Mi esposa: entregada (3)
Dejar y colaborar para que se follen a tu esposa otros hombres. En un relato verídico.
Me acerqué entonces a ella. Me miró vencida y cansada, pero sin rencor y sin que le llamara la atención el por qué estaba allí. La tapé lo que pude con su propio vestido que estaba en el suelo.
Aquello había sido demasiado. Estoy seguro que nunca hubiera pasado por su cabeza el haber llegado a estos extremos. Se encontraba sucia y manchada, avergonzada y muy cansada. Pero realmente no sabía lo que aún le esperaba.
Alfredo hacía rato que se había percatado de que alguien miraba el salón desde el jardín y supuso por los gestos que hacía cuando se asomó a la ventana que habría estado viéndolo casi todo: su desnudez; como la sodomizaban y como ella la mamaba; sus gritos, sus desconsuelos, pero también su gozo. Entonces se le ocurrió algo: me dijo en voz baja que abriera la puerta de la calle; se dirigió a ella y levantándole el vestido que la tapaba, cosa que instintivamente ella trató de evitar, la cogió del brazo y la atrajo hacia el. Estaba aún desnudo y aunque no tiesa, su polla aún parecía tener capacidad de asombro.
Desconcertada y temiéndose lo peor, ella le dijo: <<¡¡No, no, por favor; otra vez no!!>> Se la colocó frente a el, de espaldas y se acercaron al ventanal. Empezó a sobarle el vientre y los pechos, mientras la besaba en el cuello, diciéndole: <<¡No te preocupes. Tranquila. ¿Estás cansada, verdad?>> y continuaba con sus manoseos, procurando que ella fuera vista completa desde abajo. <<¿Notas mi polla?. Aún está dura. ¿No quieres más?>> y se la refregaba por su culo. <<¡Me duele todo. Déjame descansar, por favor! Y con su mirada parecía solicitar mi colaboración para que la dejaran tranquila.
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Ella dio un respingo al percatarse e intentó volverse, pero
el no la dejó y muy a su pesar fue forzada a permanecer allí un buen rato,
siendo magreada y besuqueada por todos lados mientras la miraban personas que ni
siquiera ella conocía, pero le era muy difícil evitarlo. Avergonzada, le suplicó
varias veces que la dejara y una de ellas el la volvió contra si y le dijo:
<<¡Tranquila. Era una broma. Es que estás tan buena y te tenia tantas ganas que
es difícil dejarte y evitar que los demás te admiren>> Mientras, con su brazo
tras ella le hizo señas al que se encontraba en el jardín para que subiera,
indicándole con gestos y dedos el piso y el lugar donde tenía que dirigirse.
Ella no se percató en absoluto. <
Este se dirigió al baño. Por un momento quedamos los dos solos en el salón.
Entonces me recriminó: <<¿Por qué has hecho esto conmigo??¿Por que lo has consentido?>> <<¿No te ha gustado?>> le respondí. <<¡Creo que has pasado bastante. Nunca me lo hubiera imaginado!!>> fue su respuesta. Le ayudé a colocarse el vestido como si todo hubiera acabado. Se lo puso con el fin de taparse antes que nada. Se quedó sin sujetador porque comprobó que estaba roto.
Aún no le había dado tiempo de ponerse las bragas blancas, cuando vio que alguien, de pronto, empujaba la puerta de entrada que no sabía porque estaba abierta. Miró extrañada e intentó esconder las bragas que tenía en las manos en ese momento. Un hombre entró. Era el momentos antes había visto en el jardín, mientras Alfredo la había mostrado y magreado. Más alto que ella; bien parecido, joven.
Este me saludó con un gesto y sin decir más empezó a bajarse los pantalones y calzoncillos ante ella. Su polla era enorme; estaba muy tiesa y dura.
<<¿Pero que es esto?¿Qué pasa?>> gritó ella. Imaginándose lo demás se fue corriendo hacia la habitación cerrando tras de si la puerta, que al ser interior no tenia cerraduras. Se apoyó por dentro e hizo fuerza para impedir que alguien la abriera.
El recién llegado, que sabia a lo que iba, me dijo, sin saber aún que esta era mi esposa. <<¡¡La voy a rajar de arriba abajo!! , ¡Joder como está la tía! ¡Y como follaba y la follaban! Y dicho esto fue corriendo hacia la habitación empezando un forcejeo: el por entrar y ella por lo contrario, gritando mi nombre y suplicándome, a la vez para que acudiera en su ayuda.
No tenía cuartel entre lo cansada que se encontraba y la mayor fuerza de aquel individuo. No tardó en abrir la puerta. Dio varios pasos hacia atrás, contra la cama, mientras lo miraba desnudo echando de vez en cuando con estupor una mirada a su gran polla tiesa y solo lograba articular: <<¡No, no, no !>>
Entré con ellos para observar y participar si era necesario porque a estas alturas ya no podía aguantar más. Empezó a dar grandes gritos: <<¡Socorro!>> gritaba. <<¡¡Déjame!!, ¡¡¡no, no !!!, ¡¡Alfredo, por favor!!, llegó a decir, viendo que yo permanecía impasible observando. El llegó a su altura, la empujó sobre la cama y sus piernas y vello del coño quedaron al descubierto. Se echó sobre ella. Mi esposa se defendía pegándole con fuerza donde alcanzaba y retorciéndose sobre la cama intentando cerrar las piernas. Entonces le sujetó los brazos con una mano y con la otra la golpeó fuertemente con la mano abierta en su cara. Después le rasgó el vestido por el escote de lado a lado, quedando este echo jirones quedó sobre su cuerpo. Fue un gran golpe que ella nunca hubiera esperado y la quedó momentáneamente aturdida y paralizada. Entonces el le abrió, no sin dificultades, las piernas ayudándose de las suyas y después de observar su negro y hermoso coño, todavía con rastros de leche la penetró con su enorme polla de golpe, como si le estuviera propinando otra bofetada. Sus pechos que se mostraban hermosos pero enrojecidos, parte de su torso y su nalgas abiertas empezaron a mecerse al ritmo de las fuertes embestidas.
Ella gritó angustiada. Se arqueó, levantándose levemente, echando después la cabeza hacia atrás en un gesto de dolor. <<¡¡Ahh!!, ¡¡ahhh!>> <<¡dios, dios, no, no, por favor!!. El yacía encima de ella, bombeándola bestialmente. Cada golpe la desplaza sobre la cama hacia atrás. Sus piernas tremendamente abiertas su pelo totalmente enmarañado y también manchado de semen, el cachete enrojecido y algo inflamado, dejaba ver un hilo de sangre en la comisura de sus labios. A cada brutal embestida ella en vez de relajarse, levantaba la cabeza lo que podía suplicando con los gestos y gritos que la dejaran, que acabara ya aquel suplicio. Creo que no sentía placer. Por sus gestos el coño parecía arderle, quemarle. El la follaba jadeando intensa y guturalmente. <<¡Puta, te voy a rajar!. ¡¡Vas a saber lo que es bueno!>> Y continuaba con sus feroces embestidas.
Entonces empecé a denudarme con rapidez. Mi polla esta tiesa y a punto de correrme sin habérmela tirado aún. Me quedé totalmente desnudo. En ese momento entró Alfredo envuelto en una toalla de baño escandalizado por los gritos y ruidos. Se quedó mirando, me miró y sonrió. Ella estaba remitiendo en la fortaleza de su forcejeo, vencida. Con la cabeza hacia el lado derecho, las manos hacia arriba sujetas por aquel hombre, sobre la cama, lloraba amargamente. Pero parecía haber decidido que hicieran con ella lo que quisieran. No podía más.
Poco a poco ese hombre aumentaba el ritmo de las brutales penetraciones. Le estaba llegando el momento del clímax. Ya no lloraba; sus ojos cerrados, la cabeza a un lado, las manos hacia arriba, como al principio, pero ya sin que nadie las sostuviera. Se dejaba hacer.
Su cuerpo se había desplazado casi al otro lado de la cama. Entonces, tal como se la había metido, le sacó la gran polla; se sentó sobre sus pechos y sosteniéndosela con una mano se corrió sobre su cara. La corrida era enorme. Gran cantidad de leche mancharon sus ojos, la mejilla dolorida, sus labios, su pelo y parte del cuello. Pude observar como el pubis de ella, ya sin la polla, sufría contracciones y movimientos involuntarios y reflejos producto de la intensidad de la penetración y las increíbles sensaciones que debería estar experimentado. Antes de que hubiera acabado de correrse intentó penetrarla en la boca, cosa que le costó trabajo porque aunque ella, sumisa y entregada, no hacía nada especial por evitarlo, las dimensiones del pene lo dificultaban. No obstante, dentro le echó los últimos golpetones de leche que ella atragantadamente ingirió. Después se echó a un lado y acariciándose la polla quedó a un lado de la cama.
Cuando la soltaron quedó con la cabeza a un lado; los ojos cerrados, los brazos arriba y estos y las piernas abiertos. El cuerpo enrojecido en muchos puntos y manchado de leche por todos lados.
Fue cuando me subí a la cama; me coloqué encima de ella y empecé a penetrarla. No hizo ni un solo gesto. Parecía no sentir ni padecer. Su coño estaba totalmente dilatado y caliente, muy húmedo. Alfredo y el otro nos miraban atentamente sin perder detalle. En ese momento Alfredo le dijo que era mi mujer y esto lo excitó más.
Me hizo señas de que me volviera y la colocara arriba. Paré un momento de follármela y sin sacársela le di la vuelta abrazándola poniéndola sobre mi. Cuando estuvo encima ella se dejó caer sobre mi pecho. Pero aquel sujeto, colocándose tras ella, le abrió las nalgas cuanto pudo y la volvió a penetrar, esta vez por el ano y lentamente.
Ella se abrazó a mi cuello con fuerza; con sus manos me agarraba pellizcándome con una intensidad que variaba proporcionalmente según aumentaba la profundidad de la penetración, mientras todo su cuerpo se estremecía. Su cara era una expresión del más vivo dolor; cerraba los ojos intensamente, pero a pesar de todo no emitió un solo grito.
La polla de aquel hombre estaba entera dentro de su culo y había empezado a bombearla despacio. Yo mientras, con mi polla en el coño, la follaba como podía, cada vez más excitado. La agarré las nalgas con las manos y se las abrí todo lo que pude para que la polla de aquel tío entrara lo más profundamente posible. Se echaba sobre mí. Me apretaba, me agarraba con fuerza. Le temblaba el cuerpo. Empezó a gemir. Tenía aún la cara enrojecida y al acercarse me manchó de semen.
No pude más. Me corrí dentro de ella intensa y abundantemente, procurando penetrarla lo máximo posible. Le dejé la polla dentro. Momentos después aquel tío se corrió también y de nuevo dentro de ella; dentro de su culo, empujando con una fuerza asombrosa. Ella se apretujaba contra mí sin rechistar, pero con una expresión de inmenso dolor en su cara. Después la sacó. Sudaba bastante y con una cara de inmensa satisfacción solo dijo: <<¡¡Uff!!>> Se sentó al borde de la cama.
Ella quedó completamente echada sobre mí, boca abajo. Alfredo
que había esperado hasta ese momento masturbándose se acercó por detrás. La
cogió por la cadera, pero no la levantó, solo para permitir que yo me
escabullera de debajo. Se echó encima y sin levantarla se la metió de nuevo por
el culo. No le fue difícil. Lo tenia muy abierto y la leche se le salía por el
mismo. La folló enérgica y con mucha rapidez empujándola sobre la misma cama
mientras logró decirme: <