Mi esclavitud, mi chantaje, mi destino (3)
Mi vida da un inesperado vuelco. Poco a poco comienzo a sumergirme en un mundo de caprichos y placeres en medio de mi esclavitud
Sucedió después de algún tiempo de presentirlo. Ya presentía el hecho. Cuando me lo avisaron, no me sorprendió que así ocurriera, pero me dolió, obviamente. Estaba en la plenitud de mi esclavitud cuando me avisaron que mi tía estaba hospitalizada. Ella padecía de leucemia y problemas cardiacos. Cuando me avisaron que estaba en el hospital, mis amas me dejaron ir con ella. Estuve varios días con ella, hasta que finalmente murió. Era la única pariente cercana que me quedaba.
Después de que fue sepultada (ella murió pensando que trabajaba en una zapatería y ganaba ingresos propios) estuve triste varias semanas. Pero como ocurre con todas las tragedias, esta fue quedando en el olvido, y mi vida tenía que seguir. Ya no podían chantajearme mis amas y señoras. Sin embargo, una vida normal no me satisfacía para nada. Yo deseaba seguir siendo una esclava total. Yo estaba hecha para ser una puta. Varios días lo estuve pensando, y definitivamente, aun contra la vergüenza interior que sentía, y aun cuando intentara engañarme sola afirmando en mi mente que yo no era una descarada y golfa que quisiera llegar a lo más bajo, terminaba por aceptarlo. Y eso me exhitaba mucho. Tan era una golfa que seguí viviendo, en los días de duelo, con mis amas (ellas no me molestaban, pero yo escuchaba que murmuraban, y no sabía porqué, aunque presentía que tenía que ver conmigo). Cuando me masturbaba, me daba cuenta de que me espiaban, y hasta reían de lo puta que yo era en mi interior. Esto hasta que una noche, cuando dormía, o intentaba hacerlo, me decidí: sería esclava de por vida.
Sin embargo, algo me faltaba para que fuera tan exhitante como antes. Ya no estaría chantajeada. Me encantaba estarlo. Pero el hecho de ser esclava me ponía muy caliente. Decidí decirles mis deseos a mis amas a la mañana siguiente.
La mañana siguiente llegó. Cuando me levanté, extrañamente, no estaba mi ropa. Solo estaban mis tacones (los cuales no había usado desde que hospitalizaron a mi tía). Me los puse. Me gustaba estar así. Entonces busqué a mis amas. Las encontré en la sala sentadas. Me miraban de forma maliciosa. Me arrodillé ante ellas:
- Oh mi señora, vengo a decirle que no me interesa irme. Quiero ser su esclava toda la vida.
Mi señora sonrió junto con todas las demás. Se levantó:
-Ya vieron, se los hije, esta es una puta. Viene a suplicar que la acepte como esclava. Por supuesto que la aceptaremos.
-Solo faltaba que la descarada esta finja decencia y quiera irse- afirmó la amiga de mi señora.
Yo me levanté ante mi ama y señora. Mi señora comenzó a acariciarme la cara y el cabello.
- Pero, la muy golfa cree que va a ser esclava por simple deseo de ella. Ella cree que ya no la podemos chantajear con nada. Quien acepta ser esclava, ya no puede cambiar de vida. Ella pertenece ya a este mundo, y no podrá salir de el aunque quiera.
Al decir esto. comencé a exhitarme más. La posibilidad de poder ser chantajeada. Y lasa ansias de que me dijera como me chantajearía me ponía nerviosa y caliente de placer.
- Veraz mi amor, tú no tienes dinero para mantenerte. Tendrás que conseguir trabajo. Si lo haces, pues les daremos a tus compañeros y a tu jefe las fotos y el video de tu "aventura" en la playa. Sufrirás la peor vergüenza de toda tu vida, perra. Y no solo eso, les daremos videos de tus sesiones con nosotras. Verán a la golfa que tendrán de empleada o compañera.
Al decir esto, yo me dejé caer al suelo sentada. No lo podía creer, pero era verdad. Yo estaría entre mi reputación o mi esclavitud. Elegí lo segundo.
- Y eso no es todo, mi amor. Además, y presintiendo que eres lo suficientemente cobarde para afrontar algo así, y lo suficientemente de moral relajada como para pedir tu esclavitud, pues las muchachas se dieron el placer, esta mañana, de quemarte toda la ropa que tenías en tu vida normal. Y tus zapatos y tenis, pues los regalamos.
Yo estaba impactada, exhitada y sin poderlo creer.
-Bueno, aunque dejamos la falda de mezclilla que tenías, y una blusa blanca que vos usabas seguido cuando ibas con tu tía. Están escondidas en cualquier lado de la casa. Si las encuentras antes de las 5 de la tarde, podrás irte. Si no lo haces, pues vas a tener que aceptar tu esclavitud.
- Ay mi señora, y si no acepto, que va a pasar.
-Pues eso es muy tu asunto. Te respetaremos, y vos podrás irte. Nosotras te sacaremos, pero - y aquí comencé a tener los pezones duros- lo haremos sin tu ropa. Irás en tacones por todos lados, pero nada más. Vos sabeis lo que aceptas.
Mi situación era difícil. Comenzé a buscar mi ropa, con la esperanza de no encontrarla. Como tres horas después, encontré solo la blusa. Mi falda nunca la encontré. Al fin, llegaron las 5 de la tarde. Estaba en mi cuando, cuando entraron mi señora, su amiga y las muchachas. Me rodearon.
Mi señora: y bien, zorra, venimos a sacarte.
-Ay no, acepto mi esclavitud.
Mi señora sonrió. Me besó y me felicitó.
-Bien, pues si es así, te quedas. Aquí solo serás la golfa. Nada más. Entendiste, puta.
-Si, mi señora
Mi señora comenzó a acariciarme el cuerpo desnudo.
- Sabes, tu falda estaba en el jardín, y tu blusa en el sótano, donde nunca vos buscaste. Pero ya no importa, ya la quemamos.
Ahora si era una esclava total. Estaba atrapada. Mis amas me tenían controlada: o mi reputación, o mi cuerpo y alma.
Esa tarde, decidieron que antes de iniciar mi vida como esclava, sería bueno enviarme a una escuela de amaestramiento. Esto para forjarme en el arte de la obediencia total. Ahora que sería esclava sin interrupciones para visitar a alguien, mis dueñas decidieron que ya no usaría mas que mis tacones y botines como calzado, y pura ropa sensual, chica y de golfa. Para empezar, mis piernas simpre deberían estar descubiertas. Solo usaría mi micro falda. Mi espalda debía también estar casi descubierta, o descubierta totalmente (cuando no usara el brassier, pues la ombliguera ya nunca más la usaría). Siempre usaría escote, y me pusiera lo que me pusiera, mi colita siempre se vería, o parte de ella.
Esa noche, mis señoras me pusieron brassier. Me tendieron de rodillas en el sillón de la sala. Me obligaron apoyar los codos en el sillón. Mi señora me informó que esa noche vendrían dos mujeres mientras ellas irían de compras (junto con la mamá de mi señora). Mi señora se despidió de mí con un beso, una nalgada, y un "nos vemos, zorra, Provecho".
Antes de irse, ella me advirtió:
-Y no se te ocurra moverte o cambiar de situación, perra. Si lo haces, nos vamos a enterar, y vas a ser castigada. Te estamos checando a través de las cámaras.
Al fin se fueron. Duré sola varios minutos. En eso, escuché que alguien abría la puerta, y escuché pasos. Al fin llegaron esas dos mujeres a la sala. No podía creerlo, eran dos viejas enemigas de la preparatoria. Paola (como una de mis amas) y Fernanda, una amiga de ella. Paola y yo nos odiabamos, y juramos destruirnos. Yo me había acostado con su novio (a pesar de ser lesbiana) y eso me ganó su enemistad.
-Hola, puta- Me dijo Paola.
-Te acuerdas de nosotras, estúpida (Fernanda).
Se sentaron a mi alrededor. Me contaron que la chica que yo conociera en la playa, había sido contratada por ellas. Las fotos y el video se lo habían entregado, después, a mis dueñas.
Fernanda: Sabes, eso te pasa por golfa. Eso les pasa a las putas como tú.
El estar esclavizada a la vista de ellas, y el saber que no podría jamás vengarme, hacían que yo me corriera de placer. Tenía ganas de tocarme los senos, pero el temor al castigo me lo impidió.
Paola: bueno, descarada, ya nos vamos. Solo queríamos verte sufrir, y ver como caías en lo más bajo. La verdad, nos vale lo que te pase. Ojalá que tus amas te hagan sufrir muchos, zorra.
Al fin se fueron. Yo estaba caliente de placer. Sobre todo, estaba caliente nomás de pensar en lo que me esperaba en la escuela de adiestramiento.
¿Quieren que continúe?