Mi Esposo se Entregó (02)

Continúa la historia, cada vez Laura siente más que conoce menos a su amado esposo.

Mi Esposo se Entregó 02

Me dormí como a las 10 de la noche, aunque no logré pegar un sino bien pasadas las 2. No podía dejar de pensar en lo que vi, en como mi marido gemía y gozaba como una perra mientras ese hombre se encontraba sodomizándolo. ¿Cómo era eso posible, qué había pasado? No es que me habría gustado verlo sufrir, no, jamás he deseado eso para mi Kike, pero el verlo disfrutar de esa manera me rompió el corazón y comenzó a destruir poco a poco toda mi vida.

Me desperté súbitamente a las 5 a.m. Estaba sudando, no dormí bien y sentía un nudo en la garganta. Pensé en Kike, sentí miedo por el, así que me levanté y salí de mi habitación, apenas si la luz del día pretendía empezar a salir, aun estaba un poco oscuro. Nuevamente la puerta de entrada fue un obstáculo que me alejó de mi amado esposo, y como estaban en un segundo piso sería inútil pegar la oreja a la madera.

"El árbol", otra vez el árbol. Salí y me encaramé nuevamente al mismo árbol, en la misma rama desde donde los volví a ver. Allí estaba Kike, acostado boca abajo abrazado al colchón, el culo en pompa y con Javier dándole por atrás, acostado encima de el, sosteniendo su poderoso cuerpo con sus brazos sobre los hombros de mi esposo. Le hincaba la verga despacio, metiéndola y sacándola en toda su extensión arrancándole gemidos de placer.

¿Cómo era eso posible, qué estaba pasando? Terminé de comprender que Kike gozaba siendo cogido por el culo por un hombre, pues el trato solo estipulaba que el tendría sexo con Javier una vez por noche hasta el domingo, si lo hacían más veces sería con el consentimiento expreso de mi marido, sin que el trato fuera alterado en ningún momento. Eso quería decir que el aceptó seguir cogiendo con Javier, quién sabe cuántas veces más lo habrán hecho en la noche.

Javier aun demoró más de 30 minutos en acabar, eyaculando sobre la grupa de Kike luego de quitarse el condón, este no dijo ni pío, estaba medio muerto. Como la claridad era cada vez mayor, me bajé del árbol y, llorando a mares, me fui a mi cama de regreso. No sé por qué, quizás para huir de esa horrible realidad, pero caí profundamente dormida.

Por mi mente comenzaron a pasar las imágenes de mi boda, vestida con mi traje blanco ante las lágrimas de felicidad de mi mamá y mis hermanas, desfilando por la iglesia del brazo de mi padre, que no cabía en si de orgulloso. Y al frente, esperando junto al padre, Kike, radiante y hermoso, bello.

El padre nos pronunció marido y mujer y nos fuimos de luna de miel. La recuerdo muy bien, como si hubiese sido ayer. Fuimos a Las Palmas, un municipio garífuna de Izabal y nos quedamos en unas hermosas cabañas de bambú. Me llevó a cenar a un restaurante hermoso y luego de regreso a la cabaña para consumar nuestra unión. Habíamos sido novios desde hacía 5 años, lo conocí a los 14, el tenía 17, y desde entonces quedé prendada a el. Nunca tuvimos sexo, decidimos esperar a nuestra boda, yo estaba llegando virgen y el también. Para todos aquellos que digan que eso no es posible, pues yo les digo que si, que si se puede. Y si no me creen, tampoco me voy a poner a convencerlos. Fue la experiencia más dulce y romántica que he tenido, y allí descubrimos nuestra gran afinidad al sexo, pues yo resulté ser muy multiorgásmica (promedio de 3 cada vez) y el muy buen amante.

Después de esa inolvidable luna de miel, nuestra vida parecía que sería la mejor del mundo, la mejor. Aprendí a mamársela cuando recién había parido a Kikín pues aun no podíamos volver a tener relaciones sino hasta dentro de 40 días. Reconozco que la sola idea me daba asco, pero pronto le tomé el gusto a tener su miembro entre mis labios, su sabor sobre mi lengua, y su semen.

A el le gusta seducirme, le encanta hacerlo. Me lleva flores y chocolates y me besa con pasión y ternura, al mismo tiempo que me mira a los ojos y me dice que me ama. Y yo siempre caigo en sus brazos perdida en el tiempo y espacio, dispuesta a dejarme gozar por ese hombre tan amado. Si mi vida era muy buena, muy buena. Comprenderán ahora por qué me afecta tanto todo esto.

Me despierto de repente, sudorosa y sobresaltada. Hace calor y el sol se cuela por mi ventana con fuerza. ¿Qué hora es?… las 10 de la mañana, me volví a quedar dormida. ¿Y Kike? Me puse de pié y salí apresurada del cuarto. La puerta de ellos estaba carrada como siempre. Me disponía a salir hacia mi acostumbrado árbol cuando escuché ruidos de la cocina. Muy sigilosamente fui a ver de quién se trataba, era Javier, vestido apenas con un bóxer, cocinando algo en la estufa.

Era mi oportunidad, caminé hasta la puerta de su habitación y la abrí, no tenía llave. Subí unas gradas en forma de caracol y entre al cuarto, era más amplio de lo que pensaba. Kike aun dormía, se encontraba completamente desnudo, boca abajo y volteado hacia la ventana. Sentía ganas de llorar en ese momento, pero me las aguanté.

Me senté a su lado y, suavemente, le pasé la manos por su cabello, estaba medio dormido y me confundió… con Javier.

Javier… ¿querés más?… ya me diste toda la noche… quiero decirte que nunca pensé que un hombre me pudiera hacer sentir todo lo que tu me hiciste, fue… fue… maravilloso

¡Mierda! ¡Maldita sea! El alma se me heló y el corazón se me volvió a romper si era posible. Sabía que Javier se lo había cogido, pero aun guardaba la esperanza en mi interior que aquello hubiese sido un terrible sacrificio de su parte, pero no fue así, no fue algo desagradable para el, le gustó, de hecho, "fue maravilloso".

Me salí del cuarto antes de no poder contener el llanto, no me vio, se quedó allí donde estaba. Me encerré en el mío, cubrí mi rostro con la almohada y lloré, lloré y lloré.

Más o menos unos 45 minutos después, Javier tocó a mi puerta.

Laura, ¿quiere desayunar?… hice huevos revueltos con tocino, jamón y salchicha y hay jugo de naranja y de melón.

¡No! – le grité histérica, me pareció que dudó si irse o no, pero al final escuché sus pasos alejándose.

Me quedé encerrada más o menos durante una hora, no quería salir, no quería, pro me estaba muriendo del hambre y eso no era bueno para mi bebé. Salí y me dirigí al comedor, temerosa de encontrármelos aun desayunando, pero no, ya no estaban. Encontré un plato lleno metido entre el micro, sabía que Kike me lo había dejado allí pues así acostumbraba el.

Comí y me puse a caminar, buscándolos por toda la casa. Necesitaba saber en dónde estaba Kike… o por lo menos qué estaba haciendo. Me asomé al garaje y no vi la camioneta de Javier, de seguro se fueron juntos hacia algún sitio.

Me puse a ver tele, pero no le ponía atención, las lágrimas no me dejaron. ¿Qué querían que hiciera? Soy mujer y una muy sensible, estaba sola en esa casa extraña y sentía como perdía a mi amado marido a manos de otro hombre, no me podía sentir peor. Entonces sonó mi celular

¿Aló?

Hola Laura… ¿cómo estás? – era Kike, comencé a llorar y a sollozar luego de tratar de decirle "bien". – Laura… Laurita… no te pongás así… – me decía casi en un susurro, seguramente no quería que el otro se enterara – todo va a salir bien… todo… – la voz se le quebró – Voy a estar en la cañada con Javier… vamos a … a… a ver ganado, para ver con cuales cabezas nos vamos a quedar. Regreso en unas horas… te amo… – y colgó, ese "te amo" lo dijo en un susurro que mi alma abrazó, necesitada de aliento y esperanza.

Bueno, entonces me iba a quedar sola por un buen rato, unas cuantas horas según el. Debo reconocer que hablarle me hizo sentir más tranquila y relajada, pero aun distaba mucho de estar bien.

La ansiedad se apoderaba de mi y los nervios me traicionaban, sentía como que me ahogaba. Tomé el teléfono y llamé a mi madre, para platicar con mi nene. Saludé a Kikín, que me contó que estaba bien, que no se había enfermado y que los abuelitos lo cuidaban mucho, me sentía aliviada. Pero en cuanto corté, otra vez

Me puse a caminar, a revisar las cosas, a registrar sin buscara nada en especial. Terminé en la habitación principal, en donde había ocurrido todo la noche anterior. Sentí una gran rabia y tiré los almohadones contra la pared con furia. Luego me senté y respiré.

Vi frente a mi el armario, de esos de persianas. Lo abrí y me puse a ver la ropa de Javier. No solo tenía pantalones de lona y camisas tipo vaquero, también trajes y playeras bonitas. Me llamó la atención que el armario era bastante grande, una persona podría esconderse allí sin ser vista… ¡y se me prendió el foco!, ¿por qué no esconderme allí?

¿Qué podía perder, si ya, prácticamente, había perdido todas aquellas cosas que consideraba sagradas? Además, no soportaba esta sensación de no saber nada, de sentirme fuera de todo, ajena a mi esposo y a lo que hacía, lo celos me mataban.

Encontré un rincón en donde alguien como yo se podría esconder perfectamente, pues como soy bajita y menuda una maletas me taparían bien, ayudadas de unos trajes que colgaban del colgador, ahora solo faltaba esperar que regresaran.

Bajé nuevamente y esperé pacientemente por una hora sentada frente a mi habitación hasta que escuché la camioneta de Javier parar. Salí corriendo a su habitación y me escondí en el armario, ellos aun tardaron varios minutos en subir. El corazón casi se me salta cuando escuché la puerta abrirse.

¡No sé en dónde se habrá metido!

Debe estar dando vueltas por la hacienda, alrededor de la casa tengo plantados árboles frutales.

Pero… no sé… no sé… no la he visto para nada hoy

Kike, ¿y para qué se va a quedar cerca de ti?

¡Mierda, Laurita!

A ella le debe estar yendo peor que a ti… me imagino la ansiedad y los celos.

Tengo que verla y hablarle Javier… necesito abrazarla y besarla… aunque me has hecho gozar como un loco no creás que todo está bien para mi.

Lo sé

No quiero hacerle daño a ella, lo que me pase a mi no importa, pero ella… ella es lo más importante que hay en mi vida, es un pedazo de paraíso que me regalaron. ¡No quiero perderla Javier, no quiero!

¡Pero ella insistió en venir y sabía tan bien como voz lo que pasaría!

Si pero

Te digo que está bien, solo debe estar dando vueltas por allí, luego la buscás.

¡¿Pero por qué me huye?!

Debe ser muy bonito quedarse para ver como otro hombre se coge como un loco a su marido y lo hace gozar como una ramera. – dijo Javier riendo, pensé que a Kike le molestaría ese comentario tan pesado, pero tan solo le hizo una mueca y calló – Ahora vení que este lobo feroz se quiere comer a su caperucita.

Ahora no… el trato era solo durante las noches

¿Y en los corrales de ganado? No te importó en lo más mínimo que te partiera el culo enfrente de ese gran toro, ¿verdad? De hecho, te encantó, berreaste como una desesperada Kike.

Pero ahora no estoy de humor. – Kike retrocedía hasta terminar pegado a la pared, pero se dejó aproximar hasta rozar sus labios con los de Javier, parecía una adolescente indecisa.

Pues te pongo de humor… como todas las otras veces. – ¿para qué me escondí allí, sentía ganas de llorar y de vomitar.

Javier rozó los labios de Kike con los suyos, que no se inmutó ni respondió la caricia, pero en su pecho podía ver que estaba agitado, le temblaba el pulso. Poco a poco, los rozones se fueron haciendo besos, solo topones al principio, después Javier trataba de hurgar entre labios de mi marido, tratando de separarlo e introducir en ellos su lengua. Desde mi posición podía darme cuenta perfectamente que su entrepierna se comenzaba a abultar, así como sus mejillas a enrojecer. Y ahí supe que era solo cuestión de tiempo para que las caricias de Javier rompieran su débil resistencia.

Lentamente los esfuerzos del hombre dieron frutos, y los labios de mi esposo se comenzaron a abrir a sus caricias, respondiéndole los besos. Kike relajó los brazos, que tenía cruzado, y los dejó colgando. Esto fue una especie de autorización para Javier a que se aproximara más, y este rodeó el cuello de mi marido con un brazo al tiempo que la atraía a su cuerpo con el otro rodeándolo por la cintura. Para ese punto, Kike se prendía de su boca con los ojos cerrados como si se tratase de una colegiala con su novio encerrados en su habitación, así de perdido y entregado se miraba.

Kike rodeó a Javier del cuello, abrió los ojos cuando este le comenzó a hablar en susurros. Por mi proximidad a la escena , ahora si los podía oír bien.

Sos maravilloso, un hombre divino… ¡como quisiera tenerte para siempre! – Kike decía no con la cabeza, sin dejarle de ver a los ojos con sus azules preciosos, en un gesto además de cariñoso, coqueto y tierno… como cuando yo lo veía a el – Laura es una mujer fuerte y puede salir adelante sola. - ¡¿QUE QUÉ?!

¿Y mis hijos?

Nunca he dicho que no vas a dar la cara por ellos… Kike, creo que me estoy enamorando de vos

No, no te conviene… nunca voy a abandonar a Laura… la amor. – eso me alivió enormemente.

¿Y lo que me decías anoche, era mentira? – volví a temblar.

-… no

Repetímelo

Sos maravillosos, sos mi semental divino, mi amo amado… quiero ser tuyo y que me hagás tu puta, tu ramera… tu mujer, lo que querrás… – cada palabra y cada frase eran como una puñalada para mi, que sin poder controlarlo me encontraba derramando lágrimas y temblando - pero

¿Pero?

Pero eso solo podrá ser aquí, en este sitio y en este momento, porque a partir de mañana al medio día, volveré a deberme únicamente a mi esposa… y a nadie más

¿Y yo cómo quedo?

Como una de las mejores experiencias de mi vida… que guardaré en mi corazón para siempre.

Javier dejó de insistir y lo besó nuevamente, Kike le correspondió y se entrelazaron en una caricia oral profunda. Haciendo gala de habilidad, Javier fue despojando a mi marido poco a poco de la ropa. Este no se quedó atrás y se puso a desnudar al otro también, para que al final ambos quedaran solo en interiores.

Pero mi esposo tenía guardada una sorpresa bajo la ropa. No llevaba calzoncillo ni bóxer, traía puesta una tanga roja que parecía suspensorio. Esta constaba de un triángulo al frente que cubría sus genitales, con una abertura en su parte superior para dejar salir su pene cuando fuera necesario. Por atrás era solo un par de tiras que salían del elástico, y que se metían por en medio de sus 2 grandes nalgas. ¿Por qué estaba usando mi esposo esa cosa?, ¡mierda!, ya nada era igual, el hombre al que Javier estaba besando y manoseando todo ya no lo conocía, o lo que era peor, jamás llegué a conocerlo.

Nene, anoche te entusiasmaste mucho cuando te dije que hoy íbamos a hacer cosas nuevas

Si, ¿todavía está en pié la oferta? – le contestó mi esposo con los ojitos brillantes y emocionados.

Por supuesto… pero

¿Pero?

Pero tu me vas a decir qué cosas nuevas querés probar

Es que, yo no sé… no conozco mucho de esto.

Kike, se te nota que tenés una gran imaginación… dale, sugerí lo que querrás

Kike se quedó pensativo un momento.

Esperame amor – ¿amor?, ¡le dijo amor, Dios mío! – estoy pensando… tengo ganas de probar algo nuevo… – dijo Kike, que se comenzó a arrodillar lentamente, mientras veía a los ojos a Javier que le sonreía satisfecho.

Ya sabía que se te hacía agua la boca por probarla amorcito.

¡Y no solo la boca, je, je, je, je! ¿Me guías?

Claro, lo que querrás vida.

Kike le bajó el bóxer a Javier, dejando salir un verga ya tiesa y dura, apuntándole a la cara. La vio fijamente por uno minutos mientras la frotaba, hasta que se la metió a la boca. Como era gruesa casi no le cupo, pero el casi a la fuerza la hizo entrar hasta la garganta, sintiendo arcadas.

Cuidado amor, cuidado, no es necesario que te la metás hasta el fondo.

Pero yo quiero, he visto películas con mujeres que lo logran.

Pero esas son putas y están más versadas en esos menesteres que cualquiera. Tu mejor empezá por lo básico, tal vez en la noche llegamos más lejos. Lamémela, despacio, desde la base hasta la punta, quiero que sintás su sabor.

¿Así? – preguntó solícito Kike, mientras pasaba su lengua, completamente afuera, por todo lo largo de ese inmenso mástil.

Si, si… así… así… un poco más despacio… ¡aaahhhhh! – la cara de Javier expresaba un gran calor y un intenso placer – Ahora bajá un poco más y hacé lo mismo con mis huevos… si, besalos suavemente y lamelos como si fueran helados, si, si… si… – Kike lo hizo, levantando la talega del glande, comenzó a pasarla la lengua a esos delicados órganos masculinos, duros, redondos y bastante grandes – Bien, bien… ahora, desde la parte de atrás de los huevos, andá lamiendo hasta llegar al glande, por todo lo largo de mi verga. Una vez allí, ponete a lamerlo y chuparlo como si se tratase de un helado… acordate de jugar con la lengua sobre este, siempre… – mi esposo, obedientemente, hizo lo que le pidió, subió lamiendo desde la base posterior de los testículos de Javier, pasando varias veces sobre sus huevotes y a lo largo de su extenso mástil, hasta terminar chupando la cabeza de hongo de esa soberana verga.

Tengo que admitir que, aunque sufría horrores cada segundo que pasaba viendo como mi Kike gozaba como la más sucia de las putas haciendo todo eso, también me comencé a calentar, llevándome las manos por debajo de mi ya relativamente voluminoso vientre embarazado y a mis hinchados senos morenos.

Por su parte, Javier ahora estaba guiando las manos de Kike para que lo acariciara, mientras tampoco le permitía dejar de mamársela ni por un segundo. Guió los dedos de mi esposo por en medio de sus nalgas y a que le acariciaran el ano; a que le acariciara las nalgas y los muslos, podía ver que Javier estaba sumamente caliente.

Amor… amor

¿Qué?

Quiero que me hagás algo… por favor

Lo que sea

Tragate mi semen… voy a acabar

Kike, lejos de sentir asco y tratar de separarse, chupó con más energía y sujetó con las manos ese pene ajeno hasta que estalló en su boca, rebalsándosela. Me pareció exageradamente abundante la eyaculación de Javier, pues largas líneas de su blanca esperma se le salían de la comisara de los labios a mi marido y resbalaban por su cara y cuello. Fue tan abundante que Kike casi se ahoga, llegó a un punto en donde tuvo que separar la boca de ese aparato, recibiendo aun un par de lechazos que cayeron sobre su cara. Tosió y otro poco de semen salió, quedando Kike con la cara, cuello y pecho embarrados de ese semen.

¿Estás bien amor?

Si… cof, cof, cof… si, estoy bien

Cuidado, cuidado… perdoná, casi te ahogás

¡Es una barbaridad! ¡¿Qué tenés en los huevos?!, mirá toda la leche que me tiraste

si, si, je, je, je, je, siempre termino así, ja, ja, ja, ja, ja

¡Sos un semental Javier!

¡Tu semental Kike, tuyo!

Javier se arrodilló a la altura de mi esposo y lo besó con pasión, Kike le correspondió. Vi como el hombretón lamía su propio semen del cuerpo de mi esposo, de cómo este se dejaba acariciar y besar, de cómo se le entregaba a Javier. Luego este se la mamó y lo hizo acabar en pocos minutos, bebiéndose toda su leche, no sin antes compartirla con el mediante un profundo y lago beso.

Yo luchaba por no sollozar, para no ser escuchada. Me ayudó el hecho de que Javier pusiera música romántica para hacer entrar más en ambiente a mi marido, y hacer con el lo que se le diera la gana, tal y como pasó.

Cuando acostó a mi esposo boca abajo y le empezó a meter las manos entre el culo, lo escuché gemir de placer, susurrándole palabras al oído que yo sabía estaba llenas de dulzura y amor, pues así era justo como me hablaba a mi mientras hacíamos el amor. Sentí una horrible mezcla de celos e ira, esos detalles eran míos, de el hacia mi, como podía dárselos a ese tipo.

Se pusieron a besarse con verdadera pasión, querían tragarse entero el uno al otro, mientras se manoseaban todos los rincones de sus cuerpos. Y se veían a los ojos y se sonreían como novios o amantes amorosos. Si, definitivamente no conocía a mi marido, era un hecho ya que el siempre fue gay, siempre, siempre.

A mi me seguían temblando las manos, mis ojos no dejaban de derramar lágrimas y sentía una terrible opresión en el pecho. Y fue peor cuando lo escuché decir… no, más bien ¡suplicarle! a Javier que lo penetrara.

Javier, mi amor

¿Si?

Quiero sentirte dentro de mí otra vez, como tantas veces te sentí anoche, – ¡¿cuántas veces habrán cogido?! – por favor, metémela

¿Querés que te coja?

Si, si, por favor… lo necesito tanto… nunca me había sentido así como me siento en tus manos… quiero ser poseído por tu gigantesco animal … ¡que me partás a la mitad! – Javier estiró su mano para sacar un condón de la cómoda, pero nuevamente Kike me sorprendió y asustó… y rompió mi despedazado corazón – No, sin condón… quiero sentir lo que Laura siente cada vez que eyaculo dentro de ella.

¿Estás seguro?

Si, lo estoy

Kike se salió de debajo de Javier y se colocó en 4 sobre la cama. Su amante le chupó el culo un momento y le metió varios dedos para dilatarlo lo suficiente. Colocó entonces su gigantesca paloma en la entrada al culito de Kike, y empujó. Mi marido gritó y gruñó fuerte, seguramente le había dolido horrores. Javier lo sujetó de las caderas y se la comenzó a meter y sacar, mientras mi marido gemía como un loco embramado, llevado a los límites del placer y del dolor.

¡¡¡¡AAAAHHHH!!!… ¡¡¡¡AAAAHHHH!!!… ¡¡¡¡AAAAHHHH!!!

¡Aguantá puta! ¡Tu la querías así, duro y sin compasión!

¡¡¡¡AAAAHHHH!!!… ¡¡¡¡SIIIIIIIIII, ASIIIIIIIIIIII!!!… ¡¡¡¡SIN PIEDAD JAVIER, SIN PIEDAAAAAD!!!

Javier lo estaba agarrando como si fuese una piñata, le gritaba de cosas sucias y lo nalgueaba bastante duro, dejándole las nalgas enrojecidas y moreteadas. Y mi marido gritaba y gritaba, pero gozando como un enfermo.

¡¡SOS UNA PERRA SUCIA!!

¡¡¡¡LA MÁS SUCIA DE TODAS!!!!… ¡¡¡¡AAAAHHHH!!!… ¡¡¡¡AAAAHHHH!!!… ¡¡¡¡Y SOY TUYA!!!

¡¡SIIIII, SOS SOLO MÍA!! ¡¡¿ALGUNA VEZ TU MUJER TE HIZO SENTIR ESTO PERRA?!!

¡¡¡¡NOOOOOOOOO!!!!… ¡¡¡¡AAAAHHHH!!!… ¡¡¡¡AAAAHHHH!!!

¡¡LO SABÍA!!

¡¡¡¡AAAAHHHH!!!… ¡¡¡¡AAAAHHHH!!!… ¡¡¡¡AAAAOOOOUUUUGGGGHHHH!!!

Aquella fue una cogida salvaje, habría podido ser considerada una violación si mi amado Kike no hubiese gozado de tal forma que me parecía mentira. Javier lo puso como quiso, en las poses más extrañas, y mi esposo no dijo nada, no opuso el menor reparo, el quería ser cogido como una puta y así iba a ser.

Fue colocado en 4, después de costado, pasando boca arriba con sus piernas sobre los hombros de su amo, mientras se hacía la paja y terminaba ruidosamente sobre su vientre. Inmediatamente lo puso de rodillas en el suelo con el cuerpo apoyado en la cama, los brazos extendidos apretando con fuerza las sábanas y la cara hundida entre el colchón, gritando y maldiciendo allí.

Javier lo cargó en sus brazos, de frente a el y de espaldas, subiéndolo al aire y dejándolo caer con fuerza sobre su afilaba estaca que esperaba ansiosamente el culito redondito y rico de mi esposo. Hizo que Kike lo cabalgara, rematando con una penetración brutal en la pose del misionero. Después de eso Javier eyaculó furiosamente sobre el pecho de mi esposo, su cara y su boca ávidamente abierta. Quedaron tendidos en la cama uno junto al otro, abrazados, besándose con amor, jadeando y sudando… y yo llorando, no había podido dejar de llorar.

Para eso ya habían pasado unas 2 horas cogiendo. Como a los 20 minutos después Kike se acordó de mi.

¿Y Laura?

Mmmmm… nos olvidamos de ella.

¿En dónde estará? – preguntó Kike, incorporándose.

Por allí, ha de estar mirando la televisión… quedate aquí a mi lado un rato más.

No, tengo que salir a buscarla… quiero saber si está bien

Kike se puso de pié y se visitó rápido, salió de la habitación. Javier se quedó solo en el cuarto, se paró y caminó hacia el armario, me asusté mucho, pensé que me encontraría. Pero solo sacó una toalla de la parte de encima y cerró sin percatarse de mi presencia, pero en el proceso me puso su poderosos falo y sus voluminosos testículos casi en mi propia cara. Poco después llegó Kike.

Javier, mi mujer no está por ningún lado y no la puedo encontrar, ya me preocupé

Tranquilo, tranquilo, ahorita la salimos a buscar, debe de estar caminando por allí.

Javier se terminó de vestir y los 2 salieron. Esperé unos minutos muy nerviosa, hasta que me atreví a salir, no había nadie en el pasillo, nadie. Corrí y me encerré en mi habitación y fingí dormir. Como 20 minutos después volvieron a aparecer, Kike venía visiblemente preocupado, Javier también.

¡Mierda! ¡Si algo le pasa no me lo voy a perdonar!

Tranquilo Kike, tranquilo, Laura es una mujer inteligente que sabe lo que hace

¡Pero esto no es normal, además está embarazada y es uno bastante difícil! ¡Yo estoy cogiendo con vos como un animal y me olvido de ella!

No te culpés vos, no te cul… mirá, la puerta de su habitación está abierta, ya debe haber regresado.

Entraron y yo me hice la que no oí nada, escuché como Kike respiraba profundo.

Laura, laura… ¡Laura! – dijo molesto - ¿En dónde te metiste?, te estuvimos buscando un gran rato.

Ya nos había asustado Laurita. – agregó Javier.

Por allí… andaba caminando

¡Dónde!

La verdad, no creo que eso te importe mucho! – le respondí como piedra a Kike; Javier entendió que estaba frente a una pelea marital y prefirió salirse discretamente.

Laura… mirá… yo sé que es difícil para vos, ¡pero para mi lo es más!

Si, – le dije, y agregué en voz baja – ¡encajarte una verga gruesísima de 20 cm entre el culo te debe doler mucho verdad! – y terminé remedándolo – ¡Sin piedad Javier, sin piedaaaaad! ¡Ojalá que su semen tu haya gustado mucho, hueco de mierda!

Casi llorando a mares le clavé los ojos en los suyos, que me veían con dolor, vergüenza y miedo, no pudo sostenerme la mirada, adivinó en dónde estaba escondida y que lo vi todo. Ni siquiera me pudo decir nada, solo se dio la vuelta y salió, cerrando la puerta tras de si. Y yo no lo seguí, si quería convertirse en la ramera de Javier ya no importaba, pero a mi y a mis bebés no nos volvería a ver nunca más.

Continuará

Garganta de Cuero.

Me gustaría leer los comentarios que tengan sobre esta historia a mi correo electrónico, garganta_de_cuero@latinmail.com . Gracias.