Mi experiencia con Atila
Todo por la cuarentena, es demasiado para una adicta como yo 13 días sin sexo, nunca había pasado de fantasías irrealizables con animales sobre todo con mi caballo, pero imposibles no, no no. Hasta que mi madre me sugirio a Atilsa su gran Danes.
Fin de semana 12 días de cuarentena, tengo miedo pero quiero saber si me atrevo a mas, como una toxicómana en abstinencia no me pudo resistir al llamado del sexo, aunque me muero de miedo por dentro lo voy a hacer. Mi madre tomo las pastillas luego de cenar y me dijo con una sonrisa cómplice mientras se preparaba para dormir - trátame bien a Atila – Martita – Se una buena perra hija mía – Que?... quizás ella había adiestrado a Atila, su perro, hacia 7 años que vivía con nosotras y yo , la puta de la familia, no me había dado cuenta. Me dijo entonces con vos ronca, acodarte Marta que le gusta lo dulce, mermelada o miel, está claro pata mi ahora, sé que mi vicio por el sexo puede ser hereditario…
Me prepare como para una cita, mermelada, aceite, una botella con agua, y mucho lubricante, saque dos dilos, los más grandes de mi mesa de luz y puse todo a mi alcance, el mastín me seguía a todas partes, cerré la puerta de mi cuarto y lo deje afuera. Me bañe, me puse solo un batón, música, me perfume, y lubrique mis orificios, con el aceite, me motivó el aroma a almendras, mezclado con el tufillo de mi desasosiego, y mi apetito de puta depravada, pase el aceite por mis nalgas, me lo froté en el esfínter anal, los befos de la vagina. Mmm, mi hálito estaba agitado y me inflamaba la entrepierna el deseo. Fui a la puerta, Atila estaba echado esperando que lo dejara entrar. Ven perrito - le dije - ven con mami, ven. Me siguió como un súbdito obediente…
Fuimos a la cama, me saque la bata, me recosté y quede desnuda temblando de miedo, ven, ven… de un salto trepo a la cama y se encaramó casi encima de mí. Pronto su lengua áspera me inundaba de baba mis pechos mi cara, me soporto en los almohadones, abro mis piernas, me unto dulce del frasco por toda la vagina y lo empujo para que deje mis pechos y vaya a ella, olfatea y se hundió con delectación en ella, - mmm alucino - Por favor tirito al recordarlo, que lengüetazos, como un reptil entraba en mi sorbiendo la mermelada, ya sin control empecé a gemir, como una autómata, su boca buscaba mas dentro de mi concha separada por completo. Tome su ligamen y comencé a jugar con él, a pealarla, mientras disfrutaba esa víbora inquieta y vibrante dentro de mí, pronto su tremenda pija comenzó a aflorar, primero una vara roja de abedul, pronto salió por completo, me embadurne un poco más las manos con aceite y con una mano le masturbaba la vara y con la otra me abría la vagina con desenfreno, que ya completamente dilatada consumía sumada a su legua o su hocico y mis dedos, pronto toda mi mano, pronto me empalé sin dolor ni dificultad mi dilo más grande, chorreaba jugos, baba de mi perro ,aceite y lubricante mmm…
Aferrada a su bulto berreaba de desenfreno, su pelón estaba rugoso y engordando, supongo que llenándose de su cuajada seminal. Lentamente lo atraje hacia mí, y lo sobe con delicadeza pero a mayor ritmo, aprecié que su pijón afloraba más fornido El semental estimulado por mis caricias y mis jugos los gemidos y grititos fue dejando ver una protuberancia enorme al aire y cada vez más dura. Su cachiporra debía medir cerca de los 20 centímetros y su bola unos 5 de diámetro, me estremecí con un temblor de epiléptico – Martita te parte – me dije – turbada mientras me convulsionaba de terror. Me introduje su punta en la boca, chupe con ganas, el bastón carmesí, estaba tan caliente que había perdido todo raciociño…
Lo sigo mamando y creo que le encantaba, tenía pequeñas contracciones, y en ellas me largaba chorritos de leche directo a mi garganta, chupo extraviada, mi tronco púrpura, vivo y oloroso, mi boca está llena, pletórica con su enorme pijón. Lo bañaba de saliva y metía mis dedos en mi conchita húmeda y abierta. De paso lamía la bola gigante. En tanto masajeaba ese tremendo manguero de aquel hermoso animal que entro en mi vida como algo indetenible. Me dan descargas eléctricas en ritmos con tiempos cada vez mas continuos. Los orgasmos suaves al principio, después trabados, intensos esos que te hacen llorar y te sacan la respiración se sucedieron encadenados. Me volví loca deseando que aquella morcilla roja y brillante no decayera nunca mientras me daba chorros de leche, espesa, como un cuákero caliente y ácido, sorbí la simiente y el líquido seminal rogando por más. Mi boca tragó y tragó todo el jugo que largaba a chorros aquel perrazo. Placer…
Retozando, jugando hube en cuatro patas. El se montó por detrás y empezó a querer hundir su garrote en mi - ¡Ohhh perro malo – grite sollozando – me vas a partir en dos, ohhhh, mmm, sé que es lo que anhelaba y necesitaba.
Fue solo eso, un segundo, porque de un empellón me penetro hasta su bola, la mitad de su pija entro en mi como un cuchillo al rojo vivo en mantequilla, pegue un grito, un alarido de dolor, medo y sorpresa mesclado con deseos e insto animal, que yo creo que hasta mi madre escucho.
Que dolor insoportable, pero al retirarse para tomar impulso el picor como de tabasco picante, que te anestesia y quiere más, sientes tu carne abierta y tumefacta. Te disipa por el universo, te dilatas y abarcas todas las cosas dentro de mi…
Emprendió a bombear me tomo con sus patas por la cintura y me empezó a dar muy fuerte que me dolía, era como un pistos que iba y venía por el canal de mi vagina. A cada estocada, su bola daba en la puerta queriendo abrirse paso y entrar y su punta daba en lo mas profundo de mi concha me ardía por la irritación de tanta dilatación y fricción, pero era rico, sedante, delicioso. Su punta abría mi vagina mojada y lubricada sin piedad en sus puntadas, como cuchillas - siii diosss tu mami está gozando – gritaba entre sollozos - soy tu perra, ahhhhh!!! - su tronco como un ariete entro dentro de mí hasta el tope de la bola. Nuevamente comenzó a segregar chorros de semen muy caliente, ardiendo, quemándome por aquella lujuria me abrí como una perra en celo.
Su pelota bastante grande hacia fuerza para penetrarme, en ese momento no lo pensé y me empuje contra el para que entrara toda, la padecí al momento, mi se deslizo dentro de mí, las paredes de mi vagina cedieron como me partía en dos, y entro toda, toda, que locura toda a mi cuerpo, fue un dolor inmenso, pero después al sentir su leche caliente en mi útero lo único que decía era: dame massssssssss, por favor, métemela, te lo ruego, y lloraba desesperada, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, hayyyyyyyyyyyyyy que ricooooooooooooooooooooooo. Estaba dentro de mí, yo su perra en cuatro patas arponeada por su pica 20 centímetros en mi canal vaginal, con pelota de tenis y todo. No sé cuanto estuve así porque lo único que yo hacía era gritar que me diera más fuerte, que yo era su perra y que me partiera con su pene,
Se agrandó, dilatando más mi abertura. Los orgasmos se sucedían haciendo que gimiera enloquecida. El fue y vino clavando su garrote hasta quedar trabados. Luego se giro y quedamos pegados. Sentía sus chorros golpear en las paredes de mi vagina de ardiente semen. Tira un poco pero no logra salir de mi, estábamos abotonados, lo sentía temblaba de placer. Atila estaba acostumbrado a tener sexo con humanos. No tiraba con fuerza, solo tanteaba, no insistía en querer salir de mi cuerpo. Esperaba siempre largando sus líquidos y dándome un placer desconocido para mis 43 años de puta ninfómana. Me recosté en la cama tirando de la cola a Atila para que aún no se quitara. Sentía su enorme bola trabada en mi interior. Gozaba como loca. Con los dedos de la otra mano, me sobaba los pezones duros, a punto de salir de mis aureola, los orgasmos que tuve fueron deliciosos, me veían desbocados, entonces se dio vuelta y que damos unidos por el culo, hasta que su bola se deshincho y me saco su pene, ahí me di cuenta que era mucho más grande y grueso que el de los hombres, mi vagina chorreaba de semen y jugos míos, yo quede tirada en la cama, mis piernas no me sostenían, el se hecho sa mi lado y nos dormimos así uno con el otro…
Nos desperramos de madruga, Atila lamia su pene que asomaba su maldita puntita roja, no me dije - perro malo - me sentí como cuando mi papa me llevaba a esas fiestas de hombres mayores – léase orgia – y cogíamos toda la noche sin saber con quién. Su falo tomo tamaño, yo ya estaba disgregada, me había cogido como una hora sin parar bombeando mi cuerpito frágil, excitada, dolorida, caliente, abierta, con la concha por reventar de la dilatación la sentía adormecida anestesiada, me di vuelta y me puse boca abajo, fue cuando con su hocico topeteo jugando mi esfínter anal y la lengua se metió en mi culo, me lamia el ojete con desesperación, trate de apartarlo dando un saltito. Basta Atila, basta por favor ya me cogiste toda…
Pese si pensé, todo en un segundo, en tres días había animado a cumplir fantasías, había tenido sexo con un animal, me habías enterado de que era el amante entrenado de mi madre y me lo había regalado para mi placer, estaba por fin pletórica y bien cogida, mi concha había soportado la dilatación de comer su bola, la simbología de darle mi culito me puso en trance,Mmm
Martita, pensé, mientras me lamia, si es mi arte mayor, disfruto dando el culo y puedo tener orgasmos al entregarme a los machos para su placer, acaso me he comido por el dos manos de mujer, mi consolador más grande y el espaldar de mi cama, no me he comido 5 marineros en la playa eso me recordé en un segundo para darme valor, mi putismo pudo mas, enseguida me pareció adecuada, quería que me diera por el culo. Abrí mis nalgas me lubrique con muchísimo aceite y me gire y puse mi culo en popa, se ve que el olor del aceite de bebo lo estimulaba porque su lengua hacia maravillas en mi esfínter aflojándome todo Lo guié, puse su punta en mi abertura, enseguida su miembro hizo presión en mi culo, entró fácilmente, un torrente de carne, me invadió y grite y tupié sin control,- perro de mierda me vas a romper el culo - chillaba y es que también la temible bola me invadió, sentí como me abría las paredes de mi intestino por reventar , y enseguida el padecimiento de la presión sombre las paredes de mi intestino por reventar y el picor del bálsamo del deseo, empezó a crecer descomunalmente. Se infló y la vergota empezó a ir y venir dentro de mí.
Yo gemía y sacaba mas culo para que aquel perrazo me poseyera totalmente, era suya, definitivamente. Su bola me agrandó el ojete al máximo, estirando el interior. Qué manera de gozar y gemir, mezcla de dolor y placer. Sucumbía a aquella cogida del ese macho perruno. Era una bestia taladrando mi culo, luego se giró sacando su gorda y larga lengua que goteaba enormes gotas de saliva. Estábamos otra vez pegados, esta vez a cuatro patas. El se movía y yo debía correrme con él para que no me reventara el ojete.
Acabo, sentí el rio de leche en mi interior, mi culo destrozado, como la madrugada noche que me comí 5 marineros… Giro y quedamos abotonados, Estuvimos tirando y aflojando durante quizá, quince o veinte minutos en los que regó mi interior indefinidamente. Finalmente salió de mí cuerpo. Enormes chorros de jugos salieron de mi ojete destrozado. De rodillas busque su pijón y lo metí en la boca para chuparlo. Tome su caño y terminé de tomar su lechita de perro hasta dejarlo tumbado y feliz. Así nos desperramos este domingo que recuerdo y les cuento mi historia de anoche, mientras me pajeo para ustedes. Maria Marta