Mi familia 2
Después de follar a mi tía pongo los ojos en mamá...
En mí último relato de 2020 quiero aprovechar para dar las gracias a todos aquellos lectores que han perdido unos minutos de su tiempo en leer mis relatos, les hayan gustado o no. También quiero desear un feliz 2021 a todos los lectores, administradores y escritores de esta página.
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No había vuelto a mirar a mi tía desde nuestro encuentro sexual en su casa. Había pasado todo un año desde aquello, el recuerdo de mi polla perforando el culo y coño de tía Olga en la ducha, seguía dando vueltas en mi cabeza y alimentando mis fantasías. Aquel había sido mi primer año de universidad, entre otras muchas cosas nuevas, también pronto sería mi primer año de noviazgo con Sandra.
Sandra era una compañera del instituto con la que se había producido un acercamiento el verano anterior. Desde que nuestra relación había dado comienzo pasábamos todo el tiempo que podíamos juntos. Estar con ella era muy divertido y gratificante para mí. La relación iba viento en popa en todos los aspectos menos en uno. El sexo.
No es que Sandra no estuviese bien, estaba buena a reventar, fue como la definió mi padre cuando la conoció y tenía razón. Sus muy marcados rasgos indios, país de donde procedía su padre, estaban adornados por unos ojazos grandes y verdes que hipnotizaban, unos labios gruesos, un rostro angelical y un cuerpazo de escándalo. Nos habíamos acostado desde casi el principio de la relación, ella siempre estaba dispuesta para un buen polvo y era muy buena en eso. Con ella no había límites, hacía y dejaba que le hicieran todo, sin ningún tipo de reparos. Con ella había hecho mil posturas, muchas que ni siquiera me imaginaba que fuesen posibles de hacer, había follado su culo, follado sus tetas descargando mi leche en ellas, incluso me había corrido en su boca un centenar de veces. Al principio no entendía lo que no iba bien, porqué el sexo con mi novia no me llenaba del todo, no sabía que cojones me faltaba, porqué mi cabeza era tan gilipollas de comportarse así, después de estar follándome a la chica más despampanante que conocía, hasta que fui atando cabos y lo supe. Lo que no me llenaba es que fuese fácil, que no hubiese riesgo, un trabajo anterior, un plan, un algo que te hiciese levantarte victorioso al conseguirlo. Por todo eso, me masturbaba pensando en mi tía y no en mi novia.
Quería a mi novia pero, necesitaba ese reto, esa mujer imposible, ese polvo por el que merecía la pena arriesgarse. Necesitaba volver a triunfar.
Una casualidad, como no, me enseñó lo que buscaba. Mamá me despertó zarandeándome en la cama pasadas las nueve. Era lunes, aquella mañana salía tarde de casa porqué me había quedado dormido. El fin de semana en la nieve con Sandra y unos amigos me había dejado exhausto y despertar temprano había sido imposible. A mitad de camino de la universidad tuve que dar la vuelta a mi coche, el portátil había quedado en casa. Subí de dos en dos las escaleras que llevaban hasta nuestra vivienda en el sexto piso, mientras maldecía en arameo, por el ascensor estar siempre ocupado. Entré en casa como pollo sin cabeza revolviéndolo todo, mientras pensaba la última ubicación posible del ordenador, la habitación de mis padres. Empujé la puerta con fuerza y me encontré de bruces con mi madre totalmente desnuda:
_ ¿Aun sigues aquí? – protestó enfada por mi tardanza, mientras obviaba que estaba completamente en bolas.
_ El ordenador- susurré mientras miraba sin reparos el cuerpo de mamá.
_ ¿Y entonces? – Me apremió con las manos en las caderas, al ver que yo seguía quieto delante de ella completamente parado.
Tiré el asa de la mochila donde guardaba el aparato y después de un último vistazo disimulado, salí por la puerta corriendo. Mientras circulaba en el coche daba vueltas a la cabeza, nunca había visto a mamá desnuda del todo, en ropa interior y de refilón sí, pero desnuda y tan cerca no. Era mi madre me decía mi cerebro, joder, no estaba bien verla así, ojalá pudiéramos follarla me decía mi polla dura como una piedra. No fui capaz de prestar atención a nada más aquel día. Si bien era cierto que mamá se acercaba a los cincuenta, su cuerpo bronceado, esbelto, con aquellas dos tetas no muy grandes pero muy bien puestas en su sitio, con pezones que abarcaban toda la aureola y un coño moreno muy peludo de gruesos labios, la convertían en una buena hembra. A mí lo que me volvía loco era que; follar a mamá era todo un reto de proporciones bíblicas.
Me pasaron por la cabeza mil maneras distintas de conseguir mi propósito. Iba desechando una a una, cuando les daba forma. Entonces surgió de la nada, como cuando los personajes de un comic les aparece la súper idea y le ponen la bombilla sobre la cabeza, así me pasó a mí. ¿Cuál era el punto débil de mamá? Preguntaron algunas neuronas de mi cerebro. La abnegación y dedicación absoluta a su familia; contestaron las otras. Ahí tenía mí oportunidad, su punto débil. Mamá se desvivía por su esposo y por su único hijo, hacía nosotros lo que hiciese falta, por ese hueco debía colarme yo. Perfilé un plan los días siguientes y aquel fin de semana comencé a ponerlo en marcha:
_ ¡Hoy no has comido casi nada ¡_ me dijo mamá el domingo cuando estábamos cenando_ ¡Ayer tampoco! ¿Te pasa algo Luis?
_ No mamá, no me pasa nada_ Ella ya se había fijado. El plan daba comienzo.
El lunes papá marchaba de viaje como cada semana por su trabajo, no volvía hasta el jueves o viernes. Tenía esa primera semana para darle más forma a mi plan.
Mamá no volvió a decirme nada hasta el miércoles por la noche durante la cena, echo que me inquietó bastante, a ver si me había hecho demasiadas ilusiones. Para mi tranquilidad mamá volvió a preocuparse por mí:
_ Luis, me he fijado que desde hace unos días no estás bien- comenzó diciendo como si yo fuera un niño pequeño al que reprender- ¿Va bien todo con Sandra?
_ Si mamá, todo bien- contesté a trompicones queriendo dar a entender que no era así. El plan seguía su curso.
_ ¡Por favor, no me mientas! - Ahora su voz era más imperativa, aunque se notaba como la preocupación la desbordaba.
Agaché la cabeza y miré al plato con los ojos llenos de lágrimas:
_ Las cosas con Sandra no van bien- le susurré con la voz entrecortada por el dolor. Si hasta soy buen actor, pensé.
Mamá esperó con calma que siguiera hablando mientras le, daba vueltas a las manos por el nerviosismo:
_ Por favor, prométeme que no dirás nada, ni a papá ni a nadie-. Esperé su respuesta, sabedor de que lo primero que haría sería decírselo a mi padre nada más llegase. Eso también formaba parte del plan.
_ Te lo prometo.
_ Yo…no sé cómo decir esto… es que- guardé silencio unos segundos.
_ Soy tú madre Luis, puedes contarme lo que sea que te pase-. Mamá, me agarró las manos con cariño mientras me animaba a seguir.
_ Empezó hace más o menos un mes- seguí diciendo mientras la miraba a los ojos llorosos, para dar más dramatismo- mis problemas en la cama.
Esperé para ver su reacción. Podía levantarse y decirme que hablase con papá, o simplemente dejarlo pasar con cualquier otra disculpa. No lo hizo, sus manos siguieron envolviendo las mías y la preocupación de su rostro no se disipó ni lo más mínimo:
_ ¡No sé que me pasa! - seguí con mi relato perfectamente orquestado en mi cabeza- No consigo que todo sea normal. Algunas veces no soy capaz de empezar, otras, se me queda muerta así sin más, en cualquier momento del acto y casi siempre siento mucho dolor cuando eso pasa-. Seguí así varios minutos, contando como mi cuerpo se negaba a disfrutar del sexo hasta que mamá habló.
_ Mañana vamos al médico-. Fue lo que dijo. Y el plan seguía.
El viernes a primera hora estábamos en la consulta de un urólogo privado. Le conté exactamente lo mismo que a mi madre. Después de oír lo que me pasaba, comenzó a preguntarme cosas que yo más o menos esperaba. Me hicieron análisis y varias pruebas, luego me volvieron a citar para la semana siguiente. Como esperaba, mamá le contó todo a mi padre y tuve que oír su charla de ánimo aderezadas por sus aventuras juveniles. El miércoles volvimos a la consulta mamá y yo. Como ya sabía de antemano, a mi cuerpo no le pasaba nada, lo que sólo dejaba una posibilidad para el doctor; es algo psicológico.
Nos derivó a un psicólogo. Para mi sorpresa era una mujer muy maja que comenzó diciendo que los problemas psicológicos en el sexo eran peores que los físicos, eso aterró más a mamá:
_ El sexo es confianza- comenzó diciendo en nuestra última consulta. Tres meses habían pasado desde la primera cita-. Si algo é visto en ti, es que te cuesta confiar y abrirte a la gente. Eso es un problema grave. Debes actuar con tranquilidad, con la certeza de que todo va a salir bien, de que la persona que tienes enfrente va a entender todo lo que te pase y está dispuesta a ayudarte sin perjuicios-. Siguió una hora hablando de la confianza en mí, de elegir la persona correcta y mil cosas más en esa dirección.
De vuelta a casa le anuncié a mamá que aquel fin de semana me iría con Sandra a un balneario para estar solos y tranquilos. Hacía meses que habíamos planeado aquella salida con otras dos parejas amigas. Ahora esta escapada me venía de perlas para perfilar mi plan.
El lunes, como me esperaba, mamá me preguntó cómo habían ido las cosas. Siguiendo los pasos del plan le dije: muy mal y le conté mil penas hasta rematar diciendo entre lágrimas que me rendía. Mamá lloró conmigo hasta que fingí dormirme. Aquella noche sabía que había hecho todo lo que estaba en mi mano, ahora quedaba esperar y cruzar los dedos para que mamá actuase como yo esperaba.
No me levanté el martes hasta que llegó la hora de comer. Por la tarde seguí en la cama. Ya era más noche que día cuando mamá entro en mi cuarto. Se sentó a mi lado en la cama y estuvo en silencio unos minutos:
_ He pensado…que…a lo mejor…si quieres- Ahora era ella la que se trababa, estaba muy nerviosa. Eso era bueno- a lo mejor puedo ayudarte- soltó de sopetón.
_ ¿Cómo? - contesté yo fingiendo sorpresa e incredulidad.
_ La doctora dijo que podía ayudarte alguien de mucha confianza, alguien a quien pudieras decirle cualquier cosa que sintieras y todo eso. ¡Quién mejor que yo!
_ Mamá, ¿Tú estarías dispuesta a ayudarme en esto?
_ Claro que sí, hijo. Yo te ayudaré siempre en todo lo que necesites- Y reto conseguido. Me quería dar dos besos a mí mismo e incluso hacerme la ola, pero daría que desconfiar si lo hiciese en aquel momento.
Mamá metió sin más, su mano temblorosa por elástico de mi bóxer hasta que sus dedos calientes envolvieron mi polla. No hizo falta nada para que esta se pusiese dura y comenzase a palpitar. Mamá empezó a mover su mano arriba y abajo con delicadeza mientras que yo metía mi mano derecha por dentro de su camiseta. Ni se inmutó cuando apreté sus pechos, suavemente al principio, luego fui sobándolos con más fuerza hasta que noté que sus pezones se ponían duros. Supe que me correría como un loco, si la mano caliente y húmeda por los líquidos de mi polla, seguía moviéndose de aquella manera alrededor de mi prepucio:
_ Mamá para, me molesta un poco-. Ella hizo lo que le pedía al momento- si no te importa que nos desnudemos, eso me ayudará a estar más cómodo y mientras tanto me relajo un poco.
Se quitó la camiseta del pijama y el pantalón corto sin decir nada. Ella estaba tan centrada en su misión como un soldado en la batalla, no preguntaba sólo actuaba. Me quedé muerto cuando mamá se tumbó completamente desnuda a mi lado. Puse mi boca sobre sus pezones mientras mi mano se internaba en su coño peludo. Mis dedos se fueron perdiendo entre aquellos gruesos labios en un recorrido desde el clítoris a la entrada de su vagina, luego al culo y vuelta a empezar. Me puse encima de ella y con mis rodillas separé sus piernas hasta que, mi polla quedó en la entrada de su vagina. Sé que dudó, su cabeza se debatía por dejar o no, que la polla de su hijo entrase en su cuerpo. No esperé, de un golpe se la metí toda, ella arqueó la espalda ante la sorpresa de la envestida. Comencé a follarla con el mismo ritmo que su garganta soltaba los jadeos, primero lentamente, luego más y más rápido. Puse sus piernas sobre mis hombros, así mi polla se introducía al completo en el coño de mamá. Fueron minutos intensos de envestidas, hasta que noté que mis huevos se hinchaban para soltar la leche de su interior. No quería, ni podía, correrme en su coño, así que volví a moverla hasta que su clítoris quedó en mi boca y mi polla en la suya. De nuevo volvió a dudar, no sabía si dejar que la polla de su hijo follara su boca, su garganta. Yo me lancé, mi lengua comenzó a lamer y chupar su clítoris mientras a mi nariz llegaba aquel olor a hembra que emanaba de su coño. Solté un jadeo más fuerte de lo que deseaba cuando la boca de mamá absorbió toda mi polla, la tragó toda hasta que sus labios tocaron mis huevos. Comenzó despacio, como si temiera romperla, luego su ritmo chupando aumento considerablemente hasta convertirse en una máquina de mamar. Los jugos del coño de mamá se desparramaban por mi cara, cuando mi nariz se introducía en su coño. De pronto apretó su coño con fuerza contra mi cara y empezó a retorcerse mientras bufaba por la nariz con fuerza. No pude más, mi polla comenzó a temblar y mi garganta a jadear, justo antes de que la leche de mis huevos se derramara con fuerza en la garganta de mamá. Me sorprendió lo que duró su corrida y mucho más que no sacara mi polla de su boca hasta que esta, dejo de emanar leche. Estuvimos así un buen rato. Cuando mamá se dio la vuelta y miré a su rostro, me chocó la cantidad de esperma que salía por la comisura de sus labios hasta que, en un gesto de su cabeza hacia atrás, se tragó todo lo que tenía en la boca y sonrió:
_ ¡Lo has conseguido mi niño!