Mi familia me visita de vez en cuando 4

La visita de mis sobrinas y su amiga Antonia.

(Queridos lectores, como siempre os digo, es muy conveniente leer las entregas anteriores del relato para comprenderlo del todo. Si no queréis, pues tampoco pasa nada. Que lo disfrutéis.)

A las dos horas de la llamada a mi hermana Lola para decirle que ya estaba sólo en el piso, me llamó ella:

-              Carlos, ya tengo los billetes del vuelo de las niñas. Las cosas se han precipitado un poco, les he sacado billete para mañana.

-              ¡Coño, Lola con las prisas!

-              El domingo no hay vuelo y el del lunes estaba ya completo.

-              ¿Qué llegan a la misma hora que llegaste tú?

-              Sí, sobre diez y media. Otra cosa, al final se ha apuntado también una amiga de las dos.

-              ¿Dónde va a dormir? No tengo sitio para las tres.

-              Son jóvenes y se apañan de cualquier manera. ¿No tienes un sofá? Pues que una duerma en el sofá.

-              ¿La amiga sabe dónde viene?

-              Creo que sí, al parecer las niñas le contaron dónde viajaban y ella insistió en apuntarse. No las vas a conocer cuando las veas de lo que han crecido.

-              ¿Cuánto tiempo hace que no las veo? Por lo menos un año, ¿no?

-              Yo creo que algo más. ¿Qué tal era la amiga de Paula?

-              No sabría decirte, rarita, por decir algo.

-              Con rarita quieres decir lesbiana.

-              No sólo lesbiana. Se agobió con la zona y se empeñó en irse cuando antes.

-              Estoy cada día más convencida de que nuestra hermana pequeña también es lesbiana.

-              Ella me dijo que no, pero si lo es no pasa nada, ya es mayorcita.

-              ¿Cómo te va a ti con tu amiga?

-              Está muy liada con su nuevo trabajo y nos hemos visto poco esta semana.

-              Si es tan guapa y tan buena persona como dices, no la dejes escapar.

-              Gracias, pero lo que le hace falta es ir un tiempo por su cuenta.

-              No te estoy diciendo que te ennovies. ¿La llamas alguna vez?

-              La verdad es que no, siempre me llama ella.

-              Pues llámala a las mujeres nos gusta saber que alguien está pendiente de nosotras.

-              Puede que tengas razón, la voy a llamar cuando terminemos de hablar. ¿Y a ti que tal te va en tu nueva vida de divorciada?

-              Regular, hermano, desde que follé contigo no he tenido una follada como Dios manda. ¿Qué les pasa a los hombres de tu edad?

-              No sé a qué te refieres, ¿pero por qué tiene que ser con hombres de mi edad? Tú eres muy atractiva, prueba con alguno que sea más joven que tú.

-              Eso voy a tener que hacer, pero tampoco quiero convertirme en la niñera ni en la maestra sexual de un jovencito.

-              Los jóvenes de hoy saben mucho de sexo, a ver si es él quien te da lecciones a ti.

-              Así sea, por mi encantada. Bueno, te dejo para que llames a la chica, ¿cómo se llamaba?

-              Rocío.

-              Pues llámala. Un beso.

-              Otro para ti.

Tiene cojones el tema, pensé al colgar. Me vengo a vivir a una zona nudista a más de cuatrocientos kilómetros de mi familia y mi hermana me manda a mis dos sobrinas y a una amiga de ellas. Mis sobrinas eran unas niñas muy lindas de pequeñas, gemelas, hacía poco que habían cumplido los dieciocho años. Rubias, pelo lacio y unos bonitos ojos azules. La última vez que las había visto parecía que tuvieran catorce o quince años, en vez de los dieciséis o diecisiete que debían tener. Salí de mis meditaciones para llamar a Rocío.

-              Hola, Rocío, soy Carlos.

-              ¡Qué bien que me llames! ¿Qué ha pasado para que lo hagas?

-              Nada, quería saber de ti.

-              Acabo de terminar de trabajar y estaba pensando en llamarte. ¿Me invitas a tu casa?

-              Por supuesto, estoy deseando verte.

-              Te llamo en quince minutos para que me abras la puerta de la urbanización, veras que novedades tengo.

-              Me dejas en ascuas. Hasta ahora.

Me preparé una copa y salí a tomármela a la terraza desnudo. Había tenido un golpe de suerte increíble conociendo a Rocío. Una joven bellísima, estupenda persona y muy abierta. No sólo follaba de maravilla, sino que me divertía con ella y sus ocurrencias. A los quine minutos, más o menos, sonó mi móvil, era Rocío.

-              Ya estoy abajo.

-              Voy.

Me puse en pareo y bajé a abrirle. Venía con el uniforme del gabinete de estética en el que había empezado a trabajar, con una especie de tablero o camilla plegada colgada del hombro y una mochila a la espalda.

-              ¿Qué traes? -Le pregunté tras darnos un beso-.

-              Las novedades que quiero contarte.

Cogí el tablero y subimos al piso por el ascensor. En el corto trayecto del ascensor volvimos a besarnos, esta vez apasionadamente.

-              ¿Qué quieres tomar? -Le pregunté cuando entramos al piso-.

-              Lo que tú estés tomando. Voy a cambiarme mientras me preparas la copa. -Dijo yendo hacia el dormitorio. Volvió a los pocos minutos con una malla y una camiseta sin mangas, ambas blancas, las dos piezas tan ajustadas a su cuerpo que las tetas y los pezones se le marcaban, al igual que su chocho, por mucho que ella dijera que lo tenía de muñeca chochona-.

-              ¡Qué barbaridad, que guapa! -Le dije al verla-.

-              Te parece bonito.

-              Yo diría algo más que bonito, diría que muy sugerente. Pero creía que ibas a desnudarte.

-              Después, primero quiero saber tu opinión. ¿Te acuerdas de que la otra noche quedé a cenar con Mari Carmen y la jefa?

-              Sí.

-              Durante la cena la jefa nos dijo que le propusiéramos novedades para mejorar y ampliar los servicios del gabinete.

-              Eso está bien, que os incentive y escuche vuestras propuestas.

-              Pensando durante toda la semana se me han ocurrido varias cosas. Primero cambiar el uniforme por otro más atractivo y sugerente. Ves, aquí, dijo señalándose la teta izquierda, iría el logo y el nombre del gabinete.

-              Sí, ese sería su sitio, sobre el corazón.

-              Exacto, es lo mismo que he pensado yo. Otra novedad sería llevar nuestra propia camilla para la depilación, hacerlo en una cama es poco profesional. Ayúdame que la vamos a montar en el dormitorio.

Cogí la camilla plegada y la llevé al dormitorio, detrás de Rocío. ¡Joder, que culazo le hace la malla! Pensé al verla. Entre los dos montamos la camilla en el dormitorio.

-              A ver, quítate el pareo. -Hice lo que ella me dijo, yo ya tenía la polla morcillona de verla con el uniforme tan ajustado-. Lo primero que vamos a hacer es dejarte sin un pelito en los bajos. ¿Dónde tienes la maquinilla?

-              En el baño, voy por ella.

Mientras buscaba la maquinilla mi calentura subió varios niveles, pensando en la depilación que me iba a hacer Rocío.

-              Toma, aquí la tienes, debe estar cargada.

-              Ahora túmbate boca arriba.

-              ¿Tú sabes hacer esto? -Le pregunté mientras me subía a la camilla-.

-              Hombre, con una cuchilla no me atrevería, pero con la maquinilla es más fácil e inofensivo. Además, he practicado esta mañana con mi chocho.

-              Bueno, pues adelante. -Le dije imaginándome a Rocío desnuda depilándose el chocho-.

-              Como tienes todavía el vello cortito, voy a ir directamente con la afeitadora.

Rocío cogió mi polla ya empalmada con una mano y con la otra fue pasando la maquinilla. Estaba de lo más sexi con el uniforme y la atención que prestaba a su tarea.

-              ¿Te excita que te coja la polla?

-              Claro que me excita, como a cualquiera.

-              Ahora cógete la polla tú para apartarla, que yo tengo que ponerte en posición los huevos para la maquinilla.

-              ¿De dónde quieres que la aparte, si la tengo pegada a la barriga?

-              Es verdad, que tonta.

Rocío me iba tirando de la piel de los huevos para pasar la maquinilla, yo estaba cada vez más caliente. Cuando me depiló Mari Carmen me excité también, pero con ella fue como más profesional.

-              ¿Te queda mucho?

-              No, muy poquito. ¿Por qué?

-              Porque me estoy poniendo muy excitado.

-              Por eso es bueno que te depile tu pareja. Después de la depilación un buen polvo y listo.

-              ¿Tú estás excitada también?

-              Claro, pero yo tengo que parecer muy profesional.

-              ¿Conmigo también?

-              Por ahora sí, después ya veremos. Pues listo, creo. Voy a hacer la prueba.

-              ¿Qué prueba?

-              ¿Cuál va a ser? Lamerte la polla y los huevos, para detectar si te ha quedado algún pelo.

Rocío empezó a pasarme la lengua por el tronco de la polla, después por la base y finalmente por los huevos. No pude soportarlo y me corrí como una fiera.

-              ¡Rocío, me corro, me corro, aaaaggg, aaaagggg, siiiii, aaaggg…!

-              Vaya como te has puesto la barriga. Menos mal que sé que no se te va a bajar todavía.

-              Ni todavía, ni en bastante rato con el calentón que he cogido. ¿Me dejarás que un día te depile yo a ti?

-              Algún día y me excitaré mucho también. Ahora, venga a la ducha mientras me cambio de ropa.

-              ¿Y ahora que te vas a poner?

-              Ya lo veras cuando te duches. -A Rocío se la había formado un manchurrón de jugos en la entrepierna de las mallas-.

-              ¿Me dejarás luego oler tus mallas?

-              Según te portes.

¡Vaya corridón que he tenido y vaya calentón que tengo todavía! Pensé al levantarme de la camilla e ir a la ducha. No tardé ni dos minutos en ducharme, secarme y volver al dormitorio. Rocío no estaba. Me senté en la camilla a esperarla más empalmado que antes de correrme.

-              Túmbate boca arriba en la camilla y cierra los ojos. -Me dijo del otro lado de la puerta-.

-              ¿Qué vas a hacer?

-              Hazme caso.

Me tumbé como ella me había pedido y cerré los ojos.

-              ¿Ya? -Preguntó-.

-              Sí ya.

-              No abras los ojos.

Escuché la puerta y me pareció que se acercaba a la camilla.

-              He estado pensando sobre la idea de Mari Carmen para quitar la excitación que produce la depilación de los bajos y creo que es mejorable.

-              No sé yo que decirte.

-              No en cuanto a la finalidad, pero puede hacerse más sofisticado, más estético, más excitante. -Estaba deseando abrir los ojos, pero no quise quitarle la ilusión a Rocío-.

-              ¿Qué has pensado?

-              Unirlo a la profesión que me gustaría tener, la de masajista tántrica.

-              He oído lo de masajes tántricos, pero no se muy bien lo que es.

-              Se trata de que sientas el placer por todo tu cuerpo y te unas a la masajista, no sólo corporalmente, sino espiritualmente.

-              ¡Joder qué cosas, Rocío! ¿De verdad que tú sabes de eso?

-              Estoy haciendo un curso online muy gráfico e instructivo. Si no fuera por el rollo de la energía y todo eso, yo diría que es un puterío.

-              No sé si eso le va a gustar a tu jefa.

-              Bueno, si no me sirve para el trabajo, por lo menos tú y yo nos divertimos. ¿Estás preparado?

-              ¿Para qué?

-              Para sentir placer por todos tus poros.

-              Mucha tela, ¿no?

-              Venga, no seas obcecado.

-              Vale, me abro de mente.

Empecé a notar una especie de cosquilleo que iba subiendo y bajando por mi cuerpo. Era placentero, pero sobre todo cuando el cosquilleo era en la barriga, en el nabo o en los huevos.

-              ¿Qué tal? -Me preguntó Rocío-.

-              No está mal, pero tampoco es para tirar cohetes.

-              Abre los ojos.

Rocío se había puesto una especie de micro túnica hecha de jirones de tela blanca que dejaba a la vista sus grandes tetas y su chocho, que ahora con el depilado de esa misma mañana sí parecía el de una muñeca. Estaba muy sexi, a la jodida le quedaba bien todo. En las manos tenía como dos plumas que eran con las que me estaba haciendo las suaves cosquillas.

-              ¿Te parece bien la indumentaria? -Me preguntó-.

-              No sé Rocío, en mi vida he visto nada de eso del masaje tántrico. De todas formas, estás muy sexi. ¿De dónde lo has sacado?

-              Lo he diseñado yo, basado en algunos videos porno y algunas películas antiguas de romanos. -Me contestó sin dejar de pasar las plumas por mi cuerpo-.

-              ¿Tú te excitas con esto?

-              Esto de las plumas es lo más aburrido de la sesión. Si te parece pasamos a la siguiente fase. Incorpórate.

Rocío se subió a la camilla, abrió las piernas y se pegó a mi desde el chocho hasta la cabeza. Volvió a coger las plumas y mientras me las pasaba por la espalda movía sus caderas apretándome la polla contra su chocho y su vientre.

-              Ves, esto me gusta más, incluso si no me estuvieras dando con las plumas.

-              Pero entonces no sería tántrico.

La besé en la boca, ella luego me mordió suavemente los labios e incrementó el movimiento de sus caderas contra mi polla. Yo la tenía cogida por el culo para apretarla contra mí. Sus tetas podían taladrarme el pecho de lo duros y grandes que tenía los pezones. Noté que no iba a tardar en correrse por como gemía en mi oído.

-              ¡Aaaahhhh, siiii, me corro, Carlos, me corro, aaaaggg, siiii, …! -Gritó-.

Yo me tumbé hacia atrás para que ella se echara encima de mí.

-              No creo que debas proponerle esto a tu jefa. Lo del nuevo uniforme y la camilla portátil sí. Por cierto, ¿cómo se ha quedado el uniforme?

-              Para tirarlo, el olor no hay quien se lo quite. Me lo tengo que poner con un tanga debajo.

-              Regálamelo.

-              Te lo cambio por otra copa.

-              De acuerdo.

Nos bajamos de la camilla, recogí los vasos y los rellené. Salimos a la terraza. Yo seguía con un calentón de mil demonios.

-              Pues tú dirás lo que sea del masaje tántrico, pero yo me he pegado una corrida de mucho cuidado. -Me dijo-.

-              Rocío, después de la depilación tu estabas que reventabas. Con tantra o sin tantra te hubieras corrido igual.

-              Eso es verdad. ¿Te gustó lo del otro día con Clara? -Me preguntó-.

-              Sí y no.

-              ¿Por qué?

-              Contigo maravillosamente, como siempre, pero con Clara extraño.

-              ¿Habías hecho algún trío antes?

-              No, pero el del otro día tampoco creo que se pueda considerar un trio. Igual para ti, sí, pero para mí no. ¿Y a ti te gustó?

-              Pues me pasó un poco lo que a ti. La tía quería echarte de tu casa para follarme a solas y le tuve que decir que de eso nada o los dos o ninguno. -Le di un beso en la boca después de oírla-.

-              Mañana vienen mis sobrinas y, además, con una amiga suya.

-              Ja, ja, ja, ja. -Se descojonó en mi cara-. ¿Cómo es eso?

-              Mi hermana, que está completamente loca.

-              ¿Qué edad tienen?

-              Dieciocho, igual podéis hacer buenas migas.

-              ¿Saben dónde vienen?

-              Mi hermana dice que sí, pero yo no las tengo todas conmigo de que no sea una encerrona de ella a las niñas, conmigo en medio.

-              ¿Y qué vas a hacer?

-              Yo nada, salvo que las traiga con los ojos vendados y las encierre dentro del piso, cosa que igual no les gusta. ¿Cenamos algo?

-              Vale, pero luego te tengo que quitar la excitación. -Me dijo cogiéndome la polla que seguía empalmada-.

Preparé algo de picar, abrí una botella de vino y nos sentamos en la terraza.

-              Se te ocurre algo para sustituir el masaje tántrico.

-              Hombre, el control de calidad de la depilación rebaja mucho la excitación, como has podido observar.

-              No es mala idea, pero igual no le gusta a mi jefa y tampoco a muchos clientes, que son homosexuales, según me dice Mari Carmen.

-              Yo no creo que eso sea un problema. Una buena lamida de huevos le gusta a cualquiera.

-              Sigues empalmado.

-              ¿Qué quieres estando los dos desnudos y después del masaje tántrico? -Le dije y nos reímos los dos-.

-              No te metas con mis ideas, aunque sean mejorables.

-              ¿A ti no te hace efecto la bebida?

-              ¿A qué efecto te refieres?

-              ¡Coño a emborracharte! ¿A cuál va a ser?

-              Cuando trabajaba en el pub me hice un reconocimiento médico de esos de las mutuas. Parece que mi naturaleza producía tal cantidad de vitamina B no sé cuántos, que tenía que beberme Escocia para que me emborrachara.

-              ¿Entonces para qué me dijiste el primer día que tu norma número cinco era no abusar de la bebida?

-              Esa norma era para no arruinarte. -Nos reímos los dos a carcajadas-.

-              Sabes que me está cambiando el carácter desde que te conozco.

-              ¿En qué sentido?

-              Estoy mucho más alegre, he dejado atrás la pesadumbre que me dejó mi matrimonio.

-              Algo parecido me pasa a mí. Terminar con mi novio y conocerte, me están convirtiendo en otra persona. -Me dijo apretándome la mano con fuerza-.

-              No voy a ser tu novio de reemplazo.

-              Ni yo te quiero como novio ni a ti ni a nadie, eso me lo dejaste muy claro el primer día, te quiero como amigo y como amante.

-              No me digas esas cosas, que me voy a empalmar más todavía.

-              ¿Vas a levantar la mesa con el nabo? -Nos reímos los dos de la ocurrencia-.

-              Oye, quédate a vivir aquí el tiempo que estén mis sobrinas. Échame una mano, no sé que hacer con ellas y tú, por edad, estás mucho más cerca de ellas.

-              De acuerdo, porque si no vas a ser el tío Gilito, pero me lo debes.

-              Te debo lo que tú quieras.

-              ¿Qué tal si me comes el coño ahora?

-              ¿Me estás acosando?

-              Yo a ti, vamos anda. -Dijo, se repanchigó en la silla y se abrió de piernas-.

-              No tengo fuerza de voluntad. -Le dije riéndome y poniéndome de rodillas entre sus piernas-.

-              No, mejor vamos a la cama, que te coma yo también la polla.

Nos fuimos a la cama, dejando la terraza y la cocina como estaban de empantanadas.

-              ¿Hacemos un “69”? -Le pregunté-.

-              ¿Tú conoces otra forma de que yo te coma la polla y tú me comas el coño?

-              Ahora mismo no se me ocurre.

-              Pues entonces.

Me tumbé boca arriba en la cama. Me dolía la polla y los huevos del calentón que tenía.

-              ¿Tienes por ahí la malla del uniforme? -Le dije-.

-              Para qué quieres la malla, si lo tienes en directo.

Hicimos un “69” de escándalo, nos corrimos los dos y nos quedamos dormidos pasadas las dos de la madrugada.

-              Despierta, Carlos, despierta. -Abrí los ojos y el sol entraba por la ventana-.

-              ¿Qué hora es?

-              Casi las nueve y media y tienes que recoger a tus sobrinas.

-              ¡Me cago en todo, vaya el día para quedarme dormido! Vente conmigo.

Nos metimos los dos en la ducha a la misma vez para ahorrar tiempo. Aguantar sin meterle mano a Rocío fue un auténtico suplicio. Mientras ella se arreglaba preparé café. Puse las cosas de la noche anterior en el fregadero y con el café en la boca salimos pitando al aeropuerto. Llegamos diez minutos tarde. En el exterior de la puerta de salidas esperaban tres chicas que a primera vista parecían extranjeras. Me fijé bien en ellas y eran mis sobrinas y su amiga. ¡Joder, tenía razón mi hermana, cómo habían cambiado mis sobrinas! Más altas que yo, como de la altura de Rocío, sobre uno ochenta, rubitas, con el pelo lacio media melena, un tipo fantástico de mujer hecha, unas tetas medianas y unas bonitas piernas que dejaban ver casi enteras los vaporosos vestidos veraniegos que llevaban. Seguían siendo como dos gotas de agua. La amiga era morena, alta también, aunque un poco menos, pelo castaño abundante, guapa de cara y con un cuerpo de ensueño.

-              ¿Son esas? -Me preguntó Rocío-.

-              Sí, al menos las dos rubias son mis sobrinas.

-              No me habías dicho que fuesen gemelas y tan guapas.

Paré el coche delante de ellas y nos bajamos los dos.

-              Hola, tío, pensábamos que te habías olvidado de tus sobrinas.

-              Cómo me voy a olvidar, lo que pasa es que nos hemos quedado dormidos. Ella es Rocío, una amiga.

-              Encantada, yo Marta. -Dijo una de ellas, la que llevaba un vestido en tonos verdes, besando a Rocío en las mejillas-.

-              Y yo María. -Dijo la otra, que llevaba el vestido en tonos azules, saludando también a Rocío-. Y ella es Antonia.

-              Encantado, Antonia. -Le dije besándola en las mejillas, dándome cuenta de que era una chica muy guapa también-.

-              ¡Cómo habéis cambiado en un año, si ya sois dos mujeres!

-              Gracias, tito. -Dijeron las dos a coro-.

-              Seguís igualitas, si no es por el vestido no hay forma de saber cuál es cada una. Poned las mochilas en el maletero. Tardaremos más o menos una hora en el camino de vuelta.

Las tres se sentaron en el asiento de detrás y Rocío a mi lado delante. Se pasaron la hora de viaje hablando las cuatro sin que yo pudiera meter baza en ningún momento. El tiempo era muy bueno y había gente todavía por la zona. Como siempre unos vestidos y otros desnudos. Al ir a entrar al aparcamiento de la urbanización tuve que esperar que cruzara un grupo de tres parejas todos desnudos.

-              ¿Pero esto qué es? ¡Van en pelotas! -Exclamó Antonia y mis sobrinas se echaron a reír. Las muy cabronas no debían haberle dicho nada. Se iba a enterar mi hermana Lola-.

-              Es que esta es una zona un poquito particular. -Le dijo Marta-.

-              ¿Tanto calor hace aquí? -Preguntó Antonia inocentemente-.

-              No es eso, es que se trata de una zona naturista, vamos nudista. -Le contestó Rocío-.

-              ¿Pero eso existe de verdad? -Volvió a preguntar Antonia-.

-              Ya ves que sí.

Aparqué y mientras sacaban el equipaje del coche, al lado había dos hombres, más jóvenes que yo, desnudos y con dos pollas muy apreciables totalmente depiladas. Antonia se bajó por el otro lado y evitó mirarlos todo el tiempo. Camino del piso nos cruzamos con dos mujeres desnudas, como de cincuenta años y bastante tetonas, con la toalla al hombro que debían ir a la piscina. Antonia se paró, buscó en su bolso y se puso unas gafas de sol. Mientras subíamos los cinco por la escalera, Antonia les dijo a mis sobrinas:

-              ¡Pero que cabronas sois, no decirme nada de dónde veníamos!

Mis sobrinas siguieron riéndose de ella a mandíbula batiente hasta que llegamos al piso.

-              Este es vuestro dormitorio. Dejad vuestras cosas y organizaros para dormir como queráis. –

Les dije y me fui a mi dormitorio para llamar por teléfono a mi hermana Lola.

-              ¿Estáis ya en el piso?

-              Sí, Lola. ¿Tú sabes que tus hijas no le habían dicho nada a su amiga sobre esto?

-              No lo sé, yo creía que sí.

-              Pues no.

-              ¡Qué guasonas las dos!

-              Lola, yo no le veo la gracia.

-              No dramatices, Carlos, tampoco le va a pasar nada por ver unas cuentas pollas y unos cuantos chochos.

-              ¿Tú sabes la que se puede liar si se lo dice a sus padres o a su novio y yo por en medio?

-              ¡Qué pesado eres, además, ya no tiene arreglo! Ha sido una broma. ¿Cómo has visto a las niñas?

-              Muy guapas, Lola. Un beso y para la próxima broma que vayan al club de la comedia.

-              Venga ya, Carlos, échale un polvo a Rocío y deja de dar la lata.

Colgué y salí del dormitorio. Rocío y mis sobrinas estaban en la terraza. Me reuní con ellas.

-              Esto está muy bien, mejor que el otro apartamento que tenías. -Dijo Marta-.

-              Sí que está bastante bien.

-              ¿Tío y tu vas también en pelotas por la calle? -Me preguntó María. Anda que le ha faltado tiempo, pensé-.

-              Normalmente me pongo un pareo. Aquí se puede ir desnudo, medio desnudo o vestido, según cada uno quiera.

-              ¿Y tú Rocío?

-              Por la calle también me pongo un pareo, normalmente, a la cintura.

-              Entonces llevas las tetas al aire.

-              Claro.

-              ¿En casa vais en pelotas? -Preguntó Marta-.

-              Cuando estamos solos normalmente sí. -Le contestó Rocío-.

-              Entonces estaréis todo el día calentitos los dos, ¿no?

-              ¡Marta, por favor! -Intervine-. Por cierto, lo que le habéis hecho a vuestra amiga no está bien.

-              No te preocupes, esa parece una mosquita muerta, pero luego es muy guarra. -Dijo María-. Seguro que no se pierde ninguna polla de las que haya por aquí, por mucho que disimule.

-              ¡María, por favor, cuida lo que dices! -Las niñas habían sacado el desparpajo de mi hermana-.

Noté que Rocío me miraba como diciéndome que cambiara de actitud con ellas.

-              Bueno tío, no te enfades, que acabamos de llegar. ¿Nos vais a llevar a comer al chiringuito nudista de la playa?

-              ¿Y tú como lo sabes?

-              Nos lo recomendó mamá. - ¡Joder con mi hermana! Pensé-.

-              ¿Queréis un refresco? -Les pregunté-.

-              Mejor una cerveza. -Contestaron las dos a dúo-.

-              Te ayudo. -Me dijo Rocío y fuimos los dos a la cocina-.

Mientras sacaba las cervezas y una botella de vino, me dijo Rocío:

-              Carlos, déjalas que se expresan como quieran. Los jóvenes ahora utilizan un lenguaje distinto y más directo al que tu usabas a su edad, lo mismo que pasa en el cine o en la televisión.

-              Tendrás razón, intentaré dejarlo pasar. Pero vamos, la ocurrencia de no decirle nada a la amiga, aunque mi hermana diga que es una broma que le han gastado, no tiene gracia.

-              Déjalo ya y vamos a la terraza. -Le di un piquito en la boca a Rocío y volvimos a la terraza-.

Serví las cervezas y el vino. Rocío empezó la contraofensiva.

-              ¿Vais a bajar a la playa nudista? -Les preguntó-.

Ellas se miraron una a otra y luego contestó Marta:

-              Yo creo que sí. Una de las cosas que queríamos hacer era quitarnos las marcas del biquini. Nos gustó mucho como volvió mamá.

-              ¿Y Antonia dónde está? -Pregunté-.

-              Estará deshaciendo la mochila. -Contestó María, dándole un trago a la cerveza-. ¿Vosotros estáis liados? Porque si es así, al tito le ha tocado el EuroMillón.

Iba a contestarle que eso a ella no le importaba, aunque quedaría claro cuando por la noche nos fuésemos juntos al dormitorio, pero se me adelantó Rocío.

-              Si por liados quieres decir, qué si follamos, entonces sí. Si quieres decir si somos pareja, entonces no. Y a mí también me ha tocado mi premio.

Admiré la desenvoltura de Rocío para dejar las cosas en su sitio.

-              Me alegro por ti, tito, ¡qué cambio a mejor! -Dijo Marta-.

-              Gracias. -Le dije-.

-              Ya está aquí Antonia, ya podemos ir a comer, en cuanto nos cambiemos.

Miré hacia la puerta de la terraza y empecé a darle la razón a mi sobrina. Antonia se había puesto un biquini que era menos que nada, le tapaba sólo parte de las areolas de sus grandes tetas y la raja del chocho, donde lo tenía incrustado. Se notaba que ese no era el biquini que utilizaría con su familia o con su novio, porque dejaba a la vista las marcas del que usaba normalmente, bastante más recatado. Desde luego la muchacha estaba como un tren.

-              ¿Qué diferencia hay entre eso que te has puesto e ir desnuda? -Le preguntó Marta-.

-              ¡Qué envidiosa eres! -Le contestó Antonia-. ¿A ti te gusta, Carlos? -Me preguntó dándose una vuelta sobre si misma. Para colmo, las tiras de la cosa esa que llevaba puesta, eran de silicona, por lo que de espaldas parecía que estuviese completamente desnuda-.

-              Si lo viera, seguramente me parecería muy bonito. -Le contesté-.

Nos reímos todos con la ocurrencia.

-              ¿Tío, como hay que bajar al chiringuito?

-              Como cada uno quiera.

-              Entonces nosotras vamos a ir como dice Rocío, con el pareo a la cintura. - ¡Vaya sesión de tetas que voy a tener durante la comida! Pensé-.

-              ¿Habéis traído pareo?

-              Claro, nos lo dijo mamá.

-              Pues a cambiarse. -Dije-.

Rocío y yo fuimos a mi dormitorio a desnudarnos y ponernos el pareo.

-              Antonia va a por ti. -Me dijo Rocío-.

-              ¿Por mí para qué?

-              Para que le leas cuentos por la noche. ¿Tú para qué crees?

-              ¿Para lío?

-              De lío nada, para follar. Por mí te la puedes follar sin problemas y que te aproveche, porqué está bien buena.

Me acerqué a ella y le di un largo beso en la boca. Nos pusimos el pareo y salimos del dormitorio. Nos estaban esperando las tres en la terraza. Mis sobrinas desnudas de cintura para arriba, ya no sabía cuál era Marta y cuál María. Tenían unas preciosas tetas medianitas con unas grandes areolas rosadas y se les notaba la marca de haber tomado el sol con el top del biquini. Carlos, piensa en otra cosa que son tus sobrinas, me dije. Antonia seguía con la cosa que se había puesto, que cada vez me resultaba más provocativa.

-              Tengo que ir a hacer otro juego de llaves para dártelas. -Le dije a Rocío al darles un juego a mis sobrinas-.

Yendo hacia el chiringo Rocío y yo nos quedamos algo detrás de ellas tres. La visión de Antonia era espectacular.

-              Antonia sabía dónde venía, por mucho que se haga la sorprendida. -Me dijo Rocío-.

-              ¿Por qué lo dices?

-              ¿Tú crees que se habría traído ese biquini si no supiese dónde venía?

-              En eso tienes bastante razón. Mira como se le nota en el culo la marca del tipo de biquini que se ponga normalmente.

-              Lo dicho, prepárate porque esta quiere rollo.

Llegamos al chiringo todos juntos. Noté que todos los presentes me miraban preguntándose que hacía yo con semejantes cuatro jovencitas. Ni me extrañó ni me molestó porque yo también me lo preguntaba. Nos sentamos entre el sol y la sombra. Antonia y mis sobrinas llevaban gafas de sol. Llegó el camarero para preguntar por la bebida.

-              ¿Queréis vino o seguís con cerveza? -Les pregunté a ellas tres, porque ya sabía que Rocío tomaría vino-.

-              Un poco de vino. -Dijeron las tres-.

-              Es todavía más curioso de lo que nos contó mamá. -Dijo una de mis sobrinas, pues no podía saber cuál era-.

La hermana le rozó la mano y le indicó con la cabeza hacia un hombre muy musculado y con una polla de bastante buen tamaño, que pasaba al lado de nuestra mesa.

-              Ya os acostumbraréis, vuestra madre no tardó más que un rato en hacerlo.

-              ¿Y ella también vino con las tetas al aire? -Preguntó una de mis sobrinas-.

-              No, pero se quitó el top en menos que canta un gallo.

-              ¿Y a ti no te dio cosa verle las tetas a tu hermana? -Si tu supieras la que se lio luego, pensé-.

-              Un poco al principio, pero enseguida nos acostumbramos.

-              ¿Y vérnoslas a nosotras?

-              Si vosotras estáis a gusto, yo también.

Pasó una mujer negra ofreciendo bisutería y cosas así. La detuve.

-              Escoged cada una un collar distinto o una pulsera o lo que queráis, pero distinto. No hay forma de saber cuál es Marta y cuál María.

Se echaron a reír, una escogió un collar y la otra una pulsera.

-              Ahora, decidme vuestro nombre, para que me quede con él.

Lo hicieron, aunque yo no las tenía todas conmigo que no me estuvieran engañando, era un juego que hacían constantemente con la familia cuando eran pequeñas.

-              ¿Tenéis novio alguna de las tres? -Les preguntó Rocío-.

-              ¿Novio para qué? -Le contestó Antonia-.

-              No sé para lo clásico, salir, hablar, besarse.

-              Tenemos muchos amigos y cuando te da el apretón, pues escoges a uno y al lio. -Dijo Marta. Pensé que, que generación tan diferente a la de mi hermana Lola o la mía-.

-              ¿Tú has tenido novio? -Le preguntó María a Rocío-.

-              Sí y hacéis muy bien en pensar así.

-              Por cierto, que no estaría mal tener a algún amigo a mano ahora, porque esto me está excitando mucho. -Dijo Marta riéndose-.

-              Y tanto. -Apostilló Antonia-.

-              ¿A ti te pasa todavía? -Preguntó María a Rocío-.

-              ¿El qué?

-              Lo del apretón, ya sabes, ponerte juguetona.

-              En la calle o en la playa menos que al principio, pero en casa vaya que si me pasa.

-              ¿Estarás contento, no tito? -Me dijo María. La conversación se estaba descontrolando por momentos-.

-              ¿Tú no lo estarías? -Le contesté a la gallega-.

El no biquini de Antonia me estaba martirizando. Eran cuatro chicas preciosas y las tetas de Rocío eran inigualables, pero las tiritas del no biquini eran magnéticas para mis ojos. Lamenté no haberme puesto gafas de sol. Comimos y nos bebimos tres botellas de vino. Todos estábamos achispados al final de la comida, menos Rocío que, pese haber bebido casi el doble que los demás, no mostraba el menor síntoma.

-              ¿Queréis una copa de sobremesa? -Les pregunté a mis sobrinas y a Antonia, Rocío ya sabía que quería-.

-              Yo prefiero darme un baño mientras os las bebéis. -Contestó Antonia-.

-              Nosotras también. -Dijeron mis sobrinas-.

Se levantaron las tres y se dirigieron a la orilla de la playa.

-              Son divertidas las tres. -Dijo Rocío cuando se habían alejado-. ¿Tú hermana es tan desinhibida como tus sobrinas?

-              Desde su divorcio sí.

-              ¿Ha cambiado mucho al divorciarse?

-              Sí, como ella dice, era una botella de champán agitada sin descorchar.

-              Bueno, como tú o como yo.

-              Así es.

Volvieron las tres, mis sobrinas desnudas con el pareo en la mano y Antonia con las tiras del no biquini tan movidas que sus areolas y sus pezones quedaban ya al aire. Buenas tetas tiene esta chica, pensé. Mis sobrinas llevaban el chocho depilado, menos una fina línea de vello color castaño en vertical. De Antonia no cabía duda qué tenía debía llevarlo depilado por completo.

-              ¿Queréis algo más? -Les pregunté-.

-              No, mejor lo tomamos en el piso.

Pagué, las que tenían pareo se lo pusieron y nos fuimos para el piso. Al llegar ellas cuatro se fueron a la terraza y yo me quedé preparando las copas. Mientras lo hacía, apareció mi sobrina Marta.

-              Tío voy al baño y te ayudo con las copas.

Cuando salió del baño se había quitado el pareo e iba desnuda. Era una preciosidad.

-              Me encanta el sitio y me encanta ir en pelotas. -Me dijo-. No podía pensar que fuera tan liberador.

-              Te has aclimatado todavía más rápido que tu madre.

-              Ella nos lo contó, yo creí que exageraba, pero ahora creo que se quedó corta. -Me dijo cogiendo algunas copas y volviendo a la terraza-.

Antonia y María estaban boca arriba en la tumbona tomando el sol. Mi sobrina desnuda y Antonia con la misma cosa. Rocío estaba de pie sin el pareo. Le pasé la copa a Rocío y me quedé de pie junto a ella. Marta puso las copas de Antonia y su hermana en el suelo.

-              Antonia, debías cambiarte el biquini, llevarlo mojado no es bueno para el chochete. -Le dijo Marta con mucha guasa, cuando le dejó la copa al lado-.

-              Déjame tranquila, envidiosa.

-              Tío, creo que voy a venir a verte con mucha frecuencia. -Me dijo Marta cuando se reunió con Rocío y conmigo-.

-              Cuando tú quieras.

-              ¿Por qué no te quitas el pareo? -Me dijo Rocío-.

-              Sí, tío, por nosotras no hay problema.

Me quité el pareo y me lo eché al hombro. Observé que mi sobrina me miraba discretamente la polla.

-              ¿Te apetece una siesta? -Le dije a Rocío-.

-              Sí, pero no para dormir.

-              Tenemos la tarde por delante, da tiempo para todo.

-              Tía que suerte, con lo gustoso que es un caliqueño a la hora de la siesta. Quién lo pillara con el apretón que tengo.

Lo dicho, mi sobrina era peor que su madre. Rocío le guiñó un ojo, me cogió la mano y tiró de mi hacia el dormitorio. Eché una última mirada a María y a Antonia que seguían dormidas al sol. Cerramos la puerta del dormitorio y nos besamos apasionadamente en la boca.

-              Me parece a mí que estas tres se van a matar a pajas esta tarde. -Dijo Rocío-.

-              ¡Rocío, que son mis sobrinas!

-              ¿Y qué, es qué por eso no son también adolescentes puestas a hervir?

-              Si mis sobrinas han salido a su madre, están algo más que puestas a hervir.

-              Pues eso, déjalas que desfoguen.

-              Estoy pensando que me gustaría verte algún día con un no biquini como el de Antonia.

-              Y a mí ponérmelo, que tú me vieras y luego me lo quitaras con los dientes.

-              Espera un momento, voy a rellenar las copas.

Abrí la puerta del dormitorio y al dirigirme a la cocina vi entreabierta la puerta del dormitorio de mis sobrinas, miré sin acercarme y Marta estaba desnuda encima de la cama con los ojos cerrados haciéndose un dedo. Es curiosa la atracción que tenemos los hombres por una mujer haciéndose una paja, casi da igual como sea la mujer. Tenía las piernas flexionadas muy abiertas, su chochito era bastante grande y muy rosado, se acariciaba el clítoris con los dedos de una de sus manos, mientras que los dedos de la otra mano entraban y salían de su chocho lentamente. Me empalmé irremediablemente y recordé cuando había pillado más o menos igual a su madre. Me dije que no debía seguir mirándola y continué andando hacia la cocina. Rellené las copas rápido, no me fuera a pillar alguna con la erección que se me había puesto. Al volver al dormitorio no pude evitar mirar de nuevo, sus movimientos eran más rápidos y nerviosos que antes y tenía la cara muy colorada, debía estar a punto de correrse.

-              ¿Qué te pasa que vienes tan empalmado? -Me preguntó Rocío al ver la erección que tenía-.

-              Que mi sobrina Marta se dedica a hacerse pajas sin cerrar la puerta de su dormitorio.

-              ¿Y te ha puesto cachondo verla?

-              Cachondo ya estaba, me ha rematado. ¿No podía la niña cerrar la puta puerta para hacerlo?

-              Tendría mucha prisa por aliviarse. ¿Te gusta ver a una mujer haciéndose un dedo?

-              Siento atracción por observarla y tratar de averiguar qué está imaginando.

Llevábamos un rato abrazados de pie.

-              En cualquier hombre o en cualquier cosa que le resulte morbosa. ¿Has mirado alguna vez a las chicas de las cámaras web?

-              La verdad es que no. Me parece todo muy falso. ¿Tú en qué pensabas cuando eras modelo de ese tipo?

-              ¿Yo? En la lista de la compra, repasaba alguna asignatura o miraba la televisión. Tienes razón en que es todo muy falso. ¿Quieres que me haga un dedo para ti?

-              ¿Pero de verdad o de mentira?

-              Esta vez de verdad, yo también estoy muy caliente. Deja la puerta entreabierta.

-              Ni de broma.

-              Venga, Carlos, así podemos imaginarnos que nos ven y es más morboso. -Dijo Rocío entreabriendo la puerta-.

-              Te estás volviendo muy pervertida.

-              ¿No te gusta?

-              Sí que me gusta.

-              Hazte una paja a la misma vez que yo.

-              ¡Uuummm! Me excita mucho la idea.

Rocío se tumbó en la cama con la espalda apoyada en el cabecero con las piernas abiertas y yo me puse de rodillas, sentado en los talones, frente a ella. Mirándonos, Rocío empezó a acariciarse en clítoris y yo empecé a sobarme el nabo.

-              ¿En qué piensas? -Le pregunté-.

-              En alguno de los polvos que hemos echado y en lo rico de los orgasmos que me han producido.

-              Tienes el chocho brillante.

-              Estoy empapada. ¿Quieres que me ponga un tanga para que veas cómo lo dejo?

-              Ahora no, prefiero ver cómo te brilla el chochito.

-              ¿Y tú qué imaginas ahora?

-              Nada, no sabes que los hombres no podemos hacer dos cosas a la misma vez. -Dije riéndome-. Bueno no, ahora mismo te estaba imaginando con el no biquini de Antonia puesto.

-              Te ha gustado, ¿eh?

-              ¿Tú has visto una cosa más guarra de biquini? Cuando ha vuelto de bañarse con el biquini movido, era todavía peor.

-              ¿Te hacías muchas pajas de adolescente?

-              Algunas caían. -Recordé lo que me había contado mi hermana de que ella me espiaba mientras me las hacía en la ducha y la polla me dio un bote-.

-              ¿Qué te imaginabas entonces al hacértelas?

-              Que alguna de las tías del Play Boy se metía en la ducha conmigo y me la comía.

-              ¿Sólo comértela?

-              No, pero era la parte que más me gustaba.

Rocío había aumentado la velocidad y la fuerza de las caricias sobre su clítoris.

-              ¿Te has hecho alguna vez una paja así? -Me preguntó Rocío, que se acercaba irremediablemente a correrse-.

-              No y me está resultando de lo más excitante.

-              Cuando yo te diga, vente a mi lado y te corres en mis tetas.

-              ¿Quieres que te las cubra de lefa?

-              Sí, me gusta sentir su fuerza y su calor. ¿Te gusta correrte en mis tetas?

-              Mucho.

-              Pues vente aquí a mi lado.

Me moví y me puse al lado de sus tetas, estaba caliente como para quemarme.

-              ¡Ahora, Carlos, ahora, córrete, lléname las tetas, siiiiii, aaaagggg, aaaaggg, …!

-              ¡Toma, todo para ti, toma, toma, aaaaggg, …! -Grité salpicando sus tetas con mi lefa una vez tras otra, metiéndole luego la polla en su boca, hasta que no tuve más remedio que sentarme a su lado para recuperar el aliento-.

-              ¿Te ha gustado? -Me preguntó-.

-              Mucho. Joder, qué calentón he pillado.

-              Calentón el que debe haber pillado Antonia, que no ha perdido detalle.

-              ¡No me jodas!

-              ¿No te hubiera gustado?

-              Rocío, no me des esos sustos.

-              ¿Por qué susto? ¿No te parecería morboso que ella hubiera visto cómo te corrías en mis tetas, mientras yo me corría también?

-              Vamos a dejarlo. Como broma está bien, pero me daría mucha vergüenza.

Me levanté a cerrar la puerta. Al otro lado de la puerta había algo tirado en el suelo. Lo cogí y cerré la puerta.

-              ¿Qué es eso? -Me preguntó Rocío-.

-              No lo sé. -Le contesté pasándoselo-.

Rocío lo separó en dos y yo empecé a temerme lo que era.

-              ¿No ves que es el biquini de Antonia? -Me dijo depositándolo en la cama-.

-              ¿Y qué coño hacía en el suelo al lado de la puerta? Dime si es verdad que Antonia nos ha estado mirando.

-              No lo sé seguro. Me ha parecido verla un momento, pero tampoco estaba yo para prestarle mucha atención. Anda, vamos a descansar un poco, que tengo sueño.

Nos acostamos, la abracé por detrás con la polla encajada entre los cachetes de su culo y me quedé dormido. Recuerdo que soñé con mis sobrinas desnudas, pero sobre todo con Antonia y su biquini mirándonos desde la puerta entornada y sobándose las tetas, mientras se acariciaba el chocho.

-              Despierta, dormilón, que vas a empalmar la siesta con la noche. -Escuché decir a Rocío-.

Abrí los ojos. Rocío llevaba puesto el no biquini de Antonia. Estaba para follársela de todas las maneras. Las tiritas de arriba estaban empitonadas por sus pezones y no llegaban a cubrirles completas sus grandes areolas. La de abajo la tenía incrustada en el chocho, su monte Venus se le veía casi por completo.

-              ¿Qué haces con eso puesto? -Le pregunté-.

-              He ido a devolvérselo a Antonia, pero me ha dicho que no hacía falta que era un regalo.

-              ¿Un regalo por qué?

-              No lo sé. Me ha dicho que lo disfrutemos. ¿Te gusta cómo me queda?

-              ¿Cómo no me iba a gustar, con el cuerpo que tienes?

-              Que me veas con el biquini me ha puesto muy caliente. Cómeme el chocho.

Rocío se tumbó boca arriba en la cama con las piernas flexionadas y abiertas, yo me puse boca abajo entre sus piernas y empecé a lamerle y a darle suaves bocados en la parte alta de sus muslos acercándome poco a poco a su chocho. Me costó cierto trabajo moverle la tirilla de la raja de encajada que estaba.

-              ¿Quieres que me lo quite? -Me preguntó Rocío-.

-              No, me gusta mucho así. Tienes el chocho empapado.

-              ¿Estás empalmado?

-              Mucho.

Le lamía la raja entera. El chocho le olía a que estaba muy caliente. Le atrapaba el clítoris con los labios y se lo movía suavemente, para luego volver a lamerle desde el clítoris hasta el ojete.

-              Me lo comes de maravilla, joder que gusto.

Cogió mi cabeza con sus manos y me la movía al ritmo que quería que se lo comiese.

-              Cuando me corra, ven aquí que te coma la polla.

-              No tardes, que estoy para reventar.

-              No te preocupes que no voy a tardar nada.

Seguí comiéndoselo hasta que empezó a tensarse y a gemir muy fuerte.

-              ¡Sigue Carlos, sigue, que me voy a correr, ahora, ahora, siiii, sigue, aaaggg, aaaggg, siiii, para, para, vente aquí!

Me puse de rodillas con su cabeza entre las piernas, mirando su cuerpo. Me bajé la polla con la mano hasta metérsela en la boca. Le cogí las tetas moviéndole las tirillas del biquini y empecé a moverme arriba y abajo follándole la boca, hasta que me corrí en su interior.

-              ¡Toma Rocío, toma, trágatelo todo, aaaggg, no pares que hay más, toma, toma, …!

Me dejé caer sobre ella cuando terminé de correrme.

-              ¡Qué bárbaro, creí que no iba a poder con todo! -Me dijo al poco-.

-              ¡Uuufff, que caliente estaba!

-              Vamos a arreglarnos un poco y a cenar algo con ellas.

-              ¿Te has quedado con hambre?

-              Yo, de eso, siempre me quedo con hambre.

Nos duchamos juntos y nos secamos mutuamente. Iba a ponerme un pareo para salir del dormitorio.

-              No te lo pongas, si ellas estarán desnudas.

-              ¿Tú crees?

-              Por lo menos antes lo estaban.

Rocío se fue para la terraza y yo me quedé en la cocina abriendo una botella de vino. Cuando salí estaban las cuatro desnudas, Antonia se había sumado a las costumbres de la zona. Mis sobrinas estaban sentadas en la tumbona con una cerveza en las manos y Rocío y Antonia, también con una cerveza, sentadas alrededor de la mesa.

-              ¡Qué buena siesta, tito! -Dijo mi sobrina Marta. No lo sabes tú bien, pensé-.

-              ¡Quién la pillara! -Dijo Antonia-.

Serví vino para Rocío y para mi y me senté en la mesa junto a Rocío, frente a Antonia. Me pregunté que hacía yo con cuatro chicas jóvenes desnudas a las cuales por lo menos les doblaba la edad.

-              Tío, estábamos hablando de las parafilias y los fetichismos. -Dijo mi sobrina María-.

-              Vaya conversación para cuatro jovencitas.

-              Son cosas humanas y como dijo el filósofo, nada de lo humano me es ajeno -Dijo Antonia-. ¿Tú tienes alguna?

Yo claro que tenía la de oler y guardar bragas usadas, pero no iba a decírselo a ellas.

-              Puede que tenga alguna rareza, pero no una parafilia. -Rocío me miró sabiendo que mentía-.

-              Yo soy un poquito exhibicionista. -Dijo mi sobrina Marta-.

-              Pues yo también un poco exhibicionista y algo mirona. -Dijo Antonia-. ¿Y tú Rocío?

-              Yo soy muy simple, a mí me gusta el sexo, sin más

-              Eso nos gusta a todas. -Dijo mi sobrina María-.

-              Si me apuras, tal vez me gusta que me dominen. -Dijo Rocío-. ¿Y tú María, que estás muy callada?

-              A mí me gusta disfrazarme para follar.

Iba a reprender a mi sobrina, pero me acordé de que Rocío me dijo que las dejara expresarse a su manera.

-              Tío, ¿tú con esto de ir en pelotas no serás también algo exhibicionista? -Me preguntó Marta-.

-              No creo. Yo no voy desnudo para llamar a atención ni para que me miren. De hecho, por la calle voy siempre con el pareo.

-              ¿Os acordáis de la señorita Julia, la profesora de anatomía? -Preguntó mi sobrina María-.

-              Sí, claro. -Contestaron Marta y Antonia a dúo-.

-              Pues esa era sadomasoquista.

-              ¿Y tú cómo lo sabes? -Le preguntó su hermana-.

-              Me lo contaron Susana y Guadalupe.

-              ¿Y ellas por qué lo sabían? -Preguntó Antonia en esta ocasión-.

-              Porqué las invitó un día a su casa y tuvieron una sesión sado.

-              Pues tuvo que hartarse de tetas, porqué vaya mostrador que tenían las dos. -Concluyó Antonia riéndose-. ¿A vosotras no os llama la atención eso del sadomasoquismo?

-              A mí, que me gusta disfrazarme para hacerlo, un poquito sí. -Contestó María-.

-              Yo lo quiero probar un día. -Dijo Rocío y a mí me dio un bote la polla, sólo de imaginármelo-.

Yo no había tenido experiencias sadomaso, pero la parafernalia del asunto me atraía y ahora con lo que había dicho Rocío se me abría la posibilidad de probarlo.

-              ¿Cómo es eso de disfrazarte para follar? -Le preguntó Antonia a María-.

-              Bueno, es casi como un juego de rol. Según de lo que me disfrace me monto una historia. Si me disfrazo de policía, pues una de cárcel o de un interrogatorio en la comisaría. Si lo hago de enfermera, pues de tratamiento hospitalario o de consulta médica. Si lo hago de monja, pues con el confesor del convento o con el albañil que viene a hacer las chapuzas. Si …

-              Por eso te gustan a ti tanto los carnavales y cada día te disfrazas de una forma. -Le dijo su hermana Marta-.

-              Claro, que creías.

-              ¿Y la vez que te disfrazaste de butanero?

-              ¿Tú qué crees? Pues entrega de bombona a un marido caliente o al ama de casa solitaria o al chaval que se queda sólo en casa y se está haciendo un pajote cuando traen la bombona o …

-              Pues sí que da eso juego. Lo tengo que probar algún día. -Dijo Antonia-.

¡Joder con mis sobrinas y pensaba yo que eran todavía unas niñas!

-              ¿Para que es la camilla que tenéis en el dormitorio? -Preguntó Antonia, yo deje que Rocío contestara-.

-              Tiene muchos usos. Sin ir más lejos, ayer depilé a Carlos y luego le di un masaje.

-              ¿Sabes dar masajes? -Le preguntó Marta-.

-              Estoy aprendiendo.

-              ¿Me darías a mí uno?

-              Claro, ¿por qué no?

-              Voy a preparar algo para picar. -Dije, en parte, por dejar de oír la conversación que se traían mis sobrinas-.

-              ¿Te ayudo? -Preguntó Antonia-.

-              Si quieres. -Le contesté y Rocío me miró con cara de guasa-.

-              ¿Estás ya más cómoda yendo desnuda? -Le pregunté mientras sacaba algunas cosas del frigorífico-.

-              Sí, la verdad es que me está gustando. -La miré y pensé en lo buena que estaba-. ¿No te excita vernos desnudas?

-              Un poco sí, pero trato de evitarlo.

-              ¿Por qué?

-              Pues porque Marta y María son mis sobrinas …

-              Pero yo no.

-              Tú eres su amiga y tienes dieciocho años y yo cincuenta.

-              No tienes tantos reparos con Rocío, que también podría ser tu hija. -Antonia no se iba a dar por vencida tan pronto-.

-              Rocío es una buena amiga.

-              Yo también puedo serlo.

-              Anda, llévate esto para la mesa.

Cuando la vi de espaladas andando hacia la terraza me dio un brinco el nabo. Carlos estate tranquilito, me dije. Durante la cena la conversación no varió mucho de la que habíamos tenido antes. Sería la edad y el sitio, pero mis sobrinas y Antonia estaban pensando en sexo constantemente. Después de cenar mis sobrinas y Antonia decidieron bajar a darse un baño en la piscina y Rocío y yo nos fuimos a la cama.

-              ¿Qué quería Antonia? -Me preguntó Rocío mientras nos lavábamos los dientes-.

-              Yo creo que rollo.

-              Te lo dije. No desaproveches la ocasión.

-              ¿Vas a hacer de su representante?

-              ¿Qué problema tienes en follar con ella?

-              Que es amiga de mis sobrinas y no quiero que ellas piensen que soy un pervertidor de menores.

-              Perdona, Carlos, pero me parece a mí que sería ella la que te pervertiría.

-              Lo que tú digas. ¿De verdad te apetecería probar un día el sadomasoquismo?

-              ¿Te pone verdad?

-              ¡Vaya que si me pone!

-              Algún día lo probamos. Hoy un pequeño adelanto, déjame que te vende los ojos y te folle.

-              Me gusta verte.

-              Vale, pero hoy me imaginas. Acuéstate.

Me senté en la cama con la espalda contra el cabecero. Rocío cogió la camiseta de su nuevo uniforme, la enrolló y me la puso sobre los ojos, anudándola por detrás de la cabeza. Al minuto se sentó sobre mí y empezó a besarme en la boca. Fui a poner mis manos en su culo y ella suavemente me las retiró.

-              Quiero que te estés quieto y me dejes a mí.

Yo ya estaba otra vez empalmado con los besos de Rocío y la presión de sus durísimas tetas sobre mi pecho. Rocío se quitó en encima de mí y empezó a comerme la polla, pajeándome a la misma vez.

-              ¡Uuummm, que me gusta! Me estoy poniendo muy caliente.

-              Tienes una polla perfecta para comértela, larga y muy dura.

-              ¡Qué me gusta que me digas eso!

-              ¿Te imaginas que yo fuera Antonia?

-              No, a mí me gusta follar contigo. Deja a Antonia tranquila.

-              ¿Y que tus sobrinas nos estuviesen mirando ahora?

-              Eres una pervertida. Quiero verte.

-              Ni lo sueñes, hoy te toca sólo sentirme.

La mamada que me estaba haciendo Rocío me tenía fuera de mí. Unas veces se metía mi polla en su boca, otras me lamía el frenillo y el capullo, otras me lamía los huevos o se los metía en la boca y otras se golpeaba la lengua con mi polla.

-              ¡Joder Rocío, cómo me estás poniendo!

-              Ahora te voy a follar.

Se puso otra vez sobre mí, aunque no podía verla supe que me estaba dando la espalda. Me cogió la polla y se fue penetrando lentamente, hasta que noté que la tenía entera dentro y empezó a mover las caderas en todas direcciones, mientras me acariciaba los huevos con una mano.

-              Rocío, hoy te estás esmerando. ¡Joder, como me tienes!

-              No vas a tardar mucho, ¿verdad?

-              No, no voy a tardar mucho.

-              Yo tampoco.

-              Dime cuando te vayas a correr, para corrernos juntos.

-              ¿Dónde has aprendido a mover el culo así?

-              En el curso de masaje tántrico.

-              Voy a tener que pagarte la mitad del curso.

-              No, es muy barato para lo que lo disfruto.

-              ¡Ahora Rocío, me voy a correr, aaaagggg, siiii, aaagggg, siiii, …!

-              ¡Dámelo todo, aaaagggg, quiero sentir tus chorros dentro de mí, aaaagggg, me corro, me corro, me corro, …!

Ella se dejó caer sobre mí de espaldas cuando terminó de correrse, sin sacársela.

-              ¿Te ha gustado lo de los ojos vendados?

-              Mucho, ¿eso también es del curso?

-              Sí, así sólo me sientes.

-              ¡Qué talento natural tienes para follar!

-              Gracias, te voy a quitar la camiseta.

Rocío se bajó de encima de mí y me quitó la camiseta de los ojos.

-              Estás preciosa.

-              Es por follar, que me sienta de maravilla. Apaga la luz, que mañana tengo que madrugar.

Apagué la luz de la mesilla, la abracé y nos quedamos dormidos. Amaneciendo, noté que Rocío se levantaba, di media vuelta y seguí durmiendo. Al rato, Rocío debía estar juguetona, porque empecé a notar como me volvía a comer la polla.

-              ¿Te quedaste con hambre anoche? -Le dije, pero ella no me contestó, pensé que, por una vez, no debía tener ganas de hablar-.

Que te despierten con una mamada mañanera es una cosa sublime, así que decidí quedarme con lo ojos cerrados y disfrutarla. Rocío, además del repertorio de la noche pasada, añadía nuevas delicias como golpearse las tetas con mi polla o lamerme todos los alrededores de la polla.

-              ¡Que maravilla, tienes una boca inmejorable para comerme la polla!

Rocío seguía sin hablarme.

-              Si no quieres hablar, no hables, así no paras de comerme el nabo y no te distraes.

La mamada me tenía en el séptimo cielo.

-              ¡Qué bien lo haces! ¿Cuántas lenguas tienes para comérmela de esta manera? Entre anoche y ahora me vas a gastar la polla.

Tanto se estaba entreteniendo Rocío con la mamada, que le dije:

-              Vas a llegar tarde, aunque con el desayuno tomado.

Finalmente, empezó a pajearme rápido mientras se metía mis huevos en la boca, ya no pude más y me corrí.

-              ¡Así, así, sigue, sigue, qué bueno, aaaahhhh, me vas a dejar seco, aaaaggg, …!

Mantuve los ojos cerrados, Rocío debió bajarse de la cama y luego escuché como cerraba la puerta del dormitorio. Me levanté al rato, me aseé y salí desnudo del dormitorio. Antonia estaba en la cocina, también desnuda, tomándose un café.

-              Buenos días, Antonia. ¿Mis sobrinas siguen durmiendo?

-              Buenos días, Carlos. María creo que sí, Marta está en la ducha. ¿Quieres un café?

-              Sí, gracias.

-              ¿Con leche?

-              Si puede ser, sí.

-              Mucha leche o poca leche.

-              No sé, normal.

Al poco salió mi sobrina Marta de la ducha, también desnuda.

-              Hola, tío.

-              Hola, Marta.

Con las tazas de café en la mano salimos a la terraza.

-              ¿Qué tal anoche en la piscina?

-              Hacía un poco de fresco y nos subimos enseguida. -Me contestó Antonia-.

-              ¿Qué tenéis pensado hacer hoy?

-              Ayer hablamos de irnos a la playa y luego igual comer en el chiringuito.

-              Ya estáis morenas, así que os vais a poner como el tizón.

Vi desde la terraza a María que iba del dormitorio a la cocina, sólo con un tanga mínimo. Se echó un café y salió a la terraza.

-              Buenos días. Me ducho y nos vamos a la playa.

Estuvimos un rato hablando hasta que volvió María de la ducha.

-              ¿No vamos? -Preguntó poniéndose el pareo-.

-              Si, vamos. -Contestaron las otras dos-.

Se fueron las tres y me puse a trabajar un rato. A media mañana me llamó Rocío.

-              ¿Qué haces?

-              Trabajando un rato, se han ido las tres a la playa.

-              ¡Qué tempranito!

-              Sí, están locas por tomar el sol en pelotas. Por cierto, no te he dicho nada de la forma tan agradable de despertarme esta mañana.

-              Yo no te despertado, cuando me he ido seguías durmiendo.

-              Venga ya con la guasa, Rocío.

-              De guasa nada. ¿A que te referías con la forma de despertarte?

-              Coño, pues a la mamada que me has hecho esta mañana.

-              Yo no he sido. No digo que no me hubiese gustado, pero me he despertado tarde e iba con prisa.

-              Rocío, pues yo no lo he soñado.

-              Pues tú sabrás quien te la ha comido, porque yo no.

-              Rocío no me gastes estas bromas.

-              Que no es broma. ¿No sabes quién te la ha comido?

-              Es que me he quedado todo el tiempo con los ojos cerrados en la gloria, pensando que eras tú.

-              Serás el primer hombre al que se la comen y no sabe quién ha sido. Cuando yo me he ido Antonia estaba en la cocina. ¿A ver si ha sido ella?

-              ¡Qué raro todo!

-              Bueno, nos vemos ya esta tarde, que aquí tenemos ahora mucho trabajo.

-              De acuerdo, hasta luego.

Me quedé pensando en lo que había pasado. Seguro que era una broma de Rocío, sin embargo, me pareció que ella estaba hablando en serio. Empecé a preocuparme al recordar que ella no había hablado en ningún momento de la mamada. Y me preocupé más todavía, cuando me vinieron a la memoria las barbaridades que yo le había dicho mientras me la comía. Me llamó mi hermana Lola.

-              Hola, hermano.

-              Hola, hermana.

-              He llamado a las niñas, pero no me cogen el teléfono. ¿Pasa algo?

-              No, nada que yo sepa. Hace un buen rato que se han ido las tres a la playa a tomar el sol en pelotas.

-              Me alegro. ¿Algún problema con lo de ir desnudas?

-              Ninguno, se han aclimatado más rápido que tú.

-              Y después en casa les da vergüenza que las vea desnudas. Están guapas, ¿verdad?

-              Mucho, Lola, mucho. Sabes hacer niñas estupendamente.

-              ¿Y la amiga que tal?

-              También aclimatada y también muy bien hecha.

-              Carlos, no seas viejo verde.

-              ¿Qué quieres, que me tape los ojos?

-              Las volveré a llamar, a ver si esta vez escuchan el móvil.

-              Vale, Lola, un beso.

Volví a mis pensamientos anteriores. Estaba seguro de que no había sido un sueño y si Rocío no mentía, mis sospechas recayeron en Antonia, no sé si por el zorreo de la tarde anterior o porque Rocío me había dicho que era la única que estaba levantada. Como a la una, volvieron mis sobrinas y Antonia, las tres con el pareo a la cintura.

-              ¿No ibais a comer en el chiringuito? -Les pregunté-.

-              Sí, pero ya estábamos de playa hasta las orejas. -Contestó Marta-.

-              ¿Queréis comer aquí o bajamos luego al chiringo?

-              Como tú quieras. -Dijo María-.

Yo trataba de escrutar a Antonia, a ver si le notaba algo raro. Lo único que noté es que cada vez que se creía que no la veía, me miraba la polla.

-              Voy a ducharme. -Dijo Marta-.

-              Yo también, así que no tardes. -Le dijo María-.

-              Si quieres ducharte en el baño de mi dormitorio.

Acompañé a María hasta mi dormitorio.

-              ¡Joder, tito, las manos de follar que te debes dar aquí! -Dijo cuando vio el baño-.

-              Tú no puedes ser un poquito menos expresiva.

-              ¿Te molesta que diga follar?

-              Di lo que quieras. -Le dije dejándola en el baño y volviendo a la terraza-.

-              Antonia, ¿quieres una cerveza? -Seguía con el pareo a la cintura, tenía unas tetas grandes para su edad-.

-              Sí, por favor, estoy muerta de sed.

Mientras cogía la cerveza y el vino, pensé que no podía ser que hubiera tenido el desparpajo de meterse en mi dormitorio y hacerme una mamada. Tenía que haber sido Rocío y que después tuvo ganas de gastarme una broma. Traté de recordar las dos mamadas y pensé que no habían sido iguales, pero eso tampoco significaba nada, tampoco las que me hacía Rocío eran siempre iguales. Salí a la terraza de nuevo. Antonia estaba sentada en la tumbona.

-              Gracias. -Me dijo cuando le di la cerveza-.

-              No hay de qué.

-              No te lo tomes a mal, pero deberíais tener más cuidado con la puerta del dormitorio. Ayer noche, cuando volvimos de la piscina, estaba medio abierta y no pudimos evitar veros.

-              Lo siento, Rocío es muy despistada con eso. -Estaba empezando a pensar que no eran despistes de Rocío, sino que tenía una buena vena exhibicionista-.

-              No pasa nada, pero somos tres chicas solas y esto nos tiene bastante alteradas.

-              ¿Mis sobrinas también nos vieron?

-              Salvo que cerraran los ojos, no les quedó más remedio.

-              ¿Tú has entrado en mi dormitorio esta mañana?

-              ¿Por qué me lo preguntas?

-              Porque me ha parecido que entraba alguien cuando Rocío ya se había marchado y yo seguía durmiendo.

Llegó Marta a la terraza con el pareo en la cintura y no quise seguir con la conversación. Tenía mucha vergüenza de que ellas me hubieran visto follar con Rocío.

-              ¿Quieres una cerveza? -Le pregunté-.

-              Sí y tráete otra para María.

¡Joder, que vergüenza! ¿Qué pensarían mis sobrinas de mí? Encima con el numerito de taparme los ojos. Pensé que debería hablar con ellas y pedirle excusas, pero no se me ocurría como sacar el tema y que no fuera peor. Volví a la terraza a la misma vez que María.

-              ¡No sabéis el baño que tiene el tito! -Dijo María-.

-              ¿Qué le pasa? -Pregunto su hermana-.

-              Integrado con el dormitorio, bañera redonda, ducha muy grande con mampara transparente y un espejo enfrente como una pantalla de cine. -Marta y Antonia me miraron de una forma extraña-.

-              Ya estaba así cuando me mudé.

-              Vamos a verlo. -Le dijo mi sobrina Marta a Antonia y salieron las dos de la terraza. Aproveché para hablar con María-.

-              María, me ha dicho Antonia que, ayer cuando volvisteis de la piscina, se nos había olvidado cerrar la puerta del dormitorio. Lo siento no era nuestra intención.

María se quedó callada mirándome. Pensé que no tenía que haberle dicho nada.

-              No pasa nada, tío, un despiste lo tiene cualquiera.

-              Gracias por ser tan comprensiva.

-              Lo que pasa es que no me pareció un despiste, sino que Rocío quería que os viéramos mientras lo hacíais.

-              ¿Para qué iba a querer Rocío eso? Simplemente se nos olvidó cerrar la puerta.

-              ¿Lo mismo que esta mañana cuando se fue, que también la dejó abierta?

-              No lo sé, tampoco tiene importancia. - ¿Cómo sabía María eso? Pensé-.

-              Tío, me da la impresión de que Rocío nos quiere poner calientes y te aseguro que no hace falta. Esta mañana me he despertado al cerrar Rocío la puerta de la calle, me he levantado a beber agua y te he visto empalmado durmiendo sobre las sábanas.

-              ¿Has entrado en el dormitorio?

-              No sé mamarla a distancia, así que claro que he entrado.

-              ¿Cómo se te ocurre hacer eso?

-              ¿A qué te refieres a entrar en el dormitorio o a mamártela? Tienes una polla muy atractiva.

-              ¡María!

-              Marta y yo sabemos que follas con mamá.

-              ¿Y vosotras como lo sabéis?

-              Se lo oímos a mamá, sin que ella lo supiera. - ¡Vaya con la discreción de mi hermana Lola! –.

-              Fueron un conjunto de circunstancias. Su divorcio, mi divorcio, el sitio, … En cualquier caso, no deberíais saberlo.

-              No tienes que excusarte. Mamá está mucho mejor desde que estuvo aquí contigo. Estas dos tardan mucho, seguro que les ha dado un calentón en el baño.

-              ¿Marta y Antonia son lesbianas? -Pregunté extrañado-.

-              No, qué va, son más redondas que una pelota. Entonces, ¿no te gustó lo de esta mañana? Porque a mi me pareció que sí.

-              No se trata de eso. Soy tu tío y casi te triplico la edad.

-              Lo mismo que a Rocío y eso no parece ser un problema entre vosotros.

-              Rocío es una amiga y tú eres mi sobrina.

-              Pues como te coja Marta, prepárate.

-              Vamos a dejarlo. Avisa a tu hermana y a Antonia que se nos va a hacer tarde para comer.

-              Avísalas tú, veras que sorpresa te llevas.

Dejé a mi sobrina en la terraza y fui a la cocina por otra copa de vino y a tratar de tranquilizarme, después de la conversación que había tenido con ella. Me arrepentí mucho de haber sacado el tema de la noche anterior y haberme enterado de cosas que no quería saber.

-              ¿Las has avisado? -Me dijo María entrando desde la terraza-.

-              No y no las voy a avisar, no tengo ganas de más líos.

-              Como quieras. ¿Te gusta Antonia?

-              Es una chica muy guapa, pero ya está.

-              Pues ella está loquita por follarte y no es tu sobrina.

-              ¿Pero bueno, vosotras por quién me habéis tomado?

Marta y Antonia salieron de mi dormitorio. Pensé que no debía quedarme más a solas con ninguna de las tres.

-              ¿Vamos a comer? -Preguntó Marta-.

-              Id vosotras, a mí se me ha quitado el hambre. -Dije-.

-              De eso nada. Tú nos acompañas y si no quieres comer, no comas. -Me dijo María-.

-              De acuerdo. -Dije, aunque a mí lo que me apetecía era quedarme solo e intentar digerir lo que había pasado-.

Tan caliente estaba María como para entrar en mi dormitorio y hacerme una mamada por las buenas. Ella debió pensar que yo iba a saber quién era, pero le dio igual. La salvó que, como juego, mantuve los ojos cerrados. Iba pensando camino del chiringuito.

Comimos y al terminar les pregunté:

-              ¿No os vais a quedar en la playa?

-              No ya hemos tenido bastante playa esta mañana. -Me contestó Marta-.

-              Podíamos jugar a algo, si Carlos juega también. -Propuso Antonia-.

-              ¿Jugarás no? -Me preguntó Marta.

-              Si os empeñáis. -Dije pensando que así, al menos, estaríamos todos juntos-.

-              Vale, ¿a qué? -Preguntó María-.

-              A algo divertido. -Le contestó Antonia-.

-              Aquí no vale jugar al strip poker. -Dijo Marta riéndose-.

-              Yo me he traído unas cartas muy divertidas. -Dijo Antonia-.

-              ¿Esas tan guarras que me has enseñado alguna vez? -Le preguntó Marta-.

-              Exactamente.

Llegamos al apartamento y preparé una copa mientras Antonia buscaba las cartas. Luego nos sentamos los cuatro desnudos en la terraza, mis sobrinas cada una a un lado y Antonia en frente.

-              ¿Cómo se juega a esto? -Pregunté-.

-              Cada uno saca una carta, por turno, la lee y escoge a otro para que responda o para que haga una prueba o para lo que sea según lo que diga la carta. ¿Quién empieza? -Respondió Antonia-.

-              Empiezo yo. -Dijo Marta cogiendo una carta. La leyó y se rio-. Pregunta para Carlos. “¿A quién te follarías de los que están jugando?”

-              ¿No podemos jugar al mus? -Dije-.

-              Contesta, tío. -Me dijo Marta-.

-              No quiero contestar. - ¡Joder con el jueguecito! Pensé-.

-              Pues lo siento, pero tienes que contestar o sino Marta tiene que ponerte una prueba. -Dijo Antonia-.

-              Y te advierto que va a ser peor. -Me dijo Marta-.

-              A Antonia. -Dije por fin-.

-              ¿Es que nosotras no te gustamos? -Me preguntó Marta-.

-              Ya ha contestado, si no te gusta, te aguantas. -Le dijo Antonia a Marta-. Me toca a mí coger carta. Repregunta para Carlos: “¿Cómo te la follarías?”

-              ¡Esto ya es demasiado! Enséñame la carta. -Le dije a Antonia-.

-              ¿No me crees?

-              Bueno, tú enséname la carta. -Me pasó la carta, Antonia había leído lo que ponía-.

-              Ves cómo no he mentido. -Me dijo-.

-              Tío, contesta y con detalles. -Me dijo María-.

-              Yo que sé, eso se improvisa.

-              Pues improvisa. Y te advierto que a mí me gusta follar duro. -Me dijo Antonia-.

El descaro de las tres y su empeño en el sexo, estaba empezando a cabrearme, así que decidí pasarme a no llegar.

-              Primero, te comería la boca y te advierto que no en sentido figurado, te mordería los labios y te metería la lengua hasta la campanilla, a la misma vez que te sobaba duramente el culo, después te daría la vuelta y poniendo la polla entre tus cachetes te agarraría las tetas por detrás y te retorcería los pezones. -Me miraban las tres sin dar crédito de lo que oían-. Cuando ya estuvieras chorreando jugos por los muslos, te arrojaría sobre la cama y te comería el chocho desde el clítoris hasta el ojete. En ese momento ya te habrías corrido una primera vez.

-              Eso que no lo dudes. -Dijo Antonia, que cada vez tenía la cara más desencajada-.

-              Entonces, te pondría entre mis rodillas, primero te metería mis cojones en la boca y luego te follaría la boca hasta dejarte sin respiración, mientras te atormentaba las tetas y cuando no te lo esperases me correría dentro de tu boca …

-              ¿Ya está? -Preguntó Marta, que había empezado a tocarse el chocho con mucho disimulo-.

-              Que va, yo tengo la capacidad de seguir empalmado después de correrme.

-              Anda hombre, no exageres. -Me dijo Antonia-.

-              Pregúntale a Rocío y verás como no exagero un pelo.

-              Lo que quieres decir es que eres capaz de follarme, correrte y después follarte a mi hermana sin que se te baje.

-              Puede ser con la misma o con otra. Después de llenarte la boca con mi lefa, te pondría a cuatro patas y te reventaría el chocho, tirando para atrás de tu pelo con una mano, hasta que no pudieses doblar más el cuello, mientras que con la otra te estrujaría las tetas, mientras bombeaba en tu interior con tal fuerza que mis cojones rebotarían en tu clítoris.

Hice una pausa. Pensé que me estaba pasando cantidad. Las tres se estaban tocando disimuladamente, así que debía gustarles la narración. A mí también me estaba haciendo efecto y había empezado a empalmarme.

-              Para ese momento, ya te habrías corrido por segunda vez. Sin parar de follarte, con una mano te daría golpes en tu culo, hasta ponértelo como un tomate, mientras que con la otra mano te iría dilatando el ojete. Tú me pedirías que por ahí no, pero, yo dándote todavía más fuertes los azotes, te contestaría que por ahí también …

-              Para, tío, que no puedo más. -Me dijo María-.

-              ¡Si queréis pajearos, pues lo hacéis, vosotras habéis querido jugar a esto, no yo! Cuando ya tuvieras el ojete como un bebedero de patos te sacaría la polla del coño y te la metería de un golpe en tu culo. Gritarías, me pedirías que te la sacara, pero yo bombearía dentro de ti, mientras te sobaba el clítoris y te estrujaba las tetas. Dejarías de gritar y me pedirías que te follase más fuerte, hasta correrte por tercera vez, entonces yo me correría a la misma vez en tu culo. ¿Te ha parecido bien, Antonia?

Terminé mi narración mientras las tres se tocaban ya descaradamente.

-              Si me follan así algún día, creo que me moriría del gusto. -Me contestó Antonia-.

-              Te toca a ti María. -Le dije y ella cogió una carta-.

-              ¿De verdad te follarías así a Antonia? -Me preguntó Marta-.

-              ¡Yo qué sé como me follaría a Antonia, si es que me la follase!

-              Pues a mí me gustaría que fuera así. -Dijo Antonia-.

-              Qué lista y a mí. -Dijo Marta-.

-              No os parece que esto se ha ido de madre. ¿Vosotras os comportáis así con vuestros amigos? -Les dije-.

-              Depende de que amigos. -Me contestó Antonia-.

-              Venga María, lee la carta. -Le dijo su hermana-.

-              Pregunta para Carlos: “¿Te gusta practicar sexo oral?”

-              Creo que eso ya ha quedado claro. Me toca a mí coger carta y lo dejamos.

-              ¿Claro por la mamada que te hizo anoche Rocío o por la que te ha hecho esta mañana mi hermana? -Me preguntó Marta-.

-              Por las dos. ¿Es qué no tenéis un ápice de vergüenza?

-              ¿Y eso para qué sirve? -Me contestó Antonia-.

-              Vamos tío, te toca, coge la carta. -Me apremió Marta-.

Cogí la carta y la leí para mí. Estaba visto que el jueguecito estaba contra mí. Las miré a las tres para decidir a cuál de ellas le hacía la pregunta. De pronto noté que un pie empezaba a sobarme los huevos y la polla. Por la posición que teníamos en la mesa tenía que ser Antonia. Pensé en echar la silla hacia atrás, pero, por un lado, me estaba gustando y, por otro, ya estaba harto de parecer un panoli frente a tres niñatas de dieciocho años.

-              Pregunta para todas, “¿Qué tres cosas os gusta más hacerle a vuestra pareja de follada?”

-              ¿Cómo pregunta para todas? -Protestó Antonia-.

-              Sí, pregunta para todas, la que no quiera contestar que no conteste.

-              Empiezo yo. -Dijo Marta-.  A mí me encanta ponerlo a cuatro patas, colocarme detrás de él y chuparte el ojete, mientras le pongo la polla hacia atrás, apretándole los huevos, y lo pajeo salvajemente. - ¡Vaya con la niña, pensé! -. También me gusta mucho llenarme bien los dedos de saliva y penetrarle el ojete.

-              ¡Tú tienes fijación por el culo! -Le dijo su hermana-.

-              Pues eso no es nada, porque lo que más me gusta es ponerlos boca arriba, subirle las piernas y meterle un buen vibrador por el culo, mientras él se pajea.

¡Qué había pasado con mis sobrinas, si no tenían más que dieciocho años? Pensé tras oír las barbaridades de María. El pie de Antonia seguía sobándome los huevos y la base de la polla. La miré fijamente, pero ella no hizo el más mínimo gesto de dejar de hacerlo.

-              Sigo yo. -Dijo Antonia-. A mí me gusta cogerles los huevos con una goma hasta que se le ponen rojos como tomates y las venas a reventar de gordas, comérselos entonces mientras los pajeo hasta que ellos se corren y yo también. ¿A ti te lo han hecho alguna vez? -Me preguntó-.

-              Pues no, pero tampoco me gustaría que me lo hicieran.

-              Tú te lo pierdes, porque los tíos se corren que es un gusto. Otra cosa que me gusta mucho es ponerlos boca arriba, ponerles el chocho en la boca de rodillas sobre su cabeza y pajearlos, cuidando de que el tío no se corra hasta que lo haga yo.

-              ¿A ninguna os gusta besarlos y acariciarlos, mientras él os hace lo mismo?

-              ¡Venga ya, tito! Eso es para cuando seamos mayores, ahora lo que queremos es guerra. Termina Antonia. -Dijo Marta-.

-              Otra cosa que me gusta mucho es hacerles pajas con los pies. Me pongo mucha crema en las plantas, les pongo la polla en medio y voy moviendo lentamente los pies a la misma vez que me sobo, hasta corrernos juntos. María quedas tú.

Antonia se había tumbado en la silla, había apoyado los talones de los dos pies en la mía y ahora me cogía los huevos y la polla en medio pajeándome.

-              Yo soy más normalita. Después de haber follado toda la noche, cuando se queda dormido, me gusta despertarlo con una buena mamada, mientras me sobo el chocho para corrernos otra vez. -Esto lo dijo María mirándome fijamente-.

-              Antonia, quieres dejar de sobarle la polla a mi tío con los pies. -Dijo Marta-.

-              Y a ti qué te importa, en todo caso sería él el que tendría que decir algo. -Le contestó sin alterarse y sin dejar de sobarme, consiguiendo que me empalmara-.

-              No eres más guarra porque no te entrenas. -Le contestó Marta-.

-              ¿Me vais a dejar terminar? -Dijo María para que Antonia y su hermana se callaran-. Otra cosa que me gusta mucho es atarles las manos, ponerme entre sus piernas bien abiertas y golpearme las tetas con su polla sin dejar de sobarme hasta corrernos. Ah, y otra cosa que me encanta es, también con las manos atadas, poner mi chocho sobre su polla empalmada y deslizarme arriba y abajo, sin dejar de mirarlo, pajeándonos mutuamente hasta corrernos.

Pensé que debía hablar con mi hermana, tenía que contarle el plan que tenían las niñas, para que tomara cartas en el asunto. No era normal su comportamiento para tener sólo dieciocho años.

-              ¿Y a ti que te gusta hacerles a tus amantes? -Me preguntó Antonia-.

Dudé si contestarle o no, decir unas cuentas barbaridades o decir la verdad.

-              Me gusta besarla y acariciarla por todo el cuerpo, luego besarle, lamerme y morderle suavemente el chocho, mientras le acaricio las tetas, luego ponerlas boca abajo y lamerles y morderles el culo y por último ponerlas boca arriba en el borde de la cama, subirles sus piernas a mis hombros y penetrarla mientras le acaricio el clítoris y cuando se corre, ponerme a su lado para que ella me pajee y yo me corra en sus tetas y en su vientre.

-              No está mal, pero muy clásico, ¿no? -Dijo mi sobrina Marta-.

-              Sí, está bien cuando ya has follado muchas veces con ella, pero para una primera follada a mí me gusta más duro. -Dijo Antonia-.

-              Bueno, yo no juego más, me voy a trabajar un rato. -Les dije-.

Lo malo era que tenía que levantarme y estaba completamente empalmado. Así que antes de levantarme me tapé la polla con una mano, aunque me pareciera ridículo.

-              ¿Qué pasa, tío, te has puesto calentito con el juego? -Me preguntó Marta-.

-              Te referirás al juego y a mis pies. -Le dijo Antonia a Marta-.

-              No hace falta que te tapes, ya te la vimos ayer noche bien empalmada. -Me dijo Marta-.

Salí de la terraza y me fui a mi dormitorio a llamar a mi hermana Lola para contarle la poca vergüenza de las niñas. Tardó en coger el teléfono.

-              Hola, Carlos. ¿Qué quieres?

-              ¿Estabas durmiendo la siesta?

-              No, estaba follando con el repartidor de Amazon y no veas el nabo que se gasta el tío.

-              Joder, Lola, ¡a mí que me importa cómo tenga el tío el nabo! Llámame cuando termines.

-              No, dime, que el chaval ha terminado de repartir y esto va a ir para largo.

Me dije que, si mi hermana estaba en ese plan, la conversación no iba a resultar muy útil.

-              Tienes que hablar con las niñas.

-              ¿Por qué?

-              Porque el sexo no se les va de la cabeza.

-              ¿Y qué quieres que tengan en la cabeza con dieciocho años, filosofía griega?

-              Yo no digo que no tengan presente el sexo, lo que te digo es que están obsesionadas, tienen muy poca vergüenza y yo soy su tío.

-              Mira, Carlos, ahora las niñas son así y se divierten provocando. No te lo tomes a la tremenda.

-              En cualquier caso, creo que deberías hablar con ellas.

-              Bueno si te empeñas, lo haré cuando vuelvan. Tú no les hagas mucho caso y ya está. ¿Algo más?

Pensé en contarle la mamada que me había hecho su hija María por la mañana, pero decidí que mejor no.

-              No, nada más, te dejo para que disfrutes del repartidor.

-              Un beso, Carlos, y no te tomes todo por la tremenda.

¡Joder, que no me tomase todo por la tremenda, tenía que haber estado presente durante el jueguecito! Noté que empezaba a tener sueño y me eché en la cama. Cuando desperté estaba boca arriba y me dolía algo la cabeza. Traté de moverme, pero debía tener las manos y los pies trabados a la cama, porque no pude. Levanté la cabeza y no vi a nadie, sin embargo, escuché voces que provenían de mi baño.

-              ¿Estáis bien? ¿Qué ha pasado? -Pregunté a voces-.

-              Creíamos que no te ibas a despertar. Ahora vamos. -Me contestó Marta desde el baño-.

-              ¿Pero esto qué es? ¿Por qué estoy atado?

-              Ayer vimos cómo se te ponían los ojos cuando hablamos del sadomasoquismo y hemos decidido darte una pequeña sesión. -Me contestó María-.

-              ¿Qué me habéis hecho?

-              Nada, sólo ponerte un poquito de somnífero en la copa. -Contestó Antonia-.

-              ¿Pero vosotras creéis que eso es normal, que se puede drogar a la gente?

-              Tío, te tomas todo a la tremenda. -Dijo Marta, que parecía haber escuchado a su madre-.

-              ¡Soltadme ahora mismo!

-              Va a ser que no. -Dijo María-.

Salieron las tres del baño. Antonia con un biquini casi igual al que se había puesto el día anterior, pero esta vez blanco. Lo había debido de mojar, porque se le transparentaban los pezones. Marta llevaba un sujetador y un microtanga negros y un liguero y medias también negras. María debía haberse disfrazado porque llevaba una especie de túnica negra transparente hasta los pies abierta por delante. Estaban todavía más apetecibles que desnudas.

-              ¡Oídme, ya está bien de tonterías, soltadme ahora mismo! -Insistí-.

-              ¿De verdad quieres que te soltemos? -Me preguntó Antonia, sentándose en la cama y empezando a sobarme los huevos-.

-              ¿Qué pasa, tito, no se te levanta como con el juego? -Me preguntó Marta-.

-              Esto es una monstruosidad, soy vuestro tío. Os conozco desde que nacisteis y no tenéis más que dieciocho años.

-              Lo mismo que a nuestra madre y a ella bien que te la follas. -Me contestó Marta, poniéndose de rodillas en la cama entre mis piernas-.

-              Eso no lo voy a hablar con vosotras. Sucedió y listo.

Antonia se quitó una goma que llevaba en la muñeca, la puso doble, metió mis huevos en medio y la soltó.

-              ¿Verdad que te gusta? -Me dijo-.

-              ¡Quítame eso! -Le dije porque me molestaba de verdad-.

-              No, hasta que no se te pongan a reventar de hinchados.

María se sentó al otro lado de la cama que Antonia, puso su mano sobre mis huevos y empezó a sobármelos con fuerza.

-              Esto se lo voy a decir a vuestra madre.

-              ¡Qué chivato! -Me dijo María bajando el torso y empezando a lamerme los pezones-.

-              Voy a tener que animarla. -Me dijo Marta cogiéndome la polla, agachándose y metiéndosela en la boca-.

-              Marta, déjame.

-              ¿A mi madre también se lo vas a decir? Porque no creo que te eche mucha cuenta. Mi madre es muy guarra, fíjate que este biquini es suyo y se lo pone cuando invito a mis amigos a la piscina de casa, para follárselos a todos. No veas como queda cuando termina con ellos.

-              ¡No sigas! -Le grité a Marta cuando noté que me estaba empalmando-.

-              ¿Ahora quieres que te la deje, cuando se te está poniendo dura?

Me desperté de verdad en ese momento, Rocío, con el uniforme puesto, estaba entre mis piernas, me tenía apretados los huevos con una mano, mientras con la otra se llevaba mi polla a la boca.

-              Rocío, menos mal que eres tú.

-              ¿Quién te creías que era, Antonia como esta mañana? -Dijo viniendo a tumbarse a mi lado-.

-              Estaba soñando que Antonia y mis sobrinas me habían drogado y atado a la cama, para servirles de juguete sexual.

-              ¿Y te lo pasabas bien?

-              No, estaba muy agobiado y, por cierto, la de esta mañana no fue Antonia, sino mi sobrina María.

-              ¡Vaya con la niña!

-              No te puedes imaginar lo salidas que están las tres.

-              Es la edad y el carácter.

-              ¿Has cerrado la puerta?

-              ¿Por qué?

-              Porque ayer noche nos pillaron y, al parecer, se quedaron mirándonos.

-              Es posible.

-              ¿Tú lo sabías?

-              Las escuché entrar, pero me dio un ramalazo exhibicionista y decidí dejar la puerta entornada.

-              ¡Rocío!

-              No te enfades, si las chicas querían mirar, pues que mirasen.

-              ¿Dónde están ahora?

-              No lo sé, no las he visto.

-              Estarán en la piscina o dando una vuelta. ¿No te desnudas?

-              No puedo, tengo que ir a Granada a arreglar unas cosas a la facultad, he pedido unos días en el trabajo y me tengo que ir ya. He venido sólo a decírtelo.

-              Vaya, te voy a echar de menos.

-              Yo también, pero bueno, tú te quedas acompañado.

-              Eso es lo malo.

Llevé a Rocío a la estación de autobuses. No nos dio tiempo ni a despedirnos porque llegamos con el autobús cerrando las puertas. Cuando la vi alejarse con su mochila pensé que me estaba quedando un poquito colgado de ella y que eso no debía pasarme, sobre todo por el bien de Rocío.

Aproveché a la vuelta al piso para pasarme por el supermercado y comprar algunas cosas que hacían falta en casa. Cuando llegué a casa, Antonia estaba viendo la televisión desnuda en el salón y mis sobrinas estaban en la terraza.

-              Hola, Carlos, podías habérmelo dicho y te hubiera acompañado al supermercado.

-              Ha sido improvisado. Tenía que llevar a Rocío a la estación y ya he aprovechado para comprar. -Le contesté poniendo las bolsas en la encimera-.

-              Te ayudo a colocar las cosas. -Me dijo apagando la televisión y viniendo hacia la cocina. Desde luego la chica estaba para comérsela-.

-              Gracias, pero no hace falta.

-              Da igual. Entonces, ¿Rocío se ha marchado?

-              Por unos días, tenía que arreglar papeles en la facultad.

-              Tienes suerte con Rocío, bueno y ella contigo.

-              Nos damos compañía, que no es poco. Vivir solo está muy bien, pero a veces se pone cuesta arriba.

Cuando Antonia se ponía de puntillas para colocar alguna cosa en los muebles de arriba, su culo y sus piernas alcanzaban dimensiones épicas.

-              ¿Me estabas mirando? -Me preguntó al volverse y pillarme con la vista fija en ella-.

-              Sí, perdona.

-              No hay nada que perdonar. Me gusta que me miren el culo y más si es un hombre maduro tan interesante como tú.

-              Gracias, pero no me lo creo.

-              Cree lo que quieras.

-              Voy a cambiarme y cenamos.

Fui a mi dormitorio a desnudarme pensando que, como me había dicho Rocío, Antonia zorreaba conmigo de mala manera. Llamaron a la puerta del dormitorio.

-              ¿Sí? -Contesté-.

-              Soy Antonia, te he preparado una copa. ¿Puedo pasar? -Yo ya estaba desnudo-.

-              Sí, gracias, pasa.

-              Te importa si vuelvo a ver el baño, la verdad es que me encanta. -Me dijo dándome la copa-.

-              No, mira lo que quieras.

Antonia fue hacia la zona del baño con su copa en la mano. Yo le di un trago a la mía y luego me acerqué también al baño.

-              Lo miro y se me ocurren tantas cosas que hacer en él. ¿Tú lo disfrutas mucho? -Me preguntó-.

-              Menos de lo que quisiera.

Antonia se inclinó para ver las salidas del agua, dejándome una visión inigualable de su carnoso y depilado chocho desde detrás. Luego se puso derecha, se giró y me miró de arriba abajo.

-              Eres el primer hombre al que veo de cerca con sus cosas depiladas.

Me quedé un momento pensando si entrar en su juego. Sabía que no debía hacerlo con mis dos sobrinas en el piso, nos iban a pillar fijo, pero me acordé de lo que me había dicho Rocío, que aprovechase la ocasión y que disfrutase. Me pregunté qué porque no.

-              Antonia, ¿tú crees que es normal esta forma de zorrearme?

-              Tengo muchas ganas de follarte y más después de haber escuchado como lo harías -Me dijo acercándose a mí, cogiéndome los huevos con una mano y besándome en la boca-.

-              Para Antonia, que no respondo.

-              Fóllame en la ducha, es una fantasía que tengo. -Me dijo tirando de mi hacia la ducha-.

Abrió los grifos, esperó a que el agua saliera templada y me empujó dentro. Cogió gel, se puso detrás de mí, presionando sus tetas contra mi espalda, me cogió la polla y los huevos con sus dos manos y empezó a pajearme. No tardé nada en empalmarme.

-              Tienes una polla muy apetecible. -Me dijo al oído-.

Cogió el rociador y de frente a mí, me enjuagó la polla del jabón, se pudo en cuclillas y empezó a comérmela mirándome a los ojos.

-              ¿De verdad sigues empalmado después de correrte?

-              Muchas veces sí.

-              ¿Te correrías ahora y podrías follarme después?

-              Sí.

-              ¿Te gusta cómo te la mamo?

-              Parece que tienes mucha experiencia.

-              Mucha no, pero me gusta comérsela a mis amigos.

Lo hacía bien, me la lamía, me la apretaba con sus labios o me chupaba los huevos pajeándome. Me agaché hasta alcanzar sus tetas con mis manos. Las tenía grandes, duras y muy suaves.

-              Antonia, me voy a correr.

-              Y yo. -Me dijo volviendo a mirarme a los ojos-.

-              ¡Ya, aaaaggg, sigue, sigue, aaaggg, …! -Había dirigido mi polla a sus tetas y se las embadurnaba con una mano, mientras con la otra seguía pajeándome-.

-              ¡Sí, sí, siiiii, me corro yo también, aaaagggg, si, qué rico, aaaaggg, …! -Gritó con la cara tensa y roja-.

-              Ponte de pie y dóblate por la cintura. -Le dije al cabo de un minuto-.

Antonia me obedeció y se agarró agachada a los bordes de la mampara, dejándome su culo para mí.

-              ¡Fóllame, fóllame! -Me dijo-.

-              No te preocupes que lo voy a hacer. -Le dije poniéndole la polla en la entrada de su chocho-.

-              ¡Métemela ya!

-              ¡Toda para ti! -Le dije y se la incrusté hasta el fondo con un golpe de la cadera-.

-              ¡Aaaaggg! ¡Qué buena polla!

Le metí varios dedos en su boca y tiré de su cabeza hacia atrás, mientras que con la otra mano le sobaba el clítoris.

-              Tenías ganas de follar, ¿eh? -Le dije-.

-              No te puedes imaginar lo caliente que estaba, viéndote la polla todo el santo día. -Me contestó mientras yo bombeaba cada vez más fuerte su chocho-.

Después de un buen rato de bombeo, le saqué la mano de la boca, le cogí una pierna y se la subí sin parar de follarla.

-              Follas de maravilla para la edad que tienes. -Me dijo-.

-              Y tú también para la edad que tienes.

-              ¿Puedes aguantar más?

-              Claro, ¿por qué?

-              Porque mis amigos ya se habrían corrido y no me darían tanto placer como tú me estás dando.

-              Te voy a follar, hasta que te deje sin ganas.

-              No creo que eso vaya a pasar.

-              Ya veremos.

Le daba unos empujones de tal calibre, que mis huevos le rebotaban en el clítoris.

-              ¡Otro, otro, no pares, sigue follándome, aaahhh, siiii, es la primera vez que me corro dos veces seguidas, aaahhh! -Gritó al correrse por segunda vez-.

-              ¿Qué pasa ahora con el viejo?

-              ¡Carlos, agárrame que me caigo!

Le saqué la polla, le solté la pierna y la ayudé a sentarse apoyada en la pared.

-              No te creas que me vas a dejar a medias. -Le dije metiéndole la polla en la boca hasta atragantarla-.

-              ¡Fóllame la boca!

Empecé a follarle la boca cogiéndole la cabeza con las manos.

-              ¡Prepárate para tragarte todo! ¡Toma, toma, trágatelo todo, siiii, toma, uuufff!

-              ¡Joder qué follada! -Me dijo cuando me senté a su lado-.

-              Vuelve con mis sobrinas que estarán mosqueadas.

Se levantó se medio secó con la toalla y se fue.

-              Me debéis diez pavos cada una. -La oí decir saliendo del dormitorio-.

-              ¡Qué guarra eres! -Le contestó una de mis sobrinas-.

-              Sí, muy guarra, pero no veas la follada que me he pegado.

-              ¿Sí, cómo ha sido?

-              Tenéis que probarlo. En efecto, no se le baja el pedazo de nabo que tiene después de correrse.

Hijas de puta, así que se habían apostado si Antonia conseguía que me la follase. Se iban a enterar.

(Continuará).