Mi familia me visita de vez en cuando 5

Mis sobrinas y Antonia siguen en casa. Antonia me pide si puede quedarse su madre unos días, porque va a venir a recogerlas en coche. Espero que os guste tanto como los anteriores.

(Como siempre os digo, es muy conveniente leer las entregas previas del relato para comprenderlo del todo. Si no queréis, pues qué le vamos a hacer. En cualquier caso, que lo disfrutéis.)

¿Pero cómo tenían la poca vergüenza las tres de apostarse entre ellas si Antonia sería capaz de seducirme para follar? Tenía que pensar algo para evitar quedar más veces como un idiota en sus manos. Me llamó mi hermana Paula:

-              Hola, Carlos.

-              Hola, Paula. Cuánto tiempo sin saber de ti, desde que se mudó tu amiga Clara.

-              No hace tanto. Me ha dicho Lola que las niñas están contigo.

-              Sí, pero vamos que te las cedo sin problemas.

-              ¿Cuándo piensas invitarme a tu casa?

-              No hace falta que yo te invite, eres siempre bienvenida. Ahora, que ya sabes lo que hay.

-              Yo no soy tan pudorosa como Clara. Pero conmigo te pones los pantalones.

-              Yo me pongo lo que tú quieras, como si quieres que me ponga una sotana.

-              ¿Hasta cuándo estarán las niñas?

-              Creo que se van al final de la semana.

-              Bueno, hablamos y concretamos.

-              Claro, Paula. ¿Y tú cómo estás?

-              Como siempre, pero más harta del trabajo. Adiós, un beso.

-              Igualmente, un beso.

Ahora iba a ser mi hermana Paula y con el carácter que tenía. La cosa era no dejarme tranquilo. Volví a pensar en la poca vergüenza de mis sobrinas y de Antonia, pero también en el pedazo de polvo que había echado con ella. Iba a ponerme el pareo para salir del dormitorio, pero pensé que, si querían verme la polla, pues me la iban a ver. Estaban las tres tomando una copa en la terraza. Rellené la mía y salí con ellas a la terraza.

-              Hola, tito, ¿cómo has echado la tarde? -Me preguntó Marta-.

-              Accidentada, ¿y vosotras?

-              Muy tranquilas, al menos María y yo, Antonia parece que no tanto.

-              ¿Por qué no salís a tomar una copa, a ver si conocéis a nuevos amigos? -La verdad es que tenía ganas de perderlas de vista por lo menos por un rato-.

-              Eso estábamos pensando, si no te molesta quedarte solo.

-              En absoluto. -Se miraron entre ellas-.

-              ¿Vamos entonces? -Preguntó Marta-.

-              Sí, vamos. ¿No te animas? -Dijeron las otras dos, levantándose y entrando en el piso-.

-              No, gracias.

Bueno, mira, voy a poder tener algo de tranquilidad, pensé. Me quedé en la terraza mientras ellas se arreglaban para salir. Al cabo del rato asomaron por la terraza para despedirse. Terminé la copa, tomé algo de cena y me acosté. Ya de madrugada me despertaron mis sobrinas:

-              Tito, ¿podemos dormir contigo? -Preguntó Marta de pie al lado de la cama y desnuda-.

-              ¿Por qué?

-              Antonia se ha emborrachado, se ha echado en la cama y no nos deja sitio a nosotras. -Contestó María-.

-              ¡Joder con Antonia! ¿No podéis moverla?

-              Cuando se pone así, no hay forma.

-              Bueno, haced lo que queráis. -Les dije desplazándome a un lado de la cama-.

-              Gracias, tito.

Se acostaron, yo me di la vuelta y traté de dormirme de nuevo, sin querer pensar que estaban las dos desnudas en la cama a mi lado. Creo que a los pocos minutos volví a despertarme con la sensación de que una de ellas o las dos se estaba haciendo un dedo. Encendí la luz de la mesilla. Las dos estaban con los ojos abiertos y los brazos debajo de la sábana.

-              ¿Se puede saber que hacéis? -Les pregunté indignado-.

-              No podíamos dormir y nos estábamos aliviando un poco la calentura. -Me contestó Marta como si me hubiera dicho que estaban rezando-.

-              Pero coño, ¿a vosotras os parece esto normal?

-              Masturbarse a nuestra edad es sano y necesario para la salud corporal y mental.

-              ¡Pues iros al baño! -Les dije incorporándome en la cama-.

-              No queríamos despertarte.

-              Pero bueno, ¿a vosotras que os pasa para estar todo el santo día con el sexo en la cabeza?

-              Nada raro.

-              ¿Tú crees?

-              Somos mujeres pasionales como mamá, adolescentes todavía y encima el sitio este, ¿pues que quieres? -Dijo Marta-.

-              También saber que follas con mamá, nos excita más todavía.

-              ¡No quiero volver a escuchar eso! No tendríais que saberlo. Son cosas que pasan entre adultos.

-              No, si nosotras no os recriminamos. Lo que pasa es nos gustaría mucho que nos follases también a nosotras. -Dijo Marta, que me daba la impresión de que seguía tocándose-.

-              ¿Qué barbaridad dices, Marta?

-              No es ninguna barbaridad. Muchas de nuestras amigas follan con sus tíos y no pasa nada. -Me contestó Marta-.

-              Nosotras ya teníamos ganas de follar contigo, pero después de lo que nos ha contado Antonia, nos han entrado más ganas. -Dijo María-.

-              ¿Tú tomas viagra para que se te mantenga dura después de correrte? -Me preguntó Marta-.

-              ¡Vosotras estáis de siquiatra!

-              ¿Pero tomas o no? -Insistió Marta-.

-              ¡Que yo no tomo nada, coño! Dormíos o id al baño a aliviaros, pero dejad de decir barbaridades.

-              ¿Es qué nosotras no te gustamos? ¿A qué nunca lo has hecho con unas gemelas? -Me preguntó María-.

-              Ya está bien. -Les dije levantándome de la cama-.

-              ¿Por qué no estás empalmado como antes? -Me preguntó María al verme de pie-.

-              Si lo prefieres una a una a nosotras también nos vale. -Dijo Marta-.

Les hice un gesto con el brazo de que me dejaran en paz y me fui del dormitorio. Decidí llamar a Lola, aunque la despertara.

-              ¿Qué pasa Carlos, tu has visto la hora que es?

-              Pues pasa que tus hijas no me dejan en paz.

-              ¿Qué te hacen para que estés así?

-              Se han metido en mi cama y cuando me he vuelto a dormir han empezado a hacerse un dedo a mi lado.

-              Bueno, son cosas de crías.

-              ¡Lola, que me han pedido que me las folle!

-              ¡Coño, si te follaste a su amiga, pues ellas también quieren!

-              ¿Y tú como sabes eso?

-              Porque me lo han dicho ellas.

-              ¿Y no te han dicho que saben que nosotros hemos follado?

-              No, eso no.

-              ¡Pues lo saben!

-              Entonces con más razón quieren follar contigo.

-              ¿Y eso por qué?

-              Por el complejo de Electra y como ni locas follarían con el vaina de su padre, pues les toca querer con el que se folla a la madre. Mira, Carlos, que se follan a todo lo que se menea, así que, si te las follas tú también, tampoco pasa nada.

-              ¿Pero tú te estás oyendo?

-              Sí, pero creo no estar diciendo ninguna monstruosidad. A las niñas les vendrá muy bien y a ti, también. Te dejo, que estoy muy cansada y no seas tan pejiguera ni tan remilgado.

Mi hermana se había vuelto completamente loca. Me volví y en la puerta de la terraza estaban mis dos sobrinas.

-              ¿Qué te ha dicho mamá?

Detrás de mis sobrinas vi a Antonia en el dormitorio tumbada boca abajo en la cama vestida y con los tacones puestos.

-              ¡Pues nada, que por ella no os cortéis! Por cierto, podíais quitarle los zapatos a Antonia, por lo menos. -Les dije señalándola-.

Ellas se dieron la vuelta para mirar hacia Antonia. La verdad es que estaban buenísimas las dos. Parecían dos modelos, pero con algo más de formas. Se volvieron otra vez hacia mí.

-              Si mamá no tiene problemas, ¿qué problemas tienes tú? -Me preguntó Marta-.

-              No me hagáis repetíroslo otra vez. -Les dije ya cansado de la situación-.

-              Está bien, tito, como quieras. Vuelve tú a la cama, que mañana tendrás que trabajar. Nosotras nos quedamos un rato en la terraza para no molestarte. -Dijo María. No podía creer que hubieran desistido-.

-              De acuerdo, hasta mañana.

Cuando me iba hacia el dormitorio me dieron cada una un beso de buenas noches en la mejilla. Dejé la puerta del dormitorio abierta, me acosté, apagué la luz y traté de dormirme de nuevo. Por mucho que intentaba evitarlo no se me quitaba de la cabeza la imagen de las dos desnudas de espaldas. Me debí quedar dormido y como en las pesadillas de las películas antiguas, sus dos culos se acercaban, se alejaban y giraban en el espacio como flotando. Detrás de los culos veía a mi hermana Lola desnuda, que me decía algo que yo no lograba entender, lo que sí entendía era el gesto que hacía con sus manos introduciendo un dedo de su mano izquierda entre los dedos semicerrados formando un círculo de su mano derecha, indicando que me las follase. Dormí francamente mal, me desperté cuando empezaba a amanecer, muy empalmado y con un fuerte escozor en el capullo. Me incorporé, estaban las dos durmiendo desnudas encima de las sábanas. Noté un fuerte olor a sexo en la habitación. Me levanté y fui a la cocina dejando la puerta del dormitorio cerrada para que siguieran durmiendo. Antonia debía haberse despertado de madrugada, porque ahora estaba tumbada boca abajo en ropa interior y sin zapatos. Cerré también la puerta de su dormitorio. Me preparé un café y me quedé en la cocina tomándomelo. Sonó mi móvil, era mi hermana Lola.

-              ¿Qué tal?

-              Buenos días, hermana. ¿Qué tal qué?

-              Anoche con las niñas.

-              Me acosté después de hablar contigo, me acabo de despertar y ellas siguen durmiendo.

-              Pues no dice eso el mensaje que me mandaron anoche.

-              No sé que dirá el mensaje, pero ya te he dicho lo que pasó.

-              El mensaje dice: “Pedazo de follada con el tito. ¡Joder con lo que aguanta empalmado!”

-              Lola, diga lo que diga el mensaje, yo no he follado con ellas.

-              Pues tú dirás entonces.

-              Yo no tengo nada que decir, que no te haya dicho ya. Se lo habrán inventado.

-              ¿Bebiste mucho ayer?

-              Bebí, pero mucho tampoco.

-              Carlos, tu y yo sabemos que tienes lagunas de memoria cuando bebes.

-              Vamos a ver, Lola, ¿cómo no iba a acordarme si hubiéramos hecho algo así?

-              Acuérdate lo que nos ocurrió la primera noche que pasé en tu casa, que luego no nos acordábamos ninguno de nada.

-              No insistas, Lola, que no.

Mi hermana había conseguido sembrar la duda en mi cabeza y empecé a relacionar el escozor de la polla con que hubiera pasado algo, que yo no recordaba.

-              Bueno, pues lo que tú digas. Se lo habrán inventado ellas.

-              Pues debe ser.

Colgamos y empezaron a asaltarme las dudas, aunque mi cabeza se mantenía en que no podía haber pasado nada. La erección se me había bajado y me habían entrado las ganas de mear. Fui al baño común para no despertarlas. Sobre la encimera del lavabo había dos tangas hechos un ovillo, debían ser los que se habían puesto mis sobrinas la noche anterior. Iba a cogerlos, pero decidí mear primero. Cuando terminé, fui a salir del baño, pero la tentación de los dos tangas era demasiado fuerte. Los cogí y me los llevé a la nariz. ¡Qué barbaridad como olían a jugos de mujer! El efecto fue inmediato y volví a empalmarme como una fiera con los tangas pegados a la nariz. La fuerza de voluntad de la noche anterior empezó a flaquearme y decidí ir a verlas desnudas en el dormitorio con los tangas pegados a la nariz. Abrí la puerta sin hacer ruido, me puse a los pies de la cama a mirarlas. Una estaba boca arriba y la otra boca abajo, no sabía en que posición me gustaban más. Estaban las dos para empezar a follárselas y no parar hasta caer muerto. O me tranquilizaba o iba a ocurrir algo irreparable. Entré al baño con la intención de darme una ducha fría. La bañera estaba llena y cuando yo me había acostado no estaba así. ¿Qué coño había pasado? Volví a llevarme los tangas a la nariz y la polla me dio un brinco pegándoseme a la barriga. Volví al dormitorio a mirarlas con los tangas pegados a la nariz. Marta se movió y abrió los ojos.

-              Buenos días, tito. ¡Qué bárbaro, como te levantas! -Me dijo en voz baja mirándome la polla empalmada-.

Le hice un gesto para que se levantara y fuéramos al baño a hablar para no despertar a María. Ella se levantó y me siguió.

-              ¿Pasó algo anoche que yo deba saber? -Le pregunté-.

-              ¿Te refieres a después de que llamaras a mamá por teléfono?

-              Sí.

-              ¿De verdad que no te acuerdas?

-              Recuerdo que volví a la cama y me dormí, aunque muy intranquilo.

-              ¿Tu crees que pudo pasar algo con quién?

-              Con vosotras, me ha leído vuestra madre un mensaje de una de las dos que no es verdad, en lo que yo recuerde.

-              Tito, a veces la memoria juega malas pasadas. ¿Qué haces con nuestros tangas en la mano?

-              Estaban tirados en el otro baño y los he traído para que los recojáis.

-              ¿No los habrás cogido para guardarlos tú?

-              Y yo porqué iba a hacer eso.

-              Pues para lo mismo que tienes varios de mamá en el armario.

-              ¿Habéis estado registrando mi armario?

-              Tanto como registrar, no. Están casi a la vista. ¿Y tú qué crees que pudo pasar anoche?

-              No lo sé, por eso te lo pregunto.

-              Cuéntaselo, Marta. -Dijo María detrás de mí-.

-              No podíamos dormir, así que vinimos aquí a darnos un baño para relajarnos. Como parte de la relajación decidimos hacernos una paja. Tú, despierto o sonámbulo, te asomaste. Al vernos, te llevaste la mano a la polla y empezaste a cascártela a lo bestia delante de nosotras. Te costó más correrte que a nosotras, pero al final lo lograste. Ya tú también más relajado, te volviste a la cama. Nosotras igual exageramos en el mensaje que le enviamos a mamá.

Yo no recordaba nada de eso y, que yo sepa, nunca había tenido un episodio de sonambulismo. No tenía nada claro que no me estuviesen engañando.

-              No os creo. Que os dieseis un baño es posible, que os hicierais una paja, también, ya habíais empezado antes, pero que yo me levantase y que dormido me hiciera una paja mirándoos, no.

-              Piensa lo que quieras, pero yo recuerdo perfectamente tu capullo brillante y segregando líquidos, mientras te la cascabas, tus ojos desorbitados sin perder detalle del dedo que nos estábamos haciendo y como al final te corriste en el suelo. ¿Hay café hecho? -Terminó María, cambiando de tema, como si no hubiera pasado nada-.

-              Sí. -Le contesté descorazonado y confuso-.

Se fueron las dos y me quedé en el baño dándole vueltas a la cabeza. Lo que me habían contado no podía ser cierto o, al menos, así lo creía yo, hasta que vi lo que parecía ser semen seco en el suelo del baño cerca de la entrada. Me estaba agobiando mucho, así que me duché, me vestí y salí del piso sin saludar a mis sobrinas, necesitaba tomar el aire. Cuando llevaba casi una hora dando vueltas andando sonó mi móvil. Era un número que no conocía.

-              Carlos, soy Antonia.

-              Sí, Antonia, dime.

-              Te tengo que pedir un favor.

-              Dime.

-              Me ha llamado mi madre, tiene unos días libres y nos ha propuesto venir a recogernos. Me pregunta si puede quedarse en tu casa dos o tres días. No conoce la zona y siente curiosidad.

¡Pero qué se creen, que yo tengo una pensión! Pensé, pero no quería parecer desagradable.

-              No sé dónde va a poder dormir, pero si os arregláis entre vosotras, por mí sin problemas.

-              Muchas gracias, Carlos.

-              Oye, ¿ella sabe dónde viene? -Le pregunté antes de que colgara, no quería tener luego problemas-.

-              Sí, ya se lo dije, por eso tiene curiosidad.

-              De acuerdo, como queráis.

Decidí volver a mi casa, ya un poco más sereno. Estaba sólo Antonia desnuda en el salón.

-              Buenos días, Antonia. ¿Y mis sobrinas?

-              Se han ido a tomar el sol a la playa.

Se levantó y se puso a mi lado apoyada en la encimera de la cocina.

-              ¿No te has ido con ellas?

-              Qué va, tengo un dolor de cabeza que no es normal y no quiero que me dé el sol.

-              Te pasaste anoche.

-              No, no bebí mucho, lo que pasa es que me tuvieron que dar garrafón. ¿Qué os pasaba ayer noche a ti y a tus sobrinas?

-              ¿Por qué?

-              Primero os oí discutir entre sueños y luego las escuché a ellas riéndose a carcajadas.

-              Discutimos porque ellas tienen muy poca vergüenza. Las carcajadas yo no las recuerdo, me volví a dormir o, al menos, eso creo. ¿Cómo es que viene tu madre a recogeros?

-              Cuando le conté como era esto, me dijo que se cogería unos días para poder conocer el sitio.

-              Ya veréis vosotras como os las apañáis para dormir.

-              Te gustará mi madre.

-              ¿Por qué?

-              Es muy simpática y sociable.

-              ¿Y tu padre?

-              Están divorciados desde hace años, casi no nos vemos. Se volvió a casar con una a la que le dobla la edad y se mudaron de ciudad. Carlos, me gustó mucho el polvo que echamos ayer.

-              A mí también. Lo que no me gustó es que hubieras apostado con mis sobrinas que lo conseguirías.

-              No te lo tomes a mal, es algo que hacemos constantemente.

-              Peor me lo pones.

-              No, quiero decir que apostamos por cualquier cosa.

-              Pues podíais discriminar un poquito sobre lo qué apostáis. Voy a cambiarme. -Le dije yendo hacia el dormitorio-.

Entré al baño del dormitorio a orinar después de desnudarme, cuando salí de la cabina vi sobre la encimera los tangas de mis sobrinas y otro tanga más, lo cogí, era igual o muy parecido al que el que llevaba Antonia cuando estaba acostada por la mañana. Las muy hijas de puta habían descubierto mi parafilia y estaban dispuestas a explotarla. El tanga era lo mínimo para poderlo llamar con ese nombre. Decidí devolvérselo a Antonia. Salí del dormitorio con él en la mano.

-              Antonia, creo que esto es tuyo. -Le dije enseñándoselo-.

-              Marta me comentó que te gustaba coleccionarlos y quise hacerte un regalo. ¿Lo has olido?

-              No.

-              Si te apetece, ¿por qué no lo haces? He dormido con él puesto y he tenido varios sueños muy húmedos contigo.

Me quedé mirándola sin saber que decirle. Ella se acercó a mí, me cogió la mano en la que tenía el tanga y me la acercó a la nariz.

-              Huele fuerte, ¿verdad? - ¡Joder que si olía fuerte a chocho caliente! -. Fíjate como han debido ser mis sueños.

Me molestaba que Antonia estuviese jugando conmigo, pero a la misma vez me gustaba y me calentaba.

-              ¿No crees que eres muy joven para ser tan puta? -Le dije-.

-              Me gusta cuando me llamas puta. Me entran todavía más ganas de serlo contigo.

Llevé una mano a su chocho y empecé a sobárselo. Lo tenía empapado. Ella lanzó un fuerte gemido y acercó su cara a la mía para oler su propio tanga a la misma vez que yo.

-              Te pone cachondo oler las bragas usadas de las mujeres calientes. Y eso que dijiste que tú no tenías parafilias. -Me dijo en un tono de voz muy bajo-.

Yo seguía con mi mano en su chocho. Ella había flexionado un poco las piernas para facilitarme el acceso.

-              Te gusta provocarme, ¿verdad? -Le dije-.

-              Mucho. Yo sé que te pongo caliente, pero eres demasiado racional para meterme mano, por eso me gusta hacerte perder la cabeza, como ahora. Tus caricias van a hacer que me corra.

-              ¿Quieres que deje de acariciarte?

-              Por nada del mundo. Me encanta correrme en tus manos. -Me dijo cuando yo ya estaba completamente empalmado-. ¿Sabes con qué estaba soñando anoche cuando mojé el tanga?

-              No lo sé, cuéntamelo.

-              Me había despertado y me levanté de la cama para quitarme la ropa con la que me había acostado Escuché hablar en tu habitación a ti y a tus sobrinas. Me acerqué sigilosamente, te vi de espaldas, desnudo, mirando a tus sobrinas, que se estaban haciendo un dedo en la bañera, mirando como tú te sobabas el nabo. La escena me pareció muy pervertida. Me pegué a tu espalda, apretando mis tetas contra ti. A ti pareció no extrañarte, pues ni siquiera giraste la cabeza. Yo te rodeé … No pares ahora, sigue sobándome el chocho, que estoy a punto. -El sueño de Antonia coincidía con lo que me habían contado mis sobrinas, lo que me tenía perplejo-. ¡Aaaaggg, Carlos, sigue, sigue, siiii, aaaagggg, qué fuerte, aaaagggg, siiii, …!

Antonia se corrió dando voces y moviéndose como si estuviera endemoniada, apretada contra mi pecho.

-              Pásame el tanga por el chocho, verás el regalo que te dejo. -Me dijo cuando terminó de correrse. Se llevó la mano que me tenía cogida desde el principio a su chocho y arqueando las piernas se restregó el tanga varias veces con fuerza-. Huélelo ahora. -Me dijo, devolviéndome la mano a la nariz-. ¿Te gusta?

El olor del tanga era como para morirse. Había pegado su vientre a mi polla y lo movía de un lado a otro. No pude aguantar más y me corrí en su barriga.

-              ¡Aaaaggg, ya, me corro, siii, me corro, sigue moviéndote, sigue, sigue, aaahhh, …!

-              Ya veo que te ha gustado el olor de mis jugos. -Me dijo sin parar de moverse-.

-              ¡Joder, Antonia, como consigues ponerme!

-              Me encanta ponerte así. Espera que ahora te voy a dejar mi olor en la polla.

Me cogió la polla y se la metió entre sus ingles y empezó a moverse adelante y atrás. Mi polla resbalaba entre sus ingles bajo su empapado chocho. Apartó mi mano con el tanga y me besó en la boca.

-              ¡Joder que bueno que te mantengas empalmado! Es como tener un consolador de carne para seguir haciéndote otra paja, cuando ya te has corrido una primera vez.

-              ¿Cómo seguía el sueño? -Le pregunté-.

-              Me acuerdo de poco más. Como te he contado, la escena me pareció muy pervertida, me pegué a tu espalda y adelanté los brazos para seguir haciéndote yo la paja. Ya no recuerdo más.

Antonia no paraba de moverse, sin dejar de apretar sus tetas contra mi pecho. Le puse las dos manos en el culo. Lo tenía como una piedra de duro.

-              Quiero que me folles en la tumbona de la terraza. -Me dijo-.

Me cogió de una mano y tiró de mí hacia la terraza. Me tumbé boca arriba con la espalda apoyada, ella se puso de frente sobre mí con las piernas apoyadas en el suelo a los lados de la tumbona, me cogió la polla y flexionando las piernas fue bajando hasta tenerla entera dentro de su depilado chocho, se inclinó hacia delante poniéndome las tetas a la altura de mi cabeza para que se las comiera, cosa que no tardé en hacer, poniendo mis manos en su culo para acompañar sus movimientos.

-              Fóllame, fóllame, fóllame, … -Repetía ella como un mantra-.

El choque de sus muslos con mis caderas sonaba como si estuviéramos dando palmas al compás del chop, chop de mi polla dentro de su chocho empapado de jugos. Se echó hacia atrás apoyando sus manos en mis piernas, sin parar de moverse. Llevé mis manos a sus tetas para sobárselas con fuerza.

-              Carlos, me voy a correr. Pellízcame los pezones.

-              Y yo también. -Le contesté cogiendo con fuerza sus pezones con los dedos-.

-              ¡Ahora, ahora, ahora, siii, qué bueno, aaaggg, córrete tú también, aaaggg, …! -Gritó ella-.

-              ¡Aaaaggg, toma, toma, toma, …! ¿Sientes cómo me corro?

-              ¡Siiii, siiii, aaaggg!

Cuando terminamos de corrernos, se echó de nuevo hacia delante recostándose en mi pecho.

-              ¿Te he parecido lo bastante puta? -Me preguntó todavía con mi polla dentro-.

-              Me ha parecido fantástico.

-              Por lo tus sobrinas no te preocupes, están en fase lésbica.

-              No te entiendo.

-              Qué no quieren rollo con tíos, se lo montan entre ellas.

Aquello no me pegaba con lo que me había dicho mi hermana Lola ni con la mamada que me había dado María la mañana anterior.

-              ¿Estás segura?

-              Completamente. No veas la que nos montamos entre las tres la tarde antes de venir.

-              Pues la otra tarde no lo parecía.

-              Yo no estoy diciendo que sean lesbianas, sino que están en una fase lésbica, ya se les pasará.

Coño, ni que fuera un resfriado, pensé. Sonó un móvil en el salón.

-              Es el mío, debe ser mi madre.

Se levantó, fue hacia el salón y cogió el móvil. Volvió al poco.

-              Déjame tus llaves, voy a bajar a abrir a mi madre. Me ha dicho que en diez minutos está en la puerta.

-              ¿Ya?

-              Sí, estaba de camino cuando te llamé. Voy a ducharme en un minuto, porque huelo a chocho que tumbo. Por cierto, la ducha del baño nuestro no funciona, así que voy al tuyo.

-              Vale, luego me ducharé yo mientras tú bajas.

Fui a mirar que le pasaba a la ducha del segundo baño. Abrí el grifo y el agua salía por todas partes, se había roto el flexómetro. Cogí mis llaves y fui hacia mi dormitorio, Antonia estaba terminando de secarse. Se peinó un poco con las manos y se puso un pareo al pecho.

-              Ahora vuelvo.

-              Vale, voy a ducharme mientras.

Me duché pensando en el pedazo de polvo que habíamos echado y en lo que me había dicho Antonia de mis sobrinas. Pensé que cuando se lo montaran entre ellas debía de ser cómo montárselo con uno mismo. Dudé si vestirme o ponerme un pareo para recibir a la madre de Antonia. No tenía ganas de vestirme y me decidí por el pareo. Antonia y su madre estaban de espaldas en la terraza mirando el mar. La madre de Antonia tenía su misma altura y su mismo pelo. Llevaba un pantalón corto blanco que le hacía un culo de mujer madura de ensueño y una camiseta de tirantas verde. Tenía unas bonitas piernas bastante morenas, calzadas con unas zapatillas con algo de tacón.

-              ¿Qué tal el viaje? -Le pregunté mientras seguía de espaldas-.

Se volvieron las dos y no pude evitar que los ojos se me fueran a sus tetas. ¡Qué barbaridad! Pensé. La camiseta dejaba ver un par de tetas muy grandes, embutidas en un sujetador que se le veía por los lados de la camiseta, más pequeño de lo necesario para aquel par de tetas. En el canal que le formaban sus tetas no cabía ni una hoja de papel de fumar. Cuando pude miré su cara, era guapa, debía tener la edad de mi hermana Lola, entre cuarenta y cinco y cincuenta. Tenía una ligera barriguita propia de su edad.

-              Bien, pero muy largo. -Me contestó acercándose a saludarme con dos besos en las mejillas-.

-              Carlos, ella es Susana, mi madre. Mamá, el es Carlos, nuestro anfitrión.

-              Encantada y gracias por acogerme.

-              No hay porque darlas, encantado yo porque estés aquí. ¿Una cerveza o un vino blanco?

-              Mejor un vino blanco.

-              ¿Antonia, tú quieres algo?

-              No, voy a bajar con Marta y María a tomar un poco sol.

-              ¿Tú no bajas a la playa? -Le pregunté a Susana-.

-              No, debo ser de las pocas mujeres a las que no les gusta la playa.

Fui a la cocina a por dos copas y una botella. Mientras lo hacía Antonia cogió su bolso de playa.

-              ¿Me acompañas para abrirme la puerta?

-              Sí, claro.

Bajamos y le abrí la puerta.

-              He echado una mañana estupenda. -Me dijo al irse guiñándome un ojo-.

Subí y fui a la terraza, Susana seguía de espaldas mirando el mar. El culo de Susana tenía un morbo especial. Le ofrecí su copa.

-              Ah, gracias. -Dijo cuando se la acerqué-.

-              ¿Habías estado aquí antes?

-              No, había oído hablar del sitio, pero no he venido nunca. Está muy bien.

-              Sí, está bastante bien. -Miré también hacia el mar para evitar mirarle las tetas-.

-              ¿Cuál es el protocolo con la ropa?

-              No hay un protocolo, salvo dos o tres cosas. Puedes ir desnuda, vestida, en pareo o en traje de buzo, vamos como quieras. No debes sentarte sin algo entre tu trasero y la silla y no se ve bien desnudarte ante extraños, aun cuando te vayas a quedar luego desnuda. Lo demás cómo te parezca. Ah, se me olvidaba, en la piscina hay que estar desnudo.

-              ¿Cuesta acostumbrarse?

-              Depende de lo pudorosa que seas. -Le dije mirándola. ¡Joder, que tetas tiene! Pensé al verla de nuevo de frente-.

-              Un poco, pero no demasiado.

-              Pues entonces te acostumbrarás enseguida. -Le dije rellenando las copas-.

-              Lo del pareo tiene pinta de ser muy cómodo.

-              Sí. Si no has traído te puedo prestar alguno.

-              Me he traído un par de ellos que tenía para la piscina de la urbanización, claro que me los ponía con el biquini debajo y son un poco vaporosos. -Me imaginé aquellas tetas con biquini y me puse cardiaco-.

-              No te preocupes por eso aquí. Tendrás hambre. ¿Prefieres comer en casa o fuera?

-              Dónde tú quieras, aunque me apetece más aquí.

-              Entonces prepararé algo.

-              Me cambio y te ayudo. ¿Dónde puedo cambiarme?

-              Hazlo en mi dormitorio, el otro lo tienen las chicas ocupado y desordenado. -Le dije yendo hacia el dormitorio-.

Susana cogió la pequeña maleta de fin de semana y me siguió.

-              Cualquier cosa que necesites me la pides.

-              Gracias, Carlos.

Volví a la cocina. Escuché un móvil que debía ser el de Susana. Encendí el horno para poner el pescado que había comprado el día anterior. Al rato salió Susana del dormitorio. Se había puesto un pareo, efectivamente muy vaporoso, al pecho, que le quedaba a media pierna El volumen de sus tetas era descomunal y se le transparentaban ligeramente las areolas y los pezones. Tienes que dejar de mirarle las tetas, me dije.

-              Ha llamado Antonia, que van a comer en el chiringuito de la playa y luego seguirán tomando el sol. -Me dijo-.

En ese momento me di cuenta, a la misma vez que ella, que el tanga de su hija estaba encima de la mesa de centro del sofá. Me hice el loco hasta que pudiera quitarlo sin que Susana se diera cuenta.

-              ¿En qué te ayudo? -Me preguntó-.

-              En nada, en cuanto esté el horno caliente pongo el pescado y nos volvemos a la terraza.

-              ¿Preparo una ensalada?

-              Si quieres, hay una bolsa en el frigorífico.

Susana abrió el frigorífico y se dobló por la cintura para abrir el cajón y sacar la bolsa. La posición hizo que se le transparentara su hermoso culo. Iba desnuda bajo el pareo. Era una mujer hermosa con mucho morbo. Abrió la bolsa y la volcó en una ensaladera.

-              Luego la aliñamos. -Le dije metiendo el pescado en el horno-. ¿Salimos a la terraza?

-              Como quieras.

La mano de Dios hizo que en ese momento se le resbalará el pareo, ella intentó cogerlo al vuelo, pero se terminó cayendo al suelo. La imagen que me ofreció no tenía desperdicio. Sus tetas tenían casi el tamaño de pelotas de balonmano, todavía altas, pese a su volumen, la maternidad y la edad de Susana. Sus areolas eran grandes y oscuras y sus pezones erectos y muy carnosos. Se le notaba una fuerte marca de haber tomado el sol con un biquini que a duras penas le cubría sus grandes areolas. ¡Joder, que tetas para follárselas! Pensé. Una pequeña barriga con un hermoso y profundo ombligo, un chocho con una buena mata de pelo oscuro, que destacaba todavía más por la marca de la braga del biquini. ¡Qué pedazo de mujer madura! Pensé, empezando a notar que la polla se me estaba poniendo morcillona.

-              ¡Uy que tonta! -Dijo agachándose para recoger el pareo y volver a colocárselo lo más rápido que pudo-. No tenía claro si desnudarme, pero desde luego así no.

-              No te preocupes, eres una mujer muy atractiva.

-              Gracias por el cumplido.

Salimos los dos a la terraza una vez superado el incidente. Nos sentamos mirando al mar. Tenía su imagen desnuda grabada en mi cabeza.

-              ¿En qué trabajas? -Le pregunté-.

-              Tengo una tienda de ropa interior y de baño femenina.

-              Te habrá hecho mucho daño la pandemia.

-              Al principio sí, pero luego el negocio se recuperó muy rápidamente. Parece que las mujeres necesitábamos ponernos guapas por dentro para pasar mejor las dificultades.

-              Me alegro de que haya sido así.

-              ¿Y tú en que trabajas para poder vivir aquí?

-              Soy ingeniero en una consultora y teletrabajo.

-              Además, he abierto una tienda virtual, al no saber como iba a evolucionar la cosa.

-              Eso está muy bien, por ahí parece estar el futuro.

-              También vendo en Amazon, pero me gusta más mi propia tienda. Espera que te la voy a enseñar. -Dijo, se levantó, entró en el piso y volvió al minuto con una tableta en la mano. Tecleó algo y me pasó la tableta-. Navega un poco y dime si te gusta.

La tienda parecía estar especializada en ropa interior sexi o muy sexi, mini tanguitas, sujetadores de encaje, bodis casi transparentes, micro biquinis como el que se había puesto Antonia el primer día, …etc.

-              Muy bonita la ropa y muy sexi. -Le dije, devolviéndole la tableta-.

-              Es que a mi me gusta mucho ese tipo de ropa interior, como sé que a muchas mujeres. La modelo de muchas de las fotos soy yo misma. Mira.

Me volvió a pasar la tableta. En la pantalla una mujer muy exuberante a la que no se le veía la cara, lucía un conjunto de micro tanga y sujetador rojos, que le sentaban como un guante.

-              Pasa, pasa las fotos. -Me dijo-.

Las siguientes fotos eran de la misma mujer con el mismo conjunto. En una de ellas estaba de espaldas, el micro tanga por detrás eran unas tiritas que dejaban su fantástico culo al aire. ¡Joder, como está! Con las fotos y la imagen de Susana al caérsele el pareo antes, mi polla estaba ya más que morcillona.

-              ¿A qué parezco resultona en las fotos? -Me preguntó cuando le devolví de nuevo la tableta-.

-              Yo diría que algo más que resultona. Sales preciosa y muy sexi.

-              Cuando más joven, sí. Ahora ya tengo una edad. ¿Le queda mucho a la comida?

-              Unos veinticinco minutos. ¿Por qué?

-              Me apetece darme un baño en la piscina antes de comer.

-              La piscina es exclusivamente nudista.

-              Pues habrá que acostumbrarse. ¿Me acompañas? -A mí no me gusta bañarme, pero no iba a perder semejante oportunidad-.

-              De acuerdo. Un minuto que tengo que ir al baño. -Le dije levantándome y reparé que ella miraba el bulto que se me había formado en la entrepierna-.

Fui a mi dormitorio. Susana había dejado la ropa que llevaba sobre la cama, incluido su sujetador y un tanga blanco. Nuevamente no pude resistirme a mi perversión, lo cogí y me lo llevé a la nariz. ¡Qué delicia de perfume de mujer! Pensé. Lo volví a dejar donde estaba, oriné y volví a salir con el bulto de la entrepierna más crecido todavía. Susana estaba de pie en la terraza.

-              ¿Vamos? -Le pregunté-.

-              Sí. ¿Me puedes dejar una toalla de baño?

-              Claro, voy por dos.

Volví al dormitorio y volví a ver el tanga de Susana, pero me resistí a olerlo de nuevo, temía terminar de empalmarme. Cogí las toallas. Me estaba esperando en el salón.

-              Toma. -Le dije pasándole una de las toallas-.

-              Gracias.

-              Voy a bajar el hormo.

-              Sí, no nos vayamos a quedar sin comida, que tengo hambre.

Bajamos. En la piscina sólo había una mujer de unos sesenta años que se estaba secando después de bañarse y se marchó en seguida. Nos acercamos a una tumbona a dejar las cosas. Susana se quitó el pareo y se dirigió a la escalerilla de la piscina. Yo volví a admirar su cuerpo lleno de morbo. Me quité el pareo. Mi polla seguía muy morcillona. Entré en la piscina por la misma escalerilla, bajo la atenta mirada de Susana.

-              Está muy buena el agua. -Me dijo, cuando me acercaba hacia ella-.

-              Sí, a esta hora ya le ha dado bastante el sol.

-              Puedo hacerte una pregunta. -Me dijo con el agua hasta el cuello-.

-              Claro.

-              ¿Estás excitado? -La pregunta me cogió un poco por sorpresa. Excitado no, lo que estoy es más caliente que una plancha, pensé-.

-              Un poco. -Le contesté-.

-              Voy a hacerte una confesión. Yo también.

-              ¿Por qué?

-              Por la situación. Es la primera vez que voy desnuda en público y también que me baño desnuda.

-              ¿Te gusta?

-              Sí, pero es una sensación extraña. ¿A ti todavía te excita?

-              Te confieso que verte desnuda y verte en las fotos me ha excitado.

-              Creo que debemos ducharnos con agua fría al salir de la piscina. -Me dijo riéndose-.

-              Yo también lo creo. -Le contesté riéndome con ella-.

Susana salió de la piscina. La visión de su espalda, su culo y sus piernas era subyugante, pero la de sus tetas desbordando su espalda por los lados me produjo un latigazo en la polla. Ella se dirigió a una de las duchas yo a otra, colocándome de tal manera que pudiera verla mientras se duchaba. La visión dejando caer el agua por su cuerpo y frotándose las tetas, la barriga o el culo produjo que el efecto de la ducha fría sobre mi calentón fuera nulo. Nos secamos al lado de la tumbona.

-              ¿Sabes? Creo que no me voy a poner el pareo. -Me dijo-.

-              Entonces yo tampoco.

-              ¿Puedo hacerte otra pregunta? -Me dijo de camino al piso-.

-              Si no es como la de antes, vale.

-              ¿Es molesto depilarse el sexo?

-              Si se hace bien, no. Lo malo es que cuando empieza a crecer el vello, te pica un poco y te lo tienes que volver a repasar o aguantar el picor.

Al llegar al piso puse de nuevo el horno y salimos a la terraza a seguir tomando un vino.

-              ¿De verdad te has excitado por ver mis fotos? -Me preguntó-.

-              Y por verte al natural. ¿Cómo te metiste en lo de la tienda de ropa interior?

-              Por ahorrar. A mi hija y a mí nos gusta tanto la ropa interior, que con la tienda ahorramos un dineral. -Me contestó riéndose-.

-              Con lo que de verdad ahorrarías es viniéndote a vivir aquí.

-              En eso tienes razón, pero entonces no disfrutaría tanto del placer que me produce ponérmela.

Sonó el reloj del horno, fuimos a la cocina y mientras ella aliñaba la ensalada yo serví el pescado. Cada vez que la miraba su visión me resultaba hipnótica. Pensé en que, si su hija era atractiva, ella lo era mucho más. Nos sentamos a comer con otra botella de vino.

-              ¿Vives aquí solo? -Me preguntó-.

-              Sí, a veces se queda una amiga, pero vamos, que vivo solo.

Durante la comida me pilló varias veces mirándole las tetas y retirando inmediatamente los ojos.

-              Carlos, puedes mirarme las tetas sin problemas, no me voy a molestar, comprenderás que estoy muy acostumbrada a que me las miren.

-              Perdona, pero es que son preciosas.

-              Y grandes, sobre todo grandes, aunque yo no me quejo. Voy a ver si aprovecho estos días para que se me pongan un poco morenas.

-              Una mujer con moreno integral tiene su morbo, pero una con las marcas del biquini también, aunque de otra manera.

-              ¿De qué otra manera?

-              Sí, te dice que al poder verle las marcas eres uno de los pocos elegidos.

-              Sí, puedes tener razón o que está recién llegada a una zona nudista. -Dijo riéndose-. ¿Qué tal mi hija durante estos días?

-              Bien. -Le contesté sin querer entrar en detalles-.

-              Carlos, conozco el carácter de mi hija y sé que es una chica, vamos a llamarle, muy activa sexualmente. A mí no me importa, que disfrute desde jovencita, que luego ya se hará mayor.

Terminamos de comer, recogí los platos y los llevé a la cocina.

-              ¿Quieres una copa de algo? -Le pregunté sin salir a la terraza-.

-              Sí, por favor, de lo que vayas a tomar tú.

Serví hielo en dos vasos y los saqué a la terraza, junto con la botella de whisky. Susana se había sentado en la tumbona al sol, con la espalda recostada y los ojos cerrados. Aproveché para recrearme con sus tetas.

-              ¿Quieres dormir dentro? -Le pregunté-.

-              No, no quiero dormir. -Me contestó abriendo los ojos y cogiendo el vaso que le ofrecía-. Estoy muy a gusto ahora.

-              Yo también.

-              ¿Hace mucho que estás divorciado?

-              No, unos meses.

-              Yo hace ya unos diez años.

-              ¿Tienes pareja? -Le pregunté-.

-              No, he tenido alguna, pero sin éxito. Tampoco me apetece ahora. ¿Y a ti?

-              Tampoco, es demasiado pronto, para volver a unirse a alguien.

-              Eres un hombre muy agradable, un maduro atractivo, con buena situación económica y buena planta, me imagino que se te pegarán muchas chicas.

-              Muchas gracias. Alguna, pero tampoco las tengo que espantar para poder ver el sol. Tú también eres muy agradable y con una planta muy apetecible, así que no podrás quejarte.

-              Yo no me quejo de nada. Me divierto lo que puedo y después, si te he visto no me acuerdo.

-              Deberías ponerte crema solar, al menos en los pechos.

-              ¿Tienes tú? A mí se me ha olvidado.

-              Creo que sí. Te la traigo.

Fui a buscarla a mi baño. En esta ocasión no pude resistirme otra vez a oler el tanga de Susana. Su olor me produjo un calambrazo en el nabo. Lo volví a dejar en su sitio, para coger luego su sujetador, las copas eran impresionantes de grandes, me lo llevé también a la nariz, era un olor distinto, pero igualmente excitante. Cuando lo dejé, cogí la crema solar y volví a la terraza.

-              No queda mucha, pero para unos días creo que te llega.

-              No sé yo que decirte. -Me dijo cogiendo el bote y riéndose del tamaño de sus tetas-.

-              Tienes razón. -Le contesté riéndome también-.

Susana tumbó el bote, dejando caer el contenido sobre sus tetas. Luego con las dos manos empezó a sobárselas para extenderlo y finalmente con una mano se levantaba una teta, mientras que con la otra se extendía la crema por la parte inferior. El calentón me subió varios grados con las maniobras de Susana.

-              Toma, gracias. -Me dijo extendiendo un brazo con el bote-.

-              Quédatelo, yo no me pongo al sol.

Yo tenía el nabo metido entre las piernas para disimular la medio erección que tenía ya. Susana se inclinó hacia delante mirándose el chocho.

-              ¿Tú crees que me quedaría bien depilado? -Me preguntó. Nuevo calambrazo en la polla-.

-              Eso es algo muy personal, pero creo que por probar no pasa nada. Luego vuelve a crecer el vello.

-              ¿Tú por qué te depilaste?

-              Me lo recomendó una amiga y me hizo gracia.

-              Es que a los hombres parece que os creciera el miembro, pero a las mujeres que tenemos los labios menores grandes, como yo, nos deja como desprotegidas. -Varios calambrazos mas en la polla, cada vez estaba más empalmado-.

-              ¿Me pones un poco más de hielo? Por favor.

No iba a tener más remedio que levantarme y lucir la erección que tenía.

-              ¿Te puedo pedir que cierres los ojos? -Le dije-.

-              ¿Por qué?

-              Pues porque estoy muy excitado y no me parece bien lucirme así.

-              A ver si te crees que va a ser la primera vez que vea un miembro en erección. Tengo cuarenta y seis años y me quedé embarazada de manera natural. Además, a algunas mujeres nos gusta ver por nosotras mismas el efecto que producimos en los hombres.

-              Es que me da vergüenza que me veas empalmado.

-              Que no, Carlos, que ya somos los dos bastante mayorcitos para tonterías de ese tipo.

Abrí las piernas para levantarme y la polla me saltó como un resorte. Susana no me quitaba la vista de encima. Me levanté, cogí su vaso y el mío y fui a la cocina a ponerles hielo. Volví a la terraza y rellenando los vasos, me dijo Susana:

-              Pues sí, que he causado efecto sobre ti. Me alaga lo que todavía puede mi físico hacer sobre un hombre. Además, no tienes nada de qué avergonzarte tienes un miembro muy hermoso.

-              Gracias. -Le contesté bastante avergonzado por la situación-.

-              Seguro que mi hija no ha perdido detalle ni ha dejado pasar la ocasión.

-              ¿Qué tiene que ver tu hija con esto?

-              Carlos, ya te dije que conozco bien a mi hija. Si yo estoy excitada con esto, mi hija, con lo caliente que es, tenía que estar como una parrilla. No me contestes si no quieres, pero ¿a qué te ha follado?

-              ¡Susana, por favor!

-              Bueno, ya te he dicho que no me contestaras si no querías.

Volvió a sonar el móvil de Susana que lo tenía a su lado.

-              Dime.

Alguien al otro lado debió contarle alguna cosa.

-              De acuerdo, que os divirtáis. -Dijo y colgó-. Era Antonia, que han conocido a un grupo de gente en la playa y que se van a quedar hasta tarde.

-              Menos mal. Han estado casi sin salir del piso.

Se levantó de la tumbona, bajó el respaldo y se puso boca abajo. Si las tetas eran impresionantes, el culo era morboso.

-              ¿Te importa darme un poco de crema en la espalda? -Me dijo y yo creí que estaba en un sueño-.

-              No, claro.

Me levanté con todo el pollón, cogí el bote de crema y empecé a ponerle en la marca del top del biquini. Sus tetas, presionadas contra la tumbona, le sobresalían por los lados. Su piel era muy suave. Yo miraba su culo de cerca, estaba deseando sobárselo, pero no me atreví.

-              Ya está. -Le dije cuando le había cubierto la espalda-.

-              No, Carlos, o quieres que no pueda sentarme en una temporada.

Aquella mujer, no sé si intencionada o inocentemente, me estaba poniendo como una moto. Vertí crema sobre su blanco culo y se la extendí lentamente con una mano, tratando de no presionar. El tacto de su culo era duro y suave. Mi polla estaba a reventar.

-              Ahora ya te podrás sentar sin problemas. -Le dije, volviendo a poner el bote en la tumbona-.

-              Gracias, Carlos. -Me dijo ella volviendo la cabeza y encontrándose con todo mi pollón-.

-              ¿Vas al gimnasio? -Le pregunté volviendo a sentarme y a admirarla por detrás-.

-              Sí, ¿por qué?

-              Porque tienes el trasero como una piedra.

-              Mi dinero y mi sudor me cuesta, pero si no, a las mujeres de mi edad el culo se nos pone blando y se nos cae enseguida.

-              Pues no es tu caso.

-              ¿Qué piensas hacer para bajarte la erección? -Me dijo mirándome-.

-              Nada, ¿qué quieres que haga?

-              Yo tengo una amiga enfermera especialista en quitar la erección con un golpe en el miembro.

-              Déjalo, mejor me quedo como estoy.

-              Volviendo a lo de la depilación. ¿Tú te depilas solo?

-              La primera vez llamé a una profesional, yo hago el mantenimiento y la última vez me ayudó una amiga.

-              Yo veo muy difícil que uno mismo pueda depilarse para quedar como tú, sin un pelito. Si tú te haces el mantenimiento tendrás alguna maquina o algo.

La situación se me estaba pareciendo mucho a cuando mi hermana Lola se empeñó en el tema y la cosa terminó como terminó. Pero esta vez no era mi hermana, sino una tía que estaba como un tren y que, además, estaba tonteando conmigo.

-              Sí, tengo una máquina. -Le contesté-.

-              Siento curiosidad, ¿me la podrías enseñar?

-              Claro, pero es como todas.

Fui al baño de mi dormitorio y cogí la depiladora. Me vi en el espejo y comprobé que no podía estar más empalmado. A la vuelta, me paré otra vez junto a su ropa y olí de nuevo profundamente su tanga. ¡Qué bárbaro, como huele! Pensé.

Ahora Susana estaba sentada en la tumbona de frente a la puerta con los pies en el suelo. Los ojos se me volvieron a ir a sus tetas.

-              Toma. -Le dije pasándole la máquina para lo que tuve que poner el pollón a quince centímetros de su cara-.

-              Sigues muy excitado.

-              ¿Tú ya no?

-              Bastante más que antes. -Me contestó mirando la depiladora-. ¿Me ayudarías a depilarme?

Su propuesta terminó con mi estoicismo.

-              Susana, ¿no crees que eso nos va a excitar todavía más de lo que ya estamos?

-              Imagino que sí, pero me apetece mucho hacerlo y que seas tú quien descubra primero el nuevo aspecto de mi vagina. ¿Me pones más hielo? Por favor.

Carlos, no puedes dejar pasar esta oportunidad, me dije.

-              Claro.

Cogí los vasos y fui al frigorífico. Cuando me volví después de poner el hielo en los vasos, Susana estaba de pie en el salón con la máquina de depilar en una mano y la botella de whisky en la otra.

-              ¿Te has pensado ya lo de ayudarme con la depilación? -Me dijo-.

-              Te advierto que va a ser la primera vez que depile una vagina. -Inmediatamente pensé que no era cierto, sería la segunda detrás de la de mi hermana Lola-.

Me pasó la botella y rellené los vasos.

-              Asumiré el riesgo. ¿Dónde lo hacemos que no pongamos todo perdido de pelos?

Yo estaba que se me iba a salir el nabo del sitio con aquel pedazo de mujer desnuda delante de mí y con la idea de trastear en su chocho.

-              Vamos primero al inodoro y luego, si hace falta, terminamos en la cama. Perdón, creo que ha sonado a otra cosa distinta a la que quería decir.

-              No pasa nada, la cabeza a veces juega malas pasadas.

Nos fuimos con nuestros vasos y la máquina hacia mi baño.

-              ¡Qué baño tan fantástico! -Exclamó al verlo-. ¡Qué envidia para cualquier mujer!

-              Sí, está muy bien.

-              ¿Lo has diseñado tú?

-              No, ya estaba así cuando compré el piso.

-              ¿Vamos?

-              Si, vamos.

Susana se sentó con las piernas muy abiertas en el inodoro y yo me puse de rodillas entre ellas. Recordé como me había corrido de manera espontánea cuando se lo hice a mi hermana. Empecé por el monte de Venus de arriba hacia abajo con la máquina en el uno, sin tocar todavía su vulva. Tenía el vello relativamente largo, aunque se notaba que arreglado. Su chocho desprendía el mismo olor que el tanga que había estado oliendo toda la tarde. Cuando miraba hacia arriba me encontraba con sus enormes tetas.

-              Carlos, me estoy excitando mucho.

-              Te lo dije antes. ¿Cómo te crees que estoy yo?

Cuando ya todo el monte de Venus se había quedado con el vello muy corto, seguí con los laterales de la vulva.

-              Ábretelo, para que pueda pasar la máquina por los bordes.

Ella me hizo caso y tiró de los labios mayores hacia fuera. En efecto, tenía unos labios menores muy grandes que le formaban varios pliegues. Terminé de pasar la máquina de cortar y empecé con la de afeitar. Susana tenía un clítoris grande, como una perla de tamaño medio, y muy prominente.

-              ¿Cómo vas, Carlos? Estoy completamente excitada.

-              Aguanta un poco más, que ya termino.

Hice con la afeitadora el camino inverso al que había seguido con la maquinilla de cortar el vello. Su vulva y su monte Venus eran muy carnosos. Terminé con uno de los mayores calentones que había tenido en mi vida. Me dolía la polla de lo durísima que la tenía.

-              Creo que ya está. -Le dije levantándome-. Date agua en la ducha para terminar de quitar los pelos, que hayan quedado.

Fui hacia la ducha y abrí los grifos, Susana se levantó del inodoro y entró en el plato de ducha, cogió el rociador cuando el agua ya salía templada y se lo aplicó al chocho que se estaba abriendo con la otra mano. Su cara era de tener un calentón similar al que tenía yo. De pronto flexionó las piernas para abrir el chocho y, sin dejar de aplicarse el agua del rociador empezó a mover como una loca la otra mano sobre su clítoris, que estaba cada vez más abultado. Vaya pajote que se está haciendo, pensé, hasta que empezó a gritar:

-              ¡Aaaaggg, me corro, me corro, me corro, aaaagggg, siiii, qué fuerte, qué fuerte, aaaagggg!

El pajote y la corrida de Susana era lo que a mi me faltaba para el calentón que yo tenía.

-              ¡Ven, Carlos, ven para acá! -Me dijo poniéndose en cuclillas y dejando el rociador en el suelo-.

No tardé ni un segundo en entrar en la ducha. Susana me cogió la polla y se metió en la boca, mientras yo me agachaba para cogerle sus enormes tetas.

-              ¡Me corro, Susana, me corro!

-              ¡Córrete, no sé como has podido aguantar tanto!

Ella, pajeándome empezó a golpear mi polla contra sus tetas.

-              ¡Sigue, Susana, sigue, me corro, aaaggg, síiii, que fuerte también, aaaaggg!

Mi polla era una fuente lanzando potentes chorros de lefa contra sus tetas. Susana me estuvo ordeñando hasta que lancé la última gota que me quedaba. Nos sentamos los dos en el plato de ducha con las espaldas apoyadas en la pared.

-              ¡Joder, que calentón y que corridón y sigo más caliente que antes! -Me dijo-.

-              Y que lo digas.

-              Tengo que ver como me has dejado el chocho.

-              Espera un minuto que nos repongamos. -Le pedí-.

Seguimos los dos sentados y con la nuca apoyada en la pared. Hasta que Susana volvió a coger el rociador y un bote de gel para limpiarse las tetas de mi lefa. Luego nos levantamos, Susana se puso ante el espejo y se pasó un buen rato mirándose el chocho.

-              Precioso, aunque tenga tan grandes los labios menores. -Me dijo-.

-              Sí que está precioso.

-              Me ha quedado más bonito que el de tu hermana.

-              ¿Y tú como sabes eso? -Le pregunté muy extrañado-.

-              Carlos, yo soy la mejor amiga de tu hermana de toda la vida. Nos contamos todo y, por supuesto, lo que pasó entre vosotros y la depilación del chocho, también. -Mientras me hablaba seguía mirándose y trasteándose el chocho-.

Traté de hacer memoria y, en efecto, recordaba una amiga de mi hermana que desde pequeña tenía unas tetas muy desarrolladas. Si mal no recordaba su nombre era Susana.

-              ¿Tú eres la Susana que a veces venía por casa?

-              Claro, ¿te acuerdas ahora de mí?

-              Sí, ya con catorce o quince años tenías las tetas muy desarrolladas.

-              Tu hermana me contaba que te espiaba cuando te duchabas y te hacías pajas. Alguno de los días, yo también te espiaba con ella y no veas cómo nos poníamos de calientes.

-              ¿Te ha dicho mi hermana que vinieras?

-              No, se me ocurrió a mí solita cuando supe que las niñas iban a venir. Recordé mis tiempos de adolescente y me dije que por qué no recuperar el tiempo perdido. Yo creo que me ha quedado perfecto.

-              Sí, de todas formas, tengo que hacer la prueba definitiva. -Le dije recordando la que me había hecho Rocío-.

-              ¿Cuál es esa prueba?

La cogí y la senté en la encimera del lavabo, tirando de su culo hacia adelante, apoyando ella la espalda en el espejo, le abrí mucho las piernas y empecé a pasarle la lengua por todo su chochaco. Ella empezó a gemir, a sobarse sus enormes tetas y a retorcerse los pezones.

-              Como me dijo tu hermana, no se te baja después de correrte.

-              Con la calentura que me has metido es imposible que se me baje.

-              Aaaggg, por ahí no había pelos. -Me dijo cuando empecé a comerle su cada vez más prominente clítoris-.

-              Es por si se te había quedado alguno pegado.

-              Entonces sigue buscando, sigue buscando en profundidad.

Su chocho segregaba jugos como un surtidor y su olor me tenía enfermo.

-              ¿Has olido mucho mi tanga? -Me preguntó-.

-              ¿También te lo ha contado mi hermana?

-              Siiiii, aaaggg.

-              Unas pocas de veces durante la tarde. ¡Vaya si tienes un chocho grande!

-              Te lo dije, aaaggg. Yo lo tengo todo grande. ¿Entonces te gustaban mis tetas de adolescente?

-              Alguna de las pajas que me hacía era pensando en tus tetas.

-              Tenías que haberme dicho algo, yo hubiera estado encantada en dejar que me las sobaras y me las comieras, así me habría comido yo otra cosa.

Notaba como estaba cada vez más próxima a correrse, por el incremento de los jugos que segregaba.

-              ¡Carlos, no pares ahora, sigue comiéndomelo, me voy a correr otra vez!

-              No pienso parar hasta que te desmayes.

-              ¡Siiii, ahora, ahora, ahora, sigue por Dios, sigue, aaaggg, aaaggg, que bueno, siiii, …!

Yo ya no podía más, necesitaba correrme otra vez. Me incorporé, me jalé la polla un par de veces y me corrí sobre su depilado monte de Venus.

-              ¡Aaaggg, toma, toma, que voy a estrenar tu depilación, toma, aaaaggg, …!

Cuando terminé de correrme me dejé caer sobre ella y empecé a comerle la boca con pasión, que ella me devolvió.

-              ¡Cómo necesitaba un buen polvo! -Me dijo-.

-              No hemos terminado todavía.

-              ¡Qué me gusta oír eso!

Nos limpiamos el semen que teníamos pegado y nos fuimos a la cama. Me tumbé boca arriba y ella de lado con la cabeza sobre mi pecho.

-              ¿De verdad no te molesta que Antonia y yo hayamos follado?

-              Ves como conozco a mi hija. No me molesta ni lo más mínimo. Me alegro por ella, que disfrute. ¿Y con tus sobrinas?

-              ¡Nooo!

-              Pues ten cuidado.

-              No te puedes imaginar el cerco que me han hecho las tres estos días.

Mientras hablábamos yo le acariciaba la suave piel de sus tetas y ella me acariciaba la polla todavía empalmada.

-              Y mi cerco, ¿te ha gustado? -Me preguntó-.

-              Yo creo que no me han puesto más caliente en toda mi vida.

-              Debe ser, porque llevas horas con la polla como un palo.

-              ¿Tu tenías de adolescente complejo por tus tetas?

-              Nunca. Mi madre también tiene las tetas muy grandes y cuando a mí empezaron a crecerme, me dijo que tenía mucha suerte y que dos tetas pueden más que dos carretas y no le faltaba razón. -Dijo riéndose al final-.

-              Desde luego que tenía razón.

-              ¿Quieres que les saquemos partido?

-              ¿Partido cómo?

-              Ya verás cómo te gusta

Se levantó, cogió el neceser de mano que traía y sacó un bote que me pareció de aceite corporal. Se puso delante de mí sentada en la cama y vertió abundante aceite entre sus tetas.

-              Extiéndemelo. -Me dijo-.

Me incorporé en la cama y fui sobándole sus más que hermosas tetas extendiendo el aceite.

-              Me gustaría disfrutar de este trabajo contigo todas las mañanas. -Le dije-.

-              Y a mí disfrutarlo también.

Una vez embadurnada de aceite se movió hasta tumbarse boca arriba en la cama y se puso una almohada doblada bajo la cabeza.

-              Pon tu polla entre mis tetas. -Yo fui a ponerme de frente a ella-. No, al revés, como si te sentaras sobre mi cara.

-              ¿No sería mejor de la otra forma?

-              Tú hazlo como te digo.

Me coloqué como ella decía, de rodillas con las piernas muy abiertas sobre su cara, un poco desplazado hacia delante y me bajé la polla, que seguía estando como un palo y completamente descapullada. Ella, con sus manos, subió y cerró sus grandes tetas alrededor de mi polla, empezando a moverlas suavemente en círculos, cada una, por su lado. Poco después entendí porque quería que me pusiera en esa posición, cuando empezó a lamerme los huevos y el ojete.

-              ¡Susana esto es la gloria!

-              A que sí. Hace falta una polla grande como la tuya y unas tetas enormes como las mías, pero a que es fantástico.

-              Fantástico no, la gloria bendita.

Su lengua iba desde mi ojete a la base de mi polla, deteniéndose en mis huevos que cada vez me colgaban más. Sus tetas aceitadas masajeaban mi polla. Susana abrió y flexionó las piernas, dejándome libre acceso a su chochaco, que no tardé en acariciar suavemente.

-              ¿Esto dónde lo has aprendido? -Le pregunté-.

-              Uno de mis rollos era actor porno y él me lo enseñó.

-              ¡Qué maravilla de lengua, Susana!

-              Y tú, que maravilla de mano.

Las sensaciones eran maravillosamente fuertes. A veces, abría mucho la boca y engullía uno de mis huevos o los dos. Sus manos, moviendo sus tetas, me estaban haciendo una paja de escándalo.

-              Porque llevamos dos polvos seguidos, si no, me habría corrido ya.

-              Acaríciame el ojete con la otra mano.

-              Yo te acaricio lo que tú quieras. -Le dije empezando a hacerlo-.

-              ¡Qué rico, Carlos! El que sigas empalmado es un chollo para una mujer ardiente como yo.

-              ¿Cómo vas? -Le pregunté cuando llevábamos por lo menos diez minutos, pajeándonos mutuamente-.

-              Lista para el tercero. No te sorprendas cuando me corra y sigue sobándome, diga lo que diga. ¿Y tú?

-              Yo hace tiempo que lo estoy con lo que me hacen tu lengua y tus tetas.

-              ¡Aaaaggg! -Gritó y empezó a escupir flujos por el coño que saltaron sobre la cama y el suelo-. ¡Aaaaggg, qué bendición, sigue Carlos, sigue sobándome el chocho y el culo, hacía tiempo que no me pasaba esto, aaagggg, por Dios, aaaaggg, …!

-              ¡Susana, que olor! ¡Me corro yo también!

-              ¡Córrete, pero no pares de sobarme, hasta que notes que pierdo el conocimiento!

¡Joder, que barbaridad de mujer! Pensé cuando empecé yo también a correrme sobre ella, como si no lo hubiera hecho en años, sin dejar de sobarla

-              ¡Así, Carlos, dámelo todo, que no te quede ni una gota dentro! ¡Aaaggg! -Volvió a gritar cuando empezó otra vez a lanzar jugos-.

Noté que había dejado de moverse las tetas y de comerme los huevos. Me levanté y Susana estaba como muerta, debía haber perdido el conocimiento como me dijo. Me tumbé a su lado mirándola para recuperar el resuello. Al poco abrió los ojos, giró la cabeza y me miró. Me lancé sobre su boca metiéndole la lengua hasta la campanilla.

-              ¡Qué fuerte, Carlos, no puedo moverme, estoy desfallecida!

-              Fuerte lo tuyo.

-              ¿Qué hora es?

-              No lo sé, yo he perdido la noción del tiempo. -Me incorporé para mirar por la ventana, estaba anocheciendo-. Por lo menos las nueve pasadas.

-              ¿Me invitas a otro whisky?

-              Claro, ¿te lo traigo o salimos a la terraza?

-              Mejor salimos o nos liaremos otra vez y te juro que me muero.

Nos levantamos, la parte de los pies de la sábana estaba empapada.

-              Aquí vas a tener para oler durante mucho tiempo. -Dijo Susana con mucha guasa-.

-              No pienso lavarla.

Cogimos nuestros vasos y salimos del dormitorio. Rellené las bebidas y salimos a la terraza.

-              Anda que voy bonita, entre el aceite corporal y tu semen.

-              No te preocupes que hay confianza.

Susana miró el móvil.

-              Un mensaje de Antonia, que vendrán a ducharse y luego saldrán otra vez. Voy a ducharme yo primero.

-              ¿Voy contigo?

-              Si quieres, pero de ducharnos juntos, nada de nada. ¡Hombre, por fin se te ha bajado!

-              En caso contrario, tenía que ir al médico o a tu amiga esa que me dijiste antes.

Susana se duchó, verla enjabonarse aquellas enormes tetas era de lo más erótico que he visto nunca. Mientras se pintaba y se peinaba me duché yo. Volvimos a la terraza.

-              Voy a ponerme el pareo o Antonia va a descubrir el trabajito que me has hecho y se va a mosquear.

-              ¿Por qué tendría que mosquearse, ella también lo lleva depilado?

-              ¿Cuál te gusta más, ella o yo?

-              Me gustas tú, infinitamente más. ¿Qué piensas de lo que pasó entre Lola y yo?

-              Qué ya sois mayorcitos los dos para hacer lo que queráis. Lola estaba obsesionada contigo desde chica y un poco yo también. Las pajas que te hacías cuando te espiábamos, nos descubrieron a las dos la sexualidad y eso pesa mucho.

Escuché la puerta y entraron mis sobrinas y Antonia. Marta y María besaron a Susana para saludarla.

-              ¿Qué te parece esto, Susana? -Le preguntó Marta-.

-              Muy bien, muy tranquilo. Un sitio para descansar. -Le contestó con mucha ironía-.

-              ¿No te animas a desnudarte? -Le preguntó su hija a Susana-.

-              Tal vez mañana, cuando esté un poco más hecha al sitio.

-              Vamos a ducharnos, que hemos quedado con un grupo de gente que hemos conocido. -Dijo María-.

-              Pues tiene que ser en la ducha del baño de Carlos, la otra está estropeada. -Le contestó Antonia-.

Me acordé de como estaba el dormitorio y el baño y salí pitando a adecentarlo. Abrí las ventanas, quité las sábanas y las guardé en el armario y quité los pelos de Susana del inodoro. Terminé justo cuando estaban entrando las tres y volví con Susana.

-              Justo a tiempo, no veas como se había quedado el baño y el dormitorio. -Le dije a Susana-.

-              Pues no sé de qué. -Me contestó ella riéndose-. ¿Sabes que todavía me tiemblan las piernas?

-              ¿Y tú sabes como tengo yo la polla y los huevos?

-              En carne viva.

-              Justo. ¡Qué maravilla de tarde, deberían ser todas así!

-              Bueno si no todas, por lo menos alternas. -Dijo y nos reímos los dos-.

Me llamó mi hermana Lola.

-              Hola, hermana. Está aquí una amiga tuya.

-              Ya lo sé. ¿Te gusta Susana?

-              ¿Y a quién no?

-              Trátale bien, que se lo merece.

-              Creo que así lo estoy haciendo.

-              ¿Y las niñas?

-              Hoy no las he visto en todo el día, ahora se están duchando y van a volver a salir.

-              Así podréis estar más tranquilos Susana y tú.

-              Sí, cenaremos algo y nos iremos a dormir.

-              ¿A dormir? ¿Habéis follado ya?

-              ¡Lola, eso no se pregunta!

-              Susana y yo no tenemos secretos, ya me lo contará ella. Deja bien alto el pabellón.

-              Vale, Lola, ¿algo más?

-              Sí, pásamela, porque estás de un soso inaguantable.

-              De acuerdo, un beso.

-              Otro para ti.

-              Toma Susana, es Lola que quiere hablar contigo.

Dejé a Susana hablando con Lola y fui a la cocina a sacar algo para la cena. Mis sobrinas y Antonia iban de mi baño a su dormitorio y viceversa desnudas o en tanga mientras se vestían y maquillaban. Entró Susana y me devolvió el teléfono.

-              ¿Qué quería Lola?

-              Nada, saber que había pasado.

-              No se lo habrás contado.

-              Claro que se lo he contado y con pelos y señales.

-              Nos vamos. -Dijeron Antonia y mis sobrinas ya vestidas-.

-              Que os divirtáis y cenar algo. -Les dije-.

-              Sí, tito.

En cuanto salieron Susana se desprendió del pareo y yo también del mío.

-              Me encanta estar desnuda. Lastima no haber descubierto esto antes. -Me dijo-. ¿Te ayudo?

-              Llévate esto para fuera, mientras abro una botella de vino. -Le dije pasándole un plato con algunas cosas frías-.

Abrí la botella mirando a Susana, me encantaba verla desnuda. Luego salí a la terraza con la botella y dos copas.

-              ¿Qué tal estás? -Le pregunté-.

-              En el paraíso. Nunca me había corrido tres veces en una tarde. ¿Y tú?

-              Muerto, pero encantado. -Recordé que además de las tres veces que me había corrido con Susana, antes me había corrido otras dos con su hija-.

-              ¿Para qué es la camilla que tienes en el dormitorio?

-              Es de Rocío, una amiga que se dedica a estética íntima y está aprendiendo a dar masajes.

-              Suena divertido. ¿Tú me darías luego un masaje?

-              ¿Terapéutico?

-              No, tonto, con final feliz.

Me imaginé recorrer el cuerpo de Susana con las manos una y otra vez y se me puso una sonrisa bobalicona.

-              Puedo intentarlo.

-              Lola me ha recordado una de las veces que te estuvimos espiando mientras te hacías una paja en la ducha. Ese día parecía que tenías la polla más grande que otros días o ese día nosotras estábamos especialmente salidas. Lo cierto es que cuando te corriste volvimos a la habitación de tu hermana. Le comenté que, por primera vez, tenía las bragas empapadas y Lola me dijo que no más que ella. Las dos íbamos con la faldita del uniforme del colegio, me quité las bragas y se las pasé, diciéndole que a ver si podía igualarlas. Lola las tocó y las olió, como a ti te gusta, luego se quitó las suyas, pasándomelas también. Estaban auténticamente empapadas y su olor a chocho caliente era irresistible. La tontería de las bragas terminó por ponernos a las dos como motos, nos tumbamos en su cama y empezamos a hacernos una paja. A la mitad, tu hermana me preguntó qué haría contigo si pudiera.

-              Susana, me estás poniendo otra vez cardiaco.

-              Eso quiero. Espérame un momento.

Me dijo y entró en el piso. Pensé que urgencia le habría dado para salir pitando. Me levanté para esperar a que volviera, lo que hizo en unos  minutos.

-              Ir desnuda es muy erótico, pero a mí lo que me pone de verdad caliente es ponerme ropa interior marrana.

Susana se había puesto el sujetador y el tanga rojos de la foto que me había enseñado a medio día. Tenía razón, verla desnuda era un auténtico placer, pero verla con aquel sujetador que le comprimía las tetas, cubriéndole justo hasta la mitad de las areolas y aquel tanga mínimo que le cubría justo la raja del chocho y dejaba su imponente culo a la vista, elevada por los zapatos de tacón que se había puesto, podía resucitar a un muerto o hacer renacer cualquier polla, como hizo con la mía.

-              Estás preciosa. -Le dije acercándome a ella para abrazarla, sobar su culo y besarla en la boca-.

Me senté de nuevo. Susana se vino hacia mí y se sentó a horcajadas sobre mis muslos de frente. Mi polla rozaba con el pequeño tanga y su barriga. La besé en la boca y puse mis manos en su culo.

-              Espera que termine de contarte. Pensé en la pregunta de tu hermana. Con los ojos cerrados para imaginármelo mejor y sin dejar de acariciarme el clítoris, le contesté que una de las noches en las que me quedaba a dormir con ella, me levantaría sigilosamente e iría a tu habitación, tu estarías dormido, desnudo y empalmado sobre las sábanas, me quitaría el camisón, me pondría de rodillas entre tus piernas para hacerte una paja con mis ya grandes tetas. Te despertabas, me mirabas, pero no te movías, me echaba un poco para atrás, te cogería la polla y te la comería, después me pondría sobre ti, me metería tu polla en el chocho y llevaría tus manos a mis tetas para que me las sobases mientras te follaba …

-              Susana, me estás poniendo muy caliente otra vez.

-              ¿No te apetece?

-              Claro que me apetece.

-              Yo ponía las manos sobre tu pecho y me echaba hacia delante para poder mover el culo de arriba abajo, hasta casi sacarme tu polla y luego volver a dejarme caer para metérmela entera. Tú cada vez me sobabas más fuerte las tetas, hasta que me las apretaste haciéndome daño y empezaste a correrte. Yo también empecé a correrme, cayéndome luego sobre tu pecho.

-              Susana, si hubiera sido cierto me habrías hecho el muchacho más feliz del mundo.

-              Haberme dicho algo entonces.

-              Sí, la verdad es que entonces era muy tímido con las chicas.

El roce de la barriga de Susana con mi polla hizo que empezase otra vez a segregar líquido preseminal como un grifo abierto.

-              Cuando me corrí en mi imaginación, tu hermana y yo nos corrimos de verdad, pero no por eso dejamos de sobarnos los chochos. Entonces le pregunté a tu hermana que ella que te haría. Cerró los ojos como yo había hecho antes y me dijo con la voz muy ronca, que uno de los días que te estuviese espiando en la ducha, se quitaría la ropa y entraría en la ducha por detrás de ti para que no la vieras, se pegaría a tu espalda y sustituiría tus manos por las suyas para seguir con la paja que te estabas haciendo, te pediría que tú le sobases el culo. Cuando notase que tenías la polla como un palo, te daría la vuelta, primero te besaría en la boca, mientras restregaba su vientre apretándote la polla, luego se pondría en cuclillas y empezaría a comértela, tratando de metérsela en la boca tanto como le fuera posible, mientras te sobaba los huevos a la misma vez …

-              Susana, estoy ya muy caliente otra vez.

-              Y yo también. Después de comértela un buen rato se levantaría, se pondría de espaldas a ti, te cogería la polla y se la metería hasta el fondo, tú le subirías una pierna para poder llegar con una mano a su clítoris, cogiéndole las tetas con la otra mano. Tras varios minutos de embestidas, te correrías y ella también.

-              ¡Qué dos adolescentes tan imaginativas!

-              ¡A que sí! Cuando tu hermana terminó de imaginárselo nos volvimos a correr las dos de nuevo.

-              ¡Vaya tarde que echasteis a mi costa!

-              Fueron muchas, lo que pasa es que ese día nosotras estábamos más calientes de lo habitual, que era mucho normalmente. -Dijo y me dio un larguísimo beso en la boca-.

-              Quítate el tanga y déjame que lo huela.

-              Te advierto que te vas a hartar.

Se levantó de mis piernas, se puso de espaldas a mí y muy lentamente se bajó el tanga, poniendo su culo en pompa, enseñándome todo su chochaco por detrás. Con el tanga en la mano, volvió a sentarme sobre mis muslos y acercó su tanga a mi nariz. El olor era de los más fuertes a jugos de mujer que había olido en mi vida.

-              Fíjate como me has puesto.

-              Yo no, quién ha contado la historia has sido tú.

-              ¡Fóllame, Carlos, quiero que me folles!

-              Vamos al dormitorio.

En el dormitorio se subió a la cama y se puso a cuatro patas, mostrándome su morboso culo. El sujetador que todavía llevaba le mantenía sus grandes tetas pegadas a su cuerpo.

-              Quiero que me folles a lo perrito. -Me dijo-.

Tiré de ella hacia atrás hasta situarla en el borde de la cama, me puse detrás de su culo de pie, me cogí la polla, se la puse a la entrada de su chochaco y se la fui metiendo despacio hasta tenerla entera dentro. Tenía el chocho empapado de flujos y mi polla entraba y salía con total facilidad.

-              ¡Qué buena estás, Susana! -Le dije llevando una mano a sus tetas para sobárselas por encima del sujetador-.

-              Quítame el sujetador.

-              No, me gustas así.

Empecé a bombear con fuerza dentro de ella, tenía los huevos tan colgando que le golpeaban el clítoris al bombear. Su ojete parecía que me llamaba y empecé a sobárselo con el dedo gordo de la mano que no tenía en sus tetas.

-              ¡Cómo me gusta que me acaricies el ojete! -Me dijo-.

-              Y a mí acariciártelo.

-              Cuando iba por tu casa, mientras estudiábamos tu hermana y yo, me imaginaba que me follabas así. Que tu hermana había salido a algo que le había mandado tu madre, tú entrabas en la habitación, me decías algo y me besabas después. Yo me levantaba para besarte también, te ponía una mano sobre la entrepierna y notaba que ya estabas empalmado. Entonces me subía a la cama, con la faldita levantada, tu te abrías los pantalones, apartabas mis bragas y me follabas como una fiera.

-              Cada vez lamento más no haberte dicho algo entonces.

-              Déjalo, que estamos recuperando bien el tiempo perdido.

Estaba poseído por el culo de Susana, no podía dejar de mirarlo.

-              Tienes un culo lleno de morbo, me encanta follarte mirándolo.

-              ¿No te apetece ponérmelo rojo como un tomate?

-              Claro, ¿quieres que lo haga?

-              Sí, lo deseo con locura.

Concentré mis manos en darle cachetes cada vez más fuertes al culo de Susana, que los recibía con gemidos cada vez más fuertes. Me estaba poniendo tan caliente con aquello, que los empujones que le daba bombeando dentro de ella, por poco hacían que se cayera de cabeza en la cama.

-              ¡Carlos, me voy a correr otra vez, fóllame más fuerte!

-              ¿Más fuerte todavía?

-              ¡Sí, más fuerte todavía!

Lamenté no ir al gimnasio para fortalecer mis caderas, pero con la calentura conseguí meterle empujones todavía más potentes.

-              ¡Ahora, ahora, Carlos, sigue follándome, siiii, sigue, sigue, aaaggg, que bueno, aaaggg, …!

Cuando terminó de correrse, se sacó mi polla y se dio la vuelta, sin la ayuda de las manos me cogió la polla con la boca, ella empezó a mover la cabeza y yo seguí moviendo las caderas, follándole la boca.

-              ¡Me corro, Susana, me corro, no te la saques de la boca, siiii, aaaggg, toma, toma, toma, aaaggg …!

Me corrí dentro de su boca, llenándosela con mi lefa, luego tuve que tumbarme en la cama para recuperar la respiración.

-              ¡Joder, Susana, qué tarde de follar! -Le dije-.

-              Pues prepárate para los días que vienen.

-              No sé si seré capaz.

-              Claro que serás capaz, ya me encargaré yo.

(Continuará.)