Mi esposa no quiere intercambios - IX

Y empecé a caminar, ese camino que cada día construimos con cada paso. Empecé a caminar, empecé a recorrer el camino, empezó mi nueva vida sexual, recorrí todo el camino y me entregué totalmente...

Y si, tal y como os decía en el capítulo anterior, parí.

Parí una preciosa niña de 3,550 kilos. La primera niña que nacía en ese prostíbulo ¿sería ese su destino de trabajo futuro? Aunque el parto no fue muy fácil. Menos mal que tuve la ayuda de mi último follador, Paco, que como sabéis, era enfermero. Y que por cierto, como os podéis imaginar, todo el pueblo se enteró de su "posible follada" conmigo, incluso su esposa y dos hijas ¡pobre Paco! Supuse que me gané tres enemigas más.

Al romper aguas yo, Paco dejó a un lado el secreto de venir a follarme y se portó como el amigo de siempre. Llamó al centro médico, mandaron una ambulancia y como mi hija tenía enormes ganas de ver donde trabajaba su madre, cuando llegó la ambulancia y la comadrona, mi hija ya estaba en las manos de Paco, mi último follador antes de nacer ella. La terminaron de arreglar y nos llevaron a las dos al hospital.

En poco rato vinieron todas mis compañeras de trabajo a vernos, porque con el follón que se organizó, todos los hombres salieron corriendo de las habitaciones y menos mal que se cobra por anticipado. Lógicamente vino el orgulloso padre, mi amado esposo Quique. Y a las 2 de la madrugada, se presentó Rosalía que me comió a besos.

Y en pocos segundos, María ideó la mejor excusa para no perjudicar a Paco ¡y es que siendo puta aprendes mucho! Hicieron correr la voz de que Paco estaba en el bar como todos, a tomarse unas cervezas o unos vinos, y al enterarse que yo había roto aguas por los gritos de mi asustado cliente y de María, no le importó nada el sitio donde estaba ni mi ocupación, y se comportó como un verdadero profesional sanitario, que es lo que realmente es, y me ayudó. Así que esa tensión en el pueblo se rebajó y ahora todos querían averiguar quién sería el acojonado cliente que provocó mi adelanto parturiento. Todas dijimos que era forastero... "y colorín colorado..."

Al día siguiente vinieron nuestros padres y felices abuelos y tal y como estaba previsto si era niña, la llamamos Silvia, tal y como deseaba Quique y todos aceptamos. Y como la niña y yo estábamos de puta madre, por la tarde nos mandaron a casa... que digan lo que digan, es donde mejor se está. Y en mi casa se instaló también Rosalía "para cuidarme", incluso el fin de semana siguiente se trajo a su hijo, Breixo, para que jugase con Alba, mi hija mayor, y lógicamente con los hijos/as de Roxana, y sus pandas de la guardería y de primaria.

Pero como no hay dos sin tres, por lo visto a Uxía le entró prisa por parir también y por los nervios o lo que sea, se le adelantó el parto unos días. Un precioso niño del que tanto ella como su esposo Anxo estaban orgullosísimos. Cerramos dos días el club, y los días siguientes estaba de gente hasta encima de la chimenea, y nuestras putas amigas follando sin parar. Todos decían que era por los nacimientos, mío y de Uxia, por eso que dicen "que los niños traen un pan bajo el brazo al nacer..."

Solo tres semanas más tarde de estos acontecimientos, completaba Rosalía la decoración final y abrimos, bajo el control inicial de Ximena y Sabela, el enorme ático que era el local preparado para hacer intercambio de parejas. Pusimos al frente, tal y como estaba previsto, una RR.PP. muy bien preparada y entrenada que nos trajimos de León. Ella se trajo de encargada del bar a su hermana y esta, no solo aprobó que Uxía trabajase de camarera porque realmente estaba bien preparada además de estar buenísima, sino que propuso que Anxo, su esposo, trabajase de camarero y un poco de seguridad interior, ya que era alto y fuerte. El primer y segundo día, jueves y viernes, se llenó a medias, pero el sábado noche estaba a reventar con la alegría de todas nosotras.

Pero María estaba exultante de alegría por como todo se estaba desarrollando aquella loca idea que me propuso ¡casi un año atrás!, de habilitar la casa de sus padres para que folláramos su hija y yo ¡y ya éramos 11! Ella misma estaba poniendo su cuerpo a prueba de que una puta nunca deja de ser puta, y de acuerdo con su hija Ximena, Roxana y Catuxa, organizó la víspera de la inauguración de esa parte del club, una orgía íntima de mujeres y solo para nosotras, y el cierre, esa noche, del resto del club, con la idea "de saber si realmente aquello estaba preparado" ¡Y os juro que lo estaba!

Entre Irene y Roxana, con la ayuda más o menos intensa de María y Uxia, prepararon una serie de platos que ya empezamos todas a degustar tal y como salían, porque no hace falta sentarse a cenar para tomarse un buen tazón de caldo gallego. Yo al menos me tomé tres esa noche. Pero ¡ay de los vinos gallegos! ¡esos blancos jóvenes bien fresquitos que entran sin darte cuenta! Si empezamos a degustar el caldito... ¡qué os voy a decir de nuestros cuerpos femeninos tan acostumbrados a ser usados! Los empezamos a degustar, a besar, a orgasmar, y mil perversiones más. Tal y como subía el consumo de vino, bajaba la cantidad de ropa de cada una, y subía la calentura del ambiente.

De repente, unas manos agarraron con fuerza mis desnudas tetas llenas de leche, y mientras empezaban a salir de mis pezones mis primeras gotas de leche materna por la presión, unos besos cálidos se depositaban en mi espalda, cuello, hombros... Yo cerré los ojos. No sabía quién me abrazaba y besaba así pero ¿acaso eso importaba? Quise ayudar a mi amante desconocida y mi mano se posó sobre su coño, y ella al notarlo, aún apretó más mis llenas tetas lanzando un pequeño chorro lácteo, y en pocos segundos me corrí intensamente. Y una voz, no solo conocida sino amada, me dijo al oído:

  • ¡Qué puta eres mi amor!

¡¡¡ Era ROSALÍA !!!  Me giré como una leona en busca de alimento para mis leoncitos y aplasté mis labios contra los suyos. No la esperábamos nadie. Nos comimos a besos y cuando mi hambre y deseos de cazar estaban ya desbordados, la cogí de la mano y me la llevé a uno de los dos cuartos que teníamos para follar en su enorme cama de varios metros. Ya estaban allí Roxana con Irene que llevaba puesto un arnés de polla gruesa, y lo que más me sorprendió y me gustó ¡fue ver como Ximena y su madre se comían a besos mientras sus manos agitaban cada una el coño de la otra! Miré a Rosalía y las dos sonreímos, la tiré sobre la cama, me fui a un discreto cajón y tomé otro arnés y mientras nos mirábamos, me lo puse bien prieto, quería hacerle los mejores honores de nuestro amor.

La acaricié, la besé y ella me susurró en mis oídos cuanto me amaba. Me coloqué sobre ella y apreté mi falso glande sobre la entrada de su preciada cueva y dejándome caer, se lo clavé hasta el fondo. Y la follé con fuerza, con deseos de hacerla mía, de hacerle sentir que yo era el macho de las dos. Y ella se dejaba ser mi hembra.

Nuestras manos acariciaban el cuerpo de la otra intensamente deseando ser usadas, deseando provocar en cada una de nosotras todas las pasiones sexuales posibles. Rosalía levantaba sus caderas, las ladeaba, me besaba locamente o bien se apartaba un poco para que nos viésemos los rostros, y me sonreía, y yo la follaba más intensamente.

Y se corrió. Y me corrí. Una vez y otra y otra... no las contamos ¿para qué? Solo sé que más de media hora más tarde, yo me cansé. Aún no hacía un mes que había parido y casi estaba desentrenada en eso de los follajes largos. Me tumbé a su lado y apenas descansamos unos momentos, Rosalía hizo algo inesperado, se metió entre mis piernas, se tumbó sobre mí, puso sus labios sobre mi teta izquierda ¡y empezó a mamar de ella! Pero a mamar de verdad.

Succionaba con intensidad media para no hacerme daño. Estaba desentrenada ¡hacía tantos años que no lo había hecho! Yo empecé a ayudarle y poco a poco fui notando como mi leche salía y como su boca succionaba, y tal como lo iba haciendo y cogiendo confianza en lo que hacía, dejaba de morderme un poco, su ritmo de succión fue aumentando y dándome tanto placer que me corrí. Cuando se cansó de esa teta, pasó a la derecha y estuvo unos 10 minutos con ella. Yo acariciaba amorosamente su cabeza y me sentía muy especial con ella ¡me gustaba tenerla así! Y al oír unas voces levanté la cabeza y vi como 5 mujeres, entre ellas Uxia, nos estaban observando, y al notar como las miraba (recordad que es un cuarto casi oscuro para follajes múltiples) me dijo:

  • Yoli, no sabéis lo que nos estamos corriendo de gusto viéndoos así. Sabela me ha pedido mamar de mis tetas también y me voy a darle leche ¿quieres que tú y yo nos intercambiemos las tetas y nos demos leche cada una? Joder ¡cómo te has corrido! Hasta pagaría lo que fuera para que me mamaran las tetas así varias veces al día.

Rosalía se había enamorado de mí y yo de Rosalía casi desde que nos conocimos. En esos días en que me estuvo cuidando porque esa fue su voluntad, nuestro cariño se desbordó y nuestro amor y nuestra pasión se desató entre las dos. Pero como bien sabéis, tanto Rosalía como yo estábamos casadas y ambas con hijos, aunque su matrimonio se había convertido en un fracaso.

Quique se complacía de esa presencia ya que no solo disfrutaba viéndonos, sino que de vez en cuando, el estaba con las dos o incluso a solas con Rosalía. Los tres nos comportábamos casi como una familia integrada y muy unida. Y nuestros hijos parecían hermanos cuando estaban juntos, y se separaban de mala leche cuando Breixo se iba a su casa.

Pero ¿y Juan Ramón, el marido de Rosalía? Él nunca aceptó que su esposa montase el negocio de proyectos y reformas que ella hizo con la ayuda económica de sus padres ya que él no quiso ayudarle. No aceptaba que ella no dependiese de él, un empresario de conocida familia que deseaba fuese ella una simple ama de casa. Pero como bien sabéis, en los negocios no importan los apellidos, sino las ganas de trabajar y los conocimientos sobre ese trabajo, y Juan Ramón era un cocainómano, y Rosalía no se enteró de eso hasta tres años después de su matrimonio.

Y de ahí sus deseos de independizarse totalmente de su marido, aunque en realidad ya lo estaba por el contrato prematrimonial que le obligó a firmar, y su separación de bienes impuesta a Rosalía. Pero cuando años después le encargamos nosotras ¡una gran casa de putas! el proyecto y la reforma del local, aún  aceptó menos ese trabajo. Se puso histérico.

Tuvieron fuertes discusiones. Era una gran y ambiciosa reforma y de la que se hablaría mucho si tenía éxito. Incluso una noche la abofeteó delante de su hijo, y Rosalía le amenazó con el divorcio. Él le puso un detective para vigilarla. Y claro, la cosa se lió.

Un mes más tarde, yo empecé de nuevo a trabajar como puta. Pero algunas cosas habían cambiado. En esos días, varias putas universitarias conocidas de Ximena, y otras jovencitas y no tan jovencitas de las parroquias (de los pueblos) colindantes, se habían ofrecido a trabajar con nosotras, y dado el abundante número de clientes masculinos y la aparición de matrimonios con la apertura del local de intercambios, que deseaban hacer tríos, mis compañeras estaban haciendo una selección femenina de la que yo, aunque todos los días pasaba por allí, estuve al margen, cuidando de mi hija y de mis tetas.

Una de las tardes que Rosalía, después de su trabajo en sus oficinas vino a tomarse una cerveza con nosotras, yo estaba ocupada con unos clientes, un matrimonio cuarentón y al saberlo y enterarse además, que ya tenía otro cliente a continuación de estos, fue a dar un paseo para despejarse y meditar, porque quería hablar conmigo de algo importante.

Y yo seguí alegrando sexualmente la tarde de Axel y Maribel, el matrimonio del que os he hablado. Él estaba un poco gordito pero ella era casi perfecta, tenían dos niños y les gustaba el sexo guarro. Axel penetró primero mi culo, y Maribel, poniéndose debajo, me lamia el coño con verdaderos deseos. Casi parecía que los dos eran los putos y yo la cliente, porque mi placer era enorme.

Axel se corrió intensamente en mi culo y yo, aunque intenté aguantar mi corrida, las lamidas y el juego de los dedos de Maribel en mi coño me hicieron correrme ¡y Maribel abrió totalmente su boca para intentar hacerla coincidir con mi coño y se fue tragando todos mis fluidos! Fue tan intensa su succión y tan profunda su lamida y la penetración de su lengua, que me volví a correr y de nuevo se lo tragó todo.

No contenta con esto, cogió la polla de su esposo que ya languidecía al haberse corrido en mi culo, y se la metió totalmente en su boca, haciéndole una mamada perfecta y limpiando toda su polla de las heces que pudiese haber sacado de mi intestino. Yo alucinaba. Habían pagado al club 700€ y casi lo estaban haciendo todo ellos mismos.

Cuando Axel se corrió en la boca de su esposa y esta se tragó hasta la última gota, me miraron los dos sonrientes y ella me preguntó si podía mamar de mis tetas, solo 5 minutos de cada una y a cambio me darían 100€ extras. Y claro, si a una puta con las tetas llenas de leche le ofreces 100€ por mamar de lo que ya tienes... pues eso. Acepté. Y en mamar de mis tetas, Maribel era una experta, porque según me dijo luego, ya lo había hecho otras veces con otras putas.

Y mientras mamaba de mis tetas, me masturbaba manejando su mano y sus dedos como una diosa... y me volví a correr. La dejé mamar más del tiempo previsto porque el placer y encima pagado ¡no tiene precio! Me estaba pasando una tarde de muerte ¡yo cobraba y el placer me lo daban ellos... increíble!

Como mujer, más que como puta, quise devolverle el favor a Maribel. Me acerqué al cajón donde guardaba los arneses con la intención de follarme a tope a esa mujer que tanto placer me había dado. Saqué uno de polla mediana y ella misma riéndose a carcajadas, me dijo que lo quería más gordo ¡y saqué uno con polla de 6 cm! Axel, sorprendido al verlo, miró a su esposa y vio como esta asentía. Me lo coloqué y se lo di a mamar. Cogí con fuerza su cabeza y se lo metí lo más profundo que pude. Y ella abría la boca y se lo tragaba hasta que no pudo más ¡demasiado grueso para sus mandíbulas!

Lo saqué de su boca llena de saliva, nos dimos unos besos llenos de pasión y deseo y le puse de a cuatro. Me metí detrás de ella y sin más se la clavé en el coño. Le entró con dificultades pero le entró. Se la saqué después y se la introduje en el culo. Me costó, pero poco a poco se la metí hasta el fondo. Y luego todo fue coser y cantar. Se la sacaba de un agujero y se la metía en el otro, mientras su esposo se masturbaba como loco a nuestro lado. Maribel se corría como loca y hasta yo me corrí una vez. Ya cansada de tanto follar sus agujeros, la saqué y me tumbé a su lado. Axel vació su polla en la cara de su esposa.

Pero más increíble fue pedirme a continuación, que les gustaría que les hiciese una lluvia dorada a los dos. Y se lo hice gratis. Nos fuimos al baño, se arrodillaron a mis pies bajo la ducha y mientras se besaban intensamente, empecé a orinarme sobre ellos poniendo cuidado en no hacerlo sobre su cabello. Un momento después, Axel giró la cabeza, abrió su boca y yo dirigí mi chorro hacia ella y se lo fue bebiendo. Y al terminar (y ya se había pasado la hora contratada) me dijo Maribel que volverían más veces, pero que me llamarían con tiempo para que intentase no ir al baño a defecar hasta que ellos viniesen.

Querían mi culo lleno y mi vejiga también, porque a ellos les "ponía" el scat y yo les había gustado. Y me pidió Maribel perdón por no haberse bebido parte de mi orín, pero que no quería romper el dulce sabor de la leche de mis tetas. Ni se limpiaron ni quisieron ducharse y tal como estaban meados, se vistieron y se fueron a casa. Pero cada dos o tres semanas han estado viniendo luego.

Aunque yo sí me duché y además me enjaboné a fondo. Después de esa rara sesión de follaje, me encontraba "mentalmente" sucia para recibir a mi siguiente cliente.

Y no fue nada especial. Ya era la tercera o cuarta vez que venía. Lo conocí en el bar de Paca y lo que más le gustaba de mi era como le abrazaba, le acariciaba y sobre todo como le besaba profundamente a su boca y dejaba jugar a nuestras lenguas, ya que a su esposa le daba asco el sabor de los puros caliqueños que él fumaba. Sinceramente son un asco... pero a mí me pagan para hacerlo. Yo siempre pongo de mi parte todo lo que puedo, y a veces saco fuerzas de donde no las tengo para satisfacer a mis clientes. Ya sabéis que a mí no me gustaban los intercambios y gracias, o por culpa de mi amado esposo Quique, me he hecho la puta que soy, y de lo que me siento orgullosa plenamente.

Al terminar me volví a duchar, y al bajar al bar me tomé un vino, cogí mi móvil personal y lo conecté ¡y maldito vino! Mi móvil estaba lleno de llamadas perdidas tanto de Rosalía como de Quique ¡al menos veinte! Y un mensaje de Quique que me decía: "En cuanto termines tu trabajo de ahora, déjalo todo, protégete con Manoliño, coge el coche y vente a casa cagando leches". Pero las cosas no las hice bien. Los nervios, las llamadas no atendidas, y ese mensaje tan perentorio y nervioso de Quique, me atolondraron de verdad. Cogí mi bolso y salí corriendo del bar a por el coche casi sin despedirme... y me encontré junto al coche, con Juan Ramón, el esposo de Rosalía.

Visiblemente borracho, drogado, o las dos cosas, apenas aparecí junto al coche me lanzó un puñetazo que al estar un poco ladeada para sacar las llaves, me dio en el hombro. Pero el siguiente puñetazo me dio en el cuello entre la oreja y la mandíbula. Y caí al suelo. Apenas caí al suelo, me dio una patada que me dio en el culo... y no sé que me hubiese pasado si Manoliño, que al igual que un rato antes Tongo estaban vigiándole por su estado físico-mental, no hubiese estado tan atento.

El puñetazo que le dio el gigante Manoliño lo lanzó contra el coche casi inconsciente. Me agarró entre sus poderosos brazos y me metió en el bar donde ya había gente saliendo "a ver qué pasaba fuera con esos gritos y ruidos". María cogió su coche para llevarme al hospital, pero por el mensaje de Quique le dije que a mi casa, ya que estaba muy preocupada por esa urgencia.

Quique nos estaba esperando y salió a la puerta. Quería coger la escopeta de caza para matar a Juan Ramón. Y entonces me enteré que casi dos horas antes, este, estaba siguiendo a Rosalía cuando daba ese paseo que os he dicho antes por estar yo "ocupada", y como hombre machote, muy machote, la amenazó de muerte si se divorciaba de él, pero antes mataría a su hijo ¡¡¡ a su propio hijo !!! para que no quedase rastro de ella y su descendencia en este mundo.

Le dio una gran paliza y la abandonó en el parque. La vieron unos paseantes y la llevaron al hospital donde la habían curado y llamado a la guardia civil, pero ella no quiso quedarse allí. La llevaron a nuestra casa y como le habían dado drogas antiinflamatorias y para que se relajase, Quique la acostó en nuestra cama y se durmió.

Así la vi yo al entrar en nuestro dormitorio, con el rostro bien marcado por los puños de su esposo, pero durmiendo muy relajadamente. Otro coche paró en nuestra casa y al salir era Roxana con Manoliño que nos lo traía para protegernos a las dos. Pero al ver mi rostro y saber lo de la patada, me exigieron ir al hospital. Y ella misma con Manoliño, me llevaron allí, mientras Quique y María cuidaban de Rosalía y de mis hijas.

En el hospital había revuelo. Había estado allí la guardia civil para interesarse por la denuncia del propio hospital, por la paliza recibida por Rosalía y me lo explicaban mientras me curaban. No tenía problemas graves en el oído y el dolor pasaría en dos o tres días, aunque me recomendaron descanso y me dieron unos relajantes en mano que no me tomé ninguno en esos momentos. Pero cuando me estaban haciendo un parte de lesiones para presentar la correspondiente denuncia, entró el teniente Ramírez con sangre en el rostro.

El teniente y un guardia, que habían sido llamados por la paliza, se presentaron en el club cuando lo estaban cerrando y al ver a Juan Ramón, fueron a detenerle, y el muy gilipollas se lio a golpes con los guardias. Y como consecuencia de esos golpes, el teniente y el guardia estaban en el hospital. Varios golpes en su rostro, algunas patadas en sus piernas, y fisura del pómulo derecho. El guardia varios golpes y una pequeña herida en la ceja.

A Juan Ramón ya no le hacía falta el divorcio, con la paliza a su esposa, la paliza a mí, y su enfrentamiento con los guardias más las lesiones provocadas, le iban a caer varios años de cárcel, y sus negocios, abandonados por sus borracheras y el abuso de la coca, cerrarían uno detrás de otro. Según comentaron sus propios padres, lo que peor sentó a Juan Ramón, fue ver que Rosalía se había hecho lesbiana conmigo. Aunque pocos días más tarde, su propia madre confesó, que su rabia se debía al ver como los negocios de su esposa crecían, mientras los suyos menguaban.

Al llegar a casa, supe que mis hijas se las habían llevado mis padres y estábamos solos nosotros tres, Rosalía, Quique y yo. Quique me dijo que se iría a dormir al cuarto de las niñas y que me acostase yo en la cama matrimonial con Rosalía, mientras su mano acariciaba mi pateado culo y me daba un dulce beso. Me desnudé en el salón para no despertarla y me acosté a su lado.

Me quedé profundamente dormida y de repente noté unos cálidos y suaves besos en mi rostro que lentamente me fueron despertando ¡era Rosalía, ya despierta y sonriente! Me giré dolorosamente un poco, y todavía adormilada, noté como su mano me acariciaba el coño. Y como esas cosas no se piensan, la mía también cogió su coño para hacerlo feliz.

Tres o cuatro veces entró Quique a vernos... y os aseguró que nos miró sin perder detalle. En realidad entraba (según nos dijo él) para preguntarnos que nos hacía para desayunar, porque ya pasaban de las 10 de la mañana y tampoco habíamos cenado. Pero la última de esas veces y mientras él si se tomaba un café con leche ¡hombres! se sentó en el silloncito mirando como nosotras dos nos amábamos más que tiernamente. Y es que realmente, Rosalía y yo nos habíamos enamorado y estas cosas no hay quien las pare.

Las dos estábamos doloridas, cansadas, agotadas, incluso hambrientas. Pero nuestra hambre la estábamos saciando con el cuerpo de nuestra amante. ¿Podéis imaginaros como se besan y se acarician dos mujeres que realmente se aman? Las fuertes manos de mariscadora mías y las delgadas y finas manos de dibujante de Rosalía, atacaban con fiereza nuestros coños arrancando divinos orgasmos uno detrás de otro, mientras nuestras cabezas con nuestros brazos bajo ellas las atraían, y nuestros labios, como poderosos imanes, les impedían separarse. Y nuestras lenguas... Dios ¡cómo se buscaban y se enrollaban esas serpenteantes, cálidas y húmedas lenguas!

Llegó ese maldito momento en que los brazos empiezan a pesar, las cabezas se vacían, los cuerpos se hunden por si mismos en el colchón y no hay quien los mueva, sudados, jadeando, con las gargantas secas. Pero los ojos brillan, los labios se abren en ligera sonrisa y te sientes enormemente feliz de estar abrazada con la persona que amas, con esa persona que has proporcionado y te ha proporcionado, brillantes orgasmos y una maravillosa sensación de felicidad. Y al levantar la cabeza, vi a mi querido esposo como se fumaba tranquilamente sentado un cigarrillo, y nos miraba sonriente.

  • Son más de las 12 ¿no queréis desayunar ninguna de las dos? -nos preguntó-

Yo le sonreí cansinamente y le hice una seña con la mano para que se acercase a nosotras. Apagó el cigarrillo, se acercó por la parte de Rosalía que era la más cercana al sillón, y levanté la sábana mientras le decía:

  • Cariño mío, esta es mi amada Rosalía ¿Quieres compartirla conmigo?

Pero al moverse Rosalía en la cama para dejarle un hueco para tumbarse él a su lado, casi no pudo de los dolores que aún tenía y un quejido salió de su boca. Inmediatamente él la volvió a tapar y nos dijo que nos iba a preparar un buen desayuno y nos lo iba a traer. Y cuando ya llevaba un tiempo en la cocina, entré a ayudarle y una vez todo preparado, nos miramos a los ojos y no pude más. Me abracé a él y lloré. Lloré como lo que soy. "Una simple mujer dolorida y asustada". Quique me abrazó y me estrechó sin demasiada fuerza para no lastimarme y me dejó llorar sobre su querido hombro. Llevó el desayuno a la habitación y poco después volvió a aparecer con él:

  • Rosalía está dormida otra vez. Desayunemos nosotros -dijo-

Los dos desayunamos en silencio. Cada uno metido en sus pensamientos y "mascando" esos acontecimientos terribles de la tarde-noche anterior. Me di una ligera y suave ducha calentita, miré las señales de mis golpes, me tomé una pastilla de las que me dieron en el hospital, y lamenté profundamente ese extraño zumbido en mi oído interno, que me daba la impresión de tener miles de gusanos rozando esa parte de mi cabeza.

Y como os he dicho varias veces de él, mi multiesposo que sirve para todo, empezó a preparar una potente sopa marinera bien cargada de pescado. Me vestí, desperté a Rosalía y le di de comer como pude, ya que su mandíbula no estaba para comer y masticar, aunque el pescado estaba todo bien desmenuzado. Más tarde ella misma se levantó, le preparamos entre Quique y yo la bañera y allí la sumergimos un rato.

La vestimos luego con ropa de la que se había traído cuando me cuido al nacer mi hija Silvia, la acompañamos al sofá para que no se cayera y allí le fuimos, en realidad nos fuimos contando todo lo que pasó, ya que nosotros no sabíamos lo de ella con su marido en el parque, y ella no sabía lo mío, ni lo de la guardia civil. Y ahora fue Rosalía la que lloró desconsoladamente sobre mis hombros.

De repente, la casa empezó a llenarse de gente. Ya era media tarde. Primero nuestras amigas del club que lo habían cerrado, y una hora más tarde la propia guardia civil para interrogarnos a las dos, y nos dijeron que el teniente estaría de baja unos días y el guardia seguro que al día siguiente se incorporaría. Pero al día siguiente, teníamos nosotras que presentarnos en el juzgado para ratificar la denuncia. Vinieron mis padres con nuestras hijas, los de Rosalía con su hijo Breixo. Y tomamos Quique y yo dos decisiones:

Primera decisión: Que Rosalía y Breixo se quedarían con nosotros, al menos hasta que todo, o lo que fuese, se arreglase, con gran alegría de Alba y el propio Breixo que hasta se abrazaron y dieron saltos. Y segunda decisión: Que todos los que estaban allí se fuesen a hacer puñetas, a paseo, o a sus casas, pero que se fuesen y nos dejasen tranquilos. Y antes de las 7 de la tarde, pude por fin sentir la boca de mi amada hija chupar de mis tetas en medio de una sensación de paz increíble... a pesar de los gusanos que rasgaban mi oído sin parar.

Los días siguientes fueron frenéticos. Rosalía pidió el divorcio y la custodia de su hijo. Puso el domicilio particular en venta y renunció a cualquier derecho económico que a ella y su hijo les correspondiese. No quería saber nada ni de su esposo ni de su familia. El juez ordenó su ingreso en prisión. Días más tarde, supimos que dos bancos le habían denunciado por estafa, ya que les había engañado con unos créditos con documentos amañados. Rosalía y Breixo se quedaron a vivir con nosotros, incluso Rosalía nos propuso ampliar la casa para vivir cómodamente todos juntos, aunque separados como si fuese un chalet-adosado, y pagar ella esas obras y decoración, con el dinero de su vivienda vendida.

Pero Quique y yo rechazamos esa oferta. No queríamos que en la casa de nuestro matrimonio y compartiendo jardín, viviese una "invitada" y su hijo. Ya conocéis ese proverbio que dice "el casado, casa quiere para él".

Así que Quique, que conmigo ya habíamos tratado ese tema varias veces, en nombre de los dos (mío y suyo) le hizo la siguiente propuesta:

  • Mira Rosalía, como bien sabes, Yoli y yo hemos roto todos los tabúes de esta comarca y casi de la región. Sabemos perfectamente que tú estás enamorada de Yoli y yo no te soy indiferente. Sabemos que nuestros hijos son casi como hermanos. Y sabes que Yoli está enamorada de ti y yo también. Así que los dos, te hacemos la siguiente propuesta:

- ¿Quieres casarte con nosotros dos? Formaríamos un matrimonio de tres, un polimatrimonio plurisexual. Y dado que tú estás deseosa de tener un nuevo hijo, Yoli y yo te ofrecemos ser yo el padre de ese hijo tuyo, y todos nuestros hijos serían de nuestro polimatrimonio a tres ¿ACEPTAS?

- Ssssiiiiiiiiii !!!

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Querido PEPE, sé que este relato no te gustará nada. Es más, se que lo pondrás a parir y no será niña. Pero también sé que a pesar del asco que te dan mis relatos, te lo leerás todo y por lo tanto, este apéndice también.

Pero lo que NO dices nunca en tus opiniones, es el por qué del asco a mis relatos, y como tú no lo dices a mis lectores, lo diré yo.

Amig@s lector@s, en el primer relato de esta serie, PEPE me escribió dos cartas tan cariñosas que le bloqueé el correo suyo. Ya veis, ese es el motivo. Otro machista como Juan Ramón, otro acomplejado.