Mi familia me visita de vez en cuando 3

Conozco a una criatura encantadora y bellísima, aunque bastante perdida en la vida, que me lleva al cielo. Mi hermana Paula me encasqueta como invitada a la fuerza a una amiga suya.

(Queridos lectores, es muy conveniente leer las dos primeras entregas del relato para comprenderlo del todo. Si no queréis, pues tampoco pasa nada. Que lo disfrutéis.)

Los días siguientes a la marcha de mi hermana pensaba constantemente en lo que nos había pasado. Hablaba con ella con cierta frecuencia, aunque no siempre de la explosión de sexo que habíamos tenido

-              ¡Hola, hermana! ¿Cómo estás?

-              Mucho más tranquila. Haberme sacado la espina que tenía clavada contigo me ha ayudado mucho.

-              ¿Estás saliendo con alguien?

-              Todavía no, pero pronto voy a empezar a hacerlo y esta vez, cuando folle con él, trataré de no ponerle tu cara.

-              Eso espero. ¿Sabes algo de Paula? Llevo unos cuantos días sin hablar con ella.

-              Está muy distante, yo creo que le molestó un poco que fuera a verte sola, sin decírselo. Deberías invitarla unos días.

-              ¿Te ha dicho ella que quiere venir aquí?

-              No, tampoco me ha dejado contarle nada de la zona. Cuando le voy a contar algo me corta por las buenas.

-              Ya se le pasará, no sé el qué, pero ya se le pasará.

-              Te tengo que dejar, que voy tarde al trabajo.

-              Vale, un beso hermana.

-              Otro para ti.

Estaba mucho tiempo solo y eso, quiera que no, me pasaba factura. Mis únicas salidas eran algunos días a comer al chiringuito o a comprar las cuatro cosas que me faltaran en casa. Trabajaba mucho, tal vez demasiado, y leía casi todos los días en la terraza al final de la tarde. A mediados del mes de septiembre se notó mucho el descenso de gente en todos sitios. Hacía esfuerzos por acostumbrarme a estar solo, pero no siempre lo conseguía. Un día recibí a primera hora de la tarde una llamada de teléfono.

-              ¿Carlos? -Era una voz de mujer-.

-              Sí, dígame.

-              No sé si te acuerdas de mí, soy Mari Carmen, del gabinete de estética.

-              ¡Ah, hola, Mari Carmen, claro que me acuerdo de ti! -Como para olvidarme de ella, después de haberme depilado los bajos y del pajote final que me había hecho enseñándome sus tetas-.

-              ¿Te acuerdas de que te dije que mi amiga Rocío había roto con su novio? -Algo recordaba, aunque había sido una cosa tan de pasada, que el recuerdo era muy débil-.

-              Levemente, hace ya tiempo que nos vimos.

-              Bueno, la cosa es que ya, más o menos, ha pasado el duelo de la ruptura, le gustaría conocer a más gente y me he acordado de que me dijiste que no tenías pareja.

-              Y sigo sin ella.

-              ¡Ah estupendo! No estupendo porque sigas sin pareja, sino estupendo porque así podrías quedar con ella y conoceros.

Pensé que la verdad es que me sentía solo y pasar un rato con alguien me vendría bien.

-              Por mí de acuerdo, aunque no me guste mucho eso de quedar con alguien que no conozco.

-              Es una chica estupenda, como de mi edad. -Recordé que Mari Carmen debía tener veintipocos años-.

-              Creo que yo podría ser su padre.

-              Le vendrá bien conocer a alguien mayor, está harta de la pandilla de niñatos amigos de su exnovio.

-              Pues tú dirás.

-              ¿Te viene bien esta noche para cenar?

-              Sí, como cualquier otra noche.

-              Pues entonces a las nueve en el restaurante “La costa”. ¿Sabes dónde está?

-              Sí, en frente del supermercado, ¿no?

-              Exacto. Venga le digo a Rocío que a las nueve.

-              Perfecto. ¡Ah y gracias por acordarte de mí!

-              No las merece, que os divirtáis.

Colgué y me quedé extrañado y pensativo, nunca me habían facilitado así una cita con una chica. Pensé que le tenía que haber preguntado como era, si no antes de aceptar, que hubiera resultado grosero, sí al menos para poder reconocerla en el restaurante. Me pasé la tarde pensando en cómo sería la tal Rocío. Si era una amiga la que tenía que concertarle una cita, además con un tío que, por lo menos, le doblaba la edad, o era muy introvertida o era muy fea o las dos cosas juntas. Resolví que, si la cosa no iba bien, al menos, cenaría estupendamente, porque el restaurante tenía bastante fama en la zona. A las ocho y media me vestí con una camisa y una chaqueta de verano, mientras me tomaba un whisky, y a las nueve menos cuarto me fui andando al restaurante, que estaba bastante cerca.

No había reservado, ni falta que hacía fuera de la temporada de verano. Un poco antes de las nueve menos cinco entraba en el restaurante. Había poca gente, la mayoría extranjeros terminando de cenar. Le pedí al camarero una mesa para dos, cuando me senté en la mesa mirando a la entrada, le pedí otro whisky, le dije mi nombre y que había quedado con una joven a la que no conocía, por si ella le preguntaba por mí. Estaba un pelín nervioso, debía ser la incertidumbre por cómo sería la tal Rocío y la falta de costumbre de citarme con nadie. Mientras esperaba, primero entraron dos parejas, más o menos de mi edad, que debían ser nacionales por la hora de empezar a cenar y luego una mujer de unos treinta y tantos años, no muy atractiva, que se sentó sola en una mesa para dos. A las nueve y diez empecé a temerme que me iban a dar plantón, hasta que escuché una voz que me decía por detrás:

-              ¿Pero Carlos, que haces aquí ya sentado?

Me volví y era Mari Carmen con el uniforme del trabajo. Me levanté para saludarla.

-              No sé, Mari Carmen, supongo que esperando a tu amiga.

-              ¿Tú no sabes que en las citas se espera en la barra, para sentarse juntos?

-              Hace tantos años que no tengo una cita, que me he olvidado hasta del protocolo. ¿Y tú que haces aquí?

-              Como no te describí a Rocío he venido a acompañarla, en cuanto os presente me voy, que me está esperando mi novio y quiero pillarlo despierto.

-              ¿Dónde estabais qué no os he visto?

-              En la barra esperándote. Anda vamos y te presento a Rocío.

Nos dirigimos a una barra que estaba retirada de las mesas y oscura como boca de lobo. En la barra había dos chicas solas, que apenas podía distinguir. Mari Carmen se detuvo a unos metros de las dos y en voz baja me dijo:

-              Carlos, no te vayas a asustar cuando veas a Rocío. Es una chica estupenda con independencia de su apariencia.

Me dije que me había tocado cenar con la fea o con la gorda o las dos cosas. Escruté la barra una vez que mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad de la zona. Una de las chicas, la que estaba de pie, me pareció que estaba muy entrada en carnes, la otra estaba sentada de espaldas con una chaqueta puesta, por lo que no pude deducir nada sobre ella. Seguimos andando y yo tiré hacia la gordita que estaba de pie, pero me equivoqué porque Mari Carmen se dirigió hacia la chica sentada de espaldas. Parece que no tiene mal tipo, me dije, entonces debe ser fea como pegarle a un padre.

-              Rocío, mira, él es Carlos. -Dijo Mari Carmen, la chica se giró y se puso de pie-.

¡Ostia que pibón! Me dije. ¿Pero cómo me voy a asustar de semejante tiaca? Tengo que detener la narración para intentar describirla, lo que no es fácil. Más alta que yo, alrededor de uno ochenta, tez morena de tomar el sol, pelo lacio negro azabache por debajo de los hombros, grandes ojos, negros como el pelo, nariz griega, boca más bien grande de labios carnosos, pintados color carmín. Un descotado vestido blanco de una pieza bastante corto que dejaba ver un fabuloso canalillo formado por dos tetas grandes, seguro que, sin sujetador, que parecían duras como piedras, cintura estrecha que terminaba en unas caderas marcadas que prometían un culo de ensueño y unas bonitas, largas y torneadas piernas. ¡Qué barbaridad de mujer, por Dios! Yo me quedé paralizado y fue ella la que se adelantó para saludarme con dos besos en las mejillas.

-              No debía darte dos besos por el COVID, pero total si vamos a cenar juntos. -Me dijo-.

-              Encantado. -Acerté a decir, después de los dos besos-.

-              Bueno yo me voy ahora que ya os conocéis. -Dijo Mari Carmen-.

-              Te acompaño a la puerta. -Le dije para poder hablar un momento con ella-.  ¿Pero cómo me dices que no me asustará de su aspecto físico, si es un bellezón?

-              Por eso, tiene una presencia tan despampanante que asusta a los hombres, pero es una chica estupenda.

-              ¿Cómo es posible que no tenga una nube de admiradores a su lado?

-              Está un poco perdida después de la ruptura de su noviazgo. Me voy, vuelve con ella.

Me acerqué a ella temiendo que se desvaneciera como un sueño.

-              ¿Conoces a Mari Carmen por trabajo? -Me preguntó-.

-              Sí. -Le contesté sin querer entrar en detalles de qué tipo de trabajos-.

-              Es la mejor haciendo la depilación del pubis y de las ingles. ¿A ti te depiló los bajos? -Preguntó con total naturalidad-.

-              Sí y lo hizo muy bien y muy profesional. -Le contesté un poco avergonzado-. ¿Y tú de qué la conoces?

-              De lo mismo, hace ya algunos meses. ¿Te contó las ideas que tiene para mejorar su trabajo?

-              Algo me dijo.

-              A mí me pareció una genialidad cuando me lo comentó. Lógicamente, los hombres os excitáis con la depilación, bueno las mujeres también nos excitamos, bajarles la excitación con una buena paja es una idea genial. A mí me parece I+D+I de la estética. ¿A ti te la hizo?

-              Me da un poco de vergüenza contestarte.

-              Entonces es que te la hizo, creo que las hace de maravilla. ¿Nos sentamos?

-              Si, claro, estaba en esa mesa. -Le dije señalándome la mesa en la que estaba sentado antes de que Mari Carmen me saludase-.

Durante los pocos pasos que dimos, comprobé que, como había supuesto, su culo era espectacular y traté de reponerme del inicio de conversación que habíamos tenido. Cuando llegamos a la mesa le separé la silla y ella, antes de sentarse, se quitó la chaqueta que llevaba sobre los hombros, el vestido le dejaba casi toda la espalda, bastante morena, descubierta ¡Y qué espalda! Vino el camarero, pedimos la cena y vino blanco para beber.

-              Carlos, has sido muy amable al querer quedar conmigo. Pero no quiero que te llames a engaño. Después de romper con mi novio, me he establecido unas reglas para evitar confusiones.

-              Cuéntamelas, seguro que me parecerán bien.

-              Primero, como puedes ver, he decidido vestir recatadamente para estas ocasiones. - ¡Joder, si el vestido que llevaba ella lo consideraba recatado, no se qué se pondría cuando quisiera partir la pana! -. Segundo, debes saber que no estoy buscando novios ni amantes, solo amigos. Tercero, nada de morreos ni de magreos, al menos hasta la tercera cita. Cuarto, no quedarme a dormir después de follar, que no será nunca antes de la quinta cita. ¿De acuerdo?

Yo estaba alucinando con las reglas, o sea que la rutina para triunfar con ella era invitarla a cenar todas las noches durante una semana.

-              Claro, yo también busco sólo una amiga.

-              Cuéntame algo de ti, para que te conozca un poco.

-              Hay poco que contar. Soy de Sevilla, me divorcié hace unos meses, decidí darle un giro a mi vida y me vine a vivir a la zona nudista.

-              ¿Vives en la zona nudista? Yo no he ido nunca, me da un poco de palo, no tengo un cuerpo para eso. - ¿Cómo? Pensé, si es la tía más maciza que he visto en mi vida-. ¿Y de trabajo?

-              Soy ingeniero y trabajo, o ahora teletrabajo, en una empresa consultora.

-              Eso está muy bien. Mi exnovio no podía trabajar porqué el pobre tenía unos dolores muy fuertes en la espalda.

-              Vaya, lo siento. Háblame un poco sobre ti, ahora. -Trajeron el vino y nos sirvieron una primera copa.

-              Hay poco que contar. Me fui de mi pueblo a estudiar farmacia en Granada, un empeño de mis padres. Mi novio se vino conmigo. Sin que mis padres lo supieran, vivíamos juntos en un pequeñísimo apartamento que me pagaban ellos. Él no podía estudiar porque le dolía mucho la espalda cuando se sentaba en el aula o delante del libro. A mi me daba igual que no trabajase ni estudiase, yo lo quería y lo cuidaba mucho. -Se bebió la primera copa de vino como si fuera agua y yo se la rellené-. Lo malo fue un día que mis padres se presentaron sin avisar en el apartamento y descubrieron que estaba viviendo con mi novio. Me dijeron que, si quería que ellos me siguieran pagando el apartamento, él se tenía que ir. -Se bebió la segunda copa todavía más rápido que la primera y yo volví a llenársela-.

-              ¿Y qué hiciste?

-              Pues buscarme un trabajo para poder pagar la renta y la comida, no iba a dejar a mi novio en la calle. -Empecé a tener la percepción de que el novio era un jeta de mucho cuidado-. Lo del trabajo estaba muy difícil, menos mal que mi novio, bueno ahora exnovio, habló con un amigo suyo que me contrató para servir copas de noche en un pub, así que iba a la facultad por las mañanas, dejándole el café servido, estudiaba por las tardes, después de hacer la comida y fregar los platos, ya que mi novio no podía porque …

-              No me lo digas, le dolía mucho la espalda también de pie.

-              ¿Cómo lo has sabido?

-              Intuición que tengo. -Pedí una segunda botella, porque Rocío se había liquidado la primera casi entera ella solita-.

-              Ah, se me había olvidado decirte que la quinta regla que me he impuesto es no abusar de la bebida. -Me dijo bebiéndose de un tirón la primera copa de la segunda botella. Yo empecé a poner bastante en duda que siguiera las reglas que me había contado-. Después de dejarle la cena hecha, me iba al pub a trabajar y no regresaba hasta las cuatro o las cinco de la mañana. Dormía en el sofá para no molestar el sueño de mi novio.

-              Qué considerada.

-              Claro, porque si lo despertaba los dolores de espalda no le dejaban volver a coger el sueño y se ponía de muy mal humor.

-              Una pregunta, ¿desde cuándo erais novios?

-              Desde los catorce años, poco antes de que le empezaran los dolores de la espalda.

Desde luego hay tíos que saben montárselo, pensé, pero el exnovio de Rocío batía el récord.

-              Cómo siempre estábamos apurados de dinero, mi novio habló con otro amigo suyo y me buscó un trabajo de modelo en despedidas de soltero.

-              ¿Modelo en despedidas de soltero?

-              Sí, salía de una tarta o me presentaba disfrazada y me desnudaba después delante de los chicos que estuvieran en la despedida.

-              ¿Tu novio sabía eso?

-              Claro, él siempre decía que me hubiera llevado y recogido, si no fuera …

-              Por los dolores de espalda.

-              Estoy pensando que tienes una intuición sorprendente. -Me dijo poniendo una mano en mi brazo-.

-              No te creas, es que los años dan mucha experiencia. -Pedí la tercera botella de vino, de las dos anteriores yo sólo había podido tomar un par de copas-.

Miraba a Rocío preguntándome como se podía estar tan buena y ser tan inocente.

-              El confinamiento hizo que nos quedáramos sin dinero para poder mantenernos.

-              ¿Él hizo algo para buscar trabajo?

-              No podía con los dolores de la espalda.

-              Ya, me lo suponía.

-              Mi novio me dijo que se iba a vivir con unos amigos, para no ser una carga para mí, y yo me tuve que volver a casa de mis padres, en cuanto pude.

-              ¿Rompisteis entonces?

-              No, qué va, yo seguía muy enamorada de él. -Desde luego hay tíos que nacen con suerte, pensé-. Yo seguía las clases de la facultad online, pero lo echaba mucho de menos, así que cuando se fue levantando el confinamiento volví a Granada …Perdona, no te lo podrás creer, pero tengo que ir un momento al servicio,

No me extrañó después de haberse bebido más de dos botellas de vino. Temí que al levantarse fuera dando traspiés al servicio, pero nada, se dirigió a los aseos sin el menor problema. Su figura de espaldas y su movimiento de caderas quitaba el hipo. Mientras esperaba a que volviese llegué a varias conclusiones: el novio debía follar como los ángeles; Rocío de inocente que era, rallaba en ser tonta; y, desde luego, aguantaba la bebida como un escocés.

-              Perdona, no creí que tuviera que ir al servicio, había orinado justo antes de salir de casa. -Me dijo al volver a sentarse-.

-              ¿Cómo has terminado aquí?

-              Al volver a Granada no tenía trabajo. Me puse en contacto con mi novio para decirle que había vuelto y que lo esperaba. Sin embargo, él me confesó que había pasado el confinamiento con una amiga, que ahora le sabía mal dejarla sola y que además no podía viajar …

-              Porque le dolía mucho la espalda.

-              Pues sí, el pobre. Ya me daba igual quedarme en Granada o irme a cualquier otro sitio, leí un anuncio para un trabajo de modelo en un pueblo de por aquí, escribí y me escogieron, así que me vine. Puedo seguir las clases de la facultad online, tengo trabajo, puedo tomar el sol y es más barato para vivir.

-              ¿Qué trabajo de modelo tienes, el mismo que antes?

-              No, ese estaba muy mal pagado. Ahora soy modelo de cámara web, el trabajo está bien, pero es un poco solitario.

No daba crédito a la inocencia con que hablaba de todo. Me decía que se pasaba el día masturbándose y sobándose delante de la cámara para unos pajilleros y el problema era que el trabajo le parecía solitario. Pedí la cuarta botella de vino cuando trajeron el segundo plato.

-              ¿Y tu novio?

-              Lo hemos dejado, no le gustaba mucho mi nuevo trabajo y, además, su amiga ha hecho un curso de masajista y le da masajes en el cuerpo, dice que está mucho mejor.

-              ¿Y tú cómo estás?

-              Regular, estuvimos juntos ocho años y eso pesa mucho. Pero qué le vamos a hacer, por eso quiero conocer gente nueva.

-              Te has dado cuenta de que yo, doblándote la edad, te he contado mi vida en treinta segundos y tú has tardado casi una hora.

-              Es que yo hablo mucho, más cuando estoy con alguien que sabe escuchar.

-              Gracias. ¿Te puedo decir un par de cosas?

-              Claro, para eso están los amigos y tu y yo lo somos ya, ¿no?

-              Me parece muy acertado que estés una temporada sin novio sino sólo con amigos.

-              Estamos de acuerdo en eso, pero me alegra que me lo digas tú, que eres un hombre maduro con experiencia. ¿Y la otra?

-              Cambia de trabajo, búscate otro más normal y en el que estés más acompañada.

-              No te creas que está fácil, pero puedo intentarlo. ¿Puedo hacerte yo una pregunta ahora?

-              Como no.

-              ¿Por qué no tienes pareja?

-              Te digo lo mismo que tú con el trabajo, no te creas que está fácil y, además, quiero darme un tiempo después de mi divorcio. ¿Quieres una copa?

-              Sí, pero aquí no va a poder ser, tienen que cerrar temprano por el horario de la pandemia.

-              Buscamos otro sitio.

-              ¿Te importa si nos la tomamos en tu casa? Tengo curiosidad por conocer la zona nudista.

-              Sin problema, pero no creo que ahora se diferencie mucho de cualquier otra zona. ¿Cómo has venido?

-              Me ha traído Mari Carmen en coche.

-              Pues nos vamos caminando y luego te llevo en coche a tu casa.

Pagué la cuenta y empezamos a caminar hacia el piso.

-              Si no te importa voy a agarrarme a tu brazo, con estos tacones puedo matarme por el camino. -Me dijo y me cogió del brazo pegándome su teta derecha, dura como si fuera de piedra, a mi costado-.

-              ¿Por qué has dicho antes que te daba palo ir a la zona nudista, si tienes un cuerpo muy bello?

-              Gracias por el piropo, pero no me has visto entera.

-              ¿Te pasa algo o es el síndrome normal de las mujeres de ponerle pegas a su cuerpo?

-              Nada importante, pero tengo el ombligo muy grande y mis labios menores son muy pequeños y desnuda parezco una muñeca chochona.

-              O sea, que son defectos que tú te encargas de sacarte.

Llegamos a la urbanización, de camino al piso nos cruzamos con dos mujeres y un hombre desnudos con las toallas al hombro, que debían ir a bañarse a la piscina.

-              ¿Dónde van desnudos? -Me preguntó al oído-.

-              Seguramente a la piscina, es obligatorio ir desnudo.

-              ¿A ti no te importa que te vean en pelotas?

-              Al principio un poco, pero yo no tengo ni la edad ni el físico que tienes tú.

Subimos por la escalera, ella delante y yo detrás, aunque hacía esfuerzos por no mirarle su culo fantástico embutido en aquel ceñido vestido, era imposible resistirse.

-              Pasa a la terraza, ¿qué quieres tomar?

-              Lo mismo que tú.

Serví dos wiskis y los llevé a la terraza.

-              ¿Tú vas desnudo por el piso o por la terraza? -Me preguntó-.

-              Si la temperatura lo permite, normalmente sí.

-              Si te quieres desnudar, por mí no hay problema.

-              Estando tú vestida, no me parece bien.

-              ¿Has traído a más mujeres aquí?

-              Sí, a alguna amiga y mi hermana Lola estuvo pasando unos días hace poco. ¿Por qué me lo preguntas?

-              Me da curiosidad.

-              ¿Tu exnovio y tú no estabais a veces desnudos en vuestro apartamento?

-              Casi nunca, a mi novio no le gustaba que yo estuviese desnuda. - ¡Joder, que tío más raro, con el cuerpo que tiene esta mujer! Pensé-.

-              ¿Por qué? -Le pregunté, pues no lograba atisbar el motivo-.

-              Decía que se excitaba y como no podía follar por los dolores de espalda, pues pasaba un mal rato.

-              Perdona la pregunta, ¿pero tú que veías en tu exnovio?

-              Ver, ver, nada en concreto, pero lo quería mucho.

-              Ya, pero ¿por qué?

-              Era muy desvalido. ¿Tú no has recogido nunca un perrito de la calle?

-              Pero Rocío, no es lo mismo. ¡Te has llevado ocho años con un hombre que no trabajaba, no estudiaba, no te ayudaba en nada, sino que más bien te chuleaba, y que encima no te follaba!

-              Visto así, igual tienes razón.

-              Rocío, hazte un favor, no te eches otro novio en mucho tiempo. ¿Quieres otra copa?

-              Sí, por favor.

Cogí los vasos y fui a la cocina a rellenarlos. Mientras lo hacía no daba crédito a la historia de Rocío, ni a como se podía ser tan buena persona y tan inocente. Era la persona con menos maldad que había conocido. Le estaba cogiendo cariño. Volví a la terraza, ella seguía de pie mirando el mar.

-              Toma, Rocío. -Le dije pasándole el vaso-.

-              Gracias, Carlos. Estoy pasando una noche estupenda contigo. He salido muy pocas veces con amigos. Cuando salíamos, que era muy poco, mi exnovio siempre se empeñaba en que fuera con su pandilla.

-              Yo también estoy pasando una noche estupenda. Hacía muchos años que no quedaba con una chica para cenar.

-              Te puedo hacer una propuesta.

-              Cómo no, tú dirás.

-              Me ha picado la curiosidad con lo del nudismo. ¿Te parece que nos desnudemos los dos? -Por poco se me cayó el vaso de whisky al oírla-.

-              ¿Estás convencida de hacerlo?

-              Creo que sí, estoy pensando que la cosa no tiene por qué tener mayor maldad, en definitiva, es estar como Dios nos trajo al mundo.

-              De acuerdo.

Rocío empezó a soltarse el vestido.

-              Espera, Rocío. No te debes desnudar delante de mí.

-              ¿Y qué más da si me voy a quedar desnuda?

-              Es la costumbre. Te acompaño al dormitorio.

La acompañé a mi dormitorio para que se desnudara.

-              Vives como un rey o como un gigoló. -Me dijo al ver la habitación con el baño integrado y la bañera redonda-.

-              Ya me gustaría a mí, pero no es para tanto.

-              No te vayas a reír de mí, cuando me veas desnuda. -Me dijo cuando la dejé dentro cerrando la puerta-.

Yo me desnudé en el otro dormitorio y volví en pelotas a la terraza. Tenía la polla morcillona por la situación y por imaginarme a Rocío desnuda. Me quedé de pie esperándola con el whisky en la mano. Pasaron varios minutos y Rocío no volvía. Igual se ha arrepentido, pensé. Fui a hablar con ella.

-              ¿Te pasa algo Rocío? Si quieres lo dejamos y te acerco a tu casa. -Le dije sin abrir la puerta-.

-              Pasa, es que estoy un poquito nerviosa.

-              Espera que me ponga un pareo.

-              No hace falta, pasa.

Estaba desnuda sentada en la cama, preciosa y de lo más tentadora. Sus tetas llamaban la atención de cualquiera. Me senté a su lado.

-              ¿Qué te ocurre?

-              Estoy preocupada por defraudarte o por no saber comportarme de forma apropiada.

-              Rocío necesitas tener más confianza en ti misma. Eres una mujer preciosa, no sé de qué tendrías que defraudarme, además, no creo que nunca te comportes de forma inadecuada. Anda, vamos a la terraza. -Le dije levantándome y dándole la mano para que me siguiera-.

-              ¿De verdad crees que soy una mujer preciosa?

-              ¿Tú te has mirado al espejo?

-              Sí, cuando me arreglo para salir de casa.

-              Pues deberías mirarte más.

-              ¡Qué buen trabajo te hizo Mari Carmen! -Me dijo todavía sentada mirándome mi depilada polla-.

Se levantó, por fin, y nos fuimos a la terraza, donde estábamos en penumbra bajo la luz de la luna. Me puse frente a ella para poder verla.

-              Ves lo que te decía, tengo un ombligo horroroso de grande y mi chocho parece el de una muñeca. - ¿Cómo se puede pensar eso, teniendo ese cuerpo y esa cara? Pensé-.

-              Lo que tu digas, Rocío.

-              Has dicho antes que estuvo tu hermana haciéndote una visita, ¿estuvisteis desnudos también?

-              Sí, a mi hermana le gustó mucho eso de ir desnuda por todas partes.

-              ¿Y no estabais violentos?

-              Al principio sí, pero nos acostumbramos enseguida.

-              A mí me pondría muy incómoda estar desnuda con mis hermanos.

-              ¿Sois muchos?

-              Uno mayor que yo y otra más pequeña.

-              ¿Estás incomoda?

-              Me siento un poco rara, pero me resulta muy agradable estar desnuda aquí contigo.

-              No tienes marcas del biquini.

-              Tomo el sol desnuda en el balcón de mi apartamento.

-              ¿Y no temes que te vean los vecinos?

-              Me imagino que el que mire me verá, pero a mí no me importa.

-              ¿Entonces que diferencia hay con la playa nudista?

-              No sé, igual ninguna, pero para mí no es lo mismo. ¿Puedo besarte?

-              Por mí encantado, pero vas a incumplir tus propias normas.

-              Lo sé, lo que pasa es que no esperaba encontrarme con una persona como tú. -Me echó los brazos alrededor del cuello y me besó en la boca. Tenía una boca suave con una lengua muy juguetona. Sus durísimas tetas me presionaban el pecho-.

-              ¿Te ha gustado? -Me preguntó cuando dejamos de besarnos-.

-              Claro que me ha gustado, ¿cómo no me iba a gustar? Pero no puedes estar constantemente preguntando lo que me gusta o lo que no me gusta.

-              Tienes razón, es que soy muy insegura. -Dijo volviendo a mirar el mar. Su culo de perfil era sobrehumano, redondito, muy respingón y con un tono bronceado precioso-.

-              ¿Cómo te van los estudios? -Le pregunté por cambiar de tema-.

-              Bastante bien, posiblemente pueda terminar este año, lo que pasa es que no me gusta ser boticaria.

-              Pues trabaja en otra cosa cuando termines.

-              He pensado que voy a dejar lo que hago ahora, como me has dicho, voy a hablar con Mari Carmen a ver si puedo trabajar en el gabinete de estética con ella, aunque lo que realmente me gustaría es ser masajista.

Le puse el brazo por encima del hombro y acerqué mi boca a la suya para besarla de nuevo. Los besos y la situación hicieron que me empalmara.

-              Tienes una polla muy apetecible. Mi exnovio la tiene muy pequeñita, él dice que no es micropene, pero yo creo que sí.

-              Bueno, no se elige como tenerla.

-              Eso le decía yo, pero él estaba todo el día tocándosela, a ver si le crecía. - ¡Joder con el novio lo tenía todo! -.

Miré la hora en el móvil y eran las dos de la mañana.

-              ¿Quieres que te lleve a tu casa? -Le dije-.

-              ¿Quieres que me vaya?

-              No, estoy muy a gusto contigo, pero es que si me tomo otro whisky no voy a poder llevarte.

-              Pues vamos a tomarnos otro. -Cogí los vasos y me dirigí a la cocina-. Deja que te ayude.

-              No hace falta.

-              Pues deja que te acompañe.

-              Como quieras.

-              ¿Puedo hacerte una pregunta? -Me dijo en la cocina-.

-              Rocío, no me preguntes si me puedes preguntar. Tú preguntas y si yo no quiero contestarte, pues listo.

-              ¿Por qué estás empalmado?

-              Porque eres una mujer preciosa, porque estamos desnudos y porque me has besado.

-              Me da cosa que estés excitado y empalmado por mi culpa.

-              Rocío, yo me levanto casi todas las mañanas empalmado, sin que sea culpa de nadie, es una reacción normal, así que deja de preocuparte.

-              ¿Te excito incluso con mi chocho de muñeca? -Me preguntó mirándose el chocho y mi polla pegó un bote-.

-              Porque sé que eres una buena chica, sino pensaría que estás jugando conmigo.

-              ¿Jugar a qué?

-              A calentarme y dejarme caliente. -Le pasé su vaso ya relleno-.

-              Yo no haría eso nunca. -Me dijo dándose la vuelta y yendo hacia la terraza. La visión de su espalda, de su culo y de sus piernas hizo crecer mi erección, hasta ponerme la polla como un palo. Que noche más rara, aunque también más agradable, pensé-. ¿Sabes que yo también estoy excitada? -Me dijo en la terraza-.

-              ¿Y tú por qué?

-              Por lo mismo que tú. ¿Me follarías ahora?

-              Yo no te follaría, en todo caso, follaríamos los dos. Pero si lo hacemos vas a romper todas tus normas.

-              Tienes razón. Dime una cama en la que pueda dormir, estoy muy cansada y posiblemente haya bebido de más.

-              Vente conmigo. -Le dije pensando en que eso de “posiblemente” era muy benigno-.

La llevé al dormitorio de invitados, le di un piquito y salí cerrando la puerta. Volví a la terraza a terminarme el wiski. Lo dicho, que noche más rara, pensé, sentándome en una silla. Rocío me había parecido una chica estupenda, pero bastante perdida tras romper con el prenda del novio y liberarse de la dependencia que tenía de él. Escuché en el interior ruido de puertas, debía haber ido al baño y vuelto al dormitorio. Recibí un mensaje en el móvil, era de Mari Carmen.

-              ¿Qué tal? Me ha dicho Rocío que acaba de acostarse y que tú seguías despierto.

-              Bien, es una chica estupenda, además de una preciosidad. Lo mejor es que esté una temporada sin novio, a ver sí así coge confianza en sí misma.

-              Tienes razón, que duermas bien.

-              Gracias, igualmente.

Yo también estaba cansado y algo bebido, siendo benigno. Apagué las luces, me fui a mi dormitorio y me acosté dándole vueltas a la noche y a Rocío. Escuché una puerta y luego a Rocío decir en la oscuridad:

-              ¿Te importa si me vengo aquí contigo? No me apetece dormir sola. - ¿Qué pretende esta mujer, terminar conmigo? Pensé-.

-              No me importa. Anda acuéstate y duérmete que es muy tarde.

-              Estaba pensando que he pasado una noche estupenda y que no quería terminarla durmiendo sola. -Se acostó y apoyó su cabeza en mi hombro-. ¿Sigues empalmado?

-              Sí, bastante.

-              ¿Podrás dormir así?

-              Creo que sí. No será ni la primera ni la última vez que me pasa.

-              Me apetece follar contigo.

Yo estaba loco por que folláramos, pero algo me decía que era mejor no hacerlo. Mi poca resistencia se acabó cuando ella me cogió la polla. Me giré hacia ella y empecé a besarla apasionadamente en la boca, mientras ella me hacía una paja muy despacio. Pensé que si me iba a follar a semejante mujer no quería hacerlo a oscuras. Me moví y encendí la lampara de la mesilla.

-              Si vamos a follar, vamos a hacerlo bien. -Le dije-.

-              ¿Te gusta hacerlo con luz?

-              Sí, quiero verte y admirarte.

-              Me da un poco de vergüenza.

-              Si te desnudabas en despedidas de soltero, ¿cómo te va a dar vergüenza?

-              Vale, lo probamos, pero si no me encuentro cómoda la apagamos.

La puse boca arriba, me arrodillé entre sus piernas y empecé a comerle su apretado coño, que estaba empapado.

-              ¿Qué me haces? -Me preguntó-.

-              ¿Tú que crees? ¿No te gusta?

-              No lo sé, no me lo han hecho nunca, mi novio decía que le dolía mucho la espalda y que, además, me olía mucho el chocho para hacerme sexo oral.

-              Rocío, olvídate de tu novio y disfruta.

Mientras le comía el coño, empecé a acariciarle el clítoris con mis dedos.

-              ¡Ay qué bueno, me gusta mucho lo que me haces! -Empezó a decir de manera reiterada-.

-              Me alegro, disfruta, siente el placer.

-              Y tanto que lo siento. ¿No quieres que te lo haga yo a ti?

-              Luego, ahora déjame a mí darte placer.

Su chocho no paraba de segregar jugos, cuyo olor me tenía la polla a reventar.

-              ¡Carlos, siento que me voy a correr!

-              Hazlo y no preocupes por nada.

-              ¡Ahora, ahora, siiii, siiii, aaagggg, aaaaggg, sigue, sigue, aaaggg, …! -Gritó al correrse con espasmos en las piernas-. ¡Para, para, por Dios, para, que me muero! -Dijo casi al minuto de empezar a correrse.

Yo estaba muy caliente y quería meterle la polla en la boca, pero ella estaba medio inconsciente, así que me tumbé a su lado mirándola.

-              ¿Estás bien? ¿Te pasa algo? -Le pregunté-.

-              Claro que me pasa, que ha sido el mejor orgasmo de mi vida.

-              Me alegro. Ahora descansa un poquito y luego seguimos. Si eres modelo de cámara web, ¿te correrás varias veces al día?

-              Esos son todos de mentira.

-              ¿Y cómo sé yo que este ha sido de verdad?

-              Porque lo ha sido y fantástico. -Me contestó girando el cuerpo para mirarme-. Pensarás que soy una calentorra.

-              No, ¿por qué debía pensarlo?

-              Porque me he metido en tu cama y no he tardado ni cinco minutos en correrme como una loca.

-              Me pareces una mujer pasional, no una calentorra.

-              ¿No te parece mal que estemos así el mismo día de conocernos?

-              Me parece extraño que una mujer como tú, quiera follar con un tío como yo.

-              ¿Cómo yo, en qué sentido?

-              En el sentido de que estás buena para reventar.

-              ¿Me lo dices de verdad? -Dijo incorporándose, poniéndose de rodillas a mi lado, cogiéndome la polla y llevándosela a la boca-.

-              Claro que de verdad. -Le dije acariciándole su suave y duro culo-.

-              No sé si te gustará como te la como.

-              Mucho, Rocío, mucho. No preguntes más.

-              Es muy práctico esto de que vayas depilado. Con mi exnovio, entre que la tenía muy pequeña y que tenía un maturrón de pelo, era muy incómodo

-              ¡Quieres dejar ya a tu exnovio!

-              Es que es el único tío con el que he follado.

-              Sigue, sigue así, pásame la lengua por los huevos, que rico, que bien lo haces.

-              Gracias.

-              No, gracias a ti por la mamada que me estás haciendo.

-              ¿No te corres?

-              Todavía no.

-              Es que mi exnovio …

-              ¡Rocío, por Dios no me cuentes como, cuando y cuanto se corría tu exnovio, que no me interesa!

-              Perdona, tienes razón.

-              No tengo nada que perdonar. Anda, ponte encima.

-              Sí, pero no te corras dentro, no estoy tomando precauciones.

Rocío se puso encima de mí y poco a poco se fue metiendo mi polla, seguía con el coño empapado. Puse mis manos en sus hermosas y duras tetas y comencé a sobárselas.

-              Me gusta mucho que me cojas las tetas.

-              Tienes un chocho gustosísimo, me aprieta la polla por todas partes. -Puso sus manos en mi pecho y comenzó a subir y bajar las caderas-.

-              La tienes durísima.

-              Rocío, no me vayas a contar cómo se le ponía a tu exnovio.

-              Acaríciame el clítoris, soy más del clítoris que de la vagina.

Sin dejar de sobarle las tetas con una mano, llevé la otra a su clítoris y empecé a acariciárselo con el dedo gordo. La miraba, tenía la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, no podía creer mi suerte de estar follando con aquel pibón. Ella me cogió la mano que tenía en sus tetas y se la metió en la boca. La imagen era de las más calientes que habría podido imaginarme en mi vida.

-              ¡Carlos, voy a volver a correrme!

-              ¿Pero de verdad o de la cámara web?

-              ¡Ya verás si es de verdad! ¡Aaaagggg, que bueno, aaaaggg, no pares de acariciarme, sigue Carlos, sigue, siiii …! -Mientras gritaba daba unos botes sobre mi como si tuviera un resorte, hasta que se dobló y cayó sobre mi pecho-.

-              Sí que me ha parecido de verdad.

-              Soy una egoísta me he corrido dos veces y tú sigues como al principio.

-              Como al principio, no. Mucho más caliente.

-              Fóllame a lo perrito, por favor. -Dijo levantándose y poniéndose a cuatro patas sobre la cama-.

Me incorporé y la tentación de su culo en pompa me volvió loco. Los jugos le resbalaban por los muslos. Me puse detrás de ella y sin contemplaciones se la metí hasta que mis huevos chocaron con su clítoris.

-              ¡Aaaaggg, qué bueno! -Dijo cuando la tuvo entera dentro-.

Mientras bombeaba en su chocho, su culo me producía tal tentación, que empecé a darle cachetes cada vez más fuertes, que ella recibía con fuertes gemidos.

-              ¡Rocío que buena estás! -Le decía de vez en cuando-.

-              ¡Fóllame más fuerte, más fuerte, más …! -Le daba tales empujones que le costaba no caerse hacia delante-.

-              ¿Está bien así?

-              ¡Mejor, mejor, sigue, sigue, que me viene el tercero, sigue, aaaagggg, siiii, aaaaggg, …! -Yo no podía aguantar más sin correrme, así que se la saqué-.

-              ¡Me voy a correr, Rocío!

-              ¡Espera córrete en mis tetas! -Me dijo incorporándose y poniéndose delante de mí-.

-              ¡Aaaagggg, aaaagggg, siiii, toma, toma, …! -Grité cuando empecé a correrme como una fiera sobre sus tetas y su cara-.

-              ¡Sigue corriéndote, sigue corriéndote, hasta que te quedes seco! -Me decía ella-.

-              Ya no me queda mucho más.

Ella se tumbó boca arriba en la cama y yo a su lado tratando de recuperar el aliento.

-              ¿Crees que podré convertirme en una buena folladora?

-              Ya eres una extraordinaria folladora y si tu exnovio te follaba tan mal como cuentas es que lo tuyo es talento natural.

-              Es que hoy me has inspirado tú.

Ninguno de los dos podíamos más y nos quedamos dormidos enseguida, eso sí, muy relajados.

Me despertó mi móvil sonando en el salón. Rocío seguía dormida. Era mi hermana Paula.

-              Buenos días, Paula.

-              Buenos días, hermano. Tienes voz de dormido, ¿no te habré despertado?

-              Pues sí, pero da igual. ¿Dime?

-              Me tienes que hacer un favor.

-              Si puedo, claro.

-              Si no pudieras no te lo pediría.

-              Pues sí que te has levantado encantadora hoy.

-              ¡Cállate! Una buena amiga mía ha aprobado las oposiciones y la han destinado allí donde vives ahora. Tiene que incorporarse en tres días y por circunstancias no puede ir antes a buscar piso. El favor es que la alojes durante unos días en tu casa, hasta que encuentre un sitio donde vivir.

-              ¿Tú recuerdas que yo vivo en una zona nudista?

-              Claro que me acuerdo. Se lo he dicho a ella, no es que le haya hecho mucha gracia, pero no tiene otra opción ¿Sí o no?

-              Sí, claro, si tu me lo pides, pues adelante. ¿Cuándo vendría?

-              Llegaría dentro de dos días, para estar allí el día antes de incorporarse. Se llama Clara.

-              Dale mi teléfono, aquí no hay portero electrónico.

-              ¿Pero dónde vives tú que no tienes portero electrónico?

-              En un buen piso, sino pregúntale a Lola, no lo hay por intimidad.

-              Claro, muy razonable. Vas en pelotas por la calle, pero que te vean en pelotas dentro de la urbanización rompe la intimidad. ¡Qué gilipollez!

-              Paula, que no es cuestión mía. Que me llame por teléfono cuando esté por aquí y salgo a buscarla.

-              ¿Tienes para tomar nota de su teléfono?

-              Ahora mismo no, mándame un mensaje a mi teléfono.

-              Adiós, hermano.

-              Adiós, Paula.

Miré el reloj, eran las diez de la mañana. Preparé un café, serví dos tazas y le llevé una a Rocío. Dormía plácidamente desnuda de lado.

-              Buenos días, Rocío, te he traído un café, por si querías. -Abrió los ojos y me miró fijamente-. Soy Carlos, ¿te acuerdas de mí?

-              Claro que me acuerdo, no seas tonto.

-              Pues me has mirado como si no te sonara mi cara de nada.

-              No es eso, es que es la primera vez en mi vida que me traen un café a la cama.

-              Alguna vez tenía que ser la primera. -Se sentó en la cama, le pasé el café y me senté también en el lado de la cama-.

-              ¿Hace mucho tiempo que estás despierto?

-              El tiempo de discutir con mi hermana pequeña y de hacer el café. Te has despertado guapísima.

-              Vas a insistir tanto, que me lo voy a terminar creyendo. ¿Sabes que otra cosa sería la primera vez para mí?

-              No, pero dímela.

-              Echar un polvo recién despertada, antes de levantarme de la cama.

-              ¿Te has despertado guerrillera?

-              Es que los tres de anoche fueron tan ricos, que no quiero irme sin otro. -Me dijo besándome en la boca-.

-              Tú por quién me tomas, ¿por un jovencito de veinte años?

-              No, por un maduro de cincuenta, al que se le pone la polla como un leño, y que hace disfrutar mucho a las mujeres.

-              Te voy a nombrar mi embajadora para el mundo.

-              Anda, ven aquí. -Me dijo tumbándose boca arriba en la cama y señalándome su barriga para que me pusiera encima. Me había levantado empalmado, pero la charla con mi hermana me la había bajado y ahora tenía la polla sólo bastante morcillona-.

Rocío me cogió la polla y puse mis manos sobre sus tetas. Era increíble lo duras que las tenía.

-              Me daría miedo que me hicieras una cubana, tienes las tetas como piedras.

-              ¿Qué es una cubana?

-              Lo mismo que una rusa, una paja con las tetas. Yo pongo mi polla entre ellas y te las aprieto, moviéndolas.

-              ¿Y por qué te daría miedo?

-              Porque podrías partirme la polla con tus tetas.

-              Ya estás empalmado.

-              Lo sé, ¿cómo quieres que lo hagamos?

-              Túmbate boca arriba y yo me pongo encima de ti de espaldas.

Lo hicimos, ella me cogió la polla y fue bajando hasta penetrarse completamente. Su culo y su espalda eran para estarlos mirando y acariciando toda la vida. Puso sus manos a la espalda y yo se las cogí juntas por las muñecas con una mano, mientras que con la otra le sobaba el culo. Ella movía suavemente sus caderas adelante y atrás.

-              Creo que tienes el mejor culo que he visto nunca.

-              ¿No te parece un poco grande?

-              No, me parece perfecto.

-              Me gusta mucho esta postura. Es muy gustosa y tiene mucho morbo. Parece que tú me tengas controlada, pero de verdad la que controlo soy yo con mi movimiento de caderas.

-              Además de estar buenísima eres una magnífica amante. Lo tienes todo.

-              Tú también eres un gran amante. Noches como la de ayer y mañanas como esta tenemos que repetirlas.

-              Y tanto que sí.

Su espalda estaba preciosa al tenerle cogidas sus manos por detrás.

-              Espera que me gire, quiero ver en el espejo como me follas. -Me dijo y los dos nos giramos un poco sin sacársela-.

-              Cuéntame lo que ves.

-              Sí te lo voy a contar, que me va a poner todavía más cachonda hacerlo. Veo a una muchacha de pueblo, con el pelo revuelto, se le ha borrado el lápiz de labios, su gesto indica que está muy caliente y que está satisfaciendo la calentura. Sus tetas son grandes, con unas bonitas areolas y sus pezones están duros como piedras. Su ombligo se ve demasiado grande en medio de su barriga plana. El chocho lo tiene pequeño, pero se le ve muy abierto porque una buena polla lo está penetrando.

-              Otro día te tienes que hacer una foto así.

-              Otro día no, ahora. Pásame mi móvil.

-              ¿Me las enviarás luego?

-              Claro, quiero que te hagas pajas con mi imagen follándote. -Me dijo mientras se hacía las fotos y luego arrojó el móvil sobre la cama-.

-              ¿Cómo estabas?

-              Mi cara evidenciaba que estaba a punto de correrme. No te corras dentro.

-              No lo haré.

-              ¡Me corro, me corro! -Gritó acelerando el movimiento de su culo-. ¡Aaaaggg, quiero correrme así todas las mañanas, siiii, aaaagggg, …! -Se dejó caer hacia mis pies, sin sacarse mi polla-.

-              ¡Rocío me voy a correr, sácatela! -Levantó el culo, luego se giró para ponerse de rodillas a mi lado y cogerme la polla justo en el momento en que empecé a correrme-. ¡Sigue Rocío, sigue, estoy lleno y tengo que vaciarme, sigue, sigue, aaaagggg, aaaggg, …!

-              Sí que tenías los huevos repletos, vaya pedazo de corrida que has tenido.

-              ¿Puedo pedirte un favor de fetichista?

-              Claro.

-              Regálame tus bragas.

-              ¡Uy que guarro! Lo haría con mucho gusto, pero ayer no llevaba ropa interior.

Nos duchamos juntos besándonos y sobándonos, desayunamos desnudos en la terraza y luego nos vestimos para llevarla en el coche.

-              ¿Dónde te llevo? -Le pregunté ya montados en el coche-.

-              Al gabinete de estética, quiero hablar con Mari Carmen.

-              De acuerdo.

-              Carlos, quiero que me llames a mí cuando tengas que retocarte la depilación. -Me dijo cuando estábamos llegando al gabinete-.

-              No dudes que te llamaré.

Nos besamos, se bajó y tras un minuto pensando en ella, arranqué el coche y volví al piso.

Al día siguiente me llamó otra vez mi hermana Paula.

-              Buenas tardes, Paula.

-              Buenas tardes, Carlos. Quiero recordarte que mañana llegará mi amiga Clara. Me ha dicho que llegará sobre la una, tiene previsto salir pronto.

-              Pues muy bien, la estaré esperando sobre esa hora.

-              Carlos, procura ser discreto con ella.

-              ¿Discreto con qué?

-              Con lo de ir en pelotas.

-              No te preocupes, Paula, que delante de ella no me quitaré el pareo.

-              Ponte mejor los pantalones.

-              Paula, me has metido a esa mujer por las puertas de mi casa ¿y ahora quieres decirme como debo vestir en mi propia casa?

-              Joder, llevas toda tu vida sin ser nudista, ¿no puedes dejar de serlo unos días?

-              Vale, Paula, lo que tú quieras. ¡Adiós!

-              Adiós, hermano, que tienes cada día peor carácter.

Me levanté temprano al día siguiente, limpié y ordené la casa, hice la cama del cuarto de invitados y luego fui a hacer la compra al supermercado. De vuelta a casa me llamó mi hermana Lola.

-              Hola, hermana.

-              Hola, Carlos. Creo que Paula te ha encajado a una amiga.

-              Sí, hija, sí.

-              Me ha dicho que está preocupada porque estés todo el día con el nabo al aire delante de su amiga.

-              ¡Tu hermana está cada día más tonta! A mí me dijo ayer que me pusiera los pantalones.

-              Pues su amiga se lo pierde.

-              ¿Qué se pierde su amiga?

-              Disfrutar de verte la polla.

-              ¡Lola, no empieces!

-              Ayer salí con un conocido a cenar.

-              Me alegro.

-              Pues yo no. ¡Qué tío más soso! Otro descarte.

-              Yo salí hace unos días a cenar con una chica.

-              ¿De qué la conocías?

-              De nada, me la presentó en el momento una conocida, amiga suya.

-              ¿Y qué tal?

-              La verdad es que muy bien, tuve mucha suerte con la chica.

-              ¿Guapa?

-              Para reventar de guapa y muy simpática.

-              ¡Qué suerte tienes, ladrón! A ver que tal te va con la amiga de Paula.

-              A mí no me tiene que ir de ninguna manera con ella.

-              Bueno, no te pongas picajoso. Suerte.

-              Gracias, un beso.

Después de recoger la compra me serví un vaso de vino y salí a la terraza a esperar la llamada de la invitada de mi hermana. Hacía un día fantástico y, al ser sábado, había bastante gente en la urbanización y por la calle, la mayoría desnudos o con un pareo. Buen recibimiento va a tener la invitada, pensé. Al rato sonó el móvil.

-              ¿Carlos? -Dijo una voz de mujer-.

-              Sí, ¿eres Clara?

-              Sí.

-              ¿Dónde estás?

-              Creo que delante de tu urbanización. -Miré hacia el lado de la calle y había un coche encima de la acera-.

-              ¿Un A1 rojo?

-              Sí.

-              Pues quédate ahí, bajo a abrirte por la puerta peatonal que está más cerca del portal del bloque. Tardo un minuto.

-              De acuerdo, gracias.

Bajé, abrí la puerta y me dirigí al coche. Justo cuando ella iba a bajarse vi que se había quedado vacío un aparcamiento, todavía más cerca de la puerta. Se lo indiqué para que aparcara. Hizo la maniobra, aparcó, se puso la mascarilla, se bajó del coche y abrió el maletero. Cada uno cogimos una maleta, yo el maletín de un portátil, ella su bolso y nos dirigimos hacia la puerta de la urbanización. Durante ese tiempo nos cruzamos en la calle con dos o tres parejas desnudas. Dentro de la urbanización, al ir a entrar en el portal del bloque, nos cruzamos con otra pareja, también desnuda. Ya dentro del ascensor, le pregunte por el viaje:

-              Pesado el viaje desde Sevilla, ¿verdad?

-              Se hace un poco largo. Yo pensaba volverme algunos fines de semana, pero creo que los voy a espaciar bastante más.

-              Con el jaleo de las maletas no me he presentado. -Le dije ya dentro del piso-. Yo soy Carlos. -Le dije quitándome la mascarilla-.

-              Yo Clara. -Me contestó quitándose también la mascarilla y dándome dos besos en las mejillas-.

-              Encantado. ¿Quieres una cerveza o un vino antes de salir a comer?

-              Mejor una cerveza, vengo con mucha sed.

Saqué una lata y la botella de vino del frigorífico, cogí un vaso para ella y nos dirigimos a la terraza. Clara tendría la edad de mi hermana Paula, unos veinticinco, morena, con mucho pelo y una cara con mucha gracia. Llevaba una camisa y unos vaqueros amplios.

-              Curioso sitio este.

-              ¿Te refieres a que la gente vaya desnuda por la calle?

-              Sí.

-              ¿Te molesta?

-              Creí que me iba a molestar más, pero la gente lo hace de manera tan natural, que sólo me ha chocado un poco. Lo que he visto del piso me ha gustado mucho. Gracias por alojarme, espero encontrar algo pronto y dejarte tranquilo.

-              No te preocupes, no hay prisa. ¿Dónde te incorporas?

-              En el centro de salud, soy enfermera, ha sido todo muy rápido con esto de la pandemia.

-              ¿Dónde quieres que vayamos a comer?

-              Si hay un sitio en la playa, lo prefiero, me encanta la playa.

-              Hay uno aquí al lado, aunque es nudista se puede estar con ropa.

-              Me parece que me voy a tener que acostumbrar.

-              ¿Vamos entonces?

-              Espera que vaya a ponerme un bañador, igual me quedo tomando el sol luego.

-              Claro, te enseño tu dormitorio para que puedas cambiarte. -Entramos en el piso y le mostré su baño y su dormitorio-. Siéntete en tu casa.

-              Gracias, eres muy amable.

Regresé a la terraza y llamé a mi hermana Paula.

-              Hola, Carlos. ¿Ha llegado ya Clara?

-              Sí, te llamaba para que lo supieras.

-              ¿Llevas los pantalones puestos?

-              ¡Vete al carajo, Paula! -Le dije y le colgué-.

Me serví otro vaso de vino, mientras esperaba a Clara. ¡Qué pesada mi hermana con los pantalones! Pensé.

-              Cuando quieras. -Dijo Clara desde la puerta de la terraza. Se había puesto un biquini bastante cortito de tela y una larga camisa semitransparente. Es bastante mona, pensé-.

-              Te voy a dar un juego de llaves, para que entres y salgas a tu aire.

-              Gracias. ¿Tú no te cambias?

-              Da igual, además Paula me ha ordenado que no me quite los pantalones. -Nos reímos los dos-.

-              Ya le diré que te de la contraorden, total esto está lleno de gente en pelotas.

Comimos, Clara se quedó en la playa y yo me volví al piso a echarme una siesta. Me levanté antes de que Clara hubiera regresado. Entró un mensaje en mi móvil, era de Paula:

“Puedes quitarte los pantalones, pero ponte un pareo”

¡Qué lucha la de Paula con los pantalones! Pensé. Me puse un pareo y fui a servirme una copa para tomármela en la terraza. Escuché la puerta de la calle, Clara debía haber vuelto. Entré en el piso.

-              ¿Quieres una copa? -Le pregunté-.

-              Sí, una ginebra con tónica. Ya veo que Paula te ha dado la contraorden. -Me dijo señalando el pareo-.

-              Menos mal, creí que iba a tener que llevar un hábito.

Preparé la ginebra con tónica y la saqué a la terraza. Clara estaba boca arriba tomando el sol. Su biquini era realmente escueto y, desde luego ella tenía cuerpo para ponérselo. Dos triángulos mínimos le cubrían las areolas y los pezones, dejando al aire el resto de sus hermosas tetas y un triángulo todavía más pequeño le cubría justo el chocho.

-              ¿Lo quieres o te lo dejo en la mesa? -Ella se incorporó y le pase la copa-.

-              Está bastante bien la playa, había gente, pero no tanta como en las playas de Cádiz o de Huelva.

-              ¿Te puedes creer que no he bajado nunca a la playa?

-              Me cuesta creérmelo, si por mí fuera estaría todo el día en la playa.

Me senté en una silla, Clara se puso de pie y me dio la espalda para recoger la toalla. Por detrás el biquini era una cinta, que dejaba todo su hermoso culo al aire. ¡El biquini es bastante más provocativo que ir en pelotas! Pensé.

-              Me siento contigo para tomarme la copa. -Me dijo-.

-              Como quieras.

Tenía el móvil en la mesa y empezaron a entrarle mensajes con fotos, eran de un número desconocido. Abrí el teléfono para ver que era. Me quedé lívido cuando empecé a ver las fotos de Rocío follando conmigo. Traté de cerrar el móvil, pero estaba seguro de que Clara ya había visto las fotos.

-              Perdona un momento, por favor, voy a rellenarme la copa. -Le dije bastante azorado, cogiendo la copa y el móvil-.

-              Claro, sin problemas.

Ya en la cocina, volví a abrir el móvil. Rocío estaba preciosa en las fotos, con una cara de vicio que calentaba sólo de verla. Después de las fotos, había otro mensaje que decía:

“Se me olvidó mandártelas, las he encontrado ahora y le he pedido a Mari Carmen tu teléfono. Ya tienes tú también mi número, llámame cuando quieras.”

Volví a mirar las fotos, la descripción que había hecho Rocío de sí misma cuando estábamos follando se quedaba bastante corta. La próxima vez quería verla así en vivo y en directo. Cerré el teléfono porque estaba empezando a empalmarme. Rellené mi vaso de whisky y volví a la terraza con un cierto bulto bajo el pareo. No podía quitarme la imagen de Rocío de la cabeza.

-              ¿Qué te incorporas mañana domingo? -Le dije a Clara sentándome-.

-              No, al final me incorporo el lunes, pero ya tenía el viaje preparado y no quise retrasarlo. -Me contestó mirándome de una manera bastante extraña-.

Sonó mi móvil. Rocío debía de haber visto que había leído sus mensajes. Salí de la terraza para contestar.

-              Hola, Carlos.

-              Hola, Rocío, que alegría oírte.

-              ¿Te han gustado las fotos?

-              No podías estar más guapa, he empezado a empalmarme al mirarlas.

-              Pues hazte una buena paja a mi salud. Por cierto, la próxima vez que nos veamos llevaré ropa interior bien guarra, para regalártela después. -Me dijo y mi comienzo de erección fue a peor-.

-              Rocío, ten caridad de un hombre maduro.

-              Por eso, te la voy a regalar, después de haberlas mojado hasta empaparlas. ¿Estás ya empalmado?

-              Casi. ¿Te dieron el trabajo en el gabinete?

-              Sí, aunque a prueba, el lunes empiezo.

-              Me alegro mucho.

Vi que Clara, con su micro biquini, entraba al piso. Estaba de lo más atractiva. Me pegué todo lo que pude a la encimera para que no viera la erección que tenía bajo el pareo. Me hizo un gesto como de que iba a ducharse. Cuando la vi entrar en el baño, me dirigí a mi habitación para estar más tranquilo, con la mala suerte de que Clara salió del baño para ir a su habitación y me pilló de frente con toda la tienda de campaña montada. No dijo nada, pero me miró a la cara como preguntándome que tipo de salido era.

-              ¿Carlos?

-              Sí, Rocío, estoy aquí, es que me he tenido que venir al dormitorio.

-              ¿Por qué?

-              Porque tengo en casa a una amiga de mi hermana pequeña, que primero me ha visto mirando tus fotos y luego me ha pillado de frente empalmado. -Rocío se partió de la risa-.

-              Pues sí que estás quedando bien.

-              Sí, de puta madre. Ya verás, como se entere mi hermana, la que me va a caer.

-              ¿Sabes que estoy desnuda en casa? Me gustó a mí lo de la otra noche. -Mi imaginación se desbocó con la imagen de Rocío andando desnuda por su casa-.

-              Te imagino y me pongo malo.

-              Ahora me estoy mirando en el espejo y sigo creyendo que tengo el ombligo muy grande y el chocho de una muñeca.

-              No me hagas sufrir, Rocío.

-              ¿Sigues empalmado?

-              Sí, más que antes todavía.

-              ¿Te estás tocando? Yo al mirarme en el espejo me he acordado de la comida de coño que me diste y me he puesto caliente para reventar. Si te cogiera ahora mismo, te ibas a enterar. -Me abrí el pareo para liberarme la polla-.

-              Carlos, perdona que te moleste, ¿podrías prestarme una toalla? -Dijo Clara al otro lado de la puerta. Lo malo era que todas las toallas estaban en uno de los armarios de mi habitación-.

-              Claro, un momento. -Le contesté-. No cortes, Rocío, espera un momento.

Dejé el móvil en la cama, traté de acomodarme la polla, me puse el pareo y saqué un juego de toallas del armario. Entreabrí la puerta para pasarle las toallas a Clara, momento en el que se me resbaló el pareo y me quedé con toda la polla al descubierto. Clara volvió a mirarme como si yo fuera un depravado cogió las toallas y se dio la vuelta, diciendo, gracias en un tono muy poco amistoso. Cerré la puerta y cogí el móvil.

-              ¿Rocío?

-              Sí, sigo aquí.

-              ¡Joder qué desastre!

-              ¿Qué te ha pasado ahora?

-              Que se me ha resbalado el pareo y me he quedado con el asta de la bandera delante de la amiga de mi hermana.

-              Pues se habrá puesto ella también calentita. Yo no sé qué me pasa, pero desde la otra noche estoy todo el día salida. ¿Te viene mal si me paso por tu casa?

Me quedé pensando. Si venía Rocío la imagen que Clara ya tuviera de mí iba a empeorar bastante, pero, por otro lado, yo estaba loco por echar un polvo con ella.

-              No, no me viene mal, me gustaría mucho que vinieras. -Dije pensando con la polla y no con la cabeza-.

-              ¿Quieres que lleve ropa interior?

-              Sí, por favor.

-              En veinte minutos estoy allí.

-              Llámame y bajo a abrirte.

-              Hasta ahora.

¡Qué les den por culo a mi hermana y a Clara! Pensé. Me di una ducha fría y me vestí, siempre tendría tiempo de desnudarme. Salí de mi dormitorio y fui a la terraza.

-              Voy a dar una vuelta para conocer esto. -Me dijo Clara desde la puerta de la terraza-.

-              Claro, hasta luego.

A los dos minutos sonó mi móvil. Era Rocío.

-              Hola, Carlos, estoy abajo.

-              Voy a abrirte, no te vayas.

Bajé los escalones de dos en dos y abrí la puerta. Fuera estaba Rocío desnuda de cintura para arriba con un pareo a la cintura y una pequeña mochila a la espalda.

-              ¡Qué guapa y que fresquita vienes!

-              Lo de fresquita será por fuera, porque por dentro vengo todo lo contrario. Además, te pareces a Paco Martínez Soria con lo de fresquita. ¿Qué haces tan vestido?

-              Cosas de la invitada, pero no te preocupes que eso tiene fácil arreglo.

Mientras dejaba pasar a Rocío vi que Clara nos estaba observando desde la acera de enfrente.

-              ¿Vamos a la cama? -Le dije a Rocío cuando entramos en el piso-.

-              Invítame primero a algo. Me acabo de poner el tanga y no está todavía lo bastante empapado.

-              No me digas esas cosas, que me he tenido que dar una ducha fría hace un rato. ¿Whisky?

-              Está bien. -Las tetas de Rocío seguían impresionándome-.

-              Si no fuera porque sé que esas tetas son tuyas, diría que es imposible que las haya creado la naturaleza. -Le dije pasándole su copa-.

Fuimos a la terraza.

-              ¿Te vas a quedar así vestido?

-              Vuelvo en un segundo. -Le dije yendo al dormitorio a desnudarme-.

Mientras lo hacía no podía dejar de pensar en lo buena que estaba Rocío y en cómo tendría ya el tanga. Me puse el pareo y volví a la terraza. Rocío estaba de pie mirando el mar. Me puse a su lado con mi copa.

-              ¿Entonces vas a trabajar en el gabinete de estética? -Le pregunté-.

-              Por ahora en pruebas. Voy a ver si puedo trabajar con Mari Carmen. ¿Me dejarás practicar contigo?

-              Por supuesto, todo por los amigos.

-              Gracias. -Me dijo volviéndose hacia mí y besándome en la boca-.

-              ¿Cómo llevas el tanga?

-              Blanco de hilo.

-              Me refiero de mojado.

-              Eres un pervertido, pero bastante mojado ya. ¿No lo hueles? -Me dijo cogiéndome la polla por encima del pareo-. Te estás alegrando ya.

-              Vamos al dormitorio ya, que va a volver la invitada y me va a coger otra vez empalmado.

-              Espera un momento. -Dijo subiéndose el pareo para quitarse el tanga-. Está bien así de mojado. -Dijo poniéndome el tanga en la nariz-.

-              ¡Joder, Rocío que barbaridad! -Le dije ya completamente empalmado-.

-              Ya podemos irnos al dormitorio. -Me dijo soltándome el pareo-.

Entramos en el piso y nos dirigimos al dormitorio, momento en que se abrió la puerta de la calle. Clara debió pillarme desnudo de espaldas y cogiendo por la cintura a Rocío.

-              Hola buenas tardes, yo soy Rocío. -Le dijo a Clara volviendo la cabeza. Jodida sociabilidad de las mujeres. Yo preferí no volverme-.

-              Yo Clara, encantada.

Entramos al dormitorio, cerré la puerta y comenzamos a besarnos apasionadamente.

-              Han sido muy pocos días, pero soñaba con estar de nuevo contigo. -Le dije, soltándole el pareo y dejándolo caer al suelo-.

-              Y yo. -Me dijo cogiéndome el culo y apretándome contra ella-.

-              ¿Dónde has puesto el tanga?

-              ¡Uy, me lo he olvidado en la mesa de la terraza, voy a recuperarlo!

Sin hacer ruido abrió la puerta del dormitorio, al minuto volvió sin el tanga.

-              ¿Qué pasa? -Le pregunté-.

-              Que no está en la terraza y estoy segura de haberlo olvidado sobre la mesa.

-              Qué raro.

-              O lo ha cogido Clara o se lo ha llevado el viento, aunque no creo que sea esto último, estaba demasiado mojado.

-              ¿Y para qué lo iba a coger Clara?

-              Igual es también fetichista de bragas mojadas. -Dijo riéndose-. Déjame los calzoncillos que llevaras puestos antes.

-              ¿Para qué los quieres? -Sabía que cuando me los había quitado llevaban una buena mancha de líquido preseminal-.

-              Para olerlos, ¿para qué iba a ser?

-              ¡Rocío, no seas marrana!

-              De marrana nada. ¿Si lo haces tú es fetichismo y si lo hago yo es una marranada?

-              No quería decir eso.

-              Pues dámelos o voy a tener que buscarlos yo. -Abrí el armario y se los di, no sin cierta vergüenza por el manchurrón que tenían-.

-              Toma, no puedo evitar segregar mucho cuando estoy muy caliente.

Rocío los miró, encontró la mancha de líquido preseminal, se la llevó a la nariz y la estuvo oliendo durante unos segundos, luego separó el bóxer de la nariz, para volver a acercárselo al poco.

-              Oye, pues está bien esto de oler a sexo. ¿Tienes todavía la polla mojada?

Me miré, tenía el capullo cubierto y el interior mojado y brillante.

-              Mucho. -Le dije-.

Rocío se puso en cuclillas, me cogió la polla, la miró y se la llevó a la boca sin descapullarla y empezó a pasar la lengua.

-              ¡Qué rico! Esto promete una buena follada. -Dijo, tiré de ella hacia arriba y la besé en la boca-.

-              Lastima haber perdido el tanga. -Le dije-.

-              Eso tiene arreglo. -Abrió el bóxer, que seguía en su mano, se lo puso y empezó a sobarse el chocho con él puesto-.

-              ¿Qué haces? -Le pregunté-.

-              Quiero que huela a los dos.

La llevé hasta el lateral de la cama y besándola la obligué a que se tumbara, luego fui bajando por su cuerpo besándolo, lamiéndolo y mordiéndolo, mientras ella gemía y suspiraba. Aparté el bóxer y empecé a comerle el chocho, mientras le acariciaba el vientre.

-              ¡Ah, como me gusta, me encanta que me comas el chocho, que bien estoy! -Murmuró-.

-              ¡Yo sí que estoy a gusto comiéndotelo!

-              ¡Sigue, Carlos, no pares de comérmelo, me voy a correr!

-              No te preocupes que no voy a parar y cuando te corras, te voy a follar, para que vuelvas a correrte.

-              Eso me suena muy bien. ¡Ahora, Carlos, sigue, aaaaggg, sigue, sigue, …! -Su chocho no paraba de segregar jugos, que yo trataba de lamerle-.

Tiré del bóxer hasta quitárselo, luego tiré de ella hacia el borde de la cama, cogí sus piernas, me las puse en los hombros y le metí la polla de una vez. Tenía el chocho tan empapado que, al bombear dentro de él, sonaba chap, chap, chap.

-              Carlos, córrete dentro, he empezado otra vez a tomar las pastillitas.

Empecé a sobarle el clítoris a la misma vez que la movía al tenerla cogida por las piernas. Cada vez que la miraba pensaba que ¿cómo era posible que me estuviese follando a una tía tan buena?

-              ¡Qué buena estás, Rocío!

-              ¿De verdad te gusto?

-              Te gusta escuchármelo, ¿verdad?

-              Mucho. ¡Estoy a punto de correrme otra vez, hazlo conmigo!

-              Yo también estoy a punto. ¡Aaaaggg, siiii, toma, toma, aaaggg! -Grité al correrme-.

-              ¡Te siento, te siento, aaaagggg, qué bueno, siiii, aaaaggg, …! -Gritó Rocío corriéndose conmigo-.

Me tumbé encima de ella todavía con la polla dentro y la besé en la boca.

-              Tu inquilina debe habernos oído, con las voces que hemos dado.

-              No lo sé y si nos ha oído que le vamos a hacer. -Le dije, girándome y tumbándome a su lado-.

-              ¿Qué hora es?

-              Las nueve menos cuarto.

-              Tengo que irme, he quedado con Mari Carmen y mi futura jefa para hablar un poco sobre el trabajo

-              Siento que tengas que irte,

-              No te preocupes, que no me vas a perder de vista.

Rocío se levantó, yo me quedé tumbado en la cama mirándola. De la pequeña mochila sacó un short y una camiseta. El short era realmente pequeño y le dejaba parte de las nalgas al descubierto, la camiseta le marcaba sus grandes tetas y sus duros pezones.

-              Estás muy guapa. -Le dije-.

-              Gracias.

Guardó el pareo y mi bóxer en la mochila.

-              ¿Te llevas mi bóxer? -Le pregunté-.

-              Ya no es tu bóxer, sino nuestro bóxer, pienso ponérmelo para dormir, cuando no lo haga desnuda.

Se peinó delante del espejo. Me puse el pareo, al salir de la habitación me di cuenta de que la puerta no estaba cerrada, valiente espectáculo le teníamos que haber dado a la invitada. La acompañé para abrirle la puerta de la urbanización. Nos besamos para despedirnos y se fue. Subí y me senté en la terraza haciendo tiempo para irme a dormir.

-              ¿Se ha ido ya Rocío? -Escuché preguntar a Clara saliendo a la terraza-.

Volví la cabeza para ver a Clara. Llevaba un pijama de pantalón corto y camisa, que podía ser de hombre o de mujer. Estaba muy atractiva.

-              Sí, había quedado. -Le contesté-.

-              ¿Es tu novia?

-              No, una amiga.

-              Es muy guapa y bastante más joven que tú.

-              Sí, a las dos cosas.

-              Lamento haber estado antes por en medio. Trataré de irme lo antes posible.

-              No te preocupes, quédate el tiempo que quieras.

-              Ah, toma esto estaba sobre la mesa y como se levantó el viento lo recogí para que no se volara. -Me dijo dándome el tanga de Rocío. Me quedé algo azorado por la situación-.

-              Gracias, se lo daré cuando vuelva a verla.

Se sentó en otra de las sillas mirando al mar.

-              ¿Hace mucho que conoces a mi hermana Paula? -Le pregunté-.

-              Bastante, desde que íbamos al instituto.

-              Entonces no hace tantos años. ¿Estás soltera?

-              No, divorciada.

-              Lo siento siendo tan joven.

-              No pasa nada, si algo no funciona lo mejor es cortarlo cuanto antes. Me dijo Paula que tú también estás divorciado.

-              Sí, pero yo erróneamente no seguí tu criterio. Si no te importa me voy a ir a la cama. Si quieres cenar algo hay cosas en el frigorífico.

-              Gracias, igual luego pico algo.

Me fui a mi dormitorio con el tanga de Rocío en la mano. Antes de guardarlo en el armario me lo llevé a la nariz noté que tenía dos olores, el de Rocío que había olido antes en la terraza y otro bastante fuerte diferente, sólo podía ser de Clara. ¿Qué habría estado haciendo Clara con el tanga de Rocío? Me aseé, me acosté y me dormí inmediatamente. Recuerdo muy vagamente que estuve soñando con el tanga, Rocío y Clara.

Me despertó el timbre del móvil. Miré la hora y eran las nueve en punto de la mañana. Me llamaba mi hermana Lola.

-              ¿Qué quieres tan temprano un domingo? -Le pregunté-.

-              ¿Te he despertado?

-              No te preocupes, estaba ya dando vueltas en la cama. Dime.

-              Es que me he acordado de ti y he pensado en llamarte.

-              ¿Y por qué te has acordado de mí?

-              Acabo de llegar a casa …

-              ¡Buena noche te debes haber pegado!

-              No ha sido para tanto. Pues eso, he llegado a casa, me he desnudado para irme la cama y al quitarme el tanga lo he olido y me he acordado de ti.

-              Lola, ¿me llamas para contarme que te huelen las bragas?

-              Claro, porque sé que te gusta.

-              Me gusta olerlas, no que me lo cuenten.

-              Me gustaría estar ahí contigo y dártelas a oler para que me follaras como un loco.

-              ¿Y qué has hecho toda la noche por ahí para que te huelan así las bragas?

-              Poca cosa, Carlos. Anoche salí a cenar con mi amiga Cristina, Después de cenar no teníamos ganas de acostarnos y nos fuimos a un pub. Allí conocimos a un maduro que estaba para comérselo, pero se me adelantó Cristina, la muy puta. Cuando cerraron el pub nos invitó a su casa. Yo dije que me marchaba para se quedaran solos ellos dos, pero Cristina se puso muy pesada con que me fuera con ellos.

-              ¿Qué fuiste de carabina a tu edad?

-              La verdad es que Cristina estaba bebiendo mucho, pensé que no podría hacer nada y que el mirlo me lo pillaría yo.

-              Muy edificante, Lola.

-              ¿Qué quieres? Tomamos un par de copas más en casa del maduro, pero a Cristina, en lugar de dormirla el alcohol, la puso perra, pero perra, perra.

-              Lola, ¿qué me vas a contar?

-              Pues lo que me has preguntado de por qué me olían tanto las bragas. Total, que ya bien de madrugada, Cristina y el maromo empezaron a darse el lote, primero besos, luego magreos y más tarde sobe mutuo de entrepiernas. Fui al baño a mear y cuando volví estaban los dos desnudos follando como cosacos.

-              ¿Y no te fuiste entonces?

-              Lo pensé, pero me gustó más quedarme a mirar y hacerme una paja. El tío era un máquina follando, casi como tú, y le estaba dando a Cristina lo suyo y lo de su prima. Yo me subí la falda, metí la mano bajo el tanga y me hice un pajote de los que hacen época viéndolos follar.

-              Lola, ¿tú crees que por mucho que hayamos follado tú y yo es normal que me cuentes esto siendo tu hermano?

-              Vale, acorto. Me quedé tan relajada con el pajote que fui yo la que me dormí. Me desperté ya amaneciendo, ellos no estaban en el salón y fui a mirar dónde estaban. Los encontré en la cama desnudos durmiendo. El tío estaba todavía empalmado, como te pasa a ti, y tenía una polla tan apetecible que no me privé de comérsela hasta que se corrió sin despertarse y yo me corrí también a la vez que él. Cogí un taxi y me vine para casa, así que fíjate como llevaba el tanga.

-              ¿Y tu amiga Cristina?

-              Yo que sé, yo la dejé durmiendo la mona. ¿Sabes lo que voy a hacer?

-              No lo sé, puede ser cualquier cosa.

-              Voy a envasar el tanga al vacío y te lo voy a mandar, para que lo disfrutes.

-              ¿A ti se te ha ido la cabeza?

-              ¡Déjame tranquila! ¿Has vuelto a ver a la chica con la que cenaste el otro día?

-              Sí, ayer me hizo una visita.

-              ¿Le has pedido ya unas bragas?

-              A ti que te importa.

-              ¿Se las has pedido?

-              Sí y me las ha dado.

-              Entonces es que vais en serio.

-              Lo que tu digas.

-              ¡Ah, otra cosa! Las niñas quieren ir a hacerte una visita, así que cuando se vaya la invitada de Paula, me lo dices.

-              ¿Tú no les has dicho que esto es nudista?

-              Claro, les he estado contando de aquello y dicen que quieren ir.

-              Tú eres su madre, así que tú veras, a mí luego no me digas que si tal o que si cual.

-              Anda, déjalo ya y me dices cuando puedan ir. Llámame cuando recibas el paquete.

-              No, si todavía serás capaz de hacerlo.

-              Que no te quepa duda, que lo haré. Adiós, hermano.

-              Adiós, hermana.

Pensé que mi hermana Lola estaba cada vez más loca y más salida. Me levanté, me aseé, me puse el pareo y salí del dormitorio. Clara estaba en la cocina con el pijama.

-              Buenos días, Clara.

-              Buenos días, Carlos.

-              ¿Has extrañado la cama?

-              Para nada, he dormido estupendamente. He hecho café, ¿quieres?

-              Sí, por favor. ¿Vas a hacer algo hoy?

-              Creo que voy a bajar a la playa en cuanto termine el café. ¿Y tú?

-              No sé si trabajar o perrear.

-              Mejor perrea, que hoy es domingo.

Clara se fue cuando terminó su café y yo me quedé en la terraza mirando el mar y leyendo. Como a las dos horas, un poco más, volvió Clara.

-              Has durado poco en la playa. ¿Hacía frío?

-              No, hace una temperatura estupenda, lo que pasa es que no me sentía cómoda.

-              ¿Qué te pasaba?

-              Estaba todo el mundo desnudo menos yo, parecía de otro planeta.

-              No te preocupes por eso, nadie repara en que lleves o no lleves bañador.

-              No es por los demás es por mí. Voy a ducharme.

Clara se fue a su dormitorio y luego la vi salir para entrar al baño envuelta en una toalla. En ese momento le sonó el móvil.

-              Hola, Paula. -Le escuché decir, debía llamarla mi hermana-.

Escuchaba sólo lo que decía Clara.

-              Bien, bien.

-              Menos bien, estar rodeada de gente desnuda me tiene excitada todo el día. -Mi hermana le debía haber preguntado por el nudismo-.

-              Si yo no los miro, pero tampoco estoy ciega. Es una sensación muy rara.

-              No, tu hermano lleva el pareo

-              Te lo paso, adiós. Carlos, tu hermana Paula quiere hablar contigo.

Me levanté y entré en el piso. Clara me pasó su móvil y entró al baño.

-              Hola, Paula, ¿qué quieres?

-              Qué no vayas en pelotas cuando estés con Clara.

-              ¡No voy desnudo, no me des más el coñazo con el tema, que además estoy en mi casa! ¿Algo más?

-              No, nada más, ¿no podías haber escogido vivir en otro sitio?

-              Vivo dónde me apetece, yo no te digo a ti dónde tienes o no que vivir.

-              Eres un desagradable. -Me dijo y colgó-.

Fui a dejar el móvil de Clara sobre la mesa, pero debí tocar algo sin querer en la pantalla y salió una foto suya desnuda, sólo con un tanga que parecía el de Rocío puesto. ¿Qué hacía esta con el tanga de Rocío puesto y haciéndose un selfie? Dejé el móvil boca abajo en la mesa y al ir a volverme a la terraza vi sobre la cama de Clara el tanga de su biquini. Sabiendo que no debía hacerlo, entré en el dormitorio, lo cogí y me lo llevé a la nariz para olerlo. ¡Uufff, vaya tela! Pensé cuando lo olí, sí que debe estar todo el día caliente. Lo volví a dejar sobre la cama y al salir de su dormitorio escuché un gemido muy fuerte procedente del baño. ¡Joder con el pajote que se debe estar haciendo! El olor del biquini y saber que Clara se estaba haciendo una paja me excitó y empecé a empalmarme. Cogí mi móvil y fui a mi dormitorio para hacerme yo también una paja con las fotos de Rocío follando conmigo.

-              ¡Qué buena está! -Susurré admirando la primera foto, empezando a sobarme el nabo ya empalmado, tras quitarme el pareo-.

Me senté en la cama frente al espejo para hacerme la paja. De pronto se abrió la puerta y entró Clara envuelta en la toalla.

-              ¿Tú que haces mirándome el móvil? -Me preguntó con cara de mucho cabreo, mientras yo trataba de taparme-.

-              Yo no te he mirado el móvil y se llama antes de entrar.

-              ¿Entonces por qué está esta foto en la pantalla?

-              No lo sé, pero yo también podría preguntarte sobre la foto. ¿Qué hacías con el tanga de Rocío puesto?

-              ¡Ese no es el tema!

-              Clara, vamos a tranquilizarnos y, por favor, sal de mi habitación para que pueda vestirme.

-              Sí, porque parece que tuvieras dieciséis años, cascándotela como un mono. -Me dijo y salió sin cerrar la puerta-.

Yo decidí no contestarle a lo último que me había dicho, aun cuando ella, minutos antes, se estaba haciendo una paja de época en el baño. Desde luego, no quedaba ni resto de mi erección. Cerré el móvil, me puse el pareo y salí del dormitorio. Clara debía estar vistiéndose en el suyo. Miré la hora, las doce y media, y me serví una copa de vino blanco. Al poco salió Clara de su habitación vestida con un pantalón corto y una camiseta.

-              Clara, te juro que yo no te he mirado el móvil. Cuando he terminado de hablar con mi hermana, he ido a dejarlo sobre la mesa y ha salido la foto, cosas de los móviles.

-              No te preocupes, te creo, discúlpame por pensarlo y por haber invadido tu intimidad.

-              Disculpada. ¿Quieres una copa de vino o una cerveza?

-              Mejor un vino. Perdona, pero esto de estar en una zona en la que la gente va en pelotas me tiene muy alterada, en todos los sentidos. Te agradezco tu hospitalidad, pero mudarme cuanto antes se ha convertido en una prioridad.

-              Parece mentira el miedo que sentimos al cuerpo humano, pese a que, en definitiva, todos son iguales al tuyo o al mío.

-              Puede ser, pero la educación y la religión pesan mucho.

-              ¿Eres muy religiosa?

-              No, ahora diría que nada, pero me educaron en un colegio de monjas y las represiones que te inculcan no se quitan con facilidad. Mi expareja me lo echaba en cara a menudo.

-              ¿Cómo era tu exmarido?

-              Yo no he dicho que fuera un hombre, me casé con una mujer.

-              Perdón por el error.

-              No pasa nada. Durante algunos años creí que era lesbiana y al final lo soy, pero no tanto como creía.

Sonó mi móvil era Rocío.

-              Hola, Rocío. ¿Qué tal ayer?

-              Bien, fue una cena entretenida e instructiva.

-              Me alegro.

-              Estoy abajo, ¿me invitas a comer en tu casa?

-              Claro, bajo a abrirte, comeremos con Clara también.

-              Por mí perfecto.

Rocío venía sólo con el pareo a la cintura. Nos dimos un pico en la boca y subimos.

-              ¿Qué quieres tomar? -Le pregunté al entrar-.

-              ¿Tú que estás bebiendo?

-              Vino blanco.

-              Pues otro para mí.

Cogí una copa y la botella y salimos a la terraza.

-              Hola, Clara. -Le dijo acercándose para besarla en las mejillas-.

-              Hola, Rocío

-              ¿Qué estabais haciendo? -Preguntó Rocío-.

-              Hablando un poco de todo. -Le contestó Clara-.

-              Si interrumpo algo me voy.

-              No, en absoluto.

Rocío estaba deslumbrante y Clara no le quitaba la vista de encima.

-              Voy a poner el pescado en el hormo, es grande y va a tardar un rato.

-              ¿Te ayudo? -Dijo Clara-.

-              No hace falta.

-              Da igual, te acompaño. -Me contestó levantándose-.

Rocío se quedó en la terraza y Clara y yo entramos.

-              Esta chica es realmente muy atractiva. Contradice lo que has dicho antes de que todos los cuerpos son iguales. -Me dijo mientras yo ponía el horno a calentar-.

-              Sí que es muy guapa.

-              ¿Te importa si le entro? -Me extrañó la pregunta-.

-              A mí no me tienes que preguntar eso. Yo soy más que un amigo suyo. Cuida de ella es una mujer muy confiada.

Clara volvió a la terraza, me quedé con la cabeza bastante confusa. ¿Cómo querría Clara montárselo? ¿Cuál sería la reacción de Rocío? Me quedé en la cocina mientras el horno terminaba de calentarse para meter el pescado. Al volver a la terraza, Clara le decía a Rocío.

-              ¿Sabes que eres una chica muy guapa?

-              Entre Carlos y tú, me lo voy a terminar creyendo.

-              Pues créetelo, porque es la verdad, además, te lo habrán dicho muchas veces.

-              Alguna vez cuando trabajaba en el pub, pero yo no me lo creía porque mi exnovio no me lo decía nunca.

-              Sería ciego.

-              No, la vista la tenía bien, se pasaba el día tumbado viendo la tele.

-              Cuando queráis vais poniendo la mesa para comer. -Les dije, entre otras cosas para terminar con las historias del penco del exnovio de Rocío-.

Se levantaron las dos y fuimos a la cocina, ellas a por las cosas de la mesa y yo a mirar como iba el pescado. Clara seguía sin quitarle la vista de encima de Rocío, tanto que al final esta terminó dándose cuenta.

-              ¿Tú te has dado cuenta como me mira Clara? -Me dijo en un momento en que nos quedamos a solas-.

-              Bueno, ya sabes que hay personas que son un poco menos disimuladas mirando a otras.

-              Puede ser, pero a mí no me parece eso.

-              ¿Entonces, qué te parece a ti?

-              No sé, como si le extrañara o le molestara mi presencia aquí.

-              Te puedo asegurar que no es eso.

Nos sentamos a comer, Clara seguía sin quitarle la vista de encima a Rocío, hasta que finalmente esta le dijo:

-              Clara, ¿te pasa algo conmigo?

-              No, ¿por qué?

-              No dejas de mirarme.

-              Chica, eres tan atractiva que se me van los ojos. Perdona si te he molestado.

-              No pasa nada. Tú también eres una mujer muy atractiva. ¿Verdad Carlos?

-              Sí, tengo mucha suerte de estar comiendo con dos mujeres tan guapas.

-              ¿Tú te sientes atraída por las mujeres? -Le preguntó Rocío a Clara-.

-              Cuando son como tú, sí. ¿Tú no?

-              No lo sé, la verdad es que no lo he pensado.

-              Eso no hay que pensarlo, es una sensación. Muy rico el pescado, Carlos.

-              Gracias, pero yo no he hecho más que ponerlo al horno el tiempo y a la temperatura que me ha dicho la pescadera. Voy a por otra botella de vino. -Dije y fui hacia la cocina llevándome mi plato, pues ya habíamos terminado-.

-              Ahora que lo has dicho, creo que sí, que alguna vez me he sentido atraída por alguna mujer, como ahora por ti. -Dijo Rocío y yo me quedé con la oreja puesta en la conversación-.

-              ¿Has estado con alguna mujer?

-              No.

-              ¿Y no te lo has planteado?

-              ¿Me estás tirando los tejos?

-              Estarás acostumbrada a que lo hagan los hombres, ¿por qué no alguna mujer?

-              No te creas que estoy tan acostumbrada. Cuando tenía novio no daba pie a que eso pasara.

-              ¿Y desde que no tienes novio?

-              Pues tampoco. Ahora no es que no de pie, es que hace muy poco que hemos roto.

-              ¿Te molesta que me haya insinuado?

-              Nome molesta, es que me extraña que te hayas fijado en mí.

Se hizo un largo silencio entre las dos. Ya no podía seguir retrasándome más en la cocina y fui hacia la terraza tras descorchar la botella. Desde el salón vi como Clara estaba inclinada hacia Rocío, besándola en la boca. Intencionadamente hice algo de ruido y Clara volvió a su posición. Rocío tenía cara de perplejidad. Antes de sentarme recogí la bandeja del pescado para llevarla a la cocina. Rocío cogió su plato y el de Clara y me acompañó a la cocina.

-              Carlos, Clara me ha besado en la boca.

-              ¿Te ha molestado?

-              No, me ha gustado.

-              Pues estupendo, ¿no? -Había empezado a imaginarme a las dos desnudas comiéndose las tetas-.

-              No he estado nunca con una mujer y ahora siento atracción y curiosidad. ¿Te molesta si le sigo la corriente?

-              ¿Quieres que os deje a solas?

-              No, parte del morbo es que nos veas.

La polla me dio un brinco bajo el pareo.

-              ¿Por qué te da morbo que te vea con otra mujer?

-              Me parece de película porno y eso me pone mucho. ¿A ti no?

-              Claro que me pone a mí también. Vuelve a la terraza con Clara mientras yo recojo esto.

Rocío me dio un beso en la boca y se marchó a la terraza. Yo me quedé pensando en la que se podía liar esa tarde e intentando controlar mi erección por el momento. Les di cinco minutos y me asomé a la terraza. Clara y Rocío estaban de pie abrazadas besándose.

-              ¿No queréis más vino? -Les dije al entrar-.

Clara trató de separarse de Rocío, pero esta, bastante más alta, la mantuvo abrazada.

-              Sí, pero ya en la bañera. -Contestó Rocío-.

-              No hay bañera, sino plato de ducha. -Dijo Clara-.

-              ¿No has visto el baño de Carlos?

-              No.

-              Pues vamos. Carlos, coge la botella y los vasos y síguenos.

Rocío le pasó el brazo por la cintura a Clara y esta le respondió con el mismo gesto. Por el camino Clara volvió a besar a Rocío y yo le di rienda suelta a mi erección.

-              Ves cómo hay bañera, aunque yo no la he probado todavía. -Le dijo Rocío a Clara-.

Dejé las copas y la botella en la encimera del lavabo y comencé a llenar la bañera, mientras ellas volvían a besarse.

-              ¿Queréis que os deje a solas? -Pregunté, deseando que Rocío se mantuviera en que no-.

-              Rocío ha impuesto como condición que tú estuvieras presente. A mí me parece bastante pervertido. No sabía que fueses un mirón. -Me contestó Clara y yo decidí no contestarle a ella-.

Rocío se quitó el pareo y se quedó preciosa desnuda. Luego volvió a besar a Clara y tiró de su camiseta hasta sacársela por la cabeza, llevaba un sujetador bastante ligero del mismo color naranja de la camiseta. Clara se soltó los pantalones cortos, que cayeron al suelo sin esfuerzo, dejando al descubierto un pequeño tanga blanco. Clara, en ropa interior, estaba muy apetecible. Siguieron besándose, mientras Rocío le soltaba el sujetador, que se deslizó por los brazos de Clara, tenía unas areolas grandes y rosadas y los pezones muy carnosos. Cerré los grifos de la bañera cuando se llenó.

-              El agua está lista. -Les dije-.

Rocío fue hacia la bañera y empezó a meterse dentro, mientras Clara se quitaba el tanga y me lo lanzaba.

-              Huélelo y verás. -Me dijo-.

El tanga tenía la entrepierna empapada, me lo llevé a la nariz. El olor era delicioso a mujer muy caliente. De rodillas las dos en la bañera, Clara le cogió las tetas a Rocío y comenzó a besárselas y a lamerle y morderle los pezones, mientras Rocío le sobaba el clítoris con una mano. Me quité el pareo, tenía la polla como un palo, las miraba a la misma vez que me delectaba con el olor del tanga de Clara.

-              Estáis preciosas. -Les dije sin recibir respuesta-.

Clara le pidió a Rocío que se sentara en el borde de la bañera para poder comerle el coño. La cara de Rocío era de sentir un placer enorme, de vez en cuando me miraba fijamente mientras gemía y suspiraba. Yo empecé a sobarme el nabo, que segregaba tanto líquido preseminal, que goteaba en el suelo. Tenía una calentura tremenda. De vez en cuando me preguntaba cómo había sido posible el cambio que había dado mi vida, de una existencia casi asexuada a estar ahora viendo a dos mujeres follando o a liarme con mi hermana o a disfrutar de mujeres como Natalia o Raquel o ahora de Rocío, una joven tan atractiva como caliente.

-              Clara, si sigues me voy a correr. -Dijo Rocío-.

-              Hazlo, yo ya me he corrido.

-              Carlos, mírame, quiero que veas como corro.

-              Ya te miro y me excita mucho, no lo ves como estoy.

A Rocío se le cambió la cara, de mostrar estar sintiendo un gran placer a ponerse roja y tensa, hasta que empezó a gritar:

-              ¡Aaaagggg, sigue, sigue Clara, sigue, aaaagggg, me corro, me corro, sigue, sigue, …!

No pude aguantar más y me corrí yo también lanzando chorros que fueron a caer al suelo, apoyándome, al terminar, con el culo en la encimera del lavabo.

-              ¿Te ha gustado? -Le preguntó Clara a Rocío-.

-              Mucho, ha sido una comida de coño gustosísima, tanto que casi me caigo cuando me he corrido.

-              Ves como está muy bien el sexo entre mujeres.

-              Yo creo que estaría mejor entre los tres. ¿Tú no lo crees también? -Le contestó Rocío-.

-              Si tú quieres, vale, pero yo sigo sólo contigo.

-              Como quieras. Carlos, vente a la bañera con nosotras y fóllame. Clara, déjame que te devuelva la comida de coño que me has hecho.

Mientras yo me metía en la bañera, Clara se sentó en el borde con las piernas muy abiertas. Tenía un chocho pequeñito, pero muy carnoso. Rocío se puso a cuatro patas entre sus piernas y yo me puse de rodillas detrás de ella. Su espalda y su culo eran preciosos. Le abrí los cachetes del culo, me flexioné y empecé a sobarle el clítoris con la mano y a lamerle el ojete, lo que hizo que me pusiera todavía más caliente.

-              Carlos, me estás matando del gusto, pero ten cuidado no te vaya a doler la espalda. -Me dijo Rocío-.

-              ¿Me va a doler la espalda de comerte el culo cinco minutos y no de estar sentado frente al ordenador trabajando ocho horas al día?

-              Bueno, pero ten cuidado.

Hasta el ojete de Rocío era una preciosidad. Desde luego su creador había querido que su obra fuera perfecta.

-              ¿He aprendido a comértelo bien? -Le preguntó Rocío a Clara-.

-              Lo tuyo es talento natural, es de las mejores comidas de coño que me han hecho, parece que tuvieras dos lenguas.

-              Carlos, fóllame ya, que estoy otra vez a punto.

-              Córrete así primero y luego te follo.

-              No sé si seré capaz de correrme dos veces más.

-              Yo creo que sí.

-              ¡Aaaaagggg, Carlos, sigue con el clítoris, sigue y no dejes de chuparme el culo, aaaagggg, qué bueno, aaaagggg, …! -Gritó Rocío al correrse-.

Me había llenado la mano de jugos, debía tener el chocho empapado. Me incorporé, me acerqué a ella y le metí la polla entera de una vez.

-              ¡Aaaaaggg! -Gritó Rocío al notarla entera en su interior-.

-              ¡Sigue Rocío, sigue, no pares ahora! -Le dijo Clara que tenía cara de estar en la gloria-.

-              Carlos, fóllame más fuerte. -Me dijo Rocío y yo traté de complacerla, aunque ya le estaba dando unos empujones que sonaban como palmas-.

-              ¿Te gusta más así?

-              A mí me gusta que me folles de todas las maneras.

-              ¡Me corro, sigue Rocío, quiero que sea muy largo! -Dijo Clara-.

-              Me voy a correr, Rocío. -Le dije-.

-              Dame golpes en el culo, que yo también me voy a correr otra vez.

Empecé a darle golpes en el culo con las dos manos, primero suave, pero luego perdí el control y empecé a golpearla con fuerza.

-              ¡Sigue pegándome así, aaaagggg, me corro, sigue, sigue, aaaggg, siiiii, aaaagggg …! -Gritó Rocío-.

-              ¡Aaaagggg, me corro, me corro, aaaggg, toma, toma, …! -Grité yo al correrme por segunda vez-.

Nos sentamos los tres en la bañera exhaustos.

-              Me ha encantado esto de hacer un trío, tenemos que repetir. -Dijo Rocío al cabo del rato-.

El viernes de esa semana, es decir, cinco días después Clara se mudó a un apartamento que había alquilado en la zona textil. Durante la semana Rocío me llamó varias veces, pero no pudimos vernos por su nuevo trabajo, al que estaba dedicada en cuerpo y alma. Cuando Clara se hubo marchado llamé a mi hermana Lola.

-              Hola, hermana.

-              Hola, Carlos.

-              Me dijiste que te comentara cuando se hubiera ido la invitada, pues hace un rato acaba de salir por la puerta.

-              ¡Qué contentas se van a poner las niñas, están deseando ir!

-              ¿Estás segura de dejarlas venir?

-              Claro que sí, les va a venir muy bien para que se les quiten las tonterías de la edad.

-              ¿Y su padre que dirá?

-              ¡A mí que me importa lo que diga!

-              Pues allá tú.

-              Voy a sacarles el billete de avión para que se vayan antes de que empiece el curso. Te llamo y te digo cuando van.

(Continuará)