Mi experiencia zoo
Una chiquilla decide qué hacer con sus mascotas.
Mi experiencia zoo
Ya muy pronto comprendí el valor que tenian los animales domésticos para las personas. Yo, a mis 13 años vivía en un chalet con mis padres, en un jardín espectacular de mas de 2000 m2 con césped, árboles, piscina y setos decorativamente situados para hacer del espacio un verdadero paraíso ajardinado. Me encontraba sola pero feliz, debía ser algo misógina pues mis amigas del cole no las encontraba en falta.
Para mi "divertimento" me bastaban mis dos guardianes de la finca: Leo y Leonis, dos dobermans de los mas grandes de tamaño, negros relucientes como si con aceite les bañase, patas doradas y una mirada siniestra a todo aquel que no conocieran, a los que cuidaba y alimentaba yo por lo que me obedecían en todo. Además mi padre me aconsejó ir a una escuela de adiestramiento durante quince días, con lo que conseguí un total dominio sobre los chuchos, tanto era así que me seguían a todas partes esperando siempre mis órdenes. Yo les hacía hacer mil y una mala pasada como saltar vallas, pasar por charcos, llevarme todo en sus bocas, etc. Y que sin un no por parte de ellos, era complacida. Cada día los quería mas.
Era la época de verano casi, el fin de la primavera y mi ilusión era tomar el sol en el jardín, después de tanto frio, a poder ser desnuda, en cualquiera de los apartados rincones que sabía. Entonces iba con mi toalla, me sacaba las dos piezas del bikini, sostén y tanguita y me echaba de espaldas al sol con los dos perros a mi lado unas veces con sus cabezas sobre mis brazos, otras con alguno sobra mi barriga, adormilados los tres, dejando pasar el tiempo hasta las horas de comida o cena en que nos reuníamos los que en aquel momento estuviéramos en casa.
Hacía calor y la modorra nos invadía todos los días hasta que en un día como cualquier otro tanto Leo como Leonis se irguieron de golpe y al instante salieron disparados hacía una dirección del jardín poco usada, pues no conducía a ningún lado. Oí como ladraban los dos y también como gruñían otros perros, como asustados hasta que cada vez se alejaban mas sus voces. Al poco, mis dos perros volvían a mi lado, gracias a dos cortos gritos de mando que hice, pero traían, en medio de los dos, a un perro, que después vi que era perra, totalmente atemorizada y como resignada a su suerte. Comprendí quedebía estar en sus días fértiles y una camada de vagabundos la debió de perseguir hasta nuestra propiedad, para montarla y preñarla, justo en el momento que mis dos bravos la "salvaron"y la rescataron puede que por ver que eran superiores en fiereza a los demás y los auyentaron.
Yo conocía casi todo sobre la vida de los perros pues me había documentado ampliamente y no desconocer algo que por mi ignorancia los pudiera perjudicar, enterándome de sus ciclos vitales. Lo que no había visto nunca era lo que a continuación vi: ambos estaban en actitud de excitación y la perra también, empezaron a lamer los dos machos a la hembra con cariño, se la turnaban para lamerle el sexo que por lo visto desprendía el aroma típico del celo de las hembras y yo me preguntaba por qué no olía como ella y así mis perros me lamerían y me darían el gusto que notaba ella sentía al gruñir de forma coqueta. Entonces aproximé mi brazo en un momento de cambio de posición de los machos y metí unos segundos dos de mis dedos en el coñito de la perra, sacándolos completamente impregnados de una como baba viscosa, resultado de la saliva de ellos y el jugo de ella. Mientras ellos seguían me embadurné mis desnudos labios de mi prieta y virgen vulva con aquella sustancia.
Mientras Leonis se colocó encima de la perra y le vi otra de las cosas que nunca había visto: un sexo largo, largísimo, gordo, rojo, lleno de venas y salpicando unos líquidos a modo de preparador para, seguramente, montarla y resbalarle aquello dentro de su pareja, precisamente en el mismo sitio que yo me había untado la esencia reclamo. En esto que Leonis se encorvó y consiguiendo que aquella "polla", como sabía se llamaba, se colocara en medio de la rendija de los labios del sexo de la perra, dio un empujón brusco hacía delante y la penetró casi perdiéndola yo de vista y gimiendo al mismo tiempo la perra no se si de susto o de gusto. Ella se quiso zafar pero mi doberman la atenazó con sus patas delanteras a sus costados y empezó a bombearla, sacando y metiendo toda aquella barra de carne del conducto virginal de la perra.
Esta ya no intentó nada sino que se dejó follar por mi macho y que yo seguía hasta el mas mínimo detalle, supongo no, confirmo, que la perra estaba pasándolo de lo mas bien a tenor de su complacencia en resistir los embates de su copulador. Vi como la parte última de aquella verga estaba mas hinchada, como si se hubiera atravesado una pelota de tenis. Tras unos veinte minutos de estar copulándola Leonis le acercaba cada vez mas aquella bola a la entrada de la vagina de la perra, que al final, por la cantidad de líquidos en el lugar y la dilatación de los labios exteriores al entrar y salir tantas veces aquella polla monstruosa, se la coló dentro, cerrándose otra vez. Leonis se paró y gimió en el momento que la perra dio un alarido de extraño significado pero que yo presentí que era que la estaba llenando con su semen para dejarle la semilla que haría que quedase embarazada, como así pude comprobar después. Yo me dije: si la perra se lo ha pasado tan bien y va a darle perritos, por qué yo no?
Pensé que Leo sería para mi y decidí en aquel momento, que me quitara la virginidad, que no servía para nada, y que me follara como a una perra, preparándome enseguida. Me acerqué a el para que me oliera pues había estado de espectador impotente, ya que los dos no cabían en el folleteo con la perra, y al momento me empezó a lamer mi chochito casi lampiño, al tiempo que yo ya decidida, le cogía su sexo y me lo acercaba a mi boca para, al final, metérmelo hasta la garganta con un miedo relativo sin saber cómo podía reaccionar mi perro por muy dueña y señora que me creía era yo de el.
Me puse encima del banco de piedra del jardín tumbada boca arriba y con mis piernas y medio culo mío en el aire para que Leo me prodigara una lamida de campeonato y que al acabar de hartarse de beberme mis jugos, se diera cuenta que estaba para hacer de perrita suya. No hacía falta esta duda que tuve pues se apoyó con sus patas delanteras a mis costados sobre el banco y acercándose hasta poner su morro encima mi cara noté que su polla, igual que Leonis, estaba todo lo grande que necesitaba para metérmela sin mas. Me poseyó de manera animal, como era de esperar. Después del primer bombeo sentí que me desgarraba por dentro pero el ni caso, de forma que me siguió follando mas de media hora por lo que pase del dolor, relativo, de la desvirgada al placer y desmayo de gusto mas increíble.
Con mi entrada mas lubricada al fabricar yo jugos lechosos que junto a los líquidos de el, veía resbalar por mis piernas, empujó desesperadamente con sus dos patas traseras para forzar la entrada de su bola en mi vagina cosa que consiguió al tercer intento. Ya una vez con la bola de el en mi interior, se calmó, y yo respiré, ambos por el esfuerzo realizado y para que las paredes de la vagina de su hembra, yo, se adaptasen al tremendo grosor de su verga. Mas este aún aumentó de tamaño en mi interior, llegándome a sentir como si mis entrañas me fueran a salir por la boca. Entonces mi macho explotó: una sensación super agradable por un caliente líquido que invadía mi vientre y me llenaba todos los rincones de mi cuerpo. Cada dos minutos su polla se expandía al expulsar aquel semen dentro mío y yo me desmayaba de gusto al sentirme su perra, a la que estaba dándole su semilla para fecundarla. Así estuvo por mas de veinte minutos y supuse me había inyectado mas de medio litro de su leche y al borde del desmayo mas placentero de mi vida, esperé a que acabara todo, ya sin virginidad y sintiéndome una hembra completa, que agradaba a su macho y que sería follada y fecundada por el todos los días.