Mi esposa y yo recordando viejos tiempos.

Dedicado a Kus

Un saludo.

Un lector mediante un correo electrónico me cuenta una experiencia que os traslado, no me facilita ningún nombre aunque si la descripción de su esposa.

Espero Kus que colme tus expectativas.

Era una calurosa tarde del mes de Julio, habíamos dejado a nuestros dos hijos en las colonias de verano, durante un par de semanas mi esposa y yo estaríamos "liberados" de las cargas familiares y podríamos recuperar parte de la pasión perdida.

Si bien no teníamos aún vacaciones, a las tardes no trabajábamos, podíamos bajar a la piscina de la urbanización y a las noches salir a cenar y disfrutar un poco de intimidad.

Conducía de vuelta a casa, sentada en el asiento del copiloto mi esposa dormitaba. La miré de reojo, a sus cuarenta y un años, pese haber sido madre en dos ocasiones era una espléndida mujer, toda una MILF.

Su larga melena negra recogida en una graciosa coleta,el corto pantalón vaquero dejaba a la vista sus largas piernas que lucían muy morenas de haber tomado el sol, la fina camiseta ocultaba una ligera barriguita y sus tremendos pechos, me relamí al pensar en las enormes areolas de color marrón oscuro y sus pezones casi de color negro de los cuales he gozado tantas veces.

Aunque lo que más me atrae de mi pareja son sus perfectos pies, y el esmero cuidado con que los atiende. Le gusta mostrarlos con sus sandalias altas, abiertas y las uñas pintadas de llamativos colores.

Llevábamos más de veinte años juntos, la pasión inicial fue sustituida poco a poco por la dedicación a nuestras carreras profesionales y el pleno cuidado de los hijos. No es que fuésemos dos desconocidos pero íbamos camino de ello.

El hecho de vivir en ciudades diferentes a la de nuestros padres conllevaba el problema de no poder hacer escapadas algún fin de semana al no tener con quién dejar a los hijos.

Mi esposa se removió en el asiento, ¿donde estamos?, preguntó.

-En la provincia de Palencia, contesté.

Mi esposa sonrió, de novios Palencia fue mi primer destino y la que ahora es mi mujer, pese a la disconformidad de sus padres, no dudó en venirse a vivir conmigo.

Cerca de la capital pasamos por un pueblecito que conocíamos muy bien, aminoré la velocidad y nos desviamos por un camino lateral mal asfaltado.

-¿No,..., no pretenderás?, exclamó mi esposa sorprendida.

Subimos la empinada cuesta mientras sentía mi polla endurecerse. Estacioné en la explanada de arriba y nos quedamos mirando el paisaje. No había nadie, el lugar estaba igual que hace veinte años atrás.

Miré a mi esposa con complicidad.

-Estás loco -comentó divertida-.

-Qué buenos ratos hemos pasado aquí cariño - contesté guiñando un ojo-.

-Lo has hecho a propósito ¿verdad?.

Mi mujer acertó de pleno, mientras ella dormitaba me desvíe de la autovía con la idea de pasar por este lugar, donde nosotros y las parejas jóvenes venían y vienen a disfrutar de su intimidad en la soledad de la naturaleza.

-No,..., no pretenderás - exclamó mi esposa-.

-Por los viejos tiempos mi amor, dejémonos llevar - repliqué-.

Heché el seguro de las puertas de nuestro volumen. Mi esposa me miró fijamente, sentí agitarse su respiración mientras mi rostro se acercaba al suyo. La madre de nuestros hijos cerró los ojos y entreabrió la boca.

Nos besamos dulcemente, mi lengua entró en contacto con la suya, entrelazándose mientras nuestras salibas se mezclaban. Fue un beso largo y profundo, lleno de complicidad.

Nos abrazamos con pasión, nuestras sienes quedaron juntas, lo cual, aproveché para mordisquear tiernamente el lóbulo de su oreja (el punto débil de mi esposa), un leve quejido de placer se escapó de sus labios.

-Estás loco mi vida, estás loco farfulló débilmente.

Mi mujer echó el asiento hacia atrás, mientras mi mano derecha posándose en su rodilla muy lentamente subió acariciando la parte interna de los muslos. Mi esposa entregada a las caricias entreabrió sus piernas facilitándome el acceso a su intimidad.

Mi mano se introdujo debajo del corto pantalón vaquero acariciando su coño por encima de su prenda íntima. Estaba muy caliente y húmedo, con el dedo índice recorrí los carnosos labios vaginales.

Mi esposa me abrazó con mucha fuerza exhalando un largo y profundo jadeo.

-AHHHH que gusto gimió agitando levemente sus piernas.

Mi boca estaba seca y pastosa, sentí la verga dura, muy dura y húmeda, el precum manchaba mi slip. Mi esposa desabrochó los botones del pantalón vaquero y levantando la cadera los sacó por los tobillos.

Volvimos a abrazarnos mientras acariciaba su húmedo coño por encima del tanguita.

-Más,....,más,...., tócame más por favor jadeaba mi mujer.

Introduje mi mano por debajo de su prenda más íntima, la madre de nuestros hijos en un acto reflejo alzó las caderas liberándose del húmedo tanga.

Mis manos, abandonando su sexo, la obligaron a abrir indecorosamente sus piernas poniéndolas sobre el volante y el salpicadero.

-Abre tu coño ordené mimosamente.

Esa fiel esposa, la madre de familia llevó las manos a su sexo mirándome a los ojos como una gata en celo.

Mis dedos no se hicieron esperar, en esa indecorosa postura no tuve ningún problema para acariciar circularmente el húmedo clítoris de mi mujer, de la forma que más le excita.

-AHHHHHHH, jadeó cómo una verdadera hembra en celo entregada a su macho.

El calor en nuestro coche era axfisiante, dentro del habitáculo olía a sudor y sexo. Se escuchaba el chof chof de mis dedos profanando con dureza su abierto coño.

Jadeando de placer mi mujer de un fuerte tirón subió la camiseta acariciándose sus tremendas tetas, las sacó por encima de la copa del sostén apretándose los pezones con mucha fuerza.

Extasiado miré al rostro de la madre de nuestros hijos, su cara era la de una hembra entregada al morbo, la lujuria y el placer, la boca entreabierta exhalaba profundos y sonoros quejidos, hacía muchos años que no veía a mi mujer así de caliente y entregada.

Agarré con mucha fuerza sus tetas, sobándolas y magreándolas, ante mi sorpresa mi esposa introdujo un par de dedos en su abierto coño masturbándose.

Mi verga estaba durísima, el precum había traspasado el slip manchando escandalosamente mis bermudas.

Una de mis fantasías se estaba cumpliendo, tras muchos años de rogar, de suplicar a mi mujer que se masturbase para mí, por fin lo hacía.

-Las..., las..., las tetas,..., suplicó mi esposa.

Las estrujé y amasé con mucha fuerza, inclinando mi cabeza succioné sus pezones, dándoles ligeros mordisquitos.

Lleve nuevamente mi mano a su húmedo coño, nuestros dedos acariciaron a la vez el hinchado clítoris, un fuerte mordisco en el duro pezón hizo que mi esposa exhalase un largo y sonoro quejido de placer.

-JODER......, gritó la madre de familia.

Sus manos cayeron al lateral de su cuerpo, la respiración entrecortada provocaba que su barriguita subiese y bajase rítmicamente, su espalda se arqueó, sentí como sus piernas se agitaban y su cuerpo inundado de breves y profundos espasmos, cruzando fuertemente las piernas mi esposa se corrió escandalosamente como cuando éramos novios.

Pasaron varios minutos hasta que la madre de familia recuperó sus fuerzas. Olí mis dedos y los chupé con glotonería, sabían a sexo, a hembra en celo.

-No seas guarro dijo riéndose con complicidad.

Ante mi sorpresa, completamente desnuda mi esposa, pasó al asiento trasero de nuestro monovolumen, por suerte las lunas son tintadas para que nuestros hijos no pasen calor en los viajes

-¿Vienes o te vas a quedar ahí como un pasmarote?, preguntó con tono de vicio abriendo sus piernas.

No hubo besos, ni caricias, ni preámbulos, sentado atrás mi mujer a horcajadas y dándome la espalda se clavó mi verga de un solo golpe hasta lo más profundo de su útero.

-DIOSSSSSSS que gorda, - gimoteó-.

Apenas pude darla dos duros y profundos vergazos, fue la madre de nuestros hijos quien tomó la iniciativa, asió sus manos en los reposacabezas del monovolumen y con movimientos circulares de su pelvis me montó cabalgándone como una experta amazona.

Nuestros jadeos y quejidos de placer eran largos y profundos.

La visión de su fabuloso culazo me sacó de mis casillas, en esa indecorosa postura aproveché para dar duras nalgadas al tremendo culo de mi esposa.

-Más,...., más...., más duro cabrón,... dame más..., suplicaba la madre de familia.

-Zorra,..., puta..., ójala te viesen ahora los padres del colegio y los del trabajo,..., calienta pollas..., la insultaba fuera de mí.

Abrí los ojos, la imagen me impactó, a través del reflejo del retrovisor pude ver las tetas de mi esposa agitándose a cada embestida, mientras su cara era una mueca de lujuria y placer.

Apreté con muchísima fuerza las tetazas de mi mujer mientras sentía mis cojones llenos de lefa caliente, tiré de la coleta de mi esposa haciendo que su espalda descansase sobre mi torso.

Tomé la iniciativa, mi orgullo de macho dominante me lo exigía. Impedí que fuese élla quien me montase, sino que con fuertes golpe de cadera la empalé hasta lo más profundo de su dilatado coño mientras estrujaba sus pezones.

En esa postura follamos interminables minutos como perros, empalé su coño sin ninguna compasión, con dureza, con el ansia de desquitarnos de años de escaso y mal sexo, siempre pendientes de no hacer ruido, de que nuestros hijos no nos descubriesen.

Nos insultamos llamándonos de todo: zorra, puta, perra, cornudo, cabrón, buey, alce, mientras el sudor y los flujos manchaban nuestros maduros cuerpos.

No pude contenerme, sentí como el coño de mi mujer ordeñaba mi polla, las contracciones de su útero y mi lefa caliente salir por el tronco de mi rabo. Los dos gritamos como locos, la madre de mis hijos convulsionó y arqueó la espalda mientras incontables chorros de semilla caliente llegaban hasta lo más profundo de su sexo.

Pasado un rato mi esposa me desmontó, nos abrazamos con ternura y pasión. No nos tuvimos que decir nada, nuestros cuerpos sudoroso y la mirada cómplice fueron más que suficientes.

Fui el primero en vestirme mientras mi esposa, en el interior del coche, se arreglaba y aseaba con unos pañuelos de papel.

Salí a fumar y a orinar, al girarme ante mi sorpresa me percaté de la tremenda mancha de lefa que escurría en la puerta del lado del copiloto llegando hasta el suelo.

Disimuladamente la limpié sin decirle nada a mi mujer.

No os voy a contar lo bien que lo pasamos los dos durante esos quince días que no estuvieron nuestros hijos, lo dejo a vuestra imaginación.

GRACIAS KUS, ESPERO SEA DE TU AGRADO.