Mi experiencia cuckold
En estas líneas os cuento mi experiencia de como fue follarme a la mujer de otro. Como se vive el cuckold siendo el corneador.
Hace unos días he probado el ser corneador con una pareja desconocida pero muy maja. Coincidimos por una de esas apps de conocer gente. En realidad los conocí por ella, pero ya advertía que tenía una relación abierta.
Estuvimos intercambiando varios mensajes por la aplicación, luego intercambiamos los números de teléfono y seguimos por whatsapp. Nos pasamos alguna foto para constatar que la otra persona era la que decía y había puesto en el perfil de la app. Quedamos ya con la intención de algo más, hasta que su pareja estuviera presente. Algo lógico por otra parte. Pocos segundos hicieron falta para descubrir que ella era realmente la que mandaba en la relación, una hotwife en toda regla. Él en cambio, cumplía totalmente con ser un consentidor pasivo.
Físicamente él no aparentaba ser así, tenía aspecto de haber sido el típico chulo de barrio que ahora era tímido y parado. Por su parte, ella si que era una bomba sexual. Ella, rubia delgada de ojos marrones y con posibilidades de hacer caer en la tentación a cualquier hombre. Estando en el bar, me tenía constantemente pensando mal, no solo por los comentarios y respuestas de doble sentido, sino por el juego de sus piés por mis piernas buscando complicidad. Me ganó en el momento en el que mientras su pareja pagaba, por debajo de la mesa me enseñó que había acudido a la cita sin ropa interior.
Fuimos hasta su casa, un piso pequeño pero con un punto sofisticado. Él se sentó en el sofá y encendió la tele, ella me pidió que la acompañara al dormitorio. Yo no dije nada, era el invitado. Ellos sabrán cómo les gusta disfrutar.
En el dormitorio, con la puerta medio cerrada, ella dejo caer el vestido al suelo quedándose totalmente desnuda. Un cuerpo menudo, de piel clarita con alguna reminiscencia aun más pálida en los pechos y pubis. Se fue acercando a mí lentamente y comenzó a besarme apasionadamente. Yo puse mi mano izquierda en su culo, según aumentaba de intensidad el beso, mis dedos se deslizaban hasta la unión de sus glúteos y lo surcaba buscando más calor y humedad.
Me mordió el labio y entre susurros me dijo: “Si quieres disfrutarlo tendrás que desnudarte”. Se dio media vuelta y se puso a 4 patas en el borde de la cama haciendo movimientos muy sensuales con sus caderas. Yo me desnudé en un abrir y cerrar de ojos. Me acerqué a ella para comerle el coño y si quería también su pequeño culo. En cuanto acerqué mi lengua, ella me preguntó:
¿La tienes dura?
¡Claro! ¡Como para no ponerse a mil! -Respondí yo-
¿Y qué haces usando la lengua pudiendo usar tu rabo?
Abrí el condón con los dientes de un tirón y me lo puse a toda prisa, al igual que como se la introduje. Ella resopló y balbuceó algo que no entendí. Yo iba lentamente sintiendo el tremendo calor de su interior y la cantidad de flujo que lubricaba. Se notaba que era delgadita porque también era de coño estrecho. No solo sentía la presión en el glande, hasta en el cuerpo de la polla notaba presión. Ella se acomodó de rodillas en la cama apoyándose en sus talones y extendiendo los brazos hacia el cabecero a la vez que arrimaba su cara a las sábanas.
Me dijo que no me moviera. Ella empezó a arquear la espalda de forma brusca mientras no paraba de resoplar y repetir “¡Que pollón!” cada vez lo hacía con más ímpetu, al igual que sus movimientos que terminaron siendo golpes secos de su cuerpo contra el mio. Sus glúteos chocando contra mis piernas y resonando en esa habitación junto a su respiración agitada y sus palabras. Luego me hizo la batidora, eso fue indescriptible, nunca había visto alguien con tanta energía.
Fatigada me pregunto si me importaba que su marido mirase. Le contesté que para nada. Ella le llamó de un grito. Él empujó un poco la puerta y asomó la cabeza con cara inexpresiva. Ella se giró y se puso por el otro lado de la cama para poder verlo mientras yo le daba. Su coño era increíble, en el tiempo de cambiarnos de posición, su vagina ya se había cerrado otra vez e inundado. Cambió hasta el sonido del sexo, pasó de sonido seco de su culo chocando contra mi, al húmedo de su vagina recibiendo. Mi secreto para follarla era intercalar series de penetraciones cortas y rápidas con penetraciones profundas y bruscas.
A mi no me afectó lo más mínimo que su marido estuviera mirando discretamente, pero para ella era sin duda fue lo más excitante. Por unos instantes parecía que se olvidaba de mi y yo era un objeto. Solo sabía gemir y hablar con su marido más o menos así:
“¡Ooohh!... ¡Como me folla! Esto si que es una polla.. uffff… ufff.. me revienta… ufff… uffff.. Esto si es un tío de verdad, Alfredo (no es el nombre real del marido). ¡AAhh! ¡Quiero más! ¡Más!.. ufff ¡maaaas!... no pares hasta que me corraa.. mmm.. ¡DIOS! ¡Me corroo!.....¡Clávala profunda y no la saques por DIOOOSSSS!”
Justo según pedía que se la metiera hasta el fondo, yo ya estaba muy excitado y también cansado de estar tanto rato follándola duro. Era una tía con un aguante increíble. Cuando paré y se la dejé dentro, era una sensación brutal. sentí como le palpitaba por dentro todo. Bajé la mirada y su ano no dejaba de moverse y contraerse. De repente sentí como su coño me apretaba intentando sacar la polla de ahí. Me agarré a sus caderas y comencé a hacer fuerza para evitar que se le saliera. Ella estaba en pleno orgasmo gritando, soplando y en la medida que podía narrando lo que ocurría. Incluso humillando a su marido llamándole cornudo y pichafloja.
Mi corrida al final fue lo de menos comparado con ella. Sin dejar de follarla me corrí follándola en el condón. Lo único más llamativo fue que según le saqué la polla, ella estuvo atenta a quitarme el condón sin que se saliera el semen. Todo para dárselo al cornudo y que fuera él, quién se lo pusiera por la cara y se relamiera.