Mi entrada triunfal.
Llegué a casa a las dos de la mañana. Venía de una cena con la empresa y estaba algo mareada. bueno, bastante...
Llegué a casa a las dos de la mañana. Venía de una cena con la empresa y estaba algo mareada. bueno, bastante...
Me había quedado a medias. Hubiera seguido más rato pero me tocaba currar al día siguiente, así que tuve las luces justas para regresar a una hora prudente.
Pero con un calorcito entre las piernas que me tenía algo nerviosa. Subía en el ascensor mirándome en el espejo. Qué guapa me había puesto. Y a estas horas pues "sexy-salida" que diría mi amiga Nuria. Siempre estábamos con ese cachondeo cuando nos íbamos de fiesta. Ella afirmaba rotundamente que se me quedaba esa cara a partir de la una... no iba a ser yo quien le llevara la contraria, mmmmmm... con lo que me ponía cada vez que me lo decía.
El caso es que llegué a mi piso, el noveno, y a mi casa, el ático del edificio.Y qué gustazo de casa.
Hasta puse plantas a los lados de la puerta en plan hall de hotel.
Me encantaba llegar y verlas... cuánto más lujo para mis sentidos, más lujo en mi vida.
Abrí la puerta con la dificultad del momento y la embriaguez. Allí estaba, esperándome detrás de la puerta con los ojitos muy abiertos y jadeando como loco: -Ay, mi chico, pero qué guapo es, sísísí, muuuuy guapo... Coño, que me caigo, cariño, a ver, aparta un poco que me quite el abrigo... hala, el bolso desparramado, veeenga... espeera...
Me agacho a recoger las cosas del bolso, más que nada es que están las gafas y a ver si me las voy a cargar, que estoy fina. A cuatro patas miro en el espejo. Es que no os he contado lo mejor de la entrada de mi casa: tiene un mega espejo delante en el que te ves toda tú cuando entras. Además, favorece; es de esos que estiliza y con su marco dorado rococó pues da un toque que, cómo deciros, da gusto entrar y salir de casa.
El caso es que a cuatro patas con el vestido negro, tapado hasta el cuello pero sin mangas y muy cortito. Tan de encaje él, tan mono, tan estupendo con las botas negras de charol y ese punto justo de tacón: favorecedor y cómodo... el caso es que me vi en el espejo con todo el contenido del bolso delante y detrás oliéndome el culo, metiendo el hocico bajo la falda, buscando, olfateando desesperado.
Embobada con la puesta en escena. Me favorecía hasta la coleta alta.
Me estaba haciendo cosquillas, intenté hacerlo a un lado pero era grande y estaba muy decidido a seguir buscando. Me aferré al suelo, clavé las manos y las rodillas en la alfombra para no desestabilizarme y arqué la espalda hacia abajo mientras empezaba a notar como las cosquillas se transformaban en ganas de más.
La nariz mojada tocaba mis muslos y jugaba con mi tanga, que se iba apartando como si supiera que estorbaba.
Bueno, eso me parecía a mi que estaba borracha... era el morro el que lo hacía a un lado ya con fuerza incluso.
Olía y olía, sentía el aliento en todos los agujeros, bajaba del culo al coño muy rápido. Y ay, ay, ay, la lengua empezó a chuparlo todo desquiciada.
Y yo moría de placer y me veía enfrente, nos veía, a él con la cabeza medio perdida entre las nalgas moviéndose deprisa y lamiendo todos los fluidos, comiéndose mi almejita entera, obligándome a abrirme más y más, ya agachada con los brazos vencidos apoyados en los codos. Regalándole el trasero y oyéndome a mi misma, fascinada, ordenándole: -Así mi niño, así! Cómele el culazo a tu amo, chúpale el coño a tu ama, todo, todito, si, mi niño, muy bien, chupa, perro, así me gusta, perro, cómetelo enterito que estoy muy cachonda, es todo tuyo...
Y él como si le fuera la vida en ello cada vez lo hacía más deprisa, me estaba volviendo loca.
La posición no era muy cómoda y como pude me di la vuelta sin dejar de sentir los lametones, ahora ya boca arriba, espatarrada, con todo el chocho abierto para que no dejara ni un resquicio seco. Aunque ya seco poco, no hacía más que mojarse según lo secaba. Dios mío, me había puesto muy perra, valga la gracia...
Y ahora venía lo más difícil,:quitarme el vestido: -A ver, guapo, déjame un momento, cariño, por favor, ayyyyy, joder, qué gusto, cabrón, cómo te lo zampas todo, ufffffffffffff, cariño, un momentito, ayyyyyy...mira qué rica está tu ama, y qué caliente la has puesto, muy bien, mi perrito se porta muy bien, pero espera, espera...
Como si me entendiera se paró un segundo y me miró desafiante. No pude resistir y miré al espejo una vez más: él a cuatro patas delante de mi fuera de sí, con la lengua chorreando babas y flujos y yo tumbada, abierta, regalada, apoyada en los brazos y con cara de perra viciosa, joder si me viera ahora Nuria, pensé y me reí.
Me quité el vestido y empecé a sobarme las tetas... -Mira las tetas de tu amita, perro, mira qué ricas... - subí un pezón casi hasta la boca y lo llegué a chupetear con mi lengua -Mira qué rica tetita, perrito cachondo, mira, ven, mira qué rica está, chupala tú ahora...
Y vino, y se puso encima de mi y comenzó a chuparme las tetas. Yo las aprisionaba, las juntaba para que las devorara las dos a la vez, los dos pezoncitos juntos... mientras me retorcía de gusto sintiéndome ama y señora.
Pero volvió a bajar. El tanga empapado de saliva se pegaba a un lado, era un trapillo babeante testigo en primera persona de todo lo ocurrido. Y una lengua larga y rica, húmeda y lista, curiosa e incansable, hecha para dar placer, como ahora sin duda hacía, volvía a la carga... casi al mismo tiempo que veía en nuestro reflejo que su dueño estaba salido perdido y que una enorme polla asomaba por debajo. Y se meneaba brillante.
Abrí los ojos como platos, cogí conciencia de lo que estaba pasando pero ya mi sangre estaba más entre las piernas que en el cerebro, qué coño, me arrastré de lado, le pasé una pata por encima y me puse bajo su rabo. Goteaba, me goteaba en la cara... -Sigue chupando perro, que ahora te voy a comer yo a ti este rabazo, pobrecito, tua ma te comerá el rabo...sí, cariño, mira, ya verás qué rico, espera, déjate, así, así, así...- le decía al animal que nervioso y desencajado aguantaba el equilibrio como podía a la vez que yo le agarraba el miembro que más tieso creo, no podía estar. No había tocado algo tan duro en mi vida, o eso me pareció cuando me disponía a metérmelo en la boca.
No pude dejar de pensar en Nuria... ay si me viera justo, justito ahora, jajajajjajjaa...
Tragándome la polla de mi perro, haciendo un sesenta y nueve, locos por dar placer y recibirlo; yo dándole órdenes a mi obediente perrito que tantísimo me hacía disfrutar, devolviéndole el gusto como podía... y todo reflejado en el gran cristal que teníamos enfrente... sin palabras... joder... con mayúsculas, ufffff
De repente no pude más, era superior a mi, me estaba corriendo en su boca, le estaba llenando el hocico con mi lechita, que él continuaba succionando sin parar...ahhhhhhh....
Me saqué la polla de la boca porque no podía seguir concentrada mamando, la corrida era muy fuerte y le apreté el rabo retorciéndome, sintiendo como me temblaba todo el cuerpo... y también él paró de golpe porque se corría...en mi cara. Un líquido caliente me caía en la boca, en la cara, en las tetas.... -Muuuuuy bien- atiné a decir bajito, casi sin fuerzas- muy bien, mi perrito, mi chico, así, ufffffff, joder, qué bien se lo haces a tu ama, te has portado muy bien...- y me restregué la lefa por todas partes, deprisa, jadeando, muy cerda, desparramada -qué rica tu leche, cariño, así me gusta, que se la des toda a tu ama, que te comas toda la mia, que te la tragues, sí, así, sí...
Y se giró, y me miró y sonrió, y me beso profundo con ese sabor a mi que me trastorna y me dijo te quiero perra... y yo me reí a carcajadas y le dije que lo amaba más que a nada, que era mi perro, sólo mío, y que me encantaba que estuviera esperándome cuando llegara de la calle, que era un perro muy bueno...
Y Óscar se levantó, tiró de mi y nos abrazamos frente al espejo
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