Mi esclavitud, mi chantaje, mi destino (1)
Una chava de familia conservadora comete un pecado vergonsozo. Por este motivo, ella está obligada a servir de esclava y puta a cinco crueles mujeres dominadoras
Hola. Mi nombre es Jennifer. Soy una chica de España. Soy de 1.72 metros, delgada, piel blanca y rostro bonito. Mi cabello es negro, más o menos lacio y hasta los hombros. Soy de pompas y caderas amplias. Mis piernas son largas y muy llamativas.
Si. Lo acepto. Soy una golfa, una descarada, una mala mujer. Soy una pecadora y una débil ante el sexo. Por ese motivo, ahora estoy obligada a llevar una vida de esclava en manos de cinco amas.
Mi único pariente desde casi en la pubertad ha sido una tía mía. Una mujer madura, conservadora y algo devota. Si ella se enterada de la doble vida que tengo, no sería nada severa (pues ella es de carácter blando) pero sería muy fuerte para ella. Y yo, por mi parte, estaría avergonzada de ser exhibida ante ella y los demás conocidos. Que supieran mi vida de esclava.
Desde mi adolescencia, he tenido tendencias lesbianas. Me gusta ser sensual y sexy. Desde chica, tenía fantasías en donde yo era prostituta. Me gustaba masturbarme toda, y a veces, me desnudaba en las madrugadas y ponía mi trasero en la ventana. O me salía al parque sin que mi tía se diera cuenta, y en alguna zona arbolada, me desnudaba completamente.
Mi historia de placer y doble vida comenzó en enero (fines de enero) de 2004. En ese mes, fui con algunas amigas a la playa. Fuimos a varios lugares. Una noche, fuimos a un bar muy popular de la ciudad. Ahí fue donde me tope con una señora de casi 40 años (yo tenía en ese entonces 19) y comenzamos a echarnos miradas de reojo. Ella se me acercó y comenzó a platicar conmigo en una de las veces en que mis amigas estaban en otra parte del bar. Entre mas platicaba con ella, mas me daba cuenta de que era lesbiana y yo le gustaba. Me invitó a su habitación del hotel donde se hospedaba (muy cerca del nuestro) y me conminó a tener fantasías eróticas esa noche. Yo acepté de inmediato.
Me despedí de mis amigas. Me fui con ella a su habitación. Ya en ella, después de algún bocado, comenzamos a ver películas eróticas de sadomasoquismo. Yo deseaba ser dominada como las chicas de las películas. Al fin, ella me insinuó que yo sería su esclava esa noche. Yo acepté. Comenzó a ordenarme severamente que me desnudara. Después, vinieron más órdenes, y esa noche, yo fue su esclava sexual. Me nalgueó, me ató, me ordenó besarle los pies, masturbarme los senos, de todo. Hasta me ató de espaldas a la cama para después acariciar mi cuerpo.
Al fin llegó la mañana. Yo me despedí con tristeza de ella. Ella me dejó ir, no sin antes decirme algo que entonces no entendí a que se refería: que esa noche, yo ya pertenecía a algo de lo que ya no podría salirme, el placer y la esclavitud. Yo añoraba que así fuera.
Terminaron las vacaciones. Pasó el tiempo. Yo me gradué de la carrera de contaduría en 2006. Poco después, conseguí trabajo en un cine.
Tiempo después, iba yo llegando a mi trabajo en la mañana (me encargaba de limpieza) cuando una mujer mayor que la de aquella noche (yo calculé como de 45 años) se me acercó llamándome por mi nombre: Jennifer. Yo voltee, y ella me invitó a su carro.
Entramos. Después de presentarse, me dijo que ella vivía en compañía de dos hijas, una amiga de ella y la hija de ella. Las cinco tenían gusto por el sadomasoquismo, y me contó que a todas les gustaba la idea de tener a una esclava en la casa. Una esclava que fuera joven, sensual y bella. Después, me dijo que ellas me habían escogido a mí.
Yo no podía creer lo que me decía. Yo le dije que no aceptaba su propuesta, e iba a retirarme cuando me detuvo del brazo.
-Con que no quieres, bueno, pues antes, sería genial que vos echaras una mirada a estas fotos.
Me dio un sobre. Saque las fotos. No lo podía creer, estaba yo en aquella noche de placer. Después, me dijo que había un video filmado de aquella noche.
- Ese video y estas fotos, mi amor, se las vamos a enseñar a tu tía, a sus conocidos en la iglesia y a tus compañeros de trabajo, para que vean la clase de porquería que vos seréis. Pero, podemos hacer un trato. Tú aceptas mi propuesta, y tu reputación quedará intacta. Piénsalo: o tu reputación, o tu cuerpo y alma.
Me dejó ir. Yo estaba asustada. Pero conforme pasó el día, esa situación, la de estar en manos de alguien, comenzó a generarme placer. Mi situación me estaba exhitando; el no poder hacer nada
Esa noche llegué corriendo a mi habitación a masturbarme. En eso estaba, cuando recibí una llamada al celular. Era la señora, la cual me indicó asomarme al balcón de mi habitación. Lo hice. Estaba ella en frente, con otras tres muchachas (sus hijas y la de su amiga). Ella, la señora, me mostró el cassette donde estaba el video de mi pecado. Por el celular, recordó su amenaza: o mi reputación, o mi cuerpo y alma.
Yo no dormí casi de tanto placer. Así pasaron varios días. Varios días en los que yo estaba ansiosa de querer ser esclava.
Al fin, una noche, ella me llamó por el celular y me ordenó que decidiera de una vez por todas, o esa noche sería expuesta. No lo pensé mas, le dije que aceptaba su propuesta.
-Bien- me dijo. "mañana renuncias a tu empleo y de ahora en adelante, serás una esclava todo el día. Vivirás con nosotras. Esta claro?
- Si mi señora.
Esa noche, le conté a mi tía que me iría a vivir con unas amigas de la escuela. Eso fue lo que me ordenaron contar. Mi tía aceptó, pero me dijo que le diera el número de teléfono de la casa para estar en comunicación, y me pidió que la visitara cada vez que pudiera. Le dije que sí.
A la mañana siguiente, las tres chicas vinieron por mí. Mi tía las recibió, y ellas le dijeron que venían por mí. Yo estaba llena de placer.
-Y no se preocupe por ella, nosotras la cuidamos.
-Ay gracias, yo se las encargo mucho- les dijo mi tía.
Al fin nos despedimos. Entré al carro de ellas. Yo me senté en medio del asiento trasero. Las dos chicas que no iban manejando se sentaron a mis lados. En lo que íbamos recorriendo la ciudad, ellas me acariciaban. Yo estaba casi reventando de lo caliente. Una de ellas me tocó el cabello, diciéndome: "te va a ir muy mal, mi amor" y plantándome un beso que me dejó anonadada. Me ordenaron quitarme el calzado que tenía puesto, y me ordenaron que me pusiera unos tacones negros de charol, con plataforma como de cinco centímetros y de aguja larga y delgada.