Mi esclavitud, mi chantaje, mi destino (11)

Mi sumisión atrae eventos inesperados, los cuales tendré que padecer el resto de mi juventud.

Al fin, pasaron dos horas. Dos horas en que estuve en la posición en que mi ama y señora me dejara. Al fin terminó. Mi ama abrió la puerta de la habitación, en donde me había dejado de rodillas. Ella me había dejado solo en tacones y mi sostén. La micro y la tanga me la había quitado antes de irse.

Mi ama abrió la puerta y se dirigió hacia mí. Ella solo me acarició el cuerpo con sus uñas. Yo sentí escalofríos y placer, todo al mismo tiempo. Al fin, llegó a mi cabello.

-Hola mi amor, sabes, traje a unas conocidas, perra.

Después de decirme esto, ella salió de la habitación. Escuché que decía algo con personas cuyas voces me eran desconocidas. Mi ama entró de nuevo, pero ahora estaba ante dos chicas como de 30 años.

-Con que esta es la esclava, pues es hermosa la puta.

-Si amiga, tienes razón, y la vamos a gozar muy bien- afirmó la otra.

Mi ama se dirigió hacia mí. Se sentó junto a mi lado, y yo escuchaba las risas de las dos chicas por mi postura. Pude darme cuenta de que ellas se fijaban en mis nalgas. Yo estaba humillada y llena de placer.

-Te presento a Laura y María, esclava. Ellas son conocidas mías. Tu vas a tener que complacerlas en todo.

-Sí mi señora. Como usted desee.

-Bien.

Justo cuando acababa de hablar mi ama, entraron las chicas, la amiga de mi ama y su mamá, aunque ella solo para dejar panes y refrescos que disfrutarían las demás.

Cerraron la puerta. Al fin estaba con todas ellas. Sentí que alguien acariciaba mis pompas. Eran esas desconocidas. Me pellizcaban y me daban palmadas de vez en vez.

De repente, una de ellas me jaló del cabello, haciendo que levantara mi torso. Quedé de espaldas frente a los brazos de esa señorita (María). Ella comenzó a acariciarme mis pechos. Mi señora me quitó el brassier para que yo pudiera ser disfrutada en todo su esplendor. Yo jadeaba de placer. La otra señorita solo me acariciaba el cabello. Pasados unos veinte minutos, al fin terminaron.

Después, Laura se sentó junto a mi señora, y ella me jaló hacia ella, haciendo que yo quedara acostada boca abajo en sus piernas, con mis pompas levantadas. María comenzó a darme de nalgadas mientras mi señora y las demás solo se reían y se extasiaban viendo la escena.

María: sabes, descarada, yo te conozco. Eres una puta. Pero nosotras te vamos a dar lo que mereces, gracias a la generosidad de tu dueña.

Laura, que me daba de nalgadas, de repente paró. Tomándome de los brazos, me puso de pie. Después de examinar mi cuerpo y darme algunas caricias en las pompas y en los senos, me puso ante mi ama y señora, y me dejó caer en sus brazos. Yo abracé a mi señora con placer. Estaba sentada en sus piernas. Mientras esto pasaba, esas señoritas solo me acariciaban la espalda.

Al fin terminó todo. Mi ama les propuso quedarse a disfrutar todas la noche. Verían películas eróticas de sadomasoquismo. Mi ama les propuso juntar sillones de la habitación, para que todas estuvieran acostadas viendo las películas. Yo quedaría acostada entre ellas. Todas aceptaron.

Mi señora me ordenó ponerme el brassier escotado. y la microfalda negra de tela transparente. Mi señora me informó que irían a la cocina a preparar bocadillos paera la velada. Más bien, la mamá de mi señora los prepararía, pero yo sería su sirvienta.

Mi ama me condujo hasta la cocina. Después de informarle a su madre de los planes de la noche, me dejó con ella. La mamá de mi señora comenzó a preparar alimentos y bebidas, y yo la obedecía en lo que ella dijera. Le ayudé a lavar trastes, servir en los basos sodas, vinos y jugos, además de llevar bandejas a la habitación de mi señora. Yo lo hacía moviéndome como contorsionista. Yo era una descarada, y una prostituta entrenada para ser sensual.

Al fin estuvimos todas listas para iniciar la velada. Mi señora me ordenó seguir con la pequeña y escasa ropa puesta. Después de acostarse todas en las camas que pusieron para ver las cintas, yo debí ponerme junto a mi ama, acostarme junto a ella. Gozar de sus caricias, sentir dolor de sus pellizcos y placer de sus nalgadas.

Estuvimos así durante bastante tiempo. Mientras duraba una de las cintas, ellas me hacían de todo: caricias, nalgadas y hasta de vez en vez, me besaban las pompas. Terminando la cinta, todas se pusieron a comer y tomar. Yo era solo la chica de placer de todas. Yo debía estar por toda la habitación moviéndome, besando a alguna de las señoritas o a las señoras y demostrando cariño hacia ellas. Debía mostrar respeto y placer por estar sometida.

Al fin, mi señora me ordenó quitarme la microfalda. Yo obedecí en medio de un enorme placer por estar en brassier y tacones solamente. Me puse de rodillas junto a mi señora, dejando mis pompas levantadas, expuestas a mis amas jóvenes. Una de ellas comenzó a untarme crema, o aceite, pero algo con lo cual sentí una sensación muy erótica.

Pasado poco más tiempo, mi señora y las demás decidieron dormir. Yo me acosté junto a mi ama. Dormiría solo con mi brassier y atada de manos a la espalda. Esa noche dormimos bastante. Yo dormí lo suficiente como para estar lista, para la noche que seguiría, a servir de prostituta ahora en el otro burdel propiedad de Lupe. Solo que este era de lesbianas.

Ese día mi ama y señora me ordenó estar de rodillas en la cama, inclinado mi torso y mis manos amarradas a la cabecera. Debía estar con los ojos vendados, y mis botines negros de charol. Yo debía, por ordenes de ella, moverme sensual (mi señora hasta me advirtió que ella o las demás checarían que estuviera obedeciendo, o sería castigada por ello). Así estuve, más o menos como desde la una de la tarde, hasta las ocho de la noche. A esa hora, me desataron para bañarme, pues debía prepararme para iniciar mi trabajo en el club de lesbianas (o burdel para lesbianas).

Me bañaron. Después de peinarme y secar mi cabello, las muchachas, incluidas las invitadas de la noche, me vistieron con la ropa que llevaría: mis tacones con una microfalda negra de cuero que por atrás carecía de tela, dejando descubiertas mis pompas. La micro llevaría un delantal blanco de tela hasta los senos. Mis senos, esa noche, estarían descubiertos (mis pezones llevarían unas pezoneras de oro, de las que saldrían unas cadenas unidas a un collar de cuero negro). Estas pezoneras hacían que mis senos estuvieran parados.

Salimos. Me subieron al carro como en la otra noche, en medio. En los demás asientos iban las demás, aunque algunas se fueron en otro mueble. Llegamos después de cruzar bastantes tramos de la ciudad, a un burdel parecido al de la noche anterior, solo que aquí había muchas mujeres que bajaban de sus autos. Nosotras entramos por una puerta trasera, donde llegaban todas las prostitutas, y yo era una de ellas.

Estando en el camerino, entró Lupe. Después de saludar, se dirigió hacia mí tomándome de la barbilla y levantándome la cara hacia ella.

-Hola golfita. Hoy te tenemos una sorpresa que vos, en tu condición de chica inmoral y descaradas, vais a disfrutar, zorra.

Eso me dejó helada. Pero al mismo tiempo, me dejó con placer y ansias. Al fin, me anunciaron como "Jenny" en el altavoz, y yo salí a bailar a una pista (aquí no había pasillo, y la puerta daba a la pista de medio círculo). Salí moviéndome como lo que era, una golfa y una descarada. Una zorra a la que le gustaba estar esclavizada y a la que le gustaba servir con su cuerpo.

Solo vi caras femeninas alrededor. Al fin terminé de bailar. Esa noche, yo debía estar por todo el lugar. Fui contratada por dos clientas para tener relaciones en privados aparte. Ninguna era sádica. Pero a pesar de ser mujeres, tenían perversiones bastante eróticas. Una de ellas me trató como su "bebita".

Al fin, después de haber salido del privado con la segunda clienta, me puse a descansar en una barda de medio metro. Ahí me abordó una de las ayudantes de Lupe, y llevándome al camerino en forma brusca, me sentó en un sillón al lado de mi ama, y en frente de Lupe. Las demás chicas estaban alrededor.

-Sabes mi amor, como ya te había comentado, hoy te tenemos una "desagradable" sorpresa.

Yo moría de ansias por saber que era.

-Ven, María, acércate. Es hora de que la zorra recuerde algo de su pasado que la condenara al castigo esta noche.

¿Del pasado? No lo podía creer. Yo sería castigada por uno de mis pecados. Mi señora y Lupe me contaron que María era la hija de Ana, una mujer cuyo marido fue mi amante cuando estaba en la preparatoria. Yo, al meterme con él (a quien conocí en un lugar de música) había causado problemas con su mujer, que es de la edad de mi señora, o casi. Mi señora me contó que María había traído a esa mujer, y yo sería su clienta respectiva.

"Ay no, de esa mujer no" pensé en mi mente. Pero al mismo tiempo, lo deseaba. Me excitaba ser humillada frente a ella.

María: Esa, zorra, será tu venganza. Y vos irás a obedecerla, entendiste, perra.

Mi señora: contesta, esclava.

-Sí señorita. Promete cumplir con mi castigo.

Pasaron unos minutos en lo que hacían arreglos en una habitación. Al fin, mi señora me ordenó seguirla. Junto a la habitación, estaba Lupe, María, su amiga y, para mi sorpresa, mis dos enemigas de la escuela. La chica que había hecho que me filmaran y me tomaran fotografías comprometedoras hacía casi seis años, y por cuyo chantaje yo era esclava y puta. Sí: Paola y Fernanda.

Paola: hola descarada. Qué bien, trabajas en lo ideal para ti, de prostituta.

Ella y Fernanda solo se reían de mí. Ellas no conocían a María, solo estaban allí porque mi señora les había contado la historia de mi pecado con el marido de su madre. Y ella decidió someterme a esa humillación, de estar frente a Paola y Fernanda desempeñándome como mujer de la vida galante.

Fernanda: Que bien te ves en ese papel, puta. Estás con una vestimenta que a tu tía le habría matado de vergüenza.

Yo solo quería salir de aquí, aunque la verdad, esta humillación me causaba más placer. Mis pezones se ponían rojos, y yo quería que todo iniciara.

Mi señora me metió al cuarto, en donde vi a Ana. Ella estaba sentada en la cama, recargándose en la pared. Me miraba con atrevimiento y desprecio. Mi señora me ordenó servirla, y acto seguido, cerró la puerta, dejándome a solas con quien sin lugar a dudas se vengaría de mí.

Yo estaba frente a la puerta de pie, vestida como toda esa noche. Mi vergüenza aumentó cuando me puse a mover las caderas y a bailar, como me ordenó mi ama.

Ana: Hola. Te acuerdas de mí, estúpida. Pero te juré que la ibas a pagar.

Yo solo tragaba saliva de emoción y bajaba la vista llena de vergüenza. Ella me ordenó ponerme junto a ella. Debía caminar a gatas hacia ella. Así lo hice. Al fin estuve frente a ella. De rodillas, temerosa, humillada y llena de placer. Yo solo me ladeaba de un lado a otro de manera sensual. De repente, ella me echó agua de un vaso. Yo me quedé sorprendida. Estaba en eso, cuando ella me jaló del cabello hacia atrás, acercando su cara a la mía.

Ana: Así es como quería verte, puta, humillada y esclavizada. Ahora, échate de espaldas en mis piernas.

Me levanté. Me acosté boca abajo sobre sus piernas. Ella comenzó a levantarme la pierna derecha de la punta del tacón. Con la otra mano, solo me nalgueba. Nalgueba mis pompas al descubierto.

Paró un momento. Después, ella me desabrochó el botón de la liga que amarraba la microfalda por atrás. La dejó desabrochada, con mis pompas y mis caderas a la vista, y la micro debajo de mi vientre. De inmediato, inició la sesión de nalgadas. Mientras duraba, ella jaló la micro, haciéndola a un lado, tirándola al suelo en frente de mí, como para recordarme que yo estaba casi desnuda, pues el delantal iba unido a la micro, y no traía brassier. Solo me quedé con mi collar de perra, mis pezoneras y las cadenas que las unían a mi collar, además de mis inseparables tacones de punta alta.

Me tiró a un lado de mí. Cruzó las piernas, y yo comencé a besarle sus pies. Al fin, me ordenó que parara. Levantándose, me ordenó tumbarme sobre la cama, también de espaldas. Le obedecí. Ella sacó de su bolso unas correas. Me amarró las manos en la cabecera, unidas mis manos entre sí. Después, sacó una mordaza y un pañuelo con el que me ocultó los ojos.

Instantes después, ella comenzó a acariciarme las pompas. También, a pellizcarme. Al rato, sentí gotas de aceite caliente. Ella me enceraba las pompas. Yo sentía el placer de las gotas calientes en mis pompas. Me sentía toda una esclava y golfa.

Cuando terminó, la señora Ana me puso un sostén. Lo sentí escotado. Posteriormente, mi clienta Ana me informó que me haría preguntas acerca del pasado, y si yo contestaba mal o le parecía que no decía la verdad, ella me sometería a una sesión de cinco minutos de cosquillas suaves en mi estómago. Me quitó la mordaza y procedió con la sesión de preguntas.

Comenzó. Eran preguntas como de que si sentía placer al estar con su marido, o si me había ido con él de viaje, entre otras cosas. Yo contestaba. A veces, sentía como ella comenzaba a tocarme con sus uñas. Así duré alrededor de una hora.

Después, ella me desató y me quitó la venda de los ojos. Me informó que me pagaría afuera, delante de mi ama y mis enemigas, y que así me quedaría, con el brassier solamente.

Salimos. Ella me pagó. Después, todo se lo di a mi señora. Mi señora me informó que ya nos iríamos. Mis enemigas (Paola y Fernanda) estaban allí, y me dijeron que estarían en varios de mis castigos. Fernanda me lanzó una amenaza: "Ni creas que te vas a librar de nosotras tan fácil, puta".

Nos fuimos. Después de un rato, llegamos a la casa. La madre de mi señora nos recibió. Yo estaba apenada de estar casi desnuda frente a ella, y además, con las pompas enceradas.

Mi señora me trasladó a su cuarto. Hasta allá fueron las demás (las chicas y la amiga de mi ama). Mi ama me informó que de vez en vez me prestaría a Ana, para servir de esclava sexual y sirvienta en su casa, y que pobre de mí si la desobedecía. No podía creerlo, sería utilizada más veces por esa señora.

Mi vida como esclava y prostituta era cada vez más excitante. Lo es. Yo estaba totalmente bajo su control, en cuerpo y alma. Yo le pertenecía a ella. Sería su esclava por siempre.