Mi esposa no quiere intercambios - II

Nunca te quejes de lo que Dios te da, porque siempre puede ser peor... o mejor ¡Quién sabe! Pero nunca será igual.

Y esa tarde de sexo, cambió mi carácter, mi forma de ser y mi vida. Y todo mi matrimonio.

Esto os lo decía en la parte final de mi relato anterior, el que escribí para vosotros a instancias de mi esposo, para que todos conociéseis mi radical transformación como mujer y como animal sexual.

Al día siguiente, me levanté dolorida, apenas podía mover las piernas de los dolores que tenía en el ano y en la vagina, sobre todo en esta por las fricciones del látex, aunque el culo mejor dejarlo aparte, porque aunque solo me lo penetró la tía Paca una vez, como a mi marido no se lo dejaba usar muy a menudo, pues los gritos debieron oírse en el faro. Tuve suerte y ese día libraba, así que llevaría a la niña al cole, luego a por unas cosas al súper, y como había salido un buen día de sol, cosa que en Galicia se agradece mucho, me iría un rato a una zona rocosa a tomar el sol, con preciosas vistas a la ría y escondida de miradas, no quería conversaciones.

Vi que efectivamente aquello estaba solitario, cosa imposible de conseguir por las tardes por la juventud para sus cosas. Me quité los ajustados vaqueros, la camisa y el jersey y me quedé en biquini, y me tumbé sobre la gran toalla que me había traído. Aproveché esas rocas y sus desniveles para ajustar el cuerpo, de forma que la espalda y cabeza la tenía un poco levantada, y no solo veía bien la ría, sino todo mi propio cuerpo.

Encendí un cigarrillo, cerré los ojos, y no solo noté en mi cuerpo la caricia del sol en mi piel, sino que al pasar mi mano por mi estómago, recordé todo lo pasado la tarde anterior en casa de Roxana ¡y todo con la excusa de unos albariños de casa! Y la verdad es que estaban fresquitos y buenísimos. Pero Roxana...

Joder ¡jamás imaginé tanto placer celestial en una follada entre mujeres! Y pensar que por proponerme eso mi marido, le solté el bofetón más fuerte que nunca he dado a nadie ¿y cómo se lo digo ahora? No solo fueron los besos constantes que nos dimos y la pasión con la que nos lo dimos, sino como jugábamos con las lenguas y nos pasábamos la saliva de la una a la otra. Cosa que hasta ayer, consideraba una guarrada impropia de adultos. Y como explicar lo excitante de rozar nuestras tetas las unas contra las otras. Y cuando nos abrazábamos tan apasionadamente, como se aplastaban las unas y las otras ¡dioses del Olympo!

Y al notar un dolor en mi pezón izquierdo, abrí mis ojos y vi con enorme sorpresa, que yo misma me estaba presionando ese pezón. Mientras pensaba en los placeres de la tarde anterior, yo misma, en la rocosa playita, me estaba provocando esos mismos placeres inconscientes. Aplasté la colilla y encendí un nuevo cigarrillo, mientras miraba mi cuerpo y ajustaba mi sujetador que lo había casi quitado de esa teta.

Y al mirar ese cuerpo, de diosa celta, como decía la tía Paca, creo que por primera vez en mi vida me miré de verdad, vi mi cuerpo y aprecié cada una de sus curvas. Como decía la tía Paca, los hombres y mujeres que tenían confianza con ella para hablar de estas cosas, admiraban mi culo, mis largas y poderosas piernas, mis tetas sobresalientes. Me imaginaban en la cama con ellos o ellas... y la tía Paca se reía en el bar porque me consideraba "mujer imposible". Y lo imposible lo domó ella esa tarde anterior.

Miré a mi alrededor y como no vi a nadie, me bajé el sujetador hasta dejar mis pechos desnudos. Vi mis relativamente gruesos pezones, mis areolas algo más grandes de lo normal, de un sonrosado algo oscuro, y me di cuenta que mis 98 cm de tetas eran unas verdaderas tetas ¡qué bien me las masajearon Roxana y Paca! ¡Cómo tiraban de mis pezones, los retorcían, los aplastaban con sus dedos, los mordían y masticaban con sus dientes! ¡Como aplastaban mis tetas con sus manos! Como si me quisieran ordeñar y el placer que me daban...

Y sin darme cuenta, lancé un pequeño grito y tuve un orgasmo llegado de las alturas. Me incorporé un poco y vi como mi braguita se empezaba a humedecer. No entendía nada ¿por qué me había corrido sin tocarme? Miraba asombrada mi cuerpo, miraba a mi alrededor con miedo a ser observada. Y sin ser consciente de lo que hacía y con gran asombro interior, mi mano derecha aplastó el segundo cigarrillo, y a continuación penetró bajo la braga del biquini. Y por primera vez en mi vida, me di cuenta que mi coño era tan peludo como el de mi marido, casi un oso. Pero mi mano pasó por encima de la peluda mata y acarició mis labios mayores.

Esos labios que la tarde anterior, Paca aplastó y separó de forma inmisericorde, para penetrarme con el grueso dildo que colgaba de las cintas de piel que ataban sus piernas y su culo ¡Qué coño sabía yo lo que era un arnés de pollas intercambiables! Si cuando Paca entró en la habitación yo casi me desmayo, y casi me da un infarto cuando me di cuenta que se estaba desnudando, ni os cuento cuando ya desnuda, se dirigió a un arcón de la habitación de Roxana, y vi que sacaba unos cinturones de piel y dos o tres pollas de látex, que eso sí sabía yo lo que eran.

Me miró, miró a Roxana, metió una de las pollas en un hueco, lo ajustó y luego empezó a colocárselo alrededor de su culo y entrepierna ¡gracias Dios mío! Y no doy las gracias por ponerse eso para follarme, sino que creía que esas correas eran para pegarme por follar con Roxana, mi vigilanta playera. Y cuando la vi con esa polla colgando, su poderoso cuerpo, su fuerte cuerpo, empecé a reírme con una risa nerviosa. Joder ¡es la primera vez que tengo relaciones lésbicas y no solo con una mujer, sino con dos, las dos fuertes por el duro trabajo y encima, esta animal se pone una polla para follarme!

Y me folló. La muy puta de Paca se metió en un santiamén entre mis piernas y antes de darme cuenta, esa polla de látex la tenía clavada hasta el fondo de mi coño. No me dio ni tiempo para quejarme. Estaba yo tan mojada de las corridas con mi vigilanta, que esa polla se deslizó y era de 4 cm de grosor. Mi marido tiene una muy buena y amaestrada polla, pero no de ese grosor, y Paca la movía como si hubiese nacido con ella.

Y encima (o al lado para ser más precisos) Roxana empezó a ayudarla. Me besaba sin parar. nuestras lenguas eran serpientes marinas siempre húmedas y deseosas de luchar entre ellas para morderse mejor. Sus rudas y fuertes manos agarraban mis tetas y las aplastaban como globos de goma llenos de agua. Yo esperaba ver salir leche de mis pezones y lamenté en más de una ocasión no estar dando ya el pecho a mi hija. Y sin darme cuenta, entré en éxtasis y me mareé ligeramente...

Tal y como me mareé ahora, porque de nuevo me había corrido. Pero esta vez, mi mano no se separó de mi coño, lo agarró, lo estrujó, tiré de mis pelos. E hice más, mucho más.

Me arranqué mis bragas, me quité el sujetador, me quedé totalmente desnuda en la playa. Mi respiración era fuerte, mis nervios incontrolados. No me importaba el dolor de mi coño por las penetraciones de esa maldita polla de látex y sus fricciones con mis paredes vaginales aumentadas por mi masturbación, y mucho menos el dolor de mi follado y dilatado culo. Estaba loca de placer, de deseos, quería, necesitaba darme placer en ese mismo momento, en ese mismo sito donde estaba, me viese quien me viese. Y mientras una mano bajaba al coño, la otra jugaba con mis tetas.

Izquierda, derecha, derecha, izquierda... qué más da. Mientras una mano daba placer a un sitio, la otra mano me conseguía placer del otro. Jugaba en mi coño con la mano plana, con algún dedo dentro, pellizcaba labios, clítoris, lo que fuese... y empecé a tener orgasmos. Uno detrás de otro. Y yo gritaba ¡y os juro que gritaba de verdad! Hasta que en un momento dado y con un espasmo total de mi cuerpo, me dejé caer encima de la toalla. Estaba destrozada, agotada, sudada, mareada. Y noté el peso total de mi cuerpo. Creo que por primera vez, noté cómo mi cuerpo se hundía por su propio peso.

No soy consciente del tiempo que estuve allí, mientras pensaba y me daba placer, y mientras intentaba descansar después de tanto placer recibido. Solo sé que me costó la leche llegar a mi casa y ya eran las 4 de la tarde y sin comer. Y menos mal, que mi querido esposo sabe cocinar y algo se haría para comer. Y mi hijita comía en el cole. Me di una ducha perfectamente lenta y fría, y no sé cuantas veces me enjaboné. Sinceramente me encontraba sucia. La noche anterior no me pude dar una buena ducha porque todos estábamos en casa, pero ahora... y seguía sintiéndome sucia ¿Dónde me había metido, Dios mío... qué había hecho?

Pero al secarme y mirar mi macizo y desnudo cuerpo en el gran espejo de mi dormitorio, tomé dos decisiones. La primera, afeitarme el coño como lo tenían Roxana y Paca, y sabía que también muchas de mis compañeras de marisqueo. Y la segunda, seguir manteniendo relaciones con las dos mujeres ¡las dos mujeres! Dios mío ¡y ellas me habían dicho que mi cuerpo era deseado por muchos hombres y en especial Nuno!

A Nuno le conocía desde hacía pocos años, desde que nos casamos y vinimos a vivir aquí. Siempre me cayó muy bien, simpático, divertido, casado, con cuatro hijos, unos 48 años. No era Apolo, más o menos de mi estatura, pero fuerte, recio, hermosamente peludo, negro por el sol, marino de pesca, de esos de media vida en el mar y media vida en las tascas, porque eso de meterles en casa, como no fuese para follar... y con el miedo de las esposas de ampliar la familia casi cada vez que llegaban de meses en alta mar.

Y claro, en estos pueblos no se hablaba de una novia en cada puerto, sino de una novia en cada tasca... ¡y hay tantas tascas y bares en estos puertos de pescadores y sus comarcas! ¡y tantas ganas de vaciar los huevos en unos preciosos coños soñados durante esos meses rodeados de agua y pescado!

Mi marido siempre me pedía hacer intercambios de parejas, incluso hacerlo yo sola con otras mujeres o incluso hacer tríos de MHM. Yo quería que mi esposo supiese el cambio de mi vida, pero lo que pensaba era no decirle con quién lo hacía. Una cosa era hacerlo con mi prima Cristi y su marido y otras... bueno, pensaría como hacerlo. Si a él le gustaba la idea de que yo follase con unos y otras, lo sabría, pero me pensaría decirle con quien... al fin y al cabo, no lo iba a hacer mañana mismo. Tiempo al tiempo.

Y que conste, que yo solo estaba pensando en hacerlo con Roxana y Paca, lo de Nuno fue solo un pensamiento de un simple comentario de Paca. Lo que yo no quería decir a mi esposo era que follaba con esas dos mujeres, porque con hombres y a solas ¡ni de coña! ¡Ni que fuese una puta! Creí que lo mejor era decirle que follásemos con Cris y su marido, que con esa relación con Cristina me había hecho bisex y jugaba con otras, y hacerlo con alguna otra pareja que me dijese Quique, siempre que el hombre más o menos me gustase, pero ¡yo con otro hombre y a solas...! NUNCA.

Pero yo, además de ser una nueva mujer bisexual, también era ama de casa y madre de una preciosa niña que me traía loquita. Así que me arreglé ¡y hasta me maquillé para ir al cole! Y eso, me fui al cole a buscar a mi Alba. Me encontré con las madres acostumbradas, hablamos de lo de siempre, y cada una a su casita con su hijita. Ese día quería hacerme perdonar por mi esposo (aún me sentía sucia ¡os lo juro!) y le preparé un lacón que había comprado para el sábado y con unos tomatitos, champiñones y unos pimientitos que picaban más que las pirañas, todo al horno y le ataqué para sobornarlo.

Me había cambiado antes de cenar, llevaba un corto vestido de amplia falda y la parte superior la dejé, como por descuido, desabrochada. Naturalmente sin sujetador ¡marcando poderes! Y después de acostar a la niña, me aplasté contra él en el sofá que miraba en la tele un partido de baloncesto. Esa tarde, me había comprado un paquete de tabaco rubio, encendí un cigarrillo y como si no me diese cuenta, metí mi mano sobre su bragueta... y en pocos segundos aquello empezó a subir de volumen. Ya sabéis, es como hacer un bizcocho, calentarlo (eso es lo importante) y esperar a que suba. Y la bragueta, calentada por mi mano quieta pero prometedora, subió.

Le miré a los ojos, vi que ya no miraba a la canasta sino a mis tetas, me levanté, aplasté la colilla, me arrodillé ante mi amado (¡y os juro que es amado de verdad!) esposo, le despasé la cremallera y apartando un poco su calzoncillo, apareció su polla, que debo reconocer que está pero que muy bien, pero nada comparado con el pollón de látex con que Paca me folló la tarde anterior. Lo fui metiendo en la boca, moviendo mi lengua, dejándolo entrar lentamente para que durase más. Pero poco después, mi amado Quique, acarició con sus manos mi cara y mirándome a los ojos, me dijo.

  • Sé, querida Yoli, que algo te traes entre manos. Tú jamás has sido así, pero ya que estás en plan quiero follar, sin que sea sábado, en el sofá que casi nunca lo hemos hecho y con la cena que me has preparado, sube aquí, entre mis piernas, y cabalgaremos juntos hasta el orgasmo brutal.

Yo sonreí porque Quique tenía razón. Yo, como os he ido contando, era más bien fria y bruta y él es un animal sexual, siempre con ganas de meterla. Y mientras yo me levantaba del suelo, él se bajó los pantalones hasta los pies y con el mástil más duro que la concha de una ostra. Subí hasta allí, me levanté la poca falda, me ladeé la braguita que dejaba salir todo mi pelaje púbico y lentamente, muy lentamente, mirándonos los dos a los ojos sonrientes, me lo fui clavando hasta el fondo. Me quedé quieta unos instantes y de repente aplasté mis labios contra los suyos. Necesitaba besarle con la misma o más intensidad que a Roxana ¡Roxana... cuanto placer me dio el día anterior! ¡Y cuantas promesas de sexo con Paca, con Nuno, a través de Paca y su bar...!

Y mi cuerpo se separó de mi alma y empezó a galopar sobra las piernas de Quique, que me terminó de desabrochar el vestido y jugar con mis tetas. Y mi alma empezó a galopar entre mi esposo amado y los placeres sexuales ofrecidos por Roxana. Y eso eran cosas que no entendía en ese momento. Yo quiero a mi esposo, locamente, únicamente a él. Pero los placeres y las cosas que me decía mi vigilanta, es lo que también me ayudaba ahora a hacer feliz a mi esposo. Y por uno de esos raros instantes en la vida de las personas, los dos nos corrimos al mismo tiempo, y los dos pegamos un grito tan alto al corrernos, que antes de darnos cuenta, nuestra hijita estaba en el salón mirándonos y preguntándonos:

  • ¿Qué estáis haciendo papás?

Cómo le explicas a tu hija, con cara de rara sorpresa, de lo que haces teniendo la polla aún dura dentro del coño de su madre, y su madre y su padre respirando fuerte, con mi falda en la cintura y mis preciosas tetas al aire, y el precioso semen de su padre resbalando de mi coño a su polla y de la misma al sofá ¡menos mal que tenemos una funda plastificada! Naturalmente, la mandamos a la cama sin respuestas a su pregunta.

Una vez limpio todo aquello y la niña durmiendo de nuevo, nos sentamos los dos y yo le dije:

  • Mira Quique, he estado pensando mucho tiempo, más tiempo del que tú puedas imaginar (y era cierto) en lo que me propones de los intercambios de parejas, y de hacerlo yo con Cristi y luego los cuatro juntos. Sé que estoy un poco chapada a la antigua, sé que soy mujer del interior y no de la costa donde las mujeres están más al día de las almejas (los coños) y los percebes (las pollas), pero también sé y soy consciente, que no te estoy dando el placer que tú deseas recibir, y si te parece bien, estoy dispuesta a ser más abierta, más moderna, follar con Cris y hacerme bisexual, pero con unas condiciones mínimas, ya que sabes soy algo vergonzosa y no quiero que te rías de mí y de mi ignorancia sexual.

Mi marido me miró con todo su cariño, acarició mi rostro y me dijo:

  • Soy consciente que estás cambiando últimamente, sales con amigas del trabajo, con madres de compañeros de nuestra hija, vas de vez en cuando al bar de la cofradía y al de Xavier, noto en tu aliento que fumas de nuevo, ahora lo estás haciendo, te veo nerviosa. Y acabamos de pegar un polvazo de los mejores de nuestra vida y además aplaudidos por la niña ¿Qué quieres hacer y cómo? Porque yo jamás te he forzado y jamás te forzaré. Me casé por amor y te amo más que cuando me casé. Jamás te haré daño.

  • Lo sé Quique. Si te parece, puedo hablar con Cristina y tener una relación sexual con ella. Y si sale bien, con ella y su marido nosotros dos. Y si esta sale bien, me dices con quien las deseas tener y entre los dos, decidiremos con qué parejas las tenemos y con qué parejas no. Sé que hay bastantes parejas por aquí que lo están haciendo, y casi todas mis compañeras que lo hacen, están contentas y luego lo hacen con ellos y con ellas a solas, y eso es una de las cosas que me frena.

  • ¿Te frena el tener relaciones sexuales a solas, con las mismas personas que las tienes por parejas?

  • Sí. Porque tú y yo, y todos, tenemos gustos privados. En una relación de parejas, no solo es para follar, es para cenar, tomar unas copas, salir de excursiones incluso con los hijos y follar. Pero puede que no desee follar a solas con una determinada mujer o un determinado hombre. Y al revés, que me guste hacerlo con una mujer determinada o un hombre que me guste estar con él. Y esa es mi oferta, tú sabes que no me gustan los intercambios, así que para darte gusto a ti hacemos intercambios, o al menos lo intentamos, pero si me acuesto luego con otros hombres o mujeres, tú sabrás que lo hago, pero NÓ con quién lo hago ¡Y lo coges o lo dejas!

Mi marido, que me conoce mejor que yo misma, fue consciente, de que lo que le decía era un ultimátum. Sopesó pros y contras a una velocidad superior a las naves de Star Wars, y con un simple movimiento de cabeza, asintió. Le di un beso de cine en pantalla grande, me levanté, llené dos vasitos con orujo, le di uno a él y le dije:

  • Anda, tómatelo, quiero que estés preparado y calentito para dentro de unos minutos, porque mientras hablábamos antes, estaba pensando en ofrecerte esta noche la mejor noche porno de nuestra vida. Y si quieres que todo esto vaya adelante, no te burles de mí, solo enséñame y ayúdame.

¡Y lo ha hecho siempre! ¡Gracias Quique!

Y no perdí el tiempo. A la mañana siguiente tenía también día libre, llevé a mi hija al cole y tal y como esperaba, me encontré con Cristina con sus hijos. Y al volver a casa y quedarnos solas en la calle, así de golpe, tan bruta como soy, le dije:

  • Cristi, Quique y yo vamos a hacer intercambios. Ya sabes lo que opino yo de eso, pero queremos que los primeros seáis tú y Yago (Santiago) ¿Quieres enseñarme a ser lesbiana? Porque follar con un tío ya lo sé.

Me miró sorprendida, me cogió de la mano en plena calle y me arrastró hasta su casa. Creo que nunca he andado más rápido. Y ella posiblemente tampoco, porque apenas entramos en la casa y antes de que oyese la puerta cerrarse, sus labios aplastaban los míos y no me preguntéis cómo lo hicimos, pero allí pegadas a la pared, junto a la puerta de entrada, nos quedamos las dos en pelotas picadas. Y tampoco me preguntéis cómo lo hizo, pero antes de darme cuenta, yo tenía una corrida resbalando por mis piernas. Cierto que me encontraba muy excitada, pero... ¡joder con mi prima!

Y no os cuento lo que tardamos en llegar a su cama, todavía sin hacer de la noche pasada, y que nosotras deshicimos todavía más (y la manchamos también). Mi prima estaba deseosa desde hacía años por follarme y más entre primas. Ella era delgada, trabajó de dependienta de una perfumería hasta que tuvo su primer hijo, y como su esposo era proveedor de productos para embarcaciones, ella dejó su trabajo para atender parte de la oficina y la familia. Quiero decir con esto, que no era físicamente una mujer fuerte, sino una mujer absolutamente normal. Ella me acariciaba, me hacía volver loca de placer... pero no era Roxana, ni mucho menos Paca.

Y allí entre sus brazos y corriéndome varias veces, porque realmente era muy buena en el sexo y además, yo le gustaba mucho como os he dicho, mi cuerpo estaba totalmente entregado a Cris, pero mi mente, mi alma, estaba suspirando por los placeres sexuales que me proporcionaron mis dos amantes y maestras femeninas solo dos días antes.

La fuerza y voluptuosidad de Roxana, una mujer sin tapujos y con una pasión y libertad sexual brutal. Y la agresión salvaje, violenta, grandiosamente sexual de la tía Paca, penetrándome sin miramientos una y otra vez con el grueso arnés con el que se dotó, Pensando en estas dos mujeres y su relación sexual más bien dura, me entregué totalmente a mi prima, y aunque yo tenía solo la experiencia de esas horas con esas dos extraordinarias mujeres, quise competir con mi prima. Y Cris y yo estuvimos casi dos horas follando sin parar. Solo paramos un instante, para fumarnos unos cigarrillos, y tomarnos unos refrescos para apagar la sed y la sequedad de nuestras gargantas.

Nada que ver con los orujos y los albariños con las otras dos mujeres. Y de como cuando Paca me sacó el dildo del culo, me lo metió en la boca y yo chupé de él y aprendí a saborear mis propios productos. Y encima no los rechacé.

Al finalizar nuestro agotador y delicioso primer acto sexual entre las dos, nos dimos una pequeña ducha refrescante, y después de quedar para vernos mi prima, su esposo, el mío y yo en su casa, para cenar y follar por primera vez los cuatro, juntos y revueltos, salí de su casa y pensé ir a comprar algo al súper. Pensé en llevar a la cena un par de botellas de Ribeira Sacra reserva, me parecía un buen acompañamiento para la cena y para después de la cena bien fresquitas las botellas.

Pero los cielos me tenían preparado un segundo acto, en esta obra de los placeres sexuales y estos no eran coincidentes. Apenas doblé la esquina de la plazuela donde está el súper, vi llegar por la otra parte de la misma a mi pervertidora Roxana. Mientras yo llegué incluso a detener mis pasos al verla, ella agitó la mano en el aire y me dedicó una amplia sonrisa. La hijaputa es preciosa, con curvas rotundas, leggins azules ceñidísimos, sus tetas desafiantes en un jersey muy ajustado, y unos tacones de 6-7 cm

Tal y como iba aproximándose, mi mente empezó a debilitarse, mi cuerpo empezó a temblar y en mi entrepierna se alojaron millones de las más carnívoras hormigas que me mordían sin cesar. Cuando llegamos las dos  a estar frente a frente, nos miramos las dos fijamente, y noté como su pecho subía y bajaba casi tan nervioso como el mío. No nos dijimos nada, solo nos mirábamos y respirábamos como podíamos las dos. Pero entre las dos, se notó como Roxana era más poderosa que yo, más "entrenada", más decidida.

Simplemente alargó su brazo y me tendió la mano, mientras una extraña y abierta sonrisa se abría en sus labios. Yo alargué sin pensarlo el mío y nuestras fuertes manos se agarraron con fuerza. Y con mi cabeza en mil sitios distintos y sin saber realmente qué estaba pasando, mis oídos oyeron como Roxana me decía:

  • ¿Vamos Yoli?

Y mi cabeza asintió. No yo, sino mi cabeza, mi mente, mi espíritu interior ¡todos mis deseos tantos años escondidos! Y con las manos fuertemente cogidas y sin importarnos si alguien nos miraba o no, empezamos a andar.

Y empezamos a hacer el camino, ese camino que cada día construimos con cada paso. Empezamos a caminar, empezamos a recorrer el camino, empezó mi nueva vida...