Mi esposa coje a destajo

Mi esposa es cogida por tres hombres y yo la observo oculto hasta que me permiten entrar a participar a medias.

Mi esposa coge a destajo

Mi esposa cree que en el placer todo es lícito siempre que no dañe a terceros, sin embargo y contradictoriamente con su discurso se resistía a reconocer que le gustan los hombres jóvenes. Decía que si todo es de mutuo consentimiento no hace daño a nadie, pero que sentiría vergüenza el hacer el amor con alguien demasiado menor que ella, que se sentiría, de llegar a suceder, una verdadera violadora. No pensaba que generalmente cada muchacho en la adolescencia siente el gran deseo de gozar con una mujer experimentada y que sueña con tener esa oportunidad. Que la producción desenfrenada de testosterona motiva una erección constante en los hombres y que el deseo obnubila la mente.

Pensamos los hombres en nuestra primera juventud en sexo y más sexo cosa que a mí en su oportunidad me sucedió y que la cumplí a medias, porque siempre me faltó mucho más por gozar de acuerdo a lo que hubiese deseado.

Yo intentaba cambiar esa idea. Le decía hasta el cansancio que la vida es una sola y que reprimirse al placer no tiene sentido. Aunque parezca dramático, después de la vida es la muerte.

Afortunadamente aquellas ideas de mi mujer fueron siendo relegadas por mi labor de convencimiento y porque el deseo de gozar es tierra abonada en cualquier mente normal.

Eliminamos pues poco a poco la mayor parte de los odiosos sentimientos de culpa y fue cambiando de actitud.

Comencé a darme cuenta que tres muchachos vecinos procuraban relacionarse con ella en el estacionamiento, en las áreas verdes, en la junta de condominio y donde fuera. Entre ellos manejaban algún lenguaje malicioso al cual no tenía yo acceso pero sospechaba de qué se trataba. También advertí en ella una mirada misteriosa, no estaba ajena a lo que pasaba. Yo deseaba que algo sucediera pues, el que haga el amor con otros me vuelve loco mientras mayor sea la perversión, tanto de ella como mía.

La situación puso a trabajar mi imaginación. A cada momento imaginaba deliciosas escenas y no hallaba la hora en que fueran realidad.

Un día regresé a casa de improviso pues un viaje fuera de la ciudad abortó. Más que nada la esperanza de que algo estuviera sucediendo me hizo ser sigiloso, dar vuelta la llave como un ladrón y entrar clandestino a mi propia casa.

Sentí un rumor de frases y risas apagadas, me acerqué silenciosamente al cuarto con el corazón a millón y lleno de esperanzas y la vi con los tres muchachos de mi sospecha semi desnudos, solo en interiores, ella en sujetador y tanga y el rostro enrojecido seguramente por la botella de whisky que ya por la mitad estaba en la mesa de noche. Miraba excitado como ella acariciaba las piernas de uno de sus jóvenes amigos.

Mi corazón se desbocaba, vi que con certeza algo delicioso se avecinaba.

De acariciar las piernas del muchacho pasó al bulto del pene y les pidió a los otros dos que se acercaran. Comenzó a tocarlos en sus miembros y luego a bajar sus interiores. Tres penes erectos la apuntaban, los que comenzó a chupar al principio suavemente y después con mayor intensidad y lujuria. Transcurrido algún tiempo advirtió mi presencia y lejos de amilanarse se le iluminó el rostro, le gustaba que la viera cogiendo.

No dijo nada de manera que sus amigos no se enteraran de mi presencia y se rompiera el encanto. Siguió chupando y de reojo me miraba con expresión perversa lo cual me llenaba de placer, pues ella sabía de mi repetida fantasía. Ya habíamos participado en algunas experiencias no tan deliciosas como la que estaba transcurriendo pero experiencias al fin, donde el sentido de la propiedad y el machismo quedaban fuera.

Saboreaba los miembros haciendo ruido como si fueran chupetas y diciendo lo rico que le parecían. Me miraba de manera subrepticia cuando les pasaba la lengua por el glande y comenzó a masturbarse por el ano. Les pidió que se lo metieran por atrás hasta que uno de ellos tomó la iniciativa. Que rico, decía, mirando hacia donde yo estaba oculto y se relamía a la vez que alternativamente chupaba llena de placer mientras era cogida.

El que la penetraba sacó su pene y otro comenzó a mamarle el culo, otro se metió por debajo y le mamaba la vulva, otro le metía el pene en la boca agarrándola por la nuca y yo desesperado y loco miraba tan deliciosa escena en silencio que era parte del placer, ser aparentemente engañado por la esposa puta.

Las cosas tomaron ritmo de desesperación, el que tenía su pene en la boca comenzó a cogerla presa del placer hasta que acabó profusamente, el que le mamaba el culo ya no podía más y el tercero se acomodó para cogerla por delante. En un momento era cogida por los tres de diferentes maneras mientras se debatía en gemidos de placer.

Era muy rico lo que estaba viendo. Lo que más me calentaba era su mirada perversa que disimuladamente me lanzaba mientras gozaba desenfrenada, dueña de si y para nada preocupada por sentimientos de fidelidad.

Actuaba como dueña de los hombres que la cogían. Les chupaba el pene turnándose del uno al otro, los tocaba y les ordenaba que hacer para sentir mayor placer.

De pronto me miró como si se diera cuenta que existía, actuando con la mayor naturalidad para que sus compañeros de goce lo supieran y de inmediato los tranquilizó diciéndoles que a mi me gustaba mucho ver que otros hombres la cogieran. Deseaba que yo estuviera ahí como parte del placer inmenso del sometimiento hacia el esposo. Lamió con deleite el pene que en ese momento tenía en la boca y le pasó la lengua por la zona más sensible. Que rico decía mirándome turbiamente, mientras el hombre se estremecía hasta que en una convulsión acabó otra vez en su golosa boca.

Entré en la habitación ya con el permiso de todos y me senté en la poltrona de al lado de la cama a mirar de cerca y loco de placer la exquisita escena que se desarrollaba. En un momento en que su culo quedó libre y parado aproveché de chuparlo, de meterle la lengua y gozarlo. Uno de los hombres quiso estar, me hice a un lado y le facilité la labor separando las nalgas de mi esposa para que la penetrara, eso la excitó mucho, era una delicia mi actuación de facilitador de su placer, después me dediqué a chuparle las tetas que era lo único que quedaba libre mientras los tres la cogían por su tres aberturas hasta que todos, los tres hombres y ella acabaron ruidosamente.

Ya extenuados terminó la orgía y cada quién se fue a su sitio. Mi esposa cansada dormía plácida, nuestros amigos se fueron a sus casas y yo intenté dormir aún excitado y feliz pensando en las futuras oportunidades que seguro se presentarían.

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