba amaneciendo y empezaron a pelearse entre ellas sobre cómo iban a dormir. Me despertaron y salí para decirles que no hicieran ruido. Al final, como ya estaba despierta, le dije a Antonia que se acostara en tu cama, yo me he quedado un rato en el sofá.

-              ¿Qué tal volvieron?

-              Debieron tener una noche movidita, porque venían despeinadas y bastante desarrapadas.

Miré a Susana mientras me servía el café y volví a admirar el cuerpo de pecado que tenía, como si no hubiéramos follado lo más grande la tarde anterior.

-              Estás preciosa. -Le dije-.

-              Gracias, tu también estás muy bien con la erección que tienes.

-              ¿Tú crees que es normal que me levante así, como si tuviera veinte años, y no cincuenta?

-              Está muy bien que te levantes así, promete un estupendo día por delante.

Salimos a la terraza a tomarnos el café. No me pude resistir, dejé la taza de café sobre la mesa, la abracé por detrás y le cogí sus impresionantes tetas, mientras le besaba el cuello.

-              Cuidado, Carlos, soy una mujer muy pasional. Si me tientas me encuentras.

-              Vente, no se vaya a levantar alguna y la liemos otra vez. -Le dije tirando de ella hacia el baño común para que tuviéramos algo de intimidad-.

-              ¿Dónde me llevas?

-              Tú sígueme.

Entramos en el baño, cerré la puerta y eché el pestillo. Empezamos a besarnos apasionadamente en la boca. Le cogí el culo y la empujé contra mí, apretando sus tetas contra mi pecho.

-              Parecemos dos chavales a los que les ha dado un apretón. -Me dijo-.

-              ¿Y por qué no?

-              Ven aquí. -Dijo sentándose en el inodoro con las piernas muy abiertas-.

-              ¿Qué quieres hacerme?

-              Comértela otra vez.

Me puse frente ella de pie, Susana me cogió la polla y empezó a lamérmela suavemente, mirándome a los ojos. Yo le agarré las tetas y empecé a sobárselas.

-              Tienes unas tetas, para estar sobándotelas todo el día.

-              Me las ibas a desgastar.

-              No creo que puedan desgastarse, aun cuando te las estuviera sobando toda una vida.

-              Debías haberlas visto y tocado cuando tenía veinte años.

-              Ya me hubiera gustado a mí.

Susana se abrió el pareo y llevó su otra mano a su chocho para acariciárselo ella misma.

-              ¿Quieres que lo haga yo? -Le pregunté-.

-              No, prefiero seguir comiéndote la polla.

-              Por mí encantado.

Pasó de lamerme la polla a meterse mis huevos en la boca, sin dejar de pajearme.

-              Tienes unos huevos perfectos para comértelos.

-              ¿No te parece que me cuelgan ya demasiado?

-              A mí me gustan así.

-              Pues si a ti te gustan así, no se hable más.

Intentaron abrir la puerta.

-              ¡Vete al otro baño! -Le grité a la que fuera-.

-              ¿Qué estáis haciendo ahí? -Preguntó mi sobrina Marta-.

-              ¡Lo que a ti no te importa! -Le contesté-.

-              Vale, vale.

Susana había seguido con su tarea de comerme los huevos y pajearme sin inmutarse.

-              ¡Qué bien lo haces! -Le dije-.

-              Me he imaginado muchas veces de jovencita que te la comía así, mientras me pajeaba por las noches.

-              Eras una jovencita muy traviesa.

-              No, era una jovencita muy caliente, si hubiera sido traviesa, te lo habría pedido.

-              ¿Qué más cosas te imaginabas?

-              Una de las cosas que me ponía más caliente era imaginarme que te meabas sobre mí, a la misma vez yo me corría.

-              ¡Qué ideas más sucias!

Me imaginé la escena. La Susana amiga de mi hermana, de rodillas en el plato de ducha, acariciándose el chocho y sobándose las tetas, mientras yo de pie la miraba con la polla muy morcillona en la mano, esperando que empezara a correrse para mearme sobre sus tetas con un potente chorro.

-              ¿Te lo estás imaginando ahora? -Me preguntó-.

-              Sí y me he puesto a reventar. No voy a tardar nada de correrme.

-              Yo tampoco. Avísame cuando te vayas a correr.

-              ¡Ya Susana, ya, uuuuffff, ya!

Susana aceleró los movimientos de su mano sobre su clítoris y dirigió mi polla hacia sus tetas. El primer y el segundo chorro rebotaron contra una de sus areolas y varios más entre sus tetas. Nos mirábamos los dos a los ojos, hasta que ella los cerró al correrse.

-              ¡Qué bueno, qué bueno, siiii, Carlos, mira como me corro, siiii, aaagggrrr, joder qué placer, sigue corriéndote tú en mis tetas, aaaagggrrr, …!

Se extendía mi lefa sobre las tetas con la punta de mi polla mientras se corría. Cuando terminamos los dos de corrernos largamente, Susana se metió mi polla en su boca y me la limpió con la lengua, hasta dejármela como antes de correrme. Luego apoyé mi espalda contra la pared. Al rato Susana se levantó y se limpió las tetas en el lavabo.

-              ¡Qué bien ha empezado el día! -Me dijo-.

-              Desde luego que sí. No tenemos enmienda. -Le contesté-.

Salimos los dos del baño. Mi sobrina Marta estaba en la terraza con una taza de café en la mano. Le propuse a Susana salir a desayunar en el chiringuito, aceptó, cogí las llaves y la cartera y salimos. En el rellano de la escalera nos encontramos a una mujer muy morena o mulata, vestida y con la mascarilla puesta, que estaba entrando en el piso de al lado. Nos miró y se acercó un poco a nosotros.

-              Hola, soy Lorena, la propietaria del piso. ¿Tú eres Carlos? -Me preguntó con un leve acento caribeño-.

-              Sí, encantado.

-              Entonces vamos a ser vecinos. Me ha dicho Natalia que te lo había vendido.

-              Sí, falta por firmar la escritura, pero se lo he comprado ya.

-              Os tengo que invitar a tomar una copa de bienvenida.

-              Perdón, ella es Susana, una amiga que está pasando unos días.

-              Encantada.

-              Lo de la copa cuando quieras, es bueno conocer a los vecinos. -Le dije-.

-              Hablamos y quedamos.

-              De acuerdo, hasta luego. -Nos despedimos-.

No había casi nadie en el chiringuito. Nos sentamos y pedimos.

-              ¿De verdad te imaginabas que me meaba sobre ti? -Le pregunté-.

-              Sí, ¿te parece demasiado sucio?

-              No, a mí también me gustaría que cuando yo estuviese muy caliente, tú te meases sobre mí mientras me corro.

-              Bueno, pues ya tenemos una obligación pendiente que cumplir.

Susana se soltó el pareo y sus tetas llamaron la atención de la escasa clientela masculina y femenina de la terraza. Vi de lejos a Raquel, la agente inmobiliaria que me había encontrado el piso, y me acerqué a saludarla.

-              Hola, Raquel, que alegría encontrarte.

-              Ah, hola, Carlos. Qué casualidad, tenía que llamarte hoy. -Me dijo y nos dimos dos besos en las mejillas-.

-              ¿Están ya los documentos del piso?

-              Sí, al final Natalia y Juan no pueden venir a firmar y me han apoderado a mí, así que podemos ir al notario cuando quieras.

-              Una pena que no puedan venir me hubiera gustado verlos de nuevo.

-              Están muy liados tratando de sobrevivir a la situación, pero se lo diré para cuando vengan.

-              Que le vamos a hacer, estoy deseando formalizar la compra. ¿Quieres un café? Estoy ahí sentado con una amiga. -Le dije indicando con la mano a Susana-.

-              Pues estás muy bien acompañado. No quisiera molestaros.

-              De verdad que no es una molestia, todo lo contrario.

Nos acercamos a Susana.

-              Raquel, te presento a Susana, una amiga que está pasando unos días conmigo. Susana, ella es Raquel, el ángel que me encontró el piso. -Las presenté y ellas se saludaron también con dos besos en las mejillas-.

-              ¡Huy, Carlos, se me ha hecho tarde y no me voy a poder quedar con vosotros! -Dijo Raquel mirando la hora en el teléfono-.

-              ¿No puedes ni cinco minutos? -Le dije-.

-              Ya me gustaría, pero no. Me lo debes para cuando nos veamos en la firma de la escritura.

Raquel se despidió de nosotros dos y se fue.

-              Una chica muy guapa. -Me dijo Susana-.

-              Sí, y muy eficaz en su trabajo.

-              ¿Cómo se te ocurrió venirte a vivir aquí?

-              Después de divorciarme quería cambiar de vida y me gustó el sitio y el ambiente.

-              ¿Y conseguiste cambiar de vida?

-              Bastante. -Le contesté pensando en cómo había cambiado sobre todo mi vida sexual-.

-              Ahí van las niñas.

Miré e iban las tres en pareo a la cintura camino de la playa.

-              Al menos podremos tener una mañana tranquila. -Comenté-.

-              Yo no quiero tener una mañana tranquila. -Dijo Susana riéndose-.

-              Depende de lo que tú entiendas por una mañana tranquila.

-              Me han comentado las niñas que tu amiga es bastante joven y muy guapa. -Me dijo Susana cuando estábamos terminando de desayunar-.

-              Es verdad. Es una chica estupenda, pero no somos ni novios ni nada que se le parezca.

-              ¿Por qué?

-              Porque ninguno de los dos queremos ese tipo de relación.

Cuando nos levantamos de la mesa, le dije a Susana:

-              Tengo que ir al supermercado a comprar algunas cosas, ¿me acompañas?

-              Sí claro, no te voy a dejar ir sólo encima de que te estamos esquilmando la despensa.

Susana se duchó mientras yo me afeitaba observándola por el espejo. Debo confesar que una de las imágenes que más me erotizan es ver a una mujer ducharse y en el caso de Susana más por sus enormes tetas, su morboso culo y su ahora depilado chocho. Estuve a punto de meterme en la ducha con ella, para enjabonarla y lo que surgiera, pero me retuvo pensar que si lo hacía no iríamos al supermercado en toda la mañana. Ella se vistió mientras era yo el que se duchaba. Se había puesto muy guapa con un vestido muy ajustado, bastante corto, sin mangas que resaltaba sus preciosas formas.

-              Parece que vayas a ir a una fiesta. -Le dije-.

-              Para una vez que me visto me gusta arreglarme. ¿Te parece mal?

-              En absoluto, vas a ser la reina del supermercado.

Volviendo del supermercado, al sentarse Susana en el coche se le subió bastante el vestido dejando ver sus preciosas piernas enfundadas en unas medias negras y parte de las tiras del liguero que las sujetaban, era una visión de lo más sugerente. Ella debió darse cuenta de que la miraba, porque me dijo:

-              ¿Te gustan mis medias?

-              Me gustan tus piernas, pero la verdad es que las medias las realzan.

-              Por eso me gusta tanto la ropa interior sugerente. Debía haber un sitio en el que, en lugar de poder ir desnudos por la calle, se pudiera ir en ropa interior.

Me imaginé lo que decía Susana. Mujeres en sujetador y tanga o bragas o en bodi, con o sin medias andando por la calle o sentadas en bares o restaurantes y me resultó de lo más excitante.

-              Tienes razón, creo que sería un sitio muy excitante. Lo podríamos llamar Tangápolis. -Le dije-.

-              Pues si te gustan mis medias, creo que te vas a poner enfermo cuando veas el resto de mi ropa interior.

-              Eres mala, Susana, te gusta tenerme caliente todo el día.

-              No me culpes a mí. Tú ya estabas todo el día caliente antes de conocerme.

-              Es posible, pero tú me elevas varios grados la temperatura.

Llegamos a la urbanización y sacamos del maletero las cosas que habíamos comprado. No podía dejar de mirar a Susana. Si desnuda era una bomba, vestida era una promesa de bomba, que te hacía desearla todavía más. Llegamos al piso y cuando terminamos de guardar la compra, Susana, dándome la espalda, me dijo:

-              ¿Me ayudas a desnudarme?

-              Ves como no eres buena.

-              Yo no he dicho nunca que fuera buena. ¿Me ayudas o no?

-              Claro que sí. -Le dije cogiéndola de la mano para llevarla al dormitorio-.

Ya en el dormitorio, Susana volvió a ponerse frente a mí de espaldas y cogiéndose el pelo con la mano descubrió el inicio de la cremallera que tenía el vestido por detrás. Me quedé admirando la excitante forma que le daba el vestido a su cuerpo. Finalmente, me acerqué a ella y le bajé la cremallera hasta casi el final de la espalda. Debajo parecía llevar un bodi negro casi transparente. Luego, sin quitarse el vestido se volvió de frente.

-              ¿Tú no te desnudas? -Me preguntó-.

-              Prefiero que lo hagas tú.

-              Estás tú muy señorito. -Me dijo acercándose a mí-.

Lentamente, fue desabrochándome los botones de la camisa, para luego sacármela de los pantalones, quitármela y lamerme y morderme suavemente los pezones. Puse mis manos en sus caderas y ella me las retiró suavemente.

-              ¿No querías que te desnudase? Pues déjame hacerlo. -Me dijo-.

Tras una buena lamida de mis pezones, les tocó el turno a mis pantalones. Besándome en la boca, llevó sus manos a mi cinturón, lo soltó y tiró de él hasta sacármelo del todo y tirarlo sobre la cama. Con mucha suavidad me soltó los botones de la tirilla del pantalón y luego con las dos manos me bajó la cremallera. Mi polla había empezado a reaccionar a todo aquello y estaba muy morcillona bajo mi bóxer. Me quité los zapatos, uno contra otro. Susana se agachó para terminar de quitarme los pantalones, luego se incorporó y volvió a besarme en la boca.

-              ¿No te queda algo por quitarme? -Le pregunté haciendo referencia al bóxer-.

-              Todavía no, quiero verlo primero bien abultado.

-              ¿Puedo ahora quitarte el vestido?

-              Sí. -Me dijo volviendo a darme la espalda-.

Le saqué el vestido de los brazos y ella lo dejó caer hacia delante, quedando alrededor de sus pies. Llevaba lo que parecía ser un corsé que hacía también de liguero al sujetar mediante unas tiras sus medias. Sobre las tiras llevaba un tanga de hilo negro. Le di la vuelta para contemplarla por delante. Mas que un corsé era un bodi con una infinidad de gafetes, también casi transparente por delante, que dejaba ver sus espléndidas tetas apretadas por la vaporosa tela.

-              ¡Joder como te has puesto para ir al supermercado! -Le dije-.

-              ¿Te gusta?

-              Me gustas tú y la cosa esta también. -Le dije besándola en la boca-.

-              Ya se nota que te gusta, tienes el bóxer a reventar.

-              ¿Cómo quieres que lo tenga?

-              Quiero que me ates las manos, me tapes los ojos y hagas conmigo lo que quieras.

-              Eso suena muy bien.

-              Pues hazlo. -Me dijo acercándome mi cinturón-.

Se volvió otra vez de espaldas a mí y colocó sus manos juntas por detrás.

-              Mejor por delante, así te podré poner los brazos por encima de la cabeza. -Le dije-.

-              Como quieras.

La puse el cinturón alrededor de las muñecas, le di varias vueltas y lo trabé, luego cogí del armario un antifaz que tenía guardado, de esos que regalan en los vuelos de larga duración, del que nunca había pensado que podría darle ese uso. Le puse las manos en la nuca y me separé de ella para mirarla. Tenía ya la polla como un palo debajo del bóxer. Su imagen era de los más excitante.

-              Podría pegarte ahora. -Le dije-.

-              Si te apetece hazlo.

-              Estás muy sumisa.

-              Estoy muy caliente.

-              Eso también.

Me quité el bóxer sin dejar de mirarla, luego me puse detrás de ella encajándole la polla entre las nalgas, le cogí las tetas y le besé el cuello.

-              ¿Qué piensas hacerme? -Me preguntó-.

-              Mejor pregunta que pienso no hacerte. -Le conteste moviendo mi polla entre sus nalgas y apretándole sus grandes tetas-.

-              ¿Has tenido alguna vez a una mujer así a tu disposición?

-              Nunca, pero creo que me voy a aficionar.

Le di la vuelta, le pegué la polla a la barriga, le cogí el culo para presionarla contra mí y la besé en la boca. Sus tetas se apretaban contra mi pecho.

-              Has conseguido que me ponga muy caliente. -Le dije-.

-              Yo ya lo estaba sólo de pensarlo mientras estábamos en el supermercado.

-              ¿Te has mojado mucho haciendo la compra?

-              Tócame, compruébalo tú mismo.

Llevé una mano a su chocho y el tanga estaba empapado.

-              ¡Qué bárbaro! -Le dije poniéndome en cuclillas para acercar la nariz a su chocho-.

Su olor a jugos de mujer era muy intenso. Pensé que podía llevarme mucho tiempo así.

-              ¿Te gusta como huele mi chocho?

-              Me vuelve loco.

Me incorporé y la desplacé hasta tumbarla en la cama. Me puse entre sus piernas, le ladeé el tanga y empecé a comerle el chocho.

-              ¿No has desayunado?

-              Ya sabes que no.

-              Pues yo, ya sabes que sí, pero me he quedado con hambre.

-              No te preocupes que luego te vas a hartar.

-              No creo que me harte.

Le cogí su clítoris con los labios, mientras le metía dos dedos en el chocho.

-              ¡Qué rico, Carlos, podría estar así el resto de mi vida!

-              Y yo también. Mira como estás. -Le dije llevándole a la boca los dedos que antes le había metido en el chocho-.

-              Me encanta. Vuelve a metérmelos y déjame que los saboree de nuevo.

En vez de eso, le quité el tanga, se lo pasé varias veces por el chocho y se lo metí en la boca. Lo tuvo un tiempo dentro de su boca, mientras yo le lamía el clítoris, hasta que lo expulsó diciendo:

-              ¡Carlos, no pares que me voy a correr!

Le cogí entonces el clítoris con dos dedos para acariciárselo, mientras le pasaba la lengua por sus labios menores y por el interior de su chocho.

-              ¡Siiii, ahora, siiii, no pares por Dios, sigue, sigue, aaaaggggrrr, qué bueno, que fuerte, siiii, sigue, sigue, siii, aagggrrr, aaagggg, para, para ya que me matas, …!

Me subí a la cama de rodillas, dejándola entre mis piernas y la besé en la boca mientras ella recobraba el aliento. Luego me incorporé y en la misma posición comencé a soltarle gafetes al bodi desde el pecho hacia abajo. Ella me dejaba hacer en silencio. Cuando ya le había soltado los suficientes gafetes, sus tetas desbordaron la tela. Me entretuve en sobarle y lamerle sus grandes tetas.

-              Susana, tienes unas tetas de escándalo. -Le dije-.

-              Lo sé. Me gusta mucho que me las comas, casi como estuvieras mamando de ellas.

-              ¿Cómo se te pusieron las tetas cuando te quedaste embarazada?

-              Todavía más grandes y durísimas. Me dolían y tenía que sacarme leche a menudo, para disminuir el dolor.

-              Como me hubiera gustado hacértelo yo.

-              Se lo decía a mi exmarido, pero el muy tonto decía que eso no era normal.

Me incorporé, me desplacé para poner mi polla entre sus tetas y se las apreté mientras me deslizaba adelante y atrás.

-              Te quedaste ayer con ganas de hacerlo así, ¿verdad? -Me preguntó-.

-              Sí, me gusta verte la cara mientras te follo las tetas.

-              Ponme una almohada bajo la cabeza y quítame el antifaz, para que pueda verte.

Hice lo que ella me pidió. Mi polla estaba segregando tanto líquido, que lubricaba sus tetas permitiendo que me desplazara con facilidad.

-              ¡Joder Susana, que placer!

-              Para mí también, me encanta tener una polla bien dura entre las tetas y sentir como cada vez se pone todavía más dura. ¿Quieres que me las apriete yo?

-              No, me encanta tenerlas en las manos y jugar con ellas.

Yo cada vez me movía más rápido, estaba llegando al punto de no retorno. Miraba las tetas de Susana con mi polla aprisionada y la miraba a ella que se mordía el labio inferior.

-              ¿Te vas a correr ya? -Me preguntó-.

-              Me falta muy poco.

-              Hazlo como estás ahora, quiero ver cómo te corres y luego me la metes en la boca para que te la limpie hasta la última gota.

La imagen de Susana con las manos atadas por encima de la cabeza y sus depiladas axilas expuestas me tenía como loco.

-              ¡Mírame bien ahora, mírame, Susana, me corro, me corro, toma, toma, siiii, te voy a llenar otra vez de lefa, siii, …!

Mis chorros fueron a parar primero a su cuello y luego a su cara y luego nuevamente a su cuello. Cuando terminé de correrme hice lo que ella me dijo y moviéndome hacia adelante le metí la polla en la boca tanto como pude, hasta que tuve que tumbarme a su lado para recuperar la respiración.

-              Me vas a dejar seco. -Le dije-.

-              Y tú a mí, tengo otra vez el coño encharcado.

-              Vamos a tener que tomarnos una cerveza o un vino para recuperar líquidos.

-              Sí, ayúdame a incorporarme.

La ayudé a sentarse y le quité el cinturón que le trababa las muñecas. Se levantó y fue al baño a limpiarse mi semen en el lavabo, mientras yo seguía tumbado en la cama. Cuando volvió venía desnuda se había quitado el bodi y las medias.

-              ¿Has traído más ropa interior?

-              Sí, yo siempre viajo con mucha ropa interior, aunque sea para ir a un sitio nudista. -Dijo riéndose-. ¿Por qué me lo preguntas?

-              Porque me ha gustado mucho.

Salimos los dos desnudos del dormitorio, las niñas debían haber llegado mientras estábamos follando. Mis sobrinas estaban sentadas en la terraza. Recordé que la puerta del dormitorio se había quedado abierta. Teníamos que haberles ofrecido otro espectáculo porno, pensarían que me pasaba el día follando a todo lo que se menease y no les faltaría razón en los últimos días.

-              ¿Qué quieres? -Le pregunté a Susana-.

-              Que me trague la tierra, mi hija debe habernos visto en plena faena.

-              Ya que le vamos a hacer.

-              Ponme una copa de vino. Voy a hablar con Antonia que debe estar en su dormitorio.

Serví dos copas de vino y salí a la terraza. Sabía que mis sobrinas no se iban a callar.

-              Tito, eres una máquina. Lo mismo te da la hija que la madre. -Me dijo Marta-.

-              Vamos a dejarlo, Marta. Lamento no haber cerrado la puerta, pero pensaba que no volveríais tan pronto.

-              No, si a nosotras nos gusta verte, eres muy imaginativo follando. Ayer mismo lo comentábamos cuando ligamos con unos tíos muy aburridos follando. -Dijo mi sobrina María-.

-              ¿Crees que con Susana por en medio tendrás tiempo para nosotras en estos días? -Me preguntó Marta-.

-              Susana es una mujer espléndida, los dos somos adultos ya y, además, no es cosa vuestra.

-              ¿Y con Antonia? -Preguntó María-.

-              ¿Con Antonia qué?

-              Pues eso, que también te la has pasado por la piedra cada vez que has podido. -Dijo Marta-.

-              ¡Coño, que no os tengo que dar explicaciones! De sobra sabéis que os apostasteis entre vosotras si Antonia conseguiría follarme.

-              Porque no sabíamos que eras el follador de la pradera, si no, anda que íbamos a apostar.

Vi a Susana en el salón, cogí las copas y fui a verla.

-              ¿Qué tal está Antonia? -Le pregunté pasándole la copa-.

-              Sin problemas, se ha echado en la cama porque estaba cansada.

-              ¿Te ha dicho algo?

-              Me ha dicho que me aproveche, que ella ya lo hizo antes.

-              ¡Qué familia más liberal!

-              ¿Y tus sobrinas?

-              Con la cantinela de que ellas también quieren.

-              ¡Eso sí que es una familia liberal! Te vas a tener que multiplicar.

-              Lo que pasa es que tienen muy poca vergüenza las dos. ¿Sabes lo que me dijeron?

-              No lo sé.

-              Pues que muchas amigas suyas follaban con sus tíos y que no pasaba nada.

-              Bueno, no te enfades con ellas. Son muy jóvenes y con la calentura propia de la edad.

Sonó el timbre de la puerta.

-              Qué raro, es la primera que llama alguien. -Le dije a Susana poniéndome el pareo para abrir la puerta-.

Era la vecina que habíamos conocido al salir esa mañana.

-              Buenas tardes, vecino.

-              Buenas tardes, Lorena. -Llevaba un pareo al pecho. Comprobé que en efecto era mulata, ahora que llevaba los hombros y los brazos desnudos-.

-              Verás, he pensado que hoy es un día tan bueno como cualquier otro para tomar el vino del que hablamos antes. ¿Os apetece tomarlo en casa?

Mire a Susana que, con un gesto, me indicó que de acuerdo.

-              Perfecto, déjame que coja una botella de vino.

-              Como quieras, pero tengo varias en casa.

Cogí la botella de todas formas y le dije a mis sobrinas que Susana y yo íbamos a casa de la vecina. Lorena sirvió tres copas de vino y nos quedamos en la isla de la cocina a tomárnoslas. Nos quitamos las mascarillas. Lorena era una mulata muy guapa de unos cuarenta años, bonitos ojos oscuros y una boca con labios muy carnosos.

-              Es una pena que Natalia y Juan hayan tenido que vender su piso. Ellos venían bastante, les gustaba mucho la zona y la disfrutaban. Pero me alegro de que te lo hayan vendido a ti, pareces simpático y seguro que serás un buen vecino. -Dijo Lorena-.

-              Gracias, al menos lo intentaré. -Le contesté-. ¿Tenías mucha amistad con ellos?

-              Sí, cuando coincidíamos nos veíamos mucho y lo pasábamos muy bien. ¿Estáis cómodos en la zona?

-              Sí, yo me he acostumbrado enseguida. -Le contestó Susana-.

-              ¿Eras nudista de antes?

-              No, sólo desde ayer. -Le dijo Susana riéndose-. ¿Te importa si me quito el pareo?

-              Pues sí que te has acostumbrado rápido. Puedes quitártelo sin problemas, yo me lo iba a quitar también.

Las dos se soltaron el pareo y se miraron mutuamente una vez desnudas. Yo también me quité el mío para no desentonar. Eran dos mujeres maduras que estaban para comérselas. Lorena tenía unas tetas erguidas de muy buen tamaño con unas areolas grandes muy oscuras, pero lo que más destacaba de ella eran sus potentes caderas y su gran culo. Llevaba el chocho depilado y su monte de Venus se veía muy carnoso.

Sonó el móvil de Susana, que se retiró un poco para contestar. Lorena aprovechó para decirme mirándola:

-              Tu amiga es una mujer muy atractiva.

-              Sí que lo es. Ha venido a recoger a su hija y a dos sobrinas mías que están pasando aquí unos días.

La conversación de Susana fue muy corta y al minuto estaba otra vez con nosotros.

-              Era Antonia, que han quedado las tres con unos amigos para comer y pasar la tarde.

-              Si van a estar solos quédense a comer, si les apetece.

-              No queremos molestarte. -Le contesté-.

-              No es molestia, al revés, prefiero comer acompañada.

-              ¿Vives sola aquí? -Le preguntó Susana-.

-              Normalmente sí. Algunas veces viene algún familiar o algún paisano a pasar unos días, pero habitualmente sola.

-              ¿De dónde eres? -Le preguntó Susana-.

-              De Venezuela, pero hace muchos años que vivo en España.

Mientras hablábamos Lorena había sacado del frigorífico algunas cosas para comer.

-              ¿Comemos en la terraza? -Preguntó Lorena-.

-              Por nosotros sí. -Le contesté-.

-              ¿Alquilas mucho el apartamento? -Le pregunté cuando nos sentamos a comer recordando a la pareja de lesbianas con las que nos habíamos liado mi hermana Lola y yo-.

-              Durante seis meses al año, el resto del tiempo lo utilizo yo. Soy azafata, trabajo seis meses al año y durante esos meses vivo en Madrid, cuando estoy en España.

-              Qué cambio, ¿no? -Le dijo Susana-.

-              Sí, de bastante estrés a demasiada tranquilidad. Pero me gusta.

-              ¿Llevas mucho tiempo con el apartamento? -Le pregunté-.

-              Desde que los construyeron. Lo compré a la misma vez que Natalia y Juan. -Lorena miraba insistentemente a Susana-. Susana me imagino que te lo habrán dicho muchas veces, pero es que tienes unos pechos increíbles.

-              Algunas veces me lo han dicho, pero siempre gusta oírlo. De todas formas, tú no tienes nada de qué quejarte, eres una mujer muy atractiva. ¿Verdad, Carlos?

-              Sin duda, sois las dos muy atractivas. Soy un hombre afortunado de estar aquí con vosotras.

-              Desde luego que sí. -Me contestó Susana-. Lorena tengo que ir al baño.

-              Claro, acompáñame.

Se levantaron las dos, entraron en el piso y se detuvieron en la isla de la cocina hablando. ¡Joder, que buenas están las dos! Pensé al verlas de pie desnudas. Estuvieron un rato hablando, luego Susana debió ir al baño y Lorena se quedó en la cocina. A los pocos minutos Susana regresó a la cocina y volvió a hablar con Lorena. Después de un rato hablando, Susana volvió a la terraza y Lorena se quedó en la cocina.

-              ¿Pasa algo? -Le pregunté a Susana-.

-              Lorena me ha propuesto que nos acostemos ella y yo.

-              No ha necesitado mucho tiempo. ¿Y tú que le has dicho?

-              No le he contestado nada todavía hasta hablarlo contigo.

-              ¿Pero a ti te apetece?

-              Mucho, hace tiempo que no me acuesto con otra mujer y Lorena me resulta muy tentadora.

-              Pues entonces ya está. -Le dije levantándome de la silla-.

-              ¿Estás enfadado?

-              No. Yo me acuesto con quien quiero y tú también.

Entré en el piso acompañado de Susana.

-              Lorena me marcho, estoy cansado. Muchas gracias por la copa y la comida.

-              Hasta luego, Carlos.

-              Te acompaño para quedarme con la llave de la puerta y no molestarte cuando vuelva al piso. -Me dijo Susana-.

Así lo hicimos. Susana me besó antes de coger la llave.

-              Gracias, Carlos. -Me dijo regresando al piso de Lorena-.

¡Vaya con la vecina y con Susana! Pensé sirviéndome un vaso de whisky. Al minuto sonó mi móvil. Era un número que no tenía en la agenda.

-              ¿Sí?

-              Tío, soy Marta, ¿puedes bajar a abrirme la puerta?

-              ¿No os ibais a quedar toda la tarde en la playa?

-              Sí, pero el vaina con el que había ligado no ha aparecido y no quiero hacer de carabina.

-              Pues espera, que tengo que recuperar las llaves y bajo a abrirte.

-              ¿Quién las tiene?

-              Es una historia muy larga. Espérate. -Le dije y colgué-.

¡Coño, voy a hacer siete juegos de llaves, estoy hasta los huevos de bajar, de ir o de volver! Pensé yendo a casa de la vecina, dejando la puerta abierta. Llamé varias veces hasta que me abrió Lorena.

-              Perdona Lorena, puedes decirle a Susana que me deje las llaves otra vez. -Vi a Susana detrás de Lorena. Volví a pensar lo buenas que estaban las dos-.

-              ¿Qué ha pasado? -Me preguntó Susana-.

-              Mi sobrina Marta, que se ha vuelto de la playa y tengo que bajar a abrirle. Ahora te las devuelvo.

Susana me pasó el juego de llaves, cerré la puerta de casa y bajé a abrirle a mi sobrina.

-              Por poco me salen raíces. -Me dijo cuando le abrí-.

-              Haberte quedado en la playa. -Le contesté. ¡Qué ganas tenía de que se fueran! -.

Subimos, abrí la puerta del piso y fui a devolverle las llaves a Susana. Me abrió ella cuando llamé.

-              Toma y perdona la interrupción. -Le dije-.

-              No pasa nada, no habíamos empezado en serio.

¿A qué se referirá con lo de empezar en serio? Pensé y supuse que a comerse mutuamente los chochos y cosas así. La imagen se me pasó un momento por la cabeza y me resultó de lo más excitante.

-              Qué te lo pases bien. -Le dije y volví a mi piso-.

Marta estaba en la terraza. Cogí mi vaso de whisky y salí yo también.

-              ¿Qué te ha pasado? -Le pregunté-.

-              Pues que el idiota con el que había ligado el otro día no se ha presentado y me ha dejado más tirada que a una colilla. ¿Por qué no estás con Susana en casa de la vecina?

-              Estaba cansado y he preferido venirme a casa. -Le mentí-.

-              ¿Te gusta Susana?

-              Es una mujer muy atractiva, claro que me gusta.

-              Más o menos que su hija.

-              Marta, no creo que las cosas puedan medirse así.

-              ¿Cuál de las dos folla mejor?

-              ¡Marta, ya está bien!

-              Es una curiosidad que tengo.

-              Pues deberías interesarte por otras cosas.

-              Nos gustó mucho veros follar esta mañana. Es muy sugerente eso de que te aten y puedan hacer contigo lo que quieran.

-              ¿Tú te escuchas?

-              Tío, María y yo tenemos nuestros deseos sexuales …

-              Eso no lo dudo.

-              María estará follando ahora, aunque sea mal, pero yo me he quedado a dos velas.

-              Pues ve al baño y te alivias. ¡Coño, al final has conseguido que diga lo que no quiero!

-              ¿Por qué no nos aliviamos los dos? No te pone ver a una chica haciéndose una paja.

Si hubiera podido me habría ido a la calle en ese momento, pero como no tenía las putas llaves, pues no podía salir de la urbanización, salvo que me fuera en el coche.

-              Marta esto es acoso. Si te lo hiciera yo a ti, iría a la cárcel.

-              Hazlo si quieres, yo no voy a protestar. ¿Por qué te follaste a mamá y no quieres hacerlo con nosotras?

-              No teníais que saber eso y no es asunto tuyo.

Marta empezó a tocarse delante de mí mirándome a los ojos desafiante. El problema de esta niña es que nunca le han dado dos azotes bien dados, pensé, y el ser yo el primero en dárselos me tentó enormemente.

-              ¿En qué estás pensando? -Me dijo-.

-              ¿Por qué me lo preguntas?

-              Porque se te nota en la cara.

-              Pues tienes razón, estaba pensando que lo que tu hermana y tú necesitáis son dos buenos azotes cada una, que no os han dado nunca.

-              ¿Tú me los darías?

-              ¡Vaya que si te los daría!

-              ¿Y por qué no lo haces?

-              No me busques que me vas a encontrar.

El descaro y la poca vergüenza de mi sobrina me tenían ya realmente enfadado. Marta se levantó, se acercó a mí y se puso de espaldas, dejando su culo a un palmo de mi cara.

-              Castígame, tío, he sido mala, muy mala.

No estaba dispuesto a que siguiera tomándome el pelo de esa manera. Me levanté, la cogí por los pelos y tiré de ella hacia mi dormitorio. Sin soltarle el pelo, me senté en los pies de la cama y tiré de ella hasta ponerla boca abajo sobre mis rodillas. Ma paré un momento y me pregunté qué iba a hacer con una chica ya con dieciocho años. Darle el escarmiento que se merece, me respondí a mí mismo. Levanté la mano derecha y la dejé caer abierta sobre uno de los cachetes de su culo. Fue el primero de una sucesión de golpes cada vez más fuertes, en ambos cachetes, hasta que se le pusieron rojos como tomates. Ella, en vez de quejarse, gemía. Lo malo es que yo me había calentado con la situación y mi polla empezó a empalmarse. Paré de golpearla un momento.

-              Sigue, tito, necesito que me castigues más, todavía no ha sido suficiente. -Percibí un fuerte olor que provenía de su chocho, debía haberse mojado lo más grande-.

-              Te vas a enterar. -Le dije y volví a golpearla de nuevo-.

-              Te has empalmado por pegarme. ¿Estás ya tan caliente como yo?

En lugar de contestarle, la golpeé cada vez más fuerte y más rápido.

-              ¿No me contestas?

-              ¿A qué quieres que te conteste?

-              ¿A que si estás ya muy caliente?

-              Sí, sí que lo estoy.

-              ¡Sigue, tito, no pares de pegarme ahora, que me voy a correr!

Debí parar, pero no lo hice, yo también estaba muy caliente.

-              ¿Encima te vas a correr? -Le pregunté-.

-              ¡Siiiii, ahora, ya, me corro, me corro, no dejes de pegarme, aaaggggrrr, por Dios, siiii, siii, sigue, sigue, …!

Marta perdió el control de sus piernas que empezaron a moverse espasmódicamente, estaba teniendo un orgasmo de los que hacen época y a mí me dolían las manos de pegarle. Cuando terminó de correrse la bajé de mis piernas, la puse de rodillas, me puse de pie y le metí la polla como un leño en la boca, cogiéndole la cabeza para manejársela a mi antojo.

-              ¡Fóllame la boca, fóllame la boca! -Gritaba cuando podía-.

-              ¡No vas a poder hablar en un tiempo! -Le decía mientras metía la polla cada vez más profundamente en su boca-.

-              ¡Más, métemela más! -Me di cuenta de que debía llevar un rato sobándose el chocho, pese a acabar de correrse-.

-              ¡Aaaaggg, toma, toma, te vas a hartar de lefa, toma, toma, aaaggg, …! -Grité al empezar a correrme en su boca-.

Marta no podía tragarse toda mi lefa y se le caía sobre sus tetas y sus piernas.

-              ¿No vas a dejar de tocarte? -Le pregunté-.

-              No, hasta que me corra otra vez.

-              Claro que te vas a correr otra vez.

La levanté del suelo y la eché boca arriba en el borde de la cama. Le cogí las piernas y me las puse sobre los hombros, luego me cogí la polla que estaba llena de mi lefa y de sus babas y se la metí hasta el fondo del coño. La cogí por las caderas y empecé a moverla adelante y atrás follándomela.

-              ¡Tito, que bien que te corras y puedas seguir follando!

-              Y tú también.

-              Te tenía muchas ganas desde que me enteré de que te follaste a mamá. -Me dijo sobándose las tetas y el clítoris-.

-              ¡Deja eso, Marta!

-              ¿Por qué? Me pone pensar que te la follaste y sé que ella lo disfrutó mucho, como yo ahora lo estoy disfrutando.

Pensé que me estaba follando a mi sobrina a lo bestia, pero ya me daba igual. Si ella quería que me la follase, pues me la iba a follar a base de bien.

-              ¿Tenéis que ser todas tan provocadoras? -Le pregunté-.

-              ¿Y tú qué? Que te follas todo lo que se menea. Cuando se lo cuente a María no se va a poder creer la follada que me estás dando.

-              Date la vuelta. -Le dije bajándole las piernas mis hombros-.

-              Así, ¿a lo perrito te gusta? -Me preguntó poniéndose a cuatro patas en el borde de la cama. Tenía el culo todavía completamente rojo-.

-              Sí, así me gusta mucho. -Le dije poniéndole la punta de la polla en la entrada de su chocho-.

-              ¡Fóllame ya, no me hagas esperar, estoy muy caliente!

Primero le di dos golpes más en su culo, luego le pasé la punta de la polla por toda su raja y su clítoris, por último, se la metí hasta el fondo, la cogí de las caderas y empecé a moverla.

-              ¿Se lo tienes que contar a tu hermana? -Le pregunté-.

-              Claro, nosotras nos contamos todo, bien que alardeó ella de la mamada que te había hecho.

Llevé una mano a su clítoris para excitarla más todavía, porque yo empezaba a estar a punto para volver a correrme.

-              ¡Qué rico, tito, qué me gusta!

-              ¿Cómo vas?

-              Lista para volver a correrme.

Aceleré mi mano sobre su clítoris y mis embestidas contra su culo.

-              ¡Ya, tito, ya, sigue, sigue, no pares, va a ser muy largo, siiii, sigue, sigue, sigue follándome, aaaagggg, …! -Gritó al correrse y se dejó caer cuando terminó, sacándose mi polla-.

Yo me subí encima de ella, me jalé la polla un par de veces y me corrí sobre su culo y su espalda.

-              Ha sido la mejor follada de mi vida. -Me dijo levantándose al rato mientras yo seguía tumbado en la cama-.

Luego se fue al baño a ducharse y yo salí del dormitorio. Susana estaba en el salón.

-              Buena follada le has metido. -Me dijo-.

-              ¿Llevas mucho tiempo aquí?

-              El suficiente.

-              ¿Qué tal con Lorena?

-              He vuelto a reafirmarme en lo que me gustan los hombres. De todas formas, no creo que sea lesbiana, sino que simplemente se había encaprichado de mis tetas ¿Estás preocupado por lo de tu sobrina?

-              Preocupado no, pero la muy hija de puta ha conseguido al final lo que quería.

-              Las mujeres somos así, tenemos que conseguir lo que queremos, mira tu hermana. Pues piénsate que vas a hacer con tu otra sobrina.

-              No me agobies.

-              Yo no te agobio, te agobiará ella. Ponme una copa, por favor.

Mientras servía las copas salió Marta del dormitorio con el móvil en la mano.

-              Voy a salir. -Me dijo poniéndose el pareo en la cintura-.

-              Te acompaño para abrirte.

Cuando volví de abrirle a mi sobrina, le dije a Susana:

-              En cuanto terminemos la copa, nos vestimos, que voy a hacerle por lo menos tres copias a las putas llaves. Estoy hasta los cojones de hacer de portero. -Susana se río-.

-              Tenías que haberlas hecho hace tiempo.

Nos tomamos la copa tranquilamente y cuando terminamos le dije:

-              ¿Vamos?

-              Sí, voy a vestirme.

-              Yo también.

-              Sí, pero más tarde. Quiero sorprenderte otra vez cuando volvamos.

-              Me parece perfecto.

Susana se puso un bonito vestido más o menos del mismo tipo que se había puesto por la mañana. Desnuda o vestida sus tetas se veían impresionantes. La abracé por detrás y le cogí las tetas.

-              ¿Puedo saber que llevas debajo?

-              Por ahora no, después de invitarme a cenar, seguramente sí.

Hicimos las copias de las llaves y luego fuimos a cenar al sitio donde había conocido a Rocío.

-              Entra y siéntate que voy a llamar a Rocío a ver que tal le va en Granada. -Le dije a Susana-.

-              No tardes.

-              No, será sólo un minuto.

Busqué su número por la marcación rápida y la llamé.

-              Hola, Carlos.

-              Hola, guapa, te llamo para saber cómo te va en Granada.

-              En la facultad bien, pero resulta que me he encontrado a mi exnovio y ha vuelto a liarme para que lo ayude con algunas cosas.

-              ¿Pero cómo se te ocurre, no sabes ya como es?

-              Sí, Carlos, pero es que está muy mal con los dolores de la espalda y a mí me da cosa.

-              ¿No se había echado una amiga o medio novia o lo que fuera que le daba masajes y había mejorado mucho?

-              Sí, pero resulta que se enfadó con él y lo puso de patitas en la calle. Ahora el pobre está sin sitio para vivir y sin los masajes que lo alivien.

La inocencia y la generosidad de Rocío eran realmente singulares.

-              Rocío, no vuelvas a caer en lo mismo.

-              No. Carlos, sólo es que me da pena.

-              ¿Cuándo crees que volverás?

-              En unos días, todo lo más dos semanas.

-              Bueno anda, llámame alguna vez que sepa de ti.

-              Claro, un besito.

-              Igualmente, un beso.

Colgué y pensé que no se podía ser más tonta o más ilusa. Entré al restaurante, vi a Susana y me senté con ella.

-              He pedido ya algunas cosas para cenar. -Me dijo cuando me senté-.

-              Perfecto, confío en tu gusto.

-              ¿Qué tal Rocío?

-              Pues que de buena es tonta. Antes de conocernos tenía un novio que vivía a costa de ella. Cuando el confinamiento el tío se fue a vivir con otra, dejándola sin trabajo y sin dinero, hasta que la otra lo habrá calado y lo ha puesto de patitas en la calle. Pues ahora se lo ha encontrado y lo está volviendo a mantener.

-              Pues hijo, follará divinamente.

-              ¡Qué va, si me dijo que no hacían nada!

-              Ahora entiendo vuestra amistad, la cuidas, le das cariño y te la follas varias veces seguidas, que más quiere. Yo tenía una conocida que el novio la utilizaba para que le buscara otras chicas u otras parejas para hacer tríos o intercambios o lo que surgiera, cosa que a ella no le gustaba, pero que hacía por él, convencida de que el novio era muy macho y tenía que follar con muchas mujeres, no sólo con ella.

-              ¿Y qué le pasó?

-              Que el tío la dejó cuando ya había agotado a todas las conocidas con ganas de juerga.

-              Desde luego, hay cada elemento suelto por ahí.

-              Y cada boba con ganas de acogerlos, también sueltas por ahí. Oye, ¿tú has tenido siempre tanto éxito con las mujeres?

-              ¿Yo? Yo no me comido un rosco en mi vida hasta que me vine a vivir aquí.

-              ¿Quién lo diría?

-              Pues yo, te lo digo yo que lo sé bien. Tú sí has debido tener siempre mucho éxito con los hombres, con el cuerpo y la cara que tienes.

-              Y con las mujeres. La verdad es que no me puedo quejar, excepto por el período de mi matrimonio, que por poco me quita el gusto por el sexo, antes y después he corrido y me he corrido lo mío.

-              Una lastima no habernos conocido más cuando ibas por casa con mi hermana.

-              Que le vamos a hacer, todavía estamos a tiempo de recuperar parte del tiempo perdido.

Miraba a Susana y, con su físico, me parecía mentira que me dijera eso de recuperar el tiempo perdido.

-              Por curiosidad, antes con Lorena ¿qué pasó?

-              Pues que me dejó las tetas amoratadas de sobármelas y comérmelas, pero al chocho ni caso, tuve que ser yo la que me hice todo el trabajo. Te aseguro que una lesbiana no actúa así. Yo creo que, si le das un poco de tiempo, tendrás una vecina que te puede dar muchas alegrías.

Terminamos de cenar, cogimos el coche, nos besamos apasionadamente al montarnos y nos fuimos para el piso. Mis sobrinas y Antonia ya habían llegado. Mis sobrinas estaban durmiendo en su dormitorio y Antonia en mi cama.

-              Me parece que me voy a quedar sin disfrutar de tu ropa interior. -Le dije a Susana-.

-              De eso nada. Coge la botella de champán que compramos esta mañana y vamos a la terraza.

Cogí la botella y dos copas, cerré las puertas de los dormitorios y salí a la terraza.

-              ¿Todavía tienes ganas de follar, después del día que llevas? -Me dijo Susana-.

-              No habías dicho tú, que teníamos que recuperar, al menos, parte del tiempo perdido. -Le contesté ofreciéndole un brindis-.

-              En efecto, eso he dicho. -Me dijo abrazándome y besándome en la boca-.

-              ¿Qué llevas debajo del vestido?

-              Otro vestido, pero más indecente.

-              ¿Cómo de indecente?

-              Compruébalo tú. -Me dijo dándome la espalda para que le bajara la cremallera del vestido-.

Cuando le bajé la cremallera ella dejó caer el vestido. Debajo llevaba una malla elástica negra que dejaba ver todo su cuerpo. No llevaba nada más.

-              Bastante indecente. -Le dije besándola-.

-              Desnúdate que esta noche te voy a llevar al cielo.

-              ¿Qué me piensas hacer? -Le pregunte mientras me desnudaba-.

-              Ponte a cuatro patas en la tumbona.

Me coloqué como ella me dijo. Susana se puso detrás de mí en la tumbona, noté como primero empezaba a lamerme el ojete y luego me cogía la polla todavía morcillona y empezaba a hacerme una paja.

-              ¡Qué rico, Susana!

Mi polla no tardó nada en empalmarse con las caricias de Susana. Su lengua recorría mi ojete y de vez en cuando bajaba hasta los huevos.

-              ¡Uuuuffff, Susana, que placer!

-              ¿Te gusta?

-              Me vuelve loco. -Le contesté apoyando la cabeza en la tumbona-.

-              Se lo he hecho a muy pocos hombres, pero sé de su efecto.

-              No te puedes imaginar el efecto.

-              Claro que me lo puedo imaginar, a mí me lo han hecho bastantes veces.

-              Entonces te lo debo.

Se oyeron ruidos en la terraza de la vecina.

-              Cuidado, la vecina está en su terraza. -Le susurré-.

-              Olvídate de la vecina y disfruta.

Susana debía estar sobándose el chocho a la misma vez, porque se oía un “chup, chup” constante.

-              ¡Susana, me estás llevando al cielo!

-              Tienes ya el ojete muy dilatado. Ahora es cuando lamento no tener polla para follarte por el culo.

-              Lo que te faltaría es tener polla también.

-              ¿No te gustaría para que me sintieras dentro de ti?

Me imaginé lo que decía Susana, tan mujer como ahora, pero encima con polla para darme por el culo.

-              Sí, sí que me gustaría.

El incesante “chup, chup” había subido de volumen y ahora, además, debía estar dándose palmaditas en el chocho.

-              ¿Te vas a correr ya? -Me preguntó-.

-              Dentro de nada.

-              ¿Tienes ganas de mear?

-              Sí.

-              Pues cuando te corras vamos a ir al baño y te vas a mear encima de mí, mientras yo me corro.

Aquello ya fue demasiado para mí.

-              ¡Ahora, Susana, ahora, sigue lamiéndome el ojete y no dejes de pajearme hasta la última gota, siiii, aaaagggg, me corro, toma, toma, sigue, Susana, que me has puesto a reventar, otro, otro, aaaaggg …! -Grité al correrme-.

Cuando me pude recuperar un poco del corridón que había tenido, Susana me dijo:

-              Vamos.

Me puse de pie y la seguí al baño común. Susana entró en el plato de ducha y se puso de rodillas. Yo eché el pestillo y me puse en frente de ella. Susana se sobaba el chocho y se apretaba las tetas. Me descapullé la polla que estaba muy, muy morcillona y esperé mirándola a que ella me dijese cuando se iba a correr para empezar a mear. Estaba más caliente que al principio de la noche.

-              ¿Estás preparado? -Me preguntó-.

-              Sí, salvo que me empalme otra vez.

-              No lo hagas

-              ¡Joder, Susana, que caliente estoy!

-              Y yo más todavía. ¡Ahora, ahora, Carlos, méate en mis tetas, me corro!

Empecé a mear con un potente chorro que dirigí a sus tetas. Susana se estaba corriendo y lo evidenciaba.

-              ¡Aaaaggg, que fuerte, no dejes de mearme encima, sigue, aaaaggg, no creí que pudiera ser tan fantástico, por Dios, Carlos no pares, no pares, ssiiii, …!

Susana se derrumbó en el suelo de la ducha, a la misma vez que yo terminaba de mear. Tenía tal calentón que me puse de rodillas a su lado y empecé a hacerme una paja que no duró ni un minuto y me corrí sobre su barriga con un placer enorme.

-              Me debes mearte tú encima de mí. -Le dije-.

-              Te lo pagaré, no te preocupes que te lo pagaré. Dame el rociador de la ducha.

-              ¡La jodimos! No funciona.

-              Vamos a ducharnos a tu baño.

-              Está Antonia durmiendo.

-              Pues que se despierte, no te fastidia.

Salimos del baño común y nos fuimos al mío. Entramos sin hacer ruido. Antonia dormía. Nos metimos los dos en la ducha, enjabonándonos mutuamente.

-              Vaya cómo te sonaba el chocho antes. -Le dije acordándome del “chup, chup” y las palmadas en el chocho cuando estábamos en la terraza-.

-              Yo también lo he oído, pero no era yo, tenía que ser Lorena que tendría la oreja puesta y se ha calentado.

-              Pues hemos largado los dos lo más grande por las boquitas.

-              No te preocupes, que ella también se lo estaba pasando muy bien.

Terminamos de ducharnos y Antonia seguía durmiendo a pierna suelta.

-              Pues vamos a tener que acostarnos los tres juntos. Total, tú ya lo has hecho con las dos por separado. -Dijo Susana riéndose-.

-              Pasa. -Le dije a Susana para que se pusiera al lado de su hija-.

-              Ni hablar, que yo tengo el sueño muy ligero y Antonia se mueve mucho.

-              Susana, que yo me empalmo durmiendo. -Protesté-.

-              Pues te pegas a mí, que a mí me gustará mucho sentirla bien dura contra mi culo.

-              Esto cada vez se parece más a una peli porno de familias pervertidas. Apaga la luz, por favor.

Me puse de lado hacia Susana cogiéndole las tetas y no tardé nada en dormirme. Dormí francamente mal. Yo no he visto dos mujeres que movieran más las manos durmiendo y siempre terminaran con sus manos en mi polla. Cuando me desperté estaba empalmado y eso que no podía haber follado más el día anterior. Estábamos solos Susana y yo. Eché las sábanas hacia abajo para contemplar a Susana. ¡Qué mujer! Pensé. Me había despertado juguetón y me levanté para cerrar la puerta del dormitorio. Susana estaba durmiendo boca arriba, le abrí y le flexioné las piernas, me puse entre ellas y pegué mi lengua a su más que generoso clítoris, después de besarle reiteradamente la parte interior de los muslos.

-              Uumm, qué despertar tan rico. -Me dijo poniendo sus manos sobre mi cabeza-.

-              Rico lo que yo me estoy comiendo.

-              ¿Te has levantado empalmado?

-              Mucho.

-              ¿Y Antonia?

-              Cuando yo me he despertado ya no estaba en la cama.

-              Buena hija, para que su madre disfrute de un merecido relax.

-              Y si tuvieras polla como has dicho antes, ¿qué te iba a comer yo?

-              Pues mi polla también. ¡Carlos, que bien me lo haces!

-              Espera que te ponga una almohada debajo del culo.

-              ¿Para qué?

-              Para llegar a tu ojete con mi lengua y con lo que se tercie.

-              Uumm, me estás poniendo otra vez muy caliente.

-              Ya tienes el chocho lleno de jugos. Me encanta.

-              Y a mí.

Susana se incorporó un poco y con sus manos se llevó las tetas a la boca para lamerse y morderse los pezones.

-              ¿Están ricas? -Le pregunté-.

-              De sobra sabes tú que sí.

-              Te voy a follar el culo.

-              Vale, pero antes haz que me corra con tu lengua y con tus labios. Me falta muy poco para el primero.

-              Te estás acostumbrando a correrte dos veces seguidas.

-              ¿Y por qué no tres o cuatro? ¡Sigue ahora, sigue, sigue, siiiii, qué rico, qué suave, si, si, si, no pares todavía, no pares, aaaggg, …!

El chocho de Susana era puros jugos. Me incorporé y le metí la polla en el chocho para empaparla bien, luego le apunté al ojete y se lo fui penetrando lentamente hasta metérsela del todo. Con mis manos en sus muslos le eché las piernas para atrás todo lo que pude para facilitarme el acceso a su culo. Ella llevó una mano a su clítoris y empezó a jugar con él.

-              ¿Te gusta por el culo? -Le pregunté-.

-              A mí me gusta por todos los agujeros.

-              Me encanta lo caliente que eres.

-              ¿Para qué voy a disimular a mi edad?

Le bombeaba en el culo hasta casi sacársela para luego volver a metérsela hasta el fondo. Nos mirábamos a los ojos, observando nuestro gesto transformado por la calentura. Llamaron a la puerta del dormitorio.

-              ¿Podemos pasar a ducharnos? -Preguntó mi sobrina María-.

-              Ni se os ocurra.

-              Es que tenemos que irnos.

-              ¡Qué te follen María, déjanos en paz, id a ducharos a la playa! -Le gritó Susana-.

-              Vale, vale, entendido. ¿Os queda mucho?

-              ¡Y a ti que te importa! -Le contesté, sin dejar de bombear en el culo de Susana-.

-              A ver si te la follas de una vez y nos deja en paz la jodida niña. -Me dijo Susana-.

Yo empezaba a estar a punto de correrme.

-              ¿Cómo vas, Susana? Yo estoy a punto.

-              Yo también, córrete cuando quieras, pero no me la saques.

-              ¿Te quieres quedar con mi polla en tu culo para siempre?

-              Claro que quisiera vivir con ella dentro.

-              ¡Me corro, Susana, me corro, aaaggg, toma, toma, toma, …! -Le iba diciendo conforme lanzaba chorros de lefa en su interior-.

-              ¡Y yo, te siento, te siento, aaaggg, aaaggg, …! -Dijo Susana moviendo su mano como una máquina sobre su clítoris-.

Cuando terminamos de corrernos, le solté las piernas y me dejé caer sobre ella.

-              ¡Joder, Carlos, que rico, no sé si voy a querer irme! -Me dijo Susana-.

-              ¿Por qué no mandamos a las niñas en avión y te quedas unos días más?

-              Habrá que pensárselo.

-              ¿Quieres un café?

-              Sí, por favor.

Me levanté, seguía medio empalmado y me puse el pareo para disimular la erección. Salí del dormitorio. Estaban las tres en la terraza desnudas. Mientras se hacía el café miré el móvil, tenía una llamada perdida de mi hermana Lola, de hacía unos minutos. La llamé, pero estaba comunicando. Antes de servir el café me asomé a la terraza.

-              Si queréis, podéis entrar a ducharos.

-              Tito, que fiera, por la mañana, por la tarde y por la noche. -Me dijo mi sobrina María-.

-              Vale María, lo que tú digas. Me alegra que alguien a quién no le importa me lleve la contabilidad de mi vida sexual. -Le contesté y fui a servir el café-.

La primera en entrar a ducharse al dormitorio fue Antonia. Con las dos tazas de café en la mano entré yo también. Susana estaba sentada en la cama con la espalda apoyada en el cabecero hablando por teléfono, me pareció que debía ser con mi hermana Lola. De nuevo admiré sus espléndidas tetas, era para no cansarse nunca de mirarlas. Me senté en la cama a su lado.

-              Era Lola. -Me dijo cuando colgó-.

-              ¿Qué quería?

-              Nada, saber cómo iba la cosa.

-              ¿Sólo?

-              Bueno, he tenido que contarle los polvos que hemos echado con pelos y señales.

-              ¿Era necesario?

-              Entre nosotras no tenemos secretos y ya sabes que ella es muy curiosa. ¿Qué vas a hacer hoy?

-              Tengo que trabajar, por lo menos, hasta la hora de comer. ¿Y tú?

-              Me quedaré leyendo en la terraza.

Salió Antonia de ducharse.

-              Hola, mamá, buenos días. -Dijo acercándose a su madre a darle un beso-.

-              Hola, hija, ¿qué tal has dormido?

-              Bien para estar los tres en la misma cama. ¿Y tú?

-              No puedo quejarme. ¿Dónde vais a ir?

-              Vamos de excursión con unos amigos a las playas vírgenes de Cabo de Gata. Comeremos fuera y volveremos tarde. ¿Cuándo tenemos que volver a Sevilla?

-              Mañana o pasado, salvo que Carlos nos eche antes.

-              No parece que esté muy por la tarea de echarte. ¿No, Carlos?

-              Por mí os podéis quedar el tiempo que queráis.

-              Gracias, Carlos. -Me dijo Susana-.

Antonia y mis sobrinas se fueron, Susana salió a la terraza desnuda con su libro electrónico y yo me quedé trabajando en el salón. A media mañana escuché a Susana hablar en la terraza. Primero creí que estaba hablando por teléfono, pero luego escuché también la voz de Lorena.

-              Buenos días.

-              Buenos días, Susana. Me imagino que habrás dormido en la gloria, después de la sesión que tuvisteis anoche.

-              ¿Hicimos mucho ruido?

-              Mucho no, pero el suficiente para oíros.

-              La verdad es que sí, aunque tú también te debiste quedar muy relajada.

-              Sí, pero no es lo mismo.

-              Pues será porque tú no quieres. Yo creo que a Carlos le gustaría mucho que nos divirtiéramos los tres juntos.

-              ¿Me estás haciendo una propuesta?

-              Yo creo que es bastante evidente que sí.

-              ¿Y a ti te gustaría?

-              Claro, soy yo quien te lo está proponiendo.

-              Ahora tengo que salir, pero luego me paso a haceros una visita.

-              Cuando tú quieras, vamos a estar toda la mañana en casa.

Así que ahora Susana se dedicaba a organizar tríos con la vecina. Entró Susana en el piso.

-              ¿Nos has oído? -Me dijo-.

-              No he podido evitarlo.

-              ¿Y qué?

Me levanté, me acerqué a ella y la abracé.

-              Que eres muy traviesa.

-              ¿Te disgusta que lo sea?

-              Al contrario, me gusta mucho. -Le dije besándola en la boca-.

-              Guárdate las fuerzas para luego, que te van a hacer falta. -Me dijo alejándose de mí y volviendo a la terraza-.

Me encantaba y me excitaba mucho la idea de hacer un trío con Susana y con Lorena, imagino que como a cualquier hombre. Traté de seguir trabajando, pero había perdido la concentración. En mi cabeza sólo cabían imágenes de las dos desnudas, besándose entre ellas o besándome a mí o comiéndomela a dúo o con sus potentes culos en pompa expuestos a mí para que me los follara. ¡Joder, que calentón estaba pillando! Decidí salir a la terraza con Susana.

-              ¿Qué pasa ya no trabajas más? -Me preguntó con mucha guasa-.

-              Cómo quieres que trabaje pensando en vosotras dos.

-              ¿Te has puesto cachondo?

-              Cachondo es poco.

-              ¿Qué te gustaría hacer con nosotras?

Le conté las imágenes que tenía en la cabeza.

-              Me parecen muy sugerentes tus ideas. Yo también estoy muy cachonda. Tienes un buen bulto bajo el pareo, ¿estás ya empalmado?

-              Todavía no, pero casi.

-              ¿Quieres ponerme protector solar?

-              No, porque entonces voy a terminar de empalmarme.

-              ¿Y qué?

-              Que no me parece bonito recibir a la vecina en presenten armas.

-              ¡Carlos, que viene a hacer un trío!

-              Me da igual. ¿Quieres una copa de vino?

-              Claro, te acompaño.

-              ¿Cómo se te ha ocurrido lo del trío? -Le pregunté mientras abría la botella de vino-.

-              Quería agradecerte tu hospitalidad y a la vez que conocieras mejor a tu vecina. Vais a pasar mucho tiempo puerta con puerta y algún día te puede hacer falta sal o azúcar o cualquier cosa.

-              Qué guasa tienes.

Nos salimos los dos a la terraza con nuestras copas.

-              ¡Qué bien se vive sin hacer nada! -Dijo Susana-.

-              Yo, con la leche del teletrabajo, no consigo desconectar.

-              Tampoco se te ve muy estresado.

-              No, si lo llevo bien, pero todos los días me surge algo.

-              Se me ocurre que un día, cuando esté de vuelta en Sevilla, podíamos echar un polvo virtual.

-              ¿Cómo es eso? -Le pregunté-.

-              Pues ya te lo puedes imaginar, mirándonos en los monitores, diciéndonos guarrerías, pidiéndole uno al otro que haga cosas o adopte posturas marranas y haciéndonos una paja.

-              ¿Tú lo has hecho alguna vez?

-              Yo no, pero durante el confinamiento pille a Antonia teniendo una con un amigo suyo. ¿Y tú has tenido alguna?

-              Qué va, mis reuniones telemáticas son muy aburridas. Pero la tuya suena muy bien para echar un rato entretenido y relajante, aunque sea a distancia.

-              Además, podíamos invitar a más personas y tener una multipaja.

-              ¿Tú tienes la misma imaginación para todo o sólo para el sexo? -Le pregunté abrazándola por detrás-.

-              Soy una mujer muy imaginativa para lo que me interesa. -Me dijo girando la cabeza para besarme-.

Sonó el timbre de la puerta, iba a abrir, pero Susana me hizo el gesto de que iría ella y me quedé en la terraza. Vi que Lorena, vestida de calle, y Susana se paraban a hablar en la cocina. Susana cogió una copa, le sirvió vino a Lorena y se vinieron a la terraza.

-              Buenos días, vecino. -Me dijo Lorena-.

-              Buenos días, Lorena.

-              Lorena me ha preguntado si todavía tienes la bañera que instaló Natalia. -Dijo Susana-.

-              Claro, ¿por qué iba a quitarla si está muy bien?

-              Natalia y Juan me invitaban algunas veces a usarla, la disfruté mucho. Me preguntaba si tú me invitarías alguna vez.

-              Por supuesto, cuando quieras.

-              ¿Es buen momento ahora? -Me preguntó Lorena-.

-              Pues como cualquier otro, voy a prepararla.

La situación era curiosa, Susana desnuda, Lorena vestida de calle y yo con pareo, muy propio de la zona, pensé. Me dirigí al dormitorio, imaginando la que se podía liar y mi polla empezó a empalmarse. Abrí los grifos de la bañera y dos o tres minutos después, cuando la bañera se había llenado hasta la mitad, entraron Susana y Lorena.

-              ¡Qué me gusta el baño que se construyó Natalia! -Dijo Lorena-.

-              A mí también. Me contó que lo habían disfrutado mucho. -Le contesté-.

-              Yo no he probado todavía la bañera y me apetece mucho. -Dijo Susana-.

-              Pues vamos. -Dijo Lorena-.

Lorena empezó a desnudarse. Se soltó un gafete del vestido y se bajó la cremallera lateral, fue tirando del vestido hacia arriba. No llevaba bragas y tampoco sujetador. Una pena, pensé, no voy a poder quedarme con sus bragas. Era una mujer muy hermosa con un precioso tono de piel mulata. Su culo era realmente portentoso, muy respingón, con las nalgas muy carnosas y bastante ancho. Susana se había metido en la bañera y miraba cómo Lorena se desnudaba, igual que yo. Cuando Lorena terminó de desnudarse se bajó de las zapatillas con bastante tacón que llevaba y se metió también en la bañera. Yo decidí quitarme el pareo y esperar apoyado en la encimera del lavabo mirándolas a las dos.

-              ¿Has visto la polla de Carlos, a qué es realmente apetecible? -Le dijo Susana, que parecía haberse convertido en el mánager de mi polla, a Lorena-.

-              Sí, sí que es apetecible. A mí me gustan mucho las pollas como objeto. Creo que una polla grande y bien dura es una de las mejores creaciones de la naturaleza, junto con un buen culo de mujer o unas hermosas tetas.

Así aciertas seguro, pensé. Las dos estaban sentadas una junto a otra, con los brazos apoyados en el borde la bañera. Las tetas de Lorena con el agua por los pezones y las de Susana flotando en el agua debido a su volumen.

-              A mí me gustan más que como objeto. Ver una buena polla empalmada me pone a mil. -Objetó Susana-.

-              Yo no digo que a mí no me exciten, pero si alguna vez me decidiera por la pintura o por la fotografía serían mi tema favorito.

-              ¿Se la fotografiarías ahora? -Dijo Susana-.

-              Me gustaría, pero no tengo con qué.

-              Carlos, por favor, tráete mi móvil, que tiene una buena cámara, y os las envío después.

-              Queréis dejaros de tonterías. -Les dije-.

-              No te pongas cabezota y tráemela.

-              A cambio me tenéis que dejar que yo os fotografíe también. -Dije-.

-              Yo no tengo problemas, siempre que no se me vea la cara. -Dijo Susana-.

-              Yo tampoco. Vengo haciéndome fotos desnuda desde adolescente. Me pareció interesante poder seguir la evolución de mi cuerpo a lo largo de los años.

-              Lástima que a mí no se me ocurriera hacerlo también. ¿Nos dejarás verlas? -Le preguntó Susana-.

-              No sé, en algunas no me reconozco.

Yo no tenía muy claro si quería que mi polla quedase inmortalizada en una fotografía, pero me resultaba curioso que Lorena me la fotografiase. Cogí el móvil de Susana que estaba en la terraza y lo llevé al baño.

-              Te pongo la cámara en el teléfono y te lo doy. -Le dijo Susana a Lorena y luego se lo pasó-.

-              Acércate un poco, Carlos. -Me dijo Lorena-.

Hice lo que me dijo y me coloqué frente a ella como a medio metro.

-              Sí que es muy apetecible y bonita. Es la polla de un hombre adulto, ya desarrollada del todo, con unos huevos grandes y bastante descolgados, que casi le dan independencia del resto. -Dijo Lorena mientras me observaba por la pantalla del teléfono-.

-              ¿Vosotras creéis que esto es normal?

-              Espérate un poquito y ya vamos a lo que tú consideras normal. -Me dijo Susana-.

-              ¿Y qué es lo que yo supuestamente considero normal? -Pregunté sin obtener respuesta, mientras Lorena seguía a lo suyo-.

-              Ponte un poco de perfil, Carlos. -Me indicó Lorena-.

Aquello me parecía un tanto surrealista, ni que yo fuera un modelo para hacer consoladores, cuando era un tío de lo más normal, sólo que con una polla un poco más larga que la media nacional y depilada.

-              Espera Lorena, yo creo que falta algo en la foto que la escale. -Dijo Susana cogiéndome la polla por la base con su mano-.

-              Buena idea, Susana. -Le dijo Lorena, haciendo una nueva tanda de fotos-. Hazlo ahora con la boca. -Susana se metió la punta de mi polla en su boca y retiró la mano, mientras Lorena sacaba una nueva tanda de fotos-.

-              ¿Se me ha visto la cara? -Preguntó Susana-.

-              No, sólo la boca bien abierta.

-              Ya vale, ahora me toca a mí sacar las fotos. -Protesté-.

Lorena me pasó el móvil.

-              ¿Cómo quieres que posemos? -Preguntó Susana-.

La verdad es que para mí cualquier pose de aquellas dos mujeres me resultaba excitante.

-              Poneros de perfil, cogeros las tetas con las manos y apretaros una contra otra. -Les dije-.

Se pusieron de rodillas en la bañera, se giraron para ponerse de frente, se subieron las tetas con las manos y se juntaron. Las tetas de Susana eran el doble de grandes de las Lorena, que no las tenía pequeñas. Empecé a hacer fotos teniendo cuidado de que no salieran sus caras.

-              ¿Qué tal se nos ve? -Preguntó Susana-.

-              Preciosas. Ahora moveros un poco a un lado y otro, para que se vean alternativamente las de cada una en primer plano.

Yo tenía ya un calentón de mucho cuidado. No podía tener más dura la polla, que estaba segregando líquido preseminal como un grifo abierto.

-              Daros la vuelta y poned vuestros culos en pompa hacia mí.

De rodillas como estaban en la bañera se giraron ofreciéndome una maravillosa visión de sus culos. Mientras lo hacían no tuve otro remedio que sobarme el nabo.

-              Parece que estás disfrutando con la tontería de las fotos. -Me dijo Susana y vaya si estaba disfrutando-.

Eran dos culos preciosos de mujeres maduras. El de Lorena mulato, grande con nalgas abultadas y prominentes. El de Susana, mucho más pequeño, muy respingón y durísimo de las manos de ejercicio que se pegaba en el gimnasio. En todo caso, los dos igualmente apetecibles. Les saqué varias fotos más y luego me apeteció ver sus culos uno encima de otro.

-              Susana, ponte sobre Lorena con tu culo pegado al suyo. -Le dije-.

Mientras lo hacía pude observar que los chochos de las dos estaban brillantes de los jugos que estaban segregando.

-              ¿Así? -Me preguntó Susana cuando estaba de frente sobre la espalda de Lorena-.

-              Sí, así. -La posición obligaba a Susana a tener las piernas abiertas, con lo que ofrecía una visión completa de su chochaco-.

Saqué algunas fotos más y pensé que era hora de terminar con la sesión de fotos y empezar la sesión de folleteo. Dejé el móvil sobre la encimera del lavabo, me puse detrás de ellas. La altura de Susana era perfecta para follársela a lo perrito y sin dudarlo, le puse la punta de la polla a la entrada de su chocho y de un golpe de caderas se la metí hasta el fondo sin el menor problema porque estaba lleno de jugos.

-              ¡Uuufff, Carlos pensaba que no te ibas a decidir! -Exclamo Susana-.

Empecé a bombear con fuerza en el chocho de Susana que empezó a gemir con fuerza. Lorena se movía también por mis embestidas sobre Susana.

-              Carlos, no voy a tardar en correrme, no te olvides de nuestra invitada. -Me dijo Susana al rato de estar follándomela-.

-              No te preocupes por eso, que no me voy a olvidar.

-              ¡Mas fuerte, Carlos, más fuerte, que estoy a punto, quiero oír los golpes de tus huevos en mi clítoris, así, así, ahora, ahora, me corro, siiii, aaaaggg, sigue, sigue, aaaggg, …!

Yo estaba tan caliente, que cuando terminó Susana de correrse, y se bajó de encima de Lorena me cogí la polla y me corrí sobre el impresionante culo de Lorena.

-              ¿Pero chico me vas a dejar así? -Protestó Lorena-.

-              No te preocupes, Lorena, que Carlos se corre varias veces seguidas sin que se le baje la polla. -Le contestó Susana-.

-              ¿Seguro?

-              Seguro, si no ya lo verás por ti misma. -Dijo Susana-.

-              Vámonos a la cama. -Les dije-.

-              ¿Para qué? -Me preguntó Susana-.

-              Para un capricho que tengo.

Estaba pensando en hacer una postura que había visto en algunas películas porno. Mientras ellas hacían un “69” yo me follaba a una de ellas y de vez en cuando se la metía en la boca a la otra.

-              Susana, túmbate boca arriba y tú, Lorena, ponte sobre ella para un “69”, mientras yo te follo a lo perrito. -Les dije-.

-              Le estás echando mucha imaginación. ¿No me iras a dejar a medias? -Me dijo Lorena, colocándose sobre Susana-.

-              No te preocupes que te vas a quedar bien follada. -Le contestó Susana-.

Cuando estaban las dos en posición y Lorena había empezado a comerle el coño a Susana, me puse de rodillas detrás del impresionante culo de Lorena, pero antes de metérsela le puse la polla en la boca a Susana que la engulló gustosamente. Mientras Susana me la comía, le pasaba los dedos por el chocho a Lorena, que me lo agradecía suspirando con cada caricia. Después de un tiempo así, se la saqué a Susana de la boca y la enfilé al chocho de Lorena, penetrándola de un solo golpe. Susana empezó a lamerme los huevos. Me gustaba tanto estar follando a Lorena y que Susana me lamiera los huevos que decidí mover a Lorena adelante y atrás, mientras yo me quedaba quieto.

-              Te gusta, ¿verdad? -Me preguntó Susana-.

-              Me encanta. -Le contesté-.

Le di un palmetazo al culo de Lorena, ella no sólo no protestó, sino que suspiró más fuerte. Ante su anuencia le di varios cachetes más, para terminar, sobándole el ojete con mis dedos. ¡Qué barbaridad de culo! Pensaba admirándolo en su magnitud. Lorena seguía suspirando y comiéndole el chocho a Susana.

-              ¿Se la vas a meter por el culo? -Me preguntó Susana-.

-              Sí, hazlo. -Contestó Lorena-.

-              Cuando se la saques del chocho, deja que te la coma un poco, quiero tener el sabor de sus jugos en mi boca. -Me dijo Susana-.

Le saqué la polla a Lorena, sin dejar de sobarle el ojete, y se la metí en la boca a Susana.

-              ¡Qué fuerte el sabor de su chocho! Carlos, estoy a mil otra vez. -Me dijo Susana. Yo pensé que cuándo no estaba a mil-.

-              Métemela ya por el culo. -Pidió Lorena-.

Se la saqué de la boca a Susana y volví a metérsela por el chocho a Lorena, para empaparla bien con sus jugos, cuando se la saqué apunté a su culazo y poco a poco empecé a meterle la polla a Lorena por el culo. Cuando la tuve entera dentro, Susana empezó a comerle el chocho a Lorena y a comerme los huevos a mí, alternativamente. Por el volumen de su culo tenía que presionar mucho para metérsela entera.

-              Estás a punto, ¿verdad Lorena? -Le preguntó Susana-.

-              Sí y va a ser un corridón largo y fuerte.

-              ¿Y tú, Carlos?

-              Correros vosotras, yo quiero hacerlo al final sobre vosotras.

-              ¡Aaaaggg! -Gritó Lorena. - ¡Sigue follándome el culo, Carlos, sigue, siiii, aaaggg, qué fuerte, qué rico, sigue, sigue, ssiiii, …!

-              ¡Lorena, no dejes de comerme el coño, por Dios, siiii, otro, otro, sigue, sigue, …!

Cuando las dos terminaron de correrse, les dije:

-              ¡Juntaros boca arriba!

Luego me puse detrás de sus cabezas y les fui metiendo la polla en la boca a una y a otra, hasta que me corrí sobre sus caras y sus tetas y me dejé caer sobre la cama.

-              Ha sido de los mejores tríos de mi vida. Tenías razón Susana, iba a quedar bien follada. -Dijo Lorena-.

-              Habrá que comer algo, ¿no? -Les dije-.

-              Sí, porque yo estoy desfallecida. -Contestó Susana-.

Mientras ellas se duchaban, fui a preparar algo de comer y a tomarme una copa de vino, que me supo a gloria. A los pocos minutos Susana y Lorena salieron del dormitorio. Susana se había puesto un sujetador y un tanga rojos. El sujetador le juntaba y le subía sus grandes tetas, haciéndolas todavía más excitantes. El tanga era un hilo con dos pequeños triángulos, uno le cubría a duras penas su monte de Venus y el otro quedaba al inicio de su bonito culo. Lorena llevaba sólo un tanga negro de hilo mínimo que, excepto el triángulo que ocultaba su monte de Venus quedaba oculto por la magnitud de sus nalgas y caderas.

-              Le he comentado a Lorena tu afición por las bragas usadas y ha querido dejarte un regalo de buena vecindad. -Dijo Susana, mientras Lorena se daba una vuelta sobre si misma, para que la viera en su espléndida madurez-.

-              Gracias, estáis preciosas y muy excitantes. -Les dije-.

Nos sentamos a comer.

-              Yo tenía un conocido con la misma parafilia que tú. Nunca llegué a explicarme muy bien esa afición. -Me dijo Lorena-.

-              Yo tampoco me la explico muy bien, pero me resulta muy excitante oler las bragas usadas de una mujer. Tienen un perfume muy especial. -Le contesté-.

-              ¿Te da igual cualquier mujer? -Me preguntó Lorena-.

-              No, deben ser de mujeres que conozca. Es una especie de asalto a su intimidad, para saber cómo huelen íntimamente. ¿Vosotras no tenéis ninguna parafilia secreta?

-              La mía es la ropa interior provocativa. Sólo con pensar en ponérmela ya estoy excitada. -Dijo Susana-.

-              Pues te pasarás el día excitada teniendo una tienda de ropa interior. -Le comentó Lorena-.

-              Por eso la tengo. -Le contestó Susana riéndose-.

-              Yo no tengo ninguna clara. Hay muchas cosas que me excitan sexualmente. -Dijo Lorena-.

-              Cuéntanos alguna. -Le dijo Susana-.

-              Son tonterías. Ver a un hombre de espaldas orinando de pie o ver a un hombre tocándose sus partes por encima de la ropa y cosas así. Una cosa que me excita mucho en mi trabajo es cuando compruebo si los pasajeros se han puesto el cinturón y tengo que ir mirando sus entrepiernas.

Terminamos de comer y yo me encontraba muy cansado, así que me excusé y fui a tumbarme un rato en la cama. Me quedé dormido al instante. No suelo recordar los sueños, pero esa tarde fue diferente.

Estaba en la terraza del piso, junto a mi hermana Lola y Susana, yo desnudo, Lola sólo con la braga del biquini y Susana con el tanga del biquini que llevaba Antonia el primer día de su llegada. Lo curioso es que yo tendría veinte años y ellas sobre dieciséis. Hacía mucho calor y Lola propuso que nos refrescáramos echándonos agua con la manguera.

- Anda, Carlos, échanos agua, a ver si así conseguimos estar más a gusto. -Dijo mi hermana Lola-.

Las dos se colocaron juntas en el sitio más alejado de los muebles de la terraza. Reparé que estaban preciosas las dos, abrazadas por la cintura, de frente a mí. Cogí la manguera, abrí el grifo y dirigí el agua hacia ellas. El primer chorro que les cayó hizo que se echaran hacia atrás huyendo del agua fría, pero después, poco a poco, se fueron acercando para recibir el agua sobre sus cuerpos, que brillaban con el agua y con el sol. Empezaron a jugar entre ellas poniéndose de espaldas y abrazándose por la cintura. Sus culos me resultaban muy excitantes. Al rato Lola se vino hacia mí.

- Venga ahora tú, Carlos, ponte allí con Susana. -Me dijo cogiendo la manguera-.

- Eso, Carlos, ven a refrescarte tú también. -Me dijo Susana-.

Hice lo que ambas me dijeron y me coloqué junto a Susana. Mi hermana dirigió la maguera hacia mí. El agua estaba fría, pero con el calor que hacía la sensación era placentera. Susana, jugando, se colocó a mi espalda y apretó sus durísimas y grandes tetas contra mí. Noté que estaba empezando a empalmarme irremediablemente. Traté de ocultarlo poniéndome de espaldas, pero ya fue tarde.

- Carlos, ¿te has empalmado? -Me preguntó mi hermana-.

Susana se asomó por mi costado para mirarme.

- Sí, Lola, se le ha puesto la polla como un palo. -Dijo Susana riéndose-.

Me tapé con las manos.

- No seas ridículo, Carlos, no pasa nada porque te empalmes. Es natural con tu edad y con dos chicas en toples, sobre todo con las tetas que se gasta Susana. -Me dijo mi hermana-.

- ¿Es que te han excitado mis tetas? -Me preguntó Susana cogiéndoselas con las manos-.

- Bastante. -Le contesté-.

- Pues hazte una paja, que te veamos y nos excitemos también nosotras. -Me dijo mi hermana-.

- ¡Venga Lola, no seas burra!

- No tiene nada de malo, si estás excitado te haces un pajote y listo. -Dijo Susana, como si me recomendara beber si tenía sed-.

- Venga Susana, esta es tu oportunidad, como tantas veces me has dicho que lo estabas deseando. -Le dijo mi hermana-.

Susana se arrodilló delante de mí, me cogió la polla y se la puso entre sus tetas.

- Apriétamelas. -Me dijo mirándome a los ojos-.

Puse mis manos al lado de sus tetas y se las junté contra mi polla. Ella empezó a subir y bajar lentamente. Era delicioso. Yo nunca había mirado a Susana como un posible ligue, era simplemente una amiga de mi hermana.

- ¿Te gusta? -Me preguntó mi hermana-.

- Mucho, no creía que pudiera producir tanto placer. -Le contesté-.

Estaba en la gloria, me importaba un carajo que mi hermana pequeña estuviese delante mirando.

- Susana, enséñale a Carlos que más cosas sabes hacer.

Susana se retiró un poco hacia atrás, volvió a cogerme la polla con su mano y se la llevó a la boca, sin dejar de mirarme a los ojos.

- ¿A qué esto es todavía mejor? -Me preguntó mi hermana-.

- No sabría que decirte, las dos cosas me dan mucho placer.

Mi hermana se acercó a nosotros, se puso de rodillas al lado de Susana y empezó a lamerme los huevos. Las dos se acariciaban sus clítoris y se metían los dedos en sus chochos.

- Todo para mi hermanito.

- Me voy a correr muy pronto. -Les dije-.

- De eso se trata. -Me contestó Susana y luego se metió mi polla todo lo que puso en su boca-.

Me desperté justo cuando iba a empezar a correrme en el sueño con una erección de caballo. Miré el reloj y eran las siete de la tarde. Me levanté Susana y Lorena no estaban. Me serví una copa y salí a la terraza a tomármela. Sobre la mesa estaban los tangas que se habían puesto para comer. Se oían murmullos en la terraza de Lorena, debían haberse cambiado de sitio mientras dormía. Cogí el tanga de Lorena y me lo acerqué a la nariz. Su olor era muy excitante, luego cogí el de Susana, estaba bastante húmedo y su olor me era deliciosamente conocido. Seguía empalmado como un fraile carmelita. Oí la puerta abrirse.

-              Hola, tito. -Era mi sobrina María, traté de ocultar mi erección metiéndome la polla entre las piernas y me senté sobre las bragas de Lorena y Susana.

-              Hola, María. ¿Vienes sola?

-              Sí, Antonia y Marta han decidido ir a la playa, yo no tenía ganas y, además, quería hablar contigo. -Llevaba una falda corta blanca muy ajustada y una camiseta de tirantas empitonada por sus pezones-.

-              Tú dirás, pero no empieces con la cantinela.

-              Te has follado a toda la que ha pasado por esta casa, menos a mí.

-              Ves como no hay manera.

-              Déjame hablar. Te follaste a mamá, a Rocío, a Antonia, a la madre de Antonia, a mi hermana y qué sé yo a quién más. ¿Y conmigo que pasa?

-              Yo no te tengo que darte explicaciones, pero lo de tu hermana fue una equivocación porque me cabreó más de la cuenta.

-              He hablado con mamá y dice que no entiende tu actitud, que o las dos o ninguna y como Marta ya ha caído, me lo debes.

-              ¿Por qué no me dejas terminar mi copa tranquilamente?

-              Haz lo que quieras, pero que sepas que no está bien.

-              O sea, que, según tu madre, lo que está bien es que me folle a mis sobrinas.

-              ¿Y si jugamos a que no soy tu sobrina?

-              ¡Qué barbaridad que pesada eres!

-              Verás cómo nos divertimos.

María salió de la terraza y volvió a los pocos minutos con los avíos de limpieza del piso.

-              Buenas tardes, don Carlos. Perdone que me haya retrasado un poco, pero en la casa anterior me han tenido muy liada.

Yo no daba crédito a la actuación que estaba empezando a hacer, así que decidí seguirle la corriente por ver dónde terminaba.

-              Hola, Juani, no te preocupes por la hora.

-              Gracias, don Carlos. Voy a empezar por la terraza para luego no molestarlo más.

Dándome la espalda, cogió una bayeta y un cubo con agua, se arrodilló en el suelo y empezó a fregarlo. Evidentemente, debido a lo corto de su falda, me enseñó su culo y el hilo del tanga negro que llevaba.

-              Otras prefieren limpiar con la fregona, pero a mí me gusta más a la antigua. -Dijo moviendo el culo de un lado a otro-.

-              Haciéndolo así te puedes hacer daño en las rodillas y en la espalda.

-              Todavía soy muy joven y puedo hacerlo.

-              ¿Qué edad tienes?

-              Dieciséis para diecisiete.

-              Pues estás muy desarrollada para tu edad.

-              Eso me dicen mi papá, mis primos y mis hermanos, cuando entran en el baño mientras me estoy duchando.

No se podía negar que María tenía un culo de lo más apetecible.

-              ¿Y a ti no te da vergüenza que te vean duchándote?

-              No, en mi casa tenemos mucha confianza unos con otros.

-              ¿Y a tu madre también la ven duchándose?

-              Claro, a ella a la que más. Es que mi madre es una mujer muy atractiva, para los que le gustan las gordas tetonas. Qué calor, si no le importa voy a refrescarme un poco.

Se levantó, cogió la manguera y empezó a echarse agua en la camiseta, que no tardó nada en transparentarse y pegarse a sus tetas.

-              ¿No tiene usted calor?

-              Un poco, pero como voy desnudo, lo aguanto mejor.

-              Hace usted muy bien en ir desnudo. Si yo estuviera en mi casa también iría desnuda. Yo duermo desnuda en invierno y en verano, porque como mi hermana y yo dormimos juntas, nos da mucho calor a las dos.

-              A mí también me gusta dormir desnudo, es muy cómodo.

-              Se puede creer que me da calor hasta el tanga. -Dijo levantándose la falda y quitándoselo-. Mire, que no es exageración, mire como se me ha puesto el tanga. -Me dijo acercándose y poniéndomelo en la mano-.

La muy hija de puta sabía perfectamente cuál era mi debilidad. Su tanga mojado me quemaba en la mano.

-              Cuéntame algo de tu madre.

-              ¿Mi madre? Si por ella fuera se pasaría el día follando. Ella dice que la mantiene joven y en forma. Cuando mi padre está trabajando se folla a los vecinos, al butanero, al fontanero y a todos los que pasan por casa.

-              ¿Y tu padre lo sabe?

-              Sí, él dice que así está más contenta y le sale más rica la comida.

Volvió a darme la espalda y a arrodillarse. Ahora podía verle su duro culo y su chocho.

-              ¿Me está usted mirando? -Me preguntó-.

-              Qué remedio, si estas delante de mí. ¿Te molesta?

-              ¿A mí? En absoluto, incluso le diría que me gusta que un señor tan atractivo como usted lo haga, no como los viejos verdes de los vecinos que se asoman a las ventanas para verme cuando tomo el sol en el patio de casa.

Como no podía verme, caí en la tentación de llevarme su tanga a la nariz. Olía a chocho caliente que echaba para atrás.

-              ¿Y te dicen cosas?

-              ¿Quiénes?

-              Tus vecinos.

-              Uy, unas barbaridades que harían avergonzar a cualquier mujer de la vida.

-              ¿Cómo cuáles?

-              Que me meterían sus bastones por mi chocho o por mi culo o que se pajean mientras me miran, cosa que yo sé que no es cierta, porque ya no se les levanta.

-              ¿Y tú les contestas?

-              Unas veces sí y otras no, según me pille. A veces les digo que como no le hagan una paja al bastón, lo van a tener muy difícil. -Me dijo riéndose-.

La verdad es que el juego me estaba divirtiendo y calentando. María tenía mucha habilidad y soltura con sus contestaciones.

-              ¿Tienes novio?

-              Novio formal no. De vez en cuando salgo con un chico que trabaja en el mercado de abastos, pero el pobre es muy bruto.

-              ¿Qué hacéis cuando os veis?

-              Unas veces vamos al cine, otras vamos a la discoteca y siempre terminamos en el parque del barrio haciendo nuestras cosas.

-              ¿A qué llamas vuestras cosas?

-              Pues a darnos el lote, ya me entiende. Él se saca su polla de los pantalones y yo le pajeo mientras él mete su mano bajo mi falda y nos besamos en la boca. A ver don Carlos, levante los pies que tengo que limpiar por aquí. -Me dijo poniéndose delante de mis piernas cruzadas tapando mi erección-.

-              Limpia mejor por otro sitio.

-              No puedo, venga abra las piernas y súbalas para que pueda pasar la bayeta.

Ella misma me descruzó las piernas y mi polla saltó como un resorte mirando al cielo.

-              ¡Qué barbaridad don Carlos, se le pone a usted bastante más grande y más dura que a mi medio novio e incluso que a mi papá cuando me ve ducharme! ¿Por qué está usted tan empalmado?

-              Son cosas de la naturaleza. Venga Juani, déjalo ya y termina de limpiar bajo mis pies.

-              Déjeme que la disfrute un poquito, no todos los días tiene una a su disposición una polla como esta. -Dijo quitándose la camiseta y luego cogiéndomela con las dos manos-.

Ahí tendría que haber terminado el juego, pero yo ya estaba más que excitado en ese momento.

-              ¿Eres virgen todavía?

-              No, me lo hice con un primo mío hace dos años.

-              ¿Y cómo fue?

-              En la piscina municipal, fuimos un grupo de primos y primas a pasar el día, me dio el calentón y me llevé a uno de mis primos a los vestuarios y allí me lo follé. Él también era virgen, así que dos desvirgados con un polvo, aunque no fue gran cosa, la verdad.

Mi sobrina seguía con las dos manos en mi polla, moviéndolas lentamente arriba y abajo.

-              Juani, te vas a retrasar con tus tareas.

-              No hay problema, luego voy un poco más deprisa. Sabe usted que de más pequeña los caramelos que más me gustaban eran los chupachups de esos que, después de chuparlos mucho, te explotaban muy fuerte en la boca, llenándotela de crema.

-              No, no lo sabía.

-              Pues sí, pero ahora me he aficionado a otro tipo de caramelos. -Dijo y se metió mi polla en la boca-.

-              Juani, ten cuidado no te vayas a atragantar.

-              No se preocupe, don Carlos, estoy muy acostumbrada.

-              ¿Qué otros caramelos te comes?

-              El de mi papá y los de mis hermanos y primos.

-              ¡Vaya, pues sí que te gustan los caramelos!

-              Sí, pero el suyo es más grande y más cabezón.

Sabía que debía terminar con aquello, pero mi cabeza me estaba jugando la mala o la buena pasada de confundir a mi sobrina con Juani la asistenta. Juani la comía de escándalo. Su entrenamiento con los caramelos la había hecho una experta.

-              ¿Ayudas en más casas? -Le pregunté-.

-              Sí, don Carlos, no me queda más remedio. Mis hermanos no encuentran trabajo y tengo que colaborar en casa.

-              ¿Y cómo te tratan?

-              Hay un poco de todo. En casa de doña Manuela, la hija me pide que hagamos cosas entre las dos cuando su madre no está y en casa de don Francisco, un viudo jubilado, me pide que le coma el caramelo, a mí me da pena el pobre hombre y yo se lo como. Se queda más contento que todo.

-              Estate atenta porque el caramelo ya está para que te reviente la crema en la boca.

-              ¡Qué bien, el momento que más me gusta!

-              ¡Toma crema, aaaagggg, no la desperdicies, toma más crema y todavía más, sigue, sigue tragando crema! -Le dije mientras me corría en su boca y ella se iba tragando toda mi lefa-.

-              ¡Qué rico, cuanta crema tenía el caramelo! -Me dijo poniéndose de pie y dejándome entre sus piernas, me cogió la polla y se la metió en el chocho. Puse mis manos en su culo, duro como una piedra-.

-              ¿Esto también lo hacías con los caramelos?

-              Sí, mi hermana y yo jugábamos a ver a cuál se le reventaba antes en el chocho y nos lo llenaba de crema. Don Carlos, tiene usted todavía el caramelo durísimo.

-              Y tú tienes el chocho encharcado.

-              Sí, me suele pasar cuando voy a algunas casas a ayudar y los señores son tan atractivos como usted.

Juani movía su culo en todas direcciones como una batidora.

-              Tienes que venir más días en semana. -Le dije-.

-              Los que usted quiera, me gusta ayudar en las casas con hombres solos.

-              ¿Estás muy unida a tu hermana?

-              Sí, mucho, a las dos nos encantan los caramelos, grandes y duros. ¡Don Carlos, creo que no voy a tardar en mojarle el caramelo!

-              Moja lo que quieras que el caramelo no se va a arrugar.

-              ¡Aaaagggg, siiii, aaagggg, don Carlos, voy a mojar mucho, aaaagggg, qué gusto, qué caramelo tan duro, aaaggg, siiii, …!

-              ¿Te gusta mi caramelo?

-              ¡Mucho!

-              ¿Te tratan así en las otras casas?

-              Ya me gustaría a mí que me tratasen así.

-              Antes de irte tienes que darle un repaso a la tumbona.

-              Claro, don Carlos.

Juani se levantó y se colocó a cuatro patas sobre el borde la tumbona. Cogí su tanga, me puse detrás de ella y se lo pasé varias veces por el chocho, que estaba segregando jugos como una fuente. Me lo llevé a la nariz y me puse todavía más caliente de lo que ya estaba.

-              ¿Ves la mancha?

-              Sí, don Carlos, pero no tengo con que limpiarla.

-              Con la lengua, Juani, improvisa.

-              ¿Cómo no, don Carlos?

Me cogí la polla y se la pasé por la entrada de su chocho.

-              ¿Juegas mucho con caramelos en tu rajita?

-              Todas las noches y a veces cuando me ducho. Como tenemos una economía difícil en casa, mi hermana y yo compartimos el consolador.

-              ¿A que no es mejor que este que tengo para ti? -Le dije metiéndole la polla poco a poco-.

-              Mejor que este no hay ninguno. Le tengo que decir a mi hermana que venga un día conmigo, para que lo pruebe.

-              ¿Y tu madre no ayuda en alguna casa?

-              Mi padre no quiere, dice que es muy guarra y que ya folla bastante sin salir de casa, pero si quiere algún día le digo que me acompañe.

-              Sí, me gustaría conocerla.

-              Y a ella seguro que también le gustaría conocerlo a usted y a su caramelo.

-              Cuéntame como es físicamente tu madre.

-              Ella cuenta que de joven estaba muy buena y que se llevaba a todos los hombres de calle, pero desde que yo la recuerdo tiene bastantes kilos de más, según dice por culpa de los embarazos. Eso sí, tiene unas tetas enormes ya bastante caídas, que según ella son capaces de hacer las mejores pajas cubanas de la comarca y el chocho más grande que yo he visto nunca, detrás de un pelucón que le llega casi desde el ombligo a las ingles. Su boca es grande de labios carnosos, con la que presume de hacer unas mamadas inigualables.

Yo bombeaba sin parar el chocho de Juani y tenía una mano en su clítoris y la otra en sus tetas.

-              No la pintas muy atractiva.

-              Seguro que cuando empiece a hacerte una mamada o una cubana opina de otra manera. Don Carlos, tiene usted el aguante follando de un chaval, después de haberse corrido ya. Si sigue así le voy a volver a mojar el caramelo.

-              Te advierto que lo tengo a punto de que reviente.

-              Hágalo dentro, quiero recordar cuando lo hacemos mi hermana y yo.

-              ¡Toma, toda la crema para ti, toma, toma, aaaaggg, te voy a llenar!

-              ¡Síiiii, lo noto, noto como ha reventado el caramelo y cómo te lo voy a mojar, aaaagggg, por Dios que rico, don Carlos, como me gusta cómo me folla con ese caramelo tan duro, …!

-              Bueno, Juani, se ha hecho tarde y estarán preocupados en tu casa, otro día terminas el resto de la casa.

Mi sobrina se puso de pie, cogió su camiseta y antes de salir de la terraza me dijo:

-              Ves como te ibas a divertir, otro día puedo hacer de enfermera o de mujer policía o de vendedora a domicilio o de repartidora de paquetería o de manitas o …

-              Déjalo, María, que me abrumas.

(Continuará).