Mi esposo les confió mi cuidado...

Mi marido estaba confiado en que sus obreros de mayor confianza sabrían cuidarme... pero no creo que para tanto!

Este último día de los enamorados planeamos con mi esposo tomarnos un break y viajar a Uruguay para pasar un tiempo solos, lejos de los compromisos que tanto nos roban el estar juntos. O mejor dicho, a él le llevan todo su tiempo!

Muchas veces lo he necesitado, lo esperaba en la noche producida para pasar un rato muy caliente… A veces me terminaba durmiendo cansada de esperarlo. Y por la mañana en ocasiones ni desayunaba y salía apurado a su trabajo.

La mayor parte del tiempo aprendí a desahogarme y consolarme solita… Pero no es lo mismo. Siempre quedan ganas de algo mas…

Esa noche, antes de viajar, mis planes y fantasías querían lograr una experiencia fuera de lo común y muy excitante. Por la mañana me preparé para un viaje dispuesta a todo… a romper la monotonía.

Con un vestido blanco con flores, cortito y suelto, muy fresco pero sexy. Mis piernas mostraban lo bien bronceada que estaba. Y si él quería podía fácilmente llegar hasta mas allá.

En el camino al puerto, no dejaba de insinuarlo para calentarlo, me aproveché que él conducía para acariciarlo y ponerlo bien duro. Era el día ideal y lo estaba viviendo como lo había planeado.

Pero como siempre que uno está soñando suena la alarma del despertador, también sonó en este sueño. Por su teléfono le avisaban que en una de sus obras estaban los inspectores y querían clausurar la construcción.

De inmediato, sin pensarlo ni consultármelo, dio la vuelta y fuimos directo a la obra. Ni siquiera me dio la opción de continuar sola el viaje o volver a casa. Su trabajo fue mas importante...

Llegamos, bajó y apenas que me dijo que lo espere un momento.

No miró ni dónde dejó la camioneta. En pleno rayo de sol.

Tremenda combinación, el sol de febrero, mi excitación y el enojo que me produjo. Por si fuera poco, de repente apareció Martín.

No lo había visto desde aquel encuentro que tuvimos en casa, y cuando lo vi me olvidé del enojo, pero no de todo lo demás…

No se había percatado que yo estaba dentro de la camioneta,  yo si lo seguí con la mirada y con mi mano me acariciaba por encima de la tanga.

Era insoportable la situación. Así que llamé a mi esposo, que me dijo que no podía atenderme y me cortó. Me enfureció y volví a insistir en llamarlo… -Me estoy cocinando  acá en el sol!!- Le dije mostrando mi enojo.

Él lo notó y me pidió que lo espere en su oficina del tráiler. El mismo en el que entró Martín…

En ese momento mis sentidos se aceleraron mas. Mi excitación aumentó al pensar que allí dentro estaba Martín solo. Pero no quise ser demasiado obvia, así que volví a llamar a mi esposo para justificarme con que no podía entrar en su oficina, que yo no tenía llaves… que él me envíe a quien tenga las llaves para abrirme ( yo sabía que el hombre de confianza y el que entraba en su oficina era Martín…)

Pasaron unos segundos solamente para ver a Martín bajar del tráiler. Me encantó verlo a la distancia bajar con una sonrisa pícara, al menos me pareció así. Y cuando se acercó a la camioneta traté de hacerme la sorprendida…

Me costó disimular, me estaba incendiando en silencio.

Me invitó a la oficina… porque mi marido se lo había pedido. Entonces fue que algo nerviosa le jugué con doble sentido… -sí, mi marido me aconsejó que entrara, pero no había nadie que me abra, así que seguro él te pidió que me abras, ¿no?

-Seguro… y con gusto voy a cumplir la orden-

-Qué raro que su esposo no sabía que está abierta!- me decía mientras me observaba de atrás al  subir los escalones.

Me detuve frente a la puerta unos segundos, y como no me comprendió le pregunté: -me abrís? Entonces trepó rápidamente, se estiró para abrir la puerta con una mano y con la otra en mi cintura me acompañó a entrar. Bastó cerrar la puerta para que su mano bajara para acariciarme la cola suavemente, como probando si le iba a dar resistencia. Yo me hice completamente la tonta, como que no me había dado cuenta. Esperando que insistiera… Y no me podía defraudar.

Me fui contra el escritorio que tenía algunas carpetas y otras cosas mas, tomé el portarretrato  que mi esposo había colocado con una foto mia, y mientras la observaba, Martín se acercó por detrás y me susurró cerca del oído. –Cuando fui a tu casa me preparaste el mejor desayuno, ahora no es el momento del desayuno pero tengo algo caliente que se que te va a gustar-

-Ah, si? y qué tenés?- Le pregunté

Fue lo único que hablamos por unos minutos porque se me acercó mucho mas, empezó a besarme el cuello y la espalda. Sus manos acariciaban la piel erizada desde mis hombros, por los brazos. Bajó hasta los codos los finos breteles de mi vestido. Descubrió mis tetas para también seguir acariciando y yo sin poner resistencia, porque era lo que más quería en ese momento, deseaba que el momento no terminara y pudiéramos continuar hasta el final. Pero como un destello de conciencia momentánea, quise detenerlo, pensando en que mi esposo podría venir en cualquier instante.

Pero Martín tenía todo bajo control. Encendió una pantalla que estaba en una de las paredes y en la que aparecía la obra en distintos cuadros con cámaras de seguridad.

-Quedate tranquila que desde acá vamos a saber cuando esté viniendo. Me dijo todavía susurrando como para no cortar el clima.

Me comió la boca con un beso muy ardiente y me sentó sobre el escritorio. Besó mis pechos, lamió mis pezones y así continuó hasta bajar entre mis piernas.

Corrió la bombachita y me comenzó a dar placer con su lengua. Una de las cosas que mas me gusta es el sexo oral. Y él lo hacía muy bien.

Como para facilitar la tarea me quitó la tanga y me hizo recostar sobre el mismo escritorio, para continuar haciéndome gozar con su lengua. Debía contenerme para no gritar de placer, pero estábamos muy calientes y llenos de deseo.

En ese momento alguien entró por la puerta, y casi instantáneamente subí los breteles del vestido y me lo acomodé, rogando en mi pensamiento que no se haya notado nada.

Era uno de los choferes del personal, y noté también que tenía mucha confianza con mi esposo. Por eso entró sin anunciarse.

Martín nos presentó y allí él supo quien era yo. Me retiré un instante al baño, especialmente porque no estaba segura de estar bien ordenada en mi ropa. Y efectivamente cuando me vi  en el espejo y me fijé que no faltara nada, algo me faltó. Aunque no se notaba a simple vista, pero si lo podía notar en la oficina. Mi tanga había quedado en algún lugar.

Nerviosa porque se descubriera, me asomé sigilosamente para dar un vistazo antes de que la viera y encontrara el chofer… Pero tarde había llegado. Él había ido a tomar asiento justamente en la silla en la que había quedado la bombachita.

Y cuando yo miré, él ya la tenía en su mano… observándola con deseo. También trataba de hacer confesar a Martín. Y le decía cosas como que: -esta bombachita no es de cualquier putita, es delicada- o después de hacer como que la observaba, - esta tanga todavía está caliente, y se nota que la dueña también lo está-.

Martín trató de disimular, pero como no podía, intentó transar la discreción. –Boludo, no sé cómo, pero se dio y me la estaba comiendo hasta que llegaste vos. Ahora disimulá y dejanos que después te cuento bien todo-. –Ni loco! (le contestó el chofer). Sentí el perfume que tiene… (mientras la volvía a acercar a su cara). Y me calentó mucho! (mientras metía la tanguita en su bragueta).

Siguieron hablando algo más, y me calentaba mucho escuchar como me describían y la excitación  que yo les producía. Hablaban de mi culo y Martín le contaba que le encantaba como le chupaba la pija…

Así que regresé; y como la presentación anterior había sido algo dramática. Le volví a preguntar su nombre, -Gustavo, chofer de su esposo (me contestó). –Es un placer conocerte Gustavo (le respondí, mientras me acercaba para saludarlo con un beso, e intenté  serle sugerente)

¿Estaba loca? Creo que no, estaba muy caliente con la situación.

Fui hasta mi bolso, lo tomé y simulé buscar algo. –Martín, no viste algo mío por acá?

Y enseguida interpelé a Gustavo. –Vos no viste algo que es evidentemente mio?

Cómo no me dio una respuesta mas que su silencio, tomé su mano y le saqué la bombachita con una sonrisa.

Delante de ellos me la volví a poner, especialmente ante la mirada atónita de Gustavo, y me lamenté con Martín el tener que irme porque seguramente mi marido debería de estar por terminar. –Es una lástima, la estábamos pasando muy lindo. (le agregué con tono sensual).

Martín insistió que teníamos las cámaras. Y que además él sabía cómo hacer para ganar algo mas de tiempo. Mientras me decía esto, se acercaba a acariciarme, creo que ya había descubierto algunas maneras de encenderme. Otra vez me hablaba al oído y por debajo del vestidito me acariciaba mientras Gustavo nos veía como no creyendo lo que estaba pasando. Martín acariciándome y yo dándole la libertad a que lo haga a su parecer. Es que dar ese espectáculo frente a un observador me daba una nueva sensación.

Mientras continuaba calentándome, tomó el teléfono y llamó a mi esposo. Habló con él y le dijo que se quedara tranquilo, que me había abierto la oficina y que me estaba atendiendo lo mejor que podía. Además para que se quede tranquilo Gustavo también estaba para ayudarlo y que querían que me quedara la mejor sensación como para querer volver. Escuché las carcajadas de mi esposo y que les prometió que si lograban eso, les aumentaría el sueldo (qué ingenuo que fue!)

Martín todavía tenía un recurso mas, le anotició a mi esposo que la etapa de no sé qué instalaciones en la parte superior también estaban listas, que sería bueno aprovechar que están los inspectores para que certifiquen ese trabajo. Entonces mi esposo pidió hablar conmigo y me pasó el teléfono. –Mi amor, podrías tenerme algo mas de paciencia? Es que necesito al menos una horita para terminar con los inspectores- . Traté que notará que estaba algo apenada por la pérdida del viaje, pero de igual manera lo esperaría un rato mas y que los muchachos me estaban atendiendo muy bien (Y mientras hablaba, Martín pasaba su pija dura por mi cola) –La verdad que Martín me está apoyando muchísimo, como para que no me sienta sola y aburrida, y espero que Gustavo también lo haga- le dije a mi esposo mientras miraba deseosa a Gustavo. –Bueno te dejo para que hagas lo tuyo tranquilo- le dije antes de cortar y chequear en el monitor que él estaba con los inspectores. Me produjo mucho morbo verlo hablar conmigo mientras yo estaba siendo apoyada, acariciada y besada por todo mi cuerpo.

Bastó que cortara la comunicación para que Martín volviera a bajar los breteles de mi vestido, pero ahora no a la mitad, sino que para quitármelo completamente. Gustavo se puso de pie y vino directo a acariciarme las tetas, pero le pedí que primero asegurara la puerta para que nadie nos interrumpa otra vez.

Hasta que volvió yo estaba de rodillas comiéndole el rabo a Martín que ya no tenía los pantalones y que se estaba sacando la camisa. Gustavo lo imitó y me presentó su pija para que como a la de Martín le diera un buen tratamiento oral.

Estábamos muy excitados, y yo lo notaba en que tenían las vergas además de bien duras, estaban jugosas, como me gustan a mi.

Gustavo era un poco el más ansioso, hasta ese momento sólo se había conformado con imaginarse la película, pero en un instante se había vuelto protagonista.

Me ayudó a recostarme sobre el escritorio, y mientras Martín se metía entre mis piernas y me cogía, Gustavo se dedicaba a saborearme los pechos. Y lo escribo así porque eso es lo que veía en sus ojos mientras me besaba y chupaba las tetas.

Hacían que no pudiese contener mis gemidos, de verdad sabían tocarme, besarme, cogerme, con la intensidad y pasión justa. Parecía que habíamos entrado en una misma sintonía. La verga de Gustavo estaba riquísima y se la chupé devolviéndole el disfrute que me daba también a mi. La pija de Martín, creo que también influenciada por ver la mamada que le daba a Gustavo, me penetraba profunda y super caliente. Sentía que mi concha estaba tan sencible que cada vez que la verga salía, debía estar empapada.

Cambié de posición, lo senté a Martín en la silla y me incliné a chupársela ahora a él. Mientras tanto le había llegado el momento para Gustavo. Le dejé el lugar, con mis piernas abiertas, para que por detrás me la metiera. No tuve que explicarle todo esto,  él solo entendió me tomó por la cintura y me enchufó la verga en la vagina. Con sus manos en mis caderas, embestía con pasión y me pareció que me quería demostrar lo bien dotado que estaba (aunque era un poco de alta autoestima). De igual manera yo la gozaba. Y cuando sacaba la pija de Martín de mi boca lo miraba acentuando mi gemido para alentarlo.

Supieron como calentarme… mi excitación era muy fuerte. Estar semidesnuda, cogiendo con dos empleados de mi marido, en la oficina de su trabajo, con el riesgo que nos descubriesen y además viéndolo a él en los monitores mientras yo era penetrada y sobada, me pusieron como loca..

No sé si ellos notaron particularmente mi éxtasis, o si también estaban disfrutando tan al extremo  como para sólo dejarnos llevar sin ya tener control consciente de nuestros actos.

Gustavo seguía bombeándome desde atrás y Martín se sentó en el escritorio para besarme y hacerme gozar su lengua, primero e intensamente en la boca, pero también gocé que me lamiera el cuello mientras con sus dedos húmedos de saliva incentivaba mis pezones amasando mis tetas. Me encantaba que compartiéramos saliva con nuestros besos. Y mientras besaba mi oreja me susurró que desde la primera vez, soñaba con chuparme el culo… y en el ambiente caliente que vivíamos sólo pude decirle que aprovechara, que hoy era para él.

No dudó. Gustavo dejó su lugar para darme su pija y dejarme que se la mamara así de jugosa como la tenía al sacármela de la concha. Martín me besaba la cola, me chupaba desde la vagina hasta el culo, pero se destacaba cuando su lengua acariciaba mi ojete. Aunque llevábamos ya un buen tiempo yo me sentía cada vez mas caliente, el deseo en mi cuerpo seguía aumentando. Y cada vez que podía observaba en el monitor por dónde andaba mi marido.

Mientras me distraje un segundo en mirar el monitor, Martín se posicionó detrás mío y la cabeza de su verga ya estaba buscando entrar en mi cola. Fue el momento justo… yo quería mas… y él me daba mas.

Fue superlativa la sensación cuando la cabeza terminó de entrar en mi ano. Aunque estaba el dolor, mayor era el placer y yo estaba dispuesta a soportar hasta que la tuviera toda adentro. Se notó que tenía experiencia porque con paciencia y suavidad me la fue metiendo y  cuando ya estaba bien adentro, y mi colita bien abierta, comenzó a dármela con mas fuerza. A meterla y a sacarla con ímpetu, tomándome de la cintura para que me entrara toda. Me enderezó, sentí su cuerpo pegado al mío, mientras en mi cola continuaba el bombeo.  Gustavo, arrodillado delante de mi, se comía toda mi jugosa y caliente vagina.

Hasta ese momento, yo era un continuo orgasmo. Cada nueva manipulación que recibía era suficiente como para que me estremeciera. Y obviamente estaba casi rendida…

Pero claro, ellos todavía querían algo mas…

Martín se recostó en el suelo y me llevó encima de él, a lo que agradecí porque ya me había agotado estar de pie, aunque lo disfruté muchísimo. Ahora me lo empecé a comer yo, por un momento el control lo tomé yo (o eso me creía). Porque Gustavo, que me había dado su rabo para mamarlo, me pidió que se lo mojara bien, que se lo dejara bien babeado. Y yo creí que era sólo su fetiche…

El asunto era que cuando la tuvo bien dura y babeada, se puso detrás mío y me la acomodó en la entrada de mi colita, y sin tiempo de que reaccionara, como la tenía tan mojada y mi ano estaba bien abierto, no le costó en la primera embestida metérmela hasta el fondo…  Eso no me evitó ni el dolor de ambas pijas adentro  mio ni mucho menos el grito incontenible, mezclado en el dolor y el placer, y menos mal que Martín puso su mano sobre mi boca como para apagar el grito y tuvo que dejarla un buen rato, porque a pesar del cansancio ese momento fue el más intenso. Fueron impiadosos y  por algún momento me volvieron a hacer estremecer, mientras no se detenían de meter y sacar sus vergas de mi concha y de mi cola.

Terminaron revolcándome en el piso y derramando toda su leche sobre mi cuerpo.

Terminamos exhaustos y abatidos. Pero yo me sentía muy satisfecha.

Nos vestimos preventivamente.

Llamé a mi marido y le pedí que uno de los muchachos me llevara a casa, le argumenté que ya me había cansado de esperarlo, pero la verdad no tenía fuerzas ni para manejar… y que la camioneta le quedara a él para volver cuando terminara de atender al inspector.

Así me fui a casa, un baño y a dormir…