Mi experiencia con un hombre maduro
La historia que voy a contar sucedió cuando yo tenía 26 años. Ahora tengo 35 y he tenido experiencias con hombres diferentes, pero aquella vez ve resultó algo muy bonito para mí.
Cuando me fuí a vivir a otra ciudad, al conseguir un empleo en una empresa, pasé unos meses que me encontraba muy sóla. No conocía a nadie y los compañeros de trabajo eran de edades mayores y la mayoría casados o con pareja.
Hice amistad con una compañera de trabajo, que estaba separada y no tenía pareja. Al verme siempre sola me invitó algunos días a tomar algo juntas y charlar. Después me propuso que fuera con ella un Sábado a bailar. Eran bailes que acudían personas de más de 35 años, bien separados o solteros, pero la mayoría eran separados. Como yo era muy joven, ella misma me decía que tal vez no me sentiría agusto allí.
Como era la única opción que tenía en aquel momento acepté. Al llegar al baile, ella me presentó algunos amigos y conocidos que tenía. Estuve charlando con algunos, pero me sentía algo extraña allí, pues todos los hombres pasaban de los 40 años.
Empecé a bailar junto con mi amiga y otros dos chicos que estaban con nosotras. Eran Carlos y Luis, que estaban separados los dos. Después pusieron música para bailar lento y mi amiga comenzó a bailar con Carlos. Luis y yo nos miramos y empezamos a bailar también. Al rato observé como mi amiga y Carlos estaban muy abrazados y besandose. Noté como Luis me iba abrazando y pegandome más a su cuerpo. Me dejé llevar, era una sensación nueva estar con un hombre casi 20 años mayor que yo bailando. Le rodeé con mis brazos su cuello y él me apretó aún más contra su cuerpo. Enseguida noté su erección, tenía su miembro duro apretandome la tripa. sentí algo de pudor, le miré a los ojos y me besó. Sentir sus labios suaves y carnosos fué una sensación muy placentera para mí. No tardé en sentir su lengua dentro de mi boca, cerré los ojos y me sentí como una diosa por un momento. Luego también me besó en el cuello y noté su respiración fuerte en mi oido.
Cuando terminó el baile, mi amiga se acercó a nosotros para decirnos que ella se iba con Carlos, que pasarían la noche juntos y le dijo a Luis que se encargara de llevarme él a casa.
Cuando llegamos a mi casa, estuve a punto de decirle que subiera conmigo, pero no quería dar la sensación de estar colada por él. Nos besamos apasionadamente, nos tocamos, pero no pasamos de ahí.
La siguente semana mi amiga me dijo que fuera de nuevo a la fiesta. Ella había hablado con Carlos y le había dicho que estarían otra vez los dos. Pasé toda la semana pensando en ese día.
Cuando llegó el Sábado, me estuve preparando durante la mañana, me depilé, fuí a la peluquería a peinarme, me maquillé y retoqué hasta verme guapa como nunca me había puesto. Me puse un vestido negro ajustado y cortito, medias negras y zapatos con tacón.
legamos al baile y esa noche repetinos con creces todo lo del Sábado anterior. Nos besabamos al bailar y nos frotábamos con fuerza uno con el otro. Yo casi no tocada con los pies en el suelo agarrada a sus hombros y levantada con sus brazos.
Al finalizar el baile, nos separamos las dos parejas, Carlos y mi amiga se fueron y Luis y me llevó a casa en su coche. Subimos al apartamento y nada más cerrar la puerta me cojió en sus brazos y me llevó a la habitación. Nos desvestimos uno al otro, entre besos y caricias. Me tendí en la cama desnuda y no tardó en colocarse encima besandome primero en los labios, luego el cuello, bajando a mis pechos y chupando mis pezones con avidez. Estuvo recorriendome todo el cuerpo durante un rato que me parecia estar en el paraiso.
Despues me coloqué encima de él y hice lo mismo, le recorrí todo su cuerpo con mi boca. Cuando vi su pene erecto no pude resistirme más y me lo metí en la boca. Era más gordo que los que yo había tenido ocasión de ver y tocar antes. Me costaba introducirmelo por su grosor. Luis me cojió con sus manos la cabeza y me dirigía los movimientos de la felación. Tuve que parar un momento para tomar aire luego seguí un rato más yo sola, pues sabía el ritmo que le gustaba.
Llegó un momento que no pude aguantar más y me puse encima de él, colocada a horcajadas fuí bajando mis caderas hasta poner la punta de su pene en mi ano. Luego muy despacio fuí sentandome encima hasta que me entró todo su miembro, fué una sensación maravillosa, me sentia clavada a él, no podia apenas moverme de la presión que sentía. Pero mi excitación era tan fuerte que poco a poco fui subiendo y bajando sobre su pene hasta cabalgar sobre él como una amazona. El orgasmo no tardó en llegar, mis piernas se agarrotaron apretandome a él, mis uñas se clavaban en su cuerpo con los espasmos que sentía. Al verme así, noté como él se corría tambien moviendose desde abajo y clavandome con fuerza su miembro, hasta notar como me golpeaban sus huevos en mis nalgas.
Caímos los dos rendidos. Nunca pude creer que se podía tener un orgasmo tan fuerte. Dormimos un poco y volvimos a repetir esta vez poniendome a cuatro patas. Tuve que morder la almohada para poser soportar aquellas embestidas.
Por la mañana me desperté viendo cómo él se vestía. Se despidió de mí con un beso y me dijo que ya tenía que marcharse. Yo sabía que no volvería a verlo, porque otras veces me había ocurrido y ya estaba mentalizada, pero el recuerdo es lo que permanece. El recuerdo de Luis siempre permanecerá en mi.