Mí excuñada me encuentra en el pub
Dos años pasaron de que culminé mí relación con Cristina, sin embargo Isabel solía aprovechar oportunidades para charlar conmigo. Nunca entendí bien por qué, hasta que pasó lo inimaginable.
De más está decir que esta es una historia verídica, aunque por momentos ni yo me lo crea. No diré nombres reales por una cuestión lógica. Sólo necesitarán de momento saber que mi nombre es Joel, que soy nacido en Uruguay y que hace algunos años he venido a vivir a una región del noroeste español.
Tengo 23 años. Soy un poco alto, digamos 1.86 metros, delgado pero con los músculos bien definidos. Aquí entrará alguien más en la historia: Cristina, quien fuese mi novia durante poco menos de dos años. De aquella relación diré que tuve una fantástica relación con toda su familia, pero que no funcionó por su carácter y digamos, falta de química. En estos momentos, hacen ya casi otros dos años desde que habíamos cortado.
Sin embargo no es ella la protagonista de esto sino Isabel. ¿Qué quién coño es Isabel? Pues la hermana de Cristina. Isabel era mayor, unos 26 años. Su estatura rondaba el metro sesenta y cinco, era un poco rellenita pero sin ser gorda, ojos color miel, pelo largo castaño, unas caderas dignas de funcionar como agarraderas, y unas tetas bastante grandes y firmes que volverían loco a cualquiera. Mentiría si no dijera que cuando a veces la veía en sus pijamas algo se movía en mí interior.
La relación con Cristina fue prácticamente nula tras la relación. La tensión era tal que si me cruzaba directamente fingía que yo no existía. Sin embargo, su hermana Isabel aprovechaba los servicios de mensajería instantánea para hablar conmigo en algunas ocasiones. Algo que yo siempre consideré normal porque nos llevábamos muy bien.
- ¿Qué le pasa a esta mujer? Ese era mi pensamiento recurrente cuando ya un año después de haber cortado con su hermana, aprovechaba alguna ocasión para hablar conmigo. Es que Cristina ya estaba en pareja nuevamente y su hermana lo sabía, entonces descartaba que Isabel conservaba esperanzas en que yo volviera a estar con Cristina.
Todo se volvió más extraño cuando empecé a recibir mensajes suyos a altas horas de la madrugada, casi siempre los fin de semanas. En mi mente no podía entender por qué me escribía, y en un claro estado de ebriedad.
Así pasaron varios meses hasta que un día de Septiembre, yo me encontraba en un pub tomando algo con unos compañeros del trabajo y recibí un nuevo mensaje de texto.
“Puaf, sí que estás guapo hoy tontito, ja ja.”
Debo reconocer que ese mensaje me dejó atónito por algunos segundos. Creí que se había equivocado de número, hasta que giré mi cabeza y creí verla algunas mesas más allá. Lo atribuí al cansancio y a las varias copas que tenía encima. “Estoy fantaseando” pensé, y me dirigí a la barra a por otro trago.
Cerca de las cuatro de la madrugada, mis amigos estaban bailando y yo me había quedado sentado en una de las mesas porque ya me sentía un poco mareado. En un momento determinado sentí una presencia al lado mío que me saludaba muy contenta. Era Isabel.
“Holaaaa Jooo (así me decía) qué cuentas, ha pasado tiempo”
Visiblemente aturdido por la situación, devolví el saludo y cometí el primer grave error de la noche. Preguntarle cómo se encontraba. Ella totalmente bajo los efectos del alcohol exclamó:
“¡Terrible! He estado bailando hace un rato con un tío pero al final me ha dejado sin nada. Debo confesarte algo (creo que el alcohol la desinhibía), hace un año y medio que no tengo sexo, ¿tan mal estoy?” Allí comenzó a explicarme que desde que ella se había peleado con su novio, no había tenido suerte con los hombres. En el medio de su explicación creí verla sollozar.
Yo cometí el segundo grave error, intenté consolarla y terminé por decirle que estaba de puta madre y que no entendía como nadie le había echado el ojo. Ella se sonrojó y sonrío.
“Gracias Jo, eres muy bueno y francamente estás muy bien. No entiendo como Cristina te tenía con tan mal sexo”. Tragué saliva, no podía creer que se había enterado de eso, es cierto, las relaciones sexuales con mi exnovia no eran de las más satisfactorias pero cómo su hermana sabía eso. Acaso le había contado. Rápidamente pensé en que en el Apartamento en donde vivían juntas podría haber escuchado alguna discusión de esa índole.
Muy nervioso eche a reír, ella me miró e hizo una mueca que creó un clima de excesiva tensión. El aire se había vuelto tan espeso que amenazaba con aplastarme. Me preparé para lo peor. Mi cerebro inmediatamente se puso en alerta, todos mis sentidos se agudizaron y por alguna razón esperaba un intento de Isabel para besarme. Mis reflejos estaban listos para actuar y evitar esa situación, podría disculparme y salir rápidamente de aquel lugar. Mi mente había previsto todo salvo la correcta actuación de Isa. En vez de intentar besarme, estiró rápidamente su mano y me tomó el miembro por arriba del pantalón.
Claramente mi parte racional intentó evitar lo que sucedería a continuación. Mi pene respondió a ese virulento estímulo y comenzó a tomar dureza. Isabel se sonrió, me guiño un ojo y comenzó a mover levemente su mano como haciéndome una paja, el pantalón detenía gran parte del movimiento.
Yo no podía reaccionar, estaba como anulado, como si sólo mi cuerpo había quedado ahí pero yo no estuviese presente. En la mesa que nos encontrábamos, había sillones en vez de sillas, y estábamos de espaldas al resto del pub. Me puse a pensar cómo salir de esa situación.
Aun no entiendo cómo ni cuándo pero para cuando pude atinar a reaccionar, Isabel ya había abierto mi bragueta y observaba mi pene duro como una estatua y cuyo glande latía con fuerza. Me considero de tamaño promedio, sin embargo el haber sido elogiado en mi adolescencia y con la vanidad de aquellos años había recurrido a la medición. 18 centímetros, pero lo más sorprendente era lo gruesa que se ponía a partir de la mitad para abajo.
Rápidamente miré para todos lados, quería saber si alguien estaba presenciado ese momento y nervioso volví la vista a Isabel para decirle que todo era una locura. Cuando mi vista nublada por el alcohol y la situación límite pudo volver a hacer foco, la cara de Isabel no estaba a mí lado. Allí fue cuando sentí su lengua húmeda tocar mi glande. Mi reacción de sorpresa fue tal que sin querer con un movimiento brusco le di su cabeza contra la mesa. Ella se echó a reír y me dijo que me callara.
Comenzó a chupármela con velocidad y haciendo juego con sus manos. La borrachera, la situación, el lugar y la persona que lo hacía fue un cóctel explosivo. No los conté, pero no deben haber sido más de cuarenta segundos. Mi rabo explotó y llenó de semen la boca de mi excuñada, que hacía grandes esfuerzos para evitar desperdiciar alguna gota.
Apenas me recuperé le dije que estaba loca, que era una locura y que alguien podría habernos visto. Me miró y me respondió que se sentía muy mal por lo que había hecho. Rompió en llanto y salió corriendo para la puerta. Acojonado tuve que acomodar mi pantalón y salir en su persecución.
Ya afuera del pub, me pidió disculpas en numerosas ocasiones y me dijo que mejor se iría al apartamento de su amiga que vivía a algunas cuadras de allí. Cometí el último gran error de la noche, ofrecerme a acompañarla.
A dos cuadras del edificio se desató una lluvia torrencial de esas que nadie espera. ¿De dónde salió esto joder? Pensé mientras me empapaba. Isabel, ya en la puerta, me invitó a pasar hasta que merme el aguacero. Ni lo dudé, yo estaba completamente mojado.
Destapó un vino y se puso a beber, yo sentía sed y con el nerviosismo de la situación me bajé como cuatro vasos. Ella comenzó a desvestirse aduciendo que se enfermaría, yo intentaba no mirar pero cuando quedó en sostén mi mandíbula casi toda el suelo. Había bajado algo de peso pero esos melones seguían allí, en perfecto estado y dureza.
Mirándome me dijo que no se arrepentía de nada y que quería que la haga mía. Al principio me negué pero apenas vi caer su sostén al piso, quebré en mí voluntad. Sencillamente la arrojé hacia una mesa y comencé a besar, morder y lamer sus senos. Ella gemía con los ojos cerrados. Le quite su parte inferior y la senté la mesa. Decidido a hacerle sexo oral, la toque con dos de mis dedos, eso fue demasiado para su estado. Lanzó un grito, sus mejillas se pusieron rosas y tuvo movimientos eléctricos. Se había venido sólo con unos besos y dedazos.
Creí que había terminado todo, caí que era una auténtica locura lo que estaba pasando. Pero ella abrió los ojos y en vez de notar satisfacción, noté fuego. Me tomó de la cara y me llevó directamente a una de las habitaciones. Me tiró a una cama y me dejó completamente desnudo, yo me dejaba hacer, no daba crédito a lo que estaba pasando.
Comenzó a mamarme de nuevo, sólo que no estábamos en un boliche y me juré a mí mismo no volver a acabar tan rápido. Ella estaba enloquecida. Mi glande ya estaba rojo intenso y mi pene aguantaba un gran trajín producido por la ida y vuelta de su boca.
Yo estaba completamente extasiado. Sin pensar en demasía, la tomé y le dije que iba a ser mi perra. Me coloqué el preservativo, lance un escupitajo a la entrada de su vagina pero no la penetré. Suspendí todos mis movimientos con la punta de mi glande apenas rozando sus labios vaginales. Ella explotó de deseo, comenzó a gritarme, sollozar y suplicar que la penetre. Se magreaba las tetas como posesa. “Por favor, métela ya” oí decirla entre sollozos. La tensión sexual fue tal, que ella rozó su clítoris con su dedo índice y estalló en un orgasmo. Ahí entendí realmente la necesidad que tenía. “Pobre Isa” pensé.
Dispuesto a romper la última barrera de racionalidad que me quedaba, esperé el momento oportuno para que ella pierda la atención en el momento. Lo hizo al cerrar los ojos para disfrutar el último golpe eléctrico que el sistema nervioso le enviaba a su cerebro en forma de placer. No dudé, de un certero embate le solté con fuerza los 18 centímetros de largo de mí polla. Ella emitió un grito desgarrador.
Oí unas llaves a lo lejos, escuché abrirse una puerta y al mismo tiempo que quien entraba lanzaba un “Holaa, ya volví del viaje”, Isabel largaba un estruendoso “Folláme más fuerte, hijo de puta”
En ese instante me puse blanco. Reconocí la voz de Cristina, mi exnovia, en el saludo de quien abría la puerta del apartamento. Estirándome lo más que pude cerré la puerta de la alcoba para que no me viera. Isa completamente fuera de realidad, volvió a susurrarme que siga con el vaivén, al mismo tiempo que respondía al saludo de Cristina.
Los pasos se oían cada vez más fuerte por el pasillo, no había dudas, Cristina se acercaba a la habitación. ¿Qué coños hace acá? le dije a Isa, ella río y me dijo que era su apartamento, no el de su amiga. Intenté salirme de adentro de su coño pero ella me aprisionó,
Cristina estaba a punto de abrir la puerta, y allí ocurrió lo inesperado…
CONTINUARÁ.