Mi experiencia con un joven del supermercado

Esta es una historia real de una experiencia que tuve con un trabajador adolescente de un supermercado.

Quiero contaros una historia que me pasó hace unos días atrás. Vivo sólo desde hace un par de años en un departamento que tengo arrendado y que es muy bonito. Es pequeño, pero tiene una vista preciosa de la ciudad. A pocos metros se halla un supermercado bastante grande. Un sábado por la tarde, de esos de los que te despiertas de una larga siesta y tienes el cuerpo entre dormido pero con expectativas de lo que pasará luego en la noche, decidí ir de compras al supermercado. Cuando fui al refrigerador me encontré que no tenía nada. Era como las seis de la tarde, más o menos. Me vestí y salí con paso lento rumbo al supermercado. Me puso de mal humor el encontrar al supermercado abarrotado de gente haciendo compras. Pensé para mi "debí hacer esto otro día, pero cuándo voy a aprender a tener las cosas al día?" Tomé mi cesta y me dispuse a recorrer los distintos pasillos en busca de mis productos favoritos. Estaba distraído en eso, cuando al voltear, me percato de la presencia de un joven espectacular. Era de esos jóvenes (entre 16 y 18 años) que meten las cosas en las bolsas cuando estás pagando. Me fijé y vi que estaba en la caja 3. Y me pasó por la mente un plan, de esos que te llegan como un flash. Pensé: "le pediré a este joven que me lleve las cosas a casa".

A pesar que había otras cajas con menos gente, decidí hacer mi fila en la caja 3. De esa forma, pude fijarme bien de las facciones del joven, que llevaba un pequeño distintivo con su nombre en el lado izquierdo de su remera. Se llamaba Erickson. Vaya nombre, pensé! Era bien alto, como de 1.75 metros, moreno claro, de ojos verdísimos y cabello castaño claro. Tenía unos labios muy rojos y carnosos y una sonrisa encantadora que traslucía unos dientes blancos. Tendría unos 18 años. Llevaba puesto una remera azul y un blue jeans, con unos zapatos negros (al parecer ese era el uniforme de todos ellos) Se le veía fornido, pero no de gimnasio, sino de esa musculatura natural de los adolescentes. Parece que se llevaba bien con la cajera, puesto que eran todo sonrisa ambos.

Al llegar mi turno, cancelé y lo volvía a detallar. Realmente era bello. Era de clase popular, sin duda alguna. Pero tenía ese encanto rudo que suelen tener los que han vivido situaciones de pobreza o de necesidad. Cuando estaba delante de él, muy respetuosamente me saluda con un "buenas tardes, señor". A lo que yo le respondí que como tenía un dolor en el brazo, porque había dormido mal (esa excusa me la fui preparando mientras avanzaba la fila) necesitaba que él me llevara las bolsas, aunque eran pocas. El joven aceptó, tomó las 4 bolsas y me siguió. Todo iba normal, puesto que como cliente uno "siempre tiene la razón".

A medida que íbamos rumbo a casa, mi mente seductora empezó a animarse. Algunas veces encuentro que para nosotros, más importante incluso que un buen orgasmo, es cuando sube la adrenalina al seducir a alguien, sobre todo a un heterosexual. Hay como un reto especial en esas circunstancias.

Comencé preguntándole la edad. Efectivamente, tenía 18 años. Si estudiaba. Efectivamente, estudiaba el último año de la enseñanza secundaria. El por qué del trabajo como "empaquetador" (así me enteré que se llamaba el cargo que ejercían esos jóvenes en el supermercado, muy adecuado por cierto, a juzgar de reojo el gran paquete que traía mi querido Erickson al interior de su blue jeans). Le pregunté por la propina que solía recibir a diario. Me dijo que no mucho. Que sólo trabajaba sábados y domingos, porque el resto de la semana tenía que estudiar. Le pregunté con quién vivía. Me contestó que vivía con una anciana que hacía de abuela, puesto que sus papás tenían más hijos y no los podían mantener a todos. A manera de chanza, le dije "seguro eres fiestero y te gusta echarte unos traguitos de vez en cuando". Mostrándome su bella sonrisa, me dijo que sí, que solía ir de vez en cuando con los otros jóvenes del super a tomarse algo cerca.

Cuando llegamos a mi departamento, le dije que me ayudara a arreglar las cosas en la despensa. Al principio no quería entrar, puesto que le daba vergüenza y en otras oportunidades los clientes no se lo permitían, según me contó más tarde. Al terminar de arreglar las cosas, para retenerlo le pregunté si tenía sed. Me contestó con un ligero movimiento de la cabeza. Afortunadamente, en mi casa puede faltar comida, pero tragos jamás! Le ofrecí una cerveza, dado el día tan caluroso. El aceptó con algo de reparo. Le dije que se relajara, puesto que yo le iba a dejar una buena propina. Eso pareció agradarle, ya que como me había comentado antes, el día había resultado ser muy flojo, a pesar del gran movimiento del supermercado. Los clientes, me indicó, somos muy tacaños a la hora de dar propinas!

Se sentó en el sofá del living mientras se tomaba la cerveza. En ese momento, le pregunté por su tipo de música. Me dijo que le gustaba el reggaeton. Le dije que yo no solía escuchar ese tipo de música, pero que dado que él era el invitado de honor ese día se la pondría. Así es que busqué una emisora que transmite reggaeton y lo puse con algo de volumen. Erikson sonrió y me agradeció el gesto. Luego me empezó a interrogar. Si yo vivía solo. Obvio. Qué hacía yo. Le conté un poco lo que hago. Si tenía novia. Le dije que, de momento, estaba soltero y que así era mejor la cosa, porque tenía más libertad de acción. Soltó una carcajada, y me dijo: "ah, ya entendí, este es tu departamento de soltero. Debes ser muy mujeriego" Yo me reí y le dije que no. Que era serio con mis cosas. Le pregunté si él tenía novia y me dijo que no. Que había terminado recientemente con su novia y que por eso había estado un poco triste últimamente.

Al decir eso, hizo un ademán como de irse, pero le dije que no. Que se quedara un poco más. Entonces me dijo lo siguiente: "bueno, señor, yo debo seguir trabajando, hoy no me ha ido muy bien y debo hacer algo de plata, la verdad es que le agradezco todo, pero me debo ir" En eso le digo que yo le pagaría el equivalente a un buen día de trabajo. Porque como estaba solo y apenas comenzaba la noche, no quería estar solo. Me miró con ojos de sorpresa. Ahí tomé mi billetera y le puse la plata en las manos, pero le pedí que se quedara conmigo tomándose unos tragos. Aceptó gustoso y tomó tanta confianza que me pidió otra cerveza.

Así conversamos de todo, de cosas de su vida, de la mía, de la música, de las fiestas a las que él iba, etc. etc. A eso de las 10 de la noche, él me dice que ahora sí se tenía que ir. Como ya tenía varias cervezas en mi organismo, decidí jugármela ahí mismo. Le miré y le dije que él era muy guapo. Se sonrojó. Luego le dije que no le creía que estuviese tan triste por lo de la novia, puesto que siendo tan atractivo ya habría encontrado alguna otra diversión. Me daba gusto verlo reír tanto. Me dijo que no, que él era un hombre serio. Y ahí le puse el tema en cuestión. Le pregunté si alguna vez le habían practicado el sexo oral. No me entendió. Entonces le dije, "bueno, hombre, si te lo han mamado alguna vez?" "Ahhh, eso" replicó. "La verdad que una sola vez, con mi ex novia." "¿Te gustó o no?" Inquirí. "Mucho, me vine en su boca", respondí con una sonrisa.

Le eché una mirada golosa a su entrepierna y vi que se cambió de posición. Era obvio que había tenido una erección. Di un paso más. "Entonces, cómo haces ahora? Pura manuela?" "Nooooooooo, replicó, aunque a veces no queda otra" Y volvió a lanzar esa carcajada tan espontánea. "Veo que se paró", le comenté. "Bueno, es que el tema no es para menos." Vi que le dio vergüenza y pensé que era el momento justo. Sentía cómo se aceleraba mi corazón y las manos se me ponían heladas de nervio, pero estaba realmente excitado con ese espécimen adolescente tan rico.

"Oye, le comenté, yo te voy a dar más plata, si me dejas que te mame la verga". Me miró fijamente. Lo pillé de sorpresa. No se lo esperaba. Me preguntó "eres gay?" Le dije, "sí, lo soy" Se incomodó un poco con la respuesta. Le dije "me porté bien contigo, y te di una buena propina y ahora te puedo dar un poco más. Realmente es una buena ayuda esa, no te parece?" Se quedó un rato pensando. Al cabo de un rato, que para mi fue como la eternidad, me preguntó "Y de cuánto estamos hablando?" Le di la cifra. "Yo nunca lo he hecho con un hombre, no sé de verdad". Yo le pedí que se relajara, que lo iba a pasar bien, que cerrara sus ojos y se imaginara que era su antigua novia la que le estaba chupando la verga. Su silencio fue una señal de aceptación para mi.

Me acerqué a él, y comencé besando por encima de la remera sus pezones, y con la mano derecha sobaba su verga. Sentía cómo crecía. La respiración de Erickson se entrecortó y movió mi cabeza hacia su verga. Le bajé el zipper y palpé esa verga por encima del boxer blanco que llevaba. Se lo saqué todo (era como de unos 19 centímetros y bien grueso, con un glande grande, ligeramente curvado hacia la derecha) y comencé a pasar lentamente la lengua por la cabeza de ese miembro tan potente y viril. Erickson gimió de placer. Baje hasta los testículos. Su vello púbico tenía olor a sudor, a hombre, a orín. Ummmmm, delicioso. Me impregné de su olor de macho adolescente. Y le chupe los testículos uno a uno. Esto pareció excitarlo mucho. Con mis manos acariciaba sus pezones, ya duros.

Golosamente, como si me fuera la vida en ello, empecé a chupar ese pene con todas mis fuerzas y ganas. Lo sentía tibio, palpitante, veía cómo ese glande pasaba de ser rozado a un color púrpura, a la vez que saboreaba su líquido preseminal. El me tomó de la cabeza y comenzó a bombearme. Al cabo de un rato, me solté y subí su abdomen plano con la lengua recorriendo cada una de sus partes. Llegué hasta sus axilas y se las besé. ¡Qué hombre tan rico! Le pasé la lengua por los pezones. Luego me mojé sus dedos e hice que me los pasara por mis pezones. ¡Qué delicia! El se dejó hacer tranquilamente. En ese momento, ambos estábamos poseídos por el placer y la lujuria. Me volví a meter su gran pene y se lo mamé. Me bombeó nuevamente y me lo llevó hasta la garganta. Me dio una arqueada, pero me lo volví a meter. Después de un rato, comencé a masturbarlo. Se acostó en el sofá mientras yo movía frenéticamente mi mano pajeándolo. Luego se lo volvía a mamar y me dijo: "Me vengo, me vengo, ahhhhhhhh, ahh, ahhhhhhhhhhhhhhh, que rico mama este gay, ahhhhhhhhhh" y lanzó varios trillazos de semen rico en mi boca. No pude con todo y parte de este chorreó hasta su propio abdomen.

Una vez que acabó, le pedí que me tocara los pezones mientras yo me masturbaba. No le gustó mucho la idea, pero aceptó. Me sorprendió que, en pleno muñequeo, él tomara la iniciativa de pasarme la lengua por los pezones. Me pidió que gimiera como una niña. Me volví como loco y comencé a gemir como él me lo pedía. Era un experto con la lengua en mis pezones, los chupaba como si fuera un bebé, los mordía, pasaba su lengua arriba y abajo en movimientos rápidos, luego los metía en su boca. ¡Qué excitación! Así acabé en unos instantes, jadeante.

Después fuimos al baño, nos limpiamos y me comentó que le había gustado mucho. Yo le dije que la próxima vez, si se repetía por supuesto, debía penetrarme. Sonrió y me dijo, "si tu culo es tan bueno como la boca, dalo por seguro". Yo le dije picaronamente: "Aún mejor", a la vez que volvía a jugar con su pene ya flácido. Le pagué lo acordado y se retiró, no sin antes darme un número de teléfono donde podía yo ubicarlo. Me agradeció la "propina" y me dijo "Ha sido un placer traerle sus víveres" Reímos ambos y se marchó.

La siguiente semana volví al supermercado, debía comprar cosas y debía buscar a mi "empaquetador" favorito. Mi culito necesitaba ser "empaquetado" ese día. Pero ese es tema de otra historia.