Mi esclavitud, mi chantaje, mi destino (10)

Mi vida como esclava al fin se inicia. Yo caigo es las profundidades de una vida consecuencia de mi chantaje, y del cual no lograré salir: la prostitución. Prostitución, esclavitud, caprichos y humillaciones son mi destino

Al fin llegó mi turno. El altavoz me anunció como "Jenny". Las chicas me levantaron de mi asiento de los brazos. Allí estaba yo, parada, desnuda y solo con tacones y mi collar de esclava. Entre todas me fueron conduciendo a la salida del camerino. Al abrir la puerta, se entraba a un pasillo angosto, como de cinco metros de largo y solo dos de ancho. Yo salí del camerino. En cuanto salí y vi la zona erótica del club, el lugar donde estaban los clientes y las mesas, sentí placer y vergüenza al mismo tiempo. No podía creerlo, pero era cierto. Mi vida era la de la esclavitud y la prostitución. Había caído en lo más bajo. Sin poderme contener, me di vuelta entrando nuevamente al camerino, me arrodillé ante mi señora y le supliqué que me dejara estar con ropa, aunque fuera chica y sensual. Mi señora me dio tres bofetadas.

-Ya te habeis dicho que vos aquí eres la esclava. Entendiste perra.

-Si mi señora, gracias por castigarme- y en seguida me incliné para besarla en el pie.

Ella me levantó la cabeza del cabello.

-Ahora, zorra, levántate y anda. No dejéis esperando a los clientes, mi amor. Y por haber pretendido desobedecer mis órdenes, zorra, esta noche te espera un castigo cruel en la casa.

-Si mi señora. Como usted me ordene.

La bese de las manos. Enseguida me puse de pie, me di media vuelta y salí del camerino. Salí caminando sensual en el pasillo. Caminaba moviendo mis pompas y caderas provocativamente. Al fin llegué a donde los clientes estaban. Pude ver a hombres que se me quedaron viendo. Pude percibir sus miradas lujuriosas. Yo estaba siendo deseada por ellos. De repente, dos chicas que yo había visto con Lupe me condujeron a la pista del centro, donde debía bailar antes de que fuera reservada.

Entré a la pista. Bailé sensual. Bailé como nunca. Por un momento, pude imaginarme a mi tía si me viera. Yo misma no podía creer que me estuviera pasando esto. Que yo estuviera prostituyéndome desnuda y en un lugar semi oscuro, solo iluminado con luces.

Al fin terminaron los 30 minutos. Ya después, las mismas señoritas de antes me condujeron hacia afuera de la pista para dejarme enfrente de ella.

-Bien, a partir de aquí, esclava, caminaras a donde quieras, menos al camerino, zorra. Muévete sexy y sonríe siempre. Y recuerda, solo podréis irte de la zona de clientes cuando termine tu trabajo, o cuando seas "rentada" por un cliente. Está claro, descarada.

-Si señorita, está claro.

-Bien. Y me dijeron que te comunicara una cosa. Aquí todas las chicas que ves, están por dinero, excepto vos. Aquí vos sois la única esclava. Lo siento, mi amor.

Me dejó. Ahora podría andar donde quisiera, sin salirme de aquí. Así lo hice. Caminaba de aquí para allá de manera sensual. A veces, me detenía y recargaba los codos en alguna media pared, inclinando mi cuerpo y mostrando mis pompas, las cuales movía. Veía clientes pasar atrás de mí, y sentía las miradas a mi trasero.

Al fin, pasado un rato, me levanté. Me puse de pie a bailar. Bailar de manera sensual y erótica, moviendo mis caderas y tocándome los senos. Mis senos operados, de golfa. Estaba en mi ensueño cuando sentí que alguien me tocaba del brazo. Era la misma señoritas de hace un rato. Me comunicó que un cliente deseaba tenerme. "Ay no" pensé. Al fin iba a desempeñar la actividad principal de mi oficio. Me dejé llevar hacia un hombre sin barba y bigote, joven como de 30 años. Tenía cara y gesto alegre. Me veía con total lujuria.

-Aquí la tiene joven. Desea una habitación con jacuzzi??

-Si señorita.

¿Habitación? Aquí? Pues sí. Era lo que me imaginaba. Parte del edificio estaba dedicado a habitaciones o cuartos apartados, por los cuales se podía ver lo que sucedía en la pista. La señorita me llevó a uno de ellos. Allí me dejó a solas con ese hombre. Cuando se fue, el comenzó a abrazarme, a tocarme y besarme. Me decía que era suya. Me abrazó por delante, pero cuando menos pensé, ya estaba abrazándome por detrás. Me tocaba los senos y mi vagina. Todo el cuerpo.

Nos tiramos a la cama. El me besó los senos. Las pompas. Todo mi cuerpo. Sentía sus manos con lujuria, y me dedicaba palabras de aprecio por estar con él. Me decía que era hermosa. Lo era en verdad. Lo soy, de hecho. Me decía él que deseaba que fuera su "mami" para alimentarse de mis senos. Yo estaba explotando de emoción, excitación y placer. Mis pezones se ponían colorados.

Al fin terminó la sesión de la cama. Estaba contenta de mi situación de esclava y puta. Me llevó al jacuzzi. Nos mojamos todo el cuerpo. El me besaba con enorme fuerza. Cuando salimos, el me miraba sin apartar la vista ni un instante.

El se sentó en una silla, y yo me puse de rodillas, rozando mis senos en sus rodillas. Esa noche fue placentera. Todo terminó casi dos horas después. Él me pagó el dinero por mis servicios. Esa era mi marca. El dinero por mi cuerpo. Al fin tenía un presente de prostituta, de sexoservidora.

Cuando salí, la señorita de siempre me ordenó darle el dinero. Yo sabía que sería para mi ama y señora, pues yo solo podría cobrar para sentir la vida de prostituta, pero nunca debía tener ingresos propios ni saber lo que se sentía llevar una vida de independencia económica. Nunca la llevé antes de mi doble vida. Nunca la llevaría. Ese placer me estaba negado, no solo en el presente y el futuro. También me estaba negado el saber que se sentía ser independiente.

Estuve casi una hora por todo el club. Me sentaban en la mesa de varios tipos de vez en cuando. Ellos besaban y acariciaban mi cuerpo todo. Al fin, la señorita que me había llevado a la pista me condujo al camerino. Había terminado ya esa noche. Mis servicios terminaban ya.

Me llevó ante mi señora. Ella solo me recibió con burlas. Al fin era su prostituta. Ella, junto con su amiga y las chicas se despidieron de Lupe y me llevaron al carro, de vuelta a mi calabozo. En el camino venían contando el dinero que habían obtenido por mis servicios para con mi cuerpo. Compraron helados, de los cuales me dieron uno. Ellas ponían helado en mis pezones. Sentía un placer enorme. Mi cuerpo sería para el placer siempre, y mi alma sería de mi dueña.

Llegamos a la casa. Nos recibió la mamá de mi señora. Me sentía apenada de que ella ya supiera mi vida. Yo no podía dejar de sentir vergüenza y placer, todo junto, ante ella. Ante ella que solo me tomaba como objeto de sus chicas, y que de seguro me consideraba una vil golfa por haberme metido con casados, bajarle el novio a alguien y dejarme prostituir y esclavizar.

Me levaron a la habitación de mi ama las tres chicas. Me sentaron en la cama. Una de ellas (Karla) me comunicó que sería castigada esta noche. "Ni creas que vos escaparas al castigo por haber casi desobedecido a tu señora, golfa". Me dejaron allí.

Minutos después llegó mi señora. Ella cerró la puerta. Yo me paré ante ella, pero me abofeteó."Te lo mereces, descarada inmunda". Yo solo volví a sentarme en la cama, con las piernas cruzadas y ladeándome de adelante hacia atrás.

-Perdóneme mi señora, por favor.

-No. Sereis castigada esta noche. Anda, ve al baño y ponte tu tanga y ésta micro faldita. Ella me dio lo que era la micro. Era una falda de tela negro transparente, que me llegaba hasta la mitad de mi vientre. La mitad de mis pompas se me verían.

Mi señora me jaló del cabello.

-Ve, y solo tienes quince segundos para ponerte esto y estar de rodillas en esta cama, con los codos recargados en el colchón. Quiero que estés con tu cuerpo inclinado. Vos habeis entendido??

-Si mi señora.

-Y pobre de ti que no estéis lista en 15 segundos. Tu castigo se pondrá peor.

Fui al baño de la recámara de mi ama y señora. Sin quitarme tacones y el collar (este último no podría) me puse la tanga.

-Ven aquí inmediatamente, golfa. Y quiero que salgas con la micro ahora.

Yo estaba excitada de placer. No podía salir todavía, pues apenas estaba poniéndome esa micro- faldita. Si salía así sería castigada, y si no, también. Decidí ponerme la micro. Salí en 23 segundos. Me dirigí hacia mi ama. Ella me recibió con una bofetada, otra más de esa noche.

-Ahora dime, perra, hiciste bien o mal esta noche.

-Mal mi señora.

-Bien. Mereces un castigo.

-Sí mi señora, castígueme por favor.

-Bien. Ahora ponte en la posición que te dije.

Me arrodillé como ella quería. Ella me dio varias nalgadas. Me rascaba o pellizcaba las pompas. Después, ella se paró enfrente de mí, enfrente de mis pompas. Me ordenó que por cada latigazo, ella me diría "estas castigada" y yo respondería "Sí mi señora".

Comenzaron mis latigazos. Fueron cien. Entre cada uno de ellos, ella decía su frase, y yo respondía la mía. Cuando terminó, me comunicó que iría con las demás.

-Tú no vas a ningún lado. Aquí te quedarás. En esta posición. Y ahora que es fin de semana, hemos invitados a unas amigas. Será interesante que te vean así.

Se fue. Yo no podía creerlo. Era una esclava, una prostituta también y además, sería humillada ante desconocidas. Mi alma estaba totalmente bajo el control de mi señora. Yo la amaba. La amo y la idolatro.

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