Mi familia
En este primer relato con este título, cuento como una serie de malas circunstancias me llevaron a follarme a mi tía...
Mi familia bautizó aquellos primeros quince días del verano como; las dos semanas del infierno y no precisamente por el calor.
Todo comenzó el último lunes de aquel curso, llegué del instituto vomitando, con un fuerte dolor en el vientre y mucha fiebre. Mis padres me llevaron apresuradamente al hospital y después de un millón de pruebas los médicos me diagnosticaron un cuadro agudo de apendicitis. Aunque el apéndice estaba muy inflamado a punto de romperse, la operación fue un éxito y cuatro días después ya estaba en casa bastante recuperado. El sábado por la tarde, de aquella misma semana, un incendio devoró por completo la casa de uno de los hermanos de mi padre y sólo unos días después una llamada de teléfono en la madrugada nos avisaba de que el abuelo Luis, del que había heredado mi nombre, había sufrido un infarto. Pocas horas más tarde, la abuela confirmaba su fallecimiento.
Recuerdo a mamá dando vueltas por la casa con el teléfono en la oreja, sujetándolo con su hombro y hablando sin parar, mientras que con las manos iba colocando varias prendas de ropa en una maleta. Mi padre y yo la seguíamos por la casa como zombis:
_ Luis, te vas a quedar con tía Olga y su marido mientras papá y yo estamos fuera.
_ Yo también quiero ir con vosotros.
Mamá me miró unos segundos y sonrió de manera forzada:
_ Mírate Luis- dijo papá mientras me señalaba con la mano- no estás recuperado, sólo hay que ver como caminas.
Lo cierto es que había perdido bastante peso desde la operación y aun, tenía algunas molestias al andar:
_ ¡Era mi abuelo favorito! - protesté yo- quiero ir.
_ Lo sé hijo - apuntilló mamá mientras me besaba la mejilla. Aquella conversación había terminado.
Llegamos a casa de mis tíos y ambos nos esperaban en la puerta:
_ Andrés va con vosotros- afirmó mi tía de forma imperativa nada más parar el coche. Era un detalle que el marido de mi tía acompañase a mis padres en aquellos momentos tan difíciles.
Los tres salieron como un rayo hacia el aeropuerto en el coche que conducía mamá, mientras yo caminaba detrás de tía Olga hacia el interior de la casa. Mi tía me acomodó en la habitación de su único hijo, Esteban, qué a sus veintiún años, cursaba segundo de medicina en la universidad más prestigiosa del país. Conocía aquella casa como si fuera la mía propia, había pasado en ella cientos de horas jugando con mi primo, a pesar de que él era tres años mayor que yo, siempre habíamos sido grandes amigos.
Dejé la mochila que llevaba al hombro en el suelo y me tiré abatido sobre la cama. Tía Olga entró en la habitación un poco después, con una carpeta en las manos. Dentro había varias fotos donde estábamos toda la familia incluido el abuelo Luis. Había una en la que me tenía en brazos siendo un bebé, varias jugando de niño con él y una donde estábamos papá, el abuelo y yo, dos navidades atrás. Lo cierto es que los tres nos parecíamos bastante, a pesar de que con mi metro noventa les quitaba a ambos una cabeza. Papá también iba a extrañar mucho a su padre al que tanto quería:
_ Aquí estabas bastante rellenita- le dije a mi tía sonriendo.
_ Oye; Yo nunca he estado rellenita-manifestó con enfado fingido mientras me golpeaba en el brazo.
Lo cierto es que, durante mucho tiempo si lo había estado y mucho. Siempre había tenido un bonito rostro con dos ojazos azules, unos labios gruesos y una larga melena rubia. Muchas sesiones de gimnasio y varias operaciones habían logrado que aquel bonito rostro estuviese acompañado por una más que bonita figura. Incluso las enormes tetas que luchaban por salir de su sujetador opresor, eran producto de quirófano. Su estilada figura la hacía parecer más alta y joven, aunque pasaba de largo de los cuarenta.
Me quedé traspuesto después de que mi tía saliese de la habitación, cuando desperté ya eran casi las nueve. Me dirigí apresurado al baño con la vejiga a punto de explotar, abrí la puerta de golpe y me quedé de piedra debajo del umbral. Tía Olga estaba completamente desnuda secando el pelo con una toalla. En lo primero que se posaron mis ojos fue en aquellas tetas descomunales que, a pesar de tener el tamaño de unas hermosas sandías, se mantenían firmes ganando claramente su lucha con la gravedad. Las inmensas aureolas eran coronadas en su centro por unos pezones rosados tan grandes como la punta de mis dedos. Mi mirada descendió rápidamente por su vientre plano hasta llegar a su coño todo él rasurado, con la excepción de una finita rayita de pelos rubios que coronaban su abultada raja. Bien sabe Dios que, me costó sangre sudor y lágrimas contener las ganas de meter mi cabeza entre aquellas dos enormes tetas o mis dedos dentro de aquel precioso coño. Cerré la puerta de un golpe seco, mientras ella se tapaba con la toalla y fui a mear al jardín.
De nuevo en la cama ya no pensaba en mi abuelo o en mis padres, ahora no me sacaba de la cabeza la imagen de mi tía desnuda, secándose su larga cabellera rubia mientras su cuerpo se contoneaba al ritmo de los movimientos de sus manos:
_ ¿Vamos a cenar, Luis? - la voz de Olga a mí lado, me devolvió a la realidad.
Cuando levanté la vista ella estaba al lado de la cama ya vestida con un pantalón corto y una camiseta de tiras, en donde resaltaban sus enormes pezones libres de sujetador. Me levanté de la cama embrujado por aquel cuerpo y lo seguí por el pasillo. En una esquinita de mi cerebro mi única neurona adulta pensaba que decir, como disculparme por lo del baño, pero el resto de mis neuronas adolescentes dominadas por mis hormonas no dejaban que mis ideas se aclarasen. Mis ojos iban perdidos en el contoneo de sus nalgas a derecha e izquierda, con cada paso que daba. De pronto, fue un segundo sin explicación lógica, un segundo en el que perdí la cordura, el control de mis actos. Mis manos se deslizaron como rayos, asaltando por detrás la camiseta de tiras y atraparon con fuerza cada una de las tetas. Las apreté con fuerza mientras de un tirón daba la vuelta a mi tía para poder ver aquellos dos prodigios del bisturí entre mis manos. No me esperaba la reacción de ella. Con las dos manos empujo mi pecho con fuerza varias veces hasta que trastabillé y perdí el equilibrio. Al caerme mi cabeza, junto con mi ojo derecho impactaron con la esquina de la puerta de la cocina. El golpe fue brutal, resonó en toda la casa. Intenté levantarme al momento del suelo, mala idea, apenas me había incorporado cuando todo comenzó a darme vueltas y eso solo hizo que mi cuerpo volviese a besar las frías baldosas del pasillo con más fuerza. Esta vez el golpe fue en las costillas dejando mi cuerpo completamente inmóvil:
_ ¿Luis estás bien? -la voz preocupada de mi tía resonaba cerca de mi cabeza, aunque no sabía bien de donde - ¡Dios mío como sangra ¡- fue lo último que oí.
Cuando recuperé la consciencia del todo, estaba en urgencias del hospital con un vendaje que me tapaba la cabeza, el ojo derecho tan hinchado que no podía apenas ver por él y el pecho dolorido:
_ ¡Ya estás aquí de nuevo ¡- gritó más alto de lo normal una mujer muy menuda vestida con una bata blanca- Soy la doctora Rivas. Debes tener más cuidado en la ducha, sobre todo recuperándote de una reciente operación- afirmó mientras miraba mi vientre- puede irse a casa- comenzó a decir mientras me daba la espalda, ahora ya no hablaba conmigo- pero hay que vigilar su cabeza.
Cuando llegamos a casa me fui disparado a la habitación que ocupaba yo. Apoyé las manos en el espejo que cubría casi toda la pared de la entrada al cuarto y miré con detenimiento mi rostro. Mi cara parecía un mapa. El ojo pasó de ser verde a rojo sangre, lo que quedaba de mi melena castaña se escondía debajo de un turbante, mi vientre blanco y definido se había convertido en un bulto negro e inflamado. Aquel chico que no reconocía en el espejo estaba hecho una mierda.
Mi tía no tardó en entrar:
_ Lo siento mucho Luis- comenzó a decir mientras se tapaba la cara con las manos- no debí empujarte así. No sé qué me pasó.
La conocía muy bien, ella era el tipo de persona que no era capaz de hacer daño ni a una mosca, la que levantaba la voz de primera en contra del maltrato en todas sus formas, la defensora de los más débiles, la que recurría siempre al diálogo. Ella no era la mujer de la reacción desmedida, nunca lo había sido, por eso se lamentaba en los pies de la cama sabedora de haberse convertido en todo lo que odiaba. Yo seguí en silencio mientras daba vueltas a lo sucedido. Tenía claro que yo no debía haber tocado las tetas de mi tía, pero su reacción había sido desproporcionada. Una reprimenda en aquel momento habría dejado todo claro sin más. La rabia por verme así, junto con el dolor de mi cabeza me enfadaba mucho.
Se pasó la siguiente media hora disculpándose de todas las formas posibles, hasta que yo me cansé de oírla y le pedí que me dejara solo.
Cuando desperté por la mañana todo me daba vueltas, el ojo estaba peor, el pecho me oprimía y la cabeza me mataba. Tuvo que pasar una hora y varios analgésicos para comenzar a sentir una mejoría sustancial. Entré en la cocina, el rostro desencajado de mi tía nada más verme me confirmaba lo asqueroso de mi estado. Volvió a surgir de repente, sin meditarlo, como si un ente malvado me susurrase locuras al oído. Una idea, era esa, buena o mala era mi “venganza…” Iba a desquitarme con aquella mujer y ya sabía cómo:
_ Voy a darme una ducha- comenté secamente. Mi voz era dura y cortante - ¿puedes ayudarme a sacar el turbante este de la cabeza?
Abandoné la cocina mientras sentía como ella me seguía cabizbaja. Ya en el baño comenzó a sacarme con cuidado todo aquel vendaje pegado a mi pelo. Yo me quejaba falsamente, con cada tirón de sus manos, ella se encogía de dolor al oírme. Me puse de pie cuando vi que la venda estaba en el suelo y recurriendo al embuste de nuevo, fingí marearme:
_ ¡Creo que no voy a poder meterme en la ducha solo¡¡ puta mierda de vida! – golpeé la pared con el puño más fuerte de lo que pretendía.
_ Tranquilo, yo te ayudo- me susurró descompuesta a mi lado mientras acariciaba mi espalda. Primer paso dado susurró mi malvado cerebro.
Con cuidado me sacó lentamente la camiseta que vestía por la cabeza. Un chillido agudo salió de su garganta cuando vio el gran moratón de mi pecho. Fingí ignorar su reacción y me quité el pantalón y el bóxer de un tirón para quedarme completamente desnudo. Pasé mi mano alrededor del cuello de mi tía hasta que mis dedos estaban sobre su pecho y a trompicones me desplacé hasta la ducha apoyado en ella.
_ Creo que voy a desistir- balbuceé ya en la ducha, a punto de llorar- ya no me queda cuerpo que golpear y si me caigo juro que me tiro por una ventana.
_ Tranquilo, yo te ayudo – Un par de lágrimas recorrieron su rostro.
Eso es lo que yo quería, tenerla abatida y obligarla a que entrase en la ducha conmigo. Se quitó la camiseta que llevaba y las mayas de licra marrones, quedándose ante mí con una braguita negra de encaje y un sujetador del mismo color. Mi polla golpeó mi vientre dura como una piedra cuando las manos de Olga rozaron mi cuerpo, sé que ella la sintió, aunque no dijo ni hizo nada. El agua caliente comenzó a empaparnos a los dos mientras Olga enjabonaba mi cuerpo con sumo cuidado. Los pezones de mi tía no tardaron en empujar la fina tela empapada hasta casi perforarla mientras la braguita se fue escurriendo hasta perderse entre sus nalgas. Esta vez no perdí el control, sabía perfectamente lo que quería y lo que hacía. Poco a poco fui posando mis manos sobre sus pechos hasta que de un tirón aparté la tela del sujetador y sus enormes tetas comenzaron a bailar libres. Olga se quedó paralizada mientras miraba mi rostro con ojos de perro degollado. En aquel momento lo supe, sus ojos me lo decían, ella en su subconsciente esperaba aquello de mí, mi tía estaba a mi merced. No esperé un segundo, acerqué mi boca a sus tetas y comencé a succionar ambos pezones. Los chupé y apretujé con fuerza, recorrí cada centímetro de sus tetas con mi lengua, con mis dientes. Metí mi cabeza entre aquellas enormes tetas y aspiré su olor con fuerza, junté sus pezones hasta que ambos se tocaron e introduje a ambos en mi boca. Fue algo apoteósico. Jugué con sus tetas hasta que mi polla empezó a pedirme más. Una de mis manos se dirigió resbalando por su vientre hacia su entrepierna, ella cerró con fuerza ambas piernas, en un acto reflejo, cuando mis manos se colaron por su braguita. Lo primero que toqué fue la fina línea de pelo que había visto días antes, la seguí hasta que mis dedos tocaron los gruesos labios de su raja. Sus piernas apretadas no dejaron que mis dedos avanzasen en su coño, lo que me llevó a meter mi rodilla entre sus muslos hasta que se separaron lo suficiente para que, mis dedos recorrieran cada centímetro de su coño. El agua llena de jabón estaba haciendo su trabajo, mis dedos lubricados recorrían con facilidad aquel coño desde el clítoris hasta el ano. No costó nada que uno de mis dedos entrase en su vagina, luego lo siguió otro y otro hasta que tres de mis dedos estaban dentro de ella. La braguita fue deslizándose poco a poco hasta que llegó al suelo de la ducha, el sujetador la acompañó cuando lo rompí de un tirón. Mi tía estaba completamente desnuda delante de mí, como la había visto un día antes, solo que ahora estaba completamente desbordada por la situación y a mi voluntad. Me moví con premura hasta que su espalda estaba pegada a mi pecho, sujeté sus tetas con fuerza y dejé que mi polla se deslizase suavemente entre sus nalgas.Mi polla latía con fuerza deseosa de encontrar un agujero caliente donde alojarse y eso fue lo que le busqué. Calqué con fuerza la espalda de Olga hasta que sus rodillas tocaron el suelo de la ducha, luego apoyó sus manos en la pared hasta ponerse a cuatro patas, su culo ya estaba en pompa para mí. Con la ayuda de mis rodillas, otra vez, separé sus piernas hasta que su coño y su culito quedaron completamente abiertos delante de mi polla. Vacié medio bote de gel en su espalda y el agua enjabonada comenzó a recorrer todo su cuerpo, deslizándose en mayor cantidad por su coño. Con determinación puse mi polla en la entrada de su culo y apreté con fuerza hasta que la cabeza fue absorbida por su ano. Fue una sola embestida rápida y su culo había sido perforado de un solo golpe por toda mi dureza. La penetración sin miramientos hizo que la mujer arqueara la espalda en un intento vano por separarse de mí. Mis manos sujetaron sus caderas con fuerza y comencé a follar su culo con rabia. Con cada envestida mi polla se ponía más dura y engordaba más y más, mientras que mis huevos que acariciaban sus firmes nalgas se morían por descargar en aquel precioso agujero. Sabía que si seguía poseyendo su culo con aquella intensidad no tardaría en correrme y mi leche la reservaba para su coño. Mi polla dejó su ano y con mucha más facilidad se deslizó por dentro de su vagina. La suavidad y el calor de aquel agujero arrancaron de mi boca el mayor suspiro de placer que había dado en mi vida. Comencé el mete saca mientras observaba como su culo completamente dilatado volvía poco apoco a su forma original. Le tiré de su larga melena rubia hasta que nuestros rostros estaban frente a frente. Quería que mirase bien quien la follaba, como la embestía cada vez con más fuerza hasta casi levantarla del suelo con cada golpe de mi polla y que supiese que me iba a correr dentro de ella. No duré mucho, aquel coño completamente lubricado y sus ojitos de cordero degollado, destrozaron mis pocas fuerzas y las descargas eléctricas que anunciaban la inminente liberación de mi esperma se hicieron más y más intensas, hasta que un sonido gutural de mi garganta anunció que mi leche inundaba el vientre de mi tía. Fue una corrida brutal, inmensa, acompañada por los espasmos de mi polla y el mayor placer que había sentido en toda mi vida.
Pegué mi espalda a la pared para recobrar el aliento mientras tía Olga se levantaba del suelo. Vi como la leche que había vaciado dentro de ella ahora corría por sus piernas en grandes chorros. Nos quedamos frente a frente unos largos segundos hasta que ella por fin habló:
_ ¡Estamos en paz!