Mi esposa no quiere intercambios - III
Nunca te quejes de lo que Dios te da, porque siempre puede ser peor... o mejor ¡Quién sabe! Pero nunca será igual.
Y empecé a caminar, ese camino que cada día construimos con cada paso. Empecé a caminar, empecé a recorrer el camino, empezó mi nueva vida sexual...
Nuestra cena con Cristi y Yago fue fantástica. Cenamos, bebimos, nos reímos a tope, y casi vencida mi resistencia a los intercambios de parejas y con toda nuestra confianza familiar de tantos años, nos acariciábamos, nos besábamos, y nos metíamos mano como si no fuese mi verdadera primera noche de intercambios matrimoniales. No fue nada especial dejarme follar por Yago. Solo es entrar en el rollo, abrirse de piernas, dejar que te la metan, que se corran, y ya está. Más o menos.
Me lo pasé mejor con Cristina. Mi prima es muy apasionada y ella y yo nos hemos llevado muy bien, más que bien, toda nuestra vida y como sabéis por el relato anterior, esas horas que pasamos de "entrenamiento inicial", limpiaron mis escrúpulos. Y como ya dije en el primer capítulo, yo no solo no criticaba la extensa vida sexual de Cristi, sino que me hubiese gustado ser como ella. Pero yo soy como soy y ya está.
Pero si hubo algo que no me gustó y es que se metan con mis gustos. Y es que mi prima, luego mi esposo y después el gilipollas de Yago, se metiesen con mi forma de vestir. Porque los cuerpos de Cristi y el mío, no son nada compatibles. Mi cuerpo es fuerte por mi trabajo duro y por mi constitución, y eso no quiere decir, ni de coña, que estoy rellena ni menos gorda, soy lo que llamamos una mujer maciza. Y Cristi, aunque usa solo una talla menos, es de complexión débil. Yo puedo levantar muchos kilos y a ella, una tacita de café ya le pesa... bueno, ya veis que estoy exagerando.
Pero no solo me estuvieron martilleando las modas y los modelos, hasta que casi a las 4 de la madrugada se fueron a su casa, sino que mi amado esposo tampoco perdió hilo, y mientras nos acostábamos y aunque yo estaba desnuda casi toda la noche, me fue desmenuzando una lista de cosas para ponerme, como si estuviésemos de compras en el súper, o en la planta de mujeres de ya sabéis dónde. Y al día siguiente, domingo, lo mismo. Que si la ropa que me puse no era la adecuada, que si yo estaba anticuada, que ya que hemos salido a pasear con la niña, podría haberme puesto algo más moderno para estar en esa terraza... Joder ¿qué no sabe aún cómo soy?
Yo esperaba, que mi esposo me dijese algo del enorme paso adelante que para mí supuso el hacer mi primer intercambio de parejas con mi prima y su marido. Incluso acepté que próximamente hiciésemos intercambio con ellos, y con otro matrimonio de un pueblo cercano muy amigos de ellos, tal y como Cristi acordó con Quique ¡y NO conmigo, solo con Quique! Ellos, con la aquiescencia de Yago, pactaron ese nuevo encuentro y a mí, que era la enemiga de esos intercambios ¡no me preguntaron ni de coña! Yo tuve que contentarme con "poner mi cuerpo a remojar", para ser follada por otros dos desconocidos. De los dos sexos, pero desconocidos. Aunque un poco cabreada, puse una condición a mi marido ¡siempre sin condón! Me gusta recibir las descargas de leche dentro de mí y odio el roce de las gomitas. Y él aceptó.
Y como es verdad que yo soy (y os lo he dicho varias veces anteriormente) "de pueblo" y chapada a la antigua, pues debo reconocer que, aunque en algunas cosas era moderna usando conjuntos ajustados y que marcaban poderosamente mi cuerpo, porque para mí eran cómodos y prácticos, pues, vamos, que de modernos es posible que nada. Pero a mí me gustaban y me valían, y además, cuando haces intercambios vas en pelotas ¿o no?
Y en nuestro pueblo, eso de poder buscar ropa más adecuada, no es nada fácil, ya que todo el mundo se iba a la cercana capital, a los grandes almacenes o tiendas especializadas, y ¡cual podría ser la más adecuada! O podría ser mejor el buscar dos o tres tiendas de complementos. O quién sabe, si los complementos eran para después de la ropa ¡y yo qué sabía de eso!
Pasé unos días bastante nerviosa, enfurruñada, de mala leche. Y encima el mar estaba esos días más picado que la ostia, y nos jodía el trabajo a todas las mariscadoras y a mí personalmente, sin olvidarme de mi casi ahogamiento por otro temporal. Y ese pensamiento salvó las compras. Una tarde estaba en la terraza del bar de Xavier, tomándome un carajillo bien cargado de orujo -que conste que lo necesitaba- y de repente, noto una mano masajeando más que acariciando mi hombro, y una voz femenina que me decía:
- Que raro es verte a solas, tomando ese carajillo que no veas como huele y fumando ¿no me digas que vas a matar a alguien?
Y rodeando la mesa se sentó frente a mí. Era Catuxa, la directora de la guardería de mi hija. Una mujer algo mayor que yo, dos veces divorciada de marinos, con un hijo. Una mujer que tenía todo lo que a mí me faltaba. Era elegante, siempre a la moda, bien maquillada, muy culta, extrovertida y según se decía, más devoradora de hombres que una leona en celo y con hambre. Se pidió otro carajillo pero de coñac, no de orujo, me cogió un cigarrillo y yo le conté mis problemas con la ropa y complementos. Y sonriendo me dijo:
- ¿No eres tú una buena amiga de Roxana, la vigilanta? ¿Por qué no se lo preguntas a ella? Yo me visto en la ciudad en una tienda estupenda que tiene una tía suya. Y además, su hija pequeña acaba de montar una tienda muy mona de ropa interior y algo de complementos. No pidas muchas cosas porque es nueva, pero tiene catálogos y lo que no tenga ella en ese momento, en dos o tres días lo tienes en casa. De esta manera, entre las dos te pueden vestir a la moda, o aconsejarte para vestirte a tu gusto pero más moderna ¿Piensas provocar cielo? Porque para mí, tal y como estás, te comería cruda.
Fue tan penetrante su mirada, tan irónica su sonrisa, y tan directo el lanzamiento del humo de su cigarrillo a mi rostro, que me sonrojé intensamente y ella lo notó pasando a otros temas. Poco después nos vio mi marido que iba para casa con un pequeño grupo, se separó y se acercó a nosotras, se sentó y le comentamos el tema de la ropa y que para ver todo eso, tendría que hablar con Roxana y a lo mejor, ir con ella a la ciudad para que me presentara a su familia.
A Quique le pareció de cine, porque lo que él quería siempre era modernizarme, sabía de sobra quién era Catuxa y cómo vivía y vestía, pagó la cuenta de las dos y nos fuimos a casa acompañando un rato a Catuxa y hablando de la ropa y de Roxana ¡qué bien que ella me pudiera ayudar en eso! Pero las miradas de deseo y la sonrisa de la profe de mi hija, me ponían nerviosa y me derretían.
Como vosotros sabéis, Quique no tenía ni idea de que Roxana, no solo era mi salvadora de la playa, sino que era mi amante, mi maestra sexual, la mujer que me hizo bisexual. La maravillosa mujer que días atrás me cogió de la mano y me enseñaba a caminar, a andar sin miedo por sendas y vericuetos sexuales, dispuesta a disfrutar de los placeres.
La que me abrió la mente -y las piernas- para complacer los deseos sexuales de mi esposo y entregarme al mundo del intercambio. La mujer en la que pensaba muchas veces al día, y que cada día que nos veíamos en la playa trabajando en el marisqueo, el solo verla y notar sus ojos clavados en mí, me mojaba más que las olas.
Y no penséis mal, no era amor, no era entrega total a sus gustos y deseos, era mucho más sencillo, era Amistad y Confianza. Yo nunca había tenido una verdadera amiga de esas que te sinceras, que te desnudas ante ella y ella ante ti. Que sus pensamientos y deseos eran como los tuyos y que confiarías en ella hasta la vida. Y en eso se estaba convirtiendo Roxana, en mi amiga, mi confidente, además de mi maestra sexual y amante. Era mucho más que una hermana un poco mayor.
Y mi esposo, gracias a sus consejos y a las relaciones íntimas que teníamos las dos, a nuestros paseos con nuestros hijos y a las horas de conversaciones sinceras, estaba disfrutando de mi cuerpo y de mi nueva experiencia sexual. Gracias a Roxana, nuestro matrimonio mejoraba sexualmente, era más pasional y más frecuente, y yo iba conociendo un mundo desconocido hasta entonces. Era como si de repente, esas relaciones sexuales que todas tenemos en nuestra juventud, viniesen a mí para hacerme vivir una nueva juventud casi en la cuarentena. Y casi me juré no desperdiciar esas posibilidades de felicidad. Me llevasen donde me llevasen.
Y una tarde nos fuimos las dos de tiendas. Nos atendieron su tia y su prima de manera maravillosa, incluso me abrieron una cuenta para pagar en tres veces sin intereses mis compras. Y fueron además muy discretas, porque Roxana y yo, que me pasé casi toda la tarde desnuda probándome cosas, nos entregamos intensamente. Poco a poco nos fuimos excitando y tuvimos dos o tres orgasmos cada una. Y volvimos tan calientes al pueblo, que nos fuimos directas a su casa y delante de su hija, que ya había llegado del cole, nos follamos en el sofá casi sin desnudarnos. Fue una experiencia brutal, ver que estás follando con la madre mientras la hija no pierde de vista nada de lo que sucede ¡cuántas cosas sabría de la madre, de sus amantes y desde ahora, también de mí! Porque esas relaciones yo no las pensaba cortar, me viese la hija, el hijo o los dos.
Nos arreglamos un poco y subimos de nuevo al coche para llevarme a mí y a mis paquetes a mi casa. Cuando mi esposo vio la cantidad de paquetes que llevábamos entre las dos, creo que hizo cálculos de si no sería más barato para él un divorcio, que seguir manteniéndome y promocionando mi cuerpo. El sábado por la mañana, fui a la peluquería, ya reservada, y me pusieron el pelo a la moda y algo más corto, tal y como lo quería yo y le gustaba a Roxana. También intentaron arreglar mis manos y mis uñas, pero trabajando de mariscadora, poco se puede hacer ahí.
Esa noche, Quique y yo cenamos con mi prima Cris, su esposo Yago, y la pareja del otro pueblo, Carmiña y Pablo. Nos lo pasamos de muerte. Bailamos, yo casi me emborraché, follamos a tope, incluso mi esposo me penetró analmente, pero lo peor, o lo mejor de todo, es que ese ambiente despreciado por mí hasta ahora, me gustó, disfruté de él como una veterana, disfruté de todo el sexo con todos los sexos. Y me gustó Pablo. Sí, me gustó Pablo tanto y su forma de follarme, que no pude resistirme para verme con él a solas, y le di mi móvil a la segunda vez que me lo pidió.
Cris se dio cuenta, se tumbó de nuevo a mi lado en la cama pequeña y después de follar nuevamente conmigo, fue directa y me preguntó:
¿Eres consciente Yoli que si te ves a solas con Pablo, te abrirás del todo y ya no te importará hacerlo con otros hombres? No es una crítica mi amor, es solo una pregunta porque tú careces de experiencia y si entras en este mundo te quedarás. Y si te quedas, harás como yo y otras muchas, venderás tu alma alquilando tu cuerpo.
Si Cristina, lo sé, a pesar del alcohol que he tomado soy consciente del paso que doy pero ¿no es ese paso el que tú y personas como Roxana, Catuxa, Ana y otras habéis tomado? Todas habéis empezado por uno ¿no? Además ¿no es eso lo que quiere mi esposo, que me haga una mujer liberada y sexualmente activa, casi como una puta?
Casi no, serás puta ¿Y se lo piensas decir todo?
Le diré como todas, lo que me convenga, y lo que no me convenga, pues...
Pero a pesar de mi firmeza con Cris, pasé unos días un poco alterada. Pablo ya me llamó al día siguiente para decirme lo bien que se lo había pasado conmigo y que deseaba verme a solas. Pero pocos días más tarde, la que me llamó fue Carmiña para ver si podía follar conmigo, porque esa noche en casa de Cris, la había dejado hambrienta de tener mucho más sexo conmigo. Por supuesto, las dos solas, sin maridos. En su casa, como perfectas y unidas amigas. Y eso aún me puso más nerviosa, estaba realmente entrando en un mundo desconocido para mí y extraordinariamente placentero, pero que a pesar de mi edad, era perfectamente desconocido para mí ese mundo y todas sus consecuencias. Y acepté. Y disfruté a tope con ella.
Y como si se hubiesen puesto de acuerdo, aunque supe luego que todo fue casualidad, Pablo vino a buscarme al aparcamiento de la playa al final de la jornada del día siguiente, y no rechacé su presencia, me alegró. Nos fuimos al bar de la cofradía, bajo la atenta y sonriente mirada de la tía Paca, y apenas llevábamos unos quince minutos tomando unos blancos de la casa, se acercó a nuestra mesa y nos dijo en voz susurrante:
- Pareja, se me acaba de quedar una habitación libre ¿queréis disfrutar de ella los dos? Sois amigos míos y es vuestra primera vez aquí, no os cobraré la habitación.
Yo no sabía ni dónde mirar, ni donde esconderme, ni como apagar el fuego que abrasaba todo mi cuerpo. Estaba roja intensa, mi cuerpo ardía pero no de pasión, si no de vergüenza. La tía Paca me acababa de tratar como a una de las putas que acudían por allí, o como a una mujer que folla con quien quiere y no le importa que la vean. Ya sabéis el eslogan "lo que pasa en la cofradía, se queda en la cofradía" Y en la cofradía se hermanaban demasiadas mujeres con demasiados hombres, y Paca vivía muy bien de eso.
Pablo extendió su mano, acarició la mía sobre la mesa y aunque a esas horas habían pocas personas en ese momento, yo no pude evitar sus miradas, y sus sonrisas ¡yo ya estaba fichada! Paca me agarró del brazo y me dijo:
- Vamos Yoli, te enseñaré lo de dentro, la entrada y salida del almacén y las escaleras, y mientras, te daré algún pequeño consejo. Y no te preocupes, ya sabes que todo se queda aquí. Y ya verás cómo poco a poco y para las próximas ocasiones, tú misma serás quién buscará a los hombres ¡y si no los buscas tú, te los ofreceré yo! En este local ganarás mucho dinero -añadió riéndose-
Y la mariscadora Yoli, la ama de casa Yoli, la amantísima esposa de Quique, se levantó de la mesa y se dejó guiar por el brazo de la tía Paca, con la que tantas veces había follado en casa de Roxana. Le gustaba usar los arneses, los grandes dildos. Sus folladas me penetraban y me dilataban como jamás imaginé y mis orgasmos con ella eran brutales y deseados. Pero ahora, delante de todos, me llevaba a una habitación para tener mi primera intimidad con un hombre. Un hombre que casi no conocía. Como una puta con un cliente de segunda cita.
Ya no era una noche de juegos con intercambio de parejas, era estar a solas con un hombre y ser suya, complacer sus deseos. Mi cabeza era un caos, la mano de Paca que guiaba mi cuerpo, porque yo iba dirigida por ella, me detuvo junto la cama, me sonrió, nos dejó solos, vi como Pablo empezaba a desnudarse ¡y no me negué a quedarme!
Incluso de espaldas, me costó desnudarme ante Pablo a solas, aunque como sabéis ya habíamos follado, incluso también a solas lo habíamos hecho su mujer y yo el día antes. No fue muy duro quitarme el sujetador, pero no tenéis idea de lo mucho que me costó quitarme la braguita, exponerle mi coño, me sentía como una puta, pero... cuando me giré estaba Pablo ya totalmente desnudo en la cama acariciando su polla. Y yo estaba con la cabeza gacha subiéndome a la cama. Me besó, le besé, empezamos a acariciarnos y antes de darme cuenta, Pablo se volteó, se puso encima mío y me penetró.
Y al notar esa penetración, me desperté.
Pero no me desperté de un hipotético sueño de esos que te duermes y sueñas con imposibles, sino del sueño que me sumí al tratarme Paca como una puta en el bar delante de todos. Sentirme una puta ¡porque me sentí así!, andar hasta el lecho donde iba a ser follada, desnudarme ante el semental que me iba a follar y ahora, notar esa penetración que me despertó haciéndome sentir una esposa sucia. Realmente en ese momento, me sentí infiel por primera vez, desprotegida, sola con mi amante. Avergonzada.
Pablo me conocía, me había follado días antes, y en esa reunión habíamos hablado de los gustos y placeres de cada uno y por lo visto, el muy cabrón se acordaba de lo mucho que me gustaba que me follasen mientras lamian y/o mordían mis pezones. Pablo me estaba excitando de verdad ¡y aún me sentí más culpable! Estaba recibiendo un placer que realmente me gustaba ¡y deseaba! Y encima me besaba de muerte, con esa boca suya, esos labios y cómo jugaba su lengua con la mía. Y me corrí. Podría haberme quedado extrañada de correrme tan rápidamente, pero mi placer subía intensamente.
Esa follada me estaba gustando. Quizá tenían razón mi esposo, Roxana, Cristi, Paca... que me animaban a ser una mujer sexualmente liberal, sin prejuicios. Una mujer que en lo exterior fuese una ama de casa, una madre de familia, una esposa, una trabajadora del mar, y en el sexo, fuese abierta, amable, apasionada y disfrutase de todas sus variantes. Me estaba dejando hacer por Pablo, y este sabía hacer disfrutar a una mujer y me volví a correr. Y unos instantes después y cuando yo estaba caliente como pocas veces, él se corrió. Se tumbó a mi lado, miró el reloj y se levantó de un salto:
- Joder ¡qué tarde se me ha hecho!
Se vistió y se marchó, diciendo todo eso de que ha estado muy bien, lástima de la falta de tiempo, nos veremos pronto... ¡lo de siempre! Y yo me quedé tumbada en la cama, notaba como salía el semen de mi coño y resbalaba un poco, lo toqué y lo notaba espeso y al tocarlo, también toqué mi entrepierna y tuve unas ganas enormes de masturbarme, estaba caliente y necesitaba otro orgasmo, a ser posible salvaje. Pero me contuve.
Poco a poco me levanté sin prisa, cogí de mi bolso el paquete de tabaco, encendí un cigarrillo y de repente... ¡alguien abre la puerta! Me pegué un susto de cojones, me giré totalmente desnuda hacia la puerta y vi entrar a la tía Paca, y eso me tranquilizó, pero detrás de Paca ¡estaba Nuno! Entraron los dos y Paca, sin más preámbulos me dice:
- Yoli, como sabes, Nuno embarca pasado mañana para pasar sus meses de trabajo de pesca en el mar. Ayer me dijo que hiciese lo posible para convencerte de follar con él y como lo acabas de hacer con Pablo, pues le he llamado ¿te importaría follar con él también? No tienes ni idea de cómo te desea. Solo serán como mucho un par de horas y te paga 150€ para usar tus tres agujeros ¡los tres!
Y la muy hijaputa de Paca, se acercó hacia mí con la mano extendida y en ella, 150€. El oso de Nuno ya se estaba desnudando. Y yo flotaba en una nube imperfecta. Hacía más de una hora, me había tratado como a una puta en el bar con Pablo y ahora ya no me trataba como una puta, sino que me traía "clientes" a la habitación chorreando yo aún el semen de la follada anterior, y me ofrecía dinero por follar, la miré a los ojos ¡y se locogí! Y al hacerlo, la sonrisa de Paca ya no era de oreja a oreja, sino más grande que la distancia de Santiago de Compostela a Buenos Aires. Yo aceptaba follar por dinero ¡ya era suya! Dejé el dinero en la mesita de noche y miré a Nuno, que me dijo:
- Hola preciosa, ya sé que has estado follando hace unos minutos y que no te he dado ni tiempo para ducharte y cambiar las sábanas, pero con las ganas que tengo de follarte hace años y con los recuerdos que me voy a llevar en este viaje de esta follada, lo único importante eres tú.
Me cogió con sus poderosos brazos, me abrazó, me besó y me tumbó sobre la cama y sin más pérdida de tiempo, me rompió en dos. Sí, amig@s, me dilató más que los dildos de Paca. Su polla, posiblemente no más larga que la de mi esposo o la de Pablo, era extraordinariamente gruesa. La realidad de lo que notaba dentro de mi coño, era justo el tamaño de la merecida fama de la que hablaban tantas mariscadoras folladas por él ¡el insaciable Nuno!
Mi amante y primer cliente de puterío, me estaba destrozando, pero al mismo tiempo, la simpatía que sentíamos el uno por el otro por nuestra amistad de años, me estaba relajando bastante. Y también la calentura insatisfecha de la follada anterior, cuando Pablo tuve que irse con tanta prisa y yo me quedé a medias. Así que Nuno se quedó con esa media y yo me entregué a él. Su cuerpo era una masa de pelo, era como estar con un abrigo de visón. Besaba de maravilla y se notaba que me deseaba.
Constantemente me decía, amor, cariño, cielo, no sabes como te deseo, estoy loco por ti, te echaré de menos, me gustaría preñarte... O sea, como lo de siempre entre amantes que son amigos. Pero como sabéis, yo estaba a medias y el roce de ese pollón con mi interior vaginal, me hizo explotar de nuevo. Y Nuno, debió sentir esa corrida mía como si en las fiestas de San Fermín, tiran el cohete de salida de los toros. Y el toro de Nuno, el Minotauro gallego, el semental que tenía yo entre mis piernas salió... joder si salió ¡y cómo salió! Fuerte, salvaje, sin domesticar y sin torero que le moviese.
Y empezó la carrera. No fue por la calle Correos, ni Estafeta, ni hacia la plaza de toros. Su polla se dirigió sin pausas hacia mis tres agujeros, y en todos ellos demostró que sabia correr, que no le hacían falta cabestros, solo le hacía falta una puta como yo capaz, no solo de aguantar sus deseos y fuertes embestidas, sino de disfrutar con ellas. No tardó mucho en correrse dentro de mi coño mientras me decía:
- Perdona Yoli, mi primera corrida no suele tardar mucho, pero ya verás como las demás tardo mucho en echar mi leche.
Y tenía razón. Solo que la segunda penetración fue en el culo, y menos mal que la tía Paca con sus dildos me lo había ensanchado, porque la polla de mi marido y de los otros dos que lo habían usado, no eran de ese grosor ni de coña. Apenas intentó penetrarlo, pegué un grito de cojones, tanto, que Sabela, la sobrina que ayudaba en estos menesteres de puterío y del bar a su tía Paca, entró en la habitación para advertirme que mi grito se había oído en el bar. Así que tuve que apretar la boca, porque como sabéis, lo que no puedo es apretar el culo o me lo rompe.
Pero al menos, ese grito le calmó un poco y se lo tomó como un freno de emergencia. Poco a poco me fue penetrando y junto un gran dolor, un enorme calor me fue subiendo, llenó mi cabeza, me mareó un poco y con los sentidos como rodeados de neblina, simplemente me dejé estar en los poderosos brazos de mi amigo Nuno. Y fue abandonarme a él y empezar a disfrutar como pocas veces lo había hecho. No había amor en esa follada. No había cariño. No había alguna sensibilidad o ganas de no lastimar. Solo había pasión desbordada, deseo de satisfacerse y muchas ganas de disfrutar de mi cuerpo ¡y los dos disfrutamos de él como locos!
Cierto es que se corrió en mis tres agujeros, porque se la mamé al menos dos veces y me tragué una abundante ración de muy espeso semen cada vez. No sé las veces que me penetró en cada agujero, no sé las veces que me corrí, ni las veces que se corrió él, solo recuerdo que cuando se tumbó a mi lado después de su última corrida, jadeante y cansado, yo estaba destrozada chorreando semen. Sus manos habían golpeado mis glúteos muchas veces. Habían aplastado mis preciosas tetas como si el toro ordeñase a su vaca. Estaba dolorida, cansada, sudada, agotada, pero enormemente satisfecha del placer recibido.
Creo que hasta las raíces de mi cabello me dolían. Nunca me habían follado así. La fama de follador de Nuno era increíblemente real. Casi no podía moverme porque mis piernas me flaqueaban y mis entrepiernas me dolían como si me hubiesen descuartizado. Pero me sentía plena, feliz, satisfecha. Nunca pensé que tanto dolor, tanta pasión desatada por un salvaje Nuno, fuese al mismo tiempo tan placentera de recibir, que el sexo fuese tan real y al mismo tiempo tan poderoso. Incluso pensé que a pesar de mi inexperiencia, iba a lamentar esos meses de soledad con Nuno embarcado y yo sin él. Pero Nuno rompió la magia y me devolvió a la realidad.
- Yoli, eres la mejor puta que me he follado. Te has ganado el dinero y te juro que cuando vuelva, me gastaré lo que sea follando contigo. Pero estos meses me la voy a machacar miles de veces pensando en estos momentos contigo -Y se levantó-
Yo, como he dicho, estaba destrozada y sin ganas de moverme de la cama en un rato. Me giré para coger un cigarrillo y vi en la mesita los 150€, los cogí y le llamé:
- Nuno...!
Él, que ya estaba casi vestido, se puso los zapatos y dando la vuelta a la cama, se sentó a mi lado, y al ver el cigarrillo, me ofreció fuego y lo encendí. Pero luego, le tendí el dinero y le dije:
- Yo no soy una puta, al menos no por ahora, he follado contigo porque me has cogido en mal momento, somos amigos y me gustas. Y no me arrepiento de haberlo hecho, al revés, ha sido un verdadero placer y espero que cuando vuelvas lo podamos hacer otras veces. Pero como amigos, no como puta y cliente.
Nuno me miró, me dio un beso, nos dimos varios besos, cogió el dinero y me dijo:
Qué suerte tiene Quique de tenerte como esposa. Y yo de tenerte como amiga.
Anda Nuno, lárgate. ¡Y que la Virgen del Carmen te proteja en el mar!
Y yo me quedé tumbada, fumando relajadamente. Y de repente sonreí abiertamente. No, no tenía razón Nuno, no era Quique el afortunado. La afortunada de tener ese pedazo de esposo, era yo
- Gracias Quique por todo tu amor y por confiar tanto en mí ¡te quiero y te querré siempre!