Mi esposa 2

Los mirones se van acercando con sigilo. Las mujeres luchando con el ligero viento adoptan posturas irreales para mostrar lo mejor posible aquello que no se enseña.

Mi esposa 2

El caballero solitario y Karla

por Ramón Fons

Llamé a Pepe para invitarle a comer el domingo en el chalet de Mercedes y Luís.

-Busca alguna visita para el lunes y te vienes el viernes noche. Y olvídate de hoteles. En casa sobran habitaciones. Te envío una copia de la llaves por si llegas y no estamos en casa.

La semana transcurría lenta y aburrida. Trabajo y más trabajo. De eso se trata, no? De trabajar.

El viernes a eso de las 22 horas Pepe entró en casa con su llave. Mi esposa estaba en la ducha. Al oír el chapoteo del agua Pepe dijo mirando a sus espaldas

  • Ve desnudate tu también. Le daremos una sorpresa.

Entraron en el baño y descorrieron la cortina de la zona de la ducha.

-Sorpreeeeeeeeeeeesaaaaaaa!!!!! Gritaron Pepe y una despampanante de ojos verde claro, rubia con el pelo a lo militar, casi dos metros de altura unas tetas de impresión y una V laureada tatuada en el pubis.

A mi esposa le gustó Karla y a ella mi esposa.

La ducha, dijeron, fue muy reconfortante.

Karla, era compañera de trabajo de Pepe.

-Hace tiempo que no le quito ojo y al final me atreví. La invité a cenar el miércoles y después de unas cuantas copas terminamos en un club para swingers. Mientras bailábamos en la pista casi a oscuras, mientras nos miraban dos parejas que luego conocimos, le conté lo nuestro y... – Me corrí viva. Sois una caña - dijo interrumpiendo el relato.

  • Pensé que si el domingo teníamos una comida, ella también podría venir a comer algo – risas y más risas.

Les comenté que Luís llamó cambiando la comida del domingo por café y copas ya entrada la tarde – Total, tampoco comemos y sólo bebemos.

Quedamos a las siete. Me alegré del cambio de planes.

Karla era la primera vez que venía a la zona. Le dimos una vuelta por los alrededores

y como amaneció el domingo soleado y caluroso mi esposa propuso playa.

-No llevo bañador- dijo Karla

-Yo tampoco- añadió Pepe

-Ja ja ja ja. No hace falta. En la nudista no se lleva este año - dijo mi esposa despojándose ya de la camiseta de tirante fino de color rojo. Todo el camino hasta la playa fue con los pechos al aire. -Esa juventud... pensé.

Siempre llevo varios pareo en el maletero del coche. La playa estaba bastante concurrida. Mucho turista mirón y poca chica a la vista. Llegamos a la zona donde solíamos ponernos. Más cerca de las dunas que del agua.

Unos siete entre jóvenes y mayores serían nuestros vecinos. Separados entre sí pero con un fin común. Mirar, pajearse y si existían los milagros, tocar. Dejaron de mirar al infinito cuando se acercaron los dos monumentos.

Llegando a la zona les propuse al equipo calentar el ambiente. Todos asintieron.

-Hasta el final - propuse

  • Seguro? - dudó Pepe

Ellas insistieron con el sí.

Por el camino indiqué a las chicas un montículo en una pequeña duna desde donde les veríamos y que ellas se situaran en frente. Mi esposa conocía el sitio perfectamente.

Desde detrás, mi esposa introdujo las manos dentro de la camiseta de Karla amasando los pecho. Karla comenzó a subirle la camiseta negra mientras contorneaba las caderas. Los mirones comenzaron a agitarse. Uno enciende un pitillo, otro se arrellana en la toalla, el que va vestido del todo se quita la camisa ... ahora Karla masajea los pechos a mi esposa que ya los llevaba al aire, y le baja la faldita tejana y el tanga negro a la vez. Mi esposa desabrocha el mini jeans de Karla y lo deja caer. Los mirones se alegraron de que Karla no llevaba tanga.

Como si fuera la operación más complicada del mundo, las dos hembras, radiantes, hermosas, desnudas, golosas y deseadas se esfuerzan en el teatro de colocar los dos pareo sobre la arena. Los mirones se van acercando con sigilo. Las mujeres luchando con el ligero viento adoptan posturas irreales para mostrar lo mejor posible aquello que no se enseña. Karla tira de un extremo la tela y mi esposa pierde el equilibrio cayendo espatarrada a medio metro del mirón más cercano.

-disculpe señor, es tan complicado que..

-siga, siga. Si yo no....

Uno de los mirones que ya se quitó el calzoncillo corrió a socorrer a mi esposa. La agarró amablemente con una mano en el culo, bien tocado, y la otra directa a la teta derecha. Ella le agradeció el detalle con un beso casi el la boca. El mirón se ofreció a apuntalar el pareo con su botella de agua y sus deportivas. mi esposa usó como cuarto puntal el mini jeans de Karla.

El mirón se tumbó en el pareo de mi esposa viendo desde abajo como seguían luchando para anclar el otro pareo. El mirón estaba empalmado y se la tocaba con disimulo. Karla lo vio y le guiño un ojo

  • No te corras en el pareo. Espera y nos llenas la boca-

Se corrió de golpe. Un mirón menos. Salió por patas y dejó el pareo llenó de leche. Pepe y yo nos partimos la caja. Las chicas cogieron el pareo manchado de leche y fueron a bañarse. El pareo flotaba a la deriva. Ellas parecían dos chiquillas en el primer baño del verano.

Desde las dunas fueron llegando más mirones. Es típico en aquella playa. Suelen haber parejas que quieren que les vean follar y otras que piden participación. Todo vale..

Salieron del agua correteando por la arena dejándose ver por la ya multitud. El pareo que quedaba tendido en la arena lo rodeaban unos nueve mirones sentados en toallas y otros tantos de pié, la mayoría ya desnudos. Otros esperando para hacerlo.

Cansadas de poner pollas duras se arrodillaron sobre el pareo y comenzaron a comerse la boca , los pechos, la boca de nuevo. Los gemidos exagerados agitaban a los mirones.

Ellas repasaban con la mirada el espectáculo que les ofrecían los mirones. Ese la tiene pequeña, aquella me la comía, vaya huevos me lleva, a ver si se corta la pelambrera...

Mi esposa se colocó debajo dejando que Karla fuera el nueve del sesenta y nueve. El corro se estrechó. Jadeos en el centro. Los hubo que se acercaban y agachaban para ver la lengua de mi esposa como acariciaba el clítoris y los labios de Karla. Otros hacían fotos con sus cámaras analógicas.

Uno, El que la tenía pequeña se atrevió tocar la espalda de Karla. Le acariciaba y bajaba la mano por debajo del tronco hasta tocarle tas tetas. Al ver que ella no lo impedía con la otra mano acarició la lengua de Karla y el clítoris de mi esposa. En segundos las manos se multiplicaron. Tanto movimiento desplazó a Karla y la dejó boca a riba junto a mi esposa pero del revés. Las manos seguían entrando por todos los agujeros. Mi esposa buscó al que le apetecía comérsela. Lo localizó. Le dio una buena ostia en el culo pues estaba comiéndose el coño de Karla y le dijo - Dame esa polla ahora mismo o largo de aquí.

El muchacho arrancó a dos que estaban masticando las tetas de mi esposa y se hizo un hueco. Ya situado se cerró el claro y volvieron a comerle las tetas mientras ella lamía el glande del mirón como una golosa lame un caramelo de palo.

Karla saco un condón del bolsillo de su mini jeans y se lo puso al polla peluda. Se la chupó junto con dos más. Uno de entrada se le corrió en la cara mientras seguía chupando la polla peluda. Él mismo se la metió de golpe en el coño. Entró sin problemas. Karla nunca había estado en una situación como aquella, ni de mucho. A lo sumo se montó un trío con Pepe y mi esposa en la ducha, pero nada, solo bocas y dedos. Aquello era un festival. Las mirones ya eran tocones y correderas. El que se la estaba chupando mi esposa quería que siguiera Karla.

Las dos bocas contra una buena polla. Fueron flaqueando las fuerzas de los tocones. Unos por KO técnico otros porque ya no se les ponía, pero los turnos no paraban. Seguían llegando.

Era hora de comer y luego teníamos que estar presentables en casa de Juan. Pegué un par de gritos “aquí la guardia civil” y los tocones y los mirones salieron despavoridos. Baño de agua salada que todo lo cura, con mucho restriego, gárgaras y en casa el desinfectante.

Nadie tenía ganas de cocinar. Pedí unas pizzas. Tras una buena ducha pasamos todos a la terraza a tomar el sol. Ellas no lo vieron en la playa.

-Mujeres guapas, bebidas, música y sol. Que más se puede pedir- Dijo Pepe

-Público– añadió Karla.- Es que ya me está gustando. Dos veces que me quedo en pelotas y todo dios me toca . Jajaja

Llamaron a la puerta desde abajo. Con la música, desde la terraza no lo oyeron.

-Karla, ven guapa, ven.

El pobre chico, al descubrir detrás de la puerta aquel cuerpo desnudo, le cayó la comanda al suelo y una de las cervezas explotó en el piso. La salpicadura alcanzó las deportivas y le empapó las perneras.

-No te preocupes cariño. Pasa, pasa, que Ester te limpiará.