Mi esclavitud, mi chantaje, mi destino (7)

Mi vida como esclava de tiempo completo se pone cada vez más candente y erótica. Mi situación es cada vez mas deseperante. Un mundo de placeres y caprichos me espera

Pasó el tiempo desde que comenzó mi vida de placer como esclava total. En ese tiempo relativamente corto, mi señora decidió operarme los senos, para tenerlos más grandes. Debía yo tenerlos lo suficientemente grandes como para que pasaran inadvertidos aun si llevara ropa grande, lo cual no me estaba permitido. Pasé a ser copa DD. Cuando desperté y vi mis senos, chillé de placer. Mis senos eran grandes y eróticos. Siempre se verían, y más con los escotes que estaría obligada a usar.

Llegó una noche en que mis señoras tendrían una velada nocturna de películas y cena especial. Yo, ataviada con mi traje de esclava, tendría la obligación de poner la mesa, recogerla, limpiar la cocina y los trastes. Debía hacerlo siempre de manera excitada. La noche comenzó y yo, mojada de placer con mis nuevas tetas, preparaba la mesa. La mamá de mi señora era la que les hacía comida, obviamente para complacerlas. Yo estaba avergonzada de estar junto a ella, por no poder cubrirme el cuerpo, y dejar mis senos casi al descubierto (con la operación, la tela de mi sostén que iba unida al delantal se me resbalaba y dejaba mis pezones expuestos). Yo casi estallaba del gozo de estar como esclava avergonzada.

La cena pasó. Al fin, todas se pusieron a ver películas. Era de noche y la mamá de mi señora se fue a su habitación. Mis amas apagaron las luces, y me ordenaron sentarme en medio de todas ellas, con las piernas cruzadas y con la cabeza recargada en el descanso del sofá. Un sofá cómodo.

Las películas eran eróticas, del tipo de sadomasoquismo. Karla y la hija de la amiga de mi señora se sentaron a mi lado. Me acariciaban las piernas con placer. En un momento, yo ya estaba sin sostén y con el delantal hacia abajo. Poco a poco, me fueron quitando todo el traje, hasta quedar completamente desnuda, solo con tacones.

En medio de la exhibición de la película, mi señora me ordenó ponerme de pie ante ella. Procedí a hacerlo. Lo hice con la cabeza hacia abajo, en señal de sumisión y respeto. Mi señora me ordenó tumbarme boca abajo en sus piernas, con mis nalgas al descubierto. Debido a que mi señora estaba sentada en un lugar alto, yo quedé con mis piernas colgando.

Mi señora comenzó a acariciarme la espalda y mis pompas ante el morbo de las demás. De repente, comenzó a darme nalgadas. Yo sentía sus palmas con increíble placer. Estaba a su merced, sometida totalmente.

Pasé un tiempo en esa situación. Cuando terminó, mi señora me tumbó hacia el suelo. Caí sentada, dejando caer mi torso hacia el suelo. Mi señora me tomó del cabello, y me puso de rodillas ante ella. Después, me ordenó que la besara del pie constantemente al mismo tiempo que debía tocarme y acariciarme mis senos. Comencé a besarla del pie, tocándome mis tetas siliconeadas. Yo estaba de rodillas y a gatas. Tenía mi collar de perra que me compraron. Estaba jadeando de placer.

En eso estaba, cuando la mamá de mi señora entró. Yo sentí placer de la vergüenza de estar así ante ella. No paré en ningún momento. No debía hacerlo, o sería castigada. La señora se sentó para relajarse y platicar con las demás. Pasé casi dos horas besando los pies de mi señora y acariciándome con placer mis senos.

Cuando terminé de hacerlo, mi señora me cedió a las chicas (sus hijas y la de su amiga). Ellas me llevaron al cuarto que tenían. Me tumbaron en la cama, y me amarraron a la cabecera. Las tres me latiguearon la espalda y las pompas. Mis pompas eran acariciadas y besadas por ellas.

Se detuvieron.

Karla: Porque no le incineramos las pompas y sus nuevas tetas.

Angélica: Claro, porqué no.

Las vi salir. Paola se quedó conmigo. Recorría mi cuerpo con su manos amenazadora. Jalándome del cabello (El cual estaba esponjado y largo por orden de mi señora) me amenazó:

-Sabes, zorra, vas a sufrir como lo que eres, una descarada.

-Si señorita (a ellas debía dirigirme de esa manera).

-Tu cuerpo solo servirá para el placer, como lo que eres, una golfa y vil descarada.

Angélica y Karla al fin llegaron. Me taparon los ojos con una venda. Después, iniciaron el juego que habían tenido conmigo en la ceremonia de iniciación. Me hacían preguntas sexuales. Yo debía responder de manera sensual. Si me tardaba demasiado o contestaba fastidiada, me arrojaban cera a las pompas. Así duré bastante tiempo. Mis pompas eran enceradas una y otra vez. Las gotas de las velas me tocaban mi piel a cada rato. Yo estaba extasiada. En algún momento, una gota cayó en mi colita. Mi placer fue enorme.

Después, me desataron, y me levantaron, tan solo para sentarme en una silla. Me amarraron las manos en la silla. Mis pies fueron atadas a las patas delanteras de la silla. Iniciaron el juego de nuevo. Ahora, cada que respondía enojada (yo fingía estarlo) o me tardaba, mis senos con silicones eran objeto de las gotas de las velas.

-Eres una zorra?

  • Sí (respondía fastidiada). Una gota se derramaba en mis senos- Ahhhhh

Así pasé una media hora que se me hizo eterna. Mis senos estaba a punto de reventar de placer. Mis senos quedaron tan cubiertos de cera como mis pompas.

Pasado un rato, mi ama Karla les anunció a las demás que irían por mi señora, su amiga y si quería, la mamá de mi señora para verme. Así se hizo. Mi señora, su amiga y la mamá de mi señora entraron. Yo estaba con mis tetas enceradas y con la cabeza hacia atrás, en señal de placer.

Angélica me desató. Me puso en la cama con las piernas dobladas (sentada). Yo levantaba y agachaba hacia atrás la cabeza de placer, de manera sensual, lenta y sugerente. Estaba desesperada.

-Es bueno que la descarada esta sepa que está para el placer de mis niñas- afirmó la mamá de mi señora.

-Ella lo sabe, mamá- contestó mi señora.

Mi ama Karla le dijo a mi señora, a su madre y a la amiga de mi señora (Martha) que yo había pedido ser incinerada de pompas y senos.

-No es verdad mi señora, yo solo obedecí.

Mi señora me asestó una bofetada.

Mi señora: Te prohíbo que vuelvas a contradecir a cualquiera de tus amas. Entendiste, golfa.

-Si mi señora, gracias por castigarme.

Mi señora: Aquí tú solo eres la esclava. Tú no puedes contradecir nada, aunque sea mentira lo que digan de ti. Aquí tú no tienes derecho a credibilidad. Tú solo eres una esclava, no tienes ningún derecho. Tu cuerpo y tu alma no te pertenecen. Me pertenecen a mí o a quien se los ceda. Es tu castigo por haberle quitado el novio a otra mujer y por haberte metido con hombres casados.

-Si mi señora, gracias por recordarme mi lugar.

Mi señora: Ahora, por haber cometido esa falta, serás castigada, u castigo durará una semana.

-No mi señora, concédame el perdón.

Mi señora: perdón denegado.

Entre todas, me llevaron a la sala. Las chicas fueron por algo del sótano. Lo que trajeron me desconcertó. Era una cama de cuero, con ruedas en las patas. Estas eran altas, como de un metro con 60 centímetros. Era una cama delgada de ancho (solo para que cupiera el cuerpo de alguien) y corta (solo cabría de cabeza hasta el vientre). Mi señora les indicó algo a las señoritas, y ellas me subieron a la cama. Me llegaba hasta el vientre por lo que mis piernas quedaban colgando. Mis nalgas quedaban más levantadas por una elevación pequeña en la parte del vientre. Después, me amarraron los brazos a unas correas propias de la cama, y de la cintura, me abrocharon un grueso cinturón. Así debía permanecer durante todo una semana, en esa situación tan humillante. Mi señora hizo que me untaran en las pompas y en mi colita un aceite resbaloso, que hacía que mis pompas se pusieran frescas.

Así comenzó mi castigo de una semana, en la cual padecí latigazos, humillaciones, pellizcos en las pompas y nalgadas. Yo solo deseaba terminar con la semana, pero al mismo tiempo, deseaba que se alargara. No podía creer lo bajo que mi vida había caído.