Mi familia me visita de vez en cuando 2

La presión de mi hermana Lola para que follemos se incrementa por momentos, hasta que inocentemente le descubro mi fetichismo. En medio conocemos a unas vecinas, que son unas chicas muy particulares.

(Queridos lectores, es muy conveniente leer la primera entrega del relato para comprenderlo del todo. Que lo disfrutéis.)

Me desperté con el sol ya fuera, antes de abrir los ojos traté de recordar lo que había pasado al final de la tarde del día anterior, pero mis recuerdos terminaban cuando había tenido que depilarle el chocho a mi hermana. Abrí los ojos, giré la cabeza y vi que mi hermana estaba acostada a mi lado. ¿Qué coño paso ayer? Me pregunté bastante angustiado, mientras me incorporaba en la cama. Como me sucedía últimamente, estaba empalmado al despertarme.

-              Lola, Lola. -Dije a la misma vez que le movía el hombro para despertarla-.

-              ¡Qué dolor de cabeza tengo! -Dijo ella poniéndose boca arriba sin abrir los ojos-.

-              ¿Lola, qué pasó anoche?

-              Qué nos emborrachamos o eso creo. ¿Qué haces en mi cama?

-              Yo no estoy en tu cama, estás tú en la mía.

-              ¡Qué más da! La cuestión es porqué estamos en la misma cama y los dos desnudos. ¿Qué le ha pasado a mi chocho? -Preguntó levantando la sábana y mirando debajo-.

-              Ayer te empeñaste en depilártelo.

-              ¡Joder, que borrachera debía tener!

-              ¿Hasta dónde te acuerdas de lo que sucedió ayer tarde?

-              Espera que lo piense. Ah, sí, hasta que te vi depilado y empalmado. ¿Por qué?

-              Porqué yo recuerdo hasta la depilación. Estaba tratando de poner las cosas en pie, pero tú no me vas a ser de mucha ayuda. ¿Quieres un café y un calmante?

-              Sí, por favor, la cabeza me va a estallar. -Eché la sábana hacia atrás. Seguía empalmado-. ¿No estarás así desde ayer? -Me preguntó mi hermana cuando vio mi erección-.

-              Espero que no, si no, es para empezar a preocuparse. Quédate en la cama mientras hago el café.

Preparé la cafetera, mientas se hacía el café estuve dándole vueltas a la cabeza, tratando de recordar si había pasado algo más entre Lola y yo. Serví el café en dos tazas, busqué un calmante y al darme la vuelta para ir al dormitorio, vi a mi hermana desnuda en la puerta. Estaba preciosa y tentadora.

-              ¿Carlos, cómo pude depilarme con la borrachera que tenía?

-              Te empeñaste en que yo te ayudara.

-              ¿Que yo me empeñé en que me ayudaras a depilarme el chocho?

-              Sí, Lola, y te pusiste pesadísima.

-              No puedo beber. ¿Sucedió algo más?

-              No lo recuerdo, pero creo que no, por eso te he preguntado antes. -Le contesté pasándole la taza de café y el calmante-.

-              ¿No te pones nada?

-              ¿Y tú?

-              No, estoy bien así, pero yo no tengo la polla como un palo.

-              ¿Te molesta ahora? Ayer te empeñaste en que te la enseñara.

-              Vamos a dejarlo.

Lola cogió su taza y el calmante, se fue a la terraza a tomárselo y yo la seguí con mi café.

-              Me gusta esto de ir desnuda por el piso y poder salir desnuda a la terraza. Me da una sensación de libertad enorme. -Me dijo de pie, apoyada en la barandilla mirando al mar-.

-              Sí, es como quitarse de encima muchas represiones.

-              Creo que tú y yo no nos veíamos desnudos desde que mamá dejó de bañarnos juntos.

-              Yo a ti no, pero según me dijiste ayer, con catorce años te dedicabas a espiarme en la ducha.

-              Ayer debí estar muy imprudente.

Me puse a su lado, le pasé un brazo sobre los hombros y le di un beso en la mejilla.

-              Te quiero mucho, hermana.

-              Y yo a ti, hermano. -Me contestó cogiéndome la mano que tenía sobre sus hombros-.

-              ¿Qué quieres que hagamos?

-              Nada, sólo quiero seguir desnuda, tomar el sol y olvidarme del resto del mundo.

-              ¿Llamaste ayer a Paula?

-              Creo que no.

-              Pues deberías hacerlo y contarle lo de tu separación. -Le dije pasándole su móvil, que se había quedado sobre la mesa la tarde anterior-.

-              Tienes razón. -Me dijo, buscó el número de nuestra hermana pequeña y la llamó-.

-              Hola Lola, ¿pasa algo? -Podía oír la conversación entre las dos-.

-              Sí, mi marido me ha puesto los cuernos y lo he echado de casa.

-              Me alegro infinitamente. Por los cuernos no, pero sí de que, por fin, lo hayas mandado a la mierda. ¿Cómo estás?

-              Bien, me he venido a ver a Carlos y estar unos días con él.

-              ¿Al sitio donde la gente en bolas?

-              Sí claro, donde si no.

-              ¿Y qué tal?

-              Ahora mismo estamos los dos desnudos en la terraza del piso, mirando el mar.

-              ¡Qué modernos mis hermanos mayores!

-              ¿Algún problema?

-              Sí, que me gustaría estar ahí con vosotros y no trabajando.

-              Mañana te llamo con más tiempo. Un beso.

-              Otro para ti, hermana.

Lola colgó, dejó el teléfono de nuevo en la mesa y se quedó pensativa.

-              ¿Crees que he debido decirle que estábamos los dos desnudos? -Me pregunto pasado un minuto-.

-              Si se lo has dicho es porque querías decírselo, así que no te inventes problemas ahora. Tengo que ir al supermercado a comprar algunas cosas.

-              ¿También va la gente en pelotas al supermercado?

-              No, está fuera de la zona nudista.

-              Entonces no te acompaño. -Me dijo riéndose-.

-              Te estás picando con lo del nudismo.

-              Es posible. ¿Hay piscina en la urbanización?

-              Sí. Es el único sitio donde es obligatorio ir desnudo, pero me parece que eso ya no es un problema para ti. Voy a arreglarme.

-              ¿Cuándo bajes me indicas dónde está la piscina?

-              Por supuesto.

Lola se vino al baño conmigo.

-              Voy a volver a espiarte mientras te duchas. -Me dijo sentándose en el borde de la bañera-.

-              Esta vez no es espiarme, sino mirarme descaradamente.

-              Me gustaba más espiarte, tenía más morbo.

-              ¿Cuándo dejaste de hacerlo?

-              Cuando tú empezaste a cerrar la puerta. ¿Le has dado ya uso a la bañera?

-              Sí, con una mujer espléndida.

-              Vas a tener que hacerlo también conmigo o me pondré celosa.

-              Lola, no empieces, que te conozco.

Bajamos, ella desnuda con la toalla en la mano y yo vestido. Le indiqué el sitio de la piscina y me fui al supermercado. A la vuelta miré a ver si estaba todavía en la piscina, pero no había nadie.

-              Hola, hermana. -Dije al abrir la puerta, sin recibir contestación-.

Dejé las bolsas en la encimera de la cocina y fui a buscar a Lola. Se escuchaba un leve zumbido que provenía de mi dormitorio. La puerta estaba entreabierta y miré al interior. Mi hermana estaba desnuda encima de la cama con los ojos cerrados masturbándose con el succionador de clítoris. Abrió los ojos y debió verme.

-              Coño, Lola, ¡cierra la puerta! -Le dije cerrándola yo, con la imagen de mi hermana masturbándose en la cabeza-.

Me fui a ordenar las cosas que había comprado, pensando en lo salida que estaba mi hermana a sus cuarenta y cinco años.

-              La había dejado entreabierta para que me vieras al llegar. -La escuché decir a mi espalda-.

-              Coño, Lola, a mí me da igual que te hagas una paja o cuarenta si estás excitada, ahora que quieras que yo te vea no parece normal. -Le dije sin volverme hacia ella-.

-              ¿No te ha excitado verme?

-              ¡Claro que me ha excitado, pero no me parece normal que un hermano mire a otro mientras se masturba! -Le dije volviéndome para verla-.

-              Me daba mucho morbo que me vieras. Yo te miraba cuando tú te hacías pajas en la ducha.

-              La diferencia es que yo no me las habría hecho de saber que tú me estabas mirando. Tienes que controlar la calentura que gastas, parece que tuvieras dieciocho años.

-              ¡Ya te dije ayer que no pienso controlar nada, que no me voy a reprimir más, que estoy harta de hacerlo! Como hermano, en vez de reprenderme, deberías preguntarte porqué estoy así de caliente y ayudarme.

-              Tienes razón, Lola, no soy quién para reprenderte.

-              ¿Me invitas a una cerveza?

-              Claro, a mí también me vendrá bien. -Le dije sacando un par de latas del frigorífico y sirviéndolas en dos vasos-.

-              Estás empalmado, se te ha formado un buen bulto.

-              Deja mi empalmadura, vamos a sentarnos en la terraza y me explicas porque estás tan salida.

-              ¿Qué quieres que hagamos un sicodrama?

-              No, quiero entenderte para poder ayudarte. A mí me parece bien que seas una mujer muy pasional, yo también soy un hombre pasional, pero creo que tienes que enfocarlo en otra dirección. -Le dije ya sentados los dos en la terraza-.

-              ¿Te vas a quedar vestido mientras yo estoy desnuda?

-              Está bien. -Le dije, fui a desnudarme y volví a la terraza con la polla muy morcillona y todavía con la imagen de mi hermana masturbándose en la cabeza-.

-              Carlos, yo fui de joven una mujer muy pasional. Me tenía que masturbar a diario y a partir de los dieciséis me tiraba a todo el que se ponía por delante. Al principio con mi marido no me fue mal, pero a partir de tener a las niñas nuestra vida cambió, entré en una especie de letargo sexual. Yo misma me reprimía y el idiota de mi marido no me ayudaba demasiado a liberarme de la represión.

-              Conozco el caso, con la diferencia de que yo no tuve tanto éxito de joven como tendrías tú.

-              La cosa es que parece que haya ido acumulando el deseo sexual durante años y de pronto este rollo nudista los ha descorchado, como si fueran una botella de champán.

-              Te comprendo, pero nosotros somos hermanos y de ninguna forma voy a estropear nuestro cariño.

-              Carlos, tu me has gustado siempre como hombre.

-              Eso ya me lo dijiste ayer.

-              Sí, efectivamente debí estar muy indiscreta. ¿Y yo no te he gustado como mujer?

-              A mí ni se había pasado por la cabeza hasta ayer, cuando te vi desnuda y con ganas de guerra. ¿Quieres que llame a una amiga que está en el rollo liberal?

-              No o, mejor dicho, por ahora no. Quiero empezar mi nueva vida sacándome la espina que tengo clavada de la anterior.

-              No te entiendo.

-              Mí deseo permanente era follar contigo y quiero satisfacerlo. Yo no estoy enamorada de ti ni nada de eso, lo mío es puro deseo sexual.

Me quedé de piedra con la confesión de mi hermana.

-              ¿Por eso te comportaste ayer así?

-              Sí, traté de excitarte para que no me vieras como tu hermana, sino como una mujer atractiva y caliente.

-              Pues lo conseguiste, tanto que nos corrimos los dos cuando te ayudé a depilarte. Déjame pensarlo, Lola.

-              No, si te lo piensas nunca lo haremos. Tiene que salir de la pasión no de la razón.

-              Lola, ayer me lo pasé muy bien contigo, hasta que empezaste con la depilación. No lo estropeemos.

-              Hermano, te voy a estar excitando hasta que lo consiga.

-              ¿Tú no sabes que tu hermano puede ser un cartujo? -Le dije riéndome-.

-              ¿Y tú no sabes lo puta que tu hermana puede llegar a ser? -Me contestó Lola riéndose-.

-              ¡Pues vaya plan que tenemos por delante! ¿Comemos en casa o en el chiringo?

-              En el chiringo, me apetece lucir mis tetas y mi depilado chocho.

-              Eres tremenda.

Me puse el pareo, Lola sólo lo cogió para sentarse, llevándolo en el hombro, cuando fuimos andando a comer.

-              ¿Vas a ir por la calle en pelotas? -Le pregunté-.

-              No pienso vestirme hasta que me vaya, quiero mantenerte calentito.

Al entrar en el chiringo, que estaba casi lleno, vi a Natalia y a Juan sentados en una mesa.

-              Vamos a saludar a los dueños del piso. Son liberales y muy simpáticos. -Le dije a Lola-.

-              Él no está mal, pero ella está tremenda. -Me contestó Lola-.

-              Carlos, que alegría encontrarnos. -Dijo Natalia levantándose y dándome un pico en la boca-.

-              Alegría la mía. Permitidme que os presente a mi hermana Lola, ellos son Natalia y Juan. -Lola besó en las mejillas a los dos-. Creía que no ibais a venir.

-              Nos ha invitado Raquel a pasar unos días en su casa. Lola, no nos había dicho Carlos que tuviera una hermana nudista.

-              No os lo podía decir porque lo soy desde ayer, no veis las marcas del biquini. Me ha encantado y me pirra lucir el palmito.

-              Di que sí, sobre todo con un palmito tan estupendo que lucir. -Le dijo Juan-.

-              Gracias. -Le contestó mi hermana-.

-              Nosotros estamos terminando de comer, sentaros, tomáis algo y os quedáis con la mesa, nosotros nos tenemos que ir. -Dijo Natalia-.

-              No queremos molestar. -Le dije-.

-              Carlos, no digas tonterías. -Me contestó Natalia-.

Nos sentamos en las dos sillas libres. Lola empezó a hablar con Juan y Natalia conmigo.

-              Totalmente integrados por lo que veo. -Me dijo Natalia-.

-              A mí me costó un poquito, pero mi hermana ha sido de ayer a hoy.

-              Muy guapa tu hermana.

-              Sí, es de lo mejor de la familia. ¿Qué tal Raquel?

-              Muy bien. El negocio se ha animado, por fin, y va saliendo de la crisis. Por cierto, me comentó que la habías invitado a comer.

Mientras Natalia hablaba, yo más que mirarla la admiraba. En un momento reparé que ella y mi hermana tenían bastante parecido físico. La verdad es que eran las dos mujeres más guapas y atractivas de chiringo.

-              Sí, quería agradecerle todo lo que había hecho por mí.

La camarera vino a traer la cuenta y a terminar de retirar los platos. Le dije que nos íbamos a quedar a comer.

-              Natalia, me voy a quedar con el piso, ya no tengo ninguna duda.

-              Me alegra, hablaré con Raquel para nos ponga de acuerdo para firmar la escritura. Gracias por comprarlo.

-              No, gracias a ti por vendérmelo.

Natalia y Juan se levantaron para marcharse. Nos despedimos con un beso y Juan dijo:

-              Es una pena que nos tengamos que ir, podríamos haber tomado una copa como el otro día.

-              A ver si podemos quedar y nos vemos con más tiempo. -Les dije yo-.

Se pusieron sus pareos y se marcharon. Lola y yo volvimos a sentarnos. Pedimos la comida y una botella de albariño.

-              ¡Qué mujer más atractiva Natalia! ¿Has follado con ella?

-              Lola, eso no se cuenta.

-              Entonces es que sí. Tienes suerte, jodío, hasta a mí me apetecería pasar un buen rato con ella.

-              ¿Eres redonda?

-              Yo ya no renuncio a nada.

-              ¿Has tenido experiencias con otras mujeres?

-              Estás muy preguntón. ¿Te acuerdas de Lucía?

-              Ahora mismo no.

-              Sí, hombre estuvo un tiempo viniendo a casa a ayudarnos con las tareas.

-              Levemente, una mujer rubia como de treinta años.

-              Eso es. Yo entonces tenía dieciséis años y estaba deseosa de tener experiencias de todo tipo. Me di cuenta, que ella me miraba mucho las tetas, ya las tenía bastante desarrolladas y duras como piedras.

-              ¿Me tienes que contar eso?

-              Tú me has preguntado y yo te estoy contestando, por eso los detalles de la narración serán los que yo quiera.

-              De acuerdo, Lola, que remedio me queda.

-              Un día que estábamos las dos solas en casa, me quedé desnuda en mi dormitorio con la puerta abierta, sabiendo que ella debería pasar por delante, como así fue. Se quedó mirándome sorprendida por la situación y yo le devolví la mirada sin hacer nada por cubrirme. Tienes un cuerpo muy bonito, me dijo. ¿Te lo parece? Yo creo que tengo las tetas demasiado grandes para mi edad. Ella entró en la habitación, llevaba una falda corta y una camiseta lo bastante ajustada para saber que no llevaba sujetador. ¿Te gustan las mujeres? Me preguntó. No lo sé, no he estado con ninguna. ¿Y a ti te gustan las mujeres? Mucho, no me gustan los hombres, son demasiado rudos, adoro acariciar a las mujeres y que ellas me acaricien. Se acercó a mí, me besó en la boca y me cogió las tetas delicadamente, …

-              ¿Lo que me estás contando es cierto?

-              Qué más da si lo es o no, lo cierto es que tú te has calentado sólo de oírlo.

Yo, efectivamente, había empezado a empalmarme imaginando el dormitorio de mi hermana, a ella desnuda a esa edad y la situación.

-              Anda, vamos a comer y déjate de relatos eróticos. -Le dije-.

-              ¿Y tú has tenido experiencias homosexuales?

-              No, ninguna.

-              ¿Y te hubiera apetecido alguna vez?

-              Creo que no, aunque sí he tenido algunos sueños en los que las tenía.

-              ¿De qué tipo?

-              Mamadas y cosas así.

-              ¿Se la comías tú a otro hombre u otro hombre te la comía a ti?

-              No me acuerdo Lola, vamos a cambiar de tema.

-              ¿Te violenta hablar de sexo con tu hermana?

-              Un poco, sí.

-              ¿Crees que me voy a escandalizar de lo que me cuentes?

-              No es por ti, es por mí.

Terminamos de comer hablando de unas cosas y otras, tomamos una copa de sobremesa y volvimos para el piso.

-              ¿No te entran más ganas de follar después de comer? -Me preguntó al salir a la terraza-.

-              Joder, Lola, ¡ni que estuviéramos en el instituto!

-              ¿Tú estabas entonces muy caliente?

-              Bastante.

-              ¿Y cómo te quitabas la calentura?

-              Con una aspirina. ¡Pues como todo el mundo entonces, a pajas!

-              Me excita mucho imaginarte haciéndote una paja. ¿Por qué no te haces una ahora delante de mí? O mejor, ¿por qué no nos la hacemos mutuamente? Verás que buena siesta nos echamos después.

Mi cabeza empezó a imaginarse la escena y mi polla volvió a reaccionar empalmándose.

-              ¿A qué te apetece? -Me dijo al notar mi erección debajo del pareo-. Si tú no quieres hacérmela, déjame que yo te la haga.

-              Lola, en toda mi vida me han acosado como tú lo estás haciendo.

-              ¿Tan poco te gusto?

Entre la presión de Lola y la calentura que yo tenía ya, decidí darme por vencido.

-              Vale, Lola, vamos dentro.

-              Me apetece que sea en la bañera.

-              Pues en la bañera.

-              ¿Fue a Natalia a la que te follaste en la bañera?

Me preguntó mientras se llenaba la bañera.

-              Sí.

-              ¿Y su pareja donde estaba?

-              Follándose a otra.

-              ¡Qué bueno, yo quiero participar en un lío de esos!

-              Métete en la bañera.

Lola se metió en la bañera y se sentó con las piernas abiertas, luciendo su chocho depilado. Desde luego mi hermana era una mujer muy atractiva.

-              Ven aquí a mi lado. -Me dijo-.

Entré en la bañera y me senté a su lado.

-              Lola, me preocupa que esto vaya a estropear nuestra relación de hermanos.

-              Carlos, los dos somos adultos y nada va a hacer que cambie mis sentimientos hacia ti.

Cogió mi mano y después de meterse dos dedos en la boca, me la puso en su chocho, luego me agarró la polla con su mano, lo que me electrizó, y cerró los ojos. Yo le acariciaba el clítoris suavemente, mientras ella subía y bajaba su mano por mi polla.

-              Carlos, como deseaba estar así. He deseado toda mi vida hacerte una paja y que tú me la hicieras a mí. Siempre que me hacía una paja, que de adolescente no han sido pocas, soñaba con esta escena.

Mi hermana gemía lentamente, mientras que yo me sentía en una situación irreal.

-              Se te pone durísima para tener casi cincuenta años.

-              Me has puesto muy caliente desde que llegaste.

-              ¿Estás disfrutando?

-              Mucho, Lola. ¿Y tú?

-              No te lo puedes imaginar.

Giré la cabeza para mirarla, seguía con los ojos cerrados. Me acerqué a ella, la besé en la boca y ella me lo devolvió abriéndola y dejando que su lengua jugara con la mía.

-              Lola, no voy a tardar en correrme.

-              Yo tampoco, pero no paremos, hagámoslo varias veces seguidas.

-              ¡Aaaaaggg, aaaaggg, siii, aaagg, …! -Grite al correrme con un enorme placer-.

-              ¡Ahora, Carlos, ahora, sigue, sigue, aaahhh, uuuffff, sigue, sigue, …!

Nos corrimos los dos, pero no dejamos de pajearnos ni de besarnos en la boca, hasta que volvimos a corrernos una segunda vez. Nos quedamos un poco de tiempo en la bañera, hasta que Lola dijo levantándose:

-              Necesito dormir una siesta.

-              Te acompaño con lo de la siesta.

Salimos de la bañera y cogimos una toalla para secarnos.

-              Sécame, Carlos, quiero sentir tus manos por todo mi cuerpo.

Lo hice y luego lo hizo ella conmigo. Nos tumbamos en la cama, Lola se quedó dormida al instante y yo decidí ponerme una copa para bebérmela junto a ella. Recostado en el cabecero miré a mi hermana acostada de lado desnuda. Yo seguía empalmado pese a haberme corrido dos veces seguidas. No podía dejar de mirar el fastuoso culo de mi hermana. No quería pensar en lo que había sucedido, pero sí supe que no iba a influir en el amor fraternal que sentía por ella. Después de tomarme la copa me tumbé en la cama y me quedé dormido.

Cuando me desperté Lola no estaba en la cama. Me levanté y fui a buscarla. Se había preparado una copa y estaba de pie en la terraza tomándosela.

-              Hola, hermano.

-              Hola, hermana, has dormido poco.

-              No, eres tú el que ha dormido mucho, son más de las ocho de la tarde.

-              Pues entonces sí que me he echado una buena siesta.

-              ¿Quieres que te prepare una copa?

-              Sí, por favor.

Miré a mi hermana como entraba desnuda en el piso, estaba preciosa. Volvió al momento con la copa.

-              Oye, ¿cómo fue eso de follarte a Natalia mientras su pareja se follaba a otra? -Me preguntó-.

-              Se lio solo el asunto. Fui a desnudarme, Natalia me esperaba en el salón y vi por el ventanal como Raquel empezaba a follarse a Juan. A partir de ahí empezamos Natalia y yo a follar.

-              ¿Así de sencillo?

-              Sí, así de sencillo.

-              Me gusta ese plan de aquí te pillo, aquí te mato o, mejor dicho, aquí te follo. -Dijo Lola riéndose-.

-              Pues sí, a mí también me gustó bastante, con la de vueltas que había que dar para echar un polvo en mi juventud. -Le dije poniéndome a su lado y pasándolo un brazo por los hombros-.

-              Te gusta protegerme, ¿verdad?

-              Sí, desde que eras una cría. ¿Por qué?

-              Por lo que te gusta esa postura de pasarme el brazo por encima.

-              Tienes razón.

-              A veces me pregunto si hemos protegido lo necesario a Paula.

-              No lo sé, Lola, la diferencia de edad hizo que, de pequeña, cada uno de nosotros estuviera a lo suyo.

-              Deberíamos tratar de conocerla mejor.

-              Es posible, pero ya sabes que es muy cerrada. -Dijo Lola muy pensativa-.

-              Sí, es como si fuera hija única.

-              ¿Qué tal estás después de lo que ha pasado antes? -Me preguntó mi hermana cambiando de tema.

-              Muy relajado. -Le contesté riéndome-.

-              Pues entonces igual que yo. ¿No quieres pasar de las pajas, por ahora?

-              No lo sé.

-              Si es así, te las puedo hacer con las manos, con las tetas, con el chocho, con la barriga, con el culo, con los pies, con los muslos, con la boca, …

-              Joder, Lola, ¡vaya catálogo que tienes para haber estado reprimida!

-              Tengo mucha imaginación. Y me he imaginado hacértelas de todas las maneras.

-              ¿Cenamos algo?

-              ¿No quieres que siga con el catálogo? -Dijo riéndose-.

-              No, ya me tienes abrumado.

-              Pues entonces, anda vamos a cenar algo.

Fuimos a la cocina a buscar algunas cosas frías para cenar.

-              Lola, se que me voy a arrepentir de la pregunta, pero ¿cómo es lo de la paja con el culo? -Lola se rio-.

-              Ah, ¿te pica la curiosidad?

-              Un poco.

-              Puede ser de varias formas.

-              ¿Ah, que cada una de las pajas que me has dicho tiene variantes?

-              Claro. Puede ser de pie, tú me abrazas por detrás colocando tu polla entre mis cachas y yo me muevo, mientras tú me pajeas a mí a la misma vez. Puede ser en la cama, tú te tumbas boca arriba y yo, dándote la espalda me siento sobre tu polla y me muevo. Puede ser …

-              Déjalo, Lola, porque me voy a tener que hacer unos dibujos para no perderme.

Sacamos la comida y algo de vino y fuimos a sentarnos a la terraza.

-              ¿Sigues dibujando? -Me preguntó mi hermana-.

-              Muy de vez en cuando, para no perder del todo la mano.

-              Me gustaría que en estos días me dibujases.

-              ¿No me digas que desnuda?

-              ¡Cómo va a ser, Carlos, si no pienso vestirme hasta que me vaya!

Oímos ruidos en la terraza de al lado. Alguna vez me había encontrado a dos mujeres que entraban o salían del piso o que esperaban el ascensor. Tendrían unos treinta años, una rubia con el pelo corto, bastante delgada que parecía extranjera y la otra morena, guapa de cara, con algún quilo de más, pero muy atractiva.

-              ¿Tenías que estar toda la tarde tonteando con la zorra esa de Ingrid? -Dijo una voz con bastante acento, que debía corresponder a la rubia-.

-              No exageres Laura, sólo hemos hablado un rato.

-              Carmen, porque no te he quitado la vista de encima, sino termináis enrolladas.

Mi hermana y yo nos miramos como diciendo que las vecinas estaban de malas.

-              ¡Que yo no quiero líos con más tías, a ver cuándo te convences!

-              ¿Y con tíos sí?

-              Pues no te diría yo a ti que no, me cansa tanto rollo lésbico. ¿A ti no te pasa igual?

-              A mí no, ya sabes que no me gustan los hombres.

Mi hermana juntó su cabeza con la mía.

-              Con esa no tienes nada que hacer, a lo mejor, yo sí. -Me dijo en voz baja-.

-              Bueno, pero igual con la otra sí, que además es muy vistosa. -Le contesté haciendo con los brazos el gesto de que tenía las tetas muy grandes-.

Mi hermana hizo un gesto con la cara como de incredulidad, ante el tamaño que yo había señalado.

-              Y a veces creo que tampoco te gustan las mujeres, porque desde hace tiempo no me haces ni caso. -Le contestó la vecina-.

-              Igual tienes razón, Carmen, el trabajo me ha tenido muy absorbida.

-              ¿Por qué no aprovechamos la buena noche que hace?

-              ¿Estás caliente?

-              Yo siempre estoy caliente.

La cara de mi hermana era un poema, gesticulando con lo que decían las vecinas.

-              ¿Quieres que vaya por el arnés? -Dijo la extranjera-.

-              Luego, ahora quiero que me comas el coño.

-              Siéntate y ábrete de piernas. Yo también estoy hoy muy caliente.

Cesó la conversación y empezaron a oírse lengüetazos y gemidos. Mi hermana se levantó y se vino a mi lado.

-              Hermano, te ha puesto caliente el rollo lésbico de las vecinas. -Me dijo en voz baja señalando mi polla que volvía a estar en erección-.

-              Tú es que no las has visto, pero están bastante buenas. Deberíamos meternos dentro del piso.

-              Nosotros no hemos salido a escucharlas, son ellas las que han salido a la terraza a hacernos un audio erótico.

Yo estaba sentado de lado a la mesa, mi hermana me abrió las piernas, se puso de espaldas a mí y me dijo sentándose encima de mi polla, con sus manos apoyadas en mis muslos:

-              Te voy a hacer otra variante de la paja con el culo.

-              ¿Otra más?

-              Sí, es que antes no me has dejado terminar. -El movimiento del culo de mi hermana era delicioso-. Cógeme las tetas, que me excita mucho.

Sus tetas eran grandes, suaves, calientes y duras. Ella suspiró quedamente cuando empecé a sobárselas. Las vecinas se habían animado bastante y los suspiros y gemidos cada vez eran a más volumen.

-              Vaya la comida de coño que se están dando. -Me dijo mi hermana-.

-              ¿Te gustaría que te lo comieran a ti?

-              Si eres tú, sí.

-              Lola, esto de la paja con el culo es una delicia.

-              ¿Me vas a comer el coño algún día?

-              Sí, me apetece mucho comerte ese chocho depilado y grande que tienes.

Lola se levantó un poco, me cogió la polla y empezó a pasársela por el chocho.

-              ¿Notas lo mojado que lo tengo? -Me preguntó-.

-              Sí, yo también la debo tener bien mojada.

-              Mucho.

En la terraza de al lado, una de las vecinas debía estar corriéndose por el escándalo que estaba formando.

-              Ve a por el arnés, quiero que me folles. -Dijo la española-.

-              ¡Joder con la muchacha, le va todo! -Dijo mi hermana-. ¿Me follarás tú a mí también?

-              Vuelve a pajearme con tu culo.

-              Ves como sabía que te iba a gustar.

Bajé una mano de sus tetas a su chocho para acariciarle el clítoris.

-              Tienes un clítoris enorme

-              Ya te lo dije ayer. Hermano, ten cuidado, que así me voy a correr enseguida.

-              No importa yo también estoy en el final.

Mi hermana amplió todavía más los movimientos de su culo.

-              Me pone a mil verte con esa polla. -Se oyó decir en la terraza de al lado-.

-              Pues cómemela primero, zorra. -Le contestó la extranjera-.

-              Eres tú el que le tenía que estar dando polla a la boyera hasta que reviente. -Me dijo mi hermana-.

-              ¡Lola, por Dios, no seas tan burra!

-              ¡Es que estoy burra perdida! ¡Me corro, me corro, aaaagggg, sigue, sigue, sigue, aaagggg, …! -Gritó mi hermana, hasta que le tapé la boca. Su voz tuvo que oírse por narices en la terraza de al lado-.

-              ¡Muévete, muévete, así, así, así, aaagggg, sigue, sigue Lola, aaaaggg, …! -Le dije a mi hermana en vos baja cuando empecé a correrme sobre su culo, su espalda y mi barriga-.

-              Me tienen que haber oído. -Me dijo-.

-              Ellas y la mayor parte de la urbanización. ¿Vamos a la cama?

-              Sí. ¿Quieres que te haga otra variante de pajote con mi culo?

-              Ahora no, estoy cansado.

-              ¡Coño, te pareces a mi ex!

-              Pues tú a la mía, te aseguro que no.

Nos aseamos y nos tumbamos en la cama boca arriba.

-              ¿Tú crees que se la estará follando ahora? -Me preguntó mi hermana-.

-              ¿Quién se estará follando a quién?

-              Entre las vecinas.

-              No lo sé, Lola, pero me da igual.

Apagamos las luces y nos quedamos dormidos al minuto. Esa noche soñé muy desordenadamente como la vecina rubia se follaba a la morena en todas las posturas con un arnés con una polla enorme.

Me desperté con el sol fuera, miré la hora, las nueve y media. Me levanté porque esa mañana tenía que ir a hacer unas gestiones en el banco. Mi hermana se quedó en la cama tapada de cintura para abajo por las sábanas. Me quedé mirándola de pie, pensando en lo que había sucedido el día anterior. La seguía queriendo igual, incluso algo más, conociendo ahora su debilidad por el sexo y su frustración. Preparé café, me bebí una taza de pie en la terraza, volví a la cocina y le preparé una a mi hermana. Volví al dormitorio, Lola seguía dormida, abrió los ojos cuando me acerqué con la taza.

-              Buenos días, hermana. ¿Qué tal has dormido?

-              Como los ángeles. -Me contestó incorporándose en la cama-. ¿Hoy no te has levantado empalmado?

-              No empieces, Lola, que es muy temprano. -Le dije sentándome de lado en la cama-. Estás muy guapa para estar recién despierta.

-              Gracias, hermano.

-              Voy a arreglarme, que tengo que salir a hacer unas gestiones.

-              ¿En la zona nudista?

-              No, en el banco, para poder comprar este piso, mientras vendo el apartamento.

-              Tenías comprador, ¿no?

-              Sí, pero tardarán un par de meses en firmar y quiero comprar este cuanto antes, no vaya a ser que algo se estropee el asunto.

-              ¿Tardarás mucho?

-              Un rato sí, ya sabes lo pesados que son los bancos para prestar el dinero.

Mi hermana llevó una mano a mi polla y empezó a jugar con ella.

-              ¿No quieres que te haga paja matutina? -Me dijo-.

-              ¿Cuál de las de tu catálogo?

-              Túmbate en la cama y verás.

La verdad es que me apetecía que me hiciera una paja. Me tumbé boca arriba en la cama, ya con la polla bastante morcillona debido al manoseo que le había dado mi hermana. Ella se movió y se puso sobre mi mirándome con su chocho bastante abierto sobre mi polla y sus manos en mi pecho.

-              Lola, te acabas de despertar y ya lo tienes empapado.

-              Claro, no eres tú solo el que se despierta calentito en esta familia.

-              Sabes que tienes unas tetas preciosas, de las mejores que he visto.

-              ¿Cómo de las mejores? Las mejores que has catado. -Se inclinó hacia mí y, sin dejar de mover las caderas, me puso un pezón en la boca y mi polla terminó de empalmarse-.

-              ¡Qué delicia de pezón tienes!

-              Y tú, que delicia de polla.

Le cogí las tetas y fui comiéndomelas y mordiéndole los pezones cada vez con más fuerza. Metí la cabeza entre sus tetas y ella las movió de un lado a otro.

-              Deberíamos haber hecho esto cuando estaba embarazada de las niñas. No te puedes imaginar como se me pusieron de gordas y de duras. -Me dijo-.

-              Sí, recuerdo haber pensado alguna vez entonces en cómo se te habían puesto las tetas.

-              ¡Qué pervertido! ¿Te fijabas en las tetas de tu hermana?

-              Nada de pervertido, es que saltaban a la vista.

-              ¿Te gusta lo que te hago?

-              Mucho, es como si te hubieras puesto lubricante en el chocho.

-              No he usado nunca de eso, mi chocho es muy generoso segregando jugos.

-              ¿No dicen que las mujeres van segregando menos con la edad?

-              Esas serán las de los anuncios de la tele. Yo cada vez segrego más, debe ser que cada vez estoy más caliente. ¿Estás ya, porque yo no aguanto más?

-              Cuando quieras, yo tampoco aguanto mucho más.

-              Ayer noche deberías haberle dado tu polla a la vecina para que te la comiera, así dura y caliente como la tienes ahora y no que la pobre se tendría que conformar con un cacho de plástico. ¡Carlos, me corro, me corro, córrete tú también, aaaggg, aaaggg, …!

-              ¡Yo también!

-              ¡Lo noto, córrete todo lo que puedas!

-              ¡Aaaaggg, aaaggg, siiii, que fuerte y que largo, aaaggg, …! -Le dije al correrme-.

-              Ya puedes ir a hacer tus gestiones, que yo me voy a quedar un rato más en la cama, disfrutando de la corrida que me he pegado.

-              ¿Me esperas en casa? -Le dije levantándome-.

-              Sí, estaré aquí o en la piscina.

Sobre las diez y media salí del piso, dejando a mi hermana en la cama. Las gestiones se prolongaron más de lo previsto y hasta cerca de la una no pude volver a casa. Cuando entré en el piso, mi hermana me había dejado una nota:

“Carlos, estoy en casa de las vecinas, ven desnudo a buscarme y tomar un vino con ellas. Besos de tu pareja”

¿Pareja? Pensé. ¿Que estará liando mi hermana con las vecinas? Me desnudé, me puse un pareo y fui a buscarla.

-              Hola, vecino, pasa, te estábamos esperando -Me dijo Carmen, la morena española, cuando me abrió la puerta desnuda, dándome dos besos en las mejillas-.

-              Gracias.

Carmen estaba tremenda, dos tetas entre grandes y muy grandes con unas areolas también grandes y oscuras, una bonita figura con un pequeño michelín y un hermoso culo redondo y carnoso.

-              Ah, hola, Carlos, mira Laura y Carmen, nuestras vecinas, él es Carlos, mi pareja. -Dijo mi hermana, dándome un pico en la boca-.

-              Encantado. -Dije dándole dos besos en las mejillas a Laura, mientras pensaba a qué coño estaba jugando mi hermana-.

-              Hemos estado juntas en la piscina, hemos descubierto que éramos vecinas y me han invitado a tomar un vino mientras te esperaba. -Dijo mi hermana-.

-              ¿Qué quieres tomar? -Me preguntó Carmen-.

-              Lo que estéis tomando.

-              Vino blanco, ¿entonces?

-              Perfecto.

-              Laura, ayúdame y sacamos algo de picar. -Dijo Carmen y las dos entraron al piso-.

-              ¿Cómo, pareja? -Le dije a mi hermana en cuanto salieron-.

-              Si le digo que somos hermanos no hay rollo.

-              ¿Pero qué rollo tiene que haber?

-              Pues no viste ayer la calentura que tienen estas dos.

-              ¿Y tú no?

-              Claro que yo también, eso ya lo sabes tú.

Volvieron Carmen y Laura. Laura era una mujer alta, delgada, rubia, de tipo nórdico, con unas tetas pequeñas, moreno integral y vello rubio recortado en el monte Venus. Dejaron algunos platos en la mesa y Carmen me pasó una copa de vino y se quedó a mi lado.

-              ¿Sois propietarias del piso? -Le pregunté-.

-              ¡Qué más quisiéramos! No, lo hemos alquilado una quincena este año por primera vez. Nos vamos dentro de un rato. ¿Y vosotros?

-              Lo hemos alquilado, pero yo pretendo quedarme a vivir aquí y es muy posible que lo compre.

-              ¿Dimos mucho escándalo anoche?

-              No sé a qué te refieres. -Le contesté haciéndome el tonto-.

-              Sí que lo sabes, aunque tu pareja tampoco se quedó corta.

-              Son cosas que pasan las calurosas noches del verano almeriense.

-              ¿Sabes lo que pasa? El rollo nudista nos tiene todo el día caliente a las dos. ¿A vosotros no os pasa también?

No estaba cómodo con aquella conversación sobre las calenturas de uno u otro, con una mujer a la que no conocía de nada. Pero mi hermana debía sentirse comodísima, porque no tardó en terciar en la conversación.

-              Y que lo digas, Carmen. Carlos se vino al piso antes, yo no estaba muy convencida de que la zona me gustase. Pero ahora, a los dos días de llegar, no la cambiaría por ninguna otra zona. Estoy como una moto todo el día y eso a mi edad se agradece, sobre todo, si estás con un hombre que sabe darle a una mujer lo que ella quiera. -Dijo mi hermana empezando a sobarme el culo de manera ostensible-.

-              Esto lo deberían prescribir en las terapias de pareja. -Dijo Carmen-.

-              A nosotras, los años de relación, nos habían atacado a la pasión del principio. Ha sido llegar aquí y volver a sentir la pasión de los primeros días. -Dijo Laura, cogiendo por la cintura a Carmen-.

-              Carlos, ¿por qué no te quitas el pareo? No vamos a ver nada que no hayamos visto ya.

Miré a mi hermana con mirada asesina. Estar con aquellas tres mujeres desnudas me había empezado a animar y notaba mi polla bastante morcillona.

-              No sé, Lola, igual les molesta a ellas. Y yo no sé lo que ellas hayan visto o no.

-              A mí desde luego no me molesta lo más mínimo. -Dijo Carmen mirando el bulto que mi polla le estaba produciendo al pareo-.

-              A mí tampoco me molesta, simplemente no me siento atraída por el miembro masculino. -Dijo Laura-.

-              Ves, Carlos. No vayas de raro y quítate el pareo. -Me dijo mi hermana-.

Mi hermana volvió a salirse con la suya y me quité el pareo ante la aparente expectación de Carmen.

-              A que es bonita. -Dijo mi hermana, a la que yo cada vez deseaba más estrangular-.

-              Sí que lo es. -Dijo Carmen-.

-              Como objeto no está mal. -Dijo Laura en tono bastante seco-.

-              ¿Podemos hablar de otra cosa? -Me defendí-.

-              Por supuesto, acercaros a comer algo. -Dijo Laura-.

Me acerqué a la mesa y cogí un poco de jamón y un poco de queso. Carmen y Lola siguieron donde estaban.

-              ¿Qué tal la maneja? -Escuché que le preguntaba Carmen a mi hermana-.

-              De maravilla, ¿te gustaría probarlo? Lastima que esté tu novia, parece bastante celosa. - ¿Ahora mi hermana me ofrece como si fuera un coche o unos bombones? Pensé-.

-              No, nosotras tenemos un acuerdo, como yo soy bisexual, me deja follarme los hombres que quiera, pero no mujeres, y como ella es lesbiana radical, yo la dejo tirarse a otras mujeres.

-              ¡Qué buen acuerdo! -Dijo mi hermana-.

-              ¿Y vosotros cómo os lo montáis?

-              Nosotros somos bastante liberales.

Mi hermana se estaba pasando tres pueblos y nos iba a meter en un lío.

-              ¿Me permites hablar un momento con Lola? -Le dije a Carmen-.

-              Claro, tendréis cosas que hablar. -Dijo Carmen y se fue junto a Laura, al lado de la mesa-.

-              ¿Tú a qué estás jugando? -Le pregunté a mi hermana-.

-              ¿Tú no eras tan liberal? Me apetece montármelo con la nórdica y te estoy preparando el camino para que te folles a la morena de las tetas.

-              ¿Te has vuelto loca?

-              No, me gustaría verte follando a la morena, mientras Laura me come el coño, que lo debe hacer de maravilla.

-              ¿Os pasa algo? -Nos preguntó Laura-.

-              Nada importante. -Le contestó mi hermana dejándome solo para acercarse a Laura-.

-              Antes me ha dicho tu pareja que vosotros sois bastante liberales. ¿Tienes algún problema conmigo? -Me preguntó Carmen poniéndose a mi lado, de espaldas a Laura y Lola-.

-              Ningún problema, ¿qué problema iba a tener?

-              Las veces que nos hemos cruzado en el rellano no me pareciste gran cosa, pero desnudo te conviertes en un maduro muy apetecible.

-              Carmen, tu eres una mujer muy atractiva, pero la situación me resulta un poco violenta delante de Lola.

Lola había empezado a besarse apasionadamente con Laura. ¡Tú eres tonto, Carlos! Me dije. Tienes la oportunidad de follarte a una tía que está buenísima y que tiene quince o veinte años menos que tú, ¿qué problema hay? Olvídate de que tu hermana esté delante. Sin decir nada más abracé a Carmen y la besé en la boca.

-              Esto me gusta mucho más. -Me dijo Carmen-. ¿Te molesta si te cojo la polla?

-              ¿Por qué iba a molestarme? Lo estoy deseando.

Carmen me cogió la polla y volvió a besarme en la boca. Yo puse mis manos en su culo. Pese a su buen tamaño, lo tenía bastante duro.

-              ¿Vas al gimnasio para tener un culo así? -Le pregunté-.

-              No es que vaya, es que casi no salgo. Soy tendente a coger peso y me tengo que cuidar para estar así de buena.

-              Desde luego merece la pena el esfuerzo. -Le dije sobándole el culo-.

-              Se está poniendo la polla durísima.

-              ¿Cómo quieres que se me ponga con lo bien que la manejas?

-              ¿Te gusta el sexo oral?

-              Como al que más. ¿Y a ti?

-              Me vuelve loca comerme una polla y que me coman el coño.

Carmen tiró de mi hasta una tumbona grande y le bajó el respaldo.

-              Túmbate. -Hice lo que me dijo y ella se puso encima de mí, para hacer un “69”-.

Tenía el coño brillante y muy rosado, con unos labios menores bastante grandes. Se los abrí con las manos y empecé a lamérselos. Ella, con mucha habilidad, me cogió la polla con la boca sin ayudarse de las manos. Vi que mi hermana estaba de pie con las piernas abiertas y algo flexionadas y que Laura, en cuclillas, le estaba comiendo el coño.

-              Me estás poniendo muy caliente con tu lengua. -Me dijo Carmen-.

-              No es verdad, tú ya estabas muy caliente.

-              Es cierto, pero ahora lo estoy mucho más. -Me contestó riéndose-.

Carmen movía la cabeza arriba y abajo con mi polla dentro de su boca, apretada por sus labios.

-              Me la comes de maravilla. -Le dije-.

-              Cállate y sigue comiéndome el coño, que lo estás haciendo muy bien. -Me contestó-.

Oía gemir a mi hermana, que ahora tenía una mano en la cabeza de Laura y con la otra se sobaba las tetas y se tiraba de los pezones. Empecé a sobarle a Carmen el ojete y ella emitió un sonido gutural de placer. La mamada de Carmen me estaba llevando al límite de mi resistencia, así que me apliqué sobre su coño y su ojete, para conseguir que se corriera a la misma vez que yo. Ella me cogió la polla con una mano y empezó a golpearla contra sus tetas.

-              ¡Carlos, me voy a correr, sigue acariciando mi ojete!

-              ¡Y yo también, date más fuerte en las tetas, que escuche como golpea!

-              ¿Así está bien? -Me preguntó cuando empecé a escuchar los golpes que se daba con mi polla en las tetas, a la misma que los sentía con mucho placer-.

-              Sí, de maravilla.

-              ¡Aaaaggg, sigue Laura, sigue comiéndolo que me estoy corriendo, aaaggg, qué bueno, sigue, sigue, sigue, …! -Escuché decir a mi hermana y sus gritos de placer terminaron con mi resistencia-.

-              ¡Uuuuffff, me corro Carmen, toma, toma, aaaaggg, …! -Grité al correrme sin que Carmen parase de golpear mi polla contra sus tetas-.

-              ¡Y yo también me corro, no pares, sigue comiéndomelo, sigue, sigue, aaaagggg, aaaggg, …! -Carmen me llenó la boca con los jugos que empezó a segregar al correrse-.

-              ¡Qué bien hemos empezado la despedida de las vacaciones! -Escuché decir a Laura-.

-              ¿Quieres otra copa de vino? -Me preguntó Carmen-.

-              Sí, me gustaría.

Carmen se levantó, lo que me permitió sentarme en la tumbona. Mi hermana, con cara de sentir placer todavía, vino a sentarse a mi lado.

-              ¿Qué tal estás? -Me preguntó-.

-              Pues ya ves, con cara de tonto todavía de la corrida que me he pegado. ¿Y tú?

-              La nórdica lo come de maravilla. Me hubiera gustado más que me lo hubieras comido tú, pero ya caerá. Carmen te debe haber reventado la polla contra sus tetas.

-              Pues sí, pero me ha matado del gusto.

-              Bueno es saberlo.

Carmen y Laura se acercaron a nosotros con dos copas de vino en las manos. Laura le pasó una a mi hermana y se sentó a su lado, mientras que Carmen se sentó primero en mis piernas y luego me pasó la copa.

-              Sigues empalmado. -Me dijo al oído-.

-              Sí, me está pasando desde que estoy aquí.

-              ¿Y te dura mucho o tenemos que ir con prisa?

-              No hay prisa.

-              Perdonadme la indiscreción, pero anoche no pude evitar oír algo sobre un arnés.

-              Sí, ¿por qué? -Le preguntó Laura-.

-              Porque me gustaría ponérmelo.

-              ¡Lola! -Le dije-.

-              Lola, ¿qué? -Me contestó-.

-              Que eso es muy íntimo.

-              ¡Coño y el “69” que habéis hecho Carmen y tú no lo es! ¿Me lo prestas? -Le dijo a Laura-.

-              Por supuesto, voy a buscarlo, me pone mucho sólo pensarlo. -Le contestó Laura levantándose y entrando en el piso-.

-              ¿No has usado nunca un arnés? -Le preguntó Carmen a mi hermana-.

-              No, pero me lo he imaginado muchas veces. -Vaya con la cabeza de mi hermana, pensé-.

-              Verás como te transformas cuando te lo pongas.

-              ¿Sí?

-              Sí, te entran unas ganas enormes de que le hagan una paja y de que te lo coman.

-              Pero si es de plástico.

-              Por eso te decía que te transforma, porque te crees que forma parte de ti.

¡Qué barbaridad, como están estas mujeres! Pensé. Volvió Laura con el arnés. La polla falsa era realista y bastante grande.

-              Levántate, que te lo voy a poner. -Le dijo Laura-.

Las caras de mi hermana y de Carmen eran de auténticas viciosas. Laura metió el arnés por una de las piernas de mi hermana, se lo subió hasta la entrepierna, luego cerró dos cintas alrededor de su cadera y, por último, le ajustó la otra. Casi no podía reconocer la cara de mi hermana, por la expresión de vicio que tenía. Sin embargo, debía reconocer que su imagen era de lo más morbosa.

-              ¿Te ha quedado bien cogida? -Le preguntó Laura-.

-              Como si fuera mía. -Contestó mi hermana agarrando la polla falsa fuertemente con una mano, subiéndola y bajándola después-. Sí que es verdad que te transforma.

-              ¿Quieres que te la coma? -Le preguntó Carmen-.

-              Prefiero que el primero sea Carlos. -Dijo poniéndose frente a mí-.

-              ¡Lola, déjate de gilipolleces!

-              ¡De gilipolleces nada, me la vas a comer! -Me dijo acercándome la cabeza y poniéndome en los labios aquella cosa-.

-              Pero Lola, que es un trozo de plástico y silicona. -Le dije-.

-              No, te aseguro que ahora para mí es mi polla y quiero que tú seas el primero en comérmela.

Miré a mi hermana a los ojos, me lo estaba diciendo totalmente en serio. Abrí la boca y mi hermana me introdujo la polla. Laura se puso detrás de Lola y apretándose contra su espalda le cogió la polla falsa con una mano, mientras que con la otra le sobaba las tetas. Carmen se sentó a mi lado, se inclinó y empezó a comerme la polla otra vez. Puse mis manos en las caderas de mi hermana para controlar su balanceo adelante y atrás.

-              Carlos, me estás dando mucho placer con tu mamada. -Me dijo mi hermana-.

A mí me estaba poniendo muy caliente la situación.

-              Cada vez que se la he comido a un tío, al ver su cara de placer, deseaba haber tenido yo también una polla, para que el tío me la comiera a mí también y sentir ese mismo placer.

Carmen se incorporó y cogiendo la polla falsa de mi hermana se la metió ella en la boca. Al rato, Laura se puso a cuatro patas sobre la tumbona, invitando a mi hermana a que se la follase por detrás.

-              ¿Tienes lubricante? -Le preguntó mi hermana-.

-              No hace falta, estoy empapada de jugos.

Mi hermana le colocó a Laura la punta de la polla falsa a la entrada del chocho y empezó a metérsela. Ambas tenían la cara desencajada con gestos entre el vicio y un inmenso placer. Carmen se puso de espaldas a mí, me cogió la polla y empezó a penetrarse, sin perder ojo de la follada que mi hermana le estaba pegando a su novia. Llevé mis manos a sus tetas. Eran deliciosas, grandes, suaves y con la dureza justa.

-              Hacía tiempo que no me follaba una polla tan dura. -Me dijo-.

-              Gracias. Antes de venir a vivir aquí, hacía tiempo que no se me ponía así.

Yo miraba a mi hermana estaba realmente atractiva follándose a Laura. Carmen se apoyó en mis muslos para echarse hacia delante y empezar a comerle las tetas a mi hermana, sin dejar de subir y bajar sobre mi polla.

-              Sóbale el clítoris, le encanta. -Le dijo Carmen a mi hermana, que inmediatamente empezó a hacerlo-.

-              ¿A ti te gusta también? -Le pregunté a Carmen-.

-              Claro que me gusta, como a cualquier mujer.

Llevé una mano al clítoris de Carmen, que empezó a gemir al notar mis dedos.

-              ¡Me voy a correr! -Dijo Laura-.

-              ¡Yo también! -Le contestó mi hermana-.

-              ¡Fóllame más fuerte, que me estoy corriendo, aaaggg, así, así, siiii, aaaggg, …! -Gritó Laura al minuto-.

-              ¡Aaaaggg, aaaggg, me corro, me corro, siiii, …! -Gritó Carmen, cogiéndome desprevenido-.

-              ¿Me puedo correr dentro? -Le pregunté-.

-              Sí, córrete dentro.

-              ¡Aaaahhh, me corro, siiiii, aaaggg, …! -Gritó también mi hermana al correrse con la cara tensa y roja-.

-              ¡Siiii, uuuuffff, toma, toma, toma, todo para ti, siii, …! -Grité yo incapaz de soportar la cara de placer de mi hermana sin correrme-.

Mi hermana se echó hacia atrás y le sacó la falsa polla a Laura, que se recostó en la tumbona. Carmen se puso de pie y luego se agachó para besar a Laura en la boca. Mi hermana se sentó sobre mí de cara y también me besó en la boca.

-              Lástima que tengamos que irnos. -Dijo Laura-.

-              Sí que es una lástima. -Dijo mi hermana levantándose y quitándose el arnés para devolvérselo a Laura-.

-              Quédatelo como un recuerdo de nosotras. -Le dijo Laura, como si el cacho polla fuera un imán para la nevera-.

Nos besamos los dos con ellas, cogimos nuestros pareos y nos fuimos llevando mi hermana el arnés cogido por la polla.

-              A que ha estado bien. -Me dijo mi hermana, acercándose al frigorífico para poner hielo en dos vasos-.

-              Sí, bastante, bastante bien.

-              Me ha gustado ver como te la comía Carmen y como te la follabas después.

-              Y a mí verte con el arnés, follándote a Laura.

-              Cuando quieras me lo pongo para ti. -Me dijo mi hermana pasándome un vaso de whisky-.

-              Me apetece relajarme con un baño. ¿Te vienes?

-              Sí, yo también necesito relajarme.

Llené la bañera e invité a mi hermana a meterse.

-              Me gusta el invento este de la bañera redonda. -Me dijo cuando se sentó dentro de ella-.

-              Y a mí, creo que le voy a dar bastante uso. -Le contesté sentándome a su lado-.

-              Me gusta estar así contigo. -Me dijo apoyando su cabeza en mi hombro-.

Miré nuestro reflejo en el espejo que cubría toda la encimera del lavabo. Mi hermana se veía preciosa. Tenía las tetas rosadas de tomar el sol desnuda.

-              Se te está quitando la marca del biquini.

-              Sí, pero tengo que tomar más el sol, quiero lucir por primera vez en mi vida un moreno integral. -Dijo mirándose las tetas-.

-              Ten cuidado de no quemarte, son unas zonas muy sensibles.

-              Sí, muy sensibles para todo. -Dijo riéndose-. ¿Tú te quemaste?

-              Yo no me pongo al sol.

-              Me gustaría estar más días contigo, pero en dos o tres días tengo que volver a Sevilla, temo lo que las niñas estén haciendo.

-              ¿Has hablado con ellas?

-              No, es bueno que corra el aire durante unos días.

-              ¿Cómo están mis sobrinas?

-              Son dos mujeres, se han desarrollado mucho desde que no las ves. Me gustaría que vinieran por aquí, a ver si se les quita parte de la tontería.

-              Pero Lola, ¿cómo van a venir por aquí?

-              Pues viniendo. Si quieren ponerse en pelotas, que lo hagan, y si no quieren, que no lo hagan.

-              Estás tú muy moderna.

Nos quedamos un rato en silencio bebiendo de nuestros vasos.

-              ¿Sabes algo de tu ex? -Me preguntó mi hermana-.

-              Nada de nada, no debe haber tenido averías en su casa. -Lola se rio de la ocurrencia-.

-              Nunca me gustó para ti. Demasiado seca, sabía que no te iba a hacer feliz, tu necesitabas una mujer como yo.

-              ¿Te pusiste celosa cuando me casé con ella?

-              Celosa no, pero me dio envidia que ella pudiera disfrutarte y yo no.

-              Tampoco me disfrutó mucho. -Le dije riéndome-. ¿Y tú sabes algo de tu ex?

-              Nada, que se vaya a la mierda el muy picha floja.

-              ¿Cómo se te ocurrió casarte con un tío tan tonto?

-              Al principio no era tan tonto, pero luego consiguió unas cotas de gilipollez importantes. Vamos a dejarlo, que no quiero acordarme de él.

-              Tienes razón, que les vayan dando a los dos, que bastante nos han amargado la vida.

-              Voy a salirme porque me estoy poniendo como un garbanzo.

-              Todavía puedes tomar un rato el sol en la terraza.

-              Eso es lo que voy a hacer. ¿Te vienes?

-              No, voy a dormir un rato.

Nos salimos los dos de la bañera. Volvimos a secarnos el uno al otro.

-              Hermano que buena polla tienes.

-              Y tú qué buena estás entera.

Lola se fue a la terraza, yo me tumbé en la cama y me quedé dormido enseguida. Debí hacerlo profundamente porque estuve casi todo el tiempo soñando. Cuando abrí los ojos, Lola estaba sentada a mi lado en la cama mirándome.

-              ¿Qué hora es? -Le pregunté-.

-              Las siete y media.

-              Pues sí que me he dormido.

-              Y profundamente. ¿Qué estabas soñando?

-              ¿Por qué?

-              Porque me has nombrado varias veces en sueños.

Recordé vagamente uno de los sueños y era bastante tórrido.

-              No lo recuerdo.

-              No me mientas.

-              Lola, no quiero contártelo.

-              ¿Qué era, muy guarro?

-              Bastante.

-              Razón de más para que lo cuentes.

-              No me vas a dejar hasta que no te lo cuente, ¿verdad?

-              En efecto, empieza.

-              Espera a ver si consigo ponerlo en pie.

Era imposible que pusiera en pie el sueño, así que decidí inventármelo y jugar yo esta vez a excitarla a ella.

Éramos todavía unos adolescentes, yo tendría dieciocho o diecinueve años y tú pues catorce o quince. Tenía que decirte algo, no sé qué cosa, fui a tu habitación, la puerta estaba cerrada, pero como solía hacer entré sin llamar. Estabas en sujetador y tanga mirándote al espejo. Me quedé parado admirándote, estabas preciosa.

- Pasa, iba a ir ahora a tu habitación para que me dieras tu opinión sobre este conjunto. -Me dijiste-.

Por primera vez me fijaba en tu físico, era ya el de una mujer. Las tetas te llenaban el sujetador y el tanga resaltaba tu redondo y apretado culo. Noté que me estaba empalmando.

-              ¿Así como ahora? -Me dijo mi hermana cogiéndome la polla-.

-              Sí, así como ahora. Pero si empiezas no voy a poder contártelo. -Mi hermana hizo caso omiso y siguió sobándome la polla-.

- ¿Qué me dices? Me lo quedo o lo cambio.

- No lo sé, no entiendo mucho de ropa interior.

- Carlos, la cosa es sencilla, ¿te excito o no?

- Excitarme, sí que me excitas.

- Acércate que lo compruebe.

Me acerqué a ti y tú pusiste una mano en mi entrepierna, en la que descubriste mi polla como un palo.

- Parece que sí te resulto excitante. -Me dijiste sobándome el paquete, lo que produjo que una fuerte corriente eléctrica cruzara por todo mi cuerpo-.

- ¿Te has follado ya a tu novia? -Me preguntaste sin dejar de sobarme la entrepierna-.

- No tengo novia.

- Bueno, pues a la fea esa con la que sales.

- No, no he follado con ella y no es fea.

- ¿Por lo menos le habrás metido mano?

-              Yo no era tan preguntona de chica. -Me dijo mi hermana-.

-              Pero te has vuelto preguntona y tocona de mayor. -Le contesté-.

-              Sigue, anda, a ver qué pasa.

- Sí, algunos buenos lotes nos hemos dado. -Continué con el sueño-.

- ¿Y qué os hacéis?

- ¿Para qué quieres saberlo?

- Para saber hasta dónde puedo llegar con los chicos sin parecer demasiado guarra. -Me contestaste-. O mejor que contármelo, ¿por qué no me lo haces?

- Lola, eres mi hermana pequeña.

- Por eso, enséñame.

-              ¡Joder, hermano, ya entonces eras tonto! -Exclamó Lola-.

-              ¡Y tú una salida!

-              No te lo tomes a mal y sigue con el sueño, que está poniendo interesante.

- ¿Os morreáis? -Me dijiste besándome en la boca con mucha lengua-.

- Sí.

- ¿Te mete ella la lengua en la boca?

- Sí.

- ¿Y te muerde los labios como yo?

- No, eso no.

- ¿Le coges el culo metiéndole las manos debajo de la falda?

- Cuando lleva falda.

- Que es casi siempre, porque le gustará que le sobes el culo. Sóbamelo ahora. ¿Le coges las tetas?

- Cuando me deja, sí.

- Quítame el sujetador y sóbame las mías.

-              Ves, esa ventaja tenemos ahora, que no hace falta que me quites el sujetador para que me las sobes. -Me dijo cogiéndome las manos y poniéndolas en sus tetas-.

-              Ahora las tienes bastante más grandes que en el sueño.

-              Pues aprovéchate, que todavía están duras.

- ¿Y ella te coge la polla?

- No siempre, sólo cuando le insisto mucho para que me haga una paja. -Empezaste a abrirme los pantalones y bajarme la cremallera de la bragueta-.

- ¿Y a ti te gusta que te la coja?

- Claro.

- ¿Se te pone así de dura con ella?

- Creo que sí.

- ¿Te la chupa o sólo te la manosea?

- Me la manosea, pero dice que le da asco meterse mi polla en la boca.

- A mí no me da asco. ¿Quieres que la coma?

- Lola, espera un poco. -Podía ser la primera mamada de mi vida y sabía que me correría de inmediato-.

- ¿Y tú le comes el coño a ella?

- Sí, me lo pide a menudo.

- ¡Que lista, te pide que le comas el coño, pero le da asco comerte la polla! ¿Cómo lo tiene?

- Con mucho vello y le huele muy fuerte.

- Yo, sin embargo, lo llevo bastante corto. Mira. -Te ladeaste el tanga y me enseñaste el chocho. Llevabas el vello muy corto-. ¿Te lo quieres comer?

- Sí. -Te bajaste el tanga y te tumbaste en la cama-.

-              ¡Y vaya si me lo vas a comer! Me estás poniendo a mil con el puto sueño. -Me dijo mi hermana, tumbándose en la cama, doblando y abriendo las piernas-.

-              ¿Quieres que te lo coma?

-              No, me he puesto así para hacer gimnasia. Sigue contándome el sueño.

-              ¿Cómo voy a hacer las dos cosas, Lola?

-              Bueno, pues entonces sigue con el sueño mientras te la como yo a ti. -Se movió, se puso de rodillas en la cama a mi lado y empezó a comérmela por primera vez. Yo llevé una de mis manos a su clítoris para acariciárselo-.

- Así, así, lo haces bien. -Me dijiste cuando empecé a pasar la lengua por todo tu chocho-.

- ¿Te lo han comido ya?

- Chicos, no, pero algunas amigas nos juntamos y a veces nos animamos bastante.

- ¿Qué amigas?

- ¿Para qué quieres saberlo?

- Pues para comérselos también y que ellas me la coman a mí.

- ¡Qué bonita actividad para dos hermanos! -Escuchamos decir en la puerta del dormitorio. Miramos y era Lucía-.

-              ¿La que te conté el otro día, que habíamos tenido lío? -Me preguntó mi hermana-.

-              Sí y no.

-              Aclárate.

-              En nombre sí era el suyo, pero la mujer que estaba en la puerta tendría unos cincuenta años, morena, peinada con un moño y entrada en carnes. Llevaba una bata de estar por casa.

-              ¡Qué barbaridad, que giro de los acontecimientos en el sueño! Se pone todavía más interesante. Sigue.

- No es lo que parece. -Le dije tratando de taparme el nabo, mientras que tú no hacías nada por cubrirte-.

- ¿Entonces qué es?

- Lola me ha llamado porque decía que le picaba mucho la vagina, que por favor se la mirase, a ver si tenía algo.

- La única verdad que has dicho es que le picaba y todavía le seguirá picando el chocho. ¿Sabes que a mí también me pica?

- Lucía, ¿quieres que mi hermano te lo mire también a ti? -Le preguntaste con un tono de viciosa que daba miedo-.

- Claro, ven para acá jovencito. -Me dijo Lucía abriéndose la bata. Debajo no llevaba nada. Tenía unas tetas enormes, una barriga llena de michelines y un pelucón en el chocho de mucho cuidado-.

-              ¡Vaya imagen, Carlos!

Me lo estaba pasando de maravilla excitando a mi hermana con el supuesto sueño.

-              ¿Qué quieres, si así era en el sueño? Lola, me estás haciendo una mamada de escándalo.

-              ¿Te gusta? Fíjate lo que te perdiste en el sueño por tonto.

- Sí, Lucía, ¿pero no le contarás nada de esto a mamá? -En el sueño Lucía abrió las piernas, las flexionó y se abrió el chocho con las manos, Yo me puse en cuclillas entre sus piernas, agarrándome a sus michelines para no caerme y empecé a comérselo-.

- Depende de cómo lo hagas, así que esmérate. ¿Tengo algo dentro para que me pique tanto?

- Creo que no, lo tienes muy húmedo y rosa. -Tú aprovechaste para acercarte y tener una mejor visión de la lamida de coño que yo le estaba haciendo a Lucía-.

- ¿Quieres follártelo? -Me preguntó Lucía al rato-.

- Si tú quieres, sí. -Lucia me levantó me cogió de la mano y me llevó junto a la cama, se puso a cuatro patas, se ladeó la bata dejando su enorme culo al descubierto y se restregó varias veces el chocho con las manos ensalivadas-.

- ¡Fóllame! -Me dijo. Yo me puse detrás de ella de rodillas en la cama y se la metí hasta donde me dejaba su culazo-. ¿A qué esperas para moverte? -Luego se dirigió a ti, que seguías desnuda de pie-. ¡Y tú ven aquí, que tengo ganas de comerme el chocho de putita ese que tienes!

-              No recuerdo yo que pasara por casa ninguna mujer de esas características. -Dijo Lola, a la que yo seguía acariciándole el clítoris-.

-              Es un sueño, Lola. Su físico me recuerda mucho a Purita, la amiga de mamá, ¿te acuerdas?

-              ¡Pero si Purita estaba gorda para reventar!

-              Por eso Lucía me la recuerda.

-              ¿Cómo consigues acordarte del sueño con tanto detalle?

-              ¿Y tú cómo te tragas todo lo que yo te cuento?

-              ¿Te lo estás inventando?

-              ¿No te excita aún más que sea así?

-              ¡Eres un cabrón, aunque es verdad, que me excita más que sea una narración tuya!

-              ¿Te parece que tengo la mente muy sucia?

-              En eso somos iguales.¿Me comía el coño Lucía en el sueño?

-              Sí, hasta que las dos os corristeis juntas.

-              Pues, cómemelo ahora. -Me dijo poniéndose de rodillas con mi cabeza entre sus piernas, para que se lo comiera, apoyando una mano en mi pecho y cogiéndome la polla con la otra-. ¿Te gusta comerte mi chocho?

-              Mucho. Es muy grande y te huele a mujer caliente.

-              ¿Sabrás tú a qué huele una mujer caliente, si hasta hoy no me lo estás comiendo?

-              Estabas muy guapa y sexi en el sueño. Me he puesto muy caliente al imaginarte en ropa interior con tus catorce o quince años.

-              Con esa edad estaba preciosa y caliente todo el santo día.

Tenía las manos en el culo de mi hermana.

-              ¿Cuándo se te puso el pedazo de culo que tienes? -Le pregunté-.

-              Después de tener a las niñas empecé a ir al gimnasio para recuperar la figura. Entonces fue cuando se me puso grande, duro y respingón.

-              Se pondría contento tu ex.

-              Mi ex ni se dio cuenta el cabrón, fíjate lo que me miraría.

-              Lola, me voy a correr.

-              No te corras todavía, espera, que quiero que te corras en mi boca. -Me contestó, doblándose por la cintura hasta alcanzar mi polla-.

-              Uuuufff, Lola, ¡qué rico!

-              Córrete cuando quieras, que yo también me voy a correr, no quites tu boca de mi coño.

-              ¡Aaaaggg, toma hermana, todo para ti, aaaaggg, siiii, …!

-              ¡Pues también hay para ti hermano, aaagggg, aaaggg, aaaggg, sigue, sigue comiéndomelo, aaaggg, …! -El chocho de mi hermana era igual que una fuente, que no parase de segregar jugos-.

Finalmente, mi hermana se dejó caer de lado, empujándose con el dedo hacia la boca el semen que le caía por las comisuras de los labios. Los dos habíamos perdido el resuello y respirábamos tratando de recuperarlo.

-              Hermano, sabes que vamos a follar.

-              Lo sé.

-              ¿Entonces por qué lo retrasas?

-              Porque me encanta que me tengas todo el día excitado para lograrlo.

-              A mí también me encanta zorrearte durante todo el día.

-              ¿Quieres una copa antes de cenar?

-              Sí, anda vamos a la terraza y abre la ventana que aquí huele a sexo que echa para atrás.

-              ¿No te gusta el olor a sexo?

-              Me gusta más practicarlo.

Serví las copas y las saqué a la terraza. Mi hermana estaba preciosa de pie mirando el mar. Le pase la copa.

-              Por nosotros. -Le dije ofreciéndole un brindis-.

-              Por nosotros. -Me contestó ella chocando los vasos-.

-              ¿Tú recuerdas cuando perdiste la virginidad? -Le pregunté-.

-              Sí, ya hace casi treinta años.

-              ¿Cómo fue?

-              Con el primo Marcos.

-              ¿Con el primo Marcos? ¡Pero si era tonto del culo!

-              Tú no sabes que todos los tontos tienen suerte.

-              ¿Pero tanta? Si tú eras una preciosidad, ¿no encontraste a otro mejor?

-              La suerte consiste en estar en el sitio adecuado, en el momento adecuado y eso fue lo que le pasó al primo Marcos. Aunque tenía sólo dieciséis añitos recién cumplidos, una noche salimos con un grupo de amigos a bailar y a beber. De vuelta para casa ya los dos solos y un poco pasados de alcohol, yo tenía unas ganas tremendas de mear, me metí entre dos coches aparcados, me bajé las bragas, me recogí la falda, me puse en cuclillas y empecé a mear con el placer que da hacerlo cuando estás que revientas. Al poco levanté la cabeza y el primo me estaba mirando. ¿Tú no tienes ganas de mear? Le pregunté. Sí, ahora cuando tú termines, me contestó. Cuando acabé me pasé un pañuelo de papel por el chocho, me levanté y me subí las bragas. Aunque yo estaba todo el día cachonda, que el primo me hubiese visto mear, en lugar de molestarme me puso más cachonda todavía. El primo se abrió la bragueta y se sacó el nabo. Lo tenía muy morcillón. Empezó a mear con un potente chorro, cuando terminó se lo sacudió con demasiada energía, más como si se estuviera haciendo una paja, que sacudiéndose la gotita. ¿Quieres que te la sacuda yo? Le dije y él se quedó paralizado.

-              No me extraña que se quedará paralizado.

-              Como no me contestaba me puse a su lado y se la cogí con la mano. Era la primera vez que cogía una polla. Él se terminó de empalmar. Me recosté en uno de los coches y bajándome las bragas le dije que me follara, pero que no se le ocurriera correrse dentro. Él empezó a penetrarme hasta que notó que era virgen. ¿Eres virgen todavía? Y tú también, así que acabemos con esto, le contesté moviendo la cadera hacia delante, hasta que noté que había dejado de ser virgen. Lo empujé para que se alejara y el tío se corrió en mis piernas. Me puse un pañuelo de papel en el chocho, me subí las bragas y allí lo dejé tratando de meterse la polla en los pantalones.

-              ¡Mira que eres burra!

-              Venga ya, que el tío la había metido en caliente por primera vez. ¿Y tú cuando follaste la primera vez?

-              Yo no era tan espabilado como tú y me costó mis años que sucediera. En mi curso de la facultad había una chica que no era gran cosa, pero que se arreglaba mucho para parecerlo.

-              ¿Cómo era ella?

-              Tenía mí misma edad, veinte años entonces, más baja que yo de estatura, no muy agraciada de cara, aunque tampoco fea, unas tetitas medianas y un culo bastante grande.

-              ¿Cómo se llamaba?

-              Manuela. Hacíamos, junto con otros compañeros, bastantes trabajos en grupo, normalmente, en alguna sala de estudio de las que estaban abiertas las veinticuatro horas. Una noche que hacía un frío del carajo, el resto de los compañeros del grupo nos dieron plantón. La calefacción de la sala dejó de funcionar a eso de las doce y a la una de la madrugada estábamos los dos, bueno y el resto de la gente, muertos de frío. Manuela compartía piso con otra chica, así que cuando no pudo más con el frío, propuso que fuéramos a su piso, que estaba cerca de la facultad a terminar el trabajo. Para colmo, cuando salimos empezó a llover suavemente, ninguno de los dos llevábamos paraguas, pero como llovía poco decidimos seguir, luego la lluvia apretó y ya no teníamos más remedio que seguir. Cuando llegamos a su piso íbamos los dos empapados y muertos de frío. Vamos a despertar a tu compañera, le dije cuando entramos. No está, se ha ido a una boda a su pueblo.

-              Tu verías el cielo abierto.

-              Qué va, Lola, yo era más tonto que hecho de encargo. Ni se me pasó por la cabeza que pudiera suceder algo entre Manuela y yo. Tienes que quitarte la ropa y los zapatos, estás empapado, me dijo ella dándome un albornoz para que me lo pusiera. Fui al baño a desnudarme, mientras ella lo hacía en su dormitorio. Debían llevar tiempo sin poner la lavadora, porque el baño estaba lleno de bragas, tangas y sujetadores. La ropa interior usada de mujer siempre ha supuesto un fetiche especial para mí.

-              ¿Sí?

-              Sí, es ver unas bragas usadas y ponerme cachondo perdido.

-              ¿Qué haces con ellas?

-              Las miro, las toco, las huelo. A veces he llegado a hacerme una paja con ellas.

-              ¿Con las mías también te pasaba lo mismo?

-              Raras veces. Mamá debió olerse algo, porque no te dejaba que pusieras las bragas o los sujetadores en el cesto de la ropa sucia, sino que ella o la chica que fuera las cogía de tu dormitorio. ¿No te acuerdas?

-              Sí, pero yo no pensaba que fuera porque tú ya eras un depravado. -Dijo Lola riéndose-.

-              Un depravado, ¡qué lástima!

-              ¿Qué pasó cuando te encontraste aquel festival de tangas y bragas?

-              Pues lo que tenía que pasar, que después de manosearlas y olerlas me puse cachondo perdido. Me quité la ropa mojada, hasta me tuve que quitar los calcetines y el bóxer de cómo nos habíamos puesto, y la puse a secar en un tendedero que había en el baño. Fui a ponerme el albornoz y no es que me quedara chico, es que debía ser de niño. Como pude me metí dentro, pero era casi imposible cerrarlo y yo tenía la polla bastante morcillona de los tangas y las bragas.

-              Debías estar monísimo.

-              Lola, menos cachondeo que yo estaba pasando un mal rato. Me armé de valor y salí del baño cerrándome el albornoz con las manos. El dormitorio de Manuela tenía la puerta cerrada, llamé y ella me dijo que pasara. Estaba metida en la cama tiritando. Perdona, pero es que no se me quita el frío. Me dijo. No te preocupes, yo seguiré con el trabajo, si puedo mover los brazos con el albornoz, le contesté y luego le dije: ¿Quieres algo? Te va a parecer un atrevimiento, pero ¿puedes meterte en la cama y darme calor?

-              ¡Yo sé el calor que quería la tal Manuela!

-              A mí me extrañó, sobre todo porque yo estaba desnudo debajo del albornoz y ella debía de saberlo. Se echó a un lado en la cama y yo, después de pensarlo, me metí en la cama con el albornoz. ¿Te importa abrazarme, a ver si dejo de tiritar? Me dijo poniéndose de espaldas a mí. Me giré para abrazarla y entonces noté ¡que estaba desnuda bajo las sábanas!

-              Esa estaba tiritando de la calentura no del frío.

-              Me empalmé inmediatamente, la polla se me salió por la abertura del albornoz y se la encajé en medio de su hermoso culo. Perdona Manuela, son las circunstancias. Me excusé. ¿Sólo las circunstancias? Dijo ella echando la mano hacia atrás, cogiéndome la polla y metiéndosela entre los muslos, bien pegada a su coño. Yo era la primera vez que estaba así con una mujer y el calentón que tenía era sideral. Ella me cogió las manos y se las llevó a sus tetas, medianitas, pero durísimas, y empezó a mover las caderas pajeándome. ¿Se te va quitando el frío? Le pregunté.

-              Tú eras tonto, se le quitaría el frío, pero la calentura debió subirle varios grados.

-              Pues debió ser eso, porque al minuto escaso empezaron a darle espasmos en las piernas y noté como mi polla se inundaba, hasta que me corrí yo también sobre sus muslos.

-              Pero eso no fue follar, no vale como primera vez.

-              Espera, que no he terminado de contarte. Cuando Manuela recobró su ser le pregunté si quería follar. Por supuesto, pero por el culo. Me contestó. El culo vale, ¿no? -Le pregunté a mi hermana-.

-              El culo sí, por eso se dice follar por el culo.

-              Manuela sin tregua se puso encima de mí, mirándome, se metió dos dedos en el chocho y luego en el ojete, me cogió la polla se la puso a la entrada del culo y empezó a bajar hasta tenerla entera dentro. Yo le puse las manos en su hermoso culo y ella empezó a subir y a bajar, acariciándose el clítoris a la misma vez.

-              ¿Pero por qué por el culo y no por el chocho?

-              No te adelantes que ya te lo explicaré. No tardamos mucho en corrernos de nuevo, ella igualmente con espasmos en las piernas y dando unas voces que se oirían en todo el bloque. Luego me dijo, que no se lo contara a nadie, que no quería que su novio pudiera enterarse. ¿Ah, pero tienes novio? Le pregunté. Sí claro, estamos preparando la boda y yo le he prometido llegar virgen al altar.

-              ¡No me jodas, que por eso quería por el culo!

-              Eso mismo deduje yo.

-              ¿Volviste a acostarte con ella?

-              No, después de saber lo del novio y lo de la virginidad hasta el altar.

Nos reímos los dos.

-              Bueno, tu al menos te estrenaste en una cama y no entre dos coches como yo.

-              Sin tener una relación más íntima entre nosotros, nunca nos hubiéramos contado estas cosas.

-              Por eso hay que culminar, hermano.

Cenamos algo y cuando fuimos a acostarnos, Lola se puso un tanga.

-              ¿Ahora te vas a poner un tanga? -Le pregunté-.

-              Sí, me tiene que venir el período cualquier día de estos.

Nos abrazamos y ella me dijo entre risas:

-              Ten cuidado con lo que sueñas a ver si le vas a tener que follar el culo a la gorda.

Cuando desperté mi hermana no estaba en la cama, remoloneé un poco, pero me estaba meando y tuve que levantarme al baño.

-              ¡Hija de puta, qué cabrona! -Exclamé cuando vi que había llenado el baño de bragas, tangas, biquinis y sujetadores-.

La tentación fue demasiado fuerte y empecé a olerlos y a manosearlos. La muy puta me lo había dejado todo usado y las que se había puesto por la noche no era necesario acercarse a ellas para olerlas. Se me puso el nabo como una piedra.

-              ¿Te gusta la nueva decoración del baño? -La escuché decir a mi espalda-.

-              Efectivamente, hermana, tenías razón, no podía imaginar lo puta que puedes llegar a ser.

-              ¿Estás ya preparado para follarme?

-              ¡Y tanto que sí!

La abracé por el culo y la besé en la boca. Estaba auténticamente fuera de mí. La cogí en brazos, la senté en la encimera del lavabo rodeada de su ropa interior y la taladré de un solo golpe de cadera.

-              ¡Aaaaggg, que placer hermano, toda mi vida he estado esperando esto!

-              Y yo, pero no lo sabía hasta ahora.

-              Huele, huele. -Me dijo mi hermana cogiendo la braga de un biquini y poniéndola en mi nariz-.

-              ¡Joder, Lola, como huele a hembra caliente!

-              Es la braga del biquini que me puse el primer día que llegué, fíjate como podía estar de caliente. -Cogió el tanga que se había puesto la noche anterior-. Y fíjate el tanga de anoche.

-              Si sigues así, me voy a correr enseguida.

-              No importa, yo también y sé que luego continuaremos. Mírame a los ojos cuando te vayas a correr, quiero verte la cara.

-              ¡Aaaahhhh, uuuuffff, siiii, me corro, me corro, …! -Le dije al empezar a correrme dentro de ella mirándola a los ojos-.

-              ¡Siento tus chorros dentro de mí y me muero del placer! ¡Sigue bombeando, sigue, que me corro, aaaaggg, …!

Tenía la vista fija en la cara de mi hermana al correrse. Su rostro estaba congestionado, tenía los ojos cerrados y la boca muy abierta. La besé en la boca y ella luego presionó sus tetas contra mi pecho.

-              Quiero que nos duchemos juntos. -Le dije, ayudándola a bajar de la encimera del lavabo-.

-              Con esto del nudismo vas a perder mucho en tu fetichismo.

-              Esta ropa se queda aquí cuando te vayas.

-              Por mí perfecto, así te acordarás más de tu hermana Lola.

Entramos en la ducha y empezamos a sobarnos mientras nos besábamos.

-              Cuando te espiaba en la ducha, hubiera dado media vida por ducharme contigo. -Me dijo-.

-              ¿Y qué me hubieras hecho?

-              Primero te hubiera abrazado y besado en la boca apretándote la polla contra mi barriga, moviéndome lentamente.

-              Suena bien.

-              Luego, sin dejar de besarte, te hubiera cogido la polla para pajearte despacio.

-              Así como lo haces ahora.

-              Sí. ¿Te gusta?

-              Me vuelve loco de deseo.

-              Cuando ya tuvieras la polla durísima, me pondría en cuclillas y empezaría a comértela, metiéndomela tan adentro como pudiera.

-              ¡Lola, que mamada me estás haciendo!

-              Cuando te viese la cara desencajada de la mamada. Me erguiría, y me pondría de espaldas a ti, con tu polla bien encajada en mi culo, te cogería las manos y una la llevaría a mis tetas y la otra a mi chocho.

-              Eras una chica muy pervertida con esas ideas tan jovencita.

-              ¿No te hubiera gustado que te hiciera todo eso?

-              No creo que entonces lo hubiera aguantado sin correrme en menos de un minuto.

-              Después me hubiera apoyado contra la pared de frente con una pierna elevada para que me follaras por detrás.

-              ¿Tú no hubieras corrido también antes de follar?

-              Yo ya me he corrido ahora por segunda vez. Bésame y pon tu mano en mi clítoris. ¡Empújame más fuerte, estrella tus huevos contra mi chocho!

-              ¡Lola, me voy a correr!

-              Hazlo, yo también me voy a volver a correr.

-              ¡Aaaahhh, hermana, aaaaggg, siiii, aaaggg, …! -Mi corrida fue larga y violenta, sin dejar de sobarle las tetas y el clítoris-.

-              ¡Ahora, ahora, ahora, sigue follándome, sigue, más fuerte, aaaggg, aaaggg, …! Cógeme que me caigo. -Me dijo mi hermana cuando estaba al final de su tercera corrida-.

Ese día y los siguientes hasta que mi hermana se fue, estuvimos follando como conejos a cualquier hora del día o de la noche.

Llevé a Lola al aeropuerto con la polla en carne viva.

-              ¿Vas a tardar mucho en volver? -Le pregunté abrazado a ella cuando iba a cruzar el control-.

-              No creo, me ha gustado demasiado la zona, el piso y follarme al inquilino del piso.

(Continuará).