Mi exhuberante y caliente suegra.

Mi suegra y yo nos solucionamos mutuamente nuestras necesidades de sexo.

Mi exuberante y caliente suegra.

Yo me llamo Jorge, tengo 45 años y llevo, ya, algo más de 15 casado con Marta. No tenemos hijos y ni mi mujer ni yo mostramos ningún interés por el sexo en común, aunque por razones distintas. Ella ha sido siempre muy fría a este respecto y nunca ha demostrado ninguna pasión. Yo, por el contrario, he sido siempre muy ardiente, aunque el desinterés mostrado por mi esposa y mis gustos personales referentes a las mujeres hayan hecho que me distanciara de ella en todo lo referente al sexo. Aunque en el resto de las cosas convivimos con cierto grado de armonía.

Yo, repito, he sido y soy muy, muy caliente. Pero como ya he explicado siempre me he sentido atraído por mujeres muy diferentes a la mía. El por qué acabé casándome con Marta es una larga historia que no viene ahora al caso. A mí siempre me atrajeron y me atraen las mujeres maduras, de 50 años en adelante, grandes, macizas, rotundas; de grandes pechos, redondos, plenos, abultados, no importa que estén algo caídos, casi mejor si lo están. También las prefiero de caderas anchas, nalgas poderosa y generosos muslos. Eso sí, me gusta que el aspecto de su piel sea fino, brillante y que no se aprecie en ella ni venillas, ni manchas que estropeen su aspecto general. Por último explicaré que me fijo muy especialmente en su rostro, me gustan con un algo, que no sé explicar con precisión, que les confiere a las que lo tienen cierto halo de viciosas, de apasionadas, de sensuales... Las mujeres que poseen este último rasgo me vuelven realmente loco. Son pocas las mujeres en las que lo he encontrado y muchas de ellas han sido algunas de las putas que he frecuentado para mitigar la calentura que, a veces, acumulo a consecuencia de la apatía de mi mujer y del físico escuálido, delgado, sin redondeces que posee, tan alejado de mis deseos. Estas prostitutas y, sobre todo, numerosa masturbaciones, pensando en el tipo de mujeres por mí deseado, son la forma en la que he intentado paliar mi permanente calentura. Siempre me han resultado de gran ayuda las películas porno, pero no cualquiera, solamente aquellas en las que la protagonista posee los rasgos anhelados por mí. En cualquier caso, ni la masturbación ni las putas me han satisfecho plenamente.

Así las cosa, se puede decir que no llevo una vida feliz, mejor dicho, debo decir que no la llevaba pues desde hace algún tiempo, unos meses, gozo plenamente del sexo y con una mujer que reúne todos los rasgos antes enumerados. Mi querida, mi voluptuosa, mi excitante Petri.

Todo empezó con la llamada de mi suegra que vive en una ciudad a doscientos kilómetros del pueblo en que habitamos mi esposa y yo, nos comunicó el fallecimiento de su marido que era el segundo. A mi suegra hacía años que no la veíamos, aproximadamente desde que nos casamos mi mujer y yo. Poco antes de nuestro matrimonio había enviudado casándose casi de inmediato con el que ahora había fallecido. Este matrimonio ocasionó el enfado de su hija, mi esposa y su alejamiento hasta prácticamente no verse para nada.

A pesar de la situación, mi mujer decidió que debíamos ir al entierro y si era posible buscar la reconciliación entre ambas. De esta forma emprendimos el viaje en nuestro coche. Era de noche y mi esposa se quedo dormida inmediatamente. Entonces yo comencé a recordar a su madre, mi suegra, con la que apenas tuve relación, y a mi mente acudió la imagen que casi había ya olvidado de una imponente mujer que cuando la conocí tendría unos cuarenta años y que a esa edad enviudó, para casarse casi de inmediato. Alta, exuberante, con grandes pechos y poderosas ancas y nalgas y, sobre todo, con un rostro de lo más excitante. Recuerdo que por aquel entonces ya me hice más de una paja pensando en ella. Luego el distanciamiento entre ella y Marta provocó que ya no la viera y que, por tanto, fuera poco a poco olvidándola. Me preguntaba que aspecto tendría y si los años la habían hecho más apetecible o por el contrario la habían arruinado, ahora con 55 años que tendría. Recordé algunos rasgos físicos, sus rotundas pero perfectamente torneadas piernas, su busto poderoso apuntando por debajo de los apretados jerséis que usaba, su imponente trasero y sobre todo... su cara , su cara de viciosa, o al menos eso me sugería su hermosa rostro moreno, con carnosos labios y pómulos redondos y salientes.

Sin darme casi cuenta mi poya se había puesto muy dura y empujaba la tela del pantalón hacía arriba. Mire a mi lado, mi mujer dormía. Sin poder impedirlo empecé a manosear mi poya por encima del pantalón. Pronto sentí un enorme gusto y note que si seguía me iba a correr y, no lo pude evitar, pensando en su culo, sus tetas y, sobre todo, en el recuerdo de su lujuriosa cara, seguí hasta que casi enseguida me corrí sintiendo un enorme gusto que recorrió mi cuerpo por mis piernas y mi espina dorsal. Procuré serenarme y recobrar la atención plena a la conducción y ya más tranquilo aunque con el calzoncillo y el pantalón empapados de semen continué conduciendo, hasta que por fín llegamos a la casa de mi suegra.

Bajamos del coche y utilizando las bolsas de viaje como tapadera de la mancha que mi corrida había ocasionado en mi pantalón, subimos hasta el piso de mi suegra. Allí nos esperaba ella. Estaba sola por los que nos recibió con gran cariño, emoción y lagrimas. Nos abrazó. Yo temí que se diera cuenta de la humedad de mi entrepierna pero si lo noto no dijo nada. Nos explicó que se encontraba muy sola que nadie le había acompañado en la enfermedad del difunto y en su muerte. Señaló que nadie le había perdonado su apresurado matrimonio de 15 años atrás y que a causa de él había perdido las amistades de entonces y ya no habían hecho otras. Esto redobló sus sollozos y sus muestras de cariño y reconocimiento hacia nosotros. Estábamos sentados en el mismo sofá, ella en el medio. En un momento dado fue a cogernos las manos. Al tomar la mía rozo la humedad del pantalón y me miró con curiosidad pero no dijo nada. Yo me quedé un tanto descolocado pero no dije nada. Petri nos explicó que el cadaver de Fermín, así se llamaba el difunto, estaba en el tanatorio y que al día siguiente lo enterraban.

Así siguió la conversación, sobre todo entre madre e hija. Nos tenía las manos cogidas sobre su regazo lo que me permitía rozar su entrepierna por encima de la fina bata que llevaba. Esto unido a la observacion detenida que hice de ella me llevo a excitarme de nuevo. Y estaba justificado. La mujer estaba soberbia, más buena, si cabe que hace 15 años, estaba más fondona, con más tetas y culo y, sobre todo, con un rostro tremendamente excitante pese a ir sin maquillar y presentar ciertas arrugas en la proximidad de labios y ojos, pero esto le añadía más atractivo y morbo. Por tanto mi calentura iba en aumento. Por esto y por la mancha en el pantalón me excuse diciendo que me iba a dormir ya que estaba cansado por el viaje y, además, así podrían hablar madre e hija. Lo aceptaron, Marta se quedó en el sofá y Petri me indico que la siguiera a la habitación que ya había preparado para mi esposa y para mí. Caminar detrás de mi suegra me permitió contemplar la maravilla de su culazo, que se marcaba, junto con sus reducidas bragas, en la fina tela de su bata. Al llegar a la habitación encendió la luz y me hizo pasar. Cuando entré note que su mirada se iba sin disimulo a mi entrepierna que seguía abultada y yo clave mis ojos, también sin disimulo, en el escote algo abierto de su bata que permitía ver el canalillo de sus teta y una parte considerable de las mismas. Ella se dio cuenta y con cierta coquetería fue a cerrar algo el escote pero sin demasiada prisa. Sonriendo, a mi parecer, con algo de picardía, me deseo buenas noches y cerró la puerta.

Yo tras quitarme la ropa y depositar la manchada por mi eyaculación en una bolsa fui al baño, me duché y regresé al cuarto en donde me metí en la cama y me volví a masturbar salvajemente pensando en las tetas y el culo de mi suegra. Poco después me dormí y ya no escuche a Marta cuando llego a acostarse en la cama.

A la mañana siguiente cuando me levanté encontré a mi mujer y a mi suegra arregladas para el esntiero. Mi suegra era un cañón de mujer con su luto, sus medias de costura, su collar de perlas pero sobre todo con su culazo y sus tetas. Tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no mirarla e impedir así una nueva eyaculación.

Marchamos al cementerio y se llevó a cabo el entierro, con muypocos asistentes al mismo, nosotros y poca gente más. De vuelta en casa, mi mujer insistió a su madre para que viniera definitivamente a vivir con nosotros pero Petri alegó que debía arreglar distintos documentos pero que pasados unos días iría gustosa a vivir a nuetra casa. Marta lo entendió pero le hizo saber a su madre que ella no podía faltar al trabajo más tiempo y que se veía obligada a regresar a nuestra casa pero como no quería dejarla sola me preguntó a mí:

  • ¿Jorge, te importaría quedarte con mi madre hasta que termine los papeleos mientras yo regreso a casa y a mi trabajo? Tú tienes un negocio propio que marcha bien y nadie te va a decir nada si te ausentas un par de semanas. Tus empleados lo llevan de maravilla.

  • No sé... (Me hice de rogar).

Marta insistió. Por fin accedí, demostrando cierto reparo, aunque en el fondo estaba deseando pasar 15 días bajo el mismo techo que semejante pedazo de hembra.

Petri también manifestó su deseo de no molestarnos pero al fial accedió de buen grado. De esta manera todos estábamos conformes, sobre todo yo.

Esa noche, después de cenar, Marta se despidió de Petri y de mí y se marcho en el auto a nuestra casa.

Quedamos mi suegra y yo solos en el salón de la casa. Hablamos un rato de vanalidades. Yo me la comía con los ojos, aunque trataba de disimular. Era verano y Petri seguía llevando la fina bata del día anterior. Esta, dada la rotundidad de las formas de Petri se entreabría mostrando parte de sus muslos y de sus redondas tetas. Ella intentaba en vano cerrarla lo que le añadía más morbo a la situación. Yo buscaba la forma de empezar a realizar lo que más deseaba en ese momento, tocarla, sobarla, chuparla, follarla... Pero nada se me ocurría. Desalentado y con una calentura considerable me reti´ré a dormir, ella me dijo que también se iba a la cama. Al día siguiente tendríamos una larga jornada de papeleo.

Yo me fui a la cama y tras la consabida paja me quedé de inmediato dormido. En plena noche me desperté, fueron unos leves quejidos, acompañados de llanto, los que seguramente interrumpieron mi sueño. Escuchando con detenimiento, comprobé que era mi suegra la que emitía dichos ruidos. Eran las dos de la madrugada y yo me había desvelado del todo. Los quejidos y llantos no cesaban por lo que pensé en ver que ocurría, me dirigí al cuarto de mi suegra deseoso de ayudarla y también pensando que iba a tener ocasión de estar junto a ella en su cama y que tal vez...

Con esos pensamientos llamé a su puerta y dije.

  • ¿Qué le ocurre Petri? ¿Puedo ayudarla en algo?

  • -Perdona Jorge, no puedo dormir, me siento muy sola pero no te preocupes, pronto se me pasará. Disculpa si te he molestado, no era mi intención.

  • No es molestia. ¿Puedo pasar?

  • Sí Jorge pasa, no te quedes en la puerta. Estoy un poco aturdida y no caí en decirte antes que entrarás.

Yo entré y me encontré en el dormitorio que Petri debió compartir con Fermín. La luz de la mesilla iluminaba tenuamente la habitación, como la pantalla de la lámpara era de color rosa, la habitación tomaba un halo rojizo de lo más excitante. El dormitorio tenía unos muebles enormes y mi suegra estaba en la enorme cama, algo imcorporada sobre dos almohadones. Estaba pálida y llorosa. Pero mis ojos se fueron de inmediato a sus pechos, dos enormes tetas pugnaban por salirse de su camisón, una prenda negra de encaje. La parte visible de sus pechos se mostraban redondos y muy abultados, aunque dese luego algo caídos. Yo trate de recuperar la calma pese a semejante espectáculo. Me senté en el borde de la cama y le hablé a mi suegra interesándome por lo que le pasaba.

Ella contesto:

  • Me siento muy sola y muy triste. Me ha entrado un enorme desconsuelo. Estaba muy unida con Fermín y mi vida ya no sé si tiene sentido.

  • No diga eso, pronto vendrá con nosotros y se sentirá mejor

  • Pero no es solo la soledad es también...

  • ¿Qué Petri?

  • No sé si debo comentarlo contigo. No estaría bien. Apenas nos conocemos y además eres un hombre.

  • Pero yo la quiero ayudar y puede que le haga bien hablarme de sus inquietudes. Además, no hay nadie más ahora con el que pueda hablar.

  • Sí tienes razón pero... no sé.

  • Como quiera Petri, no puedo ni debo obligarle.

En ese momento volvió a sollozar y se avalanzó sobre mí abrazándome. Me paso los brazos por mi espalda y yo hice lo mismo. Pude palpar su carne, que aunque algo blanda, mantenía cierta turgencia. También note la presión de sus pechos en mi pecho. Aquello me puso a cien y yo no pude impedir que mis manos recorriesen su espalda acariciándola. Ella seguía sollozando y apretándose contra mí. Mis manos cada vez hacían un recorrido más amplio y comprometido, bajaban al nacimiento de sus nalgas volviendo hacia arriba para volver a bajar a su culo, en cada recorrido cada vez amasaba con más descaro aquellas carnes que tanto deseaba.

En un momento dado empecé a besarla en la frente en la cara ... Por un momento me obligué a parar, aunque sin dejar de abrazarnos y le pregunté:

  • ¿Qué le ocurre Petri? ¿No puede superar la pérdida de Fermín?

  • Sí es eso, pero también algo más.

  • Si quiere me lo dice pero decida usted misma.

  • Sí, te lo diré, pero te ruego que no lo digas a nadie, ni siquiera a mi hija. Lo que me pasa ya fue causa indirecta de nuestro distanciamiento y no quiero que vuelva a pasar.

  • Está bien. No lo dude. Le guardaré el secreto.

  • Gracias Jorge. Nunca pensé que contaría esto pero no sé lo que me ocurre, tengo necesidad de hablarlo. Se trata ...me da vergüenza... pero ahí va. Yo soy muy, muy caliente sexualmente y necesito sexo de forma continuada. Por eso me casé tan rápido con Fermín. Mi primer marido, antes de morir, estuvo enfermo e imposibilitado por ello de satisfacerme unos cuatro meses antes de morir. Fermín era su amigo y un día nerviosa e inquieta le conté lo que me ocurría. El me comprendió y me dijo que me ayudaría en lo que pudiera, aunque se negó a follarme, aunque yo se lo supliqué, antes de que mi marido muriera y pudiéramos casarnos. Sus convicciones religiosas y morales solamente le permitieron tocarme, acariciarme, masturbarme... pero no quiso ni que folláramos ni que yo le diera placer. Aquello más que aplacarme fue un tormento. Por eso cuando mi pobre marido se murió, Fermín y yo nos casamos a los dos días. Esto Marta no lo entendió y lo comprendo.

  • Tranquila suegra, la entiendo muy bien pero no tiene que desesperarse usted es un cañón de mujer y no tardará en tener pareja que la satisfaga.

  • Pero ahora estoy igual que hace quince años pero ya no hay nadie que me consuele ni me epere, además aunque más vieja necesito tanto o más sexo que antes. Con Fermín era una felicidad, todos los días, a veces varias veces, en cualquier lugar, no paramos de follar.

  • Y volverá a ser feliz y estar satisfecha usted está muy buena, puede tener cuantos hombres quiera que la follen cuanto quiera.

  • No sé si dices la verdad, tengo 55 años y más carne de la que se estila, has visto estas tetas y mi culo.

Al decir esto se separá haciendo ademán de mostrarme sus pechos para a continuación retirar las sábanas y hacer lo miso con su culo haciendo un leve giro que únicamente hizo notar las abundantes y bien colocadas carnes de sus caderas y muslos, aunque sin enseñar nada.

  • Pero que dice suegra. Soy ahora yo quien me sincero. Desde que he llegado a esta casa, mejor dicho desde que empecé el viaje para venir aquí usted me tiene completamente excitado. Ya en el coche me corrí pensando en usted. Petri me gusta mucho y yo si me deja la quiero satisfacer ahora mismo.

  • ¿Estas seguro? ¿Y Marta? Entonces tu pantalón mojado de la noche de vuestra llegada...

  • Sí, era por una paja que me hice pensando en su recuerdo de hacía 15 años y ahora me parece que usted está más buena aun, con mejores tetas y mejor culo y con una cara de lo más sexy. Mi mujer, por otra parte pasa de mi y del sexo. Hace más de 3 años que no tenemos relaciones, ella no quiere. Y yo ando siempre más que caliente.

  • En ese caso...

En ese momento, se avalanzó de nuevo sobre mi y colocando su rostro a pocos centímetros del mío saco su lengua y con su punta recorrió su labio superior de un lado a otro, provocándome aun más si cabe. A la vez me incitó con la mirada. Ya no pude esperar más. Me lancé con mis manos sobre sus pechos que manosee como un poseso por encima del encaje negro. A la vez, lleve mi boca a la suya y metí mi lengua en su boca, recorriendo su interior. Ella, en cuanto pudo metió su lengua tambien en mi boca y ambas lenguas se juntaron proporcionándonos un placer irrepetible.

Yo estaba en el cielo. Semejante mujer para mi solo durante quince días o quizas...

Ella tampoco se estuvo quieta con sus manos, estas fueron a mi entrepierna y por encima del pijama empezó a amasar mi polla y mis huevos. No es preciso decir que mi pija estaba como un poste de hierro. De pronto se separó bruscamente de mí y se empezó a desnudar diciéndome de forma entrecortada que yo también me desnudara.

Los dos lo hicimos. Yo me quede de pie junto a la cama con mi polla tiesa mirando al techo palpitante a punto de estallar. Ella lascivamente, ya desnuda, se puso de rodillas en la cama y contorneandose me fue mostrando con mucho morbo sus abundantes y maravillosas carnes, sus magníficas tetas que aunque algo caídas eran como dos globos maravillosos, su culo que rebosaba por sus costados, sus gruesos pero firmes y bien torneados... Y todo ello bajo una piel perfecta sin manchas, sin venitas... Y su cara se mostraba más sexy que nunca, morbosa, provocadora.

Yo me avalancé sobre ella, la tumbé en la cama, me coloqué sobre ella y empecé a chuparle el cuello, la boca, los pechos...

Ella respiraba agitada, caliente, ofreciéndome sus pezones y diciéndome:

  • Muérdeme las tetas, chúpalas, tenemos toda la noche, tenemos muchos días. Quiero que me folles una y otra vez.

Estuve así un buen tiempo. Con la punta de la polla restregaba su coño y ella se movía bajo ella como una culebra buscando la punta. En un momento dado sin yo pretenderlo la polla se colo dentro de su coño y yo sentí la maravilla de su humedad y calor. Ella dio un grito y dijo.

  • ¡Fóllame! ¡Fóllame! No puedo esperar. Luego tenemos mucho tiempo.

Yo, obediente, y tan deseoso como ella o más empecé un mete y saca bestial y violento que llevaba la punta de mi polla a lo más profundo de su vagina, de sus maravillosas carnes.

Tal situación duro unos 5 o 6 minutos. Esto gracias a las pjas que recientemente me había hecho. En otro caso me hubiera vaciado mucho antes. Al cabo de ese tiempo y coincidiendo con un fuerte alarido de placer de Petri, me vacié dentro de ella.

Seguimos abrazados y paralizados por un tiempo. Hasta que ella empezó a besarme dulcemente en la cara a la vez que me decía:

  • Ha sido maravilloso pero si tu qquieres solamente ha sido el comienzo. Solo pienso en seguir follando y que tu me hagas todo lo que quieras, esta noche y siempre.

Descansamos un poco, no demasiado, y volvimos a tocarnos. Al poco estábamos más que calientes...

Pero esto será motivo de un nuevo relato.