Mi esposa me ama (1)

Por el amor que me tiene y le tengo me dejé dominar dulcemente.

MI ESPOSA ME AMA I

Actualmente Tengo 37 años y me considero el mas feliz de los hombres. La historia que les narraré inicia cuando tenía 32 años.

Siempre fui un hombre delgado, más no débil. Soy alto y me considero no un Adonis, pero tampoco un adefesio. Fui hijo único y quedé huérfano a los 17 años de padre y madre por causas que no deseo comentar, heredando una magnífica casa en la que vivo y algunos bienes que me permiten vivir con muchísima holgura, aunque no por ello me he descuidado en estudios y trabajo. Debido a mi timidez, solo tuve dos novias en mi adolescencia, las cuales me abandonaron pronto por ser tan corto de palabras y acciones. Soy blanco y de pelo castaño y ojos de un color café muy claro.

Así pues, a mis 32 años y sin ninguna experiencia con el sexo opuesto, solo había vivido de fantasías y de jalarme el nabo rabiosamente cuando las ganas de encamarme con alguna Diosa imaginaria eran insoportables.

Entonces la conocí. Una hermosa mujer de apenas 22 años, delgada y sensual, senos medianos, turgentes, piernas largas y elegantes, cintura estrecha y nalgas respingonas y de muy buen tamaño. Ojos obscuros tan vivos y expresivos como no se pueden ver otros. Boca ancha y sensual. Morena clara y de 1.67 era quien desde ese momento me cautivó para siempre, con esa melena castaña y abundante, su andar confiado y su seguridad en todo lo que hacía. Su nombre: Claudia.

Yo trabajo en una empresa de venta de cristalería al mayoreo, en la que empecé joven como auxiliar de contador, para hacerme paso hasta llegar a Jefe administrativo en ese entonces.

El gerente general, quien no me estimaba en nada, pero me soportaba por mi probada eficiencia, me llamó con cara de pocos amigos en ese día luminoso, para decirme que Claudia entraba a trabajar como su secretaria, por lo que debía darle todo el apoyo y la información que me solicitara. Ese primer día ella solo me vio de reojo dos o tres veces, sin apenas reparar aparentemente en mi embobamiento, mientras ella conversaba alegre con algunos de los empleados.

Al día siguiente me arreglé con mi mejor traje y llegué temprano, con la esperanza de encontrarla antes que el resto del personal llegara y poder platicar con ella a solas, mas Claudia llegó al filo de las 10, con una blusa rosa muy escotada, faldita corta de vuelo negra y zapatillas con tacones altísimos de aguja. Al verme, se dirigió a mi con desenvoltura mientras yo me convertía en un manojo de nervios: -Tu eres Ramón, verdad? El que controla al personal y las ventas, ¿no? – Para servirla, Clau uditaa, dije con turbación y la cabeza baja, mientras ella me veía divertida. – Pues he llegado tarde porque no me podía despegar de la camita, me dijo. Y añadió: --Espero que no me amonestes por ello, es que me dormí tan noche—mientras se agachaba a mi escritorio dejando ver dos globos perfectos de tamaño medio. Me puse rojo y no contesté; solo atiné a mover mi cabeza consintiendo su pedido, mientras ella, cada vez mas conciente del desasosiego que creaba en mi, se retiraba riendo a su área de trabajo. Ese día no pude despegar mis ojos de su hermosa figura cada vez que la veía, imaginando una y mil cosas, mientras Claudia, conciente de ello, se movía con coquetería y miradas penetrantes dirigidas hacia mí. Al final de la jornada laboral, tuve que ir a los servicios a ejercitar mi pito rabiosamente hasta que descargó su contenido blancuzco y me dio un respiro en su ya adolorida dureza de todo el día.

Pasaron dos semanas de lo mismo, hasta que ilusionado por sus miradas me atreví a invitarla:

--Claudita, le dije cuidando que nadie mas escuchase – no se si quisiera salir alguna tarde de estas a beber un café conmigo. Para mi sorpresa, contestó con alegría y desenfado -- Claro que si Ramoncito, esperaba que me lo pidieras, porque noto que no te soy indiferente--. ¡Que indiferente me iba a ser! Todo mundo comentaba lo buena que estaba y la forma medio impúdica en que vestía con aparente inocencia, mostrando por momentos la totalidad de sus piernas y la mitad de sus hermosas tetas, además del desenfado con que se dejaba dar "besitos y abracitos de saludo y despedida" por quien así lo hiciera.

Así que salimos por primera vez, aunque ella prefirió ir a un pub a beber un par de tintos, donde descuidadamente se sentó dejando que su minúscula faldita subiera hasta alturas increíbles entre sus muslos, lo que motivó que todos los hombres en el lugar clavaran sus ojos en ella, mientras yo con celos y una erección tremenda no podía casi articular palabra alguna. A partir de esa cita, siguieron otras mas, en las que ella empezó a llevar voz cantante en conversaciones y preferencias de lo que bebíamos o a donde íbamos; si yo decía que quería un café, ella de inmediato replicaba:

  • no, no Moncito, tu te bebes un tinto de la casa que es muy rico, para que yo no me sienta mal de pedir uno igual --. Si le pedía sentarnos en cierta mesa, replicaba, "no mon, sentémonos en aquella en la que puedo ver a todo el pub, y me pueden admirar a mí". También ella fue la que un día dio el primer paso, dejando caer descuidadamente su mano en mi pierna mientras hablaba sin dejarme a mi apenas proferir palabra, sintiendo mi cara arder de excitación y de amor por ella.

Así que seguimos saliendo tres veces por semana (martes, jueves, y los domingos todo el día) y en la quinta salida ella fue la que me dijo muy seria:

  • Moncito, creo que tu y yo ya somos novios, porque siento que te quiero y veo que tu me amas por sobre todas las cosas, no es así Moncito?- Mientras iba diciendo me iba acariciando la cara y cuello con sus uñas largas y entornaba con dulzura sus ojos. Yo solo atinaba a mover afirmativamente la cabeza, mudo de amor y al borde de las lágrimas por la alegría que sentía de saber que me amaba. Esta vez ella exigió una respuesta verbal, por lo que tartamudeando le dije que era el mas feliz de los hombres por saberme elegido de entre todos los que la pretendían. En respuesta, ella me dijo:

  • Moncito, te he elegido porque veo que eres dócil y sabrás atenderme como lo merezco. Además creo que me amas, pero debes esmerarte, porque quiero que ya jamás tengas ojos para ninguna otra. En ese momento, puso una mano sobre mi verga, abriendo al mismo tiempo sus piernas para alegría de los que se encontraban en el pub en que nos encontrábamos, ya que mostraba su breve calzoncito a todo mundo, y la refregó un poco sobre mi anatomía, constatando mi estado de excitación, satisfecha. El mesero no perdía detalle de ella y a cada momento se acercaba para ver desde arriba el tremendo escote que llevaba, del que se asomaban sus hermosos globos, ya que ese día no usaba sostén.

Esa vez fue la única que me atreví a pedirle que tratara de no mostrar sus encantos a diestra y siniestra, a lo que ella, melosamente, me dijo que tenía que hacerlo para que los hombres supieran la suerte que yo tenía de que ella era mi novia y no de ellos, pero que "nunca" le cuestionara su forma de vestir en adelante, ya que a ella le encantaba ser así, deseada y admirada por todos. Ese día, al dejarla en la puerta de su casa, me jaló hacia ella con fuerza y se colgó de mi cuello dándome un beso de larga duración e intercambios de fluidos salivales, que me hizo vaciarme en los pantalones de la excitación; cuando ella se dio cuenta de mis humedades, tocando por encima de mi pantalón, declaró solemnemente que efectivamente ella tenía razón y me haría muy, muy feliz, entrando a su casa y cerrando la puerta tras de si, dejándome totalmente mareado de amor y deseo por ella.

Unos cuantos días después, estando en una disco un domingo, estaba yo algo mareado por las copas bebidas, y le pregunté porque no la podía ver mas que tres días de la semana, a lo que recargando sus tetas en mi brazo, me dijo que para eso "debemos estar debidamente casaditos Mon", por lo que organizaría la boda para que nos casáramos en un mes mas. Sin dejarme hablar, salió a la pista a bailar sola, girando y mostrando a todo mundo sus preciosas nalgas al levantarse su vestidito, ya que esa noche solo tenía puesta una braguita de hilo dental, que se comía por detrás mostrando solo un pequeño triangulito en su conchita. Incluso un ratito bailó frente a un hombre que se le puso enfrente, sonriéndole y moviéndose a su alrededor, para terminar pegada a el con movimientos de frotamiento y dejándose abrazar y tocar con evidente gozo. Yo estaba tan celoso (y caliente), que al regresar ella sudando, me atreví a poner una mano en su muslo izquierdo, con la reacción inmediata de ella, de una tremenda bofetada, tras lo cual calmadamente me explicó que lo hacía porque quería que la respetara hasta la noche de bodas. Mientras yo soltaba unas cuantas lágrimas, ella me besó largamente diciendo que era porque me amaba y quería educarme debidamente para que fuésemos felices por siempre, que su encuentro con el chico con el que bailaba no significaba nada para ella ya que por el no sentía amor y que por eso se dejó tocar, con lo que yo comprendí que era a mi a quien amaba y se esfumó mi tristeza. Enseguida puso una manita sobre mi verga encima del pantalón, con eso tuve para descargar toda mi leche de inmediato manchando de humedad mi pantalón. Ella solo sonrió satisfecha.

Inesperadamente, el martes siguiente en la noche, estando yo en mi computadora navegando en internet, tocaron estruendosamente en la puerta. Alarmado, olvidándome de ponerme una bata, ya que vestía solo truza, fui a la puerta, abriendo apenas para ver quien tocaba en esa forma, pero intempestivamente entró claudita aventándome la puerta, diciendo que venía a conocer su nidito de amor y a empezar a arreglarlo, porque al día siguiente traerían algunos muebles que había pedido, aclarándome el sitio de compra de éstos, para que pasara yo a liquidar el importe. De pronto volteó a verme y viéndome con la verga dura bajo la truza, la apretó con fuerza doliente y me interrogó si le era infiel o había alguien en casa. Al negarlo yo, rojo de vergüenza, empezó a mirar inquisitivamente y a recorrer la casa de un sitio para otro. Al llegar a mi computadora, vió que la había dejado en una página dedicada a mostrar mujeres hermosas, por lo que de inmediato volteando hacia mi dijo con enojo contenido: "mon, me doy cuenta de que no me eres fiel, al estar viendo a otras mujeres. Te mereces un castigo y me propongo dártelo en este momento" "Claudita", contesté: "solo son fotografías y te juro que nada malo veo de ello" Eso bastó para que, iracunda, me gritara que me bajara la truza sin chistar y me acercara a un sillón de la sala en el que se había sentado bufando; que solo ella sabía que era bueno o malo para mi. Temeroso al verla tan enojada, me quité la truza con vergüenza acercándome a ella, que de inmediato me gritó que me pusiera boca abajo sobre su falda. Intenté protestar, pero dos bofetones me indicaron que era mejor no hacerlo, así que me jaló del pelo hasta tenerme como ella indicaba. Quitándome una de mis pantuflas, y, con todas las fuerzas de que era capaz, me propinó 50 azotes en las nalgas, mientras yo me quejaba inútilmente pidiéndole que parase. Al finalizar me ordenó que no me pusiese la truza, ya que deseaba verme completo para indicarme los cambios que querría en mi. Me dijo que me parase frente a ella, y que me fuera dando vueltas muy despacio. Primero comentó que mi "verguita" estaba chistosa, pero que estaba coronada de una cantidad de pelitos muy grande, por lo que debería rasurarme completamente y a conciencia, hasta el más escondido pelillo que tuviera en el cuerpo. Protesté de nuevo, diciendo que no me parecía adecuado, pero ni me dejó terminar, tomando mi pantufla de nuevo, me propinó un golpe en mis pelotas, doblándome yo hasta caer hincado, para después acercarse dulcemente y tomar mi cabeza para ponerla entre sus piernas, diciendo que era parte de mi educación, por lo que debía aguantarlo todo, para poder ser muy felices. Añadió que como ya estábamos comprometidos, me dejaría abrazarme a sus piernas y besarlas un poco, cosa que de inmediato hice con entusiasmo, olvidando el dolor que sentía. Al acercar mis labios bajo su faldita a su coñito, aspirando el dulce aroma que emanaba de ahí, dulcemente me detuvo y me dijo que eso no me estaba permitido aún, pero tomó mi falo erecto con su manita derecha y dulcemente la fue acariciando hasta que no pude aguantar mas y eyaculé por primera vez en mi vida ayudado por una mano ajena, su manita. Ella, con dulzura, llevó su mano a mi cara llenándola de mi propio semen, mientras me acariciaba con la otra mano en mi cabeza. Por último me hizo abrir la boca para terminar de limpiar los restos de lechita con mi lengua de su mano, según me iba indicando dulcemente. En el estado febril en que me encontraba, no hice sino obedecer todo lo que me pedía en ese momento. Después se dedicó a recorrer la casa y a impartir órdenes como si mi parecer no contara para nada. Que si este mueble se va, que si ya no quería que usara mas la computadora en internet, que si esa foto era fea, que si cambiaría las persianas, etc. Media hora después salía dándome un beso de campeonato, con la misma gracia de una gacela, dejándome en un estado deplorable, temblando y sin poder ni sentarme debido al dolor que en las nalgas sentía. Apenas podía creer que en menos de dos meses mi vida había dado un giro tan sorprendente, aunque me sentía feliz de que ella me amara y feliz también de poder servirle. Ni que decir que al día siguiente temprano me depilé a conciencia por amor a ella.

En la oficina, ella se encerraba largas horas en la oficina del gerente con el obligado rumor de los empleados, ya que a veces se le veía salir algo desarreglada del pelo y ropa, y con su carita roja y brillante. También eran frecuentes sus pláticas con algunos empleados al irse a servir agua o café, en las que se acompañaban de roces y acercamientos con palabritas al oído de ella y risitas que me mataban de celos. Una noche que la llevaba a su casa, me atreví a reclamarle un poco recibiendo por respuesta dos bofetones a los que empezaba a acostumbrarme, diciéndome enseguida: "Moncito, el es mi jefe y yo soy una buena empleada, así que cuando me necesita para diversas actividades propias de una buena secretaria yo no debo poner reparos en cumplir con mis funciones; en cuanto a los compañeros, no querrás que digan que soy una amargada". Añadió: "Tu eres mío y no me debes cuestionar lo que yo haga o no haga. En cambio yo debo dirigirte para que seamos muy felices, que es lo que quieres, ¿verdad amorcito?" Con esas palabras me desarmó y no me atreví a decir más.

El domingo anterior a la boda, llegó temprano sin avisarme a casa, con una amiga y tres amigos. Me dijo que estaba tan caluroso el verano, que habían decidido hacer uso de la alberca para refrescarse, por lo que yo debería organizar un asado en casa. Sus amigos, dijo, eran del gym donde ella se mantenía saludable los días que no me veía. Me mandó a preparar unas jarras de jugos con vodka y hielos, para llevar a la mesita de servicio de alberca, así como diversos bocadillos y cervezas, y ellos pasaron a cambiarse a los servicios de regadera y vestidores del jardín, sin preguntarme si yo quería divertirme también. Desde la cocina los vi salir gritando y riéndose estruendosamente. Claudita llevaba un bikini tan minúsculo que apenas tapaba los pezones de sus tetas, y abajo solo un pequeño triangulito de tela cubría su cocho, dejando sus posaderas totalmente descubiertas. La amiga (de nombre Norma) también iba con un bikini muy diminuto, dejando ver que era una hembra rubia muy hermosa, de tetas muy grandes, aunque unos 5 años mayor que mi amada. Los hombres eran todos fuertes y de cuerpos muy cuidaditos, más o menos de la edad de Claudita, por lo que deduje que serían fisicoculturistas.

Entraron todos a la alberca chapoteando y jugando muy felices, mientras yo iba acercando todo lo que se necesitaba para que estuvieran bien atendidos. En un momento dado, al voltear hacia ellos, vi que Claudita y Norma jugaban con esos jóvenes abrazándose y pegándose, dejándose manosear libremente por ellos, al grado de que a Claudita a cada momento se le salían las tetas de su bikini, tardando ella en cubrirlas de nuevo y sin que se le viera molestia alguna por ello. Al contrario, solo reía y ponía cara de pucherito mientras los hombres acariciaban y tocaban sin pudor sus pezones ya muy erectos. A Norma, a diferencia de Claudita, incluso la cargaban hasta sacarla casi del agua, mientras le metían mano en sus bajas intimidades y sus enormes ubres se bamboleaban mientras ella gritaba y se revolcaba entre sus manos alegremente. Yo estaba totalmente cachondo y con una dureza en mi verga como pocas veces la había sentido. Solo me cuidaba de que Claudia no se percatara de que me alucinaba viendo las tetas y el hermoso cuerpo de su amiga. Al poco rato, arrinconaron a Norma entre dos de ellos, y abrazando uno de ellos a Norma por la espalda, la pegó a el, mientras el otro le quitaba la parte superior del bikini, supuse que la parte de abajo también habría volado ya. A partir de ahí, todo fueron movimientos que indicaban que a norma la ensartaban en toda forma los dos al mismo tiempo, mientras el del frente manoseaba y chupaba sus tetonas. Ella solo suspiraba con cara de felicidad y éxtasis, dando grititos por momentos, cerrando sus ojos y abrazándose al que tenía al frente. Claudia, viendo esto, empezó juegos mas atrevidos bajo el agua, por la forma en que se movía con su amigo, ya que tenía las dos manos bajo el agua lo mismo que el, y se encontraban muy juntitos, aunque no se veía que la ensartara, mas la cara de Claudia indicaba su gozo.

Sin poder apenas contenerme, fui al baño de inmediato a masturbarme, tardando apenas 15 segundos en arrojar violentamente dos chorros de leche abundantes. Aproveché para ponerme un bañador y aparecer a la alberca a jugar con ellos, pero para mi sorpresa ya salían del agua y se tumbaban en el césped sobre las toallas a tomar el sol y disfrutar de sus bebidas, que Claudita me pedía sirviera para todos.

Al poco rato, uno de los jóvenes empezó a aplicar bronceador a Norma, para lo cual bajó un poco la parte baja del bikini y desabrochó la parte de arriba. Yo estaba alucinado con lo que veía, mas de pronto Claudita se levantó y amablemente me tomó de la mano para llevarme a la cocina, donde en privado me dio con mas fuerza que nunca 10 bofetones en la cara, diciendo que si esa era la forma en que me comportaba delante de ella, que iría a ser lejos de ella, mirando con esa cara lujuriosa a Norma. Acto seguido me hizo arrodillarme a pedir perdón por esa falta tan grande y a jurarle amor y obediencia eternos. Llorando lo hice y pareció conformarse un poco, aunque me dijo que en castigo solo serviría a todos y no participaría de sus actividades. Me dijo que debería quedarme en la cocina mientras no me llamaran para algún servicio. Salió hermosa y alegre de nuevo, mientras yo lloraba. Al poco rato pidió al amigo que había estado con ella en la alberca que le pusiera bronceador, para alegría de los tres hombres, ya que de inmediato le quitó la parte superior del bikini y empezó a regar por todo su cuerpo el líquido, mientras la masajeaba enérgicamente. Yo solo veía desde la cocina como incluso pellizcaba sus pezones obscuros que ya se mostraban incluso hinchados. También se permitió mover a un lado la tanguita y se esmeró en aplicar bronceador entre los pliegues de su rajita, que hasta ese momento podía conocer yo a través de la ventana de la cocina. Ella estaba tan excitada que de pronto bajó el bañador de su masajeador y se aferró con su manita izquierda a su verga, que si bien no era ancha, era bastante larga. El intentó dos veces levantar las piernas de ella y ensartarla, pero ella no lo permitió, jalándolo en cambio hasta que su miembro estuvo a la altura de su boca. Así, mientras el metía furiosamente dos dedos en su cuquita, ella le hacía una fenomenal mamada. Mientras, Norma era de nuevo ensartada; estaba montada en uno de los sujetos, mientras el otro le metía el miembro totalmente en la boca, hasta que la ví llena de leche saliendo de su coñito y de su boca

Yo empecé a sollozar en la cocina, jurándome que rompería ese mismo día el compromiso con Claudia y la alejaría de mi vida para siempre. Sin embargo, a media tarde se fueron sus amigos y Norma. Claudia entró, dorada por ese bronceador y el sol, alegre y en ese bikini de infarto, y mi cuerpo no reaccionó más que a través de mi miembro, negándose mi boca a proferir palabra. Al parase junto a mi y recargar con fuerza sus manos en mis hombros, me hinqué ante ella perdido de amor y de deseo. Entonces abrazó mi cabeza contra sus piernas y me dijo que me amaba mucho por entender que ella necesitaba divertirse y que yo era su amor y su siervo para siempre. Talló en mi frente su pubis, levantando después mi cabeza de manera que mi boca quedó pegada al triangulito de su tanga. Con pasión me pegué a el besando y respirando su aroma. Acto seguido me dijo me levantara y me dio un beso fuerte y prolongado con sabor a semen que ella había tragado de su amigo poco antes. No me importó. En ese momento supe que haría lo que fuera por ella. Me había corrido de nuevo.